6. Callejón Diagon
Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso.
Capítulo 6
Callejón Diagon
Canción recomendada: Big City Life; Mattafix
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Agosto 30, martes en la madrugada
—¿JiSung?
HyunJin golpeó con sus nudillos la puerta del baño, preocupado. No era posible que las somatizaciones de JiSung fueran tan radicales como para poder encerrarse al baño a vomitar- en especial cuando, tras leer la carta que MinHo le mandó, le hiciera reaccionar así.
De algo que HyunJin sabía, aun cuando fingía ser ignorante, es que MinHo hacía algo en JiSung que no era lo suficientemente sano. MinHo era una contradicción andante, y con sus antecedentes tanto de relación como de familia, era mucho más probable que odiara a JiSung antes de ser su novio.
—Ya salgo —habló JiSung desde el baño—. Estoy bien.
La cadena soló al otro lado. Como HyunJin no quería dejarlo solo, prefirió ir a la cocina por un vaso de agua mientras que SeungMin y Felix se asomaban en el pasillo.
—¿Tendrá algo la carta? —teorizó Felix.
—O solamente se sentía mal del estómago —opinó SeungMin.
HyunJin se encogió de hombros.
Para cuando JiSung salió del baño, salió con su cabello castaño manifestando su neutralidad. Aceptó el agua que HyunJin le ofreció y, bajo la mirada de los tres chicos, bebió hasta acabarla toda.
—¿Y bien? —preguntó SeungMin—. ¿Qué te pasó?
—La marihuana me mareó —excusó JiSung, mientras emitía un bufido de cansancio—. No estaba acostumbrado a-
—Fumaste la semana pasada —acusó HyunJin.
—Defensas bajas.
—Estoy que te creo —discutió. JiSung caminó de regreso al dormitorio de Yeji, dándole la espalda a HyunJin—. No me ignores.
—Vas a despertar a tus padres —advirtió SeungMin.
De regreso al dormitorio, JiSung se tendió sobre la cama de Yeji y se tapó sus ojos con una mano, cansado. Que su cuerpo haya reaccionado con el vómito le hizo temer, lo que significaba que, si sus amigos comenzaban a insistir con el tema, JiSung se descompondría antes de poder decir algo.
Las memorias le enmarcaban la rabia de sus errores que generaban en su pasado. Si JiSung quisiera escapar de la realidad, ni siquiera pensaría sobre el asunto de sus padres o de los metamorfomagos; sería mucho más sencillo vivir como un huérfano que fue maldito con un cabello colorido y capaz de convertirse en cualquier ser viviente, que saber que cargaba con un pasado.
JiSung se frustraba. Las plantas debían de ser sacadas de raíces para que no haya rastros de ellas. Sin embargo, a JiSung no lo arrancaron- lo cortaron. Las raíces quedaron en la tierra y él fue incapaz de crecer de forma decente. Solamente era un subyugado de la sociedad normalista.
Felix se acercó a la cama y tomó la carta. La leyó, también, y con suma detención, preguntó: —¿Qué tema de tus padres?
—Nada importante —desvió.
—¿Hubo un "tema de tus padres"? —interrogó HyunJin, mientras tomaba asiento a los pies de la cama. SeungMin y Felix regresaban a su lugar, junto a la ventana. Y Yeji observaba todo sin saber si era competente o no de poder criticar—. ¿Le hablaste de ellos a MinHo?
—A ustedes también se los he mencionado —dijo, con su cara pegada a la almohada. JiSung se sentía mareado y con una horrible jaqueca producida por el esporádico vómito—. No es nada del otro mundo, en serio.
Felix y SeungMin miraron a HyunJin, indicándole a él cuál sería el siguiente movimiento del tablero de ajedrez que retrataba el área emocional de JiSung. Él era un chico difícil con quien lidiar, y pasar su cuarto año peleados porque JiSung nunca expresó que lo habían echado de la casa solo porque sus amigos lo interrogaron incesantemente dio a entender que, si había una forma para hacer que JiSung hablara, era empujarlo hasta su punto quiebre.
HyunJin no tenía idea si se encontraban cerca o lejos de ello, pero en el ciclo pasado hubo muchos instantes en donde a él le dolía desviar la mirada: una noche en la que llegó herido, y lloró durante toda la noche sobre su cama; la vez que JiSung fue a ver a Felix a la enfermería y se topó con MinHo en el pasillo; sus sentimientos después de haber hecho explotar la casa Hwang. Eran tantas las situaciones que HyunJin tuvo que omitir que, ahora, mirando cómo JiSung parecía querer dormir, le dolía.
—-Vale —terminó por sentenciar HyunJin, cansado—. Haz lo que quieras.
