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60. El dragón, el lobo y la resistencia

Capítulo 60

El dragón, el lobo y la resistencia

"Siempre me han enseñado a ser valiente y fuerte para ver la esperanza cuando todo está mal.

Siempre me han enseñado a no sentir miedo.

Y mira el precio que pagué, apenas estoy a flote.

Mis velas están izadas, y estoy volviendo a casa."

My sails are set; AURORA.

"Juntos, viviremos en la amargura, te amaré con toda la locura de mi alma; algún día, cariño, no sé cuándo, llegaremos a ese lugar, donde realmente queríamos ir, y caminaremos al sol...

Pero hasta entonces, los vagabundos como nosotros, cariño, hemos nacido para correr."

Born to run; Bruce Springsteen.

━━━━━★. *・。゚✧⁺

El cuerpo de Felix temblaba por completo, y no sabía bajo qué sentido destinar su terror. Los chicos que estaban en el séptimo piso quedaron congelados por un extenso momento, incapaz de moverse al ver la ola de políticos y aurores aparecer de nuevo desde el Bosque Prohibido para aproximarse hacia Hogwarts. Felix, acudiendo a lo único que sabía hacer, lanzó encantamiento a lo loco mientras eran regresados con el mismo ímpetu.

—¡Vamos! —ordenó Felix—. ¡Eviten que ingresen!

Algunos demoraron en reaccionar. Un encantamiento desde abajo golpeó en el hombro a un viejo de la Compañía y sus ojos se volvieron en blanco mientras fuego griego se expandía por todo el cuerpo del hombre. La maldición Impreius golpeó a una chica de Gryffindor, y se lanzó por la ventana. Felix no podía desconcentrarse por la vista horribles de las muertes cuando algunos aurores tomaban a los chicos de Beauxbatons congelados en el suelo para arrastrarlos y llevarlos cerca del castillo. El estómago de él cayó al ver una gran cantidad de brujos alrededor de Nadine Delagé, y el barco de Durmstrang se estaba hundiendo por completo.

Era desesperante la forma en la que de a poco políticos y aurores ingresaban a la escuela.

Había perdido de vista a Erick, Hana y a MinHo. El destrozo de la Torre de Astronomía dejaba expuesto una gran vulneración en la misma escuela- un hueco donde la torre más alta estaba eliminada, y sin ella y sin el director Dumbledore, ni las armaduras y estatuas encantadas lograrían una recomposición tan fuerte como la que necesitarían en ese instante.

Un encantamiento explosivo voló en la columna cerca de su cabeza, y se intoxicó por la cantidad de polvo y escombros que se desprendió. Creía que debía de actuar rápido para que no hubiesen efectos malversados, pero no sabía qué hacer ahora que los dos líderes de la Compañía se encontraban derrotados.

En su última esperanza estaría JiSung, sin embargo, él había desaparecido en la tormenta de fuego.

¿Dónde estaba él? ¿Y dónde estaba SeungMin? Supo de su ubicación tan pronto como el cachorro platinado se había colado en el pasillo y había resonado su fantasmagórica voz con un plan de acción. Estaba en el barco de Durmstrang y ahora se había hundido. ¿Dónde estaban él y Yeji? ¿Y ChangBin? ¿Y qué pasaba con JeongIn? ¿Y HyunJin?

Ni siquiera pudo recordar su muerte cuando otro encantamiento le había intentado golpear en la cabeza. La bestialidad de las maldiciones le hizo pensar en el sentido de la magia y en las intenciones que le daban al querer hacer daño. «¿Daño a quién?» se preguntaba, porque él tenía la estima de que hubiera una clara diferencia entre estudiantes de Hogwarts con aquellas personas adultas pertenecientes a la Compañía que intentaban proteger las últimas torres sobrevivientes de la guerra.

Todo había sucedido demasiado rápido, y Felix sabía que pronto los magos llegarían al séptimo piso. Debía de pensar en una vía de escape.

—¡Evacúen a la Sala de Menesteres! —gritó Felix.

—¡No! —chilló un chico que iba en séptimo, moviendo ágilmente su varita entre las columnas de las ventanas hacia el jardín—. ¡No nos largaremos!

Otra sacudida le retumbó el estómago, y continuó con los ataques ofensivos. Las Merodeadoras se habían acabado rato atrás.

En la primera planta, la sala de trofeos escondida detrás del Gran Comedor, adoptaba el último ala de refugio. La profesora McGonagall junto a Alastor Moody y varios docentes más defendían todo el ingreso destrozado por el gigante que había caído en la mitad del Gran Comedor para que no ingresaran al área médica.

El cañonazo los había desestabilizado a todos, tanto que el desoriento y el llamado de DeLuca generó una potente resistencia en la que el clímax estaba llegando. Los gritos de aurores y políticos desde el Bosque Prohibido resonaron como grito de lucha, y con la pelea casi alegórica hacia la batalla en el jardín durante la reunión con el Jefe del Departamento de Educación era casi irónico o simbólico, como igualmente doloroso.

—¡Regresemos al jardín! —ordenó Moody, voraz, moviéndose sin su bastón—, ¡hay que sacarlos de acá!

—¡No creo que podamos hacer mucho, Alastor! —gritó McGonagall.

—¡Necesitamos voluntad, Minerva!

Más en el fondo del salón, apartado de los cadáveres en el ala agrupados por la falta de espacio, ChangBin se encontraba con el profesor Slughorn trabajando en pociones curativas mientras que Madame Pomfrey, SaeJah y dos auxiliares enfermeros de la Compañía atendían a los heridos tanto como sus habilidades mágicas podían permitirlo.

JungWoo era atendido con contramaldiciones cronometradas por parte de Madame Pomfrey, causado por el envenenamiento que poco a poco le comía los huesos. Dos chicos de la línea integradora intentaban ser recompuestos de maldiciones que les habían fracturado las costillas y perforado sus pulmones, por lo que sus respiraciones eran erráticas y los vómitos eran constantes. SaeJah viajaba entre lesiones ligeras y de gravedad para poder alternar su trabajo, con sus guantes mágicos que servían para desinfectar heridas y generar encantamientos de diagnósticos para ver alguna falla.

—¡Necesito más repuesto de sangre! —ordenó SaeJah por tercera vez, suturando con magia la grotesca mascada que MinJu tenía en su cintura. Los puntos se deshacían ante el veneno de la licantropía, y de tanto en tanto se recuperaba y perdía la consciencia—. No puedo noquearte, MinJu. Te necesito despierta. ¡Más repuesto!

—¡Necesitamos acá, también! —gritó uno de los enfermeros.

—¡Se acabó la poción crece-huesos! —exclamó Madame Pomfrey.

ChangBin estaba alterado. Parte del grupo de las eminencias que no habían abandonado Hogwarts en el último mes se encontraba trabajando en la producción de pociones de salud básica que tuvieron que aprender a costa de las órdenes e insistencias del profesor Slughorn. Él constantemente llamaba a SeungMin para que también acudiera, pero nadie sabía dónde se encontraba.

Era totalmente desconcentrada la escena: entre los heridos; gritos de terror en la entrada de la sala; gritos de batalla en el Gran Comedor, cerca de la cabeza del gran gigante que se encontraba muerto en el centro; el ruido de las explosiones de los encantamientos. Poco a poco todo comenzó a caer en el sometimiento de los gritos de agonía y plegarias que ahondaron Hogwarts desde el primer piso.

En eso, evadiendo a las personas de la sala, JeongIn corrió con una ceja cortada y con su varita afirmada entre sus manos. Su rostro de determinación se detuvo en ChangBin.

—¡Necesitamos algo duro! —gritó JeongIn—. ¡Van a entrar a la escuela! ¡Necesitamos algo de ataque!

—¡¿Qué más quieres?! —cuestionó ChangBin, mientras repetía en su memoria todas las fórmulas que el profesor Slughorn le presionó a aprender para hacer la reposición de sangre—. ¡La gente se muere!

Los magos menos lesionados comenzaron a salir del ala para poder ganarse en la lucha. Sobre los escombros y arriba del gran gigante, Yuna, BeomGyu y otros chicos de Gryffindor continuaban lanzando encantamientos a aurores experimentados cuya pelea no era dificultosa entre los gritos y la desesperación de los chicos de quince años.

Marcel O'Shell era uno de los magos en la delantera, con su varita que maldecía a cuanta persona viese y pusiese resistencia en ser afectado. Realizó un encantamiento de bombardeo continuo hacia el gigante, y Yuna con BeomGyu y los otros chicos de Gryffindor cayeron al suelo a diversos lados.

Sin saber si pudo ser de la mala suerte o movida, pero BeomGyu rodó por las piernas del gigante antes de caer al suelo. Su cuerpo apenas impactó cuando un lazo verde le atajó de las piernas y humo brotó de ellas. El grito de desespero de BeomGyu llamó la atención de los otros chicos de la Compañía, pero la maldición de Marcel O'Shell había generado efecto cuando algún otro mago ya hubiese llegado, cortando las piernas alrededor de donde el látigo había quemado.

—¡¡¡Gyu!!! —chilló Yuna, desgarrada.

Antes de que ella con su compañera pudiesen saltar el brazo del gigante e ir hacia él para ayudarlo a salir de la zona de pelea, una maldición voló cerca de sus caras. Cayeron de espaldas para desviarla, y la risa contagiosa de Maisie O'Shell resonó por el Gran Comedor teniendo el volumen suficiente como para callar la pelea. Todo su cuerpo estaba decorado de cardenales negros, rastros de los latigazos de fuego que se sometió con Erick hace horas atrás.

Yuna desvió otra maldición de manera corporal, y jaló a su compañera y se escondió detrás de la cabeza del gigante. No obstante, otro auror apareció tras ellas y, con una simple encantamiento, ambas fueron encadenadas manos y pies, con las cadenas de un fino oro siendo entrelazadas hacia ellas.

