57. Llanto del fénix
Guía de colores de Han JiSung:
Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado. Índigo: celos nacidos específicamente por culpa de Seo SooJin.
Capítulo 57
Llanto del fénix
"Renuncié a mi juventud por mi futuro,
solo quiero levantarme más fuerte.
Voy a mirar hacia atrás. Hay un rastro de cenizas que son la prueba de que mi pasión arde eternamente.
No me arrepiento de nada.
Me encanta como se siente."
Social Path; Stray Kids ft. LiSA.
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SeungMin tuvo que mantenerse un tramo bastante largo bajo sus escombros. No porque creía que a cada movimiento la gran estructura caería sobre él, pero los murmullos que resonaban a los lejos como órdenes de la mujer Maisie O'Shell decretaban el señal de peligrosidad al salir ahora.
Una viga estaba frente a él, y otra estaba enterrada en la parte trasera de su muslo. Soltó un quejido de dolor cuando intentó moverla, junto con el temblor de las vigas cediendo poco a poco. Debía de tener un plan para poder salir de ahí.
«Comprueba tus daños..., sientes todo, ¿sí? Sientes todo», pensó, con sus dientes tan apretados con el fin de no emitir ningún ruido. Debía fingir de que no estaba acá.
Con cuidado, movió la mano que llevaba su varita para tantear la parte de atrás de su muslo. La madera estaba enterrada, y no era capaz de medir qué tan profundo era. Sangraba, demasiado. Como cerdo. Él sabía que no debía de sacar el pedazo de madera, pero la sensación y picor de la invasión daba crédito a aquellos que se sacaban sus cuchillos de alguna parte por mera ignorancia. La invasión lo inmovilizaba.
Pensó en algún hechizo de corte lo suficientemente profundo y grande como para dividir la madera enterrada en su pierna. Cuando la mitad de la madera se desprendió de su soporte inicial, SeungMin sintió la ligereza de su pierna enseguida. Su frente pegó en el suelo trizado de bolas y reprimió su gemido de dolor.
Esta vez estiró el mismo brazo frente a él, y con su varita convocó la iluminación. Si probablemente lograba arrastrarse hacia donde su cuerpo estaba direccionado, podría llegar al dormitorio de las campanas y toparse con JiSung. Él debía de ser demasiado inteligente como para no haber llamado el nombre de SeungMin. O tal vez no lo llamó por completo y lo dejó ahí.
«O tal vez lo mataron al otro lado de la habitación —razonó, con una mueca de dolor—. O al que mataron fue a mí».
Empezó a forzar su brazo derecho y se comenzó a arrastrar. Brazo derecho. Brazo izquierdo. Su actividad física era asquerosa, y aunque sea una situación tensa, él quería recordar que no estuvo peor desde que enfrentó al licántropo en la Casa de los Gritos o cuando cayó al Lago Negro en la broma del Bosque Prohibido. Ha tenido días mejores.
Claro, sin contar el jodido muslo perforado.
Cada arrastre que hacía generaba un temblor en los estantes. Las bolas caían cerca de su cara con una fuerza que golpeándolo la cabeza lo noquearía, y SeungMin no se podía dar el lujo de morir ahí porque probablemente nadie lo encontraría.
Con cuidado comenzó a sacar las vigas del camino. Se aseguraba de que estas podían sostenerse por la gravedad durante el instante que SeungMin las cortaba para continuar con su arrastre, aunque la mayoría del tiempo iba a ciegas de no saber si es que llegaría a la habitación de las ventanas.
Su cuerpo se detuvo antes de pensar. Hubo voces afuera.
—¿Dónde se fueron? ¿Alguien los vio?
—¡Puta mierda! ¡DeLuca nos va a matar!
—¡No nos va a matar! —la imponente voz de Maisie O'Shell resonó—. Si los encuentran antes de que él se entere de que escaparon, no tendremos problemas. Encuentren al metamorfomago..., ¿tú de dónde vienes?
—De afuera —la cuarta voz jadeaba de cansancio—, se han- ah- se ha ido. Se fue con el muchacho, y no sé dónde se aparecieron.
El grupo de LiMa quedó callado por un instante, y SeungMin quiso hacer más fuerte el dolor de su pierna por haber pensado mal de JiSung.
Al intentar arrastrarse más, la madera se enganchó en una viga y graznó de dolor.
«Mierda».
—¡Depulso Máxima!
Volaron sobre su cabeza toda la madera, escombros y bolas de cristal hacia el otro lado, pasando a llevar así los otros estantes de profecías y cayesen como acto dominó hacia atrás. El ruido lo dejó momentáneamente sordo y desorientado, y el agarre en la parte de atrás de su polerón lo desestabilizó cuando lo intentaron levantar.
—¡Aquí hay uno!
—No es el que nos sirve.
«Bien, entonces mátenme».
Cuando SeungMin fue lanzado al suelo, rescató una de las Merodeadoras en sus bolsillos y lo lanzó hacia el suelo invocando aguamenti.
Una espesa masa violeta explotó entre el grupo. SeungMin se tuvo que zafar rápidamente con sus piernas para poder levantarse y cojear lejos de ello, para de camino lanzar otras dos Merodeadoras más para distraer al grupo.
Intentó adentrarse a los pasillos con profecías, pero sabía que la mejor opción era ir hacia algunas de las habitaciones. No tenía muchas opciones, ya que por el lugar que entraron estaba bloqueado por los escombros. Aunque, independiente de la decisión que quisiera tomar, primero debía de encontrar a los chicos.
—Oriéntame —encantó a su varita para reencontrarse con los chicos.
—¡SeungMin!
«Gracias, Merlín».
SeungMin casi se derrumbó en los brazos de HyunJin cuando lo atrapó, al mismo tiempo que Felix encantaba sobre la cabeza de ellos.
—¡Depulso!
El encantamiento golpeó una de las patas de la estantería y cayó de lado en cámara lenta, para entregar el tiempo suficiente en distraer a la gente de LiMa.
—¡¿Y JiSung?! —preguntó Felix.
—¡No sé!