—No es como si nunca lo hubiese hecho —murmuró JiSung.
—¿Qué tal algo de música? —ofreció Yeji, para desviar la atención. Ella apuntó hacia la radio de la sala que se había quedado en su dormitorio—. JiSung coloca música buena.
—Oh, tengo una estación de radio favorita —contó Felix, mientras se bajaba del mueble para ir hacia el aparato—. Lo escuché en el psiquiátrico. Si tienen suerte, podrán verme realizar una reacción en vivo y en directo de mis traumas en ese lugar.
—¿Practicaste el humor cruel como un nuevo mecanismo de defensa en ese lugar o qué? —preguntó SeungMin, asombrado.
—Algo así.
De a poco, JiSung se forzó a quedarse dormido mientras que American Dream de MKTO sonaba de fondo. Las voces de sus amigos iban en declive y, con la última imagen de los ojos acuosos del hombre que lo abrazó luego de que lo liberaran de la prisión en el Ministerio, JiSung cayó dormido.
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Agosto 30, martes en la mañana
Durante esa misma mañana, SaeJah intentaba controlar a cinco adolescentes de camino al Callejón Diagon.
—Necesito sacar dinero —mencionó Felix, mientras apuntaba a un cajero automático en la otra calle—. Mi mamá me depositó dinero en mi tarjeta para que cambiara por galeones en Gringotts.
—¡Oh, oh! —HyunJin y Yeji apuntaban fascinados hacia una pantalla gigante en la mitad de la calle—. ¡Queremos ir ahí!
—Mira- una tienda de casete —por otra parte, JiSung apuntó fascinado hacia el lado opuesto donde quería ir Felix—. Quiero ver si puedo conseguir más música para mi walkman.
—¡Bien! —SaeJah, al borde de la histeria, miró a los dos chicos—. Nosotros cuatro acompañaremos a Felix a sacar dinero —apuntó a sus dos hijos—, y ustedes dos —apuntó a SeungMin y JiSung— irán a la tienda de caserete, ¿está bien?
JiSung ni siquiera acordó cuando arrastró a SeungMin del brazo hacia la tienda de casete. SeungMin, sin entender demasiado la maravilla de la música y reproductores antiguos, se adentró a la tienda siendo recibido por un caballero cordial que dio las indicaciones de todo los géneros y grupos que había. JiSung, fascinado, revisó en su dinero efectivo cuánto dinero tendría para invertir en los casete, y gracias al trabajo de antaño, estaban mucho más barato de lo que él consideraba.
—Lo fantástico de la nueva ola vintage es que puedo encontrar canciones populares en casete —comentó JiSung a SeungMin, mientras mostraba un paquete con el disco de Future Nostalgia de Dua Lipa—. No me imaginé poder tener a Dua Lipa en esto.
—No entendí nada de lo que me dijiste —admitió SeungMin, mientras veía también los casete.
JiSung se encogió de hombros. —No te preocupes.
Había demasiados álbumes que JiSung pensó que no podría recordar. Toda la instancia desde que él fue expulsado a sus ocho años de la escuela y vivió encerrado en la casa de los suburbios hasta las vacaciones de verano que tenía de Hogwarts fue gratamente acompañado con la música. Incluso la canción Angel Eyes de ABBA era una linda nostalgia.
—En el pueblo que estuve había demasiada música —comentó SeungMin, mientras tomaba los casete para darles una mirada—. No comprendía mucho- creo que estaba en español. La gente de allá bailaba y esas cosas, pero no era nada como las Brujas Santas.
—¿Brujas Santas?
—Las más populares del Mundo Mágico —consideró—. Uh- ¿acá no habrá de eso?
—¿Música de magos en una tienda muggle? —JiSung quiso reírse—. Dudo mucho que...
De repente, sobre el escaparate, un pequeño casete se desplazó de izquierda a derecha. SeungMin lo tomó y se encontró con la imagen de tres mujeres frente a un micrófono, con gorros puntiagudos y cantando sonoramente; ellas se movían en torno a una melodía silenciosa.
—Ah —JiSung tomó el casete y lo giró para ver la lista de canciones—, interesante.
El hombre del mostrador les guiñó el ojo, divertido.
JiSung compiló en sus brazos y en los de SeungMin la mayor cantidad de casete y los llevó al mostrador. Llevaron uno que otro casete de agrupaciones mágicas y, con un amable descuento, JiSung guardó en bolsas de papel más de cincuenta casete cobrados en por mayor.
