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Hyunjin amarró su gran cabello en una coleta frente al espejo y suspiró con pesadez antes de finalmente salir de su habitación.

Sus soldados esperaban fielmente afuera de sus aposentos y lo saludaron con una reverencia apenas lo vieron. Hyunjin continuó directo hacia el carruaje que lo esperaba pacientemente para dirigirlo al palacio de la luna, en donde encontraría por fin una criatura perfecta para la compañía. El objetivo era poder ganarse de una vez por todas el respeto de hombres los coreanos de los que se hallaba rodeado, y para ello, tenía que dejar su orgullo de lado y actuar como uno de ellos. Hyunjin sabía que una omega calentando su lecho no era algo que necesitaría un verdadero guerrero japonés y, sin embargo, la buena compañía parecía ser esencial para un guerrero en Corea.

—La cortesana real Jiwon está esperando por usted, Señor.—Le avisó uno de sus hombres mientras el carruaje andaba en marcha. Hyunjin asintió desinteresado, ansioso por simplemente acabar con aquella estúpida tarea que le absorbía el tiempo.—Se rumorea que ella ha preparado a sus propios hijos para usted, Señor. Se dice que son realmente bellos, y no han sido nunca ofrecidos a nadie antes.—Le dijo Yuno con un ánimo que hubiera sido contagioso si a Hyunjin no hubiera podido importarle menos.

Yuno era su único hombre coreano de confianza. Le había sido asignado por el propio Rey Minhyuk después de que el Imperio Japonés consiguió dominio sobre las tierras del norte de Corea, y cuando el Rey se enteró de lo que sería su propio destino, prefirió sucumbir y evitar el dolor y la humillación que tenían asegurada. Así que permitió que el Emperador Hirohito dispusiera a sus  tropas japonesas por todos los confines de los territorios sureños, y que nombrara a un hombre al mando, quien vigilaría de cerca y mantendría el orden y el nuevo dominio nipon sobre la tierra Coreana. Cuando Hirohito tuvo que elegir, no dudo en señalar a Hyunjin con los ojos cerrados, casi que sin pensarlo.

Hyunjin había sido el guerrero más destacado y sanguinario en la historia del imperio de Hirohito. Su mano dura y su fuerte templanza eran solo la herencia de su padre, quien también había sido un fuerte guerrero de la familia real. Con más de un año viviendo en Corea, Hyunjin todavía tenía problemas para acostumbrarse al entorno que lo rodeaba. Y aunque era respetado, gracias al miedo, a Yuno se le había metido en la cabeza que la forma más certera de hacer que esa deferencia nacida del terror y de la amenaza se convirtiera en genuino respeto proveniente del camaraderismo, sería con una cortesana del Palacio de la Luna.

El Palacio de la Luna era el más grande y respetado hogar de cortesanas de toda Asia. Sus cortesanas y cortesanos eran un precioso lujo a los que solo hombres con mucho poder podían accesar. No era un lujo adquirible, era un lujo ofrecido. Una cortesana de la Luna no era para cualquier fanfarrón con seguidores o dinero; una cortesana de la Luna era para aquellos verdaderos hombres en cuyas manos residía poder. Incluso desde antes de la victoria de las fuerzas japonesas sobre Corea, había algunos de sus antepasados que habían llegado a ese mismo lugar en busca de un omega cortesano que los acompañara por el resto de sus triunfos y victorias. Como si los cortesanos de aquel lugar estuvieran destinados a ser trofeos.

Sin embargo, ahora, mientras caminaba hacia la imponente entrada de tres metros de aquel protegido Palacio, Hyunjin no sentía el peso de aquel poder recorrer sus venas. No se sentía emocionado ni comprendía por qué para los estúpidos alfas coreanos era tan importante poder encontrar a un omega al cual follar, incluso si aquel omega hubiera sido educado para servir a las más grandes mentes del Oriente como él. Era casi como una burla; como si aquellas tan aclamadas cortesanas no fueran más que un pobre intento y la sombra de lo que realmente eran esas personificaciones del arte como las Geishas en Japón.