El mejor plan que tuvieron fue correr hacia el final del pasillo hasta llegar al muro y rodearlo hasta alcanzar alguna puerta que les sirviera de ayuda, intercalando encantamientos de expulsión y las Merodeadoras hasta que fueron totalmente agotadas.
Como si fuera arte de magia, una puerta apareció en una de las carreras. Felix la abrió enseguida y los tres ingresaron para derrumbarse tan pronto como cerraron la puerta.
—Bien. —HyunJin ni siquiera chequeó la habitación, solo encendió la luz en la punta de su varita y la acercó a la pierna de SeungMin. —¿Qué demonios sucedió?
—Ni idea. JiSung alcanzó a entrar al dormitorio de los relojes, y a mí se me cayeron los estantes encima —contestó SeungMin—. Agh... ¡Ay!
—Oh, mierda —Felix susurró, también con su varita cerca de la pierna herida de SeungMin—. ¿Cómo te la sacamos?
—No la pueden sacar. Moriré desangrado —masculló. El estar tirado en el suelo hizo que de a poco sintiera la fatiga de la hemorragia—. Necesitamos..., necesitamos irnos.
—¡¿Y qué hay de JiSung?!
—Un- viejo dijo que vio a un muchacho irse con alguien —contó—. No creo que sea JiSung, y tampoco creo que... ¡Ah!
—Salgamos de acá —ordenó HyunJin—. Si JiSung llegó al otro dormitorio, saldrá de ahí. Debe estar en la sala redonda.
De a poco la luz que sostenían sus varitas ya no eran lo suficientemente fuertes como para ser iluminadas. En el centro del dormitorio, el gran estanque que vieron en la primera puerta estaba ahí, con objetos acuosos y viscosos flotando en el agua.
Temeroso, Felix se acercó junto a ellas y verlas a través del cristal. —¿Qué es eso?
—Ni idea. Aléjate de ahí —le dijo HyunJin—. Nada bueno debe de provenir de ahí.
Felix se giró hacia sus amigos, y su mandíbula decayó. Ni siquiera alcanzó a apuntar cuando el encantamiento le golpeó en el pecho.
—¡Expeliarmus!
Felix chocó con el vidrio del estanque y cayó al suelo momentáneamente noqueado, con el vidrio fracturado logrando que escaparan pequeños chorros de agua sobre él.
HyunJin soltó sin querer a SeungMin al girarse para lanzar maldiciones.
—¡Expeliarmus! ¡Desmaius!
—¡Glacius! —gritó Maisie O'Shell.
—¡Incendio! —contratacó SeungMin.
El choque del encantamiento de congelamiento y el hechizo de fuego genero una fuerte nubosidad en el dormitorio, el cual impidió la vista de las maldiciones que el otro grupo de cuatro lanzaba en dirección a ellos.
—¡Protego! —gritó HyunJin—. ¡¿Felix?! ¡Felix!
SeungMin y HyunJin intentaron moverse hacia él mientras se defendían y contratacaban a los brujos, pero las habilidades mágicas de los adultos estaba sobre cualquier nivel de los dos chicos.
Poco a poco Felix comenzó a reaccionar, empapado. Estaba confundido, y cubrió su cabeza ante los potenciales hechizo que pudiesen llegarle. Frustrado, apuntó con su varita hacia una de los hombres de LiMa.
—¡Anatíkula!
—¡Flipendo Tria! —gritó HyunJin.
SeungMin sabía que los tendrían rodeados, y de que debía de pensar en una manera sencilla en poder distraerlos. Cuando su espalda chocó con el vidrio del estanque, su sangre dibujada pareció llamar la atención de aquellas cosas viscosas que estaban en el interior, chocando con el cristal para poder ir hacia la sangre.
Lo viscoso no era un objeto propiamente tal, sino era un estanque cargado de cerebros humanos que parecieran tener vida propia en ese lugar. Sin pensar en por qué los tenían almacenados, apuntó con su varita a través del cristal.
—Wingardium Leviosa. —El encantamiento fue adherido a uno de los cerebros y SeungMin hizo su varita moverse sobre su cabeza. El cerebro salió del estanque y lo lanzó hacia la cara del político de LiMa.
Unas cintas que parecieron emanar imágenes holográficas se desprendieron del cerebro para atrapar la cabeza, el cuello, el torso y los brazos del político, aferrado como pulpo. SeungMin no tenía conocimiento de lo que pasaba al tacto, pero el grito de agonía que el político lanzó hizo que se le comprimiera su estómago antes de que HyunJin lanzara otra maldición hacia Maisie O'Shell.
—¡Rictusempra!
Maisie se agarró la barriga y comenzó a reír histéricamente, impidiéndola mantenerse de pie. La distracción hizo de que los tres chicos corrieran hacia la salida, pero el señor Harrington lanzó una maldición en el estanque de cerebros, fracturándola al instante.
En cuestión de segundos, toda la habitación estaba cubierta de agua y de cerebros buscando adherirse a alguna persona. HyunJin fue atrapado por una en su pierna mala, lo que le generó una fuerte corriente eléctrica de detención traumática.
—¡Sigue corriendo! —Felix lo jaló del brazo—. ¡Corre! ¡Corre!
Los tres muchachos salieron de la habitación hacia la sala circular, y dejarse caer en el pasillo.
—¡Fermaportus! —SeungMin gritó hacia la puerta para sellarla.
HyunJin gritaba de dolor en el suelo. Felix y SeungMin enseguida acudieron a él para poder desprenderle el cerebro, que poco a poco le hacía perder la movilidad de la pierna.
—¡Depulso! —gritaba Felix con desespero, con la varita apoyada en la pierna de HyunJin—. ¡Reducto!
—Dele- dente- ¡Ay! ¡Mierda! —SeungMin graznó de frustración—. ¡Deletrius!
Un encantamiento fantasmal emanó la varita de SeungMin para abrazar al cerebro con parsimonia, para poco a poco emanarse en el mismo hechizo. HyunJin lanzó un fuerte jadeo evitando colapsar en él mismo.
—¡Se fueron acá!
—¡Allá están!
—Carajo —jadeó Felix—. ¡Vamos!