—¡Expeliarmus! —gritó el mago, y las varitas de las chicas salieron volando.

—¡¡¡JeongIn!!! ¡¡¡JeongIn!!! —chilló Yuna a la par que su compañera gritaba—. ¡¡¡Ayuda!!!

Al escuchar los gritos, JeongIn corrió hacia el Gran Comedor para acudirla, pero el auror ya se había llevado a ambas chicas a través del jardín. No había real preocupación de si alguna de las maldiciones que volaban les chocase a ellas, tal como a los otros brujos que comenzaron a capturar sin discriminar si eran pertenecientes a la Compañía o estudiantes de Hogwarts. Aunque JeongIn corriese hacia ambas chicas, al evadir una maldición con un encantamiento protector hizo de que volara por el jardín hacia los escombros del Gran Comedor.

La cantidad de aurores y políticos que estaban rodeando el Castillo por los jardines, con los escombros de la Torre de Astronomía a sus pies era imponente que magos experimentados como la profesora McGonagall o el auror Moody no podían lidiar. El desconcierto de la desaparición de Hana y la retención visual de Erick dejaba al equipo vulnerable.

Mientras, para la vista de todos, DeLuca aun sostenía a Erick con su varita. La varita de sauco era apuntada a la levitación del cuerpo, tan alto que soltarlo lo mataría si es que no le quebraba las piernas. La petrificación de su cuerpo hacía que el cabello ondeara de manera colorida, haciendo esbozar una pequeña sonrisa en DeLuca.

—No sabes cuánto tiempo me pregunté por qué todo se canalizaba en el cabello —susurró DeLuca, desinteresado de si alguien era capaz de escucharlo. Las maldiciones volaban frente a sus ojos, pero nadie era capaz de cuidarlo. Él no era el enemigo, si lo colocaba en perspectiva; era la personificación de la idea, y la debilidad de la Compañía por la pérdida de los líderes daba a entender cuán débil era la idea que ellos compartían.

DeLuca atrajo a Erick hacia él, y aunque el metamorfomago intentase batallar para ser liberado, entre intentos de convertirse en algún animal o criatura, la varita de DeLuca se posó en la frente de Erick.

—Esto no es más que un signo de diferenciación —susurró—. Te haré igual que el resto.

Arrancarle el cabello a un metamorfomago equivalía a quitarle identidad, o aquello era lo que Hana narró durante la primera guerra, en la noche del genocidio de Omerus Lee. Quitar el cabello era una marca de imposición de una especie sobre otra, donde la sencilles de creer que el poder se ocultaba en el cabello y que portarlo en sus puños ensangrentados era lo que mantenía al dominante en su posición.

La punta se enterró en la frente, y bajó en presión, dolor y sangre con la lentitud que la enterraba. La varita trazó todo el cráneo de Erick con la maldición amarilla, desprendiéndola de a poco, con el cabello que era arrancado con la piel perdía el color y la tensión para ser un gris opaco, se fue tintando de sangre como el rostro de Erick.

Él grito, pero no rogó. Fue desollado vivo en la lentitud que pareciera no apresurar a nadie de detenerlo o rescatarlo. No se sabía si es que podía, o si la lentitud del dolor no se equiparó al corte en seco que en realidad se vio para el resto de la gente. El rostro bañado en sangre, y el cuero cabelludo en la mano de DeLuca agarrada como símbolo de victoria.

Porque ese era el gran premio.

Cuando unas manos agarraron el brazo de Erick, DeLuca negó.

—Si no está su esposa, lo quiero a él —le dijo al auror—. Encima, en el candelabro, donde todos puedan verlo.

Moody y Minerva retrocedieron en pasos debilitados hacia el Gran Comedor, al igual que los otros que iban en comando de la Compañía. JeongIn intentaba arrastrar a BeomGyu hacia el salón de los trofeos dejando el gran camino de sangre de los pies desprendidos del chico que jadeaba en su palidez.

—¡Hay que evacuar a los heridos! —ordenó Minerva—. ¡No podemos dejar que los toquen! ¡Sáquenlos a todos de acá! ¡¡¡Ahora!!!

—¿Usted no se debe de ir? —ChangBin le preguntó a SaeJah, para ayudarla a cargar a MinJu.

—¡No sin mi hija! —bramó ella.

A los heridos se los llevaron al pasillo, tras la sala de los trofeos, y sellaron la puerta para que nadie pudiera seguirlos. No obstante, los políticos de LiMa comenzaron a forcejear con el encantamiento.

El sol estaba asomado en la lejanía de Escocia, y el cielo se encontraba ardiendo en llamas. Los pasos de DeLuca siguieron el recorrido que la sangre de BeomGyu dejó, con Erick colgado de cabeza en su espalda, y al divisar al gran gigante en el centro del Gran Comedor, lo hizo desaparecer con su varita.

Los aurores y políticos saltaron sobre cada mago que veían y lo encadenaban a manos y a pies, para dejarlos como seres humanos normales y vulnerados. El paso de DeLuca se encaminó hacia el destrozado frontis, en la mesa de los docentes, y se apoyó en la tarima donde Dumbledore dio por más de cuarenta años los discursos de bienvenida, de despedida y los anuncios matutinos sobre aconteceres del día. Posó ambas manos en la tarima y, a medida que Erick era colgado de cabeza por las cadenas afirmadas en el candelabro mágico del techo destrozado, goteando, DeLuca esperó.

—¡JiSung Han! —habló DeLuca—, ¡hay un metamorfomago que puede interesante! ¡Si es que te preocupan los de tu especie!

El llamado retumbó, entre los gritos, el fuego y la destrucción. Lo inevitable se pegó en la piel de JiSung y, en la mitad del jardín de Hogwarts, abrió los ojos al instante que jadeó.

No era una persona, pero no podía asegurar qué era. Lo último que recordaba era estar envuelto en llamas que no lo dejaban en paz y que lo mantuvieron controlado como dragón, para seguidamente convertirse en algo que no le pudiese generar daño alguno del propio fuego. Su cuerpo dolía intensamente, y sentía cómo sus órganos y cerebro se apretaban entre ellos por querer huir ante el animal que era. No, no era un animal: era una jodida cucaracha.

«Ah, prefería la tortuga».

Demoró en poder orientarse, de por qué todo olía chamuscado, de dónde provenían los encantamientos, de por qué todo olía a azufre, magia oscura y destrucción, y de por qué el cielo estaba amanecido. Era tan contrariado a lo que recordaba que, sentir que regresaba a la vida, era insignificante como olvidadizo.

Como no podía transformarse en persona por el terror de que lo atacaran, decidió quedarse ahí por un instante para poder digerir todo el horror que pasaba en frente de sus ojos: el barco de Durmstrang hundido e incendiado, el Gran Comedor totalmente destrozado, magos de la Compañía, ayudantes de Hogwarts y estudiantes estaban siendo encadenados en los jardines en sus manos y pies, para luego ser unido entre ellos y así evitar una movilización masiva. Su estómago sintió un golpe al momento en que notó cómo alumnos de Beauxbatons que montaron los caballos alados se encontraban rodeados de más aurores.

«Mierda, debo llegar a DeLuca —se dijo—. ¿Dónde carajos está Hana?»

Eso no importaba. Desde las personas encadenadas en el jardín lanzaron un terrible grito y apuntaron hacia el séptimo piso: aurores del primer piso seguían maldiciendo con «imperius» a aquellos que se asomaban por el séptimo piso. JiSung logró reconocer a Cho HyeYeon, compañera de casa y de generación, quien le llegó la maldición en la cabeza y, absorta de ella misma, se asomó por la ventana y se dejó caer. El crujido de su cuerpo y su bramido de dolor congeló por completo a JiSung.

La otra figura fue igualmente reconocible, y se veía la lucha en su cuerpo. Felix escaló la ventana con su varita en mano, sin control de él mismo, y se inclinó hacia adelante.

—¡¡¡No...!!!

De la tierra chamuscada y con los huesos de sus hombros dislocándose, JiSung se transformó en un gorila occidental para alcanzar a atrapar a Felix antes de que chocara con el suelo. Su cuerpo colisionó con un pilar, y aferró a Felix entre los grandes y peludos brazos del gorila para correr al interior del castillo, lejos de quien le quitó la voluntad.

—¡Felix! ¡Felix! ¡Felix! —llamó JiSung—. ¡Reacciona, por favor!

Dos aurores siguieron al gorila, pero las runas que Cohan le había inscrito hacían su efecto. Felix estaba absorto tal como en el Departamento de Misterios, cuando estuvo frente a la profecía, y sentía miedo de perderlo psíquicamente antes de que él lanzara un fuerte jadeo.

—¿Por qué un gorila...?

—¡Oh, gracias a Helena!

Ningún pasillo estaba vacío, todos estaban sometiéndose a un duelo para defenderse; JiSung no sabía distinguir si aquellos eran líos personales o todo era convicción por la causa. Las personas de los cuadros apoyaban a los estudiantes o huían para refugiarse en otros lugares, cosa que JiSung le habría encantado hacer.

Felix, mareado por las sacudidas del gorila, se aferró del pelaje de JiSung, lo comenzó a escalar por el brazo para asomarse por su hombro y apuntó hacia los dos magos que los seguían.

—¡Inmovilus! —gritó Felix, y ambos aurores quedaron congelados en el pasillo.

Se escondieron detrás de una estatua para que JiSung se transformara de nuevo en humano, dándose cuenta que continuaba con su ropa puesta.

—¡Mierda! —soltó Felix, abalanzándose sobre JiSung para abrazarlo por los hombros—. ¡Estás bien!

