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53. El laberinto

Segunda parte de la actualización doble

Guía de colores de Han JiSung:

Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado. Índigo: celos nacidos específicamente por culpa de Seo SooJin.

Capítulo 53

El laberinto

La oscuridad lo abrazó junto con el frío, y encendió su varita por la punta para poder ver por donde iba. El arbusto del laberinto era demasiado espeso, y la paranoia de JiSung no le permitía observarlo por demasiado tiempo sin pensar en que algún monstruo saldría de ahí para comerlo.

La primera bifurcación que se topó viajó hacia la izquierda, y luego hacia la derecha. Tenía la necesidad de alejarse lo más posible de la línea de salida para no toparse con alguien y, asustado y luego de varios minutos de trote, se detuvo a pensar.

Los demás competidores ya tuvieron que haber ingresado, ideó JiSung al mirar compulsivamente sobre su hombro. Necesitaba tener una señalética que lo ayudara a orientarse, por lo que tomó su varita y, colocándola horizontalmente en su palma, exclamó el encantamiento. Esta solo giró sobre su propio eje como si estuviera loca.

—Te odio —le masculló JiSung entre dientes, antes de correr de nuevo hacia alguna parte.

No tenía idea de cómo enfrentar un laberinto, porque todas partes eran lo mismo y las probabilidades de alcanzar la copa era la misma que el resto. Era una real prueba de desorientación. No creía alcanzar la copa.

Luego de un par de minutos andando, tropezó de cara hacia el suelo y rápidamente fue arrastrado por el suelo.

—¡Mierda!

Agarró su varita lo mejor que pudo para ver qué era lo que lo jalaba. Un lazo del diablo lo llevaba por lugares opuestos que JiSung recorrió, y el suelo y las ramas le rasmillaba todo su cuerpo.

—¡Lumos Solem!

La rama se encogió sobre sí misma y regresó al gran arbusto. JiSung jadeó un terror y se levantó del suelo a la par que se limpiaba toda la tierra.

—Mierda- tengo una rama enterrada en el trasero —masculló con dolor, mientras se metía su mano en el pantalón para agarrar la gran astilla.

El lazo del diablo lo había dejado frente a otra bifurcación, así que JiSung tomó el camino opuesto.

Tan pronto como emprendió carrera de nuevo, chocó con Nadine Delagé fuertemente, y ambos volvieron a caer al suelo.

—¡Muévete! —gritó ella.

JiSung no entendió hasta que notó cómo una potente bola de fuego era escupida desde un pequeño cangrejo de fuego. Rápidamente se levantó y corrió detrás de ella, mientras que Nadine intentaba lanzar encantamientos para detenerlo.

JiSung dobló en la primera separación, y tropezó con el cuerpo de alguien. Logró con sus manos sostener su caída, pero su desoriento hizo de que todo su cabello se erizara al ver la sangre provenir del cuerpo muerto de MinHo con el que tropezó.

—¡Ah! —gritó, aterrado—. ¡Mierda! ¡Puto boggart! ¡Riddikulo!

El cuerpo de MinHo desapareció en una voluta de humo. A JiSung le habría gustado tener el tiempo de patear a la jodida criatura. «¡Con eso no se juega!»

—¡Oriéntame! —JiSung le gritó a su varita, y esta apuntó hacia el norte.

JiSung recibió varias mordeduras y arañazos cuando se topó con un dubog, una criatura que le encantaba morder tobillos, y también en un nido de arañas que lo hizo gritar despavorido. En un momento se preguntó qué era lo que hacía como para caer en todas las trampas posibles, hasta que recordó que la ausencia de su oído izquierdo le hacía el trabajo el doble de difícil al no poder prestar correctamente atención a su entorno.

A causa de eso, JiSung se detuvo en una intersección de cuatro caminos. Evitó jadear para no desconcentrarse con su propia respiración, y con su oído bueno comenzó a modificarlo para recibir una buena audición. De algo que aprendió, en todos esos años, es que la magia existía entre ellos como la naturaleza: se veía, se sentía, se tocaba, se olfateaba y, por supuesto, se escuchaba.

Un pequeño oleaje pudo sentir, y tuvo que discriminarlo con los gritos de los demás participantes. El pequeño oleaje provenía de un callejón con una densa capa de neblina. JiSung colocó sus ojos en blanco.

«Obvio. Menos mal que me pagan por habilidad y no por inteligencia, porque si fuera por inteligencia, ya habría perdido este torneo el primer dí-»

Sin notarlo, JiSung cayó en un charco de agua- el cual, al pisarlo lo llevó a una mayor profundidad símil al del Lago Negro. Su desconcierto le impidió nadar hacia la superficie cuando Victoria Krum lo vio y le dio un fuerte puñetazo en la nariz.

Su varita cayó en la profundidad del agua, y JiSung se apresuró en recomponerse para ir tras ella. Nadar hacia la profundidad hizo que poco a poco su cuerpo se adaptara al formato de la sirena que se convirtió para la segunda prueba.