Estaban totalmente desistidos y desesperanzados. Abrieron la puerta de una habitación con la esperanza de que les diera el vestíbulo, pero enseguida notaron el error cuando, tras cerrarlas a sus espaldas, rodaron por un par de metros en caída libre hasta el final de la fosa, a los pies de la gran tarima de piedra donde se encontraba su arco.
Los tres se quedaron ahí, tendidos. La caída había generado que la madera en el muslo de SeungMin perforara aun más, poco a poco dejando de sentir los dedos de sus pies y sucumbiendo a la pérdida de consciencia. HyunJin tenía espasmos en todo su cuerpo mientras buscaba alguna forma de poder recuperar el aire.
El único que logró ganarse de pie fue Felix, y se encaminó un poco hacia el llamativo arco mientras se aferraba al cuarzo en su pecho.
—No debemos de estar acá —dijo Felix.
—¿Me jodes? —HyunJin preguntó con sarcasmo, mientras sacaba la capa de invisibilidad de su bolsillo—, en cualquier momento los de LiMa estarán acá. Ten —le lanzó la capa a SeungMin—, para cuando vengan- te escondes en esto.
—No me esconderé... —divagó SeungMin, doblando la capa para guardarla dentro de su pantalón.
—¡Que te la pongas! —le gritó HyunJin—. ¡¿O acaso te gusta la idea de morir?! ¡Ya perdimos a JiSung!
—¡JiSung se fue!
—¡Y no sabemos en calidad de qué!
—¡Cállense! —les gritó Felix—. ¡Cierren la boca! ¡Tenemos que encontrar una salida de acá!
—¡Muertos tendremos una!
La puerta de la habitación fue abierta, y los tres contuvieron la respiración.
—Colócate la capa —HyunJin insistió una vez más con SeungMin.
Él lo ignoró, solo se apoyó en las rocas de la fosa para poder sostenerse, levantarse, y alzar su varita. —Cállate.
Se escucharon los pasos arriba de la fosa, con la risilla de la maldición de cosquillas aun flotando de la boca de Maisie O'Shell. Las pisadas eran fuertes, y aunque ninguno hablaba entre ellos, HyunJin, Felix y SeungMin sabían que estaban acabados.
—Vigila arriba, Choi —Maisie O'Shell ordenó a un hombre que aun quedaba arriba de la fosa, quien se mantuvo en la puerta de la habitación—. Bien..., ¿quién quiere empezar?
—¿De qué les sirve matarnos? —preguntó HyunJin—. ¿Qué tanto quieren defender acá? No les servimos de nada.
—Te contestas solo, cielo.
Eran ocho los políticos de LiMa quienes los rodeaban: Maisie; al señor Harrington; al reconocido padre de Jeon SoYeon visto en la pelea de Hogwarts; un hombre cuyo aspecto era símil al de Maisie: Marcel O'Shell, jefe del departamento de educación; y tres hombres políticos que debieron de haberse visto en algún momento.
Era impresionante, desde el punto de vista de SeungMin, porque la impresión de que políticos estaban ahí en ese instante con el fin de querer matar a tres adolescentes le generaba un juego de poder como sembrar el terror que tanta propaganda le hicieron.
SeungMin no podía ver en algún lugar del mundo aquella situación replicada.
Fue así, desistido, cuando vio a Maisie O'Shell alzar su varita hacia él, el cuerpo del político Choi volar desde la puerta hacia la fosa, con su espalda estrellándose en el arco de piedra y caer con un fuerte «crack» de su espalda.
—¡Desmaius!
El encantamiento rojo voló desde la puerta de la habitación por Saerom en dirección al jefe Marcel, quien logró esquivarlo apenas antes de que la gran piedra tras él estallara en escombros.
SaeJah también bajó con rapidez, con varita alzada y lanzando maldiciones hacia los políticos, mientras que, para sorpresa de ellos, el antiguo premio anual de la casa de Ravenclaw del ciclo anterior: Brian, bajaba con maldiciones atascadas en su garganta que reventaron el suelo donde el señor Jeon estaba apoyado.
Finalmente, desde un salto que dio desde la habitación, Erick llegó con ellos.
—Suban ahora —ordenó Erick a los tres chicos—. Háganlo y no salgan de ahí-
Una maldición chocó entre la cabeza de ellos, esquivándola. Saerom lanzó un encantamiento protector, y SaeJah se aproximó enseguida hacia SeungMin.
—Te atenderé arriba. Ve —ordenó ella, antes de mirar a Felix y a HyunJin—. ¡Salgan, ahora!
Brian peleaba con dos políticos a la vez, con Marcel incluido en ellos. Los otros dos políticos lanzaban encantamientos que Saerom se dedicaba a proteger con insistencia en encantamientos expansivos de «protego», mientras, Erick desafiaba a Maisie O'Shell con un duelo de varitas con maldiciones violetas.
Felix tomó a SeungMin para ayudarlo a escalar la fosa mientras que HyunJin los defendía con su varita. SaeJah se protegió de una maldición que el señor Harrington le lanzó, y se adentró en un duelo con él.
Una maldición golpeó a Saerom que la hizo volar hasta chocar con la pared amurallada, y HyunJin se aproximó enseguida frente a ella para evitar que una maldición de tortura le llegara, atacando al político.
—¡Depulso!
El político voló un par de metros y cayó rodando al suelo, pero el desconcierto fue lo suficiente como para que, desde junto al arco, el señor Choi le lanzara una maldición a HyunJin y cayera de cara al suelo.
SeungMin no pudo ver mucho. El intento de huida con Felix fue interferido por otro político mago que lo agarró desde el cuello y soltara su varita mientras encantaba a Felix para ser expulsado metros más allá y hacer explotar el suelo que estaba bajo sus pies. Asustado y sin saber qué hacer, paulatinamente perdiendo la consciencia por el ahogamiento, SeungMin se arrancó el pedazo de madera que tenía estancado en el muslo y se lo enterró en el ojo al político.
Cayó al suelo a bruces sobre él mientras el político berreaba como cerdo; con sus manos temblorosas y mente difusa, SeungMin se subió sobre él y comenzó a presionar sus manos sobre la madera para enterrar más a profundidad la madera.
—¡Protego!