JiSung no le importó el recomponer sus hombros si es que aquello le permitía abrazar a Felix con fuerza. Consideró que pasaron demasiados años entre ellos desde la última vez que se vieron en el Departamento de Misterios, y a pesar de que la guerra continuaba afuera, tuvo un gramo de tranquilidad.

—¿Y SeungMin? ¿Y HyunJin? —preguntó JiSung contra el hombro de Felix, sin notar que estaba temblando—. Vi a SeungMin con Yeji en el mapa, pero aun no he visto a HyunJin. ¿Has visto a alguien...?

El cuerpo de Felix se tensó enseguida, separó a JiSung por los hombros y, con su rostro serio y contraído, negó. JiSung no entendía la reacción a su pregunta- tal vez la había formulado mal por todo lo confuso que era la situación, pero Felix lucía un gran temple para contener sus ganas de llorar.

—HyunJin no está en la escuela —dijo Felix con lentitud y voz apretada—, él no pudo salir del Departamento de Misterios.

La mandíbula de JiSung decayó ante su confusión, y fue su turno de negar con incredulidad.

—¿De qué me hablas? ¿Cómo que no pudo salir? —inquirió—. ¿Dónde está? Felix, no me digas que está-

—Llegamos a una sala donde había un arco de piedra, y él cayó al otro lado cuando derribó al Primer Ministro de Reino Unido —contó—, y él no..., no pudo salir de ahí. No se podía- Erick dijo-

—¿Qué tiene que ver Erick? —cuestionó con voz débil. Felix también estaba teniendo problemas en formular frases lógicas y eso estaba irritando a JiSung.

—La Compañía fue a sacarnos..., Eric, SaeJah, Brian y Saerom. Fueron ordenes de Dumbledore, según nos dijeron. Estábamos rodeados y- y el Primer Ministro estaba peleando con Erick y... y SaeJah dijo que ya antes no se podía hacer nada- mierda, JiSung, le había caído una maldición de necrosis.

Necrosis. Una maldición que Cohan enseñó en clases y de cómo detenerla, porque su cura era demasiado específica si es que era pequeña; maldición que tenía como fin pudrir la carne y esparcirse hasta comer viva a la persona. Si no se arrancaba a tiempo con magia de goblins, la persona moría.

Y en contra de esa idea, HyunJin no murió por necrosis. Vaya la ironía de que la persona más bella que JiSung conoció falleció por una maldición que te convertía en un ente putrefacto, atravesando el velo de dicho arco rocoso donde JiSung había escuchado la voz de Chan emanar de ahí.

Enseguida pensó en HyunSan, cuyo paradero era desconocido luego de la detención. SaeJah y Yeji quedaron solas, si es que se encontraban vivas en ese instante. JiSung había destruido por completo una familia amorosa que lo había recibido con los brazos abiertos en son de ayudarse de manera colaborativa para tener un mejor vivir.

HyunSan estaba perdido. SaeJah y Yeji estaban en el campo de batalla. HyunJin estaba muerto.

En el bolsillo de su pantalón, imperceptible y casi invisible, se encontraba la llave del departamento del Hotel Índigo que le regalaron para cumpleaños, siendo un simbolismo de que JiSung tendría un lugar donde llegar.

JiSung había esperado a HyunJin por demasiado tiempo para ser su amigo. No podía perderlo.

Frente a él, Felix lloraba y sollozaba, en la espera paciente de que JiSung reaccionara a la noticia. Hogwarts se derrumbaba en ese instante y JiSung solo se preguntaba cómo es que la guerra no se había detenido si él ya había perdido.

Sin querer llorar, JiSung se esforzó para preguntar:

—¿SeungMin y Yeji?

—Creo que estaban en el barco de Durmstrang —informó—, apareció un patronus de SeungMin- corpóreo, y era un cachorro. No sé dónde están ahora. Le dijo a Erick que tenían un plan de ataque y...

JiSung debía de entender la información dos veces porque las palabras que Felix emitía hacía que su corazón se trizara más y más hasta esparcirse por todo su cuerpo.

—... La Torre de Astronomía cayó sobre Hana y MinHo, y DeLuca tomó a Erick...

Felix lo agarraba de los antebrazos, listo para atraparlo si es que JiSung sería autodestructivo.

Sin embargo, su mente estaba confusa. Pensó en cuán difícil sería recuperar su varita en ese instante, y en que la torre no cayó en MinHo- sino en el lobo, y de cómo ridículamente se esperanzaba en que los ladrillos y los fierros de dicha torre eran lo mismo que el segundo piso de una vieja casa de madera. El Lobo ya había sobrevivido a eso.

Fue inevitable no apoyarse en el muro a la par que vivía el momento exacto en el que su realidad se fragmentaba. La torre cayó sobre el Lobo, pero el Lobo era MinHo, y aunque el animal pudiese sobrevivir, MinHo...

HyunJin había llorado por la muerte de Mina con el temor de olvidarla, y ahora él había muerto también. JiSung nunca se permitió empatizar con su mejor amigo sobre eso porque era incapaz de imaginarse a MinHo muerto en alguna parte; lo vio sufrir más que a cualquier persona, y había sobrevivido a eso. MinHo era visto como un inmortal para JiSung.

Y la torre estaba sobre él; arriba del amor de su vida que le dijo que no estaba en sus planes morir.

HyunJin y MinHo. Erick y Hana.

«No puedo —pensó enseguida JiSung, y comenzó a negar compulsivamente—. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo».

Era demasiado la gente que se estaba sacrificando por él, quien lo estaba protegiendo por algo que debió de haber acabado. Estaba en el peor lugar posible y totalmente incapacitado de hacer algo porque la guerra debió de haber terminado, y por más que rememorase sus errores hacia atrás- meses, semanas, días, horas y minutos antes, JiSung sabía que era su responsabilidad todo eso.

Y eso debía de hacer, cumplir con su responsabilidad. Debía de matar a DeLuca, pero sus pies estaban congelados en el suelo, atornillados por el pánico y la pena. No podía concederlo.

—No los perdí —susurró JiSung—. No pude haberlos perdido.

El pensamiento de la sencillez de morir se hizo presente. Morir era fácil, si es que HyunJin lo había hecho. MinHo y Hana estaban enterrados, muertos bajo la gran construcción de la Torre. Erick estaba con DeLuca, capaz de estar en ese instante siendo desmembrado parte por parte solo por el gusto.

Morir era tan sencillo, y aun así desafió a la muerte la noche de primavera en la casa Hwang, con Daremia y Desmenia. Él junto a HyunJin, Felix y SeungMin la habían desafiado, y ahora JiSung vivía con las consecuencias de estar vivo.

Pero aun cuando el mundo había terminado, la batalla no cesaba. A DeLuca no le importaba la cantidad de gente que JiSung había perdido, él solo quería matarlo.

—Felix —JiSung habló con voz débil—, necesito una varita, y un plan.

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Ni siquiera midió el precio de estar vivo cuando abrió sus ojos y vomitó todo lo que tenía en su interior: sangre, mugre, carne y restos. MinHo intentaba dar bocanadas de aire, sin embargo, el polvo lo limitaba y le hacía toser insistentemente.

Tuvo que quedarse quieto, con su rostro pegado en el vómito. Su cuerpo dolía de una forma en la que no recordaba antes, de un ardor por sus hombros, su pecho, su espalda, sus piernas, su entrepierna; todo era un dolor de cardenales vivos de haber sido cocinado a fuego lento. Sentía todos sus órganos moviéndose y rechazando algo dentro de él, para vomitar de nuevo y otras tres veces más.

Sin embargo, su confusión no era por los dolores internos. No. Su entorno era completamente difuso y oscuro, con apenas escuchando algo desde la lejanía- ecos de algo indescriptible, que era casi cómico. El concreto y los ladrillos estaban por todas partes y, como era de esperarse, sobre él.

MinHo no tenía ni la más menor idea de lo que estaba pasando, o de por qué estaba ahí y tan herido. Por qué su cuerpo pareciera rechazar algo dentro de él que nunca había saboreado antes, y de que las heridas parecieron ser un castigo que aliviaba una culpa inconsciente que estaba carreando.

Abrió la boca para pronunciar un grito, pero nada salía de ahí. Tomó aire para volver a hacerlo, pero el olor del vómito le generó una arcada de nuevo; estaba escupiendo sangre, y no podía rectificar si era propia o ajena.

—A- ayuda... —llamó—. ¡Ayuda...!

¿Qué mierda hizo el Lobo como para que MinHo terminara en esa situación?

Al no recibir respuesta desde alguna parte, comenzó a arrastrarse bajo los escombros. La caída de las piedras y de los temblores era constante, y arrastrarse desnudo hacía que sus piernas sintieran con mayor insistencia toda la mugre en sus heridas. Si no moría aplastado, probablemente moriría por hemorragias o por infección.

—¡Ayuda! —gritó de nuevo.

Su cuerpo se detuvo por completo cuando escuchó a alguien toser a un par de metros de él. MinHo intentó moverse para buscar de dónde provenía, pero todo era demasiado oscuro y sin señal directa del sonido.

—¿Hay alguien? —consultó MinHo.

Un grito de horror se escuchó a la lejanía, y poco a poco el sentido del olfato se aclaró en MinHo: la magia negra, la sangre, las llamas, todo estaba calándose en él como un baño de recuerdos que le hizo responder por qué olía todo a fuego.

«Porque quemaron el jardín de Hogwarts. ¿Quién demonios lo quemó?»

—¡¿Hay alguien?! —gritó de nuevo, antes de atragantarse con tos.

—De... depulso.

Nada, pareciera que la otra voz estaba sumamente agotada. MinHo se abrió paso entre los escombros para arrastrarse y llegar hacia donde Hana se encontraba. Tirada en el suelo, de espaldas, con su cabeza sangrando y un pedazo de concreto enterrado en su abdomen. Ambas varitas estaban sostenidas con fuerzas en cada mano, pero ella no se movía.

