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47. Es tan difícil amar

Guía de colores de Han JiSung:

Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado.

Capítulo 47

Es tan difícil amar

Miércoles 26 de abril, en la mañana

"Logro comprender que el remordimiento que algunos pueden llegar a sentir contigo es contagioso, aunque las esperas para verte todas las mañanas sean lo que me mantiene con vida.

He leído demasiado como para saber cómo funciona el mundo, más no comprendo cómo es que la belleza de tus ojos mantiene a tu altiva figura como aquel que construye caminos ante cada paso que da.

No sé si alguna vez te he considerado como un propio ser mágico, alguno que ni los magos hayamos detectado de su existencia. Puedes ser un veela con ojos de chocolate que brilla por su propia cuenta, o alguien con sangre de unicornio en sus venas que lo hace invencible.

Independiente del camino que escojas, quiero que sepas...

—...que mi amor por ti perdurará lo suficiente como para poder seguirte a donde vayas, sólo si me aceptas a tu lado. Te he observado demasiados años como para saber no solo que mi lugar ideal es junto a ti, sino de que también el tuyo lo será, porque te trataré como el rey que mereces ser —terminó por leer JiSung la carta, en su cama, con su cabeza en los pies de la cama y con sus pies en la almohada—. Firma: Terry Tom Thompson. ¿Este no es el hermano mayor del chiquillo de primer año, amigo de Lucas Bang? ¿Tommy Tom Thompson?

MinHo le chistó. Apoyado en el respaldo de la cama, terminaba de leer las últimas dos páginas del libro negro que JiSung intentaba leer desde febrero.

Después de diez minutos, JiSung repitió:

—Logro el remordimiento que algunos pueden llegar a sentir contigo...

MinHo cerró el libro con fuerza. Ya lo había terminado, y estaba totalmente ofuscado de que JiSung le cortara la emoción.

—¿Cuándo lo superarás? —preguntó él—. Has leído la carta como- no sé, veinte veces. Ya me la memoricé.

—Seguro que te la memorizaste —dijo con recelo.

MinHo estiró su mano para alcanzar la carta, pero JiSung se estiró más para que no la tomara. Él solo suspiró de cansancio.

—Dámela —ordenó MinHo.

—¿Para qué? ¿Para dejarla en un cajón, al lado de tu corazón? —desafió JiSung—. ¿Cómo aceptas cartas de amor?

—Para la gente soy gay, y para los chicos soy una oportunidad —obvió, y volvió a estirar su mano—. Dámela.

JiSung se estiró un poco más sobre la cama, extendiendo su brazo un poco más allá del colchón. Por defecto, MinHo terminó por colocar ambas rodillas en cada lado de JiSung para tomar la carta, pero JiSung simplemente no cedía.

—¿Puedes crecer? —pidió MinHo—. Tengo reunión ahora, y me demoraré si juegas.

—Así que querías llevarte la carta de Terry Tom Thompson —acusó JiSung, y se incorporó con ambos codos para quedar más cerca a la cara de MinHo—. Eres un desalmado conmigo. Un malcriado. Un hombre infiel.

—Canónicamente- tú fuiste infiel.

—Bastardo. Regresaré con Eric Sohn.

—¡Ja! Quiero verte intentándolo.

JiSung esbozó una ácida sonrisa, y desvió su cara cuando MinHo quiso plantarle un beso. Los labios de MinHo se pegaron en el cuello de JiSung y, con un poco de succión en ese lugar, los codos de JiSung se debilitaron para caer sobre el colchón de nuevo; tomó a MinHo de los hombros con toda la intención de apartarlo.

—Déjame.

—Oblígame.

—¡Déjame!

—Okey.

—No- espera. ¡Era broma!

MinHo se levantó de la cama y comenzó a vestirse para esa jornada. JiSung, asombrado, se dirigió hacia su libro y notó que él lo había terminado.

—Jodido bastardo —JiSung dejó el libro sobre su mesa de noche, junto con la macetera de camelias, y se recostó sobre su cama—, te odio mucho. Te odio tanto. Te odio.

—¿Me ves con cara de que me importe? —interrogó MinHo, mientras veía el desorden del suelo—. Mierda, ¿dónde quedó mi camisa?

—Por ahí.

—No ayudas.

—No era mi intención.

El dormitorio se había desordenado más de lo que era usualmente, y la actividad entre los que dormían ahí con el fin de esmerar un poco su limpieza tampoco era motivada. Los últimos días habían sido, sincrónicamente, motivados y lentos, por ende, nadie tenía la intención de querer hacer algo.

SeungMin se había mudado ante toda regla que los dormitorios y las casas eran secretos. Después de años de batalla, la profesora Sprout cedió finalmente un espacio para SeungMin, con una nueva cama en un dormitorio para tres personas. El cuarto sumado, junto con la presencia esporádica de MinHo, hizo que todo fuese más reducido.

No obstante, la sumatoria de SeungMin en el dormitorio no se realizó en son de la comodidad del chico por la larga trayectoria; tal vez la comodidad de una cama lo concedía como un privilegiado, sin embargo, desde los últimos días, las casas no han sido respetadas.

Lo cual, desde el punto de vista de JiSung, era totalmente impensable.

No supo por qué, pero entre la detención de la competencia entre las casas, junto con lo sucedido el viernes en el homenaje a Mina, Hogwarts se ha sucumbido en un ambiente de incertidumbre y de presión, el cual concluyó para que, un día lunes, los estudiantes mayores negaran ingresar a clases.

La edición especial de El Profeta de domingo había mencionado explícitamente cómo se llevó el homenaje de Mina Kang en la escuela de Hogwarts, de Magia y Hechicería. El cómo el discurso del profesor Dumbledore fue sonso; el de DeLuca fue conmovedor para los padres; el de MinJu no fue más con intención de hacer caos.

Caos que generó que el jefe del Departamento de Educación incitase con urgencia a la aplicación de las nuevas leyes educacionales en su malla curricular. El desinterés por parte del profesor Dumbledore era latente al querer cumplir dichas normas, pero tanto el profesorado como los estudiantes se encontraban nerviosos al no saber lo que sucedería más tarde.

Los nervios palpitaban como corazón en la escuela.

—Opino que deberían de hacer una revolución, como la revolución francesa —el fantasma Sir Nicholas Casi-Decapitado le había comentado a JeongIn y a Yuna en una de sus rondas de prefectos en las noches—. Colocar en la guillotina a sus políticos de turno, y tomarse Versalles.

—¡Al fin alguien hizo lo que tanto debíamos hacer! —Por otra parte, el Barón Sanguinario, fantasma de la casa de Slytherin, farfullaba con orgullo luego de que ChangBin le comentara lo sucedido. —Una limpieza en esta escuela- ¡Al fin! ¿Nadie se perturbaba por la presencia de esos hijos de muggle? No, espera, ¿qué concepto le dieron? «Muggles con magia». ¡Dichoso!

Para cuando MinHo se terminó de vestir, JiSung lo contempló un poco. Desde hace semanas, gracias al desinterés de MinHo al querer vestir de manera correcta su uniforme, los alumnos comenzaron a estilizar sus propios uniformes; Premios Anuales, prefectos y docentes reiteraron el descuento de puntos, pero nadie hizo caso. Ahora, MinHo vestía una camisa formal negra de manga corta con una túnica de manga larga bastante ancha, con pantalones formales que tenía bordados al final de las piernas.

—Recuerda que debes estar a las nueve en la sala detrás del comedor —le avisó MinHo a JiSung, mientras sacaba la capa de invisibilidad debajo del colchón—, para discutir el-

—Sí..., sí... —interrumpió JiSung—. Suerte con tu reunión- y ten cuidado con Terry Tom Thompson, que te prenderé fuego si lo miras por mucho tiempo.

—Suena a un plan erótico para mí —bromeó, y desapareció debajo de la capa.

La puerta se abrió y cerró de manera abrupta, a tiempo justo para que Soonie subiera a la cama y maullara un poco. Al ver a JiSung recostado en ella, se acarició en la barriga desnuda del chico antes de acostarse ahí.

JiSung se movió con cuidado hacia su mesa de noche, bajo el libro que MinHo acababa de leer, el Borrador de la Compañía se encontraba intacto. Lo tomó y, sin intenciones de querer molestar a Soonie, comenzó a hojear el libro.

«¿Cómo no hay ninguna runa de traducción?», se preguntó JiSung, y trazó con sus dedos las falsas runas que estaban colocadas en los márgenes de las páginas, aquellas que con SeungMin intentaron hacer funcionar para poder traducir el coreano al inglés.