El encantamiento protector chocó de lado de SeungMin para impedir la maldición asesina, otorgado por Brian. SeungMin hizo el amago de levantarse pero la perforación comenzó a botar mucha más sangre, lo que hizo que se desmayara en la zona de pelea.
HyunJin se levantó, desorientado. Sentía un particular ardor en una parte de su brazo derecho que no le generaba comprensión. Bajó su vista con lentitud y vio la prenda alrededor de su codo haber sido rasgada para, con una pequeña pústula de color verde y negra, comenzase a extenderse por su brazo con bruscos espasmos y pérdida de movilidad.
«Necrosis», pensó HyunJin, aterrado.
El hombre que lo encantó, el señor Choi, continuaba tendido en el suelo, paralizado de las piernas para abajo junto con el arco de piedra. HyunJin sentía como poco a poco su mano dejaba de funcionar, por lo que cambió la varita y se designó al ataque.
El señor Choi se arrastraba cerca del arco con poca movilidad, pero demasiado hábil con la varita. Tanto que HyunJin se sintió humillado por no poder acercarse a él más de lo debido. Los ataques del hombre eran demasiado sádicos y ofensivos como para que HyunJin diera un paso hacia adelante.
—¡HyunJin!
A su lado, Felix se le unió. Los brillos, encantamientos y maldiciones volaban cerca de sus cabezas por los otros duelos. Erick intentaba encadenar a Maisie O'Shell, quien reía de manera histérica, mientras que Saerom se incorporaba e intentaba hacer los encantamientos protectores a los peleadores a la par que noqueaba a los otros políticos. Brian iba con Marcel O'Shell y el señor Jeon al mismo tiempo, poco a poco lanzando gritos de desespero.
—¡Petrificus Totalus! —Felix gritó hacia el señor Choi.
Su varita cayó de sus manos, y todo su cuerpo quedó congelado. Fuera de lo ofensivo, Felix se giró para ir hacia SeungMin.
—¡Mamá! —gritó HyunJin—. ¡SeungMin necesita ayuda!
Corrió junto a ella y se adentró temerariamente al duelo que ella tenía con el señor Harrington. El hombre, con ojos inyectados de sangre, movía su varita con un látigo ensangrentado que generó diversos cortes profundos en SaeJah, pero ella lucía incapaz de fluctuar ante su debilidad.
—¡¿Dónde está?! —chilló SaeJah—. ¡Dime dónde está mi marido!
SaeJah era una sanadora, no una peleadora. El señor Harrington amarró su látigo en el brazo de ella y la atrajo hacia él, pero HyunJin se interpuso con sus brazos abiertos para recibir todo el golpe en el abdomen.
—¡HyunJin! —chilló SaeJah.
Erick encadenó a Maisie con cadenas de fuego antes de dejarla caer al otro lado de la fosa, y enseguida fue en ataque del señor Harrington. El hombre, sediento de sangre, se direccionó hacia Erick con el mismo látigo, modificando la sangre por púas verdes a la par que las risas de la maldición de Maisie O'Shell se transformaban en gritos despavoridos por el incendio.
—¡Me sé tus debilidades, hijo de puta! —gritó él.
HyunJin intentó componerse, pero todo su lado derecho poco a poco dejó de reaccionar. No se podía apoyar en el brazo, y su pierna estaba dejando de responder. La respiración se sentía mucho más pesada, y su vista se nublaba de a poco.
SaeJah ni siquiera tuvo tiempo para lanzar un encantamiento diagnóstico. Todo el lado derecho de HyunJin se estaba pudriendo.
—¡HyunJin!
—Levántame —pidió HyunJin, sintiendo una fuerte presión en su mandíbula—, Seung- SeungMin está...
Era la pérdida paulatina y en vida, con el ardor que le hacía detener sus pensamientos pero se esforzaba en querer continuar con ello. SaeJah, sus ojos bellos y claros, poco a poco se apagaron ante la convicción de HyunJin.
—Por favor —pidió HyunJin.
SaeJah no quería, pero no había tiempo para discutir. Tampoco para sanarlo.
SaeJah levantó a HyunJin desde su lado izquierdo, y lo dejó de pie para correr hacia SeungMin y atender su hemorragia, quien Felix sostenía el brote con ambas manos.
—¿HyunJin? —le llamó Felix al verlo caminar—. ¡¿HyunJin?!
Frente al arco de piedra, con el velo oscilando de un lado a otro, Erick y el señor Harrington luchaban a muerte. El látigo era interpuesto entre encantamientos y Erick hacía batir su capa para desorientar el golpe, como también entregaba la ausencia de su brazo para dar un falso deje de aferramiento.
El látigo se cambió para regresar a la varita, y la insistencia de rayos cortos en dirección a él generaba que Erick tropezara de espaldas varias veces mientras se protegía, con su cabello oleando en un intenso rojo que, paso que daba, se tornaba verde oliva. El cambio de color hizo al señor Harrington sonreír, con su boca cargada de sangre.
Erick lanzó una maldición cargada de rayos amarillos que golpearon cada extremidad del señor Harrington, pero el hombre, en la mitad del ataque, apuntó con su varita al pecho de Erick.
—Cen-
HyunJin abrazó al señor Harrington del torso para apartarlo de Erick, y sus pies se enredaron. La mano derecha de HyunJin cayó podrida frente al arco de piedra, y ambos atravesaron el velo hacia el otro lado.
HyunJin ni siquiera se había dado cuenta de que su mano se había desprendido; solo, mientras caía, podía ver a su madre no despegar sus ojos y concentración en tratar la hemorragia de SeungMin a la par escuchaba cómo el eco del grito de Felix se perdía en todas partes.
—¡¡¡HyunJin!!! ¡¡¡HyunJin!!!
Felix escaló con rapidez la tarima de piedra para ir hacia el arco, pero Erick lo agarró con su brazo y forzó a que se quedara ahí.
—¡HyunJin! —chilló Felix, y su cuerpo tembló por completo al ver la mano derecha de su amigo cerca del arco—. ¡¡¡HyunJin!!!
—No puedes hacer nada —Erick susurró.
—¡Pero está ahí! ¡Lo veo! ¡¡¡HyunJin!!!