El corazón de MinHo se detuvo. El olor a Hana era tan familiar en su sistema que la sensación de querer pasarse una mano por su cuello era tentadora. Hana le había hecho algo, y no podía decir qué era- pero era algo malo, tan malo que lo vinculaba con los pedazos de carne que vomitó.

Hasta que cayó en cuenta. Ningún recuerdo apareció, no obstante, MinHo era el chico más brillante de su generación si es que no fuera de Hogwarts entero. Si la persona que deseaba un arma estaba ahí, significaba que el Lobo fue dicha arma. Y que la carne vomitada era de un humano.

La arcada hizo que Hana girara su cabeza hacia MinHo y lo viera vomitar de nuevo, mientras se atragantaba en gritos y sollozos. Se derrumbó sobre su brazo y convulsionó en el lugar, incapaz de creer lo que había hecho.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! —sollozó MinHo—. ¡No debiste de hacerme esto! ¡¿Por qué fuiste tan mala conmigo?!

¿Qué tipo de castigo estaba pagando MinHo como para sufrir de esa forma? ¿Cuál fue su mal? ¿Era el haber nacido en una familia aristocrática, con el peso de una relación histórica tan potente por su violencia que cargaba con la biografía de un trauma? ¿O porque su error más básico fue el querer jugar a los ocho años cuando sus padres le habían dicho que no saliera de la mansión?

Era consciente que, si no fuese por su licantropía, habría sido tan vil y despiadado como Choi YeonJun; no obstante, chicos como él estaban en alguna parte del Reino Unido, mientras que MinHo estaba enterrado bajo los escombros con una maldad impotente.

Se arrastró hasta quedar sobre Hana. Ella no lloraba, pero no hacía esfuerzo en alzar sus brazos; miraba a MinHo, en la espera de su siguiente movimiento, y tomó aire cuando él posicionó ambas manos en el pedazo de concreto que estaba enterrado en su abdomen.

«Mátala. Mátala. Mátala...»

La culpa era de Hana. Ella hizo que lo mordieran, y lo condenó a años de sufrimiento, discriminación y tortura psicológica. Era culpa de ella que la guerra continuara gracias a su sed de venganza, y era su culpa que MinHo haya comido carne humana. Si había alguien que debía de morir a manos de MinHo, esa era Hana.

Con lentitud hizo la presión, y Hana lanzó un graznido de dolor. MinHo no era un buen chico, y probablemente será condenado a cadena perpetua en Azkaban si es que no lo ejecutaban o lo despellejaban para la otra luna llena. Terminar con la vida de Hana no le solucionaría nada más que satisfacción personal.

«¿Y eso vale la pena?»

Las manos de Hana subieron un poco para agarrarlo, aun reafirmadas en las dos varitas. Reconoció una, en su mano derecha, la varita de cerezo que estudió el año anterior y que había sido la razón por la que Hana continuaba con ellos.

JiSung.

Las manos de MinHo temblaron en la presión, y sus ojos no se apartaron de la varita. ¿Por qué la vida debía de ser tan injusta que sentía que la detención era lo necesario? El maltrato que vivió por años pareciera que ya se acababa al notar la mano de Hana caer de lado, aun gimiendo de dolor. La varita de JiSung estaba con ella.

«JiSung».

—¿Dónde está JiSung? —susurró MinHo, tembloroso. Había dejado de hacer presión en la herida, pero aun no apartaba sus manos.

Hana abrió sus ojos, y contestó entre jadeos:

—Lo había... lo había dejado en el... calabozo..., pero se escapó...

—¿Cómo sabes que se escapó?

—Porque se con...convirtió en dr...agón...

Las manos de MinHo cayeron al costado de Hana, y se derrumbó cansado sobre ella. Un sollozo se atragantó en su garganta y negó sobre la sangre.

—¿Por qué me hiciste esto...? —lloró MinHo—. Yo tenía ocho años..., solo lograste que dos personas terminásemos muertas.

—No soportaba la idea de que él viviera..., necesitaba a Omerus muerto... —confesó Hana, ida—. Mató a... mató a mis padres en Londres. Los- los cortó, y solo me llegaron sus- sus uñas y sus o-ojos..., y luego supe que me pro-prostituyeron a mi hermana..., violada por aurores... Todo su conflicto fue con-conmigo...

—Tenías dos amigos- los vi en las fotografías. Uno fue acribillado luego de que me moridera. ¡¿Por qué lo sacrificaste?!

—No solo era yo... —los ojos de Hana buscaron a los de MinHo—. Éramos todos..., desaparecieron a la fa-milia de D-Daniel..., y despellejaron a los miem-miembros de la manada de Lucas...

—¿Manada? —soltó una sonrisa de incredulidad—. ¿Qué mierda?

—Fueron a algunos..., a los que se unieron... —la respiración de Hana se entrecortó, y una lágrima corrió por su mejilla—. Yo quería que todos... que todos fuéramos iguales...

MinHo podía imaginarse frente a sus ojos dicho relato, con las fotografías del libro de la Compañía escondido en alguna parte del dormitorio de Hufflepuff. La joven Hana, en la fotografía sacada con Daniel y Lucas, tan orgullosos y joviales que parecieron haberse perdido en el transcurso de los años.

Hana era lejana a JiSung, y aun así podía encontrar rastros de él en ella. El dolor de sus palabras ante la pérdida de sus mejores amigos y el forzarse a liderar algo para poder ser tomada en cuenta en una sociedad que discriminaba a las criaturas. MinHo odiaba a Hana con su vida, pero ella era lo que pudo haber sido JiSung si es que él alguna vez se hubiese preocupado por la causa.

—Te quiero muerta —dijo MinHo.

Hana alzó de nuevo sus manos hacia el pedazo de concreto que tenía en su abdomen, y asintió con lentitud.

—Corta la piedra y- y dame hasta... hasta el mediodía. Mataré a... a Omerus...

El juicio moral de MinHo se escapó por sus dedos, y la caída de sus hombros lo hizo llorar. Tomó la varita de JiSung entre sus manos y cortó la piedra con un encantamiento para mantener la hemorragia en su lugar, antes de ir hacia la cabeza de Hana para detener la hemorragia.

—¿Dónde viste la fotografía? —consultó Hana.

—En un borrador de un libro de la Compañía —contó MinHo.

—Me gus... me gustaría leerlo...

MinHo ni siquiera creía que ella llegaría viva.

—¿Cómo salimos de acá? —preguntó MinHo.

—Harás un encantamien...to inmovilizador, mien-mientras yo expulso los esc-combros...

Hana se giró con dificultad para estar de barriga, y lanzó un fuerte jadeo por la herida. Estiró lo mejor que pudo su brazo al frente y, en todos los escombros que ocupaban el camino, ella pronunció:

¡Depulso!

¡Inmovilus! —MinHo gritó a la par, con la varita de JiSung.

Todo el camino de escombros salió expulsado, y la inmovilización de MinHo logró que se formara un endeble túnel que daba hacia el jardín. Hana se arrastró primero hacia allá porque MinHo ni por más que estuviese destrozado dejaría que alguien más le viera su trasero desnudo.

Mientras más se acercaban al jardín, los llamados y llantos se hicieron más y más fuertes. Hana salió primero, y se incorporó del suelo con lentitud antes de rasgar su túnica alrededor de la herida de su abdomen para sacársela y tendérsela a MinHo cuando él salió del túnel; al levantarse para amarrar la túnica en su cintura, sintió como las secuelas del veneno de la plata lo intoxicaba enseguida, cayendo de rodillas drásticamente.

—¡Shush! —Hana chistó, y lanzó a MinHo enseguida entre los escombros.

MinHo intentó recomponerse para saber qué sucedía. Habían salido por el otro lado del castillo, donde se encontraba a los pies del Lago Negro contaminado. Hana, aun convaleciente, escaló con cuidado los escombros de la Torre de Astronomía con su cuerpo pegado a la materia para no ser vista, y MinHo la siguió.

Sus ojos se aguaron al ver parte del castillo destrozado, con los cimientos del fuego de dragón, el Gran Comedor destruido, y el lánguido camino de sangre de los cuerpos mutilados que no fueron reclamados. Sobre ellas, custodiados por aurores y políticos de LiMa, más de cuarenta personas -estudiantes de las tres escuelas y gente de la Compañía- estaban amarradas con cadena unas a las otras. Aun se escuchaban maldiciones y explosiones más al interior.

—¿No eras tan valiente? Ji, ji, ji... —MinHo vio a la distancia a Maisie O'Shell, demasiado cerca de una chica que reconoció como la prefecta de Gryffindor, la novia de JeongIn—. ¿No te gustaba escupirme? Ji, ji, ji... Levicorpus.

Yuna fue levantada del pie, volcada de cabeza. Las cadenas que las unían con otras chicas se alzaron y ellas se movieron incómodamente para adecuarse a los brazos de Yuna que caían hacia el suelo. Yuna, asustada, gritó cuando Maisie O'Shell le acercó el rostro al de ella, y posó su varita en la cuenca ocular izquierda.

—¡¡¡Déjame!!! ¡¡¡Déjame!!! —chilló Yuna—. ¡¡¡Ayuda!!!

Hana sostuvo a MinHo de la nuca cuando intentó levantarse, a sabiendas de que no podía exponerse. Terminó por bajar la vista para recibir los berridos de dolor de Yuna.

—¿Cómo dejaron que niños se metieran en esto? —preguntó MinHo a Hana entre dientes, enrabiado.

—No los dejamos. Ellos insistieron.

—¿Y qué hacemos? ¿Matar a DeLuca?

—Me parece una idea excelente.

—Nadie puede matar a DeLuca salvo JiSung.