El jardín era enorme y estaba verde con la primavera. El sol inclemente iluminaba las pieles blancas de los cortesanos curiosos que se habían reunido en las esquinas de los palacios para presenciar su llegada, Hyunjin podía escuchar sus susurros con cada paso que daba. Frente de él, había una mujer imponente y hermosa como ninguna otra. Una omega con cabello negro como la tinta y ojos avellana demasiado grandes que encajaban a la perfección con su nariz puntiaguda y fina. Sus vestimentas eran sin lugar a duda las de una cortesana real; todo en ella, desde su olor hasta sus ropas y accesorios gritaban que esa bella mujer le pertenecía al Rey Minhyuk.

—General Hwang, es un placer tenerlo con nosotros.—Lo saludó la omega con una reverencia.

No todos los día se recibía a jefes militares de tropas extranjeras que estaban colocadas alrededor de todo el país y que representaban una amenaza latente por la severidad de sus hazañas. Jiwon tenía una misión, y sabía que de ella dependía poder aminorar el riesgo y la brutalidad si encontraba al omega perfecto para el General Hwang Hyunjin.

Dale lo mejor que tengamos, le había ordenado su Rey.

—Gracias por recibirme.—Dijo el joven General inspeccionando el lugar. Jiwon lo guió a través de la gran entrada y pronto estaba todo mundo dirigiéndose hacia el salón de té del Palacio.

Un muy buen gusto en decoración, Hyunjin reconocería. Contrario a lo que él creyó, el olor era neutro y agradable, lejos de ser una bomba de feromonas omegas que se pegarían a él y que le causarían empalago y dolor de cabeza.

Jiwon tomó asiento frente a Hyunjin con la naturalidad y la seguridad de alguien acostumbrado a recibir a los hombres más poderosos del continente. Con un gesto sutil de su mano, un sirviente apareció con una bandeja de porcelana, sirviendo el té con precisión milimétrica antes de retirarse en silencio.

—General Hwang—Jiwon comenzó, entrelazando los dedos sobre su regazo—El Rey Minhyuk me ha informado de que está en busca de una de nuestras cortesanas. Tengo la misión encomendada de ofrecerle solo lo mejor en este palacio, y creo que tengo dos opciones perfectas para usted.

Hyunjin sostuvo la taza de té entre sus dedos, observándola con parsimonia antes de dar un sorbo. No respondió de inmediato. La cortesana real no parecía incómoda por su silencio, muy por el  contrario, se tomó su tiempo para evaluar al alfa que tenía en frente.

—No dudo de su criterio.—respondió Hyunjin con voz pausada—Aunque siendo sincero, sigo sin comprender por qué esto es necesario. Probablemente Yuno pueda hacer una mejor elección que yo.

Jiwon sonrió con la suavidad de una madre acostumbrada a tratar con hijos rebeldes.

—Me temo que elegir una cortesana no es solo cosa de una visita, General. Los omegas de este palacio no son un objeto precioso que se puede elegir y ya. Usted tendrá que venir de visita durante el tiempo que considere necesario para escoger al omega que querrá cortejar.

La frustración se pintó en el rostro de Hyunjin con colores vivos.

—¿Es eso realmente necesario? Si tanto importa, yo mismo elegiré uno de los omegas que me presentes. Hoy. La parte del cortejo podemos ahorrárnosla, al fin y al cabo, no estoy buscando aquí un compañero o una esposa.

—Es ahí donde está equivocado, General. Usted está aquí para conocer a un compañero que estará a su lado hasta el último día de su vida, incluso si nunca le da su marca. El cortejo es un paso indispensable para una cortesana, porque de no hacerlo, les estaría faltando al respeto. Las y los cortesanos no pueden ser solicitados de un día para el otro sin un cortejo previo porque son omegas nobles, no prostitutas en burdel. Todos los omegas que ofrece este palacio son príncipes y princesas de pueblos débiles o lejanos que han ofrecido a sus hijos menores para servir aquí, en la gran provincia de Seúl. También hay muchos más miembros de familias reales que sirven aquí por honor. No todos los omegas reales son dignos de matrimonios arreglados, porque no todos tienen el mismo poder. Sin embargo, todos los omegas reales son dignos de servir a los alfas más importantes de Corea, así ha sido aceptado y respetado siempre por aquí, General. El respeto es un arma más poderosa que el filo de una espada.—Replicó sin titubeos—Un hombre que conquista una tierra con violencia, solo consigue sumisión; pero un hombre que la entiende, la hace suya.

