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54. La filosofía de la magia

Guía de colores de Han JiSung:

Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado. Índigo: celos nacidos específicamente por culpa de Seo SooJin.

Capítulo 54

La filosofía de la magia

Tw- autoflagelación

"Soy un barítono que se cree tenor.

Un tenor de cara a la galería que no acepta que es barítono. Un hombre pequeño interpretando canciones gigantescas."

Surrender: 40 canciones, una historia. Bono

"¿Fuiste tú el que cambió? ¿O fui yo el que cambió?

Honestamente, te extraño, pero me olvidé de tu rostro porque duele menos que odiarte."

Spring Days; BTS.

━━━━━★. *・。゚✧⁺

La bruma del torbellino cargada de agobio cayó de nuevo en el césped húmedo y humeante, en una desesperante carga de querer aferrarse algo y de sentir que sus pies estaban puestos en la tierra. En su mente continuaba la fatiga del vuelo, y su cuerpo, tenso y adolorido, era incapaz de recomponerse en sí mismo. Un fuerte sentimiento de ceder hacia la oscuridad le consumía por dentro.

Estaba desorientado, y demasiado asustado como para abrir los ojos. Su mano adolorida, de huesos fracturados, se aferraban a la camiseta de Chan con intenciones de no querer soltarlo en ese tormentoso viaje que era el paso de la luz a la oscuridad. Los huesos de sus dedos dolían, y la inadecuación de sus propios huesos eran reconocibles.

Escuchaba gritos que JiSung no podía discriminar si eran de otra parte que no fuera de su mente. Pisadas, alaridos, música, olores diversos y órdenes de alejamiento. Todo era tan confuso, tal como cuando fue rescatado en la casa de los Yeh.

Con su frente pegada en el césped, y su mano mala aun aferrada a Chan, JiSung quiso ser comido por completo.

—¡JiSung!, ¡JiSung!

Unas manos intentaron desprenderlo de Chan, pero JiSung no cedió. Soltó la asa de la copa y se aferró con más fuerza a él.

«No. No».

Las mismas manos lo jalaron de la camiseta chamuscada, y lo sostuvieron de los hombros.

—JiSung —las manos de Albus Dumbledore lo tomaron de las mejillas y presionó con fuerza—. JiSung, ¿qué fue-

—Oh, no —se escuchó el grito de horror de fondo—. ¡Está muerto! ¡El muchacho está muerto!

JiSung no quería abrir los ojos, porque los gritos de pronto se tornaron como los de sus propias pesadillas. El calor inmenso que se destiló, cargada de la desesperación, con enunciados de muerte eran los fantasmas del calor de la explosión de la casa Hwang, donde la Parca lo había agarrado de distintas partes para llevarse a JiSung con él, para solo dejar los rastros de sus dedos en las costillas.

«¡Está muerto!», «¡No, Chan!», «¡Chan está muerto!» de a poco los gritos comenzaron a formar palabras y crear sentido en la mente de JiSung.

Forzoso, JiSung abrió los ojos. Aun con la mirada penetrante de Dumbledore sobre él, sus pupilas bajaron hacia sus brazos aferrados, a los ojos abiertos y a la palidez de Chan recostado en el césped.

Cargado en su dolor, JiSung sollozó.

—Fue DeLuca. Él lo sabe. Él lo supo desde el inicio. Él lo..., ah...

La camiseta de Chan comenzó a ser tintada por la sangre de las heridas de JiSung, junto con el hueso roto exteriorizado que tintaba desde el centro de su estómago como un gran tinte en el agua. Todo el cuerpo de JiSung temblaba con terror, y la necesidad de sacudirlo se posó en sus manos para despertarlo.

Porque Chan debía de despertar. Él tenía que despertar. Ambos tomaron la Copa al mismo tiempo. Ambos ganaron el Torneo.

—¡Chan! ¡Chan!

Como un regreso a la realidad, JiSung separó su mirada hacia los pies de las gradas. Recién captó que había caído a los pies de todos, junto al alto seto que formaba el laberinto. Todos eran capaz de verlo como un espectáculo de horror, que destrozó el tiempo y el espacio de la euforia para hacerlo pasar al desconcierto y, finalmente, al llanto.

Los padres de Chan y Hannah bajaban con rapidez las gradas, pero Lucas ya había llegado hacia la cancha. La profesora McGonagall y el profesor Slughorn fracasaron en atraparlo, y con su rostro pálido, se derrumbó cerca de la cabeza de Chan.

—¡Chan! ¡Channie! —gritaba Lucas entre llantos—. ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Qué te pasa?!

Los ojos abiertos eran la puerta de la esperanza, y era doloroso que estos no se movieran para dirigirse hacia Lucas. JiSung también lo esperó: la respuesta, el movimiento, el gemido de dolor. Esperó tantas cosas en una fracción de segundo que su cuerpo cedió a la decepción.

Dumbledore soltó a JiSung y se dirigió hacia Lucas al mismo tiempo en que la familia Bang llegaba hacia ellos. La maldición de color verde pasó frente a sus ojos.

—... JiSung.

JiSung se giró, asustado. HyunSan lo tomó del hombro izquierdo para que lo escuchara, y lo alzó con suavidad.

—Ven.

—No —espetó entre dientes—. ¡No me...!

El llanto desgarrador de los padres de Chan era callado por los gritos desesperados de Lucas exigiéndole que se despertara, mientras que Hannah Bang, incapaz de acercarse, se tapaba el rostro a metros de ellos y sollozaba a viva voz totalmente aterrorizada.

HyunSan lo apartó con fuerza, y JiSung tropezó con él para ser abrazado. Entre sus brazos su cuerpo temblaba por completo.

—Hay que atender tus heridas —dijo HyunSan—, debemos ir con Poppy-

—Era un traslador —susurró JiSung. Poco a poco los estudiantes llegaban a la cancha con gritos ahogados, jadeos de sorpresa y llanto—. Nos llevó con DeLuca. Nos llevó con él.

La cantidad de gente que apareció era abrumadora, en especial cuando comenzaron a acercarse a JiSung. HyunSan solo pudo ganarlo protectoramente en su espalda, ante los atajos de la prensa y de los cuestionamientos.

La desorientación que recibió JiSung le hacía incapaz de tener sus pies en la tierra, sintiendo que en cualquier momento el suelo desaparecería. Hogwarts se derrumbaría en ese instante sobre él y JiSung no tenía la seguridad de caer en cualquier parte.

Alguien lo jaló de la mano: Madame Pomfrey. Su palidez mezclaba con su conjunto de médica, pero lo jalaba de regreso al castillo bajo las miradas adversas del público. Antes de que JiSung pudiese irse a negro con su mente, el llanto de Lucas lo acompañó por todo el trayecto.

Regresó en sí cuando estuvo sentado en una de las camas de la enfermería, el ala que utilizaban para sanar a MinHo. Madame Pomfrey tuvo que lanzar el encantamiento diagnóstico sobre él varias veces porque las escamas de dragón hacían rebotar el encantamiento. Cuando la gran nube con los cúmulos brillantes apareció, varias zonas se encontraban envenenadas.

—Oh, Merlín... —soltó Madame Pomfrey, y se dirigió hacia HyunSan—, ve por un balde. Ahora.

