50. Salven a la tortuga
Guía de colores de Han JiSung:
Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado.
¡Nuevo color desbloqueado! Índigo: celos nacidos específicamente por culpa de Seo SooJin.
Capítulo 50
Salven a la tortuga
Mayo 6, sábado en la noche
Como fue su nueva obsesión, los ojos de JiSung estaban pegados en el mapa. Las nuevas luces que titilaban acorde de los hijos de muggle rellenaban mayor parte del espacio, a tal punto de que era casi indivisible las prioridades que tenían para ellos. No podían evaluarlos con los magos hijos de muggles que se habían graduado de Hogwarts, sin embargo, el espacio junto a Escocia, las luces brillaban tanto que iluminaban el alma.
Tantas eran las luces que aun eran capaces de divisar a Felix, quien presuntamente debía de estar en Londres. La tranquilidad de que él estuviese bien lo aliviaba, porque eso significaba que JiSung podía permitirse el no despegar en la tímida luz violeta donde se encontraba Hogwarts.
Legalmente, MinHo era un hombre lobo.
JiSung ni siquiera podía considerar cuán complicado era la situación, porque ya iba más allá de sus manos. Tener a MinHo fuera de su radar ya lo colocaba ansioso, a pesar de que Kim MinJu con Bang Chan lo fueron a buscar a la sala común para llevárselo al patio. No le harían nada, o algo de lo que Chan no permitiría. JiSung creía que esa era una de las veces donde confiaba en él más que nada en el mundo.
Claro, pudo acompañarlo, pero tampoco quería lucir como un obsesivo en la preocupación de MinHo. ¿Tenía razones? Sí. ¿Varías razones? Sí. ¿La mayoría vitales? Por supuesto. Sin embargo, ¿JiSung quería que MinHo se ahogara con su presencia?
Obviamente no.
—¿No hay nadie más con ellos? —JiSung preguntó. El único ruido captable era el de la ducha que ChangBin se tomaba en ese instante.
HyunJin, quien veía el Mapa del Merodeador sobre su cama, negó. —Siguen en el jardín.
—Esto es asqueroso —SeungMin denunció, esta vez con el periódico El Profeta en su regazo junto con el Daily Mail, mientras la radio muggle sonaba con Daft Punk is playing at my house de LCD Soundsystem—. No dice nada de DeLuca, o del ataque en el Callejón Diagon, o si ha habido más desapariciones que el mundo muggle denuncia. El Daily Mail habla sobre desapariciones, adjudicados por una nueva corriente narcorastrificanse que se ha apoderado de algunas partes del Reino Unido, por lo que, como la gente ha querido a más fuerzas armadas en las calles, hacen más efectivo las redadas narcorastrificanse.
JiSung ni siquiera tenía energía mental para poder corregirlo. Él se sentía como si cada una de las noticias tuviesen un peso dentro de él con la capacidad de poder intervenir o hacer algo.
—¿Nada de la licantropía? —consultó JiSung.
SeungMin negó. —Solo de la traición de MinHo con los LiMa, la licantropía y las opiniones de los padres y de Omerus respecto a eso.
—¿De sus padres? —JiSung exhaló.
Con lástima, SeungMin asintió. —Ellos han..., han dicho cosas de cómo los entristeció la enfermedad, de cómo han lidiado y consejos para tratarlos.
—Tratarlos —repitió.
SeungMin no pareció agregar algo más al ver el cabello rojo de JiSung comenzar a incendiarse. Con masoquismo, también se arrancó una tira bajo su abdomen de escamas de dragón y las lanzó con fuerza hacia el suelo antes de pegar un fuerte grito. Soonie despertó de un salto ante eso.
—¡¡¡Puta mierda!!! —bramó JiSung, frustrado. Se levantó de su cama para sacar el libro de la Compañía bajo su colchón, para luego ir hacia su baúl y sacar los textos de Runas Antiguas—. ¡¿Cómo no podemos hacer nada?! ¡¿Cómo lo único que podemos hacer es una jodida y patética toma estudiantil?!
—Bueno, ¡¿qué más podemos hacer?! —HyunJin exclamó desde su cama, asustado por el repentino grito—. ¡Somos niños!
—¡Tenemos diecisiete!
—¡Somos niños!
Con más frustración, JiSung pateó su baúl y tomó el libro con los manuales de Runas.
—Iré a hablar con Cohan.
—No- ¿estás demente? —SeungMin intentó detenerlo—. ¿Le llevarás el libro de la Compañía? ¿Acaso eres imbécil? ¿Qué tal si-
—Él pudo verme —dijo JiSung—, y sé que él es el único hijo de puta que puede traducir esta mierda —levantó el libro—. Debo saber cómo mierda Hana fue capaz de hacer todo un levantamiento social teniendo dieciocho y estudiando en Mahoutokoro.
—¿Y por qué?
JiSung miró a SeungMin como si su mejor amigo se hubiese contagiado de la estupidez de un Hufflepuff e ignorado todo su pasado en Ravenclaw. ¿En serio le estaba preguntando eso?
Furioso, bramó: —¡Porque quiero tener una linda casita en un bosque sin estar teniendo a jodidos cazadores en mi jardín!
Dicho eso, salió del dormitorio con sus brazos cargados. Caminaba a grandes zancadas, e ignoró a sus compañeros de casa y conocidos quienes se le acercaban para preguntarle sobre MinHo.
Ignoró carteles, preguntas y estudiantes que brotaban de todas partes. Ensordeció su único oído bueno hasta llegar hacia el despacho de Cohan, donde, tras abruptos golpes en la puerta, le abrieron.
—Carajo, ¿no tienes percepción del sueño? —cuestionó Cohan—. Son las... ocho treinta de la noche.
JiSung se abrió paso para ingresar, y dejó todo en el escritorio. El cuarto apestaba a marihuana y alcohol.
«Eso es genial. Podrá hablar menos inhibido».
—Usted es un experto en las Artes Oscuras —sentenció JiSung—, y un fantástico docente, para ser jodidamente desagradable. Vio mis memorias, sabe mis traumas y todo lo que convoca la maravilla del mismo trauma. Usted, por favor, ¿puede traducirme este texto?
No es como si fuera la primera vez que Cohan veía a JiSung en un estad de desesperación. Eso lo negaba totalmente, porque Cohan era el filtro de primera fuente de la ira de JiSung que necesitaba para funcionar, lo cual era terriblemente catastrófico porque eso significaba que le tenía algún aprecio a Cohan.
Erick, Cohan..., ¿cuántos adultos más JiSung respetaría? Él estaba feliz viviendo solo con SaeJah y HyunSan.
Cohan, notoriamente atontado por la radicalidad de JiSung, tomó el asiento la otro lado del escritorio. Su cabeza se fue ligeramente hacia adelante antes de enderezarse.
—¿Ron de Troll? —ofreció Cohan.
—Sí, por favor.
Mientras JiSung bebía de la gran poca que Cohan tenía, diluido con algún otro líquido que él no constó, vio a Cohan revisar el borrador de la Compañía página por página, como si su análisis exhaustivo fuese prioritario antes de la solicitud. Al igual que con el borrador, Cohan tomó los manuales de Runas Antiguas y los revisó.
—¿No te dije que revisaras un poco más allá de tus clases sobre esto, si es que te querías especializar en las runas? —cuestionó Cohan.
JiSung asintió. —He ido a la biblioteca y-
—No. Libros reales, del mundo real. Los de la sección prohibida, si quieres considerarlo.
Se encogió de hombros, como manierismo de su incomprensión. El ron golpeó a JiSung dentro de la memoria de no saber si alguna vez lo bebió antes.
—Nunca me dieron el pase —contestó JiSung—. ¿Ahí me pueden ayudar con las traducciones?
Cohan tomó aire con lentitud. —¿Crees que yo te traduciré el libro?
—Sí.
Con un movimiento, Cohan sobrepuso la varita sobre el libro para realizar un encantamiento diagnóstico. Tal como esa vez, en donde JiSung y SeungMin lo hicieron para buscar el origen del bloqueo, también presenció lindas luces que brillaban en distintos colores.
—Cuando me preguntaste por la runa de apertura, ¿era para el libro? —analizó Cohan.
JiSung asintió. —Ajá. Solo se abrió un poco con la runa de apertura hecha con mi sangre, pero después... uh, se logró con otra persona.
—Yo pensé que la runa de apertura era para tu memoria. Te enseñé una muy poderosa.
—Oh, ¿eso quiere decir...?
—Si la runa de apertura solo funcionó con esa otra persona para desbloquear el libro, a sabiendas de que aplicaste una que te enseñé para abrir tus memorias..., significa que el encantamiento de traducción debe de ser mucho más complejo. E, incluso me atrevo a decir, aquel que quiera leer este libro siempre se le será complicado. Esto está en coreano, pero probablemente el coreano que lo lea lo notará en inglés. ¿Cómo demonios conseguiste esto?
JiSung jugó con sus dedos, un poco tímido. —Herencia de Callaghan...
—¿Te heredó este libro?
—Sí.
—Él, específicamente, ¿te heredó el libro? —corroboró—. O sea, en las fotografías yo no veo a Callaghan.
—Lo sé, yo tampoco.
—Pero él consiguió el libro, y te lo heredó cuando falleció.
—Cuando lo mataron —corrigió con vehemencia.
—Te lo heredó una vez que lo fallecieron —repitió Cohan, como un fantasma dentro del concepto de «fallecer» en la primera clase que tuvieron.
JiSung no replicó enseguida, porque su mente quedó vaga. Divagó por un instante en sus memorias, si es que había algo que lo ayudase a poder traducir el libro de la Compañía, pero solo podía recordar en ese lugar la soledad, la ansiedad de que los días pasaran rápido, y las muertes que llegaban al Refugio.
Le habría gustado haber sido más útil, o recordar a lgún hombre que retratara las biografías de los miembros como también las fotografías.
—¿Cómo es posible que recuerde tantas cosas y nada lo haga útil? —cuestionó JiSung—. ¿Cómo es posible que sea un chico tan... protagónico, que esté en el torneo de los tres magos, cuya vida se situó en una revolución, e hijo de la mujer que dejó estragos en Asia a mi edad, no pueda hacer algo?
—¿A qué te refieres? —interrogó Cohan, serio.
JiSung le dio un trago al Ron de Troll, igualmente automático. —El profesor Binns, en primer año, comenzó su clase diciendo que la historia era siempre repetitiva. Y ahora está pasando eso: la historia se repite, y MinJu Kim está haciendo las cosas que Hana hizo alguna vez. No es como si quisiera robar el liderazgo, porque realmente admiro a MinJu, pero me siento que tengo una responsabilidad tan grande más allá de matar a DeLuca-
—Alto —cortó Cohan—, ¿qué tú tienes qué?