Hyunjin dejó la taza sobre la mesa, entrecerrando los ojos. No podía negar que había verdad en sus palabras, pero no le gustaba la manera en que aquella mujer hablaba como si él no supiera cómo hacerse respetar.

—Entonces, hablemos de lo que tiene para ofrecer.—Dijo sin más que objetar.

Jiwon aplaudió suavemente y, como si hubieran estado esperando la señal, dos jóvenes omega fueron escoltados hacia el medio del salón. Ambos avanzaron con una gracia ensayada, inclinando la cabeza en una reverencia impecable antes de levantar la mirada para observarlo con cautela.

—Estos son mis hijos, Yongbok y Minjeong.—Le anunció Jiwon con orgullo—Ambos han sido educados en los más altos estándares de este palacio. No solo son hermosos, sino también cultos, refinados y conocedores de las artes que todo hombre de su posición desearía en un acompañante.

Hyunjin los observó con atención. El primero, Yongbok, tenía una belleza vibrante, casi etérea, con una piel de porcelana y ojos que parecían contener la luz de los amaneceres. Preciosas pecas estaban esparcidas sobre su blanca piel, lo cual lo hacían ver adorable e irreal como si una Ninfa del bosque lo hubiera dado a luz. Su cuerpo era esbelto y pequeño, la delicadeza de sus curvas eran un buen indicador de su fertilidad. Sus manos pequeñas estaban entrelazadas entre sí, con uñas pulcras y cortas.

Por otro lado, Minjeong lucía más reservada, pero con facciones igualmente delicadas y una expresión serena que le confería un aire misterioso. Tenía el pelo blanco como su hermano, ojos hermosos como los de su madre, y una nariz de botón casi más pequeña que la de Félix. La feminidad parecía haber sido generosa con ella, pues sus curvas eran mucho más pronunciadas que las de su hermano, y sus manos no eran solo pequeñas sino delgadas y frágiles.

Eran omegas preciosos. Hyunjin tenía que reconocer que ahora estaba un poco más interesado. Nunca había visto bellezas de ese calibre antes.

Jiwon pareció notar su creciente interés, así que continuó con su explicación.

—Ambos dominan a la perfección el coreano y el japonés.—Relató Jiwon con la seguridad de saber que su oferta era irrechazable—Pueden asistirlo en reuniones, ayudarle a traducir documentos o incluso enseñarle a refinar su acento, si así lo desea.

—¿Y qué se espera de mí?—preguntó Hyunjin, apoyándose en el respaldo de su asiento, listo para tomar una decisión. Ya sabía al omega al que elegiría.

Jiwon cruzó las manos con paciencia.

—Podrá visitarlos cuantas veces lo desee. Conózcalos, decida cuál de ellos es el más adecuado para usted. Cuando haga su elección, ese omega será suyo, y suya será también la responsabilidad de garantizarle una vida de respeto y estabilidad.

Hyunjin dejó que sus ojos recorrieran a ambos omegas una vez más. No podía negar que eran perfectos, que cualquiera de ellos serviría para su propósito.

—Mi decisión está tomada. Ya sé a quién quiero cortejar.

Jiwon sonrió complacida.

—En ese caso, lo esperaremos mañana para...

La voz de la mujer de difuminó en el aire cuando Hyunjin captó algo por el rabillo del ojo que llamó su atención. Hyunjin apenas podía escuchar las palabras de Jiwon, atento a aquel grande muro en donde podía jurar haber visto una sombra. Su voz fluía como un río constante, describiendo con precisión el itinerario de sus visitas y la frecuencia con las que debería de hacerlas, pero la mente de Hyunjin ya estaba alejada de la conversación.