Cuando salieron de la tienda, se reunieron con los otro tres más SaeJah y ella los encaminó hacia la entrada de magos del Callejón Diagon. Siendo cerca de las diez de la mañana de un martes, el paso de Londres era un poco concurrido gracias la gran cantidad de estudiantes que hacía sus compras a última hora; ninguno esperaba a que el propio Callejón Diagon, siendo tan estrecho, contuviera aun más la gran cantidad de gente.
—¡Qué demonios! —exclamó JiSung, impresionado.
—Como mandaron las cartas tarde..., ugh, no me sorprende esto, pero tampoco lo quería —explicó SaeJah.
La primera parada fue el banco de magos Gringotts; mientras SaeJah sacaba su dinero, Felix y JiSung cambiaron su dinero muggle a dinero mágico. JiSung se entristeció al notar que, de todo lo que trabajó en el año, no tendría suficiente para llegar a las vacaciones de verano del siguiente año.
—Creo que todos quisieron realizar sus compras a último minuto —opinó SaeJah, mientras evitaba chocar con las demás personas—. Mala gestión de Hogwarts.
—Demasiada mala gestión —gruñó HyunJin. Como a los otros chicos, ninguno estaba a gusto de estar en lugares tan concurridos.
Las compras en el Callejón Diagon se centraron en nuevos uniformes para HyunJin y JiSung (los antiguos ya les estaba quedando pequeños). HyunJin solamente miraba las camisas sin mucho interés, pero JiSung discutía constantemente con SaeJah explicando que no tenía necesidad de usarlo porque a él no le gustaba. SeungMin se esmeró en la tienda de textos sobre herbología, mientras que Felix se fue al apartado de adivinación para comprar nuevas cartas, una bola de cristal, y tés de distinto tipos que lo ayudasen con la lectura. Yeji, por su parte, ella no tenía demasiados gustos particulares con las materias de Hogwarts o una rama que fuera de cuidado, así que se abstuvo a quedarse con lo que necesitaba junto con un manual extra de Encantamientos. Incluso JiSung, cuando pasó por la librería, compró un manual de transformaciones humanas que lo pudiese ayudar en algo.
En un momento pasaron fuera de los artilugios de Quidditch, y HyunJin se quedó ahí, con melancolía.
—No puedo creer que me hayan sacado del equipo —había comentado él, una vez que JiSung lo fue a buscar para sacarlo de su melancolía—. ¿Tan mal capitán fui?
—No —contestó JiSung con rapidez. Él no sabía mucho de Quidditch, pero sabía que no era malo—. Seguro Dumbledore está detrás de esto. Diste un buen rendimiento.
HyunJin hizo una mueca, totalmente negado y terco en su idea de haber fracasado en algo. JiSung se preguntó cómo es que podía hacerlo si él había logrado llevar a Hufflepuff a la victoria.
Cerca de las once treinta de la mañana, con cada uno de los chicos cargando cerca de tres bolsas, SaeJah decidió que sería bueno pasar por la heladería de Florean Fortescue.
Al entrar, sentado mientras leía una edición de El Profeta, Bang Chan se encontraba ahí.
—¡Hombre! —HyunJin se apresuró a ir hacia él, encantado—. ¡Hola! ¿Qué haces acá?
Chan pareció asombrado de encontrarse con los chicos ahí, y los saludó con gusto. JiSung se preguntó en qué momento se hicieron tan cercanos como para que el chico los saludara con un abrazo a cada uno, y HyunJin se lo presentase a su madre.
—Él es Bang Chan. Te hablé de él —recordó HyunJin.
—Ah, sí —SaeJah, de forma cómplice, tendió su mano a Chan—. Un placer conocerte, Cristopher.
—Eres un asco mintiendo, si es que lo saludas con un nombre con el que no lo presentaron —observó Yeji, con lengua afilada.
SaeJah se pasó una mano por su cabello platinado y asintió. —Perdón. A veces me vuelvo media loca.
—Son días tensos —correspondió Chan con cordialidad.
Ambos no tuvieron mucho más que agregar. JiSung notó cómo HyunJin intercalaba la mirada entre Chan y SaeJah, pareciendo querer que algo sucediera entre ellos. Como ninguno parecía querer moverse, Yeji carraspeó.
—Mamá —le llamó ella—. Quiero la túnica que vi en Madame Malkin.
—Ah- ¿la negra? —consultó SaeJah. Yeji asintió—. Bueno..., ¿chicos?
—Nosotros nos quedaremos haciendo compañía a Chan —indicó HyunJin, mientras colocaba su mano en el hombro de Chan—. Estaremos acá.
SaeJah estaba desconfiada, pero Yeji la jalaba del brazo para que la llevara a la tienda. Una vez que las dos salieron, HyunJin sacó su mano del hombro de Chan a la par que el otro suspiraba y le comentaba lo pésimo que era actuando.