«Vaya —JiSung casi quiso reír de lo tonto que se sentía—, el que bajó las inhibiciones fue otro».
—¿Cómo es posible que yo confíe tan a ciegas en ti, y yo no sepa nada de tu vida? —contestó JiSung.
—No, detente —Cohan se reacomodó en el asiento—. ¿Cómo que debes matar a DeLuca? ¿De dónde sacaste esa idea?
«Miente». —Me ha hecho daño, y le ha hecho daño a la gente que amo. ¿Supo usted que nos mandó a castrar? ¿Y que tuve que visitar San Mungo tan pronto como llegué a Londres para las vacaciones de primavera para que me dejaran infértil?
—Carajo-
—No lo hicieron. La madre de HyunJin: SaeJah, mi fantástica figura materna, logró que no nos castraran —JiSung le dio un sorbo al ron—. Pero a los metamorfomagos que me acompañaron sí lo hicieron, y los veelas que vi también. La rabia que tengo por DeLuca-
—Como cualquiera.
—Él tocó a MinHo —elaboró, enojado—. Para la segunda prueba- él vio cuán importante MinHo era para mí, y a nadie debió de importarle eso si no fuera porque MinHo era doble espía para la Compañía.
—Me enteré de que era un traidor para el partido de Libertad Mágica, sí...
—Y él... —JiSung ni siquiera supo por qué quiso llorar. Su cabello continuaba rojo, pero como un humano, una persona normal, comenzó a lagrimear a causa del gran terror que tenía dentro de su sistema. Una impotencia tan grande que ni siquiera podía recibir el argumento de que no le afectaba—, DeLuca lo navajeó con un cuchillo de plata. Lo hizo sufrir, y MinHo ha sufrido demasiado como para que venga un- un jodido político a que le haga algo. No puedo permitir tampoco que HyunJin siga sufriendo, y mucho menos que MinHo sea atacado por su condición.
Dejó la copa de ron sobre el escritorio. JiSung lo concedía como parte de su propia borrachera, pero el sufrimiento que tenía estaba tan latente que le fue imposible no soltarlo. Estaba tan frustrado, enojado y entristecido que debía de ser responsable de algo. Él puede ser responsable.
—Sé que la guerra trata de perder, pero yo no puedo —lloró—. N- no me importa si mi papá o H-Hana perdieron gente, o si las personas de la Compañía han visto a su amigo o familiar morir. Y-yo no puedo, no puedo hacerlo, no tengo la fortaleza suficiente para hacerlo y- y ahora murió Mina. No quiero y no puedo sufrir por la muerte de Mina porque- porque me destruirá por completo. Cohan, no puedo ser destruido, porque debo de matar a DeLuca..., pero yo no quiero hacerlo.
Era tan difícil poder concebirse un duelo sin pensar en la venganza. Era asombrosa la fortaleza de HyunJin porque él solo podía entristecerse en él mismo, lo suficientemente capaz de saber que la vida seguía. Sin embargo, la muerte de Mina hacía que JiSung se diera cuenta de qué tan fácil era matar a alguien.
Él lo pensó en su momento, para cuando lo atacaron en la casa Hwang. Era demasiado fácil matarlo usando la varita, y JiSung se dio cuenta de qué tan poco valía para la vida.
Entre sollozos, continuó:
—¿Cómo uno puede seguir después de la muerte? ¿O cómo uno sigue a sabiendas de sus responsabilidades? —dijo—. No quiero perder a... a nadie..., no puedo..., pero debo de..., aunque no quiera..., aunque no pueda...
Cohan dejó que JiSung llorara sobre su escritorio, y se sintió tan deseoso de poder ser abrazado. JiSung quería que Cohan lo abrazara para ser contenido, aunque sea por un instante, como si aquello significara algo.
«Mierda —pensó entre llantos—, desarrollé afecto por ese hijo de puta».
Al terminar de llorar, JiSung solo soltó:
—Tengo tanto miedo...
Cohan no se movió de su lugar, lo cual JiSung agradeció porque sentía que sería demasiado vergonzoso si es que lo abrazaba- aunque lo quisiera, JiSung jamás lo diría en voz alta.
—Cuando fui joven, tuve una hija —contó Cohan, de repente, entre tanto del terror de JiSung.
JiSung, perdido, alzó su mirada. —¿Eh?
—Te conté que, por la guerra civil, era normal que los magos también pelearan y se atacaran con cosas que nunca imaginé que existiría, y hasta el día de hoy, con mi conocimiento de las Artes Oscuras, sigo sorprendido.
JiSung asintió.
—Fui padre joven, con una chica que no denominaría mi gran amor o mi amor épico, pero que sí reconozco que la amé en su momento. Ambos tuvimos a una preciosa niña que la llamamos Clöe porque era un nombre que rimaba con nosotros; y Clöe fue, por así decirlo, mi gran amor épico.
»No obstante, la guerra seguía intacta, y mientras más ataques que el IRA o los militares británicos hicieran, nosotros debíamos de estar ahí, porque éramos ciudadanos. Hasta que, claro, un día, mi novia y Clöe salieron a hacer las compras y un ataque terrorista mágico las atacó. Yo no pude hacer nada porque nunca quise aprender magia, así que solo tuve que ver cómo ellas morían en agonía, con sus cuerpos convirtiéndose lentamente en oro, mientras sus músculos se descomponían de apoco bajo la maldición necrosis. Yo tuve que matarlas porque todo el sufrimiento lo hacían a consciencia, y mi señora de ese entonces era una simple muggle.
Cohan no parecía plantear alguna reacción emocional ante eso, o al menos ninguna que JiSung no concediera. El propio JiSung no pudo evitar soltar un sollozo ante la historia, lo cual lo dejó mucho más debilitado.
—Sé que es una historia cliché —repuso Cohan—, pero a mí me marcó. Tenía dieciséis, y voluntariamente negué estudiar aquello que las pudo haber salvado- o sea, eso pensé en ese momento, porque ahora sé que, por nada en el mundo, las habría logrado rescatar.
—Lo siento tanto... —continuó JiSung.
Cohan esbozó una sonrisa, y negó con su copa en mano. —No lo hagas. Las llevo en mi corazón y probablemente lo haré hasta el final de mis días, pero eso no me evitó a avanzar. Tuve que aprender sobre lo mismo que las mataron, y aplicar aquello solo para especializarme. Sé que te sonará una historia muy fantasiosa, pero aprendí a trabajar con aquello que pudiese evitar que más gente muriese de eso. JiSung, no llores...
Pero era inevitable. Totalmente inevitable.
Una vez más, sin saber en qué concepción del tiempo estaban, JiSung lloró sobre el escritorio de Cohan. Se sentía tan patético por llorar cualquier cosa- por cada obstáculo, por cada temor o por cada amenaza. JiSung era un llorón que no evitaba expresar sus sentimientos, porque, de todas formas, lo haría a través de las cualidades que lo reconocerían como metamorfomago.
Para cuando sintió su calma, JiSung consultó:
—No quiero que usted sufra, ¿Cómo puedo evitarlo?
—Oh, JiSung... —Cohan rio entre dientes, como si aquello fuese una petición hecha por un niño pequeño—. No tienes por qué evitarlo. Ya es parte de mi historia porque lamentablemente viví en un período que no podía evitar a que sucediera. No obstante, si es que ahora no quieres sufrir aquello por lo que tú empatizas tu pena, deberás de asumir que, independiente de lo que suceda, aquello siempre llegará.
—¿Aquello?
—La muerte.
—No quiero que la gente muera por mi culpa.
—¿Y cómo podrás evitar eso?
—¿Aparte de llorar?
JiSung intentó esbozar una sonrisa entre sus lágrimas. ¿Cuánto rato llevaba llorando?
—Callaghan me dejó una carta antes de que renunciara, luego del ataque que sufrimos el año pasado.
—¿Y qué decía?
—Aprende. Ámate. Muéstrate. Esa será la única forma en la que podrás enfrentar el mundo.
—Supongo que podemos rectificarlo como un visionario.
JiSung soltó una risa mientras se secaba su cara. —Sí, supongo que sí.
Ni siquiera recordaba cuál fue la razón inicial por la que JiSung fue a su despacho, y todo aquello lo culpaba al alcohol. No debería, a sabiendas que de quera su maestro el que lo emborrachaba, pero necesitaba una clarividencia dentro de su mal estima tan urgente que le hacía reír a carcajadas cada comentario que Cohan emitía, generado por el fracaso de poder traducir el libro.
JiSung suponía que, aquello, tal como el lienzo de Slytherin, debía de quedarse en el misterio.
—¿Cómo demonios te intentaron matar? —cuestionó Cohan, igual de borracho.
—Específique- ¿cuál vez?
Ambos estallaron en risas.
—Me sorprende que venga de Irlanda. O sea, nunca lo reconocí por el acento.
—Es que eres un ignorante —repuso Cohan con diversión.
—También, pero sigue siendo increíble. Yo no sabía que tenía acento hasta que me lo dijeron.
—¿Acento...?
—Sí. Ni idea de donde salió, aunque lo adjudico a que me liberaron los recuerdos y-
—¡Oh, es cierto!
JiSung rio, con una carcajada culpable de no tener que remediarlo. No pudo rescatar la traducción de aquello que necesitaba, pero sí logró poder aliviar su mente con aquella maldad que Erick intentó compensarle: que era existente en él.
Tanto que JiSung criticó las Artes Oscuras para solo terminaren algo que fuese estructurado dentro del conocimiento. En algo que Cohan se esforzó que fuera desde el primer día.
Aprender, amarse y mostrarse. Esa era la última voluntad de Callaghan. Y aunque JiSung estuviese perdido o incomprendido de aquello, era parte de su realidad.
Una realidad tan estipulada que no podía rechazarla.
—Llegaron unas... brujas —contó JiSung, ligeramente ido—, y nos atacaron. Yo estaba fuera cuando me atacaron, y cuando regresé a la casa, las brujas se habían llevado a HyunJin a la siguiente planta. Fui por él, pero estaba muy herido como para carrearlo solo. Con SeungMin y Felix intentamos defendernos de ellas, pero eran demasiado especializadas, y no dudaron en atacar a matar.
—¿Cómo mierda ustedes salieron con vida?