JiSung no comprendió la solicitud hasta que HyunSan posicionó un balde entre sus rodillas y vomitó todo lo que comió en el día ahí, con espasmos de las arcadas que forjaban a querer seguir vomitando. HyunSan acarició su espalda.

—Saca toda la maldición —alentó HyunSan—. Vomita todo.

JiSung se aferró al cubo con sus manos temblorosas, y se quedó un instante ahí. Ni siquiera era capaz de razonar que lo del interior era su vomito, porque parecía ser un extracto de él mismo que perdió en ese instante.

La puerta de la enfermería fue abierta y cerrada con rapidez, y el paso veloz de Erick para dirigirse hacia JiSung generó una alza en las defensas de JiSung.

—Te necesitan afuera —Erick le informó a HyunSan—. La prensa, los padres, Dumbledore, todos. Carajo. —Erick se pasó su mano por su cabello, impresionado. —Alguien debe de estar con los padres mientras se traslada el cuerpo.

—Enseguida —asintió HyunSan, y se dirigió a JiSung—. SaeJah vendrá, ¿está bien? Yo también regresaré. Duerme. ¿Poppy?

—Termino de tratar su maldición y le daré una poción —informó ella—. Si JiSung requiere de tratamiento muggle-

—Autorizo todo, Poppy.

JiSung aun tenía sus ojos en el vómito, y una arcada se escapó de nuevo. La puerta de la enfermería se cerró a la par que Erick sacaba su varita y, con un encantamiento no verbal, limpiaba el cubo. El seguimiento de la varita de Erick lo llevó a que notara que sus manos también tenían escamas de dragón, y aunque la derecha tenía dedos torcidos en formas dolorosas, aun continuaban con las escamas.

Con su mano buena fue hacia la derecha y comenzó a desprender las escamas de dragón. Era doloroso, como arrancarse la piel, y bajo de ella quedaba expuesta las siguientes capas tintadas con el rojo de la carne.

—No, no —Erick le tomó de la mano—. No lo hagas. No te saques las escamas.

—Déjame —masculló JiSung—. No las quiero. No las quiero.

Era difícil pelear con un hombre con un solo brazo, quien Erick insistía en tomar su mano izquierda para que dejara de arrancarse su piel. JiSung, con la frustración y enojo en su propio cuello, soltó el cubo y alzó su mano derecha hacia su boca para arrancársela con los dientes.

—¡Detente! —ordenó Erick—. ¡JiSung!

—¡No las quiero! —JiSung le gritó en la cara—. ¡No quiero escamas! ¡No quiero cabello! ¡No quiero nada! ¡Nada! ¡No quiero ser un metamorfomago!

Enfurecido, JiSung aleteó para que Erick se apartara con él con fuerza. Madame Pomfrey dio un par de pasos en retroceso cuando JiSung pateó con fuerza la mesa de noche junto a la cama y lanzaba con rabia la almohada.

—¡¡¡Estoy cansado!!! ¡¡¡Ya no quiero seguir!!! —rugió—. ¡¿Por qué no me pueden matar?! ¡¿Por qué no me puedo morir?! ¡Ya no quiero seguir con todo esto! ¡Solo quiero morir!

Erick intentó tomarlo, y JiSung volvió a abofetearlo para que lo soltara.

—¡Me tuvieron que matar a mí! ¡El muerto era yo! —le gritó a Erick, como si él fuese el canalizador de toda la rabia que JiSung sentía en ese instante. Como si Erick fuera el real enemigo—. ¡No pudieron matarme, y Omerus Lee mató a Chan! ¡Mataron a Chan! —bramó de nuevo, esta vez con una repetición en su cabeza que lo dejó petrificado—. Mataron a Chan, mataron a Chan, mataron a Chan...

Con lentitud, JiSung regresó hacia la cama y se recostó. Apoyó su frente en el colchón con fuerza, con intenciones de ahogarse a él mismo, mientras con sus rodillas flectadas presionaba y presionaba en la cama.

Mataron a Chan.

Mataron a Chan.

Mataron a Chan.

Kang Mina.

Kang Mina.

Kang Mina.

Margarita.

Margarita.

Margarita.

Cabeza desollada.

Cabeza desollada.

Cabeza desollada.

Chan. Mina. Margarita. Cabeza desollada.

Chan. Mina. Margarita. Cabeza desollada.

Desesperado, JiSung se tomó de su cabello y comenzó a jalarlo. No quería seguir ahí. No quería continuar.

No era justo. Nada de eso lo era. El encantamiento golpeó su espalda y las escamas lo mantuvieron vivo. ¿Cómo osaba DeLuca a decir que la desviación de las criaturas los hacía más fuertes, cuando para JiSung solo conoció el castigo? Desde la ignorancia ese idiota hablaba, porque ahora JiSung solo deseaba ser arrancado vivo para poder desaparecer.

¿Por qué, si es que estaba escrito, Chan tuvo que morir? ¿Qué involucraba a Chan en todo esto? JiSung no tuvo que ceder a la petición en el laberinto. Él tuvo que haber agarrado la copa antes y desaparecer de todo esto, para terminar muerto en dicha habitación con suelo de madera.

JiSung tuvo que morir. JiSung debía morir, y la simpleza de la muerte y tenerla a su lado le hizo darse cuenta de qué tan fácil era matar.

Y él no lo logró.

Finalmente, su cuerpo sucumbió ante la suavidad del colchón. El tacto de la mano de Erick sobre su cabello hizo de que se derrumbara de lado, convulsionando en sollozos.

—Mataron a Chan, Erick. Mataron a Chan...

Aquel que fue su único amigo, consuelo y compañía cuando Leela lo echó de la casa, siendo su aliado en todas las vacaciones de verano donde JiSung rogó en el Caldero Chorreante para poder vivir en algún lugar. Chan lo acompañó, fueron el soporte del otro y, luego, por su orgullo, se alejó a ser el mismo carismático e insufrible líder de Gryffindor que siempre lo caracterizó.

Se incorporó en la cama, tembloroso, y Madame Pomfrey continuó con la sanación de cruciatus en silencio. Erick se sentó a su lado en la cama, aun callado y con su mano en el cabello azulado de JiSung. Incapaz de decir algo más o de forjar su pensamiento en otra dirección que no fuera en el cuerpo de Chan siendo atacado por la maldición asesina, apoyó su frente en el pecho de Erick, y se aferró con él como si la pesadilla volvería a hacerse real si es que lo soltaba.

Fuera de la enfermería, MinHo bramaba hacia la profesora Sprout para que lo dejara entrar, mientras que SeungMin, HyunJin, Felix y Yeji se mantenían aun incapacitados de pronunciar una palabra.

Cuando la profesora Sprout pedía a MinHo que se callara, se escuchaba el eco desde los pasillos aun los gritos y llantos. Los fantasmas lucían bastante horrorizados, y los cuadros pasaban el rumor entre miembros hasta llegar a los próximos de la enfermería.

—Profesora Sprout —MinHo volvió a vociferar, enfurecido—, no nos puede dejar acá afuera-

—Necesita descansar —la profesora Sprout respondió con toda la paciencia que siempre la caracterizó, impasible de la ira de MinHo—. Dumbledore hablará con él, y, después, podrán verlo.