—Como sea. ¿Vamos a la segunda planta?
La segunda planta de la heladería le trajo recuerdos a JiSung, durante el período que Leela lo echó de la casa y él intentaba sobrevivir con un malpagado trabajo en El Caldero Chorreante. A Chan siempre le había gustado ir solo al Callejón Diagon en el verano, con la excusa de que era lo único mágico que lo entretenía en sus vacaciones; ambos se colocaban en la segunda planta de la heladería durante las horas libres de JiSung para conversar sobre sus vidas.
Después, recordó cómo intentó a saludar a Chan durante cuarto año, y de cuán frío fue él.
«La vida es rara».
En la segunda planta, tomaron una mesa pegada a la pared para cinco personas. Chan dio una barrida visual alrededor para localizar peligro, aunque terminó por sacar su varita y hacer un encantamiento de protector de sonido.
—Woah... —exclamaron los otros cuatro, fascinados de que Chan haya hecho un encantamiento no-verbal.
—Lo aprenderán en sexto —dijo Chan—. Bien- al gran. ¿Qué demonios les pasa?
—Yo dije que quería estar en la Compañía. Quiero ser parte de la Compañía —fue HyunJin el que se precipitó a hablar—. ¿Por qué mis padres me limitan con la mayoría de edad? Después dirán que es porque "soy estudiante". Necesito que me des información de lo que ha pasado.
—No puedo darte tanta información porque tampoco me llega mucho a mí —replicó Chan, con calma—. Mis amigos me informan cada vez que es seguro, pero desde que ganó DeLuca que no lo ha sido. Si te has dado cuenta, cada cosa que ha pasado en el Ministerio ha sido tétrico y confuso.
—Pero, ¿de qué sirve que esté flotando la información en todas partes, si no le darán uso? —consultó SeungMin.
Chan le miró. —¿No que no querías ser parte?
—Cierto, pero HyunJin nos contará de todas formas. —Felix y JiSung le dieron la razón a SeungMin.
—No puedes ir dando información a la gente solo porque sí, HyunJin.
—No me preocupo. Ni siquiera me la dan a mí —HyunJin obvió.
—Hay demasiado factores que parece que ninguno de ustedes quiere tomar en consideración —manifestó Chan con un deje de rabia y frustración; cansado de que no fuera entendido—. Si hay información ambigua en todas partes, no solo no se concluirá nada, sino que de la información se tergiversará y podría generar más problemas.
—¿Cuál es el fin que tiene la Compañía? —consultó Felix. Chan iba a contestar, pero se apresuró en agregar—: quiero decir, es claro que es un tema de protección o algo así —murmuró lo último— pero, o sea..., ¿hay un trabajo real? ¿En serio se protege a alguien?
—A nosotros nos llevaron detenidos para las manifestaciones tras las elecciones del plebiscito —comentó JiSung—, y a mi me llevaron a una celda aparte de la de HyunJin y Yeji. ¿No hay algo que la Compañía debió de hacer ahí?
—El fenómeno del plebiscito fue la cosa más bizarra que jamás había visto —admitió Chan—. Los videntes del partido Libertad Mágica decían que la victoria de DeLuca era inminente, pero los del otro bando parecían bastante convencidos de que él debía perder. Se rumorea que las elecciones fueron intervenidas, pero no se sabe con exactitud de qué forma. Me han comentado que partidarios de DeLuca se han movido de forma rara días antes de las elecciones.
JiSung recordó su cita con MinHo y al señor Harrington que caminaba con un maletín que el jefe de MinHo le pidió que fuera a dejarlo. ¿Habría algo ahí que sería sujeto de rareza?
—Con MinHo vimos cerca de Leicester Square a un trabajador del ministerio, y lo seguimos —contó JiSung. Sus tres amigos le dieron una mala mirada—, pero no pudimos alcanzarlo porque llegó al barrio rojo de Londres, y se metió a un burdel.
—¿Por qué no me contaste? —le preguntó HyunJin.
—No fue tan importante. Yo estaba más perturbado porque alguien intervino mis cartas y las de MinHo.
—¿Y no me quisiste contar eso tampoco?
—Tú dijiste que no querías saber nada de mi cita.
HyunJin le pateó debajo de la mesa, y JiSung se la regresó.
—¿Por eso las personas pidieron un reconteo? —preguntó SeungMin a Chan—. Escuché de mis padres que las manifestaciones fueron gigantescas acá, después del conteo de votos.
Felix, por su parte, estaba totalmente perdido. Miró a HyunJin y a JiSung con impresión. —¿A ustedes los detuvieron?
—Creo que el punto de todo eso es poder compartir la misma información todos —recalcó Chan, antes de murmurar—, no es como si tampoco ustedes tuvieran que saberla.