Pareciera como si ambos estuviesen recostados en el suelo, abrazados y sin ninguna reacción. Felix no se daba cuenta que ellos no se veían por el otro lado del arco.
—No está, Felix —susurró Erick, forjando más su agarre en Felix para que no lo siguiera—. Se ha ido.
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La mente de JiSung estaba totalmente bloqueada. Todo su cuerpo se sacudía en compulsión de sus sollozos, lo que generaba mayor complicación de poder mantener sus manos en la barriga del lobo.
Intentó secarse las lágrimas para tener una mejor visión de donde presionaba, sin importar mancharse de sangre. Tomaba aire seguidamente antes de lanzar sollozos incontrolables y, desesperado, se terminó por recostar sobre el lobo.
—Lo siento, lo siento —sollozó, con su frente pegada en el pelaje negro—. En serio lo siento...
JiSung no sabía qué más hacer. Dumbledore estaba su lado, muerto, y prontamente lo estaría MinHo si es que no recibía ayuda. Daba igual, sentía JiSung, porque ya estaba lo suficientemente lejos de todo que, con el dolor que MinHo debía de sentir y no comprender en ese momento, lo mataría el veneno.
—No. No. No —JiSung volvió a secarse sus lágrimas e ir hacia su varita—. Haz la runa. Haz la runa.
Pero estaba demasiado colapsado. La mano dominante con su varita no podía quedarse quieta, y su cabeza no podía encontrar los recuerdos de las runas que Madame Pomfrey le enseñó para esa instancia. Intentó rehacer aquellas que sabía, aprendidas en Runas Antiguas, por Erick o el profesor Cohan, pero ninguna era lo suficiente poderosa como para drenar el veneno y sellarlo.
Cuando las respiraciones del lobo comenzaron a enlentecer, JiSung volvió a derrumbarse arriba de él.
—Lo siento. Lo siento. Lo siento tanto, MinHo. Perdón...
Un chapoteo escuchó detrás de él, y ya no le interesaba de quién se trataba. Si DeLuca regresaba para matarlo en ese momento, él estaría más que dispuesto.
No obstante, algo le llamó la atención. Al abrir con lentitud sus ojos, recostado sobre el lobo, divisó una gran figura acuática antropomorfa sobre la tierra. Viejo. Cabello violáceo. Familiar, para JiSung, antes de notar que era un Selkie del Lago Negro y se agachaba junto al cadáver de Dumbledore para tocar su cabello empapado de la sangre de la herida.
JiSung lanzó un sollozo, y el Selkie lo vio. Emitió un canto desde sus branquias, y un grupo de ellos salió del Lago Negro para caminar hacia ellos.
Cuando llegaron a ellos e intentaron tomar el lobo, JiSung lo abrazó con más fuerza. No sabía lo que harían, y no quería separarse de él, pero la visión tan calmada del anciano hacia él hizo que de a poco se separara del lomo. El lobo jadeaba con debilidad, y un pequeño aullido de dolor se escapó de su hocico cuando lo arrastraron desde las patas hacia el agua.
Con todo temor, JiSung pensó que lo ahogarían. Una forma mucho más humana y respetuosa de acabar con el sufrimiento. Sin embargo, cuando el lobo tocó el borde del Lago Negro, este comenzó a flotar, tal como el cuerpo de Dumbledore. Tarde captó en entender que lo llevarían de regreso a la escuela.
—Gracias... —moduló JiSung—, en serio..., gracias...
Pareciera ser una plancha de agua, y JiSung se encaminó hacia ella para también levitar. Estaba bastante cansado como para convertirse en otra cosa, bastante disperso como para concentrarse sin querer hacerse daño a él mismo. Se sentó junto al lobo y, acariciando su lomo, apoyó su varita en la herida e insistió con su arreglo.
Viajaron por el Lago Negro, con los Selkie bajo ellos llevando la plancha de agua. Poco a poco los árboles del Bosque Prohibido se disiparon para darle paso a las luces del castillo de Hogwarts, donde, al borde del Lago, mismo lugar donde los alumnos presenciaron la caída cuando usaron la Alfombra Voladora, se encontraba la profesora McGonagall y Madame Pomfrey en espera de ellos.
—¡¿Qué ha pasado, Han?! —preguntó la profesora McGonagall, asustada—. ¡¿Qué ha...?! Oh. ¡Oh!
La profesora McGonagall colocó una mano en su pecho y en su boca mientras intentaba apagar el grito de sorpresa y de horror; a su vez, Madame Pomfrey se acercaba con rapidez a la atención de los dos heridos cuando los Selkies los dejaron en la orilla.
JiSung miró hacia las criaturas. El anciano, supuso ser el líder, habló con la profesora McGonagall en un lenguaje que ellos solamente parecieran entender; giró su cabeza hacia los demás que estaban con su cabeza medianamente sumergida, esperando. JiSung reconoció a las dos sirenas que se había topado para la segunda prueba del Torneo, en febrero, y que JiSung les había sanado luego de que Victoria Krum los atacara.
—Gracias —les dijo a ellos, aunque no supiera si podía entenderle fuera del agua.
—¿Qué pasó? —preguntó Madame Pomfrey. Ella ni siquiera pudo dirigirse hacia Dumbledore porque el olor de la maldición asesina apestaba el aire.
—DeLuca... —murmuró JiSung—. Todo fue él...
Esperaba que le creyeran, porque JiSung podía tener alucinaciones de que no fue así y que fue él quien dañó a MinHo y asesinó a Dumbledore. Estaba tan atrofiado que ni siquiera podía sentir más cansancio de lo que ya estaba.
Chicos de la Línea Integradora que hacían la guardia nocturna en los jardines de la escuela se acercaron con rapidez hacia ellos, pasmados a mitad de camino por el cuerpo del profesor Dumbledore. Antes de que el pánico sucumbiera en todos, la profesora McGonagall ordenó llevar al gran lobo a la enfermería, mientras solicitaban que llamaran a Hagrid para llevar a Dumbledore.