—¡No me va a retener acá como para no-

—MinHo.

SeungMin tomó a MinHo del brazo cuando la voz de MinJu lo llamó desde el fondo del pasillo, indefensa, débil y como una niña que luchaba consigo misma para mantener la compostura.

Junto a ella, con su mano aferrada protectoramente en su hombro, JungWoo miraba con seriedad hacia el grupo. MinJu ahogó un sollozo.

—Debemos ir... con la familia —dijo ella.

MinHo bajó sus hombros abruptamente, como si aquello fuera algo que no lo había pensado. Su novio estaba al otro lado de la enfermería, pero Chan había muerto.

«Oh, Merlín...»

El agarre de SeungMin se suavizó.

—Vamos —alentó SeungMin—. JiSung va a descansar.

—P... pero está solo...

—Está bien acompañado —contestó la profesora Sprout—, así que, si lo desean...

Yeji se retiró para ir con sus amigas en ese instante, igualmente debilitada. Nadine Delagé había resultado gravemente herida en el torneo por Victoria Krum, y era atendida en el carruaje cerca del Bosque Prohibido.

Un miedo terrible se posó en la columna de MinHo ante cada paso que daba y seguía a MinJu hacia un aula vacía en la escuela. El silencio ni siquiera se rompía por los tacones de aguja de la chica y los sollozos que se escapaban por su nariz. JungWoo, a su lado, contenía la respiración y jadeaba por la velocidad del paso, uno que MinHo se sentía incapaz de seguir porque la luna llena sería en dos días más.

Fuera del aula, varios estudiantes eran contenidos por los maestros para que no ingresaran o solamente para contención emocional. MinHo notó que Cohan estaba ahí con un par de chicos.

—Sáquenlos —ordenó Cohan.

MinJu forjó su autoridad y ordenó al resto de los estudiantes que se largaran del pasillo. Algunos discutían, más cercanos a Chan, mientras que otros solo hacían caso en silencio. Cerca del muro, hincado, ChangBin consolaba a JeongIn.

MinHo no quería sentir la bruma emocional que estaba al interior del aula, pero el contagio era demasiado que los olores de desesperación y de duelo lo mantenían en un estado de alerta que hacía que su propio corazón le fuese complicado latir.

MinHo se acercó a JeongIn y ChangBin, y se hincó frente a ellos.

—Lo ideal es que la familia no los vea..., y ustedes tampoco a él —explicó MinHo, con voz quedada, mientras colocaba su mano en el hombro de JeongIn.

El chico lloraba, harto. Se limpiaba sus mocos con la manga de su camiseta y bufaba la propia lástima. ChangBin se mantenía a su lado, con su brazo rodeándolo. No lloraba, pero MinHo lo conocía como para notar que estaba al borde de hacerlo.

MinHo también quería llorar.

La profesora McGonagall y el profesor Dumbledore continuó con la familia de Chan, junto con el cuerpo del chico sobre una mesa. Pareciera que el tiempo era lo que desembocaba las decisiones que se tomarían a continuación: ¿qué hacer con él?, ¿cómo llevarlo?, ¿alguno de ellos confiaba en quien podría tenerlo para poder trasladarlo?

MinHo no sabía; la mayoría de los padres no esperaban tener un plan de acción para enfrentar la muerte de un hijo. La causa de muerte también estaba en la nube de la duda, y presuntamente los periodistas que llegaron a cubrir la última prueba bombardeaban a HyunSan con preguntas de por qué un chico resultó muerto, de cómo logró pasar aquello.

¿De qué demonios fue la prueba? ¿Qué pudo acabar con Chan de una forma tan fácil? ¿Qué respuesta les dieron a sus padres?

La puerta del aula fue abierta, y el corazón de MinHo se trizó al ver el cuerpo de Chan sobre la mesa. Su padre estaba en una silla al lado, con sus manos en el brazo de Chan mientras que su madre solo sollozaba de pie; Hannah aun era incapaz de verlo de cerca, abrazada a Lucas con su rostro bañado en lágrimas. El profesor Dumbledore salió enseguida del aula y cerró la puerta antes de que MinHo viera más.

—A causa de la distancia, los padres han accedido la despedidas de algunos de los amigos de Chan antes de llevarlo a Londres —informó Dumbledore—, para que corran la voz y vengan a despedirse.

—Iré por los chicos —informó JungWoo, y se fue.

MinHo sintió la mano de MinJu con la de él, abrazado en sus manos por el calor del anillo de la chica como un recuerdo latente que la vida tenía que seguir. Inseguro, MinHo se giró hacia JeongIn.

—Ve primero.

No quisieron entrar de a grupo porque MinHo consideraba aquello como descortés, y el grupo pasó uno por uno a despedirse de Chan. Para cuando JeongIn salió, fue recibido por Yuna y BeomGyu, derrumbándose emocionalmente en ellos. ChangBin salió en una visita lacónica, incapaz de continuar en la habitación porque su estómago se revolvía de forma asquerosa. MinHo podía entenderlo por completo.

Luego, HyunJin, SeungMin y Felix ingresaron juntos, casi como una obviedad. MinHo ni siquiera podía verlos actuar separados en esta instancia, y con el desgaste emocional de ellos MinHo se preguntó cómo demonios es que Chan terminó muerto.

Chan era una de las personas más fuertes que había conocido, preparado para esa situación. ¿Cómo falleció?

Y para cuando fue su turno, tuvo que ser guiado por MinJu al interior.

El olor a muerte le golpeó con demasiada intensidad gracias a su sensibilidad. MinHo no creyó alguna vez verse a él mismo en una sala con la familia de Chan, destrozada por su muerte, y él también sintiéndose de esa misma forma miserable.

Sus ojos cerrados como si durmiera, y sus brazos colocados en cada lado. Su ropa continuaba siendo la que usó en el torneo, con la mugre, la sangre y rastros de fuego. Casi pareció como si fuera obvio el fuego.

MinHo quedó quieto a su lado, sin ver a la familia. ¿Cómo se despedía de un muerto? ¿Qué era lo que se hacía después? Él solo podía pensar en memorias de cómo Chan estuvo en contra de él desde el primer día de clases en primer año, siendo enemistados desde el inicio bajo la burda consigna de la rivalidad entre Slytherin y Gryffindor.

Y ahora, siete años después, bailó con él en una boda y fue besado, bajo los estragos de un enamoramiento que MinHo no supo cuándo apareció. Le habría gustado haberlo sabido antes.

—MinHo... —Lucas llamó, débil.

MinHo recibió el abrazo que Lucas le dio, y acarició su cabello largo con el nudo en su garganta amenazando con explotar. Los padres de Chan, quienes lo vieron todo el verano, solo hicieron un ademán con sus cabezas hacia él.

Sofocado, terminó por salir con MinJu de ahí.

—Voy a la enfermería —informó MinHo enseguida.

Algo sucedió. Su punzón de lobo lo gritaba desesperadamente, porque a pesar de que las pruebas del torneo eran de alto riesgo, algo pasó como para que Chan falleciera. JiSung debía de saberlo, porque apareció en el centro de todo aferrado con desesperación a su cadáver. ¿Qué fue lo que pasó?