—Venimos en paquete de cuatro. Todo lo que le digas a uno, lo sabrán los otros —repuso JiSung, con los otros tres chicos dándole la razón.
De pronto, una gran bola de murmullo comenzó a rondar durante la heladería, la cual fue contagiada por el escándalo del callejón. HyunJin, como el más hábil, se levantó de su asiento y corrió hacia los ventanales que daban hacia la calle, totalmente confundido.
—Hay magos apareciéndose —dijo HyunJin—. No entiendo qué pasa.
—Hoy iba a haber cambio de gabinete en el ministerio —contó Chan—. DeLuca no quería tener a nadie del gobierno de Anderson en el suyo.
Pero no era eso. La agitación de las personas junto con sus gritos y desgarros hizo que el movimiento dentro de la heladería fuera mucho más paranoica; desde el propio primer piso comenzó los llamados de diversos nombres.
—Espera- tengo una duda —intervino SeungMin, ignorando los gritos. Por otra parte, Felix pareció mucho más retraído ante ellos; sus manos se hicieron puños sobre la mesa, y JiSung notó cómo ligeramente sus pulgares comenzaron a rascar sus dedos—. Si hay límites de edad y esas mierdas, ¿por qué JeongIn está en eso?
—JeongIn no tiene un "guardián", por así decirlo —explicó Chan, mientras intercalaba sus ojos en SeungMin y Felix—. Nadie se hace cargo de él. Nadie lo cuida. Él es solo en esta vida.
—¿Y no está acá?
JiSung estiró su mano hacia las de Felix, e hizo presión. Felix negó.
—Algo malo pasa —dijo Felix.
—¿Lo dices por los gritos? —obvió SeungMin.
—La gente corre afuera —indicó HyunJin. Parecía ser contagiado por la alteración.
—Algo malo pasa —Felix insiste con sus ojos acuosos—. Algo malo. Algo malo. Algo malo. Algo malo.
—Felix, Felix, Felix —JiSung intentó atajarlo, ahora posando ambas manos sobre las de él cuando sintió que comenzaba a temblar—. ¿Qué presientes?
Felix intentó tomar aire, pero el desgarrador llamado de SaeJah en la primera planta hacia HyunJin le hizo soltar un grito.
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La ventaja de ese instante era de que, a pesar de que el jefe de MinHo fue despedido y su trabajo logrado por nepotismo ya acabaría, él tenía que regresar a la escuela.
Sin embargo, la mirada traicionada del señor Michigan hizo que el estómago de él se revolviera en ansiedad- como los últimos días. El señor Michigan limpiaba con su varita el escritorio, y los cuadros alrededor de su oficina opinaban ofensivamente sobre las decisiones que Hans DeLuca había hecho en torno a los ministros de los departamentos.
MinHo no se preocupaba. Guardó todo en un bolso pequeño encantado con un hechizo expansivo del cual estuvo practicando todo el verano para no tener problemas de traslado. Las hojas, folletos, columnas y periódicos que él consideraba útil para su investigación y que sirvieron en su instante para la Compañía serían reliquias de memorias, o tal vez de ser un as bajo la manga; lo que importaba en ese momento era que, aunque MinHo estaba peligrando, había un poco de optimismo en la sala.
—Así es como a uno le dan la espalda —bajo su bigote, el señor Michigan refunfuñaba—. Presentan su lealtad- su voto, ¡todo! Y lo echan del trabajo.
—¿No tendrá un traslado de esto? —preguntó MinHo, cordial.
—¿Qué traslado? Me eliminaron del mapa laboral —bufó—, y tendré suerte si es que me quieren contratar en otra parte. Tal vez me meta a trabajar en El Profeta, directamente- y no ser parte del ministerio de periodismo.
—No es como si hubiese otros periódicos más populares en el Ministerio —murmuró.
—Lamento esto. Me habría gustado tenerte más acá —comentó—. Eras un buen trabajador- disciplinado, tal como tu abuelo me lo prometió.
MinHo intentó guardar su incomodidad bajo llave para esbozar una sonrisa y asentir, complacido. —Muchas gracias.
—Podrás contactarme si es que necesitas trabajo, después de Hogwarts —propuso, antes de que el señor Michigan considerara sus palabras—. Tú eres un alumno de Extraordinarias, ¿qué se supone que harás después de la escuela?
Con un deje de incomodes que detonara modestia, MinHo se encogió de hombros. —Supongo que..., tendré que apelar a la suerte, señor.
—¿Qué suerte? No me digas que crees en esa basura de adivinación —expresó, bajo una risa sarcástica—. Y además serás Premio Anual..., la gente te querrá comer para cuando salgas. ¿En qué estás interesado?