Como ya se le era costumbre, revisaba las fotografías del libro; era lo único que podía entender, aparte de los periódicos anexados que estaban en inglés que mucha información no entregaba. Le gustaba revisar algunas fotografías que recordaba ser días felices, o días en donde las peleas y la guerra no atrofiaban el ambiente que tanto se esforzaban en construir en el Refugio.

Sin querer, con un mal movimiento, otras fotografías cayeron desde el final del libro. Polaroids de Felix, algunas que se habían coleccionado a medida que pasaron los meses desde que le dieron su regalo. Sus ojos quedaron por un instante en la fotografía que Yeji les sacó en King's Cross, donde los cuatro chicos miraban hacia la cámara sin algún tipo de interés.

Solo por el morbo, rebuscó las páginas donde Hana lucía con Lucas y Daniel; los tres parecían orgullosos de ellos mismos, y vivos, especialmente. JiSung no pensó que tuviera que recordar que estuvieran vivos.

JiSung tuvo el impulso de querer hablar con Hana. Le gustaría saber cómo fue su historia, quiénes eran esos chicos; si eran sus amigos de Mahoutokoro; cómo fue su relación con Erick en la escuela; cómo fue su relación una vez cuando se reencontraron en la Compañía; cómo Hana, Daniel y Lucas lo fundaron, y cómo lograron sobrevivir a través de todo, hasta que la muerte se los llevó.

Un abrupto miedo le cruzó por su columna que hizo su cabello colocarse blanco. Si a Mina la pudieron asesinar con tanta facilidad en una estación de tren, en el medio del mundo muggle, eso significaba que ellos también podían ser asesinados en cualquier parte.

La muerte le respiraba en la nuca, en el mismo lugar donde nacía el cosquilleo para los cambios de colores de su cabello.

La puerta se abrió de manera abrupta, y JiSung no supo por qué volvió a esconder las fotografías en el libro con rapidez.

—H-hola —saludó a SeungMin, quien entraba para ir hacia su baúl.

—Hey, ¿vamos por desayuno?

—Vale.

—La única condición es que te vistas.

JiSung miró su cuerpo semidesnudo, y esbozó una sonrisa. —¿No soy atractivo así?

—No. Cerdo.

—¿HyunJin?

—Con Cohan.

Para cuando JiSung se terminó de vestir, ambos salieron del dormitorio, dejando a Soonie durmiendo en la cama de JiSung.

—Quiero ser como ese gato —dijo SeungMin—, no preocuparme por nada- solo tener a mis padres cerca.

—Yo puedo ser tu padre —consoló JiSung—. Tengo experiencia.

—¿Siendo hijo? Lo dudo.

SeungMin casi cayó cuando JiSung le dio un rodillazo en el muslo.

La sala común de Hufflepuff estaba cargada de estudiantes; era colectiva la idea de que la sala común era la más acogedora de las cuatro, pero JiSung no esperó que los últimos días, más estudiantes de otras casas paseasen ahí, charlando con chicos de Hufflepuff, jugando juegos de mesa o, en su defecto y en los lugares más recónditos, probar un poco de lo que Kai vendía.

En ese instante, algunos alumnos aprovecharon el hecho de que la sala de Hufflepuff quedaba cerca de las cocinas, por lo que comían sus desayunos sobre las mesas ratoneras. Era un extraño sentimiento de espiritualidad que JiSung nunca experimentó.

En su caminata al Gran Comedor, se toparon con Felix y ChangBin, quienes hacían sus caminatas matutinas en los jardines de Hogwarts. Al asomarse en el marco de la puerta, buscaron dónde sentarse.

—Uh, miren —JiSung apuntó hacia la mesa de Gryffindor—. El Diablo Rojo y su novia están ahí. ¿Qué opinan de molestarlos?

—A favor —contestaron los otros tres.

Al ubicarse frente a ellos en la mesa de Gryffindor, JeongIn les dio la misma mirada de muerte que era esperable a que les diera; Yuna, a su lado, comía avena con yogurth de fresa de manera callada, casi intimidada por la presencia de los otros chicos.

—¿Pasó algo? —preguntó ella, tímida.

—Solo veníamos a hacerles compañía —aclaró SeungMin—. ¿Té?

—Por favor —ChangBin cedió una taza.

—Ustedes son unos viles sucios, decretados estatalmente como bastardos —atacó JeongIn enseguida—, ustedes nunca están limpios. Y nunca vienen por algo desinteresado.

—No tienes que colocarte a la defensiva —dijo Felix, calmado, mientras tomaba un panecillo—. Somos amigos, y es normal pasar tiempo con la novia de tu amigo.

El silencio que quisieron lograr se posó en la mesa, y JeongIn enrojeció a un nivel que le hizo honor a su apodo.

—No somos novios —aclaró JeongIn.

Yuna dejó de manera abrupta su cuchara en el pote, y miró a JeongIn, ofendida.

—¿Cómo que no? —preguntó ella.

Los otros cuatro chicos solo sonrieron con suficiencia.

—Es decir- no lo somos —dijo JeongIn, justificándose—, o sea, ¿qué cosa hemos hecho que digamos que somos novios?

—Nos quedamos hasta tarde hablando en la sala común —enumeró Yuna.

—Sí, bueno, como siempre.

—Andamos de la mano.

—Antes andábamos del brazo- no ha habido mucha diferencia.

—Me dijiste que te gustaba.

—Sí, pero tú no dijiste nada ante eso.

—Y nos... nos hemos besado... —Yuna logró completar, de vuelta a la timidez, mientras le daba mirada de reojo a los chicos—, severas veces.

JiSung casi se atragantó con su té al notar cómo JeongIn consideraba realmente las condiciones de Yuna, que, segundos después, asintió.

—Bien, entonces, reitero —JeongIn volvió a mirar a los cuatro chicos—. Ustedes nunca vienen por algo desinteresado. Estoy con mi novia. Lárguense.

—Suena tan lindo cuando sale de tu boca —burló ChangBin.

—«Novia» —repitió Felix—, ay~, me dio escalofríos.

Yuna, notoriamente incómoda, apuntó hacia el otro lado de la mesa.

—Me voy con gente de mi edad —informó ella, y se fue.

Para cuando la chica se retiró a sentarse con sus amigos de generación, JeongIn se inclinó ligeramente hacia adelante.

—¿Y HyunJin? —preguntó.

—Cohan —contestaron los cuatro. Ni siquiera tenían el ánimo para darse un cabezazo.

A la mitad del desayuno, vieron a Cohan tomar asiento junto a Hagrid en la mesa docente y sumirse una charla, para que tres minutos después apareciera HyunJin y se ubicara junto a JeongIn.

—Buenos días —saludó él—. ¿Alguna novedad?

JiSung no supo por qué, pero ese semblante le recordó a HyunSan.

—Durmstrang entrena a Victoria con furia, y Karkarov se ve mucho más exigente —contó Felix—, con ChangBin los vimos esta mañana. No creo que esté a favor de la cancelación del Torneo.

—Chan tampoco lo está, pero tiene sentido lo que dijo —mencionó JiSung, también—. A la hora de inscribir su nombre, te hace vinculante, y como es un cáliz milenario, dudo que tome en consideración alguna exigencia.

—Lindo —murmuró HyunJin. Los otros cuatro pares de ojos lo vieron prepararse avena con leche de chocolate y colocar chispas dulces alrededor. HyunJin, al notarlos, se detuvo—. ¿Qué?

—Nada... —los cuatro desviaron su mirada.

Aunque la campana sonara como indicio de regresar a clases, los seis chicos continuaron en el Gran Comedor. Los profesores se ausentaron de a poco en sus mesas, y como JiSung aun tenía tiempo para perder, decidieron jugar Snaps Explosivos.

A las diez de la mañana, JiSung se reunió con los otros tres campeones del Torneo, con los directores, con los jefes de la casa de Hogwarts, y con los Premios Anuales en el mismo lugar donde los campeones fueron convocados por primera vez en el instante que sus nombres se desprendieron del cáliz.

No es como si JiSung quisiera expresar algún tipo de miedo o intimidación en ese instante, pero Karkarov lucía bastante enfurecido, tal como Felix había contado, y Madame Maxime parecía estar a punto de pisar a los Premios Anuales ante la convocatoria y los estragos que ha habido los últimos días. Victoria Krum lucía impasible y tosca como siempre, y Nadine Delagé estaba hermosamente callada.