No le sorprendió que al menos HyunJin con SeungMin y Felix también lo siguieran, para dejar el resto donde Chan se encontraba. La caminata silenciosa y agitad le hizo flagelar varios instantes sus piernas por la luna llena, pero tragó su dolor para solamente centrarse en ir a la enfermería.

Fuera de ella, se encontraron a Dumbledore y a HyunSan.

—¿Qué pasó? —encaró enseguida MinHo—. ¿Qué fue lo que sucedió?

—Joven Lee —Dumbledore intentó atajar.

—No me traten como estúpido. Algo pasó. Bang Chan está muerto por lo que pasó. Así que, diga.

—En cualquier momento vendrán los aurores a realizar la constatación de la investigación —informó HyunSan con gravedad—. No queremos que JiSung vuelva a contar lo que pasó, y necesita descansar-

—¡¿Qué pasó?! —rugió, enfurecido.

Dumbledore tomó la palabra antes que HyunSan.

—Según JiSung —aclaró enseguida el director, hablando con suma lentitud. Los otros tres chicos aguantaron al respiración—, la Copa era un traslador. Terminaron él y el señor Bang frente a DeLuca.

MinHo exhaló todo su aire, a la par que los otros tres jadearon de impresión.

—¿Enfrentó a DeLuca? —cuestionó SeungMin—. ¿JiSung peleó contra él?

—Oh, no... —Felix soltó, apenado—, DeLuca mató a...

—No hay que teorizar nada antes de que no nos cuenten —aclaró Dumbledore—. JiSung hablará con los aurores y- joven Lee.

MinHo lo ignoró. Esquivó a HyunSan y entró a la enfermería; cruzó todo el ala hospitalaria hasta la zona privada donde él mismo se atendía. Corrió las cortinas, y vio a JiSung, tenso como roca, apoyado en el hombro de Erick.

—JiSung —suspiró MinHo, y se aproximó hacia él—, JiSung, la puta mierda.

El cuerpo de JiSung se tensó aun más cuando MinHo lo rodeó. Estaba caliente, adherido al calor de las escamas que lo cubrían por completo. Ni siquiera podía identificar alguna otra herida que un vendaje que tenía en sus dedos de la mano derecha.

Sin embargo, estaba totalmente inmóvil. Tal como esa vez cuando se vieron en la casa de los Yeh.

—Oh, JiSung...

—¿Qué pasó?

—¿Cómo estás?

—¿Qué es eso del traslador?

—JiSung, ¿en serio viste a DeLuca?

—Los aurores vendrán a hablar contigo.

SeungMin, Felix y HyunJin hablaron al mismo tiempo, intentando asomarse detrás de la espalda de MinHo- suficientemente atemorizados en observar a JiSung así. Desde el fondo de la enfermería, Dumbledore y HyunSan miraban sin interferir.

JiSung, sentado en la camilla, solo se mantuvo en silencio. MinHo mordió internamente cargado de desesperación su labio inferior. JiSung miró a Erick, y murmuró, ronco.

—No quiero hablar con nadie.

Erick se levantó de la cama, y le dio un beso en los cabellos apagados y sucios a JiSung.

—Solo será por un momento. Luego, Poppy te sedará por completo —prometió Erick—. Yo tengo que irme- no podemos dejar que los aurores me vean, ¿sí?

—Te vio la prensa...

—Hay otros tipos de personas que tienen conflictos de interés conmigo —aseguró, sin necesariamente sonar divertido—. Regresaré enseguida, ¿sí?

JiSung asintió con lentitud. Erick le dio una palmada en el hombro a cada uno de los chicos. Hizo un ademán con su cabeza hacia Dumbledore y HyunSan, aproximándose hacia la ventana, y se dejó caer como lo que pareció ser una cucaracha.

Los ojos de JiSung continuaron pegados en donde desapareció Erick, y no se refirió a ninguno de los chicos. Felix llamó su nombre, pero JiSung lo ignoró.

—JiSung —el profesor Dumbledore se acercó a él—. Necesito saber qué sucedió después de que tocaste el traslador.

—Es mejor que lo diga frente a los aurores —repitió HyunSan—. No queremos que reviva esa situación.

—Comprendo muy bien lo doloroso que es revivir el pasado de forma reiterada, pero también debemos entender de que, lo que sea que haya sucedido, terminó con un estudiante muerto a manos del Ministro de Magia. Un plan situado de manera peligrosa —dijo Dumbledore, de una amabilidad que destellaba el desafío—. JiSung, demostraste más valor esta noche de lo que en algún momento hiciste antes, y los dos sabemos que te has enfrentado a cosas dolorosas. Tú podrás sobrevivir el relato.

«Sobrevivir el relato», repitió JiSung en su mente como si la cabeza desollada de Callaghan estuviese ahí también.

JiSung negó. —No quiero hablar con los aurores.

—Está bien —accedió Dumbledore—, pero nosotros necesitamos saber qué pasó.

Sus ojos se dirigieron a sus dedos vendados, aquellos que sanaron de a poco durante su quiebre en el pecho de Erick. Madame Pomfrey había vendado aquellas que eran heridas externas, y trató las maldiciones de su cuerpo con el mismo cuidado que SaeJah lo trató. Cuánto le gustaría ver a SaeJah en ese instante.

JiSung comenzó a hablar, y no se detuvo. Era correr cuesta abajo en el relato de la profecía mencionada por DeLuca, de cómo se enteró de ello la noche en la que su nombre salió en el Cáliz de Fuego, y de cómo todo pareció significar de que debía llegar a dicha escena dentro de una habitación con muebles y suelo de madera para llevar el duelo La respiración de MinHo se atascó ante la mención de Omerus y de cómo él lanzó la maldición asesina hacia Chan. A medida que hablaba, JiSung notó que aquella pelea que tuvo en la casa debió de ser la pelea final: la que tuvo que terminar con la muerte de DeLuca y suya, para solamente terminar con la de Bang Chan a un lado del dormitorio.

En la palabra pudo encontrar el orden de sus errores y de los accidentes que cometió, de lo que pudo haber sucedido y de cómo las cosas debieron de llevarse a cabo. De su propio error como mago, persona y metamorfomago, y de cómo las estimas que todos tuvieron en él terminaron por fracasar al no poder invocar una maldición asesina.

Chan falleció frente a sus ojos. ¿Cómo JiSung no pudo matar a DeLuca?

Al terminar de relatar, el ambiente era el mismo que aquel octubre del 2008, donde los heridos pasaron frente a sus ojos para ser atendidos en la cocina. El día negro. El día del genocidio de Omerus. El veela Dylan había dicho que habría deseado que su familia estuviera muerta antes de ser tratados como prostitutos, y ahora JiSung también desearía haber estado muerto.

Todo el cuerpo de JiSung se sintió como plomo, y MinHo lo contuvo cuando cayó de lado, agotado.

—¿Cómo, tu lectura, se convirtió en una profecía? —HyunSan le preguntó a Felix.

Él, pálido y aferrado al cuarzo en su pecho, negó. —No tengo idea. Yo no supe que fue una profecía hasta que los examinadores le quitaron la bola de cristal a la profesora Trelawney. Ella no quería entregarlo, y dijo que debía de informarle a usted, director, pero los examinadores dijeron que esto era una situación medianamente educativa, y que no habría por qué...