JiSung recordó las veces que había contado la historia, y de cómo ninguna tenía el mismo efecto que el anterior. Escuchó a SeungMin relatarlo en el estrado cuando fueron demandados, y luego para cuando la examinadora de los TIMOs se lo preguntó por crédito extra. JiSung había tenido un ataque de pánico en ese relato.
—Ni idea —confesó JiSung. Hasta el día de hoy él no supo cómo lo lograron—. Alguien tuvo la idea de que abrieran el paso de gas y..., y escupí fuego. A HyunJin lo torturaron, y con SeungMin y Felix intentamos detener la maldición asesina- un fracaso, en verdad.
—¿Por qué un fracaso?
—Porque mi varita se rompió y perdí un oído, Felix voló por los aires y SeungMin perdió su hombro. Fue un burdo intento de detener una maldición asesina.
—Burda detención, no burdo intento —corrigió Cohan—. Si hubiese sido intento, ya estarían muertos.
JiSung asintió, con sus dedos jugando en la vacía copa.
—A veces deseo haber muerto esa noche —confesó JiSung.
Cohan presionó sus labios y emitió un suspiro por su nariz. —Sí, entiendo el sentimiento.
—Lo sé.
—Sin embargo, no lo hicieron. Como alguna vez te dije, la voluntad que ustedes tuvieron por vivir fue mucho más grande que el deseo asesino de esas brujas. Eso fue suficiente para detener la maldición asesina.
—¿Cree que deba hacer algo así para la tercera prueba?
—Creo que, más que hacer «algo así» es que, debes hacer algo —dijo, ante una bruma de seriedad que desconcertó a JiSung—. Lo sabrás en el momento cuando debas hacer algo.
«Lo sabrás en el momento». Era una oración demasiado abstracta, sin pies ni cabeza como para poder entenderla.
—Es hora de que te retires —informó Cohan—. Ten cuidado al regresar al dormitorio. Estás borracho.
—¿Por qué lo dice?
La cabeza de JiSung chocó con el marco de la puerta.
Una vez que regresó el dormitorio, lo primero que hizo al cerrar la puerta fue ver hacia el mapa. El punto lumínico donde estaba Felix no se encontraba iluminado.
—¿Qué mierd-
Antes de completarlo, el cuerpo colisionó con él.
—Oh, mierda —Felix susurró en su cuello—, hueles a trago.
Sin embargo, a JiSung no le importó. Lo abrazó con tanta fuerza con el temor de que desapareciera, porque lo había extrañado y había temido de su desaparición según lo que decía el Daily Mail. Cuando JiSung no podía aceptar alguna otra pérdida, era real; y tener a Felix entre sus brazos solo lo aliviaba de sobre manera.
—Hola, hola —saludó JiSung—, ¿cómo está tu madre? ¿Cómo estás tú?
—Estamos bien —contestó Felix—, en serio lo estamos.
JiSung no sabía que lo abrazaba con fuerza hasta que Felix se quejó, pero no quiso soltarlo. Una semana con su vista puesta en el mapa para pronto tenerlo ahí le hacía sentir totalmente aliviado.
—Estás borracho —apuntó HyunJin desde la cama.
Tras zafarse de Felix, JiSung asintió. —Como una cuba, pero no importa. Los amo a todos por igual.
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Solo fue cuestión de tiempo antes de ser interceptado por MinJu en la sala común de Hufflepuff.
Era esperable, obviamente, en especial porque pasaron más tiempo de lo que MinHo podía estimar con él, MinJu y Chan en silencio. Es decir, ¿en qué momento se hicieron tan cercanos que se tenían la misma estima?
Sin embargo, MinJu habló primero, con su manera elocuente y elegante al referirse las cosas.
—¿Cómo no me contaste esto? —consultó ella.
Estaba de noche, y los tres estaban en ese jardín de las esculturas que JiSung y Erick estuvieron días atrás, sentado en una antigua fuente de agua sin agua que se dejó enraizar.
—Porque no es algo que se cuenta —razonó MinHo con una obviedad que era consciente que no debía de aplicar.
MinJu miró a Chan. —Por supuesto que tú sabías...
—Fue por mi culpa, en realidad —aclaró él—. Metí mi nariz en donde no debía.
MinJu asintió, aunque MinHo sabía de que ella no quería digerir las cosas por su propia cuenta. MinHo estaba al borde del llanto ante cada cosa que MinJu pareciera pactar en no querer nombrarlo, pero a él se le era demasiado difícil.
Inexplicablemente, su aprecio hacia MinJu había ido más allá de lo que él hubiese deseado; entre la cercanía del Premio Anual, su rol en la boda y todo lo que sucedía con ellos, MinHo solo quería apoyar su cabeza en el hombro de ella por un rato.
Sin embargo, más que expresar culpa por no contarle, constató con letanía. Los ojos de MinHo se aguaron como lo hacían exclusivamente con JiSung, e intentó hacerlos pasar desapercibidos para no avergonzarse.
—Así que tú... —continuó MinJu—, eres un licántropo.
MinHo asintió. —Me mordieron a los ocho.
—Oh, carajo —maldijo MinJu.
Enseguida, MinHo se colocó a la defensiva.
—Nadie me quiere- sí, lo sé. No soy ni profesional ni académicamente respetado, y dudo mucho que tenga algún aprecio tuyo. Sin embargo, aunque no me enorgullezca de esto, sigo siendo un licántropo, y con tu regaño lo seguiré siendo- así que, no me interesa tu opinión, MinJu.
Aunque sí le importaba, porque fue la madrina de su boda y quien le hizo los arreglos florales, como también colocó su posición dentro de la Compañía como del partido de LiMa en exposición. MinHo no podía asumir con una sinceridad de su aprecio que le tenía a ella, y de cuánto le dolería saber que la perdería.
No quería perderla.
—No soy un peligro —aclaró MinHo enseguida—, solo soy....un licántropo.
En esa seriedad que la llenaba, MinHo desde que dijera algo- cualquier cosa que le aclarase que no debía de por qué sentir temor de él. MinHo no le haría daño, y eso podría jurarlo. Es solo que...
—¿Por qué nunca lo dijeron? —preguntó MinJu—. ¿Por qué Dumbledore no lo mencionó en alguna reunión con los prefectos?
MinHo, sin saber qué respuesta dar, se encogió de hombros. —Supongo porque seguimos teniendo un estigma demasiado marcado...
—Pero si te tenían en un lugar para las lunas llenas, ¿por qué...? ¿Por qué fue secreto, entonces?
MinJu divagó demasiado, y MinHo evitó por completo querer sonreír.
—Y- tus heridas... —comentó, asombrada—. Por qué- nunca te he visto antes así de malherido. Y si pasa todas las lunas llenas...
—Solo pasa cuando está en un lugar encerrado —respondió, y apuntó hacia donde se encontraba el Sauce Boxeador—. Me guardan en el Sauce. Hay un túnel que da para la Casa de los Gritos.
—La- ¿La de Hogsmeade? —MinHo asintió—. Vaya...
—Como lobo es feliz —Chan acompañó el argumento, con su vista pegada al cielo—. O sea, el lobo tiene compañía, la mayor parte del tiempo...
—¿Qué clase de compañía? —consultó MinJu.
—Ya sabes, acompañamiento...
MinHo ni Chan lo dijeron explícitamente, pero MinJu terminó por digerirlo casi como parte de una obviedad, aunque no lo admitiese de cierta fuente. Solamente, con su vista aun pegada en el cielo, tal como Bang Chan al otro lado de MinJu, asintió.
—¿Por qué estuviste tanto tiempo en la enfermería? Estuviste desde antes de la luna llena.
—Me atacó DeLuca —explicó MinHo—, era el espía de la Compañía. Iba a reuniones del LiMa y luego se los decía a Dumbledore, para después él lo informara y la Compañía hiciera algo.
—Eres admirable.
—No tanto.
MinJu tomó aire y, finalmente, alcanzó la mano de MinHo para entrelazar sus dedos con los de él.
—Entiendo que no me hayas querido decir —aclaró ella—, pero..., no sé, me habría gustado- perdón, sé que es muy egoísta, pero- no sé, ¿considerar que soy importante, de la misma forma en la que me importas...?
Sobre la cabeza de MinJu, MinHo vio a Chan sonreír al compás de las palabras de MinJu, tan explícito y comprendido que MinHo ni siquiera pudo explicar por qué aquello lo hacía sentir mal como a la vez tan bien.
—Soy agradecido con la gente que me conoce —admitió MinHo a MinJu—, y no me puedo dar el lujo de poder tener estimas con aquellos que no confío. Lo siento, mientras más gente sabía, más me exponía...
Para cuando MinJu quiso separarse de él, MinHo no la soltó.
—¿Está bien, para ti, de que yo te considere una amiga? —preguntó MinHo, con una brutal sinceridad.
MinJu, sin querer verse conmovida, asintió. —Claro- por supuesto, obvio. Somos amigos.
El anillo de MinJu brillaba con alegría en su dedo, y MinHo solo pudo esbozar una sonrisa. Se sentía tan patético sentirse feliz con eso.
MinJu, dentro de la dureza que a ella le gustaba mostrar, se levantó de repente y se dirigió hacia MinHo.
—El lunes en la mañana tenemos la reunió con el Jefe del Departamento de Educación —aclaró ella—. Llega, si no quieres que te golpee.
—Puedes hacerlo con algo de plata.
MinJu ni siquiera esbozó una sonrisa, pero en su cariño alcanzó su mano la mejilla de MinHo para tocar la grotesca cicatriz de su cara.
—Nunca —prometió MinJu, antes de irse.
El corazón de MinHo desembocaba en alegría y pena, todo de una forma ambivalente que se sentía avergonzado. Su cuerpo sucumbió a su propio cansancio y se termino por recostar en el hombro de Chan antes de soltar una ligera risa.
—¿Por qué siento que todo eso es dramático? —preguntó MinHo, sin poder creérselo—. Es decir- me esperaba de todo menos esto.
Chan, a su lado, se encogió de hombros. —Ni idea, tampoco. No me perturbo.
Bien, no es como si MinHo no tuviese aquello con alguna parte de la culpa porque, por supuesto, lo sentía, y el tener a Chan a su lado le daba la necesidad de disculparse también.
—Lamento haberte tratado de esa forma en la enfermería —aclaró MinHo—, no tuve que haberlo hecho. Solo estabas preocupado.
—Increíble de cómo siempre caes en tus propias emociones —reconoció Chan.
MinHo se encogió de hombros. —Lo sé- es inevitable no sentirlo- a sabiendas de que me destroza la misma idea de la licantropía.