Tímido, JiSung se apegó a Chan.

—Alguien saldrá muerto de todo esto —susurró JiSung a Chan.

—Ojalá seamos nosotros. Así, Karkarov se va a la cárcel —bromeó.

Kim MinJu no portaba su uniforme, al igual que MinHo, pero lucía un vestido formal con falda corta y zapatos de charol; de lo oligárquica que ella era, no le sorprendería a JiSung que ese fuese su ropa de uso diario edición primavera-verano. Estaba parada en el medio del salón, con MinHo a su derecha de forma leal, bastante nerviosa ante la atención de los directores de escuela.

—Cuando usted quiera empezar, señorita Kim —calmó el profesor Dumbledore.

Eso no la tranquilizó, pero MinJu siguió.

—Hemos convocado a los campeones y a los directores de las escuelas invitadas para poder discutir el tema presente que aborda Hogwarts —comenzó MinJu—. Sabemos que el Torneo trata de una unión escolar internacional, no obstante, el contexto sociopolítico que los alumnos de Reino Unido viven ha situado a Hogwarts como una escuela no capacitada de poder seguir con el torneo. El asesinato de una estudiante, junto con la participación de un metamorfomago y una veela ha hecho de que, como directiva de Hogwarts, tomemos en consideración lo que podemos hacer ahora en adelante-

—¿Cuál se supone que es el problema? —interrumpió Karkarov—. Lo que sea que pase en su país, no tiene que ver con el Torneo.

—No estamos en un ambiente que pueda sostener anímicamente lo que conlleva este Torneo —explicó MinJu—, es por eso de que-

—Cancelarlo es la peor decisión que pueden tomar. El Cáliz es inteligente, y supongo que no sería tan radical poder seguir con todo esto —Karkarov se cruzó de brazos—. Podemos permitir que se retiren.

—Yo considego bastante catastgófico lo que ha sucedido en la escuela —opinó Madame Maxime—. No obstante, también considego que no podemos haceg nada paga cambiaglo. Debemos apegagnos a las nogmas del Cáliz.

—Hay que recordar que las cláusulas que propulsó DeLuca no se concentran solamente en el ciudadano ubicado en la soberanía que amerita la norma —explicó MinHo con voz neutra—, sino que en todo habitante, permanente o transitorio. Es lo básico de las normas mágicas.

«Sonó tan lindo todo lo que dijo, aunque no le entendiera», pensó JiSung.

—¿Qué quiege decig con eso? —Madame Maxime consultó—. ¿Mi Nadine peliga como los alumnos de Dumbledog?

—No peligran —aclaró MinHo. «Mentira»—. Solo deben de cumplir con las mismas normas, aunque no creo que las cláusulas educacionales-

—No venimos a hablar de política, venimos a aclarar el tema del torneo —volvió a interrumpir Karkarov—. Si las demás escuelas quieren bajar a sus estudiantes, por mí no hay problema, pero Victoria no se bajará.

JiSung se preguntó si es que HyunSan debía de estar con ellos en la reunión, pero no sabía hasta qué límite Dumbledore permitía la conversación con la gente del Ministerio de Magia.

Fue durante el discurso de MinJu que Dumbledore dejó implícitamente la evidencia de que pudo ser gente del partido de Libertad Mágica quienes mataron a Mina.

—La decisión de los demás estudiantes es comprensible, pero también debemos entender que el Cáliz es un contrato mágico —explicó Dumbledore—. Cancelar el contrato cuesta la vida, señorita Kim, joven Lee, aunque se aprecia su buena voluntad de querer detenerlo acorde a la contingencia.

JiSung compartió una mirada con Chan donde le decía la obviedad de sus palabras, cosa que JiSung no quiso asumir. Ante eso, recordó también lo que le había dicho el viernes: JiSung no había hecho el contrato; su nombre electo no fue escrito ni inscrito por él, sino por Felix.

Es decir, JiSung podía darse de baja del Torneo.

Cuando JiSung iba a mencionarlo, quedó estancado.

¿Él quería darse de baja del Torneo?

JiSung había berreado muchas semanas sobre su participación, y de la frustración que le generaba al no haberle dado un año tranquilo. También se enfureció con Felix, aun con la excusa de la Profecía, había sido algo que él hizo sin el consentimiento de JiSung. Las pesadillas y temores fueron recurrentes hasta el punto de dejarlo tranquilo e inseguro, expuesto a la gente como el mismo metamorfomago que no quiso ser mago.

Sin embargo, el Torneo le regaló dos habilidades que no pensó que alguna vez haría: transformarse en dragón y en selkie. Dos criaturas que iban más allá de sus habilidades, y que, con una buena mentoría, pudo lograrlo. El Torneo había ayudado a JiSung a ser un mago mucho más competente en las transformaciones- todo fue un efecto causal.

Incluso su habilidad en las peleas, aunque él no quisiera admitirlo.

—Lo otro que queríamos tocar- con los jefes de casa —MinJu pasó el tema—. Queremos hacer una asamblea estudiantil donde rectifique la votación de la detención de estudios hasta que el Departamento de Educación desista con las cláusulas a los hijos de muggles-

—¿Podemos retirarnos? —preguntó Karkarov.

—Deje de interrumpir, por favor —cortó MinJu, antes de retomar con los jefes de casa—. Queremos rectificar la votación de la detención de estudios hasta que el Departamento de Educación desista con las cláusulas que interpuso. Para eso, queremos llegar a una concordancia con ustedes porque con MinHo decidimos no involucrar a los menores de cuarto en esto.

—¿Los de cuarto aceptarán mantenerse al margen? —cuestionó el profesor Flitwick.

—Esta es una decisión convocada con los prefectos, y queremos que al menos los que tengan el cargo de responsabilidad con los estudiantes puedan estar involucrados —explicó—. De esta forma, alumnos menores no pierden materia.

—¿Qué pasa con los EXTASIS y los TIMOS? —preguntó la profesora McGonagall—. Ambos examenes son ministeriales. La falta de contenido enseñado perjudicará su rendimiento.

—La única respuesta que esperamos es la detención de la exigencia por parte del Departamento de Educación en aplicar su nueva malla a Hogwarts. No podemos hacernos cargos de las otras instituciones escolares de Reino Unido, pero si la promulgación para ellos de un gobierno que no lleva ni siquiera un año ha sido sencillo, perfectamente pueden derogarlo.

—Es un poco idealista la propuesta —opinó el profesor Slughorn.

—Hogwarts es una escuela de prestigio que brinda educación paritaria a sus estudiantes —fue MinHo quien tomó la palabra—, sobrellevar esta situación hace respetar los mismos ideales de la escuela. No podemos permitir que el Ministerio interponga su necesidad discriminadora antes que estudiar.

«Tienes toda la razón, cariño».

—¿Qué esperan de nosotros, jóvenes? —preguntó McGonagall, para aterrizar el punto—. Podemos brindarle el apoyo, pero debemos seguir cumpliendo nuestros roles de profesores con todos los estudiantes.

Por un instante, MinHo y MinJu no parecieron poder continuar con la idea ante la mirada escandalosa que se dieron. No obstante, el pésame de los ojos de ellos se situó en los demás participantes de la reunión.

Dumbledore carraspeó.

—Por favor, directores y estudiantes, retírense de la sala —pidió él.

JiSung y Chan, desentendidos, hicieron caso enseguida mientras que Karkarov refunfuñaba a sus espaldas y Madame Maxime colocaba recta la espalda de Nadine Delagé. La idea de JiSung en convertirse en cucaracha era fantástica para poder oír.

Sin embargo, tan pronto que salieron de la sala, SeungMin corrió hacia ellos, con una ligera emoción en su rostro.

—Tomamos señal de una radio —dijo SeungMin—. Fue TaeHyun- casi me lo como a besos. Hizo algo fantástico con Minnie.

SeungMin los guio sorpresivamente hacia la torre de Gryffindor, donde dijo la clave al retrato de la Dama Gorda. La mujer, ofuscada por el tránsito de los otros chicos de las casas, cedió el paso mientras farfullaba de cómo los fundadores estarían ofendidos de lo que hacían.

Tal como JiSung lo recordaba, la casa era acogedora. Los chicos mayores de Hogwarts se encontraban esparcidos, y un gran tumulto se encontraba junto a una de las mesas de estudio. Con Chan se abrieron paso y encontraron a los dos chicos de Ravenclaw: TaeHyun y Minnie, jugar con una radio a antena y con sus varitas.