Algo en el ambiente había cambiado, su lobo estaba alerta. Al principio, sospechó de un ataque y todos sus sentidos se afinaron. Un leve cosquilleo recorrió su nuca, una sensación instintiva que lo obligó a apartar la mirada de Yongbok y Minjeong. Sus ojos se deslizaron por el salón hasta detenerse de nuevo en ese rincón apartado donde la suave luz del atardecer proyectaba sombras largas sobre los muros.

Y de repente, ahí estaba.

Un omega escondido justo detrás de una de las columnas del corredor exterior. No estaba allí como los sirvientes que observaban con recato y curiosidad desde una distancia prudente por protocolo, sino que estaba completamente escondido como un espía vigilante y cauteloso.

Su figura era esbelta, vestida con una túnica sencilla que contrastaba con los exquisitos ropajes de todos los demás. Su cabello oscuro caía en desorden alrededor de su rostro, y aunque la distancia y la luz del sol directa sobre su rostro impedían distinguir sus rasgos con claridad, Hyunjin sintió que aquellos ojos lo estaban analizando con más intensidad de la que cualquier cortesana se hubiera atrevido.

Hyunjin devolvió esa mirada, y fue entonces cuando el omega se percató de que había sido descubierto. Un pequeño jadeo se escapó de sus labios antes de girar sobre sus talones y salir corriendo por una puerta que ni siquiera había notado. La repentina acción hizo que Hyunjin se irguiera en su asiento, completamente ajeno ahora a la conversación. Su instinto de cazador se activó.

—General Hwang, ¿sucede algo?—Preguntó Jiwon con una ligera inclinación de cabeza.

Hyunjin se puso de pie de inmediato, sin molestarse en disimular su falta de interés en la oferta que seguía flotando en el aire.

—Disculpe, me temo que debo ausentarme un momento.—Dijo con facilidad, sin esperar una respuesta antes de girar sobre sus talones y dirigirse hacia la salida del gran salón. Le hizo una señal a Yuno para que se hiciera cargo de Jiwon mientras tanto, e hizo otro a sus guardias para que no lo siguieran.

Se movió con rapidez, cruzando los pasillos con pasos calculados, sus sentidos alerta. Aquel omega no podía haber ido muy lejos. El pasillo exterior se abría a un jardín lateral, donde fuentes de piedra y faroles comenzaban a iluminar la resplandeciente tarde que pronto se convertiría en un cielo azul fuerte.

Hyunjin avanzó en silencio, hasta que un leve movimiento tras una de las fuentes más grandes llamó su atención.

Se acercó con cautela y lo encontró de nuevo. Agazapado detrás de la fuente, con la respiración agitada y el pecho subiendo y bajando de manera contenida, estaba el omega.

Hyunjin quedó inmóvil, sorprendido por la imagen que tenía frente a él.

El rostro del joven era un espectáculo en sí mismo: una piel tan pálida como la porcelana, iluminada por la luz trémula de las linternas de papel; labios entreabiertos, ligeramente rosados, como si acabara de morderlos por nerviosismo; y aquellos ojos grandes, de un marrón tan profundo que parecían contener toda la oscuridad de la noche contenida en la forma más hermosa. Aquellos ojos grandes le parecían conocidos ya su vez únicos, la forma de éstos asimilaba a la mirada de los cachorros. Su aroma era exquisito.

De los anteriores omegas no había percibido un aroma, seguramente bloqueado con supresores. Una etiqueta de omegas solteros que era necesaria seguir.

Sin embargo, el omega frente a él no utilizaba ningún supresor que bloqueara ese aroma a peonías y rocío que exudaba.

Volvió su mirada a aquellos ojos, como si estuviera hipnotizado por ellos, y lo que más le llamó la atención fue la expresión que le dirigía de regreso.

No había sumisión. No había temor.

Aquel omega lo miraba con un desafío silencioso, como si no temiera haber sido atrapado, como si supiera que no tenía por qué inclinarse ante él.

El pecho de Hyunjin se contrajo con una sensación desconocida.