Felix dejó la idea en el aire. El profesor Dumbledore emitió un suspiro silencioso, mientras que HyunSan parecía también incapacitado de poder entablar algún plan de acción para ese instante.

—Iré con la Compañía —informó HyunSan—. Debo de decirle esto a Hana.

—No —HyunJin detuvo enseguida a su padre—. No le puedes decir el tema de la profecía a Hana. ¿Sabes lo que hará?

—Ella es la líder, HyunJin-

—Y DeLuca la busca. Que el conflicto se quede con ellos dos. En el instante que Hana se entere de la profecía, ella mandará a JiSung en primera fila para matarlo.

—¿Crees que es algo que se deba de ocultar? ¡Es información preciada, HyunJin!

—¡Y es un sacrificio por parte de JiSung que no hará! —espetó HyunJin, enojado—. ¿O qué crees que suscitará todo esto? ¿Acaso no te importa JiSung como para que lo entregues de esa manera?

—¿Quién ha hablado de entregarlo?

—¡Tú con la idea de decirle todo esto a Hana!

HyunSan y HyunJin se sumieron en una discusión que JiSung dejó de prestarle atención. Se levantó de la cama, y comenzó a caminar hacia la salida de la enfermería. MinHo y SeungMin lo atajaron de los brazos, y escuchó al profesor Dumbledore que lo llamaba, pero JiSung se sentía incapaz de pronunciar algo o mirarlos, como también cansado de siquiera procesar algo por su mente.

Solo debía de dejar llevar su imaginación para recordar la maldición tortuosa en sus venas; los golpes y el encantamiento; Chan, quien caía a su lado; y los temblores de su cuerpo al evitar que la maldición asesina lo golpeara.

MinHo y SeungMin lo soltaron de manera abrupta, y JiSung continuó hacia su dormitorio. Lo único que él deseaba en ese instante era cerrar los ojos, esconderse bajo sus colchas, y evitar que toda esa ansiedad y angustia que rasgaba en el interior de su piel se escapara para explotar y destruir a todos a su alrededor.

Entrar al mundo de los sueños por cuenta propia solo dictaminó la mala magia que lo abrazaba. El cómo fue un mal mago, humano y metamorfomago. Él deseaba dejar de serlo, el daño que causaba y los estragos de su propia cobardía.

No merecía mantenerse con vida. Tuvo que morir esa noche. No sabe qué habría sido del resto si lo hubiesen matado a él, pero sabía que el sufrimiento se pudo haber acabado.

Tenso como roca, a tal punto que sus músculos ardían, se recostó de lado en su cama y se aferró en la sábana, deshecho de mugre, sangre y ceniza. Sus ojos se pegaron en el Mapa del Reino Unido, tal como las veces anteriores, y se entretuvo en su propia mente apagada con imaginaciones de la vida de cada una de las personas que eran iluminadas: hijos de muggles, licántropos, selkies, duendes, gigantes, veelas.

Su estómago y su espalda dolían demasiado, y no sabía si es que Madame Pomfrey lo sanó por completo. En un instante, su audición se refinó demasiado y comenzó a escuchar gritos a los lejos. No podía distinguirlos en ser la realidad o sus propias pesadillas, como tampoco si las luces o los movimientos eran reales. Todo parecía tan difuso que solo vivía un mal sueño.

Y cuando despertara, rendiría la tercera prueba del torneo.

Despertó. Fue con Victoria Krum. Contó dinero con MinHo. Desayunó. Paseó con Erick. Cenó. Se preparó. Nadine fue eliminada. El ardor en sus ojos que casi le hizo quitarse las cuencas. Victoria Krum le lanzó una navaja a su pecho. Chan se disculpó. Chan le dijo que tomara la copa. Chan estaba colgado al lado de él. Chan estaba muerto, en un rincón. Chan casi fue atrapado por las llamas. Chan fue protegido por JiSung para que no tocara las llamas. Chan en el campo de Quidditch, donde por un extenso tiempo fue capitán de la casa de Gryffindor, con sangre hirviendo en cada paso que daba.

Chan, el buen chico, muerto a manos de DeLuca. Colgado del pie como la fotografía de Mina en la estación de tren, totalmente destrozada.

Y repitió sus días hacia atrás, pasando por mayo, abril, marzo, febrero, enero y diciembre. Dio una cuenta regresiva de su vida, día por día que era capaz de recordar, ignorando las voces, los toques y las luces que se asomaban en sus ojos sin concentración. Las luces del Mapa de Reino Unido se apagaron abruptamente, y si no había ninguna señalización, eso significaba que JiSung también estaba muerto.

A veces era capaz de oler el miedo, la bruma emocional que todas las cosas estaban dejando atrás. Cuando su mente regresaba, el ardor de sus músculos tensos y la fatiga visual al ser incapaz de cerrar los ojos lo atacaban como veneno en sus venas. Parecía despertar y caer inconsciente en intervalos, sin diferenciar demasiado el tiempo.

Nueve horas después de que JiSung llegara al dormitorio, a las once del dos de junio, SaeJah se sentó en el borde del colchón.

—JiSung —llamó, con un tono tan suave y maternal que contrajo un instante la consciencia de él. Su voz sonaba amortiguada; quizá su oído bueno estaba colocado sobre su almohada—. ¿Me escuchas, cariño?

Su voz era suave, y estaba demasiado aprensiva. Si las luces del Mapa se habían apagado, ¿cómo es que ella estaba viva?

La mano de SaeJah viajó por todo el cabello sucio de JiSung y lo desenredó con sus dedos. JiSung sentía el tacto de una manera familiar y lejana, de memorias, y se preguntó dónde se encontraba, y si tal vez estaba en la enfermería del Refugio de la Compañía; JiSung tendría seis años, y SaeJah sería su única amiga.

—JiSung, cariño —SaeJah continuó. Apartó la mano del cabello de JiSung y lo llevó sobre la mano que aun se aferraba a la sábana, para intercalar sus dedos con los de él—. ¿Me escuchas? Dumbledore pregunta si quieres despedirte de Chan.

Nada. JiSung no reaccionó.

La voz quedada poco a poco se fue convirtiendo en una pena, y las siguientes palabras fueron amortiguadas por la fortaleza.

—Hannie, se llevaron detenido a HyunSan. Lo llevaron a Azkaban esta madrugada.

No sabía si era una forma de sacarlo de su trance o una noticia formal. SaeJah no lloraría por una excusa.

La mano de SaeJah lo soltó como una caricia, solo para trazar sus dedos por el antebrazo, el brazo, el hombro y, finalmente, llegar arriba para apartar el cabello del rostro.

—Relaja tus músculos. Ahora puedes descansar.

JiSung volvió a ocupar un lugar en el colchón, hundiéndose como en la arena; su consciencia se acumuló como una bola de tensión entremedio de sus ojos para, finalmente, explotar en un dolor intenso que le generó todas las secuelas de las maldiciones, de las peleas, de la carrera y del infierno del laberinto.

Exhaló todo el aire que tenía adentro, y jadeó con sorpresa. Su vista comenzó a doler. Los dedos de sus pies se retorcieron en la cama y, finalmente, logró desprenderse de la catalepsia para caer inconsciente.