—Si fue dicho por la profecía..., déjame decirte que es- es una mierda.

—Hay que entrar al castillo. Necesito mi varita y mi ropa —dijo MinHo.

Un poco de vómito se escapó de su boca.

Caminó con rapidez con Hana hacia la primera entrada que pudieron ver del Castillo, e ingresaron. Sus varitas estaban preparadas en el ataque, pero la mayoría de los encantamientos y explosiones estaban destinadas a la captura y a la caza.

En la dirección hacia el Gran Comedor, MinHo notó a uno de Hogwarts correr detrás de un pilar. Un encantamiento glamour estaba ocupado en todo el pasillo para tapar a los heridos y muertos de la guerra.

—¡MinHo! —chilló Madame Pomfrey, al instante que su vista quedó en él.

MinHo casi se derrumbó sobre ella, y aunque el profesor Slughron llamó a la enfermera por su desconcentración, Madame Pomfrey abrazó a MinHo con fuerza.

—¡Oh, cariño! —le miró ella, y le gritó a uno de los enfermeros—. ¡Reposición de sangre y díctamo, ahora!

—Necesito..., tengo que... —MinHo hizo un ademán con su propia mano, señalando su garganta y su estómago. Madame Pomfrey comprendió enseguida.

—Te daré algo para el vómito y la reposición —dijo, y se fue hacia el inventario móvil donde ChangBin y otros chicos del club de las eminencias se encontraban trabajando en las pociones.

Casi a arrastras llegó hacia ChangBin, con su garganta apretada.

—¿Qué demonios pasó? —preguntó MinHo—, nadie me ha dicho nada. Yo estuve...

—Te escapaste de la Casa de los Gritos, parece, o eso me dijo Madame Pomfrey —susurró ChangBin, demasiado concentrado en la preparación de pociones para reponer la sangre—. DeLuca desafió a Hana, y ella lo llamó a una guerra. Buscan a JiSung.

—La profecía —soltó MinHo.

—Lo que sea-

—No. Los cuatro idiotas fueron en busca de la profecía —dijo, y cerró sus ojos ante la realización—. Puta mierda- sé que JiSung está en alguna parte, ¿qué hay de...?

—Perdí a SeungMin y a Felix hace un rato, pero llegaron a la escuela —contó, antes de bajar aun más la voz—, por otra parte, HyunJin... HyunJin se...

Los ojos de MinHo viajaron enseguida hacia SaeJah, y su garganta se contrajo con fuerza.

—Jódeme...

MinHo se derrumbó en el suelo, cayendo en cuenta de que aquel momento traía consigo una gran cantidad de muerte; si HyunJin estaba muerto, significaba que él y cualquiera más podría estarlo, e inclusive el tiempo que ChangBin no vio a Felix y a SeungMin podía indicar que ellos también lo estaban, o JeongIn, al no tenerlo bajo la vista. Ante eso, enseguida comenzó a identificar a la gente del pasillo. Moody se reencontró con Hana y comenzaron a armar una estrategia de ataque y liberación, parados cerca de un chico de Gryffindor cuyos pies estaban cortados y había muerto desangrado. Estaban los fallecidos por la atención de heridas, y se preguntó cuántos más estarían repartidos por toda la escuela.

Hasta que su mirada decayó en un cuerpo que descansaba, semidesnuda sobre una de las camillas mágicas que parecieran querer tenerla en altura para no infectarse con el suelo. JungWoo bebía una poción reiteradas veces, demasiado pálido y con espasmos en todo su cuerpo, y con MinJu recostada con su vista en el techo.

MinJu tenía caminos de heridas otorgados por un sectumpsempra, porque MinHo lo conocía. Y en ellos, los caminos rojos de la cicatriz emanaban un pequeño olor a sangre que hizo la boca de MinHo salivar al instante, como si parte de él estuviese en ella y de ella en él. Su abdomen estaba vendado por completo, pero la pulsión destinada estaba entre ambos.

Inseguro, caminó hacia ella. JungWoo ni siquiera le dirigió a MinHo la mirada, solo se mantuvo cauteloso junto a MinJu.

Se sentía incapacitado de poder hablarle o pedir disculpas. No sabía cómo recomponerlo, o qué decirle para poder acogerla. Había reducido la estima de vida de MinJu hacia la mitad, y la debilitó más de lo que era.

Por eso, MinHo solo pudo tomar aire.

—Perdóname, MinJu.

MinJu no le miró ni le habló, solo se giró para darle la espalda. Era el mismo golpe que sintió cuando JiSung lo llamó «bestia» el año anterior.

Madame Pomfrey regresó con MinHo, y le entregó pequeños vasos con diversas pociones, la ropa de MinHo, y su varita.

—Vístete después de vomitar —ordenó Madame Pomfrey—, y apresúrate.

MinHo hizo caso; después pensaría en el perdón de MinJu, porque ahora necesitaba sentirse preparado. Bebió la poción de vómito y expulsó todo en un rincón del pasillo para eliminar toda la sangre y carne humana que había ingerido, sintiéndose la peor criatura y bestia que alguna vez pisó la tierra. Uno de los auxiliares le vendó las heridas de su abdomen, de sus hombros y de sus brazos, haciendo que sus movimientos fuesen mucho más tensos. Finalmente, se vistió con su pantalón de tela suelto y de su camisola negra grande.

Aparte de su varita, miró la varita de JiSung. ¿Dónde mierda estaba ese idiota que aun no la reclamaba? ¿Por qué no la llevaba consigo?

Cerca de unos heridos vio a SaeJah sanando con urgencia a un herido de gravedad con sus guantes mágicos, y ella no le compartía la mirada. Se veía tan destrozada que se preguntó donde estaban los otros chicos, si es que los había visto.

—Debemos de evacuar a todos —Moody le dijo a Hana—. Ya no podemos estar acá. Sacamos a los heridos y generamos un equipo para rescatar a los prisioneros-

—No nos retiraremos de nuevo —discutió Hana, mientras un auxiliar le atendía la herida del abdomen—. Llevamos años en esto, Alastor. No nos largaremos otra vez.

—Tienen a tu marido, Hana. Y no hay señales de JiSung-

—¡¿Y eso te parece razón suficiente como para que nos larguemos de acá?! —gritó—. ¡Pelearemos hasta que el último de nosotros caiga! ¡Por eso generamos esta Resistencia!

—¡Entiende, niña! —espetó Moody—. ¡Tú misma lo dijiste: ha pasado demasiado tiempo! ¡Lugar donde has querido intervenir lugar donde pierdes la guerra! ¡Ya no podemos seguir así! ¡Tenemos a una nueva generación de integrantes porque todos los anteriores están muertos, y estos los estarán pronto si es que no nos retiramos!

—Hay estudiantes de Hogwarts, niños encarcelados en el jardín —McGonagall le habló a Hana con una voz vehemente—. Debemos sacarlos de ahí. Olvídate de DeLuca o de Omerus: son los niños que debemos de rescatar. Los magos que están con heridas leves se encargan de proteger el glamour. No tenemos más energía.

—¿Y por qué no- por qué no le damos al muchacho? —ofreció el profesor Slughorn, secándose su frente con un pañuelo—, busca a alguien, ¿por qué no lo entregamos?

—¿Y por qué no se va al carajo, profesor?

Miraron a MinHo bajo la sorpresa de su espetes.

—Joven Lee-

—Comprendo que él haya sido un jodido grano en el trasero para todos en este último tiempo, soy consciente de eso porque soy su novio —le recordó MinHo, tenso—. Pero usted no puede deliberadamente lanzarlo ante DeLuca como si fuera sencillo. ¿Sabe lo que ocurrirá si es que muere en sus manos? Nos jodimos todos. Me matan por licántropo, a Hana por metamorfomaga, a Moody por traición al gobierno, a usted por conspirar en contra de DeLuca. Todos acá nos joderemos si es que DeLuca mata a JiSung.

—Su visión está sesgada, joven Lee-

—¡¿Puedes callarte?! —espetó con más fuerza—. ¡DeLuca nos matará a cada uno, con y sin JiSung!

Hana hizo un movimiento de manos para que MinHo callara, aunque lucía un poco complacida por el apoyo. Las personas en la enfermería se mantenían en silencio, con el único ruido de los gemidos de los heridos y el burbujeo de los calderos de poción.

—Este es el momento. Ya no podemos aplazarlo —dijo Hana—. Moriremos cada uno peleando por la razón por la que nos mantenemos acá, y lo haremos con honor. Quedaremos marcados en la historia como el único colectivo que hizo una resistencia en contra de lo que será un futuro distópico. E, independiente de nuestro final, fuimos más fuertes de lo que creímos.

Irónico proveniente de alguien que tuvo que migrar, como también razonable de quien forjó la Compañía a los dieciocho. MinHo tenía sentimientos mixtos por Hana, pero Moody era el que lucía en su pésame más convencido.

—Haremos grupos pequeños —informó Moody—. Todos están destinados a rescatar a los prisioneros, pero desde distintos puntos de ataque. Usen todos sus recursos y magia para la batalla.

—A mí déjenme a DeLuca y a Omerus —contestó Hana—. Acabaré con ellos.

—¿Y por qué no entregamos al muchacho? —insistió el profesor Slughorn.

—Porque desapareció —le dijo Hana—. No hay señales de JiSung. DeLuca lo hizo desaparecer.

La verdad fue un baño de agua fría para MinHo, quien la seriedad en el rostro de ella hizo que el cuerpo de MinHo volviera a colapsar al suelo. Su mirada enseguida se fue de nuevo haca la de SaeJah, quien con la afirmación solo limpió con su brazo sus lágrimas para seguir trabajando.