—Lo vi en una película —Minnie explicó cuando alguien del grupo que los observaba preguntó—. Es- fantástico, o sea, modificar productos muggles con magia. ¿Crees que eso agrande un televisor?

—¿Televi- qué? —le miró TaeHyun.

Ambos jugaban con las perillas, y la música se escuchaba de fondo. Era música variada y cargada de estática, pero entre movimientos de antena y de algo que murmuraban Minnie y TaeHyun, atraparon una señal.

Una señal particular.

¡Bienvenidos! Nueva edición de la Cosecha Estelar, traído y patrocinado por ustedes por la nueva Savia de Anchoas, sacado del árbol de anchoas de la bruja Silvana.

—¿Árbol de anchoas? —Jisung murmuró—. ¿Cómo mierda existe un árbol de anchoas?

... Siendo las once con quince, traemos con ustedes el segmento musical más esperado: ¡las Brujas de Macbeth!

Y un fuerte sonido de una gaita hizo que todos se taparan los oídos.

—Pensé que era algo más útil —JiSung miró a SeungMin, ofendido.

SeungMin, incapacitado de formar el habla, le dio un fuerte golpe en la nuca. —¡Y yo pensé que eras inteligente!

—¡Gracias!

—Tomaron una señal de Inglaterra, tarado —explicó SeungMin—. ¿Y sabes a cuánto estamos de Inglaterra? ¡Kilómetros y kilómetros! Es una señal de radio mágica, pero si tenemos una radio mágica, eso significa que podemos tener una señal muggle. Si tenemos una señal muggle, podemos encontrar otras señales mágicas, por ende, no dependeremos del jodido El Profeta, ¡imbécil!

—¡Bueno! ¡¿Cómo quieres que te entienda si me lo dejas tan abstracto?!

Los días en Hogwarts eran confusos y particularmente colaborativos. TaeHyun y Minnie se dedicaron a enseñarle a los chicos de las demás casas como interferir las radios para alcanzar mayor señal con un encantamiento que ellos mismos crearon (—¿es posible hacer eso? —¡claro! Solo necesitas esa disciplina que no tienes); ante eso, los estudiantes mayores comenzaron a sintetizar las propias radios que encontraron en sus casas, e incluso algunos chicos lograron interferir algunos reproductores análogos que tenían.

El cual, por supuesto, incluía el walkman de JiSung.

—Jodida mierda —masculló JiSung desde su cama. De tanto en tanto apartaba a Soonie quien quería jugar con sus auriculares, mientras manipulaba su walkman con su varita junto a SeungMin—. SeungMin, si esto falla y mi reproductor se jode, te culparé a ti.

—Realmente no me afecta —contestó sin pena.

—¿Cuál es la finalidad de eso? —Desde su propia cama, HyunJin bajó la revista de Quidditch para verlos con duda. —O sea, entiendo: comunicación, pero información muggle no nos ayudará con lo que necesitamos.

—Querido HyunJinnie, hay algo que aprendimos de la Historia que, sin importar lo que suceda, los aconteceres políticos siempre tendrán diversos bandos —explicó JiSung con una elegante entonación—. Y dichos diversos bandos deben tener la inminente necesidad de dar sus opiniones, por ende, si encontramos alguna señal mágica, tal vez... ¡Ajá!

Un click en el walkman y en el auricular comenzó a sonar música desde una señal atrapada. SeungMin hizo un encantamiento de amplificación de sonido para que todos pudieran escuchar, y quedaron colgados al notar que solo era la canción I touch myself de Divinyls.

I don't want anybody else – when I think about you, I touch myself.

—Fantástico. —JiSung terminó por rendirse.

—Bueno, como sea —SeungMin fue hacia su propio baúl (¡Su propio baúl!) y sacó su material de estudio—, estaré en la biblioteca, no me molesten. Cualquier cosa que salga de la boca de MinJu o MinHo, me lo informan después.

Dicho eso, cerró la puerta. JiSung miró a Soonie con decepción.

—Le habría pedido a tu tío que te sacara a tomar aire por un momento —informó JiSung. Soonie maulló con tristeza.

HyunJin, por su parte, regresó hacia su cama para recostarse y leer la revista. JiSung se acostó a su lado para hacerle compañía.

—¿Qué leemos? —preguntó JiSung, con su mejilla apoyada en el hombro de HyunJin.

—La nueva edición de la revista de Quidditch Mundial —contó HyunJin—. Edición mensual.

—Lo que es tener dinero.

—Mi papá, literalmente, te quiere incluir en la herencia.

—Como mínimo, si soy un ángel.

Ambos quedaron en silencio por un largo tramo. JiSung, con cuidado, acarició el pecho de HyunJin.

—No hagas eso —pidió HyunJin.

—Es cariño.

—Lo sé, pero me pondré a llorar si sigues.

Solo bastó una caricia más en su pecho para que HyunJin cerrara su revista y lo posicionara sobre su barriga, mientras que, con su brazo, se tapaba los ojos.

—Vamos... —susurró HyunJin—, ¿por qué me haces esto?

—Porque no quiero que tengas ganas de llorar —contestó JiSung—. No quiero que te aguantes. Lo has hecho por varios días ya.

—Lloro un poco cuando hablo con Cohan —admitió—. Es buen terapeuta, no sé, supongo que es el trauma compartido.

—Oh- no tenía idea...

—No creo que lo diga en sus clases, pero me dice que todo pasará... —HyunJin se sacó su brazo de sus ojos, totalmente enrojecidos—. Ha pasado casi dos semanas y- no sé, que Cohan me diga que la pena pasará, me hace sentir que también... también perderé algo de Mina.

Con terror, HyunJin se puso a jugar con sus dedos antes de continuar.

—Ahora, no sé por qué, tengo un irremediable miedo a crecer. Siento que- olvidaré todo de ella. Como huele, como sonaba, como me... me agarraba cuando tenía frío, o como se burlaba de mí cuando decía algo ignorante para los muggles. Hay tantas cosas que, de facto, olvidaré, y no me siento preparado para llegar el día en que ella solamente aparezca en mi memoria de forma repentina. Aunque, no sé, tampoco me siento muy bien despertando en las mañanas y... y recordar que está muerta.

HyunJin subió sus manos para tapar sus ojos. —Por Merlín, ni siquiera puedo creer que está muerta. Aun siento que está esperándome en la sala común para ir a almorzar, y se siente tan incorrecto dormir sin haber recibido un beso de buenas noches de ella. Me siento tan incorrecto estar sin ella.

JiSung solo pudo rodear a HyunJin con sus brazos para que se pudiera contener en su pecho, aunque no fuera muy grande para acogerlo por completo.

No obstante, dentro del egoísmo de JiSung, él no quería empatizar con HyunJin. Para nada. No quería estar cerca de la imaginación de perder a MinHo de la manera en la que HyunJin perdió a Mina.

El duelo sería extenso y doloroso, y JiSung se preocupaba de la manera en la que HyunJin lo sobrellevaría. Esperó a que continuara así, porque creía que era lo más sano: un llanto, un consuelo y unos recuerdos; prontamente el llanto cesaría, y los recuerdos estarían vinculados a la maravilla del primer amor.

Pero ahora solamente dolía.

Un poco pasado de lo que fue la hora de almuerzo, los dos bajaron hacia el Gran Comedor, de nuevo. JiSung juraba que lo único que se dedicaba a hacer en la escuela era ir y venir al Gran Comedor. Si tuviesen algún transporte que los llevara más rápido, tal vez podrían...

—Ah, mira —HyunJin apuntó a un tablero cuando pasaron por el vestíbulo—. Clases de Aparición para alumnos de sexto año- somos nosotros.

—Cierto que lo hacen en el tercer trimestre... —JiSung lo había olvidado por completo—. Al menos ahorré dinero para pagarme el curso.

—Como mínimo, pobre.

—Cállate.

Sin embargo, otra idea se posó en la mente de JiSung aparte de la aparición. En otro momento se lo mencionaría a los chicos.

Al llegar al comedor, la mayor parte de los cursos de quinto, sexto y séptimo se encontraban presentes, y MinJu hablaba sobre uno de los escalones. Había estudiantes de tercero y cuarto también asomados, y no lucían contentos en poder participar.