Una manada de grindylows lo atacó por todas partes, con arañazos y mordidas. Sus manos de selkie los apartaba con velocidad hasta llegar al fondo y tomar su varita, solo para lanzar un encantamiento no-verbal para expulsar a todos.

Nadó de regreso hacia la superficie a medida que volvía a transformarse en persona. Usó sus manos como pulso para poder salir del agua, y se sacó enseguida el pesado polerón para dejarlo a un lado. No se esperaba eso.

—¡Impedimenta!

JiSung se lanzó de nuevo al agua cuando el encantamiento de Victoria lo atacó. Salió a la superficie, y comenzó a correr detrás de ella.

—¡Reducio! —exclamó Victoria desde su hombro.

—¡Protego! —contratacó JiSung—. ¡Expeliarmus!

El encantamiento chocó en una doblada, sobre Victoria.

—¡Inframundo!

La maldición golpeó a JiSung entre los ojos, y un fuerte calor se posó en su mirada antes de sentir que su rostro estaba en llamas.

Desesperado, cayó de rodillas y comenzó a gritar. El calor de las llamas en sus cuencas oculares hizo que instintivamente levantara sus manos para querer arrancarse los ojos.

Las uñas comenzaron a picar sobre sus cejas, y el grito de dolor parecía ser ensordecedor. Cuando sus uñas lograron presionar en las cuencas del párpado, el calor se detuvo. JiSung tardó un instante recomponerse de la maldición.

Con sus rodillas temblorosas, JiSung forzó a incorporarse y trotar hacia alguna parte. Eso fue jodidamente doloroso.

—Maldita Victoria —masculló entre dientes. Esa debía de ser una maldición de Durmstrang.

JiSung continuó con su carrera cada vez más exhausto y ansioso. No podía encontrar señales de la copa, y hasta el momento nadie se había rendido. Lo alteraba no poder tener nada cerca cuando estaba a nada de poner en juicio su propio bienestar en ese instante.

Pensó en DeLuca por un instante, y en la presencia de él dentro del torneo. ¿Acaso el karma de no poder encontrar la Copa era porque pensaba en el dinero, y pensaba en huir del destino que le estimaba?

A medida que los minutos pasaban, la claustrofobia lo iba sofocando. Intentó aplicar «reducto» en los muros del laberinto, pero este solo funcionaba por un par de segundos antes de que el seto se reconstruyera.

Para cuando JiSung volvió a chocar con frustración, un potente grito resonó en el otro lado del muro, y chispas rojas volaron sobre él.

«Oh, mierda. Alguien descalificado».

El cosquilleo de que podía ganar por default le hizo sentir culpable. Alguien tuvo que haberlo tenido difícil durante el laberinto como para ser derrotado de esa forma, y JiSung solo podía sentirse más ligero.

«Recuerda lo que dijo Victoria: enfócate».

—Oriéntame.

JiSung le ordenó a su varita, y esta comenzó a girar. La varita se detuvo en apuntar hacia el norte, así que corrió hasta encontrar la primera calle hacia la derecha. En su ingreso, trotó intentando formular un plan para alcanzar la Copa, pero encontraba el mismo lugar donde lo atacó el cangrejo de fuego lo frustró. Eso significaba que regresaba a la salida.

Intentó hacer memoria del recorrido y fue por las direcciones opuestas que tomó, y se cruzó con una bandada de aves que le picaron el cabello con insistencia cuando pasó por ellos. Su desconcentración por la bandada de aves hizo de que jalara un hilo colocado curiosamente en el suelo.

De repente, todo suelo que JiSung pisaba se deshacía.

—Ah- mierda... ¡Mierda!

Enseguida comenzó a correr. Ya no era el agua que estaba debajo de la cancha, solo era el mismo vacío que le generaba peligro.

Forzó a que sus piernas fueran más rápidas, y notó que en la mitad del túnel una pared de piedra se formaba. Tomó mayor pulso y, con la fuerza de las piernas de un canguro, saltó la pared.

El suelo dejó de desaparecer bajo él cuando cayó al otro lado, y una idea se posó en su mente.

«Soy el peor metamorfomago».

Reacomodó sus huesos y se colocó en cuatro patas, y sintió cómo su cuerpo se agrandaba y le crecía pelaje junto con dentadura. Una apariencia intimidante y fuerte, anaranjada y con sentidos totalmente agudizados. JiSung siempre fue fanático de los tigres.

Con sus sentidos más definidos, comenzó a percibir de mejor manera el olor a miedo de los demás competidores, el de humedad con polvo de las plantas, y al oleaje que la copa emanaba. Instintivamente dobló en las calles y saltó criaturas que presuntamente Hagrid se dispuso para hacer más entretenido el encuentro.

JiSung presenció la intervención de cada maestro en los obstáculos de las pruebas. Los encantamientos, las habilidades y los ataques eran parte de ellos y del aprendizaje, lo que hizo a JiSung cuestionarse cómo es el funcionamiento de la escuela y cuándo Hogwarts te enseñaba a ser un buen mago antes que una buena persona.