Cuando abrió los ojos, esta vez estaba de noche. Las cortinas de su cama estaban corridas, al igual que las de la ventana. Tal vez era eso que, desde la postura de JiSung, notaba que las camas tenían sus propias cortinas cubriéndolos.

Había presiones en el colchón que eran diferentes a los de él. Uno a sus pies, más pequeño y que bufaba de tanto en tanto. Un gato, probablemente. Y detrás suyo había otro, quien JiSung creyó que debía de ser alguien lo bastante cercano como para tener la costumbre de acariciar su cabello sin importar si lo despertaba o no.

Quiso girarse para saber de quién trataba, porque de repente se olvidó de todas las personas que lo rodeaban. No obstante, también olvidó cómo moverse. Creía que, si daba señales de que estaba despierto, lo notarían y le preguntarían cosas que él ya no estaba deseando contestar ni saber; no quería estar presente en muchas cosas, y mucho menos rectificar o negar teorías. No se sentía preparado en salir de su caparazón y enfrentar al mundo con Chan muerto y HyunSan detenido.

Por su culpa. Ambos por su culpa.

La persona detrás suyo le hablaba. Las vibraciones en el aire eran reconocidas, y la voz de HyunJin susurraba canciones para reventar toda tensión y temor que estaba alrededor de JiSung.

HyunJin había dicho muchas cosas, tantas que JiSung no podía identificarlas para generar simbolismos de comprensión en su mente. Solo eran palabras sueltas sinsentido que calaban en lo más profundo de su corazón, porque tal vez su cabeza no lo entendería, pero sus sentimientos sí, y debía de manifestar demasiado como para hacerlo sentir la basura que estaba en ese instante.

HyunJin presionaba y cedía, y también amaba. HyunJin era la persona con más pasión que JiSung alguna vez conoció que, con el dolor que él debía de tener ahora, se podía leer en el vaho del frío su sinceridad.

—JiSung —dijo, con la misma recepción de la voz de SaeJah—, si tienes que hacer algo, este es el momento.

—¿Qué vendría a ser «algo», si es que se puede saber?

Fue un fuerte jadeo de JiSung, con la impresión de que estaba despertando de un mal sueño. El césped en sus piernas desnudas y el clima veraniego lo abrazó en la misma desesperación para querer orientarse, como una siesta en las tardes de verano. Él ya no se encontraba en la oscuridad del dormitorio de Hufflepuff, sino en el jardín de la casa de Leela Danford, en los suburbios de alguna parte de Londres.

Los juguetes estaban en los mismos lugares que estuvieron en toda su vida, y el murmullo de la radio en la papelería hacía eco en melodías sinsentido que anunciaba el funcionamiento del local. En la segunda planta estaba los gritos de discusiones de Koyle y Karl Danford, mientras que la pequeña Kandy Danford llamaba a su madre por ayuda de un favor que necesitaba de ella. Como siempre, JiSung no le gustaba estar en ese hogar, pero lo extraño le pareció al notar que no usaba su lugar como cajero en la tienda.

A su lado, con esa sonrisa cantarina y colores traviesos, Callaghan Stuart lo miraba como la compañía que estuvo a su lado todo el tiempo.

JiSung, quien podría considerarse como el «pequeño Ji» por la apariencia de un niño de once años, abrazó sus piernas, inseguro.

—Ni yo lo sé —admitió el pequeño Ji, respondiendo a lo que Callaghan le preguntó—. No sabía que existían expectativas en mí.

—Oh, vamos —Callaghan rio—. ¿Quién no tendría expectativas en ti? ¡Puedes ser lo que quieras ser!

JiSung sintió cómo una de las Barbies de Kandy le miraba.

—Eso es claro —repuso de mal humor—. Soy un metamorfomago. Sería uno peor si es que no me transformara en lo que quisiera.

—Pero los metamorfomagos no se transforman en lo que quieren, hijo.

Aunque la situación pareciera un sueño, JiSung sabía que nunca tuvo esa conversación con Callaghan. Lo que le parecía extraño era ver al hombre ahí, diferente a la última vez que lo vio en el juicio de Daremia y Desmenia el año pasado.

—¿Cómo no? —cuestionó el pequeño Ji—. Entonces, ¿por qué nacimos con esta maldición? ¿Por qué tenemos la capacidad de transformarnos, si no podemos hacerlo con lo que queremos?

—La mayoría de las cosas funcionan así, ¿no te parece? Todos los humanos tenemos la capacidad para ser algo distinto a lo que somos, en las instancias que nosotros creemos como necesarias. ¿No es curioso como nosotros mismos nos limitamos?

El pequeño Ji hizo una mueca. —No tiene sentido lo que dice, profesor.

—Los metamorfomagos tenemos la capacidad de transformarnos en lo que queramos, y nosotros nos hemos visto limitados porque pareciera que no hemos necesitado, valga la redundancia, transformarnos en otras cosas —explicó—. Lo más lejano que verás a un metamorfomago normal transformarse será el uso del camuflaje cuando pase sus pruebas de aurores. ¿No es eso una pérdida de potencial?

—Entonces, ¿por qué me enseñó todo lo que sé? ¿Por qué puedo hacer las cosas que sé?

—Porque así lo deseaste, JiSung. Tú fuiste más allá del límite natural que colocamos nosotros, los metamorfomagos, a nosotros mismos. ¿Por qué crees, entonces, de que la gente tiene expectativas de ti?

JiSung ni siquiera podía encontrar aquello como una motivación real. Él había querido transformarse porque sabía que su cuerpo era capaz de hacerlo, y cuando vio que MinHo podía convertirse en hombre lobo, JiSung también deseó intentarlo para saber qué resultaba de eso.

Las palabras que Callaghan escribió antes de irse de Hogwarts hicieron eco en su cabeza, con una lástima cargante por también haber defraudado la voluntad del muerto.

—No creo poder cumplir expectativas, profesor —admitió el pequeño Ji—. No maté a DeLuca cuando mató a Chan frente a mí, y el motor principal de las maldiciones imperdonables es el odio dentro de ti que se transforma en magia. Mi magia no fue lo suficiente como para matarlo.

—O tal vez fue tu odio el que era insuficiente.

—¡¿Cómo puede ser insuficiente?! —espetó, aterrado—. ¡Él nos está condenando! ¡Él se llevó a HyunSan! ¡Mató a Mina y a Chan! ¡Ha hecho un golpe de estado y nos declaró la guerra a todas las criaturas, profesor! ¡Lo mató a usted y a..., y a Margarita...!

Las palabras violentas que provenían de un niño de once años era lo suficiente como para que el pequeño Ji quisiera llorar de desesperación y aferrarse al césped para no salir jamás de los suburbios. Para mantenerse con sus recuerdos bloqueados y sin las vivencias del futuro.

Callaghan alzó su mano para dejarla caer en el hombro del pequeño Ji, y hacer presión ahí.

—No es el odio hacia él lo que te hizo incapaz de matarlo —dijo, para bajar la mano hasta el pecho—. Era el odio que hay dentro de ti. Eres incapaz de formar una maldición que requiere una gran cantidad de odio porque eso no es lo que tienes para dar al mundo, JiSung.