JiSung estaba desorientado, sin saber dónde dirigirse. No podía ver el cuerpo de Dumbledore sin el hachazo de la culpa golpear su nuca, y estar con MinHo rectificaría su patetismo. Sin embargo, de su oído bueno pudo escuchar el murmullo de uno de los chicos de la Línea Integradora.
—... Hay que informar a Hana. Ella sabrá qué hacer.
Madame Pomfrey hizo levitar el cuerpo del lobo y el grupo dirigido hacia la enfermería lo custodió, dejando a JiSung a metros de distancia mientras que ella se dedicaba a drenar todo el veneno del cuerpo de MinHo. Sobre ellos se formó una gran nube espesa de la plata, tintada de gris, verde y rojo, el cual era expulsado por la boca y por la herida abierta.
Al llegar, fue dejado en el ala donde MinHo normalmente dormía, y Madame Pomfrey se dedicó a trabajar con él. JiSung tomó asiento en una de las camas y, si no fuera porque alguien carraspeó para llamar su atención, él no se daría cuenta del gran tajo que le cruzaba todas las costillas aun brotaba sangre.
—Hey. —JiSung no se dio cuenta que JungWoo llegó a su lado, con un botiquín símil al que tienen los muggles en casa. —Vamos a sanarte. Sácate la ropa.
JiSung hizo caso. Tomó desde los bordes inferiores su camiseta y el polerón de Hufflepuff, los pasó sobre su cabeza y los dejó caer al suelo. El fuerte ruido de un cristal llamó la atención de todos.
«No...»
Enseguida JiSung se hincó sobre sus prendas y revisó los bolsillos de su polerón. Ahí, aferrada a la vida, la profecía se mantenía intacta.
—¿Qué es eso? —preguntó JungWoo—, ¿una bola de cristal?
La puerta de la enfermería se abrió abruptamente, y la resonancia de los tacones de Hana iba direccionado con furia y velocidad hacia ellos. A su lado, una maga que portaba un hiyab y un gran canasto de madera pasó del ala de enfermería hacia donde MinHo se encontraba. JiSung, asustado, se levantó hacia ellas.
—¿Dónde van? —preguntó.
—No es asunto tuyo —espetó Hana.
JiSung las siguió hacia el otro lado, más aterrado que nunca.
—Poppy, muévete, por favor. Traje a una sanadora —informó Hana.
—Estoy haciendo mi trabajo —Madame Pomfrey contestó, terca.
—Se especializa en medicina licántropa. Deja que haga su trabajo —ordenó.
La Sanadora, sin espera de que Madame Pomfrey se apartara, sacó de su canasto de madera una infusión de pociones demasiado espesa. Sin preparación, le sacó la tapa y vertió todo el contenido espeso en el extenso tajo. El lobo aulló de dolor y se removió con brusquedad, golpeando con sus patas y colas a todo lo que se interponía.
—¡¿Qué le hace?! —preguntó JiSung, asustado.
La Sanadora lanzó un encantamiento de corte hacia la barriga de MinHo para desprenderle el cabello, y lanzó un encantamiento diagnóstico. A diferencia de los que JiSung conocía, este se denotaba con mucha profundidad y estructurado de una manera distinta; sin luces, pero con figuras geométricas de color mate con distintos colores y conexiones entre ellas.
Cuando JiSung vio a Madame Pomfrey bajar su guardia, JiSung pudo imitarla. Hana no apartaba los ojos del proceso de sanación de MinHo.
—Ven... —JungWoo tomó a JiSung del brazo—, vamos a sanarte.
Regresó al otra ala y se dejó sanar por JungWoo. Limpió sus heridas de la mugre y de la sangre seca, y vertió un poco de esencia de díctamo en un algodón para poder cicatrizar la herida. JiSung ya estaba tan acostumbrado a los rasguños del lobo que ni siquiera se movía de dolor.
Después de un extenso silencio, sanado y vestido de nuevo, jugó por un tramo con la profecía entre sus manos, con sus pensamientos viajando a una velocidad increíble de que en cualquier momento sus amigos llegarían a Hogwarts luego de la solicitud de Dumbledore.
Claro, si es que el patronus del fénix no se desvaneció a mitad de camino.
Veinte minutos después, el sonido de los tacones volvió a retumbar. Se detuvieron frente a JiSung, cerca de él, y JiSung tuvo que armarse de valor para poder dirigirle la mirada.
—Dumbledore murió —le informó JiSung, aunque no pareciera ser noticia nueva. No ha escuchado movimiento en Hogwarts desde que llegó—. ¿Cómo está MinHo?
—Bien —contestó Hana con rapidez—. Hay países que se especializan en la sanidad de licántropos, en especial cuando fueron envenenados por la plata.
—Te generaste ese contacto después de perder a tu amigo, ¿no? —preguntó—. ¿Lucas?
Tomó la ausencia de respuesta como un acierto. JiSung no la culpaba. Él haría lo mismo.
—¿Qué hiciste? —cuestionó Hana enseguida.
—Fuimos a buscar la profecía al Departamento de Misterios, esa que dice que deberé de matar o morir en un duelo con DeLuca, de esa forma acabará la guerra —informó, mientras mostraba la profecía—. Nos atrapó al gente de LiMa, y huimos. Nos separamos. Me topé con DeLuca y terminamos en el Bosque Prohibido- no sé cómo. Creo que quiso llevarme a otra parte y no lo dejé. Después..., apareció MinHo. Y luego Dumbledore.
—¿No pudiste matar a DeLuca?
JiSung negó. —MinHo iba a matarlo, pero no podía dejar que- él no lo soportaría.
—¿DeLuca?
—MinHo.
—¿No dejaste que el lobo acabara con DeLuca porque creíste que se sentiría mal?
JiSung no podía encontrar la ridiculez en la pregunta. Era exactamente ese su problema. No podía dejar que MinHo matara a DeLuca porque él después nunca se lo perdonaría. Y JiSung no pudo matar a DeLuca porque..., porque...
Porque era un cobarde.
Hana bufó un profundo suspiro por su nariz, y pasó una mano por su calva. Pareció estar aguantando las ganas de querer gritar o abofetearle, en especial cuando de apoco los sollozos en la escuela comenzaron a ahondar. Madame Pomfrey reventó en llanto desde el otro lado, y los antiguos alumnos de la Línea Integradora se vieron desplomados.