Sin embargo, terminó por detener su carrera cuando un encantamiento le pegó de lado. El tigre chocó con el gran seto, y JiSung tuvo que apartarse antes de ser tragado. Regresó a ser humano al instante que notó cómo otro encantamiento volaba cerca de su cabeza, esta vez dirigido hacia Chan.

Chan, Victoria y él se encontraron en una intersección.

—¡Desmaius!

—¡Expeliarmus!

¡Támandni Az Ellenséget!

El encantamiento de Chan chocó con la nueva espada de Victoria, y ella enseguida se lanzó a golpearlo. JiSung encantó desde el otro lado a Victoria, pero esquivó la maldición con agilidad. El filo de la espada pasó cerca de la oreja de Chan antes de elevarla y atacar a JiSung, quien lo detuvo con «protego».

La espada hacía presión en el encantamiento protector, a tal punto que JiSung jamás vio un hechizo fracturarse con intenciones de ceder.

—¡Depulso!

El encantamiento chocó con la cintura de Victoria, y voló hacia el lado. Chan y JiSung compartieron una mirada antes de apuntar sus varitas hacia el otro.

—¡Impedimenta!

—¡Desmaius!

El filo de la espada volvió a pasar cerca de ambos cuando se distrajeron del ataque, y Victoria cortó parte de la palma de Chan con la hoja.

—¡Petrificus Totalus!

—¡Expeliarmus!

—¡Expeliarmus!

Chan y JiSung atacaron a Victoria, quien se defendía con su espada. Para cuando ambos la dejaron acorralada contra el seto y este comenzó a succionarla, lanzó un grito de ira.

—¡A pokol kapui!

Enterró la espada en el suelo del campo de Quidditch, y extensas fracturaciones se posaron en los pies de ellos. Bajo su mirada intensa de asesinato, Victoria sonrió por primera vez.

Flagrate

Y JiSung sintió sus pies incendiarse.

—¡¡¡Mierda!!!

—¡Finite! —gritó Chan, mientras saltaba por el dolor del ardor—. ¡Finite Incantatem!

El encantamiento no funcionó. Era Arte Oscura.

«¡¿Cómo lo detengo?! ¡¿Cómo?!»

Una idea se le ocurrió enseguida. Con dolor, se arrodilló en el suelo que daba la sensación de estar sobre lava y, en todas las fracturas de la tierra, JiSung comenzó a dibujar con la punta de su varita.

«Que funcione. Que funcione. Que funcione».

Chan atacó a Victoria, y ella se defendió con su espada. Ambos siguieron con la pelea mientras Chan se quemaba sus pies, ignorando por completo los trazados que JiSung hacía en el suelo.

Pero él sabía lo que hacía. Una de las formas para enfrentar las Artes Oscuras eran las Runas Antiguas.

—Funciona. Funciona. Funciona. Funciona —espetó JiSung entre trazos.

Al terminar de hacer la gran runa de cancelación de magia, sintió enseguida cómo sus pies se aliviaban del incendio. Chan, recompuesto por eso, logró luchar con mejor convicción contra Victoria.

JiSung le habría gustado ayudarlo, pero Victoria le dio el consejo de no desenfocarse, así que, lanzó un encantamiento a la espalda de Victoria antes de salir corriendo de ahí por uno de los caminos del laberinto.

Paso que daba, paso que sentía que estaba cerca de algo. Logró desencantar una encrucijada para desbloquear un camino, y esquivó otro cangrejo de fuego que le chamuscó la parte de debajo de sus pantalones y sus zapatillas. Si lo pensaba de forma fría, JiSung estaba jugando demasiado limpio en ese torneo.

Lo que hizo con Victoria hizo que detuviera su carrera y dibujara otra runa en el suelo- esta vez para alzar otro muro.

Escuchó a alguien gritar.

—¡Incendio!

Su cuerpo enseguida se colocó escamoso y su varita apuntó hacia la gran ola de fuego que se dirigió hacia él.

—¡No! —masculló JiSung.

El fuego lo abrazó por un instante, antes de transformarse en pétalos de camelias. Cuando Victoria alzó su varita para lanzar otra maldición, JiSung usó los pétalos para transformarlos.

—¡Avis!

Los pequeños chipes azules aparecieron y atacaron a Victoria bajo la guía de la varita de JiSung. Se sintió mal por atacarla, pero era un juego, y debía de ir hacia la Copa.

—¡Evanesco!

—¡Opugno!

Las aves atacaron a Victoria, y ella, en su desesperación transformó su varita en daga y la lanzó hacia el pecho de JiSung.

Los chipes desaparecieron junto con los gritos de Victoria, porque ella miraba con horror el mango de la daga sobresalir del pecho de JiSung. Él sostuvo la respiración, asombrado e incapacitado de formar alguna palabra.