No tenía sentido- entonces todo sería una pelea a muerte. Si JiSung estaba muerto por un duelo, significaba que el gobierno de DeLuca se perpetuaba. Tal vez la profecía generaba un vacío si es que desaparecía, pero sea como sea, MinHo había perdido a JiSung.

Mientras, en el Bosque Prohibido, SeungMin se preguntó qué demonios hacer. Su respiración era agitada, centrada en lo más cercano a tener un ataque de pánico por el llamado de DeLuca y la torre derrumbada. Su plan en vano, de mala estrategia, había costado la vida de Hana y de MinHo, y ahora debía de hacer algo para sacar a Erick de la custodia de DeLuca si es que JiSung no aparecía.

En el instante en que el barco se había empezado a hundir, Yeji lo había jalado para que saltaran hacia el Lago Negro y nadaran para esconderse en el Bosque Prohibido, sobre la copa de los árboles tal como ella y HyunJin hicieron en la broma de la Sociedad Secreta. Algunos chicos de Durmstrang los había imitado, entre ellos Victoria Krum y su novio. El director Karkarov había desaparecido por completo.

Desde la copa podían escucharse el llanto, y si se afinaba la mirada podía verse la tortura generada en el jardín, junto a los escombros y frente al destrozado Gran Comedor.

—¿Y ahora qué? —preguntó Yeji, abrazada al árbol y aun con el Sombrero Seleccionador en su cabeza.

—Considero que es momento de cambiar la estrategia —habló el Sombrero.

—¿Ahora opinas? —le dijo SeungMin, con tono apagado.

—No sé qué tan buenas cosas pueden un Sombrero como yo decir ahora, SeungMin Kim —condescendió.

SeungMin chasqueó su lengua. —Esto es ridículo. No sé qué hacer.

—No tienes que tomar responsabilidad de esto. Hana es la líder —dijo Yeji.

—Y te recuerdo que la enterré con MinHo- ¡Mierda! —masculló con rencor, al borde del llanto—. ¡¿Cómo se lo explicaré a JiSung?! ¡¿Cómo le diré...?!

La desesperanza en SeungMin lo estaba comiendo en vivo, sin algún plan de acción o motivación. La mejor idea que se le daba era dejar a Yeji en el árbol y buscar a Felix de regreso a Hogwarts para que los tres huyeran de ahí, y si SaeJah estaba viva llevarlas consigo. Podrían escapar donde estaban sus padres- en alguna parte del continente, pensando en que su hijo estaba preparándose para los examenes finales con un luto cargado luego de la muerte de Bang Chan. Era una teoría posible y factible, porque así luego irían a buscar a la madre de Felix donde-sea que esté escondida, e imitaría la voluntad de JiSung y MinHo de esconderse el resto de sus vidas para vivir en una casa en el bosque. Podrían imitarlos.

—Tengo que buscar a mamá —Yeji le dijo a SeungMin—. No puedo irme sin ella.

—No puedo irme sin Felix —concordó SeungMin.

Ninguno habló y se movió. El olor a magia ahondó en el Bosque Prohibido, al igual que los sollozos en algunas copas de árboles provenientes de Durmstrang. Las plegarias y los ruegos de ayuda se hacían escuchar por todo el Bosque desde los jardines del castillo.

El incendio del cielo se había acabado- ahora era celeste claro, bello día de primavera.

—Nunca dudé de dónde colocarlos —dijo el Sombrero Seleccionador.

—No dudamos —susurró Yeji—, solo..., nos estamos armando de valentía. No es característico de un Slytherin.

—Ni de un Ravenclaw —concordó SeungMin.

—La creación de las casas de Hogwarts no fue generado porque una cualidad sobresaliera de la otra, sino porque eran las voluntades educativas que cada fundador tuvo —explicó el Sombrero—. Salazar deseó hacer algo mucho más ambicioso, mientras que Godric quería alumnos pasionales. Rowena deseaba la sabiduría porque el conocimiento lo era todo, y Helena solo quiso que los chicos que ingresaran tuvieran un lugar donde estudiar. No quedan seleccionados porque carecen de las otras cualidades, sino porque esa es su motivación para enfrentar el mundo.

—Entonces, ¿podemos sacar la espada de Godric? —bromeó SeungMin.

—No me ofendas, muchacho.

SeungMin sonrió ante eso, para luego su sonrisa se borrara cuando un plan se posó en su mente.

—¿En qué piensas? —preguntó Yeji.

—En la manera más rápida de llegar al castillo —contestó SeungMin, y alzó su varita hacia el despacho de Filch, donde guardaban las cosas que quedaban en custodia, y gritó—: ¡accio alfombra voladora!

Delataría su ubicación, pero no le importaba. La alfombra voló por los muros derribados y se colocó bajo SeungMin y Yeji, para saltar y caer sobre ella.

—Estuvieron bastante locos al hacer esto —halagó Yeji. El sombrero se había vuelto a aferrar a la cabeza de ella.

—Gracias.

Sin embargo, tan pronto como se montaron, un chasquido y ruptura de rama le llamó la atención. Tan particularmente familiar que su espalda se erizó y su cuerpo generó una compulsión en su hombro reconstruido, con un dolor tan fuerte que lo dejó paralizado.

Yeji se aferró del brazo cuando se dio vuelta, y un grito congelado salió de su boca.

Daremia y Desmenia Stuart los miraban,

—Es lindo volver a verte —comentó Daremia.

SeungMin voló enseguida en la alfombra, pero ambas brujas traían consigo sus propias escobas. El recuerdo de la pelea en la casa Hwang se hizo tan presente en su cabeza que casi lo dejo inmerso en el propio trauma, aquel momento en el que debió de haber muerto.

La visualización de la alfombra voladora y las dos brujas dejaron a la gente de la tierra sostenida por un instante, totalmente desconcertada. Nadie esperaba dicha llegada.

Sin embargo, en su calma inadvertida, Omerus Lee llegó del brazo de Gale y HyunKi Lee al Gran Comedor, con los escombros y la terrorífica calma.

—¿Y lo esperarás sentado? —Omerus encaró a DeLuca, sentado en el asiento del director.

—No se demorará mucho —DeLuca aseguró, e hizo un ademán hacia arriba—, son pocos los metamorfomagos que quedan. Espero que le tenga afecto a este.

Erick continuaba colgado, totalmente consciente y vívido de la herida de su cabeza. Estaba inmovilizado y de a gusto como premio de victoria de DeLuca, con su sonrisa sarnosa al mismo tiempo que se giraba para ver al jardín a las personas encadenadas.

—Debes hacerlo rápido —Gale Lee le insistió a DeLuca—. Se ha informado a los de Estados Unidos y a los de Asia lo que ha pasado. Las cosas que hizo mi suegro..., no quieren que las repitan.

—La profecía dice que debo matar al chico —recordó DeLuca—. Después de eso, solo será la idea perpetuada.

HyunKi miraba compulsivamente hacia distintas partes, en la búsqueda de su hijo si es que estaba entre los prisioneros o en alguno de los cadáveres del jardín. Gale Lee le atrapó con la mirada.

—¿Qué buscas? —preguntó él.

—Nada.

En el cielo, SeungMin seguía intentando esquivar a Daremia y Desmenia, mientras Yeji lanzaba encantamientos a lo loco para que alguno de ellos pudiera derribarlos. DeLuca miraba el espectáculo desde el suelo, con una sonrisa que brotaba como si no fuera más que una obra de teatro.

—Maisie, ¡Maisie! —DeLuca le llamó desde el jardín—, ven, corazón. Necesito un favor.

A los pies de Maisie, bajo su vestido rojo, Yuna convulsionaba en sollozos con la mitad de su rostro agarrado y cubierta de sangre. Maisie caminó de regreso hacia el Gran Comedor, y con una sonrisa, miró con afecto a su esposo.

—¿Quiere que toque algo? —preguntó ella.

—Si no es mucha la molestia —pidió.

DeLuca hizo aparecer un piano en el Gran Comedor, junto a él y bajo a Erick. Al ver de nuevo hacia el cielo, apuntó su varita a la alfombra mágica.

Accio.

SeungMin perdió el control de la alfombra cuando esta fue atraída hacia DeLuca, y con Yeji cerraron los ojos para el impacto.

No obstante, un encantamiento los golpeó de lado.

—¡Depulso!

Ambos salieron volando con la alfombra hacia el jardín, desconcertando a DeLuca ante el encantamiento inadvertido. Al mirar hacia el lado, Hana se encontraba empuñando su varita junto con la varita de cerezo en la otra mano.

—No más, hijo de puta —masculló ella—. ¡Avada Kedavra!

—¡Protego! —gritó él.

La varita de sauco era más poderosa en los encantamientos de protección, pero el brote de ambos hechizos para chocar entre ambos hizo que el mundo se detuviera por un instante y que la concentración de DeLuca se fijara en otra cosa.

SeungMin y Yeji rodaron por el césped chamuscado, y antes de que una lluvia de maldiciones les cayera encima por los aurores, Moody, McGonagall y el profesor Flitwick les lanzaron encantamientos protectores para que se reincorporaran.

Los prisioneros intentaron ocultarse entre ellos mismos para protegerse de los encantamientos, incapaz de moverse del campo de batalla. Sin embargo, desde el Bosque Prohibido, los alumnos de Durmstrang bajaron de los árboles para unirse a la pelea.

Los encantamientos de DeLuca y Hana se mantenían al choque hasta que una extensa ola expansiva los apartó del otro. Hana utilizó una de las varitas para tomar a DeLuca del pie y del otro para maldecirle su cabeza, pero la habilidad de DeLuca logró que la maldición atacara momentáneamente a Erick, se soltó del agarre del candelabro y cayó al suelo.

Omerus, al notar la presencia de Hana, alzó su varita hacia ella para atacarla por la espalda- solo para que sus reflejos detuvieran una maldición roja desprendida por MinHo.