—Luego de una reunión con los profesores de las asignaturas, se ha coordinado una fecha para realizar votaciones respecto si es que nosotros nos detenemos o no como estudiantes —explicó MinJu—. Los profesores solicitaron que las votaciones fuesen este domingo; que las clases se retomasen mañana, para así permitir mañana y viernes entregar material suficiente para alumnos de quinto y séptimo año para que rindan sus respectivos examenes. Eso sí, será una convocatoria de todas las clases. En el tablero de anuncios por la tarde se coordinarán los horarios donde los maestros estarán en cada aula para que vayan a sus respectivas clases —informó. Un gran gemido de cansancio se manifestó colectivamente—. Estas son cosas en las que tenemos que ser responsables, también. Como estudiantes, también tenemos deberes.

—¡Esto no genera nada por la causa! —gritó alguien de sexto.

—Reitero, debemos respetar nuestros deberes —repitió MinJu con cansancio. JiSung no se imagina cuánto ha trabajado la chica los últimos días—. Es por eso de que las votaciones se realizarán este domingo. Por favor, tomen todas las perspectivas y opiniones a consideración; será una toma indefinida, con los petitorios de eliminar las clausulas educacionales y con el fin de que resuelvan la investigación del asesinato de Mina Kang. ¿Alguna objeción?

Algunos chicos alzaron las manos por preguntas. Entre la gente que conocían, no divisaron a SeungMin, pero sí a Felix con ChangBin. JiSung se preguntó que fue lo que pasó que ambos andaban de pegamentos juntos por todas partes; no consultaría nada que no fuera contado de forma esporádica.

Como el día continuaba dentro de su propio esplendor de la incertidumbre, JiSung llevó su libro hacia el jardín y se recostó en el césped, cerca del calamar del Lago Negro quien, tímidamente, se asomó para saludarlo y entre los arbustos para no ser molestado por nadie.

Ni siquiera JiSung podía explicar lo mal o lo incorrecto que se encontraba en todas partes. Había una gran desorientación en su cabeza, que parecía estar incapacitado en poder concentrarse en los factores importantes; él solo era consciente de una cosa:

Si no actuaba pronto respecto a la Profecía, más caos habría.

Él podría preguntarse cómo demonios deshacerse de ella, o trabajar en contra para no tener que preocuparse más. La vida y la muerte colgaba de un hilo y era una jugada demasiado sencilla para cometer.

Desde el libro que leía, rescató: "demasiada gente había muerto ya en aquel juego, pero qué maravilloso, qué increíblemente maravilloso era estar los dos vivos, todavía", en una historia que relataba las desaventuras de chicos de quince años que sobrevivían en una isla que, a causa de un gobierno corrupto, debían de asesinar a todos sus compañeros de clase para ser el ganador de un juego.

«De la puta mierda», pensó JiSung, y no supo si concederlo porque MinHo ya se había terminado su libro, o porque pasaron meses desde que lo había iniciado y él aun no llegaba al clímax de la historia. Incluso le tentaba leer la última página solo para saber si valía la pena acabarla.

Después, páginas posteriores, otra cita lo atacó en el cuello:

"Era la clase de conversación y de risa que compartes con tus amigos de toda la vida, con los que sales después de clases y con quien pasas el rato en los cafés. Por supuesto, pendía sobre ellos la sensación de que estaban allí riéndose después de haber asistido al funeral de un amigo."

Como todas las veces que JiSung agarró el libro anteriormente, lo lanzó hacia un lado del césped y terminó por tenderse como estrella.

«No sé qué hacer. Quiero irme a casa».

»No tengo casa.

«Sí tengo. Leicester Square, con los Hwang.

»¿Y si me voy a vivir con MinHo? Así los dos seremos fugitivos.

—¿Careces de vitamina D o qué?

JiSung giró su cabeza, y notó a MinHo con un plato de comida en su mano. Le fue imposible a JiSung no fruncir su rostro y, tras alcanzar su libro, lanzárselo a MinHo en las piernas.

—Te odio —masculló JiSung, con su rostro pegado en el césped.

—También yo —MinHo hizo el ademán de querer patearlo antes de sentarse a su lado—, ahora- come. No almorzaste.

JiSung se incorporó y tomó el plato. —¿Y tú almorzaste?

—El almuerzo es sagrado.

—¿Cómo me encontraste?

—El mapa.

MinHo alcanzó el libro de JiSung y lo comenzó a hojear mientras que el otro continuaba con su almuerzo. Pollo y papas; a este paso, ese se convertiría en el plato favorito de JiSung.

Para distraerse un poco, charlaron sobre cualquier tema que no convocase la política mágica, la escuela o lo sucedido con Mina. Era difícil, especialmente porque era lo que ocupaba toda la mente de ellos, pero hicieron el esfuerzo de poder contenerse un instante con una charla superflua hasta que JiSung terminara de almorzar.

—No me iré a tu dormitorio estas noches, voy a estudiar para los EXTASIS —avisó MinHo.

—Okey- aun tenemos que acostumbrarnos a ser cuatro.

—Antes ya lo eran, ¿qué lloran?

—La cama extra. Creo que se nos es más fácil agrandar un colchón y ser felices.

—Creo que ustedes han sido los único cuatro patéticos chicos que he visto y han logrado cambiar normas milenarias para aceptar un jodido Ravenclaw dormir en la casa de Hufflepuff solo por la estúpida ansiedad por separación.

—También la tengo contigo, solo que no la expreso mucho.

—Rarito. —MinHo tomó la mano de JiSung y le plantó un beso en los nudillos. —Me largo.

—¡Llévate el plato!

Los días eran confusos y turbulentos, y JiSung solo se aferraba a las gotas de optimismo.

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Abril 29, sábado en la noche

Supo que la tensión estaría presente en el aire para MinHo cuando DeLuca dejó de charlar en la mesa con Omerus y se sumó a él y al señor Michigan en la mesa de cristal que estaba al fondo del bar.

—Caballeros —saludó DeLuca a ambos. MinHo notó cómo el ministro portaba un pequeño cajón de madera—. MinHo, oí de tu abuelo que eres bueno para el ajedrez. ¿Te apetece jugar un poco?

—Oh, ajedrez —el señor Michigan comentó con asombro—. Me gusta ver estas cosas. Iré por ron.

DeLuca tomó el asiento que el señor Michigan dejó sin esperar una respuesta por parte de MinHo. Él, nervioso, dio un trago a su jugo en copa y asintió para una partida. Era solo una partida.

En el bar del callejón de Knockturn, el ambiente se había tornado proporcionalmente alegre a la tensión que MinHo apreciaba en Hogwarts. Los adultos y ancianos bebían y compartían con tranquilidad, al mismo tiempo que Maisie O'Shell tocaba su piano en el fondo con su fantástico vestido escarlata.

MinHo se expuso al momento en que notó que no le quitaba los ojos a su abuelo de encima; cuando Omerus le regresó la mirada, le dio un trago a su vaso de whisky y giró su cabeza para continuar en su conversación con otro tipo que estaba ahí.

—Listo. —DeLuca terminó por ordenar las piezas de ajedrez; en comparación de la madera fina que tenía el detalle del tablero, las piezas eran de un fino cristal. —No lo comentes, pero está requisado del Departamento de Muggles. Aunque no se mueven solos, sí se atacan. ¿Quieres comenzar?

—Okey —contestó MinHo.

Antes de que MinHo moviera, DeLuca tendió su mano sobre la mesa. MinHo, cordial, la correspondió, pero tan pronto como entró al tacto, chasqueó su lengua cuando el ardor esporádico se posó en sus dedos.

—Siempre hay que saludar antes de cada partido —indicó DeLuca. Le dio un fuerte apretón, y lo soltó—. Vamos, comienza.

MinHo no quería hacer notorio su dolor en la mano, así que se dispuso a jugar con ella y, de las piezas blancas, movió el peón dos recuadros hacia adelante.

Los primeros movimientos fueron silenciosos y lentos. El señor Michigan se les unió con un vaso para él y uno para DeLuca, igual de expectante cómo cada uno planeaba con cuidado sus movimientos.

Un peón de DeLuca quedó en diagonal del peón de MinHo, así que lo comió. Enseguida el peón blanco fue destruido por un alfil negro.

—Me pareció interesante lo que hiciste en Hogwarts —confesó DeLuca, finalmente. Notorio de cómo el silencio y el secreto no podía contenerse—. Todo aquel movimiento estudiantil-

—Fue MinJu —MinHo dijo enseguida, y casi quiso cortar su lengua al notar cuán precipitado fue—. Es decir- no fue ella. El discurso comenzó conmigo.

—Así que, ¿tú escribiste lo que ella dijo?