—JiSung... —titubeó ella—, yo no-

JiSung se sacó la daga del pecho, incrustada entre las escamas. Asustado, se tocó el pecho para comprobar algún daño externo o interno, y al ver que todo estaba en su lugar, miró a Victoria. No hubo un intercambio de palabras porque pareciera que todo estaba dicho en ese momento. La daga en la mano de JiSung palpitó, y JiSung tomó la punta de ella con su otra mano para partirla a la mitad.

La daga se transformó en una varita de dos partes, y JiSung la lanzó hacia el suelo. Sin formular palabra, lanzó chispas rojas hacia el suelo antes de correr en el sentido contrario.

Al llegar a otra bifurcación, utilizó su varita para orientarse. Cuando esta apuntó hacia el norte, corrió hacia el lado derecho.

—¡Araña! ¡Es una araña!

JiSung escuchó a Chan gritar, y se detuvo por completo. No entendió por qué lo escuchaba o si es que apuntaba algo, hasta que uno de los muros del seto se desvaneció para mostrar a Chan con un corte en su ceja que le impedía ver por un ojo.

—Una esfinge —apuntó Chan—, ¿acaso tú no-

Chan no terminó de formular cuando comenzó a correr, y JiSung lo siguió. Ambos se separaron de camino por un instante antes de volver a reunirse, esta vez a más de cien metros de distancia, y con la Copa de los Tres Magos brillando entre ambos.

Era un hecho de que Chan llegaría primero. Él era el atlético que entrenó todo los días- y entrenó antes cuando era capitán del equipo de Quidditch. JiSung podía forzar a que sus piernas fueran igual de veloces que las de un tigre, pero nada podría pelear contra la convicción de Chan por ganar.

Él tenía sus razones y sus metas, porque Chan era el hombre leal y fuerte que siempre estimó ser. JiSung no era nada comparado con él, porque si no fuera por su condición de metamorfomago, JiSung habría sido nada. Incluso encontró irrisorio detenerlo con su varita. Chan ganaría justamente.

A ocho metros de la copa, Chan se detuvo. JiSung, por reflejo, lo imitó.

—¡¿Qué te pasa?! —gritó JiSung, eufórico.

—¡Tómala! —espetó Chan.

JiSung dio un paso hacia atrás como si aquello hubiese sido una amenaza.

—¡Corre, imbécil!

—¡Tómala, JiSung! —insistió Chan—. ¡Tú mereces ganar!

JiSung no entendía, y lanzó una risa nerviosa. —¡No seas imbécil! ¡Corre, Chan!

¿Qué demonios estaba diciendo Chan? ¡¿No podía estar más loco?! ¡El que decía estupideces era JiSung! ¡No él!

Pero Chan no se movió. Él estaba ahí, a pocos metros de la copa, y no se movió de lugar. JiSung ni siquiera sentía correcto o justo ir detrás de la copa.

«Piensa en el dinero —se dijo—. En lo que harás después. MinHo se graduará y ambos huirán. Necesitas el dinero».

Su cuerpo no reaccionaba. ¿Acaso Chan le lanzó un hechizo a JiSung para que no se moviera, y le borró la memoria? ¿Por qué JiSung no podía hacerle caso?

Porque él tenía sus convicciones claras, y aunque necesitara el dinero, también necesitaba de una competencia justa. El rostro de Chan era iluminado por la misma magia de la Copa, cuyos ojos puestos en JiSung hacía que su corazón se acelerara.

—Tú demostraste ser el Campeón —le dijo Chan—. Tú mereces ganar.

—Chan-

—Lamento haber besado a MinHo. Lamento haberme enamorado de él —confesó, y JiSung vio los ojos de Chan llenarse de lágrimas—. Tú has sido el Campeón de Hogwarts y de este Torneo. Tú eres el que merece ese título y el dinero. Tú mereces el reconocimiento. Entre los dos, tú eres el mejor mago.

Los ojos de JiSung se aguaron igualmente, y su pecho se hinchó ante la inmensa ganas de soltar un sollozo. ¿Por qué Chan debía decir eso ahora? ¿Por qué...?

—¡Juntos! —gritó JiSung.

Chan pestañeó, desentendido. —¡¿Qué?!

—¡Tomémosla juntos!

—¡¿Estás seguro?!

—¡Claro! —JiSung sorbió sus mocos—. ¡Solo intenta no besar a mi novio de nuevo!

Los dos dieron pasos lentos hacia la Copa, como si no estuvieran seguro del movimiento del otro. La respiración de JiSung era temblorosa, y el cuerpo de Chan se movía en fuertes espasmos compulsivos. Al llegar al cetro de la Copa, ambos alzaron sus manos.

—A las tres —dijo JiSung—, porque ambos nos merecemos esto, Campeón. ¡Uno...!

—¡Dos...!

—¡Tres!

Chan y él tomaron las asas de la Copa.