¿Qué sucedía ahora que Dumbledore estaba muerto? Aquel hombre que no podía tomar bandos, y aun así trabajó en la protección de sus alumnos. Mientras él estuviera vivo, todas las personas en Hogwarts estarían seguras.
Y ahora...
—¿Murieron? —JiSung preguntó de nuevo, aludiendo a sus amigos.
—Un escuadrón de rescate salió enseguida tan pronto como llegó el mensaje de Dumbledore —informó.
JiSung le tendió la profecía a Hana. —Puedes echarle un vistazo y-
—Y nada. Yo no puedo ver profecías.
«Mierda, no tuve que haberlos dejado. No tuve que haberme distraído». SeungMin había quedado bajo los escombros, y Felix con HyunJin quedaron perdidos en alguna parte de la sala de profecías. Le fue inevitable no taparse el rostro con un nuevo sollozo estancado en su garganta.
—No llores —le dijo Hana—. No puedes hacerlo.
—Quería buscar una forma de acabar con la guerra.
—Y la encontraste. ¿Cómo se supone que funcionó tu profecía?
—Debo someterme a un duelo con DeLuca, sino, ninguno morirá.
—Suerte que yo siempre fui escéptica.
De forma abrupta, la puerta de la enfermería fue abierta con violencia. Alastor Moody entró con su pata de palo y bastón, con su rostro pálido ante la pérdida y bastante serio, cargando una radio bajo su brazo. Al llegar hacia Hana, le entregó un micrófono en forma de pera que JiSung había visto en las películas militares usarlos.
—¿Qué pasa?
—Escucha.
Alastor volvió a sintonizar la radio, esta vez con la estática que dejaba grandes brotes de vacío entre palabra y palabra. JiSung se incomodó ante el ruido sin sentido, para luego escuchar las claras palabras de Hans DeLuca a distancia.
—¿Hana? ¿Hana Han? ¿Me escucha?
—Lo escucho, Hans DeLuca —habló ella al micrófono—. ¿Qué quiere?
—Un gran aprecio que me regrese el llamado, considerando de que ha desviado todos mis medios por querer contactarme con usted-
—¡¿Qué quiere?! —espetó entre dientes.
—Al muchacho —contestó, corto.
Los ojos de Hana pincharon el pecho de JiSung con intensidad, y un montón de decisiones pasaron a través de su mirada que JiSung ni siquiera pudo pensar en alguna respuesta cuando Hana volvió a hablar.
—¿Por qué? —cuestionó—. ¿Hizo algo que te hicieras obsesionarte con él?
—Señorita Hana, con el muchacho tenemos un conflicto de interés que debemos de solventar en este instante. Soy consciente de que estos no son de los mejores medios para poder hacer tratos o vínculos mágicos, pero, como Ministro, acredito la amnistía general de sus crímenes, señorita Hana, junto con los de su esposo.
Hana esbozó una sonrisa divertida ante eso. —¿Amnistía? Vaya, pareciera que quiere resumir el legado de Omerus Lee, señor DeLuca. Incluso él fue más convincente.
—Me lo ha comentado, sí. Dijo que estuvo muy tentada la última vez que le propusieron la amnistía.
—Y tal como aquella vez, no resultó —su mandíbula se tensó y sus palabras se escupieron entre sus dientes—. Si quiere al muchacho, vendrá por él. Lo espero antes del amanecer.
—Señorita Hana, el muchacho se encuentra en Hogwarts. Ahora que el director ha fallecido, lamento informar que los medios de ingreso no serán para nada amigables.
—Hágalo —desafió—, porque yo también lo estoy esperando.
Y cortó la comunicación.
—No tengo idea de lo que quieres hacer —dijo Moody a Hana.
—¡¿Estás loca?! —chilló JiSung, y al notar que nadie más pareciera desacostumbrado a la idea de Hana, más se frustró—. ¡¿No piensas?! ¡¿Qué mierda acabas de hacer?!
—Terminar con lo que tú no pudiste hacer —decretó ella—, y matándolo acabará la guerra.
—No. ¡No puedes traer a DeLuca acá! —gritó—. ¡Traerá a su gente! ¡Y a los aurores! ¡Nos matarán a todos!
Ella sacó bajo la manga de su túnica su varita, parecida a la que JiSung tenía, y, con un movimiento en su cabeza, encantó:
—¡Expecto Patronus!
JiSung contuvo la respiración al ver dos tigres platinados escapar de la punta de su varita. Saltaron sobre todos los presentes, quienes quedaron parcialmente encantados, y ambos se ganaron frente a Hana en la espera de órdenes.
— Señorita McGonagall, requeriré la evacuación de todos los alumnos de Hogwarts menores de edad en este instante. DeLuca vendrá, y hay que preparar el castillo para el ataque.
El tigre se largó de la enfermería a la par que los demás chicos de Línea Integradora se levantaban para ir hacia ella. JiSung, reacio, tomó a Hana del brazo cuando notó que ella no le prestaría atención.
—Nos van a matar. Llegarán en cualquier momento. Matarán a alumnos y a profesores. No puedes hacer esto —pidió JiSung—. Por favor, Hana, no puedes-
—Tú no puedes ni ser consciente de la cantidad de tiempo que hemos estado en guerra, JiSung —Hana se zafó del brazo—. Esto no se trata de lo que se puede o no hacer. Es del deber, y el deber que tú tuviste no lo respetaste. Debías de matarlo.
—Lo sé y-
—¡Debías de matarlo! —le gritó—. ¡Era tu único deber, y no lo hiciste! ¡DeLuca viene en búsqueda de ti, y acabará con cualquier mago, muggle y criatura hasta llegar hacia ti! ¡Y yo me pondré en medio!
—¿Moody? ¡¿Moody?! —JiSung miró al auror, desesperado—. ¡¿Te parece esto lógico?! ¡Dumbledore acaba de morir! —y se dirigió a Hana—. ¡¿No te basta la cantidad de personas que has perdido?! ¡¿Quieres hacer una guerra en una escuela?! ¡¿Con inocentes?!