—Lo decía desde tu ataque de rabia —aludió.
MinHo ni siquiera se sentía con el ánimo para poder hacer un comentario sarcástico o hacer un chiste sobre eso, solo se encogió de hombros.
—Ha sido demasiado... difícil —aclaró MinHo. Solo podía culpar a la existencia de MinJu por su sensibilidad—. Lamento haberte gritado- a ti y a MinJu, pero sobre todo a ti. Desde que supiste de mi licantropía has estado a mi lado, y en verdad agradezco eso.
Chan esbozó algo-así una sonrisa. —Lamento desmeritar tu trabajo con la Compañía.
—No, lo que decías era ver-
—No, es mentira —cortó Chan—. Al contrario de todo lo que dije- tú has sido alguien muy colaborativo- más que yo, obviamente, e hiciste bien tu trabajo. Eres admirable, MinHo.
MinHo sintió aquellas palabras como un corte de timidez, y bajó su mirada con una sonrisa que no quería parecer delatadora de la felicidad por el reconocimiento de alguien como Chan.
Con un poco de torpeza, MinHo se tocó su cara. —Bueno, después de esto, no es como si hubiese sencillo ocultar este secreto.
—¿La plata?
—Sí.
—Nunca me di cuenta de ello- o sea, no notaba que tú no podías tocarla...
—Es algo que te enseñan en Cuidado de Criaturas Mágicas —respondió la duda—. Yo no lo tomé porque no lo encontraba... relevante (para no decir ofensivo); Dumbledore tampoco lo pensó mucho con el servicio de Hogwarts, y mientras yo solo tocara las cosas de cobre, no había demasiados problemas con funcionar en la escuela...
—Pero- ¿esa cicatriz está sanada de forma diferente a de las otras?
—Yep. Mira, préstame tu mano.
Chan lució sorprendido por la petición, y MinHo tomó los dedos de él para que, con sus yemas, sintiera el tacto de la gran cicatriz de su mejilla. Aun herida, apenas recuperándose, y con los puntos bailando a causa de la transformación de la noche anterior. La cicatriz en la mejilla dolía más que todo su cuerpo.
El tacto de Chan en su mejilla ardió como una corriente eléctrica, aunque MinHo no supiera cómo se sentía; la sensación al tacto ante la cicatriz notaba la distinción de la suavidad de la piel a la costra envenenada, tan asquerosa de tocar que a MinHo le enderezaba la columna por la sensación.
—No pasa desapercibida —aclaró MinHo—, todos se habrían dado cuenta con esto.
—O solo los que tomaron Cuidado de Criaturas Mágicas —repuso Chan.
MinHo asintió, dándole la razón. La mano de Chan continuaba en su mejilla, y pensó que sería lo suficiente como para notar el cambio de piel y el propio traumatismo que generaba la pelea.
—No lo toques tanto —pidió MinHo—. Sé que está asquerosa.
Igual que esa noche, la mano de Chan tuvo dificultades de abandonar su mejilla. MinHo podía oler algo particular emanar en su compañero cuando las rodillas chocaron.
—Lo dudo —murmuró Chan—, ¿cómo algo en ti podría ser asqueroso?
Sin poder contestar, los labios de Chan se sobrepusieron a los de él, y el primer pensamiento que tuvo MinHo fue preguntarse qué tenía él para ser tan sencillo besarle para las personas.
Se separó antes de digerir que Chan, Christopher Bang, Bang Chan lo había besado.
—Ah...
—Eh...
Ambos parecieron congelados ante eso. MinHo estaba incrédulo porque, vamos, él mismo dio un discurso hace semanas sobre lo que era besar a alguien. ¿Acaso Chan tenía sentimientos por él? No, otra pregunta formulada: ¿desde cuándo Chan se sentía así por él?
«—Tengo miedo de que me dejes por Bang Chan.»
MinHo era el estudiante número uno de Hogwarts, si es que no era el número dos gracias a MinJu. Era Premio Anual, fue prefecto, sacó Extraordinario en todos sus TIMOs y ahora los chicos de primer año lo miraban como un dios por su gran sabiduría académica.
MinHo era el estudiante número uno de Hogwarts, y él nunca adivinó que Bang Chan gustaba de él.
—Me tengo que ir —avisó rápidamente MinHo.
—No, espera —Chan lo tomó de la muñeca, totalmente sonrojado y con una visualización en su rostro que MinHo no podía entenderlo—. Lo siento. En serio perdón.
—Está bien, no hay proble-
—No le digas a JiSung, por favor.
Aquello cayó como rayo en MinHo, que lo dejó tan congelado que no pudo zafarse del agarre.
—¿Qué? —¿Cómo podía pedirle eso?
—Yo se lo diré —prometió Chan—. En serio- lo haré yo. No tuve que haber hecho esto. Sé que soy un idiota, pero- por favor, déjame hacer esto.
—Chan, no puedo —por el nerviosismo, MinHo lanzó una risa—. Yo le conté a JiSung cuando SooJin me besó y- carajo, ahí ni siquiera éramos pareja. No me puedes pedir que-
—Lo sé, lo sé —interrumpió, tan arrepentido que terminó por inclinar su cabeza y apoyar su frente en las manos tomadas—. Pero yo se lo explicaré a JiSung, MinHo. Por favor, esto es algo que debo decírselo yo.
La noche de San Valentín, JiSung había expresado su lamento ante la distancia que Chan tenía con él, cosa que MinHo no entendió por qué lo damnificaba a ese nivel que lo expresaba. El de quererlo y no ser correspondido.
Ahora, MinHo comprendió lo que se refería: no es que no fuera correspondido, es que Chan no admitía quererlo. JiSung sufrió demasiado y Chan fue su contención, y por algo tan... significativo como tener sentimientos por MinHo hizo de que Chan se alejara de JiSung.
«Oh, puta mierda». ¿Qué tan mala persona debía de ser MinHo como para pensar más en JiSung que en Chan en ese instante?
Sin embargo, la desesperación real en la mirada de Chan hizo de que fluctuara en su decisión.
—Okey —terminó por decir MinHo—. Se lo dirás tú.
Se soltó con suavidad para no mostrar algún cambio en ambos, y se encaminó hacia la sala de Hufflepuff en pasos torpes y vacilantes.
No podía irse a su propio dormitorio- o podía hacerlo si es que quería que lo mataran en sus sueños. Soonie se encontraba en el cuarto de Hufflepuff, así que no debía de haber problema si es que iba hacia allá y luego, en la mañana siguiente (o la tarde, su cuerpo dolía demasiado), ir en busca del resto de sus cosas.
Claro, si es que JiSung no lo echaba del dormitorio antes de que terminara de formular una frase.
Desde su estómago, un fuerte calor batió, como si aquello fuese una anécdota divertida y no la causa inicial por la cual JiSung quisiera mandarlo al demonio. No obstante- carajo, ¿es que era ridículo? ¿Cómo podía alegrarse más por tener un problema romántico antes de que el propio Ministerio lo había denunciado como licántropo?
Era un problema que, al tenerlo con su mente ocupado en eso, no podía evitar sentirse dichoso antes de darle paso a la culpa.
Le rompería el corazón a JiSung.
Y le encantaba saber que su preocupación estaba centrada en eso y no en él mismo.
Al llegar a la sala común de Hufflepuff, los chicos que estaban ahí se encogieron en ellos mismos. MinHo pensó si es que creían que los mordería o atacaría, así que intentó pasar lo más indefenso posible en la caminata hacia el dormitorio. Alguien intentó detenerlo, pero no se atrevió lo suficiente.
Para cuando abrió la puerta del dormitorio, notó que Felix había llegado.
—Oh —soltó—, estás acá.
MinHo no se esperó para nada que Felix se abalanzara hacia él para abrazarlo. Aterrado, MinHo palmeó su espalda un par de veces. Su cuerpo aún dolía.
—Me enteré de lo que te pasó —dijo Felix—. Eres genial.
—Ah- eh..., gracias...
—¿Cómo le dices que es genial? —HyunJin le regaño desde su cama, con una sonrisa—. Lo sacaron del clóset.
—De nuevo —agregó ChangBin, desde la cama de Felix.
Felix se apartó de MinHo, aunque sus brazos no dejaron de rodearlo. Por un instante, MinHo temió sinceramente recibir un beso de él.
—Oh, tu cicatriz quedó genial —halagó Felix—, eres precioso, MinHo, que nadie te diga lo contrario. Y, aunque no nos quieras, quiero que sepas que siempre tendrás un apoyo con nosotros. Somos tu nueva familia. ¿Qué dices?
—Creo que tendré un ataque de pánico.
SeungMin apareció entre ellos, y tomó con gentileza a Felix de los brazos para apartarlo de MinHo.
—Es demasiado. El niño no es de contacto físico —rectificó SeungMin a Felix.
MinHo pudo notar cómo Felix se zafaba enseguida del agarre de su amigo para irse a su cama con ChangBin. Le habría encantado analizar esa situación si no fuera porque, al instante que SeungMin le preguntó cómo le fue con MinJu y con Chan, la puerta del baño se abrió de forma abrupta.
—Ahí está. —Apoyado en el marco, con su otra mano cargando el cepillo de dientes, JiSung lo apuntó. —Mi gran Bigby Wolf. ¿Quieres que sea tu Blanca Nieves, cariño?
El olor a alcohol lo golpeó enseguida, aun a metros de distancia. MinHo no quería tener esa conversación con JiSung en ese estado.
—Hannie —le habló MinHo—, yo-
—No, no —JiSung lo calló—. No hables. Sácate la ropa que debo tratar tus cicatrices-
Antes de que JiSung dijera otra cosa más sugerente (frente a todos. ¿Por qué no tenía vergüenza?), lo tomó de la muñeca y lo arrastró hacia el baño. Ignoró por completo las opiniones del resto de los chicos y, con dolencia, se sentó en la orilla de la bañera.
JiSung, quien borracho era igual de parecido a que una chimenea, tomó con ambas manos el cabello de MinHo y lo acarició.
—¿Sexo en el baño? Tienes suerte de que tomé una ducha. No te preocupes, yo haré tooodo el trabja-
—Chan me dio un beso.
El juguetón color de su rubio natural se esfumó al instante por uno naranja, uno que perduró por demasiado tiempo al igual que su silencio. MinHo lo miraba hacia arriba, alentándolo a que comentara algo sobre lo que pasó (un poco de contexto o alguna maldición).