La tierra se sacudió bajo de ellos, y el estómago de JiSung dio un fuerte vuelco. De a poco su vista se perdía de la Copa, y los colores brillantes que eran emanados de ellas se perdían al mismo tiempo que chocaba con el cuerpo de Chan.

Fue como dar un salto en la luna.

Y cuando sus cuerpos tocaron el suelo, no cayeron en el césped del campo de Quidditch. Era madera.

El ruido de la Copa chocar y rodar en el suelo fue estruendoso y sonoro. El cuerpo de JiSung dio una fuerte sacudida en el suelo, y lanzó un fuerte gemido de dolor. Chan, a su lado, le palmeó la espalda enseguida.

—¿Dónde estamos? —preguntó Chan.

JiSung ni siquiera pudo contestar del mareo. Al recomponerse, sus manos temblorosas lo apoyaron en el suelo y se incorporó con ayuda de Chan.

Sin embargo, con sus rodillas flectadas y con el agarre de Chan, escucharon el murmullo.

Levicorpus.

JiSung sintió cómo una cuerda lo tomaba del tobillo y lo subía hacia el techo, a la altura de un candelabro. Chan también estaba alzado de cabeza, al otro lado del candelabro.

—¡Desma-

Expeliarmus.

Ambas varitas, de JiSung y Chan, volaron de sus manos hacia el suelo. La Copa aun iluminaba en el suelo de madera, cerca del tapiz de una alfombra de lobo, seguido de una mesa ratonera de cristal, cuyo reflejo de los pies apoyados de Hans DeLuca sentado en el sofá.

El vomito bajó por la boca de JiSung, pero debió de resistirse.

—Al fin..., al fin... —repitió DeLuca. Bajó las piernas de la mesa y se levantó del sofá—, tanto tiempo...

La habitación, al ser solo iluminada por la Copa, era compleja de analizarla. Otro de los asientos, uno individual, JiSung pudo notar la presencia de Omerus Lee y a otro hombre idéntico a MinHo, quien reconoció como su padre Gale Lee.

Una suave música comenzó a sonar en el cuarto, como la banda sonora de una sonata en una escena de calma. Con su vestido rojo infaltable, Maisie O'Shell tocaba una canción y tarareaba a ritmo.

Aterrado, JiSung giró para ver a Chan. Él tenía su mandíbula presionada, y aferraba sus manos a las hebillas de su pantalón para no demostrar debilidad de ser colgado de cabeza. JiSung no comprendía cómo es que tenía la fortaleza para ser fuerte, cuando él estaba a punto de vomitar de nuevo.

DeLuca se paseó por el dormitorio, y caminó bajo los chicos. Omerus tenía los ojos fijos en JiSung, y Gale Lee tenía sus codos en sus rodillas con su vista fija en el hombre lobo de la alfombra. La melodía de Maisie O'Shell disminuyó el volumen al mismo tiempo que DeLuca comenzó a hablar.

—¿Cómo puede ser tan difícil sacarte de la escuela, si siempre estás metido en algo? —preguntó DeLuca—, es retórico- no te preocupes en-

—¡¿Qué mierda quieres?! —Chan bramó—. ¡¿Por qué nos tienes acá?! ¡Dumbledore te matará cuando sepa que nos trajiste!

—Cierra la boca —DeLuca hizo un ademán con su mano hacia él—. No interesas. JiSung, dime, ¿cómo es que...?

—¡No te dirijas a él!

—¿...Cómo es que se nos ha sido tan difícil encontrarnos? —continuó DeLuca, hasta ganarse bajo JiSung y mirarlo hacia arriba—. Pensé que te vería más seguido después del juicio.

JiSung le escupió en la cara.

El escupitajo cayó en el ojo de DeLuca, una flema transparente con rastros de sangre. Con lentitud, sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió el rostro.

—Eso fue de mala educación —notó DeLuca, calmado—. ¿Tienes problema con la autoridad, acaso? —JiSung no contestó. —Debemos de tener una conversación bilateral, JiSung, sino esto no funcionará. Omerus, por favor.

Crucio.

El encantamiento golpeó el estómago de JiSung, y un desgarrador grito salió de su boca mientras se intentaba aferrar con desesperación de su abdomen. Era la familiar sensación de fierro ardiente atravesarlo desde su piel que era expulsado en la parte de atrás de su columna.

—¡Déjalo! ¡Déjalo! —imploró Chan—. ¡Basta!

DeLuca se corrió metros debajo de JiSung para no ser capturado por el vomito ensangrentado de él. Con sus manos temblorosas, JiSung intentó llevarse las manos a su boca, pero sus sentidos estaban lo suficientemente alterado como para poder pensar correctamente. Solo escuchaba los gritos de Chan a su lado.

—¿Ahora sí? —DeLuca se dirigió a JiSung. Él gimió de dolor—. Fantástico. Comencemos- porque tengo un par de preguntas y por el Torneo ha sido difícil atraparte. Vamos, ¿por qué sigues con vida?