—Estudios Antiguos ha sido mi electivo más constante —comentó—. Pero-
—¿Y las Artes Oscuras? —consultó. MinHo vaciló antes de asentir—. Tu abuelo tiene un buen armamento con las Artes Oscuras- tan letrado ese hombre con la magia..., todavía me preguntó por qué tu padre fue a Beauxbatons- o mandarte a ti a Hogwarts. En Durmstrang habrías sido fantástico.
—Mi abuelo era de Mahoutokoro. No es lo mismo, pero tenían su propia perspectiva de la magia.
La mención del colegio mágico ubicado en Japón hizo que el semblante del señor Michigan decayera un poco; la historia de que su abuelo fue un fugitivo durante la guerra era un tema tabú para no arruinar la reputación del hombre. A veces, MinHo se preguntaba cómo es que la sociedad mágica insistía en posicionar a su abuelo en un lugar que no le correspondía- al contrario, y con el dolor de su familia, era consciente que ese hombre debía de estar preso.
En especial después de todo lo que hizo.
—Cierto, perspectiva —el señor Michigan intentó cortar el extenso silencio incómodo que formó—. Por eso es bueno compartir visiones de otras partes del mundo.
El reloj sueco que el señor Michigan tenía en la oficina sonó. Chasqueó su lengua como un semblante de mal gusto y, entre murmullos desaprobatorios, sacudió su varita sobre su cabeza; todas las cosas de la oficina quedaron guardadas en sus valijas.
—Tengo que ir al cambio de gabinete —informó el señor Michigan—. ¿Tu papá o tu abuelo estarán?
—No. Mi papá tenía cosas que hacer a Gales, y mi abuelo no quería salir de casa —contestó MinHo.
Guardó todas sus cosas en el pequeño bolso y lo colocó sobre el hombro de su túnica para seguir el paso al señor Michigan.
Salieron por el pasillo hasta los ascensores, donde más trabajadores iban al cambio de gabinete. En el interior de los ascensores, MinHo reconoció diversos folletos y carteles de propaganda de la candidatura de Hans DeLuca, con una imagen de él saludando a su partidarios frente a micrófonos mágicos. MinHo consideró la imagen digna de una pecícula de terror.
Al llegar al Ministerio, en el sector general, se encontraba al centro un gran escenario con todos los futuros trabajadores que ocuparían su cargo, y con una gran cantidad tanto de trabajadores como seguidores al pendiente de que el nuevo ministro llegara. El escenario estaba construido con columnas mágicas que sostenían pancartas con la bandera de Reino Unido, con una gran fuente de oro asomada detrás de ellos para entonar empoderamiento.
MinHo se despidió del señor Michigan y se abrió paso entre la gente, intentando no chocar con ellos para no sacudir lo que había en su bolso. No reconoció a muchos adultos ahí, y no sabía si sus padres estarían o no ahí.
Para cuando colocó su vista en el escenario, su mandíbula se desencajó al instante mientras que una burda risa se atragantaba en su garganta.
La gente comenzó a gritar como si un famoso ídolo fuera. Mientras subía el escenario, Hans DeLuca saludaba a la gran cantidad de personas que estaban. Algunos se amontonaron, otros usaron sus varitas para sacar chispas.
Atractivo, con cabello peinado en gel y sonrisa resplandeciente, el joven Hans DeLuca se posicionó en la tarima, donde su voz se potenciaría mágicamente.
—¡Buenos días! —saludó. La gente contestó con un potente oleaje—. Agradezco quienes se tomaron su instante de trabajo esta mañana para este anuncio.
Hans DeLuca era increíble, para MinHo. Se preguntó cómo demonios se aprobó su mandato como Ministro de Magia, y se preguntó qué fue de él durante el juicio de JiSung y sus amigos, donde él fue a intervenir.
—Comprendo que esto ha sido radical, pero por respeto de la exministras Anderson y de mis partidarios, he tenido que hacer este cambio —contó DeLuca. Él, en su pulcra túnica negra y blanca, se inclinaba hacia adelante para enfatizar—. Por eso, bajo una fina selección, he decretado a los mejores en su campo para poder hacer este manejo.
La gente murmuraba por las personas que se encontraban ahí. Era increíble, en realidad, porque comúnmente los jefes de cada departamento no eran cambiados hasta entrados al año nuevo, per o la imperativa necesidad de DeLuca de tener todo bajo su control generó un sentido de ridiculez en MinHo.