MinHo no podía cargar demasiado tiempo ocultándole algo que sabía que le rompería el corazón a JiSung, y no se arriesgaría por dejar que Chan dijera algo que le correspondía a MinHo en primer lugar. JiSung era su novio, su pareja, y MinHo debía de respetarla.
Mierda, incluso con las cosas que JiSung le dijo aquella noche- de su temor porque lo reemplazara por Chan gracias a un montón de cualidades que JiSung reconocía en él y no en sí mismo, por la creencia de que era mejor en todos los aspectos, y porque MinHo lucía tan fácil de caer enamorado, eran un montón de cosas por la cual no podía permitir que Chan se lo dijera a JiSung.
MinHo no podía sentir más dolor emocional en ese instante. Le agradaba Chan, pero era un hecho de que escoger a JiSung ni siquiera era conceptualmente una opción.
Las manos de JiSung se zafaron con lentitud de su cabeza, y dejó el cepillo de dientes en el vaso correspondiente junto al lavabo con lentitud. MinHo intentó contener la respiración y, con el dolor de su cadera, levantarse.
—JiSung, realmente lo siento —se disculpó—. Lamento no haberme dado cuenta de que... o sea, nunca lo noté.
—¿Nunca? —cuestionó JiSung en voz baja. Ambas manos estaban en el lavabo del baño—. ¿No viste las señales?
—¿Las señales? —¿Había señales?—. ¿Tú sabías que él...?
JiSung no contestó, y MinHo intentó hacer memoria.
—Bueno..., no sé, él siempre me molestó —relató MinHo, nervioso. Por un instante se sintió incapaz de dirigirle la mirada—. ¿Cómo podía notarlo? Él fue a... a la Casa de los Gritos esa noche, y casi lo maté- y lo odié demasiado por mucho tiempo, aun cuando iba a su casa para las vacaciones de verano- ¡Mierda! —MinHo pareció al fin caer en cuenta—. ¡Me recibió en su casa! ¡Y siempre intentó hablarme! ¿Era porque le gustaba? Siempre pensé que era porque le agradaba y..., y yo me abrí a él- incluso lo consideré un amigo... ¡Ah! —recordó—. ¡Y una vez me acarició la mejilla! ¿Crees que eso fue señal de que...? ¿Hannie?
JiSung ya no se afirmaba de la cerámica, ahora solo era una tortuga dentro de su caparazón en el lavabo.
Una tortuga, literalmente.
—Hannie —volvió a llamar MinHo, y tomó con cuidado el lado donde debería de encontrarse su cabeza—. ¿Estás ahí? ¿Acaso tú...?
Nada. Ni brazos ni cabeza ni cola asomada ara dar alguna señal de vida. JiSung solo prefería estar escondido en el caparazón, porque JiSung era un borracho convertido en tortuga.
—Hannie —dijo MinHo, más desesperado—, por favor- dime algo. Háblame.
La puerta fue abierta con cuidado por HyunJin, con su rostro extrañado. Al ver la tortuga en las manos de MinHo, sus ojos se posaron en él de forma amenazadora.
—¿Qué demonios le hiciste?
Enseguida HyunJin le quitó la tortuga de sus manos.
—¡Nada! —MinHo se vio desesperado—. ¡Solo le... le dije algo!
Era una tortuga pequeña, del porte de las manos de MinHo y compacta. Cuando HyunJin se la quitó, Soonie enseguida saltó sobre ella para poder jugar, lo que hizo que se la lanzara a Felix.
—¡Mierda! —exclamó Felix, sorprendido—. ¿Una tortuga? ¿Este es JiSung?
—Lo convirtió en tortuga —acusó HyunJin a MinHo.
—¿Cómo esa vez que me convirtieron en sapo en tercer año o...? —consultó SeungMin.
—ChangBin le miró. —¿Te convirtieron en sapo?
—Fueron días muy oscuros.
—¿Qué hiciste para merecer esto? —interrogó HyunJin con enojo hacia MinHo.
«Vaya», qué simple era hacer que los chicos se pusieran en su contra con solo un mal pensamiento. No obstante, MinHo lo cedería porque, aunque fue el besado, él tenía una idea de cuán dramáticos podían ser.
Y, ¿a quién mentiría? También se le era difícil confesarse a los chicos.
—Chan me besó —soltó como bala de su boca.
Fue un minuto entero de silencio, de uno que MinHo creyó jamás esperar de los cuatro idiotas (o tres y tortuga). La mirada quedó en él puesta como si sobre la cabeza de MinHo pudiesen recrear la escena con un montón de acciones obscenas y dramáticas.
Hasta que ChangBin eructó.
—Oh- lo siento. Me dio asco —se disculpó.
Seguido a eso, y como si fuese un retrato nostálgico, los tres chicos comenzaron a reclamarle desde su propia perspectiva la acción de MinHo, mientras que ChangBin tomaba la tortuga y evitaba que Soonie jugara con ella.
—¡¿Por qué nos hiciste esto?!
—¡¿No te somos suficiente?!
—¡Es porque somos feo! ¡¿Cierto?!
No quería tachar de tonta la situación, pero MinHo tenía unas inmensas ganas de reírse en ese instante. Con los tres chicos gritándole cosas mientras ChangBin continuaba intentando rescatar a la tortuga.
Era una instancia de tanta ligereza que sentía sus hombros más livianos; las comezones de sus heridas por la luna llena no eran más que memorias al igual que su cuerpo cansado, que solo le recordaba, de la misma manera en la que fue desheredado de su familia, la soledad era algo que le regalaba la libertad.
Era un precio que pagar, tan eficiente como perjudicial para un licántropo en sociedad. Y, sin embargo, MinHo podía sentir los pies mucho más livianos.
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Mayo 8, lunes en la mañana
La tortuga continuaba con ellos, y para salvarlo de la brutalidad de Soonie, MinHo se la llevó en el bolsillo hacia la dichosa reunión con el jefe del Departamento de Educación.
—¿Por cuánto tiempo más me castigarás? —preguntó MinHo en su momento esa mañana, tan temprano que Felix creyó que fue alucinación de él—. Sabes, y siempre sabrás que yo por él no-
—Imagina si un día despiertas y descubres que Eric Sohn le robó un beso a JiSung —lo defendió HyunJin—. ¿Cómo te sentirías tú?
—Bueno- eso ya pasó...
Después de la dramática escena, sin que se diera cuenta el dormitorio estaba en silencio, con demasiado poco interés a estar reunidos con el resto de los estudiantes mayores fuera de la sala donde se llevaría a cabo la reunión porque tenían la estima de que la toma continuaría independiente de las decisiones que se quisieran tomar. Desde el punto de vista de Felix, la complejidad en la posición de MinJu era notorio y deshonroso, en el sentido de que alguien como ella estar en el punto fijo de una complicada situación la situaba a ella y a MinHo en el centro de la prensa.
Con el pensamiento de MinHo en su cabeza, Felix se hurgó en su cama. Sin querer botó el cobertor hacia el suelo, y lanzó un fuerte suspiro. Su vista, en el techo, deslumbraba en el reflector de estrellas que su madre le regaló.
Sin quererlo, un nudo se formó en su garganta. Pensar en su madre era demasiado doloroso, en especial durante su semana en casa. La echaba de menos.
Se levantó de la cama y encendió la radio antes de volver a derrumbarse. Esta vez, en una estación mágica ubicada cerca de Londres, charlaban sobre las causas de esa mañana y la información de la reunión con los estudiantes de Hogwarts. Los dos adultos locutores daban sus opiniones sobre el tema: la pérdida de tiempo, la pérdida de enseñanza y el pronto fracaso en los TIMOs y en los EXTASIS para los estudiantes de quinto y séptimo año.
—... De todas formas, hay algunos que no deberían de importarle mucho —opinó uno de los locutores, quien se presentó luego de un bloque comercial como el vocero oficial del Departamento de Seguridad Mágica—. El empleo para los hijos de muggles debería de reducirse, si es que continuamos con las cláusulas. Terrible, si me permites opinar, porque honorarios jefes como la anciana señora Lourdes del parlamento deberá de desistir en su cargo con excusa de jubilación.
—Ah, la señora Lourdes, una maga muy respetada —concordó el otro locutor, el trabajador oficial—. Sin embargo, se entiende por qué se cuestiona su posición.
—Sí, por supuesto. Una muggle con magia no puede saber con exactitud las necesidades legislativas que nosotros, los magos, tenemos.
—Hablando de eso, señor vocero, ¿qué hablamos ahora del estatuto de Menores de Edad que el ministro DeLuca quiso derrocar? Recordando aquello como una de sus principales propuestas de campaña...
—Ah- por supuesto. Es difícil pelear con los parlamentaristas con esto. Ellos ya están bastante hastiados por los decretos a fuerza de ley que ha implementado DeLuca, así que se está haciendo una afiliación con los partidos del gobierno para poder disolver el congreso parlamentario.
—¿Disolverlo? Por Merlín...
—Son medidas necesarias, hombre. Queremos eliminar el estatuto que prohíbe la magia a los menores de edad; debemos de hacer que se vuelvan sujetos de política y de derecho cuanto antes.
Felix jugaba con sus cartas de tarot sobre la cama, e intentaba leer su propia fortuna en ellas. Soonie era el único que le hacía compañía en el dormitorio, sin saber donde los chicos se encontraban (aparte de MinHo con la tortuga).
Su vista jugó un poco en el cuarto para despejarse del tarot, y notó el baúl de Mina cerca de la puerta. Sus labios hicieron presión con pena situada en su pecho, sin poder contenerse lo necesario antes de lanzar un suspiro de melancolía y restregar sus ojos con sus manos.
La charla en la radio se escuchó difuso al instante en que SeungMin entró al dormitorio.
—Ah —soltó él, pareciendo asustado—, estás acá.
Felix encogió sus pies bajo su pijama y asintió. No sabía qué debían de esperar de él. —Claro. Duermo acá.
No era un secreto la manera obstinada que SeungMin tenía para evitarlo, lo que le hacía pasar demasiadas horas en la biblioteca para estar encerrado en su propio mundo. En sus manos cargaba dos libros situado bajo la misma temática: transporte y levitación. Cedió a uno a Felix dejándolo a los pies de la cama, y el otro lo dejó en su propio colchón. Felix murmuró un gracias por lo bajo a la par que ordenaba sus cartas de tarot.
Con poco atrevimiento no quiso mirar qué decían las cartas del amor.
Las dejó en su mesa de noche y se sentó en la cama, sin atreverse a tomar el libro. SeungMin se movió en el dormitorio en busca de sus materiales de estudio para continuar con el análisis de transportes que levitaban.
