2.0
Era su karma que las flores crecieran en sus pulmones, enseñándole que el verdadero amor sí dolía, que llenar su triste vida con gente que le atraía solo físicamente estaba mal. De alguna forma, Jaemin lo sabía, estaba consciente de que engañar a las personas al decir sin sentimientos un te amo era malo, pero realmente no estaba seguro de qué hacer. Su soledad le obligaba a estar en una relación aunque solo sintiera una mínima atracción hacia los demás.
Pero ese pensamiento no consiguió cambiarlo.
La primera vez que le pidió salir a alguien, si no recuerda mal, fue a sus dieciséis, esa edad donde se empieza a aprender sobre sí mismo y las relaciones personales. Lástima que Jaemin haya sido tan bueno en conquistar corazones desde el inicio.
Jung YoonOh se llamaba su primera mentira, ese chico perfecto y popular del instituto, el de sonrisa deslumbrante y amabilidad sospechosa. Nada comparado a Na en ese entonces, pues siendo el niño nuevo, tímido y de ropas holgadas, le era bastante difícil encajar en ese lugar lleno de tiburones.
A menos de que aprovechara la situación.
Claramente con todo lo dicho en mente, fue que decidió ponerse de meta conquistar al popular, algo bastante estúpido que resultó saliendo bien, si se lo preguntan a Jaemin.
Por obra del destino, ambos coincidieron en el mismo salón, tanta suerte tuvo que incluso los asientos asignados estaban uno al lado del otro. Pasaron días para que se fueran los nervios que le atacaron, sin embargo, eso no evitó que el menor usara sus habilidades sociales ocultas para convertirse en su amigo y meses después su pareja.
Fue bueno, la relación iba bastante bien a pesar de los constantes choques de personalidad y actitud. Era agradable, las caricias y tratos dulces le gustaban, pero... quién diría que Jung YoonOh llevaría el amor al extremo.
Jaemin se sentía al límite, deseando el quiebre de su relación, tan harto que no faltó nada para ir y abandonarlo, pero fue el mayor quien acabó su corta historia de amor.
Fue penoso verlo llorar sobre su regazo, explicándole sobre su ida a Estados Unidos.
─ Mis padres han tenido problemas... y necesitamos mudarnos─ murmuró entre balbuceos. ─ Realmente me están obligando, yo no quiero alejarme de ti─ le contó.
¿De verdad Jaehyun lo prefería a él antes que a su familia?
Patético.
Después de despedirlo un domingo de lluvia, no supo que hacer.
¿Lo extrañaba? No.
Pero estaba acostumbrado a recibir halagos y atención de su ex pareja y no tenerla de un momento a otro fue... raro.
A los veinte llegó su segunda víctima. Lee DongHyuck era su nombre, un chico atractivo y moreno con la personalidad más explosiva que había visto en su vida. Parecía una exageración decirlo de aquella manera, pero así era.
Fue fácil de conquistar, honestamente. Palabras dulces y devolver las sorpresivas muestras de afecto que este le daba fueron algo clave para eso.
Semanas de estar juntos fue que las cosas comenzaron a complicarse.
Al vivir juntos, notó mucho más los cambiantes ánimos de Hyuck, cosa que molestaba a Jaemin, sus celos y rabietas eran demasiado para algo que apenas iniciaba, igual que las peleas provocadas por lo mismo, algunas llegando al daño físico entre ambas partes.
No tomó demasiado tiempo para que ambos se tuvieran odio, pero...
¿Entonces por qué seguían juntos?
Sencillo, Jaemin estaba acostumbrado a la violencia, los golpes y palabras fuertes no lograban convencerle de que algo estaba mal entre ellos. Por el lado de DongHyuck, esto se debía a la costumbre y necesidad de ser querido por alguien más, su dependencia emocional y baja autoestima defendiendo aquello.