—Nuestra intención fue hacer un homenaje a Mina Kang. Todo lo que conllevó después no estuvo a manos mías —confesó. Sus ojos siguieron el movimiento de DeLuca al intercambiar la posición de la torre con el rey—. No soporté estar ahí mucho tiempo, la verdad. No tenía intención de estar en el homenaje, sin embargo, soy Premio Anual.

—Es muy responsable —concedió el señor Michigan hacia DeLuca—. ¿No le parece, Ministro?

—Es como si jugaras a ser doble espía con ellos —bromeó DeLuca—. Dame un momento...

Con gentileza, DeLuca se giró en el asiento y miró hacia Maisie O'Shell. El piano ella lo tocaba con calma, como si fuera una pianista contratada por parte del bar que se dedicaba a dar conciertos privados a grandes multitudes oligárquicas, con su cabello cayendo sobre su frente y con su espalda urgiéndose y encorvándose de acuerdo a la intensidad de la melodía.

De forma paciente, DeLuca esperó a que Maisie O'Shell terminara de tocar, y MinHo esperó su espera. Para cuando Maisie O'Shell inclinó su cabeza hacia atrás, DeLuca chasqueó los dedos.

—Maisie, cielo —llamó su atención con voz altanera, lo suficiente como para hacer callar al bullicioso bar—. ¿La Rapsodia de Hungría, por favor? ¿La número 2?

—Claro, mi vida —contestó ella.

MinHo la vio arremangar mangas invisibles y, tras hacer tronar sus dedos, comenzó con la canción. DeLuca regresó a su puesto, y MinHo hizo un movimiento.

—No sé a qué se refiere con «doble espía» —MinHo continuó con la conversación—. Es decir, debo de hacerlo, porque solo alguien sin pensamiento crítico se colocaría en contra de una escuela colérica.

—No me hace feliz que Hogwarts se detenga, MinHo.

—Ni a mí- necesito buenos resultados para los EXTASIS y obtener un buen trabajo en su gobierno, Ministro. No obstante, ya le dije: colocarme en contra de una escuela colérica solo haría avivar la llama y el odio hacia su gobierno. —DeLuca movió un peón hacia adelante, amenazando al alfil blanco de MinHo. Tuvo que retroceder su movimiento. —No está en mis planes salirme antes de tiempo de Hogwarts, en especial a sabiendas que usted me tiene ahí, si sabe a lo que me refiero.

DeLuca movió al alfil en diagonal, y comió un caballo blanco que MinHo no contempló dejar expuesto. El alfil negro fue comido por uno blanco, pero los alfiles no se comparaban con los caballos.

—¿Dices que puedes serme de soplón? —preguntó DeLuca.

—O caballo de troya, si quiere llamarlo de alguna forma. Pero no lo haría gratis —repuso MinHo.

MinHo y DeLuca bloquearon sus respectivos peones, y DeLuca movió un caballo negro frente a la reina.

—¿Dejarte vivir no te parece suficiente?

MinHo tuvo que resistir el impulso de levantar su cabeza de golpe; no podía desconcentrarse del juego.

—¿También matan a maricones? —inquirió MinHo.

—Lo decía en un sentido de «trabajo después de la escuela» —se explicó DeLuca—, no soy un desalmado, MinHo. Tengo sentimientos, y reconozco el lugar de las personas en esta sociedad. Solo que no entiendo, ¿qué beneficios me trae que tú seas un soplón de Hogwarts, si fomentas también la detención estudiantil?

—Se intentó evitar que el Torneo continuara, pero fue imposible a causa de que el Cáliz es un contrato mágico vinculante —contó—. Karkarov no quiere echarse para atrás, y Madame Maxime tampoco quiere retraer a su participante porque ambos directores consideran que las circunstancias no son suficientes.

DeLuca movió finalmente su reina en diagonal, a un cuadro de distancia de tener la posibilidad de asesinar dos peones blancos. —Tiene razón. Ellos no deben de ser empáticos ante la muerte de la chica. ¿Qué hay de los de tu escuela?

—El campeón de Gryffindor tampoco se retracta.

—¿Y el metamorfomago?

Tal como su siguiente estrategia, MinHo seleccionó con cuidado sus palabras.

—Él puede retractarse —MinHo dijo, con cada palabra emitida cuidadosamente— porque su nombre ni inscripción fueron hechos por él. Fue por un tercero.

—¿Se retractó?

—No. Quiso seguir aun después de maldecir el ser mago y su inscripción en el Torneo. Supongo que a todo el mundo les encanta la posibilidad de tener dinero.

MinHo evaluó las pérdidas, y con su alfil blanco comió al peón negro. DeLuca movió su caballo a una estrategia donde estaba a dos movidas de hacer jaque mate.

—Solo los que son impuros son capaces de venderse —murmuró DeLuca—, y alegan porque uno quiere regularlos.

—¿Cierto?

—¿Qué tan cercano eres a él? Al metamorfomago.

—Está obsesionado conmigo —dijo, con su lengua suelta y su ceño fruncido—. No me deja tranquilo. Es... es un loco obsesivo. Me maldijo con una poción de amor cerca de San Valentín del año pasado, y se hizo pasar por otro estudiante que tomaba la clase de pociones solo para saber cómo hacer Amortienta. —Dicho eso, MinHo hurgó en su bolsillo; sacó un pergamino perfectamente doblado en cuatro, y se lo entregó al Ministro. —Me regaló esto hace un par de días.

DeLuca tomó con diversión el pergamino, y rio entre dientes.

«Logro comprender que el remordimiento que algunos pueden llegar a sentir contigo es contagioso, aunque las esperas para verte todas las mañanas sean lo que me mantiene con vida...» —leyó en voz alta para el señor Michigan, quien también rio—. Firma: JiSung Han. ¿Qué tan adorable son los chicos, hoy en día?

—Nadie quita el adolescente intenso de los cuerpos de las bestias, señor —concedió el señor Michigan.

—A Maisie le compuse una canción en el primer aniversario de noviazgo. Teníamos catorce años. Lo recuerda y me lo canta cada vez que quiere molestarme —DeLuca recordó con nostalgia, y le regresó la carta a MinHo—. Adorable como patético.

—Sumamente patético —concedió MinHo—. Y lo rechacé.

—¿Y por qué saliste como concedido a su persona para la segunda prueba del Torneo?

—Usted debe saberlo- defendió al metamorfomago y a sus amigos el año anterior, en la demanda —recordó MinHo—, y- digamos que él no es muy buen recibido en la escuela. Me nominaron a mí porque hay una idea colectiva de que las personas que están enamoradas de alguien también son recíprocas.

MinHo movió un alfil y comió la torre negra que se ubicaba junto al rey, al fondo del tablero. DeLuca movió la siguiente torre negra, ubicada en la otra esquina, y comió el alfil junto al rey. Su padre, Gale, siempre le dijo que las torres eran importantes en el ajedrez, aunque MinHo no concedía demasiado si es que esta se encontraba al lado del rey.

—Entonces, retomando —siguió DeLuca—, serás el soplón de Hogwarts. ¿Puedes con esa responsabilidad?

—Seguro. Me sé los secretos de mi abuelo y él está allá queriendo clavar mi cabeza en una estaca.

—Quiero que disuelvas la toma lo antes posible —dijo—. Sé que es optimista pedir que convenzas a Dumbledore para que acepte la malla, porque es ridículo. Sin embargo, con tu posición de Premio Anual, creo que puedes hacer que la micropolítica escolar se adecúe un poco a las cláusulas que hicimos, MinHo —recordó DeLuca—, porque creo que sabes que tú también colaboraste con eso.

—Claro que lo sé, y sigo sin poder creérmelo. ¿Cómo va...?

—Cada bestia registrada ha sido castrada, y trabaja bajo la tutela del Ministerio —DeLuca se encogió de hombros, modesto—. No hay por qué ser salvajes con ellos, ¿entiendes? No hay que hacer que se revelen, pero sí reprimir lo suficiente como para que te sigan manteniendo el miedo.

—Por usted, todos estarían encarcelados.

—Sí, y mientras no podamos sacarnos las políticas públicas que me respiran en la nuca, no podemos hacer mucho. Aunque Harrington ya está trabajando con eso.

DeLuca movió al rey. Lo dejó expuesto, pero ninguna pieza de MinHo servía para matarlo. MinHo, por su parte, escondió a su reina.

—¿Y los muggles con magia? —consultó MinHo.