Eso era...

—Ridículo —completó el pequeño Ji, ofuscado—. Debo matarlo. La profecía dice que debo hacerlo- y en un duelo. ¿Cómo podré matarlo si es que no puedo conjurar la maldición asesina?

—No es esa la pregunta que debes hacerte ahora, hijo. La pregunta es: ¿cómo equilibraré todo, a sabiendas que mientras él se dedica a destruir, yo me dedico a transformar? Las consecuencias de quien será el muerto y quien termine con vida serán cosas mediadas con el tiempo, pero hasta el momento, con el mundo derrumbándose a tu alrededor, deberás usar esa magia de metamorfomago para cambiar las cosas.

El pequeño Ji se limpió las lágrimas de su mejilla con su muñeca, solo para notar de que esta se encontraba cicatrizada. JiSung regresó a la edad que tenía, y la mano del profesor Callaghan seguía en su corazón mientras lo miraba cargado de orgullo.

—¿Y si no tomo las mejores decisiones? —preguntó JiSung—. ¿Y si más gente muere?

—Eso será eventual, porque la muerte nos atrapará a todos en algún momento —aseguró—. Y soy creyente de que, como lo demostraste en primer año, cuando tienes las curiosidades y las oportunidades de ayudar a alguien, lo harás. Si no, ¿cómo te convertiste en el chico que eres ahora? ¿Quién puede pasar horas transformado en animal, y que ya las mutaciones abruptas no le hacen ni cosquillas?

Ni siquiera pudo tener dejes de humildad ante el sentimiento de hacer a Callaghan orgulloso de él. De todo ese tiempo, de todos esos años, todas esas lesiones y heridas que JiSung tuvo para ser el buen metamorfomago que era ahora.

—Aprender. Amar. Mostrar —recordó JiSung—, porque esa será la única forma que tengo para enfrentar al mundo.

Bruce Springsteen en Born To Run continuaba en el fondo, y se podía escuchar un tarareo familiar que no era perteneciente a Leela cantar con la canción. Varonil, carismático y alegre, quien le acompañaba una tonalidad femenina a su lado.

JiSung volvió a hablar.

—Es increíble como en todas partes hay alguien diciéndome lo que debo hacer —reconoció.

Callaghan, aun impasible, soltó a JiSung.

—Yo estoy muerto, JiSung. Eres tú el que se lo está diciendo.

Entonces, JiSung despertó.

Aun estaba en la misma posición con la que cayó cataléptico, pero sus músculos ya se encontraban descansados al igual que su vista relajada. Con sus ojos cerrados, la composición de la estructura de su mente pareciera cobrar forma de nuevo, adecuar cada parte de su consciencia como los orbes que veía a la hora de que le realizaban un encantamiento para diagnosticarlo.

En su interior también todo estaba en su lugar. Aún estaba la presión de la maldición, con un potente lumbago y su abdomen duro como roca, pero sus piernas reaccionaban, sus dedos estaban constituidos, y en algún momento de su ausencia tuvo que haberse quitado el vendaje de los dedos.

Se sentía más helado, particularmente raro por estar a junio. Al sobar sus dedos heridos entre ellos se dio cuenta de la ausencia de la calidez y, cuando finalmente abrió sus ojos, se dio cuenta de que todas sus escamas se habían desprendido.

Debía de ser la cinco de la tarde del tres de junio.

El fuerte libro cerrándose asustó un poco a JiSung cuando intentó incorporarse de la cama, y enseguida vio a MinHo hincado al lado suyo.

—Hola —le saludó. Los huesos de MinHo crujieron al agacharse—, ¿cómo te encuentras?

MinHo llevó su mano hacia la frente de JiSung para comprobar alguna presunta fiebre, y esperó a que contestara. No obstante, los ojos de JiSung se dirigieron hacia la mano de él, sucia tras tocarlo.

Al captarlo, MinHo limpió su mano en la camisa.

—Tomemos un baño, ¿está bien? —dijo—. Ven, vamos. ¿Puedes levantarte?

MinHo lo llevó hasta el baño y lo sentó en el retrete. Las piernas de JiSung costaban en responder por la catalepsia, y se sentía bastante dificultoso en poder hablar o moverse por cuenta propia. Mientras MinHo abría las llaves de la tina para regular el agua, desprendió la ropa de JiSung con sumo cuidado, temeroso de pasar a llevar alguna herida abierta que fue pasada por alto.

En silencio, MinHo lo bañó. Se ayudó con un cuenco para verter el agua en el cabello de JiSung, y con lentitud lavarlo. De a poco, el agua de la tina comenzó a llenarse de mugre, ceniza, sangre seca, ramas y otras especies naturales que JiSung no identificaba.

Era íntimo, tanto que por primera vez en lo que JiSung sintió que fueron eones pudo dedicarle pensamientos a MinHo. Las manos largas, refinadas y cicatrizadas tallaban la cabeza de JiSung para poder desprender todo lo que estaba ahí, todo para revivir el cabello del metamorfomago y que volviera a brillar.

MinHo talló el champú en la raíz y enjuagó. Colocó una generosa cantidad de bálsamo y esparció en el cabello de JiSung, para desenredarlo con sus propios dedos y generar ondulaciones en cada mechón que rescataba.

Debajo del agua sucia, JiSung levantó sus manos. Movió sus hombros para descontracturarse, y abrió y cerró sus dedos para recuperar la movilidad.

—Lo lamento —dijo JiSung—. Me volví a ir.

Solo era el chapoteo del agua quienes los acompañaba, y el sol de la tarde reflejado en el dormitorio de tonalidades amarillas.

MinHo no respondió. Al terminar de lavar el cabello, drenó el agua de la tina y la rellenó de nuevo con agua más tibia, mientras en una esponja vertía jabón.

—Limpia, mientras yo ventilo el cuarto —ordenó MinHo.

MinHo había sacado la mayoría de la mugre del cuerpo de JiSung. Tal vez él quería que se reconociera a sí mismo también.

En el tallaje, JiSung apoyó su cabeza en el muro y visualizó hacia el dormitorio. La vista iba directa hacia la puerta del dormitorio, el cual lucía desnudo, sin el Mapa del Reino Unido. Por otra parte, también vio a MinHo sacar las sábanas de la cama de JiSung, el cobertor, las fundas y las almohadas. Su corazón gorgoteó al ver cómo, con curiosidad, Soonie se lanzaba hacia las sábanas sucias para jugar.

Seguía siendo gris el agua que caía, pero JiSung se podía ver a través del agua.

MinHo regresó con una muda de baño, y se sentó en el retrete. Se veía mucho más viejo.

JiSung hizo la pregunta temida.

—¿De cuánto más me perdí?

Los hombros de MinHo se tensaron.

—Los aurores vinieron poco después de que viniste, y hubo un conflicto. HyunSan dijo que no, e insistió. Moody también estaba acá, y lo defendió, pero pareció que el papá de SoYeon estaba teniendo conflictos personales con ellos hasta que, bueno, lo esperable fue esperable, y encontraron pruebas que denunciaban su confabulación contra el Ministro. —JiSung tuvo que contener sus ojos abiertos, con desgarros de incredulidad. —Fue... SaeJah fue la responsable, en realidad. La atraparon in fraganti en San Mungo con el robo de insumos médicos. Ella escapó antes de informarle a la Compañía. Y que HyunSan te defendiera..., solo dejó que todas las piezas cayeran en su lugar, en realidad. Lo mismo con Moody. Lo mismo conmigo.