El nombramiento de los jefes fue diplomático. Comenzaron con el jefe judicial para seguir con el jefe del departamento civilista. Luego, siguió el de periodismo, despidiendo así a su a su jefe Michigan. Continuó con el de leyes, luego con el de policía, relaciones internacionales, hacienda y, entre los últimos como el más irrelevantes, lo mencionó.
—Para el nuevo jefe del departamento de Deportes Mágicos, el hombre que sabe de esto —presentó DeLuca—. El señor HyunSan Hwang.
HyunSan vestía de una túnica de forma desordenada. MinHo podría apostar que, en el instante que él se levantó de la cama, no tendría idea de que sería jefe del departamento de Deportes Mágicos.
MinHo se preguntó que opinaría JiSung sobre eso, y por qué no había nadie de la familia Hwang en ese instante.
La celebración del cambio de mandato terminó concluyendo con el nombramiento del nuevo gabinete de juzgado y subsecretarios de cada departamento. HyunSan, sentado, parecía pálido y abanicaba con su mano su propio rostro.
Un pensamiento rápido de MinHo se posó en su cabeza: ¿por qué tendrían a HyunSan trabajando para el Ministro? De lo que JiSung le había contado, no fue hasta hace mucho que HyunSan comenzó a trabajar para el ministerio, además de que los Hwang tenía grandes rencores con ellos por lo que sucedió con la casa Hwang durante el receso de primavera.
Sin embargo, MinHo no pensó demasiado. Se escuchó un fuerte silbido y, de pronto, una columna estalló en mil pedazos con trozos de mármol cayendo sobre los políticos.
Primero fue el ruido, luego fue el impacto. MinHo chocó con los magos a su lado y, como la mayoría, sacó la varita debajo de su manga.
La tierra se sacudió por un instante, y el crujido de algo sobre otra cosa hizo que su espada se urgiera. Alguien lanzó un grito antes de que todo quedara en silencio por al menos cinco segundos. Cinco segundos donde no hubo movimiento, acción o encantamiento. Cinco segundos donde MinHo pensó, por un instante, que él fue despegado de su propio cuerpo y que acababa de despertar de un sueño.
Para cuando los escombros de la columna de mármol terminaron de caer, los gritos llegaron. MinHo apenas pudo colocar su vista en orden sobre el escenario para ver qué demonios había sucedido, y había al menos dos aurores sobre el Ministro DeLuca que apuntaban hacia el lugar de donde había salido el encantamientos.
Todas las entradas y salidas oficiales del Ministerio fueron cerradas, dejando a la gente atrapada. Una gran cantidad de aurores comenzaron a rondar entre las personas buscando a la persona que emitió el ataque.
MinHo estaba perdido, y no sabía si había algún familiar suyo entre el grupo de gente. No obstante, su preocupación se centró en el escenario, y si había alguien herido, al menos MinHo debía de descartar si es que fue o no el señor Hwang.
Se abrió paso entre la gente con empujones, lo que le hizo traspillar y dejar caer su bolso un par de veces. Mientras más intentaba llegar al escenario, más dificultades había, y el mareo de la gente gritando en sus oídos hizo que de a poco fuera preso del pánico.
Sin embargo, al llegar al escenario, ya no había ningún mago. Solamente grandes escombros de mármol ahí.
«¿Ah?» MinHo jadeó, asustado. ¿Dónde estaban todos?
De repente, encantamientos comenzaron a volar cerca de su cabeza. MinHo se agachó para que ninguno lo aturdiera, y usó su mejor trabajo en las clases de Defensas Contra las Artes Oscuras para generar encantamientos de protección hacia sí mismo.
Durante su defensa, alguien lo agarró del brazo.
—¡Puta mierda! —gritó MinHo, antes de notar que era HyunSan quien lo llevaba. Sobre los hombros de su túnica se encontraba llena de polvo, al igual que su cabello.
—Ven —jadeó HyunSan, mientras lo arrastraba—. Apresúrate.
—¿Por qu-
Otra explosión sonó en el ministerio, lo que hizo que MinHo instintivamente se agachara. HyunSan lo continuaba arrastrando, pero él logró girar su cabeza hacia dónde se originó el ruido.
—¡¡¡Por la causa!!! —se escuchó el grito desgarrador de una mujer—. ¡¡¡Por la Compañía!!! ¡¡¡Por la libertad!!!
¡BOOM! Una tercera explosión sonó. MinHo de a poco fue presa del pánico y un grito se estancó en su garganta, pero el agarre de HyunSan le hizo arrastrar hacia los pasillos de los ascensores donde la gente se estaba refugiando.
«¿Qué mierda? —pensó MinHo, aterrado. Se sorprendió a sí mismo de sujetarse de HyunSan—. ¿Qué mierda? ¿Qué mierda? ¿Qué mierda?»