—¿Qué haces acá? —cuestionó Omerus a MinHo.

Sin embargo, MinHo no contestó. Su mirada seria se mostraba a través de su varita alzada, y el desafío cargado con el rencor se presentó con insistencia.

—Te vengo a matar —sentenció MinHo.

—No puedes matarme —Omerus casi lo decía en sentido gracioso—. Eres incapaz de hacerlo.

MinHo no era incapaz de hacerlo. Él era de muchas cosas, como el mantener una vida normal; a sabiendas de que su alma se desgarraba, la sencillez de matar a su abuelo ya era el menos de las culpas que cargaba en su propio cuerpo.

Antes de poder lanzar una maldición, Omerus lanzó un contrahechizo. MinHo lo detuvo apenas, y al notar las intenciones vitales que él tenía, enseguida se sometió a un duelo con él a los pies de los escalones de la mesa de maestros.

Al mismo tiempo, SeungMin y Yeji intentaban incorporarse, pero el Sombrero Seleccionador había salido volando.

—¡Alguien, tómelo! —gritó Yeji, antes de defenderse enseguida de un encantamiento.

Daremia Stuart lanzó una fuerte carcajada y apuntó la varita hacia el Sombrero.

—¡Incendio!

La llamarada se escapó hasta la vieja reliquia, y el sombrero se prendió fuego. La impresión de la imposición de la guerra y la cercanía del fin se consumía en la misma pérdida de los estudiantes, de la escuela, y del Sombrero Seleccionador.

Los encantamientos volaron por todas partes, y SeungMin con Yeji se protegían de los encantamientos de los aurores al mismo tiempo que Hana y DeLuca peleaban en el Gran Comedor, junto con MinHo y Omerus, y otras personas de la Compañía que se situaron en contra de los políticos de LiMa.

SeungMin sabía que lo más seguro era entrarse al Gran Comedor para que las maldiciones de Daremia y Desmenia no les llegasen a las alturas, pero debía de rescatar a los prisioneros. Había un grupo de quince de la Compañía que intentaba hacerlo, pero los aurores que custodiaban tenían la especialización de protección y duelo.

Hasta que, por el rabillo de su ojo, vio una figura correr a toda velocidad. JeongIn le hacía honor al Diablo Rojo de Gryffindor quien, sin temor, llegó hacia el Sombrero Seleccionador y metió su mano en la llama viva para sacar la espada de Godric Gryffindor, perfectamente equilibrada y con una potencialidad mágica que rompió las cadenas donde tenían agarrados a los prisioneros y, así, estas se oxidaran y se deshicieran en las manos y pies de los heridos.

—¡Lárguense! —JeongIn gritó, con su mano incendiada mientras batía la espada para que se movieran—. ¡Huyan! ¡Huyan!

Desmenia Stuart se dio cuenta de eso, y tomando la ventaja de su altura, apuntó su varita hacia él.

Sin embargo, la maldición jamás golpeó a JeongIn, e inclusive la pelea se detuvo por un tramo inmedible cuando el dragón volvió a aparecer y, en venganza de dicho duelo llevado en la primavera pasada, quemara vivas a Daremia y Desmenia Stuart.

En medio del duelo con Hana, los ojos de DeLuca se iluminaron.

—¡JiSung! —llamó, rebosando de felicidad.

Magos y aurores corrieron del dragón. Los cuerpos incendiados de Daremia y Desmenia Stuart cayeron entre sus gritos de clemencia para que las mataran hasta que fueron consumidas vivas. El dragón se adentró y, detenido en el Gran Comedor, detuvo un gran instante la pelea.

—¡Vienes a reclamar tu muerte! —gritó DeLuca—. ¡Si harás esto, hazlo como hombre!

La llama de la boca del dragón se detuvo, como si las palabras de DeLuca estuviesen en real consideración.

Dicha calma desapareció en el instante en que DeLuca voló desde la mesa de maestros y cayó en las pequeñas escaleras de la tarima. Erick se había vuelto a colocar de pie y lo había atacado por la espalda.

—Con él no, bastardo —soltó, con su rostro bañado en sangre.

Muchas cosas pasaron simultáneamente, frente a los ojos de JiSung.

Volver a ser humano solo atrajo la atención de los aurores que quisieron atacarlo, pero el uso de las runas de Magia Negra en su espalda impidió que estas llegaran a rozarlo. En la entrada del Gran Comedor, Felix se sometía a su propio duelo con aquellos que atacarían la espalda de JiSung, y, en un signo de total confianza, avanzó.

Mientras DeLuca se sometía al duelo con Erick, la atención de Hana se desvió hacia la de Omerus y MinHo, donde se sumió y comenzó el duelo a muerte entre los tres. SeungMin y Yeji ingresaron también para sumirse a la contienda, atacando a cualquier auror y político que tenían a la vista.

Entonces, algo asombroso pasó por sus ojos: a la par que los prisioneros escapaban hacia el Bosque Prohibido, los Selkies del Lago Negro salían armados para unirse a la pelea, ayudados con las armas de Durmstrang para atacar a los aurores. La gente de LiMa se adentró al Gran Comedor por el gran hueco que dejó el gigante, y eran seguidos por las personas de la Compañía.

JeongIn pareciera fascinado con la espada de Gryffindor, quien la balanceaba con elegancia frente a todo mago que intentaba acercarse a él. Se protegía de encantamientos con el filo de ella y atacaba bajo el mismo veneno enterrándolas y cortando abdómenes.

—¡Cúbranse!

Las escamas se posaron en JiSung cuando una explosión tomó las puertas del Gran Comedor, otorgado por ChangBin y su habilidad en pociones. Aparte de él, vio a Felix volar por todo el Gran Comedor con su ropa chamuscada y bañado en hollín, solo para acercarse hacia el duelo que SeungMin y Yeji llevaban con Maisie O'Shell.

Las flechas de las armas de los Selkies ahondaron en los hombros de los aurores, e inclusive el dúo que JiSung reconoció por sanarlo y ayudarlo horas atrás golpeaban con un gran sentido del humor a un par de políticos con un mazo en la cabeza.

—Hizo bonk —bromeó uno.

—¿El otro también hará bonk? —contestó el otro.

—Eso espero, sino estaré decepcionado.

JiSung modificó sus escamas a piel de camaleón, un método no tan efectivo de invisibilidad pero con lo único que podía trabajar, y se abrió paso entre las contiendas. Se aseguraba de darle la espalda a cualquier encantamiento para poder desviarlo, pero tropezó con el Lazo del Diablo que la profesora Sprout convocó en el sector sur del Comedor.

—¡Aprecien a mi belleza! —volvió a gritar SooBin, sobre su plana carnívora.

Los chicos de la Línea Integradora peleaban bajo las mismas técnicas que Moody les enseñó, con el duelo entre aurores. JiSung reconoció la derrota del señor Jeon, entre uno de ellos.

Metros cerca del duelo de DeLuca y Erick, MinHo y Hana continuaban a muerte con Omerus. El anciano mantenía sus maldiciones ácidas constantes, cuyo tacto generaba que las prendas de ellos se quemaran por goteos en el instante que hacían encantamientos protectores.

MinHo intentó aturdir a su abuelo, y usó el truco del látigo que algunas veces usó para practicar con JiSung para la tercera prueba. El látigo se agarró a la mano de Omerus, y cuando estuvo apunto de azotarlo, Omerus lanzó una maldición lateral donde se convocó un corte, y se direccionó a MinHo.

No obstante, Hana se interpuso. El corte le abrió todo el abdomen, y, al instante en que escupió la sangre, Hana se agarró sus órganos con su brazo.

—Oh —soltó ella, antes de caer de rodilla.

La sonrisa del rostro de Omerus era de felicidad pura, a tal instante de cumplir el goce de sus sueños hizo que pegara un grito de júbilo. Tan consternado de su propia felicidad que no pudo prevenir la maldición de MinHo, quien le golpeó de lleno en el pecho.

—¡MinHo, MinHo! —HyunKi llamó, desesperada—. ¡Ven! ¡Larguémonos!

Todo había pasado rápido, tanto que MinHo ni siquiera podía procesar sus pensamientos. El desconcierto lo dejó tan atontado que, para cuando una maldición quiso golpear la parte de atrás de su cabeza, MinJu lo protegió al instante.

—¡No te desconcentres, imbécil! —le gritó ella, con dificultades de movimiento.

MinHo ni siquiera pudo procesarla cuando se unió con ella a la batalla, quien se sumió en un duelo con quien reconoció ser su antiguo jefe: el señor Lester Michigan.

JiSung no pudo desconcentrarse por la presencia de MinHo, pero se vio obnubilado por Hana. Estaba una larga distancia de él, y aunque en sus ojos había visto todo, por un momento vio a Hana cerca de él, con su cabello precioso y rizado, bailando Paradise By The Dashboard Light.

Felix, SeungMin y Yeji continuaban en el duelo con Maisie O'Shell, defendiéndose, dando lo mejor de sí. Maisie se movía de una forma elegante parecido al movimiento de la música, con un tarareo balbuceado casi como si fuera parte de su banda sonora- tal como JiSung. Su estrategia de ataque iba hacia los pies; SeungMin intentaba ir hacia la cabeza de ella, mientras que Felix y Yeji intentaban ir hacia la espalda de ella. Pero JiSung no podía seguir mirando, debía de ir por su varita...

—¡Por BeomGyu! —JiSung escuchó a JeongIn gritar, deteniéndolo en seco, antes de que él pasara la espada por todo el pecho a Marcel O'Shell.

JiSung escuchó el grito de Maisie O'Shell, atascada con risas aturdidoras, y de su despecho lanzó una gran maldición que voló cerca del rostro de Yeji.

—¡A mi hija no, perra!