—Si DeLuca cumple su palabra de llegar antes del amanecer, esto acabará más rápido —decretó Hana.
Solo fue una fracción de segundos para que JiSung entendiera el plan de Hana. Su cabello, blanco, ondeó con intensidad al igual que las uñas de sus manos.
—No —negó JiSung enseguida—. No lo volverás a hacer. ¡No te llevarás a MinHo!
—Ese lobo es una de las pocas oportunidades que tendremos para matarlo —apuntó Hana—. ¡Debiste haber acabado con él cuando tuviste la oportunidad! ¡Debiste de haberme contado todo lo que pasó cuando te lo pedí!
—¡No harás que MinHo mate a DeLuca!
—He tomado la decisión, JiSung. Es momento de que aprendas a perder seres queridos.
—¡No! —rugió—. ¡No has tomado nada que venga de él! ¡MinHo es mío!
—Por la- deja de dramatizaciones, por favor —pidió Hana—. Moody, llévatelo a los calabozos.
Cuando Alastor tomó a JiSung del brazo, él se zafó con rapidez y sacó su varita para apuntar a Hana.
—¡Ni de joda, mujer! —gritó JiSung—. ¡No te lo vas a llevar! ¡Expeliar-
—¡Desmaius!
La luz roja chocó justo detrás de su cabeza por parte de Alastor, y JiSung cayó al suelo.
Para cuando despertó JiSung no supo medir el tiempo que pasó. Su cabeza palpitaba con dolencia, al igual que el proceso de cicatrización de su herida en las costillas. El potente llanto de Fénix a las afueras del castillo hacía que su cabeza se sintiera lo más cercano a querer explotar.
Estaba tendido en el suelo del calabozo de Hogwarts, aquel que Salazar Slytherin usaba para los traidores de sangre que transgredían su voluntad de ingresar a su sala común en las primeras décadas que construyeron el castillo. No era usado desde hace varios siglos, y varios años atrás se prohibió el paso ya que los alumnos que iban a jugar tendían a saltarse las clases o a hacer otras cosas más indecorosas.
Ni siquiera el pensamiento le causó gracia. Pasó una mano por su cara para sacarse la sangre seca de sus mejillas antes de lanzar un potente rugido de frustración.
Primero, se tanteó los bolsillos: nada. No estaba su varita, ni la profecía, ni las Merodeadoras. Los bolsillos estaban vacíos, y su cabello seguía intacto, lo cual era un punto a favor.
Luego, fue hacia la reja. Intentó forjarla para saber si había algún tipo de esperanza, y al notar lo grueso que era el distanciamiento de los fierros, intentó transformarse en algo más pequeño para atravesarlo.
Nada.
«¿Qué?»
De nuevo, se concentró como aquellas veces que entrenó con Callaghan. Intentó encogerse, pero no había rastros de que su cuerpo quisiera hacerlo.
Un animal pequeño. Un animal grande. Otra persona. Nada. El calabozo de Hogwarts lo hacía ser lo que en su momento fue su sueño y ahora era su pesadilla:
Sin varita y sin metamorfomagia, solo era un humano corriente.
—¡¡¡Hana!!! —gritó JiSung—. ¡¡¡Sácame de acá!!!
Golpeó con sus nudillos el fierro para emitir ruido, pero el calabozo solo hacía eco de sus llamados.
La impotencia, al no poder manifestarla con su pelo, se sintió peor. Mucho peor. JiSung no sabía cómo podía sobrevivir las personas al contener emociones porque JiSung sentía que haría combustión de la rabia.
Sus amigos debían de estar presuntamente muertos en alguna parte, si es que no los rescataron a tiempo. JiSung debió de quedarse con ellos y no separarse- independiente de que juntos fuesen un blanco más fácil. Si el no se hubiese peleado con DeLuca, no estaría ahí.
Dumbledore no habría muerto por su culpa.
—¡Cállate ya! —se gritó a su cabeza.
La culpa era desesperante, y sus dedos se dirigieron hacia sus brazos para poder rascarse. Lanzó maldiciones a viva voz y empujó con sus hombros la puerta del calabozo para que cediera, pero no lo hizo.
JiSung finalmente se dejó caer al suelo. Hana en ese instante, dependiendo del tiempo que estuvo inconsciente, ya habría colocado a MinHo frente a toda la armada, encantado por tal vez la maldición «Imperius» para repetir aquella misión que intentó llevar a cabo con asesinar a Omerus e, irónicamente, mordieron a MinHo. Hana reclutó a MinHo a sabiendas que siempre tendría esa arma.
—¡¡¡Sáquenme de acá!!! —gritó—. ¡¡¡Hana!!! ¡¡¡Hana!!!
Todo. Todo perdido. Todo por su culpa. Chan, Callaghan, Margarita, Mina. Dumbledore. Todo por su culpa, y ahora habría más muertes bajo sus manos. Solo porque no pudo matar a DeLuca. Solo porque no pudo...
Una luz emergió entre la escuridad, y JiSung se aproximó hacia la reja- aunque se apartó enseguida. ¿Qué pasaba si ya invadieron la escuela y ahora venían a matarlo? ¿Toda la gente de la superficie estaba muerta? ¿Y qué tal sí...?
—Alohomora.
La luz lo cegó por un instante, hasta que sus ojos pudieron acostumbrarse. El rostro de alivio del profesor Cohan al ver a JiSung hizo de que sus rodillas debilitaran por un largo instante.
—Co-Cohan... —tartamudeó JiSung—, ¿por qué-
—Me llegó el rumor. No te vi con tu clan cuando me los topé en el Gran Comedor —intentó bromear él, aunque su rostro estaba pálido—. ¿Por qué-
—¡¿DeLuca aun no llega?! ¡¿Aun no ha comenzado la guerra?! ¡Debo ir-
—Te mandarán acá de nuevo si es que te ven. Hana fue demasiado explícita con detenerte si es que alguien te veía —decretó Cohan con seriedad—, así que- sígueme. Vamos a mi despacho.
[1] ni siquiera puedo decir algo al respecto porque estoy igual de damnificada que ustedes, aunque no lo crean. Gracias por leerme.
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