—Porque... porque... —JiSung creyó que olvidó hablar—, porque ...

—JiSung, vamos, se colaborativo. Finite.

La cuerda invisible que lo jalaba hacia el techo se cortó de repente, y cayó hacia el suelo. Sintió cómo sus hombros se fracturaban al amortiguar la caída, al igual que sus rodillas tras estrellarse en el suelo. Su frente se pegó en el suelo e intentó componer la fractura interna.

—Porque... —JiSung habló con su mandíbula apretada—, porque no tuviste tiempo para... matarme...

—Es que- me perturba porque no has sido más que una desgracia constante- o una pesadilla, como quieras decirlo —DeLuca movió sus brazos alaridos—. Todo, todo ha sido una pesadilla. Por Merlín, eres demasiado escurridizo. ¿Omerus?

Crucio.

La maldición atacó su espalda, y su cuerpo se urgió de una forma que JiSung encontró inhumana para él mismo, con su garganta desgarrada del grito.

—¡Basta! ¡Detente, por favor! —lloró Chan desde la altura—. ¡Por favor! ¡Por favor!

«Por favor». El pensamiento apenas se formuló en la cabeza de JiSung; el proceso de sanación de su s heridas internas se interrumpió de forma abrupta, con una contención dolorosa en todos sus músculos. La música continuaba.

Después de lo que pareció eones en la vida, DeLuca movió a JiSung con su rodilla para dejarlo recostado de espalda.

—Contesta, por favor —pidió DeLuca—, porque sé que sabes. Eres inteligente, así que, puedes decirme: ¿sigues vivo por tu profecía, no?

Con respiración entrecortada, JiSung asintió.

—Fantástico. ¿Ves que funciona la comunicación? Episkey.

Los hombros y las rodillas se aligeraron del dolor, pero los ardores de la tortura continuaban manifestándose con espasmos.

—Ahora, comprendo de que sea difícil entender a lo que me refiero, ¿no es así? —DeLuca miró hacia Omerus y Gale—. «¿Qué profecía?» me preguntarán. Bueno, todo comienza en los tiempos remotos de la creación cristiana y la sabiduría puesta en la tierra, donde los hombres se juntaron porque debían vivir en sociedad, y entre maldiciones mutaron algunos con un instinto de supervivencia y mayor adaptación que otros. La escala subió, y las subdivisión en la sociedad poco a poco comenzó a crear más casillas hasta que llegamos a la punta de la pirámide: los magos.

Con lentitud, se giró hacia JiSung. —Hasta que la madre naturaleza, tan sabia en sus creaciones, creó errores.

JiSung miró cerca. Su varita estaba cerca de la Copa. Si alcanzaba la varita, podría desencantar a Chan y tomar la copa al mismo tiempo; sin embargo, ¿cuántas eran las probabilidades de salir con vida?

A la mera intención de estirar su mano, DeLuca la pisó.

—Los errores de la naturaleza pecaron en la creación del mago, y la idea de ser desviaciones más poderosas cuando el mago ya es poderoso fue una ofensa tremenda, ¿no te parece, JiSung? —DeLuca hizo mayor presión en la mano de JiSung—. ¿Olvidas la vez que me dijiste que deseaste no haber sido un metamorfomago?

—Ah-ah...

—Meses después de ese juicio, un pequeño chico de quinto año rinde su Título Indispensable de Magia Ordinaria especializada en adivinación, y mencionó frente a su examinadora un par de palabras interesantes dentro de una bola de cristal —DeLuca chasqueó sus dedos—. Pequeño chico devoto, desviador de la muerte luego del ataque de la casa de los Hwang, logró visualizar cómo derrocaban mi gobierno a causa del presente JiSung Han.

Los ojos de JiSung estaban puestos en Chan, quien le correspondía la mirada con la misma dolencia. Sintió vergüenza, y hubiese deseado que no lo mirara.

—¿Cómo se derroca un gobierno, si lo que mantiene al hombre al poder es la idea más que al mismo hombre? —DeLuca cuestionó—, reitero- es retórica, aunque si alguno de los dos estudiantes tiene alguna respuesta estaría agradecido de escucharla.

Silencio. Maisie continuaba en el piano.

DeLuca dejó de pisar la mano de JiSung. El alivio fuera del peso hizo que JiSung se llevara su mano hacia su pecho y se hiciera un ovillo en el suelo.

—Anda al grano —ordenó Omerus.

Ah~ —Maisie habló desde el piano—, no lo sé, me gusta cuando divaga.

—Gracias, linda —sonrió DeLuca hacia su esposa, antes de ir hacia Omerus y Gale—. Lo que quiero decir es- ¿Por qué debemos de pelear? ¿Es, al fin y al cabo, la democracia un filtro de quien en realidad tiene el poder? ¿A quién le importa la ciudadanía cuando solo es una muerte lo que hace todo cambiar de opinión? La profecía dice que, si JiSung me llega a matar, se liberará su pueblo. Pero —alzó su índice—, si yo lo mato a él, liberaremos al mío. Ahora, la pregunta que seguro se hacen ustedes dos es: «DeLuca, si tienes al pobre chico berreando como cerdo, ¿por qué no lo matas?»