—¿HyunJin está con Cohan? —preguntó Felix.
—Ajá.
—¿Y ChangBin?
—No lo sé. Pensé que estabas con él en sus caminatas matutinas.
Por supuesto que el tono de voz era lo suficientemente desinteresado como para que Felix captara a lo que se refería. Se sentía un tono, a primera instancia, porque conocía a SeungMin como la palma de su mano y aun así quería tentarlo para que reventara de ese enojo injustificado.
Felix necesitaba que SeungMin le gritara, porque así sería la única forma de poder estallar y justificar su rabia.
—¿Por qué lo dices de esa forma? —discutió Felix, en voz baja.
—¿Hm? Lo digo como hablo siempre.
—No, no lo haces. Suenas como si lo que hiciera estuviera mal.
—No está mal de que salgas a pasear con ChangBin —repuso SeungMin con molestia—. Solo te imaginas cosas.
De vuelta a la frustración.
—Bien, me imagino cosas —dijo Felix, al levantarse de la cama.
SeungMin, sin verlo, también presionó sus labios con enojo. —Bueno, ¿qué otra mierda quieres que te diga?
—Nada.
—Vale, no digamos nada.
Felix, enojado, sacó su ropa del baúl y comenzó a desprenderse de su pijama. SeungMin bufó por detrás.
—¿Qué? —encaró de nuevo, mientras se sacaba su camiseta—, ¿hay algún problema de que me saque la ropa?
—¡Que no te he dicho nada! —se quejó SeungMin—. ¡Haz lo que quieras!
—¡Me desvisto!
—¡No es como si no te hubiera desves-
Felix le terminó por lanzar la camiseta de su pijama a SeungMin por la cabeza, con total rabia.
—¡¿Por qué tienes que ser así?! —gritó Felix—. ¡¿Cuánto rato más nos vamos a ignorar?! ¡Madura!
—¡Madura tú! ¡Yo no tengo ningún problema contigo! —contestó SeungMin—. Desde la boda que has estado enojado conmigo porque-
—Porque no has parado de decirme cuánto me gusta ChangBin, de cómo debo aprovechar mis oportunidades con él y de que era lo que yo quería, porque, de todas formas, solo te usé para olvidarme de él.
—¿Cómo puedes seguir pendiente de eso? —cuestionó, con la camiseta de Felix hecha un puño en su mano—. Hay cosas más importantes que los sentimientos que alguno de los dos tenga en este instante. ¿Por qué se te es tan difícil irte con ChangBin?
—¡Porque no quiero irme con ChangBin!
—¡¿Por qué no?! ¡Él es un buen chico que te entiende, te quiere y te conoce de verdad!
—¿Me conoce de verdad? —replicó Felix con sarcasmo, y caminó hacia SeungMin—. ¿En serio te comparas con él?
—Deja de involucrarme —pidió SeungMin—, tú no tienes por qué cumplir algo conmigo.
—¿Crees que te he besado solo porque quería cumplir algo? —desafió—. ¿Por qué, desde que comenzamos con esto, pareciera que tú te has querido desentender de todo? Dime, y quiero la verdad ahora: ¿te molestó que ChangBin me diera un beso?
—No.
—¿Lo dices porque era lo que, según tú, yo quería? ¿O porque no tienes ningún sentimiento por mí?
—¡Tú querías ese beso!
—¡Ya no, imbécil! ¡¿Por qué querría los suyos si tengo los tuyos?!
—¡¿Me ves como un reemplazo?!
—¡El único que se ve como reemplazo aquí eres tú, SeungMin! —Felix pasó con desespero sus manos por su cabello—. Eras mi mejor amigo, por dios. Y ya no puedo verte como uno porque yo no..., no puedo...
La mano en su cabello lo agotó. Sus días fuera de Hogwarts lo fatigaron, y a sabiendas de que SeungMin pareciera tener su opinión sin parecer haberle importado lo que fue de su vivencia fuera de la escuela lo mantenía angustiado.
De sus manos de su cabello bajaron a su rostro, y tomó aire.
—¿Qué no puedes? —SeungMin preguntó, con más resignación que tranquilidad—. No me digas que yo...
—Bueno, ¡no lo sé! —se destapó el rostro, frustrado—. Si tuviera que escoger entre él o tú, me iría por quién más..., en quien más confío...
Felix conocía a SeungMin, y conocía su indecisión como la complejidad de sus pensamientos. Si él pudiese nombrar a una persona conflictuada, ese era SeungMin, porque era un muchacho con capacidades de raciocinio inigualables al de otra persona que Felix hubiese conocido.
Por ende, su inteligencia emocional era parecido al de una roca.
No. Mentira. Todas sus conclusiones terminaron por irse al diablo cuando, con suavidad, SeungMin le regresó la camiseta arrugada.
—Están pasando muchas cosas —dijo SeungMin.
—No shit, Sherlock.
—No lograremos ni funcionará nada porque están pasando muchas cosas —elaboró—. Lo mejor que podemos hacer es fingir que nada sucedió.
Ahí estaba. Lo que pareció zanjar el tema fue lo que realmente se dio por sentado, y lo que Felix debió de esperar durante la primera vez que se besaron.
Y Felix, con lo patético que lo caracterizaba, solo pudo negar, porque la única persona más inteligente que SeungMin quien Felix conocía era MinHo, y él dijo cómo los besos siempre significarían algo.
—Yo no quiero fingir —pidió Felix—. Solo dime que esto no es unilateral.
Porque Felix estaba solo en ese instante, sin su madre, en una sociedad que lo odiaba, y en una alianza vital que solamente terminaría en caos. No podía dejar de ver catástrofe en cualquier parte, y mucho menos revivir en pesadillas cada uno de sus temores diarios. Tal como SeungMin, Felix veía el mapa de Reino Unido, en la espera paciente de que las luces se apagaran, y el único que lo hacía sentir normal era SeungMin.
En consecuencia de que ChangBin no lo entendería, y se esforzaría, como el buen chico que es, en querer comprender qué era lo que pasaba por la cabeza de Felix.
Pero ya no era el tiempo, y no había energía de recrear nuevos amores. Felix necesitaba del mejor amigo de quien estrepitosamente se enamoró, porque él era la normalidad de su vida.
SeungMin se demoró en contestar, tal vez porque medía las probabilidades de fallo y error, o a lo mejor porque era indiferente a lo que el mismo Felix sentía. Su mirada suavizada y sin sonrisa asomada hizo el tiempo eterno, hasta que, donde el silencio pudo extenderse, asintió.
—No lo es —confesó.
Eso pareció suficiente, aunque no lo fuera. Era como si todo quedase claro en esas tibias palabras sin intención de dar el primer paso porque tanto SeungMin como Felix lo sabían; que vivieran la primavera no significaba que debían de florecer con ella.
Felix logró esbozar una sonrisa antes de irse al baño y, como se dijeron, fingir que nada sucedió. La música seguía de fondo, con los interlocutores charlando sobre la cavidad de muggles con magia y de criaturas en el parlamento que elevaba la preocupación.
Se cepilló los dientes con cuidado, y visualizó su maltratado cabello rubio. Su rostro tornó moreno por los pocos días que estuvo en su casa, y sus ojos de apoco comenzaron a aguarse como parte de los terremotos que vibraban en su pecho.
SeungMin se apoyó en el marco del baño, y lo miró escupir la pasta dental.
—Felix —llamó.
Felix se limpió con su muñeca la comisura antes de girarse y responder débil: —¿Qué?
Los brazos de SeungMin se apoyaron en sus hombros como soporte para besarlo, mientras lo apoyaba en el lavabo del baño. Felix enseguida lo tomó de la cintura y, con el suspiro de alivio que sopesaba en el beso, intentó evitar que una sonrisa se desprendiera de su culpa.
La transmisión continuaba, pero seguía sin ser suficiente. SeungMin sacó su varita del bolsillo y encantó la puerta del dormitorio para que nadie ingresara y, con pasos borrachos, Felix lo terminó por sentar en su cama para ubicarse a horcajadas de él.
Ni siquiera escucharon cuando la radio intentó transmitir desde Hogwarts, porque Felix estaba más ocupado en recostar a SeungMin en la cama y forcejear para sacarle la camiseta mientras que SeungMin le bajaba el pantalón de pijama.
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MinJu jugaba con el anillo anular con nerviosismo, mientras escuchaba las vociferaciones de fondo fuera del salón detrás del Gran Comedor de cánticos estudiantiles que iban direccionado hacia el jefe de Departamento de Educación: Marcel O'Shell, hermano de Maisie O'Shell, junto con la subsecretaria general del departamento: Penny Patterson y dos aurores más.
La tensión era tan palpable por la presencia de las autoridades y de otra pequeña agrupación de aurores que tenían como fin mantener el orden dentro de la escuela, generado por la última intervención por la presencia de DeLuca en la escuela. Dumbledore no había aceptado a los aurores, por lo que Marcel O'Shell llegó a la condición que no entrarían en el establecimiento, solo se mantendrían en el jardín. Los estudiantes de Beauxbatons y de Durmstrang vigilaban a las autoridades con cautela, mientras sus directores solicitaban que no se involucraran con el tema.
En aquellos grandes marcos de ventana que daban hacia el jardín, otro grupo de estudiantes mayores miraban con la misma cautela a los aurores. Yang JeongIn mantenía su varita entre sus dedos, casi deseoso de poder atacar a alguno.
—¿Por qué no mantienes un poco la calma? —Chan preguntó a su lado—. Es solo por precaución.
JeongIn esbozó una sonrisa cargada de sorna. —¿Qué pueden temer de un par de mocosos?
De mediador se encontraba el profesor Dumbledore y la profesora McGonagall, y el ruido del reloj de arena caer en la otra copa era intoxicante como hipnotizador. MinJu solo podía acreditar del nivel de estupidez que carreaba MinHo en ese instante, a tal punto que se prometió a sí misma golpearlo tan duro que...
Su pensamiento no se completó cuando la puerta fue abierta, y con su vestimenta oscura y suelta, sin vergüenza de sus heridas y cicatrices, se encaminó para sentarse junto a MinJu.
—Lamento la tardanza —informó MinHo—. Era complicado entrar.
De su bolsillo sacó una tortuga y la dejó sobre la mesa. MinJu tuvo que darle una doble mirada antes de entender de que era JiSung el que estaba ahí.
—¿Y la tortuga porque...? —intentó elaborar Marcel O'Shell.
—Dan buena suerte —informó MinHo.