JiSung frunció su ceño. —¿Qué?

—Alguien delató, JiSung. Uno de los invitados de la boda de MinJu tuvo que ser. Dumbledore dijo que no había que preocuparse, que eran efectos normales de la guerra, pero eso no evita que nos debilitemos como grupo.

Era esperable. Por supuesto que sí, porque Erick lo dijo en un momento y el terror estaría atacando a los más débiles de mente- o, al contrario, los más fuertes: aquellos que no querían que sus seres queridos resultaran dañados, o ellos mismos.

«Seres queridos».

—¿Y Erick? —preguntó enseguida, y una cascada de emociones lo bañó—. ¿Y los chicos? ¿Cómo están HyunJin y Yeji? SaeJah vino. Y- y SeungMin, Felix..., ChangBin, JeongIn —JiSung comenzó a enumerar—. ¿Qué hay de ellos? ¿Cómo están? ¿Cómo está Chan?

MinHo esbozó una suave sonrisa, antes de que JiSung notase de que era porque su pelo se tornó rubio cenizo.

—Chan está muerto, JiSung —le recordó MinHo.

—Cierto, cierto...

Era como respirar plomo.

—¿Su familia...?

—Con ayuda del Ministerio, se llevaron a Chan a Londres —contó MinHo—. Harán un funeral formal allá, respaldado por el mismo Ministerio. Su... su muerte fue tomado como un lamentable accidente en el laberinto, y tú también saliste con secuelas.

JiSung esperó que la rabia lo abrazara para convertirse en dragón y volar de regreso a la capital para matar a DeLuca. Pero no. Pareció una gran resignación dentro de él que le hizo sentir una gran lástima delo que pasaba.

Un lamentable accidente.

—Lo fue —concordó JiSung—. Fue un accidente.

—Hannie...

—Tuve la oportunidad —JiSung desvió su mirada de MinHo a causa de la vergüenza—. DeLuca estaba... ahí, al frente mío, y no fui capaz de matarlo. La maldición no brotó y- y lo que... lo que me ayudó a que saliera de ahí fue un jo-jodido encantamiento de protección...

Tomó aire un par de veces para poder tranquilizarse. Ni siquiera sentía que tenía lágrimas para expulsar.

—El muerto tuvo que haber sido DeLuca o yo, no Chan. Lo siento.

—No tienes por qué disculparte conmigo.

—La familia de Chan ya no está acá, MinHo. Con alguien debo de disculparme.

La sonrisa débil de MinHo flageló, pero se esforzó en querer mantenerse recto. Tomó la toalla con el emblema de Hufflepuff y se acercó a JiSung.

—No quiero que te resfríes. Sal.

Con ayuda de MinHo se vistió, como también con su ayuda se pudo adecuar a la realidad. Cayó sentado en su cama mientras MinHo le contaba cómo estuvo Hogwarts en los últimos dos días: las guardias de la Línea Integradora, la gran cantidad de alumnos retirados, y de el tránsito constante de gente mayor de la Compañía.

—Solo quedan los que no se han podido llevar —siguió MinHo—, y de los chicos mayores, bueno, la mayoría no se han querido ir. Siguen en la causa.

—¿Y la Sociedad Secreta?

—Idos. Todos. Presuntamente sus padres ya saben lo que pasó con DeLuca y contigo.

El fuerte retorcijón en el estómago se manifestó en las camelias, cuyas cada flor insistían como una gran mezcla de emociones.

Hasta que el fuerte retorcijón llamó la atención de MinHo.

—Tengo chocolate en mi mochila —informó MinHo, apuntando a su bolso sobre el baúl de JiSung—. Saca. Iré por la cena y le diré a los chicos que vengan a hacerte compañía.

—Okey.

MinHo salió del cuarto y JiSung tomó su mochila para poder rebuscar los dulces. MinHo tenía una perfección en los encantamientos expansores, por lo que su brazo terminó yendo un poco más al fondo de lo que el mundo de la lógica podía ceder. Hambriento, decidió volcar la mochila sobre la cama.

Un montón de objetos personales salieron desprendidos de ahí, como tinteros, plumas, algunos libros de magia e incluso un pequeño decorativo que pareciera hacerle pensar en casa. Hojas, demasiados, y pergaminos tanto anudados como sueltos rodaron por la cama. Y, como era de esperarse del bolsillo de MinHo, chocolate.

«Uh, hoy es luna llena», notó JiSung, tras mirar el calendario.

No obstante, los chocolates estaban sobre unas hojas. La curiosidad no habría sido llamativa si no hubiese leído su nombre en ellas.

"14 de junio.

Querido JiSung,

¿Llegaste bien?..."

Mientras comía, JiSung leyó las cartas. Había olvidado por completo que nunca las llegó a leer porque la madre de MinHo las había escondido, confesado para el día en que tuvieron la cita. El recuerdo de tener al padre de MinHo en la escena del asesinato de Chan hizo que sintiera un particular asco por el contenido y el secreto.

JiSung nunca las leyó.

Los relatos eran bastante nostálgicos, con toques emotivos que parecieran abordar un amor adolescente contado hace tiempo atrás. Había rastros de la misma inocencia y nerviosismo en la caligrafía perfecta de MinHo; había confesiones, secretos, anécdotas del día y, sobre todo, curiosidad.

Sin embargo, su espalda se encorvó. Hurgaba en las demás hojas para encontrar la siguiente, y la siguiente, y la siguiente.

Todo comenzó a aclarecer. Las ideas se pulsaron en su cabeza como señalización divina, y la epifanía que el MinHo del verano le otorgó hizo de que su cabello se tornara en un fuerte celeste.

"Aprende. Ámate. Muéstrate. Esa será la única forma en la que podrás enfrentar el mundo".

JiSung tenía un plan.

Su concentración se terminó por largar cuando HyunJin, SeungMin y Felix ingresaron al dormitorio, preocupados y asombrados por la recuperación de JiSung.

—¿Cómo estás?

—¿Cómo te encuentras?

—¿Te diste un baño solo?

—Las cosas se han puesto feas.

—Dumbledore querrá hablar contigo.

—¿Qué debemos hacer ahora?

De nuevo, los tres chicos hablaban sincrónicamente. JiSung estaba tan desconcertado de lo que podían decir que, casi como si fuera un desgano, JiSung mostró las cartas que MinHo le envió durante el verano.

—Tengo un plan —dijo JiSung. Sus amigos mostraron asombro de las palabras escupidas, después de dos días de silencio—. Debo ver la profecía. Tengo que ir al Ministerio de Magia.

¡Actualización sorpresa! Ahora sí, me retiro hasta la otra semana. Espero que hayan disfrutado el capítulo, porque, como pueden apreciar, se viene el clímax.

Les amo<3

pd: ¿notaron que mentí con mi promesa? es para que me temieran. Igual, culpa de ustedes por creerme, siempre digo que miento como mentirosa. La única verdad es que les amo.

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