—¿Quién eres?—Preguntó con voz  grave.

El omega no respondió de inmediato. Solo lo miró, con esa intensidad que lo hacía sentir como si él fuera el observado, como si fuera él quien había sido atrapado.

Hyunjin sintió, por primera vez en mucho tiempo, la inquietante sensación de un guerrero que se embarca en una batalla de la que no está seguro ganar. Esa incertidumbre emocionante y el reto de un campo de batalla equiparado a la rebeldía de dos preciosos ojos negros.

—¿Quién eres?—Volvió a preguntar Hyunjin, dando ahora un paso adelante.

El omega dio dos pasos hacia atrás, luciendo incómodo pero no asustado. Mantuvo su boca callada y pronto sus ojos estaban escaneando una salida. Hyunjin caminó hacia él para impedir que huyera.

—Te he hecho una pregunta.—Insistió con desesperación el alfa.—Responde.

Seungmin volteó a mirarlo con más desdén del que se había permitido enseñar en un principio.

—Nadie que pueda interesarle.—Respondió finalmente.

Hyunjin parpadeó, procesando una respuesta.

—Lo haces. Quiero saber que hacías espiándome. ¿Por qué no utilizas supresores?

Seungmin sonrió.

—No soy un omega soltero.—Le explicó como si fuera una obviedad.

Algo dentro de Hyunjin se apretó con furia. Su ceño se frunció mientras olfateaba más a fondo.

—No hueles a ningún alfa.—Aseveró.—Y no tienes marca en tu cuello.

—Yo nunca dije que tenía un alfa.—Contraatacó el omega.

Hyunjin parecía confundido.

—¿Entonces? ¿Cómo es que no eres un omega soltero si no tienes un alfa?

Seungmin negó con su cabeza divertido.

—No soy un omega soltero porque no estoy en busca de un alfa.

Hyunjin lo observó atento.

—¿Qué clase de cortesano no está en busca de un alfa?

El omega sonrió con malicia.

—Ninguno.—Le dio la razón.—Sucede que yo no soy un cortesano de este palacio. Por ello no estoy en busca de un alfa, y por ello no necesito bloquear mi aroma. No hay nadie a quien pretenda engatusar.

—Pues fue tu aroma lo que me atrajo hacia aquí.—Lo contradijo Hyunjin.—No creo que funcione así. Sigues siendo un omega soltero, con un aroma fuerte.

—Tan solo ignórelo. Lamento haberlo distraído, sin embargo, esta es mi casa.—Le dijo altanero.

Hyunjin gruñó levemente.

—Y sin embargo—lo imitó—tu casa es visitada diariamente por alfas. Es etiqueta pura.

El omega sonrió.

—Es etiqueta para los omegas que buscan un alfa. Pero yo no busco uno, así que no necesito bloquear mi aroma para ningún alfa. Lamento si mi aroma lo atrajo en el salón principal, tan solo estaba siendo curioso.

—Tu estabas espiando.—Lo acusó Hyunjin.

—No hay espía que no sea curioso.—Resolvió el omega con desvergüenza, alzando sus hombros.

Hyunjin miró aquel rostro de nuevo. Esa boca ágil y maleducada, y esa mirada desafiante que seguía manteniendo. Ni una pizca de miedo o temor en su aroma, ese que rondaba libre por todo el palacio.

—Dime tu nombre.—Exigió Hyunjin.

—Mi nombre no es importante.—Dijo el omega.—Estoy seguro de que–

—Dímelo.—Lo interrumpió Hyunjin sin paciencia.

—¿Para qué quiere saberlo?—Preguntó el joven frente a él con un rostro hastiado.

Hyunjin se deshizo de esa mirada impaciente y ese ceño fruncido cuando escuchó esa pregunta. Irguió su postura sobre del omega, al que le sacaba unos buenos centímetros. La sonrisa del rostro de ese alfa era segura y traviesa, seguro de lo que estaba a punto de decir.

—Tengo que saber el nombre del omega al que cortejaré.

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nueva fic!! no pude esperar a publicarla, me emociona mucho <3

espero les guste :)

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