—¿Crees que sean merecedores de la magia que portan? —consultó DeLuca—, desde la perspectiva de que, independiente de lo que puedan ser o el nivel de magia que lleguen, siguen siendo equiparables a nosotros- magos completos —dijo—. Familias milenarias desplazadas por sus llegadas que, aunque no niego las nuevas ideas, sí me perturba la tranquilidad con la que posicionamos a los muggles con magia en nuestra sociedad.

—¿Es así el por qué tampoco avanza la investigación con Mina Kang?

—Es un caso diferente.

—¿Usted sabe algo de eso?

—Claro, soy el Ministro.

MinHo movió su caballo blanco para comer un peón negro, y DeLuca movió el consiguiente peón en diagonal; MinHo sacrificó un caballo por un peón negro.

Aterrado, movió su reina blanca en diagonal lo más lejos que pudo, junto a un alfil y sobre un peón negro. El aire de MinHo se atascó cuando se dio cuenta.

—Jaque —informó él. La reina blanca iba de forma vertical hacia el rey negro.

DeLuca sonrió, y movió su rey de forma diagonal para desviarla.

—Se viralizó su fotografía entre los muggles, y El Profeta ha soltado información de que quieren desmemorizar a su familia —dijo MinHo—. Si quiere que calme las cosas en Hogwarts, usted no puede hacer eso, y lo sabe.

—Harrington ya está trabajando con el caso Mina desde el Mundo Muggle, y yo no puedo hacer mucho si es que el señor Moon quiere hacer las cosas según lo diga la orden judicial.

«El padre de Kevin», pensó MinHo. —¿El señor Moon? Es padre de mi amigo; ¿qué pasa con él? ¿Por qué tiene que seguir la orden judicial?

—Es el nuevo jefe del Departamento de Defensas —contó DeLuca, e hizo un vago movimiento de manos—. No espero a que lo sepas, no te puedo pedir mucho. Debiste de estar ocupado con tus estudios y esas cosas.

—Pe- ¿qué pasó con el antiguo?

—Desvinculado por filtrar información confidencial.

«¿Qué pasará con Moody?», se preguntó MinHo, al ser el jefe del Departamento de Aurores, división del Departamento de Defensas.

—¿Qué planea hacer con lo de Mina, señor? —consultó MinHo.

—Reitero: oblivate es la opción más sencilla —DeLuca relamió sus labios, y arrugó el entrecejo—, es doloroso perder a un familiar de la forma tan bestial en la que asesinaron a esa chica. Su familia buscará justifica en lugares donde no podrán ayudarlos, porque su asesinato fue inconcluso.

La reina blanca, posicionada en el mismo lugar, se movió en diagonal y comió el caballo detrás del alfil negro.

—Eres bueno para el ajedrez —notó DeLuca.

—O usted muy malo, señor —consideró Michigan. DeLuca rio entre dientes.

La canción que DeLuca pidió, terminó. MinHo ni siquiera se dio cuenta de eso hasta que la última nota sonó; divisó alrededor del bar y, de los cinco minutos que tuvo que haber pasado desde que comenzó el juego, este estaba casi vacío.

DeLuca movió un peón hacia adelante. —Jaque. Filtraron información, y eso es considerado como traición al gobierno. Los jefes de cada departamento lo firmaron y son conscientes de ello.

—Interesante movida —consideró MinHo, sin saber a qué darle crédito.

MinHo movió al rey blanco una pieza en diagonal hacia atrás, ocultada entre el alfil, la torre y el peón que nunca se movieron.

Maisie O'Shell cambió la canción con una melodía tranquila, y vocalizó la melodía. El señor Michigan no pudo evitar quedar hipnotizada con ella.

La reina negra comió un alfil blanco, y MinHo movió a la otra torre blanca sobreviviente en horizontal para ganarla junto a la torre. Torre, alfil, rey, torre. DeLuca, sin temor, movió la reina negra hacia adelante, alcanzándola de forma diagonal a la torre blanca recién ingresada.

Los siguientes movimientos fueron silenciosos, y a medida de que las piezas eran comidas y la pelea generaba más tensión, la gente del partido de Libertad Mágica se retiró del bar. En un instante, MinHo notó que su abuelo también se había retirado, y a medida que Maisie terminaba de cantar, el señor Michigan se levantó de su asiento.

—Nos vemos el lunes, señor —se despidió el señor Michigan.

—Hasta luego, Lester.

Solo quedaba el arrastre de las piezas, la melodía del piano, y la limpieza sutil de vasos.

—¿Tuviste unas buenas vacaciones de primavera? —consultó DeLuca—. Noté que pocos se fueron de Hogwarts.

—Sí, tampoco tengo un lugar dónde quedarme fuera —consideró MinHo—. Estudié para mis EXTASIS.

—¿Algún área de interés?

—Me gustan los Estudios Antiguos, son necesarios.

—Demasiado. ¿Sabías que...? —DeLuca se interrumpió—, disculpa, asumo que ya sabes. Tu abuelo reclutó estudiantes de Mahoutokoro para crear pociones de venenos y hechizos para cierto tipo de bestias.

—No lo sabía, pero no me sorprende, la verdad. Fue demasiado grotesco su gobierno.

—¿Y no consideras el mío grotesco?

—No, porque acá dejas algún rastro de humanidad en las bestias, aun cuando no son merecedoras —MinHo se encogió de hombros—, supongo que esa es la gracia de que todos parezcamos humanos.

La reina negra, potente, viajó por todo el tablero para arrinconar al rey al final del tablero. El rey blanco, mientras, era escoltado no tan lejos de su lugar de origen, con un alfil, una torre, la reina y un peón rodeándolo.

Temerario, MinHo adelantó un cuadro a la reina blanca.

—Yo disfrutaba de la primavera en Hogwarts —recordó DeLuca—. Era de Hufflepuff. Le pedía a la profesora Sprout si podía cuidar las plantas en el invernadero, porque había algunas que destellaban mágicamente en ciertas fechas de esta estación.

DeLuca movió al rey una pieza hacia adelante, y MinHo a la reina blanca hacia el lado. DeLuca regresó a su rey negro; MinHo notó que su ceño estaba fruncido.

—¿Te gustan las flores, MinHo?

Los músculos de sus piernas se tensaron, pero su mano se movió con elegancia sobre la reina. La movió una pieza en diagonal hacia la izquierda. No comprometía al rey negro, pero sí era capaz de asesinar a su reina negra.

—Algo —respondió—. Son interesantes y lindas, pero no tanto como lo sería un Hufflepuff como usted, señor.

DeLuca movió a la reina negra de lugar frente al rey, un cuadro en diagonal hacia la derecha. MinHo podía imaginar a una reina falsa extender sus brazos frente al rey para protegerlo, y se sintió un bastardo al notar que su reina blanca estaba totalmente desinteresada ante el sacrificio.

—Amarantos, artemisas, claveles, celedonias —enumeró DeLuca—, un poco de cerezo, heliotropio. Las ventajas no solo de estudiar en Hogwarts, sino que tener la maravillosa habilidad de usar tu varita y saber cómo encantar flores para que tomen tonalidades blancas y doradas. Colocas alguna flor de durazno, y reencarnas mi boda.

Las uñas se enterraron sobre su muslo mientras que la otra mano de MinHo continuaba con el movimiento del peón blanco en horizontal. DeLuca movió su torre también en horizontal, alejada hacia donde está el rey. Maisie O'Shell terminó por salir del bar, dejándolos solos.

—¿De qué me habla? —consultó MinHo, intentando no descomponerse del pánico—. Solo sé un poco de flores.

MinHo movió a la reina blanca un cuadro hacia atrás, y DeLuca movió al rey hasta el rincón del tablero.

—Uh, curioso —DeLuca comentó, con sus ojos puestos en las piezas—. Me hiciste un jaque mate. ¿Ves? Muevo el rey hacia adelante, y también moverás a la reina. Y, si muevo el rey hacia el lado, la torre blanca me destronará. Has ganado, MinHo.

DeLuca golpeó al rey negro para hacerlo caer, y le tendió la mano hacia MinHo. Él, totalmente escéptico, la aceptó.

La lengua de MinHo chasqueó por sí sola, y DeLuca no lo soltó.

—Tu aptitud para el ajedrez no te hace justicia en la vida real, lamentablemente, en especial al conocimiento que tú tienes —concedió DeLuca. La desesperación de MinHo incrementó cuando DeLuca no cedía su mano, y el ardor se extendía por todo su brazo, debilitándolo.

—Me aprieta —masculló MinHo.

—No te aprieta. Te duele —corrigió, antes de sonreír—. ¿Cómo comes en Hogwarts?