—No deberías de estar acá. Es parte de la ley que licántropos no pueden estar a la redonda de un centro educacional.
—Y estamos discutiendo para que eso no sea efectivo.
—No hablo de los Títulos que se promulgaron hace poco —explicó con calma—. Hablo de la ley de licántropos. Debiste de inscribirte a los diecisiete.
—Si hacía eso, ¿cómo estudiaría?
MinJu le dio una mirada severa antes de dirigirse de nuevo hacia Marcel. —Hablemos de lo que nos compete, por favor.
—Esto nos compete —recordó Marcel—. No saben las cartas que nos han llegado denunciando la presencia del licántropo en la escuela. Esto va en contra de las leyes. MinHo Lee, debes de dejar la escuela.
—Es, en serio, un argumento demasiado audaz y ridículo como para que quieran sacarme —elaboró MinHo, sin antes darle unas miradas a Dumbledore con suma inseguridad—. Llevo estudiando desde primer año acá, y jamás tuvieron problema con la existencia de un Sauce Boxeador. Estoy seguro de que eso es más peligroso que el licántropo. El problema existe porque saben que soy un hombre lobo.
—Regresemos a lo que nos compete —insistió MinJu—, porque nosotros no tenemos una exigencia mayor a que se elimine el currículum escolar que están intentando implementar.
—Hogwarts es parte del Departamento de Educación, aun cuando es una institución privada no es independiente del propio Ministerio Mágico del Reino Unido —aclaró Marcel O'Shell—. Son constataciones casi imposibles para poder ser resolutivos, porque es algo decretado por el propio Ministro, no por el parlamento.
—Parte de la consigna se moviliza a causa de lo sucedido con Mina Kang —recordó MinHo con seriedad—. Y la investigación quedó en el aire. No hay condena, no hay culpable.
—Señor Lee, acá estamos hablando de la detención estudiantil de Hogwarts. Si quiere tomar el tema de la difunta...
—No desvíe el tema. ¿Por qué no ha habido avances sobre eso?
—Lo que mi compañero quiere decir, es que no solo nos preocupamos por el currículum —explicó MinJu—, porque la inserción y forzamiento de hacer clases separatistas, y limitar a los propios estudiantes casi a interactuar entre ellos va en contra del espíritu escolar y las misiones que Hogwarts tiene con nosotros.
—Los espíritus mutan-
—¿No quiere presentar un problema cuando alumnos hijos de muggles son sacados de las escuelas por el peligro que hay en mero hecho de estudiar acá? —discutió MinHo.
—Ustedes hacen el peligro. Usted hace el peligro-
—Mina Kang fue asesinada a sangre fría y torturada —decretó con más seriedad—. Una hija de muggle, y socialmente conocida como novia del hijo de HyunSan Hwang, el mismo atacado la primavera pasada con otro hijo de muggle y un metamorfomago, más otro mago. Matar a alguien es lanzar un avada kedavra en la nuca. Asesinar es colgarla de un pie en una estación muggle.
—¡Me parece absurdamente grotesco que saque este tema a relucir a sabiendas de quién es usted!
—¡Sé quien soy yo! —vociferó, con un puño en la mesa. Los dos aurores tomaron sus varitas—. ¡No es necesario que me lo recuerde! ¡Y yo también tengo derecho a estudiar acá!
—Nos hemos reunido para tener algún consenso respecto a lo que los estudiantes y el Ministerio ha hecho —el profesor Dumbledore intervino—. No hay que perder el objetivo en común: esperar a que Hogwarts regrese a la normalidad.
—El Torneo nos ha costado millones como para que ustedes se detengan de esta manera soez —expresó Marcel O'Shell con enojo.
— El Torneo es incapaz de detenerse por el trato vinculante —explicó MinJu.
—¿O acaso no les funcionó el circo distractor? —desafió MinHo. MinJu le dio una patada.
—La inversión del currículum nuevo es demasiado alto. Es poco probable que evita aplicarse en Hogwarts —insistió Marcel O'Shell.
—Entonces, los estudiantes continuaremos detenidos —concluyó MinJu—. Es explícito lo que pedimos: que se elimine el nuevo currículum escolar. No discriminaremos a nuestros estudiantes, y mucho menos es parte del espíritu de Hogwarts trabajar con los chicos que difieren del mago perfecto que ustedes intentan emplear. La cultura de Hogwarts simplemente no trabaja así.
Marcel O'Shell miró a MinJu con un fuerte signo de compasión, con sus manos entrelazadas sobre la mesa. Penny Patterson anotaba todo lo que se mencionaba en la discusión, y la tortuga miraba ofensivamente a los dos aurores de la sala.
—Asumo muy bien que usted aun no ha sido visitada por su familia —notó Marcel O'Shell.
MinJu palideció, pero no doblegó. —¿A qué viene eso?
—Ellos están avergonzados de su actuar acá en Hogwarts, señorita MinJu. Le podemos ofrecer un espacio dentro del Departamento de Educación concretizar el honor de los Kim, si es que lo desea. Sabemos que su padre está pasando demasiada vergüenza por su culpa...
Golpeó sus palmas en la mesa y se levantó. La tortuga tembló en la superficie.
—¡No voy a aceptar de que hable de ellos en este momento! —gritó—. ¡No tiene ningún derecho en hacerlo! ¡¿Cómo puede caer tan bajo y...?!
MinJu no colapsó, pero MinHo tuvo que tomarla de los brazos para que se volviera a sentar. El profesor Dumbledore decidió tomar la palabra.
—Como veo que la conversación no ha cumplido el objetivo, considero que es mejor que nos retiremos para volver a reunirnos en otra instancia —propuso.
—Solo encontré pertinente la información que debía de dar —dijo Marcel O'Shell—, porque hemos notado que la dirigente estudiantil es demasiado vocacional como líder. Se le puede otorgar un- ¡Auch!
Sin darse cuenta, la tortuga mordió el dedo de Marcel O'Shell. MinHo enseguida la tomó para intentar guardarla en el bolsillo, pero Marcel lo agarró de las muñecas.
—Suelta la tortuga.
—No —negó MinHo entre dientes—. Suéltala tú.
El profesor Dumbledore hizo un ademán con sus manos, y Marcel O'Shell soltó la tortuga. MinHo se aseguró de acercársela para no perderla de vista.
MinJu, recomponiéndose, terminó por levantarse también de la mesa. —Creo que informaré al resto de los estudiantes la decisión de esta reunión...
—Lo informaré yo —dijo MinHo.
Marcel O'Shell también se levantó. —Supongo que no hemos llegado a ninguna resolución.
MinHo enseguida caminó hacia la entrada de la sala y, tras abrir la puerta, notó las miradas expectantes de los estudiantes. La toma era cansadora, en especial por la incertidumbre del ambiente; al querer renegar un poco del terror educativo, se formó un aire de pesar al notar el semblante de MinHo.
Él no era de fiar, lo que se concedía ante las miradas cuidadosas que los estudiantes le dieron al liderar la conversación. Era extraño ver al chico refinado con su ropa desordenada y con vendajes a medie amarrar en su cuerpo, quien con su temerosa cicatriz se acoplaba a la furia de sus palabras.
—La toma continúa —informó, en su misma seriedad como la cantidad de convicción que exhaló—. No se ha llegado a un acuerdo con el jefe del Departamento de Educación, por ende, no se ha llegado a acuerdo con el Ministro. Si se desea tener una intervención más severa, se exigirá al Ministro DeLuca que ponga un pie en la escuela para entregar soluciones acorde a lo que nosotros, alumnos de Hogwarts, merecemos. No porque seamos menores de edad significa que pueden apartarnos entre nosotros.
—¡¿Continúa?! —gritó otro estudiante desde el fondo.
—¡Muerte a DeLuca! —exclamó quien pareció SooBin desde el fondo.
—¡Que se joda DeLuca! —concordó Kai—. ¡Y el puto de O'Shell también!
—¡Debemos de recordar que el estar en esta situación lo único que ha generado ha sido una fuerte separación entre nosotros, pero debemos de recordar quién es el enemigo en común! —MinHo alzó su voz.
—¡¿En serio lo dice un licántropo?! —desafió alguien.
—¡Sí! ¡Como licántropo, soy consciente de la posición en la que todos nos encontramos y mi desesperada intención de querer que esto acabe!
De pronto, una persona se movió entre las multitudes. MinHo sintió un profundo asco cuando la bruja Rita Skeeter apareció con un pequeño aparto en sus propias manos, símil al de su varita, y apuntó a MinHo con ella.
—Hola, MinHo. Soy Rita Skeeter, trabajadora de El Profeta y de la radio La Cosecha Estelar, y estamos transmitiendo en directo en este instante. ¿Qué mensaje le darías al Ministro DeLuca respecto a las decisiones que se tomaron en la reunión?
MinHo miró hacia el interior del salón, donde Dumbledore intentó acercarse lo más rápido que pudo hacia ellos mientras que la profesora McGonagall contenía a MinJu.
Enrabiado, MinHo estalló:
—¡Si él ha legitimado la violencia contra nosotros, nosotros legitimaremos la desobediencia contra él!
Parte de la misma inspiración de MinHo, unos fuertes gritos se escucharon desde el exterior. Tan pronto como el profesor Dumbledore apartó a Rita Skeeter de él, los estudiantes se movieron hacia el jardín de Hogwarts, donde el estrago en una fuerte pelea entre los alumnos y los aurores.
Los estudiantes tenían sus varitas en manos, y MinHo pudo escuchar a Marciel O'Shell gritarle a los aurores que no utilizaran sus varitas. No obstante, un auror refinado y fuerte, probablemente familiar de SoYeon (considerando cuán pequeña era la población en la burocracia), alzó su varita para generar un látigo y golpear al estudiante más cercano. Fue en ese instante en el que alguien ocurrió en activar una Merodeadora para generar una gran y espesa masa de humo.
Lo que MinHo logra reconocer entre el olor a sulfato que emergió del terror del humo, fue los fuertes gritos de JeongIn entre los insultos de los estudiantes. El profesor Dumbledore bramaba órdenes incongruentes hasta que los latigazos comenzaron a ir en aumento como las chispas de colores y los gritos de dolor. MinHo logró presenciar los gritos de un par de chicas, y el llamado ha Yeji en lo más alto del rugido de HyunJin. Varios chicos que MinHo reconocía estaban ahí, como sus compañeros de cuarto bramar insultos o los chicos drogadictos de Hufflepuff quienes encantaban con maldiciones básicas enseñadas en clases. Chan y ChangBin también estaban ahí, atacando con vehemencia hacia los propios aurores completamente temerarios. El terror latente en la palma de sus manos ante lo incomprendido hizo pensar que lo peor vendría bajo los pies del propio director Dumbledore, donde carrearía su vulnerabilidad y DeLuca prontamente lo destituiría.