Por suerte no duraron mucho de esa forma, ambos llegaron al acuerdo de volver a sus propios caminos y aunque no lo parezca, esa fue su más grande muestra de amor entre los dos.
Pero Jaemin una vez más volvió a quedarse completamente solo, sin ningún amigo al que acudir, ni siquiera padres con quienes compartir.
Abandonado.
Na odiaba sentirse de esa forma.
Por ello escapó cada noche a un bar diferente, viviendo del dinero que sus padres le depositaban para no sentirse tan mal con ellos mismos. Eran una mierda de familia, decía, aunque si lo pensaba bien, su vida era como la que cualquier joven desearía tener; dinero sin trabajar, un departamento para él solo y la anhelada soltería para algunos.
Tuvo demasiados encuentros casuales para contarlos, relaciones pasajeras con chicas y chicos de los que ya no recordaba nada con la cantidad de sustancias que en su momento tomó. Tres años viviendo de esa forma, entre falsedades y malas noches, golpes y maldiciones siendo algo común en su día a día.
Sin embargo, Jaemin no era de piedra y eso era algo que demasiadas personas olvidaron, por lo que cada vez que tenía ánimos de levantarse de su cama, se preparaba para salir al café más cercano que tenía, deseando escapar del círculo vicioso en el que se encontraba.
Entonces, tal como romance de telenovela, fue que encontró a quien en ese momento no sabía, pero se convertiría en su asesino de preciosos ojos y lindos labios.
"Lee Jeno" decía su etiqueta de trabajador, atendiendo y limpiando mesas, demasiado concentrado quitando esas manchas que ignoró por completo su presencia. No fue hasta que pasaron minutos para que este le tomara atención, acercándose con una mueca que a Jaemin le pareció muy adorable.
─ Lamento mucho no haberlo visto antes─ se disculpó, claramente alterado por sus pequeños temblores.
─ No te preocupes─ tranquilizó, mirando fijamente esos rasgados ojos. Oh, había un lunar debajo del derecho. ─ ¿Eres nuevo?
─ ¿Se nota mucho?
─ No...─ mintió─ simplemente soy un cliente frecuente─ una completa mentira, apenas iba dos veces al mes, sin embargo, no creía ser tan idiota como para no haber notado a tal chico.
Muy atractivo si se lo preguntaban a Na.
─ Oh, entonces pediré su orden ahora─ Jeno sacó torpemente una libretita del bolsillo de ese delantal marrón y el contrario sonrió por su inexperiencia.
─ Puedes tutearme si quieres...─ un levantamiento de cejas fue su respuesta.
Realmente Jaemin no era alguien que confiara demasiado en sus instintos, sin embargo, cuando deseó pedir el número del pelinegro, le hizo caso al sentimiento agridulce que se esparció por su pecho sin ningún motivo, por lo que se quedó en silencio después de pedir, apoyado en sus manos mientras observaba desde lejos al chico. Era pálido, de su misma altura y un rostro lindo que contrastaba con lo que alcanzaba a ver de su cuerpo pero que calzaba perfecto con esa tierna timidez que mostró.
Al menos esa fue la máscara que le enseñó al principio.
Era llamativo, tenía un perfume atrayente y con su uniforme sencillo aún se veía increíble, eso no podía ser posible, llegó a pensar Na, ensimismado en recordar la voz grave y rasposa que le dio el menú.
Se llevó su atención por completo, es por eso que desde aquel día la mayor parte de su tiempo estaba en el café, mirando desde una dolorosa distancia como Lee Jeno agarraba más confianza con cada día que pasaba. Se veía incluso más feliz al tomar la orden de quienes llegaban. Grupos de chicas siendo clientes recurrentes por lo mismo.
Algunas veces sus miradas chocaban por segundos, ninguno descifrando los secretos del otro pero ambos admirando la belleza de los ojos contrarios.
Estaba bien con eso, sin embargo, la ansiedad llegó a Jaemin el día en el que Jeno desapareció.
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