DeLuca se hincó y levantó a JiSung desde su cabello, para empujarlo hacia la ratonera. Débil, cayó sobre la mesa e intentó incorporarse, pero DeLuca ya había apuntado a su espalda.

Avada Kedavra.

El brillo verde de la punta de su varita se brotó con un olor a maldad en todo el dormitorio, y el choque del rayo se estrelló en la espalda de JiSung.

—¡¡¡No!!! —bramó Chan desde el techo, y comenzó a moverse con urgencia—. ¡No! ¡¡¡JiSung!!!

De la misma forma en la que actuaba con el fuego, su cuerpo cubierto de escamas de dragón lo dejó intacto. Omerus, por primera vez en mucho tiempo, abrió sus ojos con sorpresa, mientras que Gale se afirmaba con fuerza de los brazos del sillón.

Maisie aun no paraba de tocar.

—Como pueden apreciar —DeLuca continuó—, la profecía estipula un duelo. Si no hay un duelo, entonces el chico vive- y viceversa, porque nuestros destinos están conectados. El cerdo de Callaghan le enseñó bien.

—¡JiSung! ¡JiSung! —Chan llamó desde arriba—. ¡JiSung! ¡Háblame!

Con una fuerte exhalación, JiSung se derrumbó sobre la mesa. Sus jadeos eran acelerados, y sus ojos estaban pegados en el reflejo de la alfombra incapaz de creer el golpe que recibió en su espalda y de la simpleza de cómo era matar a alguien.

Él seguía vivo, pero no por mucho. Era un hecho.

—Son destinos entrelazados que tienen como fin llegar a un punto, porque pareciera que la historia cuando se repite esta está condenada a acabar de forma distinta, y yo no permitiré que acabe así —DeLuca terminó por explicar.

El cuerpo de JiSung, sin voluntad en él mismo, se levantó como un muñeco de la mesa de cristal y se movió sin control hacia su propia varita de cerezo. La tomó entre sus manos, y se ganó frente a DeLuca.

Imperius sirve para algo, de tanto en tanto. No para cerdos cuya voluntad dice ser más grande —explicó DeLuca, antes de sonreír directamente hacia JiSung—. Eres un niño, JiSung.

Entre jadeos, JiSung recordó la primera clase de Defensas Contra las Artes Oscuras de sexto año, donde Cohan lo había maldito con Imperius solo para mostrar un punto en son de humillarlo. El recuerdo hizo de que la sangre hirviera de rabia, y su cabello se manifestara en fuerza de rojo.

—Ah... —DeLuca encontró divertido el cambio de color—, interesante muestra. ¿Cuánta es tu gama? ¿O tu abanico? ¿Tan limitante como la perra de Margarita Stuart? ¿O abierto como el cerdo de Callaghan Stuart?

JiSung era incapaz de hablar.

—¡Suéltalo, por favor! —pidió Chan entre sollozos—, por favor-

Crucio.

JiSung cerró los ojos para esperar el impacto, pero el grito de Chan inundó la habitación. Desesperado, JiSung intentó girar su cabeza y hablar, aun cuando el encantamiento seguía en él.

«No.

»No quiero».

—Deja...lo... —masculló JiSung. Podía sentir su cabello hervir.

Los ojos de DeLuca brillaron como estrellas románticas en ese instante.

—Supongo que es una buena motivación —notó DeLuca—. Omerus, por favor.

Avada Kedavra.

El rayo verde viajó por toda la habitación hasta chocar con el cuerpo de Chan, para que sus alaridos gritos callar en paz.

Un fuerte nudo bajó hacia el estómago, y su boca se abrió en un silencio que pareció ser la eternidad. Era como si se hubiese lanzado al mar de nuevo, un frío que caló en sus huesos cuando escuchó el cuerpo de Chan estrellarse contra la madera.

—Oh —soltó DeLuca con incredulidad, y se giró hacia Omerus—. Pensé que lo torturarías.

—Ya me estaba cansando sus reclamos.

Y, como si de la equivocación hubiese nacido la inocencia, DeLuca miró a JiSung y se encogió de hombros. —Supongo que eso te motiva, ¿no es así?

JiSung escupió fuego, pero DeLuca lo detuvo con un encantamiento. Este se redujo a humo con simplicidad, y fue hacia la varita de cerezo para lanzársela a JiSung. Cuando él la atrapó, DeLuca maldijo:

—¡Imperius!

La varita alzada de JiSung se detuvo, junto con su brazo. Sus músculos, tensos, dolieron y desgarraron cuando DeLuca se movió por todo el dormitorio.

—Aunque me fascina una ejecución pública, lamentablemente debemos de hacer esto rápido —admitió DeLuca—. Ahora, ¿recuerdas como son los duelos? Ganaste el tuyo en la escuela- vamos, hay que inclinarnos.