No. Claro que no. MinHo solo era capaz de equivocarse cuando era JiSung quien se involucraba en el camino. Con una fuerte llamarada desde su boca que controló a dos aurores con los látigos sobre sus cabezas, para aproximarse enseguida hacia el hombre que jalaba a JeongIn inconsciente del pie hacia la zona delimitada permitida por el mismo director a que las autoridades se aparecieran.
—¡Suéltalo! —rugió JiSung—. ¡No lo toques!
Otros estudiantes que MinHo no lograba reconocer gritaron insultos hacia aurores como encantamientos que iban directo hacia ellos. El humo se iba apenas disipando cuando la mezcla entre cuerpos era poco identificatoria, y hacer la separación abrupta sería peligroso para aquel que se deseara proteger. MinHo apenas alcanzó su varita cuando el profesor Dumbledore terminó por lanzar un encantamiento que disipó todo el humo del patio.
—¡Papá! —MinHo escuchó el grito desesperado de SoYeon en uno de los marcos de la ventana—. ¡Papá! ¡¿Qué haces?!
La pelea no se detuvo, porque por más que Dumbledore tuviera la Orden de Merlín como logro, aquello no significaba nada en una batalla de estudiante contra aurores con varitas, látigos y golpes sobresaltando. Dos aurores huyeron bajo un encantamiento mal generado de fuego hecho por dos estudiantes de quinto, y HyunJin había tacleado con fuerza a otro auror cuando Yeji fue acudida desde el suelo del jardín para evitar la hemorragia nasal que tenía.
La profesora McGonagall se involucró ante un duelo real con uno de los aurores, con movimiento de varitas y chispas tan sorprendentes como intimidantes. Dumbledore la llamaba a su nombre, pero ella solamente atacaba sin hacer sus juicios en vano.
—¡Impedimenta! —gritó alguien en el momento en que dos estudiantes volaron hacia uno de los pilares.
La varita de MinHo encantó por si sola al siguiente auror que se le puso enfrente, sin siquiera replantearlo antes de que el cuerpo del hombre volara por el patio. Los griteríos de encantamiento y de órdenes resonaron hasta que el patronus de fénix del profesor Dumbledore sobrevoló sus cabezas hacia el interior del castillo. El cuerpo de MinHo se movió al compás entre hechizos, y encantaba a diestras y siniestras con encantamientos verbales y no verbales a aurores para alejarlo lo mejor que podía de los estudiantes.
Divisó cómo uno de los látigos había agarrado el tobillo de Shin Yuna y la arrastraba sin piedad por el suelo, mientras ella gritaba en desespero sin tener su varita en mano. MinHo corrió hacia ella e, interponiéndose con el auror, lanzó un fuerte grito de «expeliarmus» para hacerlo soltar su varita y zafar a Yuna.
Finalmente, la fuerte explosión sobre uno de los pilares y el grito de otros chicos generó a que el profesor Dumbledore invocara una gran nube de lluvia torrencial, apagando las llamas y las explosiones.
—¡¡¡Alumnos de Hogwarts entran ahora!!! —rugió el director con un tono que MinHo jamás lo escuchó aullar.
MinHo no se movió de su lugar, a pocos metros al lado de Dumbledore. No lograba reconocer quiénes eran los estudiantes de Hogwarts que estaban tendidos detrás de Dumbledore o escondido detrás de los grandes marcos del castillo, y el miedo de ver al director alzar su varita con una furia nunca antes vista dejó a MinHo con su boca entrecortada.
—¡¡¡Largo!!! —ordenó.
Los aurores llegaron a su zona de apariciones y desaparecieron a la vista de todos, junto con Marcel O'Shell y Patty Patterson. La profesora McGonagall enseguida comenzó a delegar auxiliares para llevar a los heridos a la enfermería mientras que el profesor Dumbledore pareciera digerir lo que acababa de suceder.
—Señor... —llamó MinHo, temeroso—, ¿usted-
Dumbledore se reacomodó las gafas y alzó su mano, pareciendo pensar en su siguiente movimiento.
—Iré al Ministerio. Profesora McGonagall, queda a cargo.
—Está bien, Albus.
MinHo quedó plantado un momento ahí, bajo la lluvia artificial que se disipaba a medida que Dumbledore se lajeaba del jardín. Jadeó un poco para apaciguar el dolor de su rostro y su cicatriz por la brusca gesticulación, como al mismo tiempo reacomodaba sus huesos por las heridas prematuras que dificultaban en sanar luego de la luna llena.
—¿JiSung? —llamó MinHo enseguida—. ¡¿JiSung?!
—¿Qué quieres?
JiSung estaba cerca del muro de Hogwarts, con JeongIn inconsciente y con Chan y ChangBin totalmente mareados. HyunJin pareció haber llevado a Yeji a la enfermería, y entre pequeños grupos se ayudaban a llevarse mientras que la profesora McGonagall aplicaba encantamientos auxiliares.
MinHo suspiró de alivio, y se dirigió hacia el grupo con su pierna coja. Si no hubiese sido porque Chan hizo el amago de levantarse, apoyado en ChangBin y fracasando en el proceso, MinHo habría olvidado toda la incomodidad del ambiente.
Una incomodidad intoxicante a tal punto de que se sobrepuso en el aire, y ChangBin miró con extrañeza al grupo, sin hacer dicha mención explícita por estar sobre extasiado del gran reciente suceso.
—¡¿Qué demonios acaba de pasar?! —gritó—. ¡¿En serio eso sucedió?! ¡¿Nos peleamos con aurores?!
Nadie pareció contestar. JiSung, entre jadeos, se levantó del suelo y se arrancó una hilera de escamas de dragón escondido bajo su brazo, los lanzó al suelo, y tomó a JeongIn de un brazo.
—ChangBin- ayúdame a llevarlo a la enfermería —pidió.
ChangBin hizo caso enseguida, y MinHo sintió una punzada de extrañeza ante la lejanía que estaba poniendo.
No obstante, Chan se levantó del suelo.
—Lo llevo yo —dijo, ligeramente mareado—. Tú encárgate de MinHo- está cojo. Vamos, ChangBin.
JiSung no lo ayudó a andar hacia la enfermería, y MinHo ni siquiera se quería dirigir hacia allá porque no era nada que la licantropía no arregle. Algunos alumnos lloraban atemorizados en los rincones, mientras otros relataban de euforia lo sucedido. A Chan fue interceptado el trío de amigos de Lucas Bang y les hicieron preguntas ansiosas sobre lo que pasó y lo que habían escuchado.
—La señora McGonagall nos ordenó a través de un gato que nos quedáramos en las salas comunes, pero nadie entendía que pasaba —contó Lucas, a la par que ayudaba también a Chan a caminar.
Al llegar a la enfermería, el sol de mediodía situado en la primavera dio una vista más linda de lo que MinHo alguna vez vio en ese lugar. Madame Pomfrey con otros elfos domésticos atendían las heridas leves de los estudiantes, con gazas de limpiezas y parches que no repartieran en la gravedad. HyunJin y Yeji compartían una camilla mientras bebían cocoa, y Yuna se aproximó enseguida hacia JeongIn con un parche en su cara.
—Hierbabuena para las dolencias de la pelea. Hierbabuena para las dolencias de la pelea. Alivia las dolencias de la pelea con hierbabuena, solo a un galeón las tres bolsitas —SooBin y Kai gritaron entre las camillas con una caja de tés en sus brazos para vender.
JiSung caminó paso lento por la enfermería, y se detuvo al notar que MinHo no le seguía.
—¿No te lo verás? —preguntó JiSung.
De repente, el cuerpo de MinHo ya no dolía.
—¿Tú te encuentras bien? —le consultó—. Escupiste fuego.
JiSung carraspeó. —Sí, bueno, uno se acostumbra a cierto tipo de cosas...
MinHo debía de ser la persona más estúpida en ese planeta, porque no creía que alguien quien acababa de pelear con aurores a favor de su posición estudiantil se encontraba en ese instante queriendo tener una conversación sobre un beso no correspondido con su pareja.
Fuerte debía de ser el amor si es que no se detenía en tiempo de caos.
Y, por favor, si Yuna iba con JeongIn a preocuparse por su novio, y los mellizos Hwang bebían cocoa, ¿por qué MinHo no podía besar a JiSung en medio de todos?
Si, de todas formas, los utensilios de Hogwarts estaban hechos de plata.
A nadie le importaba, aun cuando MinHo creció con la idea de su familia de que sí. Importaba la reputación, pero también importaba el cómo efectuar con ella. Distinto era tener a un licántropo desheredado, a que tener uno co-líder de un movimiento estudiantil, rompiendo con los paradigmas de su familia, que cometió el pecado de caminar hacia JiSung con velocidad para rodear con un brazo su cintura y con la otra mano tomarlo del rostro y, en medio de todo, darle un beso.
JiSung dio un paso hacia atrás para no perder el equilibrio, y con sus agarres en los hombros MinHo pudo sentir la timidez. Juró escuchar el silencio por un tramo, al igual que cuando cayó la lluvia, para después continuar los murmullos de desinterés que le hicieron sonreír.
—¿Por- cua- que- ah- por qué? —JiSung tartamudeó, con su cabello delatando la vergüenza.
MinHo se encogió de hombros. —Tómalo como... un ensayo para tu tercera prueba de torneo.
—¿Qué cosa?
—Todo. Probablemente te lancen un par de aurores en la mitad del laberinto, o una copia mía para distraerte.
De una timidez irreconocible, JiSung miró hacia algunas hileras de la enfermería; al notar que solo era el centro de atención de murmullos y no de una problemática real, asintió.
—Okey, lo tomo como un entrenamiento.
[1] not el seunglix coiteando en el dormitorio mientras había una literal guerra civil en el patio.
[2] entro a clases el martes, y a pesar de que me habría gustado haber avanzado lo más que podía con la trama, es difícil escribir capítulos con resultados de alrededor de 10.000 palabras, en especial dos veces a la semana. De todas formas, espero continuar con la actualización de dos veces a la semana, solo que creo que pueden ser capítulos más cortos; de todas formas, a la historia le quedan, aproximadamente, unos doce o catorce capítulos.
Y, sep, no tendrá siguiente parte.
Les amo.
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