—¿Tus padres están acá? —HyunSan logró formular entre dientes—. ¿Hay alguien de tu familia acá?
—No —contestó MinHo, mientras miraba entre las personas que se refugiaban en el pasillo—. Nadie está acá- espero. ¿Qué pasó? ¿Qué fue eso?
El revuelo alrededor del ataque comenzó de pronto a generar que los encantamientos de las varitas fueran en direcciones aleatorias, atacando a enemigos imaginarios que no tenían relación real con el atacante original. HyunSan sacó su varita bajo la manga, y observó a todas las personas que se encontraban en el pasillo en busca de diseñar algún tipo de estrategias.
—¡Todos! —llamó la atención. Las personas, asustadas, miraron a HyunSan con rastro de esperanza—. ¡Bajen al subterráneo por el ascensor!
El revuelo que hubo alrededor del ascensor fue esperable, pero a medida de que el ascensor desaparecía, otro instantáneamente aparecía vacío, por lo que de a poco se comenzó a despejar la cantidad de gente en el pasillo. MinHo, sin saber qué hacer, reafirmó su varita.
—No pensé que sería hoy —murmuró HyunSan hacia MinHo.
—¿Qué?
—¡Bombarda! —gritó alguien.
MinHo y HyunSan encantaron la protección del pasillo a tiempo. Solamente unos centímetros MinHo fue arrastrado hacia atrás, por la fuerza del encantamiento. La columna del pasillo comenzó a desestabilizarse, y antes de que cayera sobre ellos, HyunSan recompuso el material enseguida.
—Vamos —HyunSan arrastró a MinHo hacia el ascensor—. Debemos irnos.
—¡Podemos pelear! —dijo MinHo—. ¡Podemos-
—La mejor forma de pelear es huyendo —aclaró HyunSan.
El pasillo fue vaciado, y MinHo tomó con HyunSan el siguiente elevador. Los gritos estaban penetrando en el vacío, y para cuando las puertas del ascensor se cerraron, el eco de la ayuda quedó en el aire.
—¿Qué pasó? —preguntó MinHo. Tarde se dio cuenta de que estaba jadeando—. ¿Por qué me buscó? ¿Por qué-
—Iba a habar un ataque hoy. Lo sabía —contestó HyunSan. Posó una mano en la pared del ascensor y tragó con dureza. MinHo notó cómo su cara estaba más sucia—. Ataque hacia DeLuca- un magnicidio, dirían los muggles.
«Magnicidio...». MinHo no podía medir la dimensionalidad del concepto. Toda la pelea duró menos de cinco minutos, lo que le hizo tragar con un terror e incomprensión que hizo presionar su corazón.
HyunSan pasó una mano por su frente, ensuciándola más. MinHo, inseguro, sacó de sus bolsillos expansivos un pañuelo; cuando HyunSan lo miró, soltó una risa entre dientes.
—Eres un caballero, MinHo —halagó HyunSan, mientras se limpiaba su frente. La entonación fue un poco más endeble.
MinHo, incómodo, se encogió de hombros. Bajó su mirada y notó cómo sus propias manos se encontraban temblando, y se sintió un débil.
Él quería hacer algo contra lo que pasaba- algo violento, algo que equipara lo que la sociedad le hizo sentir, pero tan pronto como el ataque se asomó por su oreja, él sintió un pavor que lo congeló al instante.
Las puertas del ascensor se abrieron. En el pequeño tablero sobre las puertas daba indicios de que se encontraban en el -4 del Ministerio de Magia, cerca de los archivos nacionales. Un gran grupo de personas se encontraban refugiadas, mirando a HyunSan con expectativas de saber qué hacer.
—Hay que esperar que allá arriba sea seguro —lideró HyunSan—. Esperaremos al llamado de los aurores.
Aunque la mayoría de los trabajadores comenzaron a interrogar, totalmente desorientadas, de lo que había sucedido, HyunSan tomó asiento en el suelo cerca del ascensor con su varita lista para al ataque, con sus defensas levantadas y totalmente absorto. MinHo, con una punzada de seguridad en su interior, tomó asiento al lado de él, impresionado de no saber por qué. Ninguno dijo ni una palabra, pero quince minutos después, HyunSan suspiró.
—SaeJah me va a matar.
[1] los señores hwang adoptando niños como deporte nacional, sí señor
[2] por un momento creí que la reacción de minho era un poco sobrexagerada, pero luego recordé que tiene 18 años viviendo un atentado terrorista y se me pasó
[3] ganó argentina, felicidades
[4] escribí este capítulo escuchando el disco Save Rock And Roll de Fall Out Boys y nunca pensé cuán bien encajaba con la historia
Gracias por leer<3
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