El estómago de JiSung decayó al ver a SaeJah ahí, con su varita empuñada hacia Maisie O'Shell y atacándola directamente. Maisie no se hizo esperar, y atacó de vuelta en maldiciones volcados hacia el odio reprimido que no se sabía que existía. Los pies de JiSung quedaron estáticos en el suelo, e inclusive perdió por un instante su piel de camaleón ante el terror apoderándose en su garganta.

«Ve por la varita. Ayúdala. Ayúdala», se dijo, y corrió hacia donde estaba Hana.

SeungMin y Felix intentaron unirse, pero los encantamientos entre SaeJah y Maisie eran demasiados voraces que hacía el suelo vibrar y expandirse entre cada choque. Maisie soltaba risillas desentonadas ante el pánico, y de a poco su tarareo se fue evaporando al notar el gran rencor que SaeJah tenía guardado.

Al llegar donde Hana, JiSung debió tener un orden de prioridad que lo dejó perplejo. El cuerpo de ella estaba inmóvil con su cara pegada en el suelo, y alrededor se extendía un charco de sangre que aumentaba más y más. Una maldición pasó sobre su cabeza, lo que le hizo agacharse un poco más hacia ella, y por primera vez pudo oler aquellos recuerdos maternales que tuvo con ella, como los abrazos y las noches en la que lo acurrucaba antes de irse a vivir al Refugio.

—Fue un placer verte de nuevo, mamá —susurró JiSung, antes de tomar la varita de cerezo entre sus dedos.

La profesora McGonagall y Moody habían dirigido su duelo hacia DeLuca, colaborando con Erick quien poco a poco agotaba su energía. JiSung, indeciso de dónde ir, terminó por quedarse congelado cuando SaeJah bramó un fuerte grito desgarrador y, con su habilidad de veela, el plumaje se apoderó de su cuello y una maldición chocó directamente entre los ojos de Maisie, deteniendo sus risillas por completo.

Desde el Gran Comedor se soltó un bramido de alegría, generando un fuerte desconcierto en DeLuca. Pareciera que la maldición del corazón roto se hizo presente al instante en que la pérdida de su esposa lo destrozaba vivo.

—¡Avada Kedavra!

—¡Protego!

Antes de que la maldición rebotara entre Erick, Moody y McGonagall, JiSung gritó con el tacto del amor en su propia varita. Erick, Moody y McGonagall se desplazaron metros hacia atrás, y DeLuca buscó entre las personas de dónde provenía el hechizo. JiSung hizo desaparecer su piel de camaleón con su varita alzada hacia él.

El corazón roto de DeLuca se vio desplazado enseguida, y el ardor en sus ojos se hizo potente cuando lo fijó en el medio del Gran Comedor. JiSung no sabía por qué, pero no temblaba; sentía que había nacido para estar en ese momento con él, al frente de todos, y con las varitas de herencia y lucha histórica cargada en su espalda. El resto del Gran Comedor se había congelado ante la sorpresa.

—Vienes a cobrar tu palabra —dijo DeLuca—, de una forma en la que un hombre lo haría.

—Como un hombre —rectificó JiSung—, sin metamorfomagia de por medio.

—Sin una bestia sobreusando su magia.

—No lo sé —admitió, con un fanfarrón encogimiento de hombros—, todo lo que me hace bestia es lo que me hace hombre.

—¡Matándome no acabarás con la idea, JiSung!

—¡DeLuca! —le llamó, totalmente cansado—. ¡Me da igual! ¡Yo solo quería estudiar!

Podía sentir los encantamientos a sus espaldas, pero la Magia Negra lo protegía. El nivel de insolencia mezclado con su desinterés, implicado en la mitad del Gran Comedor, hizo que el rostro de DeLuca mostrase una frustración aun más grande, con el bramido de sus labios sangrando por sus mordeduras y con el agarre del mango de la varita de sauco tan presionado que podía romperlo.

—¡Avada Kedavra!

—¡Protego!

Era igual a la noche en la que Bang Chan murió, en la mansión Lee. Su destino había sido ondear entre la vida y la muerte que se concretizó en el momento en que el cañonazo retumbó en el centro, de tal potencia que los magos volaron un par de metros ante la potencia de las magias.

El encantamiento se desestimó, y la lucha siguió. JiSung transformó los escombros del Gran Comedor en aves y los dirigió hacia DeLuca, quien con la varita de sauco logró transformarlos en cuervos y evaporarse en pequeñas explosiones dirigidas hacia el cuerpo de JiSung. Él transformó dichos cuervos en pétalos, y convocó en el suelo la runa de incendio que DeLuca ocupaba.

Los pies de todos comenzaron a quemarse, y DeLuca inhabilitó la runa; sin embargo, en el distrajo logró que JiSung lanzara otra runa hacia los escalones donde él estaba parado, para dejar sus pies pegados ahí.

—¡Desmaius!

—¡Revanserse!

La maldición se desvió enseguida hacia JiSung, y tuvo que desviarlo corporalmente. DeLuca lanzó una maldición de veneno hacia JiSung, y él la detuvo con su mano transformada en pata de dragón. Transformó otro cúmulo más de escombros en aves, esta vez mucho más grandes que sobrevolaron el techo y, al caer direccionadas hacia DeLuca, veneno de serpiente brotó en sus propias bocas.

—¡Protego! —gritó DeLuca, y una gran ola expansiva hizo desaparecer los rastros de magia de JiSung.

Ambos cayeron hacia atrás, y corrieron de regreso como magnetos hacia el otro.

—¡Centas!

—¡Ni de joda! —gritó JiSung.

Se arrastró para desviar la maldición, y dibujó con su varita otra runa en el suelo. El humo brotó de manera esporádica de ahí, dejándolo parcialmente sin vista para poder atacar a DeLuca; no obstante, él absorbió todo el humo con su varita y lo lanzó en una llamarada hacia JiSung. Él transformó el fuego en pétalos de camelias.

—¡Hijo de puta! —gritó DeLuca—. ¡Avada Kedavra!

—¡Protego!

Una vez más, ambos encantamientos chocaron en el medio. Como en la mansión Lee, el cuerpo de JiSung tembló enseguida y su cuerpo se alzó. La varita de sauco era más poderosa que la de cerezo, pero la madera de la transformación era de lo que JiSung estaba destinado, tal como Callaghan lo había dicho.

Pudo ver a través de los ojos de DeLuca a HyunJin, a HyunSan, a Hana, a los fallecidos de la guerra de ahora y en la guerra pasada. Podía contemplar todo el dolor y sus pecados cargados de una convicción política que solo reconocía como parte del bien común. Pensó en los desaparecidos, en los esterilizados, en los detenidos y en aquellos colgados.

Incluso pensó en Kang Mina, quien cayó en dicho círculo cuando solo quiso tener una vida normal.

Kang Mina fue como JiSung durante su tiempo con la memoria reprimida, y ahora haría la justicia.

El encantamiento de luz verde de DeLuca se apoderaba de JiSung, acercándose más y más a él. No importaba cuánta fuera la voluntad que JiSung tenía de vivir en ese instante, nada dominaría a la varita de quien fue el mago más poderoso y ahora descansaba en su propio despacho. La culpa de DeLuca junto con la de JiSung eran igualmente cargadas, pero JiSung sentía tener más razones y convicciones para vivir antes del poder que DeLuca siempre deseó.

La maldición asesina se acercó a JiSung, y su luz blanca se redujo hasta la punta de la varita de cerezo. Con sus manos temblando, sus cabellos de punta y su respiración aguantada, continuó con sus intenciones de querer terminar con eso hasta su último respiro en vida.

El brillo verde se apoderó de la varita de JiSung, y la luz chocó en él. Dicho rayo de luz sobrevoló el distanciamiento de cinco metros que separaban a JiSung de DeLuca, e igualmente golpeó su pecho. El silencio del fin no existió, porque tan pronto como JiSung y DeLuca cayeron de rodillas, JiSung pegó un grito de victoria.

DeLuca cayó como hombre muerto por sus propias ideales, como el derrocamiento de la tiranía y el fallecimiento de una idea.

Para cuando JiSung dejó de gritar, el Gran Comedor continuaba perplejo. Su cuerpo tiritaba entero en el suelo, y le dificultó enfocar su mirada en alguna parte. Era tanta gente a la que deseaba mirar que, para cuando abrió la boca, los vítores y gritos de felicidad ahondaron en el aire, como también los bramidos de injusticia y de rabia.

La idea no había muerto, pero sí la guerra. Y aunque Hogwarts fuese decretada Zona de Catástrofe, la desestabilización política que quedó a manos de JiSung hizo que apareciera en el aire la palabra «magnicidio», lo que hizo que, antes de poder fijar su vista en alguien seguro, unos brazos lo agarraron y lo arrastraron entre la gran pelea física sometida. Todos querían tocar a JiSung, querían abrazarlo o querían golpearlo, pero todos querían algo de él.

Su oído se tapó, y su vista se nubló. Escuchó los llamados a los lejos, y aunque quisiera contestar, un encantamiento lo aturdió.

La mañana del tres de junio, cerca de las ocho, el cuarto campeón de Hogwarts: Han JiSung, fue llevado detenido por haber cometido magnicido.

Ji, mentí.

[1] "si el mundo había terminado, ¿por qué no cesaba la batalla?" es fragmenot de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, primera frase del capítulo La Varita de Saúco.

[2] me gustaría saber qué clase de capítulos extras les gustaría leer, y prometo intentar traerlos (recordando que no describo escenas sexuales is es que no es apoyado en virtud de la trama, o sea, si no se colocó durante la historia, no habrá capítulos extras dedicas a eso<3).

Ahora sí, probablemente el siguiente cap sea en la primera semana de octubre, que pareciera ser el último. ¡GRACIAS POR LEERME, NOS VEMOS!

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