JiSung lanzó un grito de dolor al sentir su cuerpo inclinarse, en la espera de que Chan ordenara a DeLuca que lo detuviera.

—Bien, ¿estás preparado? —incitó DeLuca—. Comencemos- ¡Lanza el primer hechizo!

Cuando DeLuca lo liberó de la maldición, JiSung exclamó enseguida.

—¡Avada Kedavra!

Un humorístico brote se emanó, tan patético que generó burla.

—Adorable —notó DeLuca, antes de apuntar su propio estómago—. El odio debe de venir desde el fondo, JiSung, desde el alma. Él no era lo suficiente para calar el alma —apuntó a Chan—, y eso es porque eres un buen chico. No debes de por qué desgarrarla si emanas esa pureza que no deberías de hacerlo por ser la suciedad en tierra de la propia magia y desviación humana.

—¡Expeliarmus!

—¡Depulso! ¡Reducto!

El encantamiento empujó a JiSung hacia el centro del dormitorio, y el reducto golpeó hacia el candelabro, desligándolo del techo para hacerlo caer sobre JiSung.

—¡Protego! —gritó JiSung sobre él.

No pudo evitar el golpe, pero sí heridas mayores. Otro encantamiento lo hizo desplegarse del suelo y estrellarse contra los escombros. Cuando sintió la altura, JiSung escupió fuego de nuevo.

El fuego distrajo a DeLuca y a los demás presentes, salvo a Maisie. JiSung cayó al suelo y cojeó hacia la Copa. El fuego desapareció antes de que JiSung tendiera su mano hacia ella.

—¡Avada Kedavra!

—¡Protego!

El encantamiento protector contuvo la maldición asesina, dos rayos que chocaron en el centro como navajas en el aire. JiSung sentía cómo la pelea del encantamiento protector lo dañaba tal como la maldición cruciatus, que sostenía con fuerza todas las intenciones de querer alejar la maldición asesina de él.

Ni siquiera JiSung podía entender por qué estaba pasando eso, porque sus músculos los sentía fundidos y estaba cansado; sin embargo, el otro lado del rayo, la tonalidad verde venenosa, se acercaba y alejaba de él como la línea que le haría acabar su vida. Tanto pensó él sobre cuán fácil era matar y cuán fácil era morir que recordó cómo él nació para correr.

La sencilles y subestimación de DeLuca hacia JiSung poco a poco se fragmentaba, tal como la distribución de poder. Mientras JiSung se aferrase a ambas manos a la varita, él seguiría con vida.

—¡No lo toquen! —bramó DeLuca desde el otro lado. Las luces encendidas del choque hicieron que Omerus y Gale se levantaran de sus puestos.

—¡Jodida mierda! —Omerus soltó.

—¡Hay que protegernos! —Gale tomó a Omerus del brazo para sacarlo de ahí.

La fuerza de ambos encantamientos continuaba en el juego. JiSung sintió el suelo temblar, y de cómo los muebles se disparaban hacia las paredes como el cuerpo de Chan, que era desplazado hacia un rincón.

El cuerpo entero tanto de JiSung como de DeLuca temblaban, ambos incapaces de perder la conexión que generaron en ese momento.

Maisie había dejado de tocar, pero JiSung continuaba escuchando música. Podía escuchar Born to Run de Bruce Springsteen, la versión que su padre le cantó cuando ambos quedaron a la deriva en Londres, a las puertas de la muerte. Erick habría muerto desangrado, bajo la misma batalla de rayos que los ojos de JiSung vislumbra en ese momento, pero él era un vagabundo que nació para correr.

Y JiSung era hijo de Erick.

—¡Protego! —volvió a gritar JiSung—. ¡Protego Máxima!

A medida de que el encantamiento protector se abría paso entre la maldición asesina, JiSung escupió fuego una vez más.

La extensa llamarada brotada de su boca alcanzó toda la proximidad del frente del dormitorio. Escuchó el bramido de DeLuca entre las llamas, y corrió hacia el rincón del cuerpo de Chan hasta caer sobre él.

—¡Accio! —JiSung gritó con su varita hacia la Copa.

—¡Evanesco! —rugió DeLuca con ira.

Para cuando DeLuca eliminó el fuego, JiSung solo pudo divisarlo como las luces de colores cargadas de una imagen en movimiento. El torbellino del escape junto con sus brazos aferrados al cuerpo de Chan produjo que JiSung cerrara los ojos y esperara a que llegara a cualquier parte, a cualquier lugar, a donde sea donde pudiese tener cinco segundos de seguridad.

[1] con esta maravillosa escena informo que intentaré traer un capítulo antes del viernes, aunque no prometo nada. El viernes me sacan las muelas del juicio, así que estaré indispuesta (y si me desean mal y hacen que me duela más la cirugía, los castigo (broma (no tanto))).

Les amo mucho, gracias por leer<3 

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