—¿Qué?

—Lo vi el viernes pasado. Los cubiertos y los platos. Es notorio que tienes preferencias por los que están hechos de cobre.

Finalmente, MinHo lo captó. Sus ojos perplejos viajaron hacia la mano que lo sostenía DeLuca, y como el venenosos anillo que él portaba estaba hecho de plata.

Otro punzón lo distrajo, esta vez en la rodilla. La punta de la varita de DeLuca estaba ahí, y el Ministro seguía sin soltar su mano. MinHo sentía cómo de a poco su mano derecha se enfermaba.

—Seré muy conciso, MinHo —DeLuca dijo con cada una de sus palabras emitidas con la formalidad de dar un discurso—, hay cosas que no puedo preguntarte por el mero hecho de que dudo que lo sepas; sin embargo, hay información que te debería de llegar. ¿Cuál es la redada que harán hoy en la Compañía?

—No sé de qué me habla —MinHo intentó zafarse, pero su codo no contestaba—. ¿Qué se yo de la-

—Te vieron en la boda, MinHo. Ahora, necesito que me contestes: ¿cuál es la redada que la Compañía hará hoy? ¿Qué desarmarán? ¿Quiénes lo harán? Sé que intentan ser sigilosos, MinHo, lo sé porque a veces logran pasar desapercibidos- o al menos las primeras veces después de que le informara a mi gente la total autonomía política y económica de Reino Unido —insistió—. Habla ahora, MinHo. Te estoy dando una oportunidad para que limpies tu pecado por asesinar al general Yeh.

MinHo no tenía idea de lo que DeLuca hablaba; él no tenía información de las misiones de la Compañía porque él no se encontraba en el Refugio. No sabía qué redada harían hoy, y negar ese conocimiento también era exponerse.

—A veces —remedió DeLuca, cuando la presión de su mano le dio la sensación a MinHo de que sus huesos de la mano derecha estaban alcanzando a ser envenenados—, es mejor rendirse cuando notas que te destronarán al rey en el juego, ¿no es así?

Suerte que MinHo era ambidiestro.

—¡Depulso!

MinHo logró zafarse de DeLuca en el instante en que el encantamiento chocó con la mesa, haciendo que esta volara frente a DeLuca y lo pulsara hacia atrás. Las piezas de ajedrez salieron volando, y la espalda de DeLuca chocó con las otras sillas y mesas que quedaban en el bar.

Apenas MinHo pudo recomponerse del encantamiento y del desastre cuando un encantamiento voló cerca de su cabeza. Exclamó un encantamiento protector, e intentó dirigirse hacia la puerta, pero otro encantamiento destructivo chocó con el marco superior.

—¡Evanesco! —gritó MinHo hacia los escombros.

—¡Diffindo!

MinHo cayó de rodillas cuando la maldición chocó en su espalda. El látigo de la punta de la varita de DeLuca atajó el tobillo de MinHo y lo atrajo hacia él, y, acto seguido, se ubicó arriba de MinHo.

—Jodida mierda —masculló DeLuca, adolorido—. ¡Flagrate!

MinHo no entendió por qué la varita de DeLuca apuntó hacia el suelo hasta que sintió un inmenso calor apoderarse por toda su espalda, cabeza y piernas. El calor ascendió a una temperatura que lo hizo gemir de dolor; el suelo lo quemaba vivo.

—Quería hacerlo para la Luna Llena, pero se me será imposible —masculló DeLuca, y sacó de su bolsillo una daga de plata—. Dime- ¿cuál será la redada de hoy? ¿Dónde lo será? ¿Dónde va tu voluntad?

MinHo ni siquiera podía pensar en las preguntas porque el ardor de su cuerpo lo estaba lastimando. No sabía si era parte de su imaginación, pero podía sentir el calor de las llamas producir que toda su ropa se adhería a su piel derretida, la cual, bajo su licantropía, rápidamente sanaba para ser dañada nuevamente.

DeLuca posicionó la navaja en el cuello de MinHo, y el veneno de la plata poco a poco manchó las cicatrices de su cuello como acuarela esparcida en superficie.

—MinHo —con más calma y entre jadeos, DeLuca repitió—, ¿dónde será la redada de hoy? Esto solo es una muestra de lealtad porque, aunque no quieras decirlo, yo lo sé todo...

La respiración de MinHo comenzó a entrecortarse, y su mente no podía concentrarse en poder decir algo. Él no sabía de redadas. No sabía nada de la Compañía desde que la dejó hace dos viernes atrás.

Así que, a causa de su malsonante comportamiento y actitud mentirosa, sollozó.

—Sussex —dijo—, en la calle de- de-

La mano con el anillo de plata se estrelló en su mejilla de manera abrupta, y enseguida DeLuca tomó la mandíbula de MinHo.

—El perfecto mentiroso. Perfectos mentirosos todos los licántropos —sentenció DeLuca. Apartó la daga del cuello de MinHo y la subió hasta su boca, donde, con la ayuda de su otra mano, sacó su lengua y posicionó la punta del arma ahí—. De castigo, te cortaremos la lengua, ¿está bien? Supongo que a tu abuelo le fascinará tenerla de recuerdo antes de que te despellejemos para tu luna llena-

—¡¡¡Ahhh...!!! —Se escuchó un grito más lejano, o MinHo lo sintió así a creencias de que perdía la consciencia. DeLuca se desconcertó un instante, lo que dejó el espacio a MinHo para alzar con dolencia su rodilla y darle un fuerte golpe en su entrepierna.

La daga cortó un poco la comisura izquierda del labio de MinHo, y enseguida sintió cómo perdía la sensibilidad en su boca. Apartó a DeLuca lo más rápido que pudo y alcanzó su propia varita para apuntar el suelo.

¡Fini-

Otra explosión sonó- mucho más cercana de lo que debería. DeLuca se apoderó de nuevo de su varita y apuntó a MinHo.

—¡Incarcerous!

—¡Protego!

Una tercera explosión resonó, distrayendo a ambos. MinHo tuvo que saltar a la par que convocaba el encantamiento «anatíkula» de manera no verbal.

Para la siguiente maldición que DeLuca convocó, un pato cayó de su varita.

—¡Mocoso bastardo! —chilló DeLuca, impresionado.

—¡Evanesco! —volvió a gritar MinHo hacia los escombros de la entrada. De a poco estos desaparecieron, y MinHo aprovechó la oportunidad de escapar.

Apenas salió del callejón cuando fue tacleado por DeLuca por la espalda. Ambos cayeron al suelo, y las manos de DeLuca fueron por alcance hacia la varita de MinHo.

En ese instante, dentro de su desesperación, MinHo destruyó toda la ética y moralidad construida alrededor del hijo de la aristocracia maldito por un castigo: aproximó su boca hacia una de las manos de DeLuca, y las mordió con suficiente fuerza para poder escuchar el aullido de dolor y saborear su sangre.

La navaja de plata trazó de manera horizontal la mejilla derecha de MinHo, como las torres de ajedrez. MinHo cayó de lado con la mitad de su rostro ardiendo del propio veneno, y se arrastró lo más que pudo mientras DeLuca berreaba por su mano mordida.

«Huye», pensó MinHo.

Y, para cuando volvió a abrir los ojos, él se encontraba a un metro de donde el encantamiento de protección de Hogwarts terminaba.

Se arrastró como pudo hacia el perímetro mientras intentaba rememorar algún recuerdo positivo en su mente para convocar un patronus, empero, la adrenalina junto con el terror y el dolor de todo su cuerpo se le era imposible tener alguna memoria fresca. MinHo moriría de dolor si es que no lo atendían pronto.

«Chispas rojas —se dijo—. Lanza chispas rojas».

Fue su primera opción. Con su mano izquierda alzó su varita, pero la adhesión de la ropa en su piel hizo que el movimiento fuese mucho más arduo; aun sentía el fantasma del incendio del suelo componerse en cada parte de su espalda y piernas. Encantó chispas rojas hacia el cielo, y pensó en qué otro objeto más podría ayudarlo.

—Acci- acci- —Su cara la sentía adormilada, y la comisura de su boca junto con su mejilla parecieran estar cediendo al veneno de la plata. Desesperado, apuntó: —¡Accio Snitch Dorada de HyunJin!

Lo delataría. Mierda. Lo delataría por completo. Pero la cabeza de su lobo ya estaba decorada en la oficina de DeLuca, mientras que su piel era la nueva alfombra de su abuelo.

La snitch demoró un momento en llegar. Probablemente intentaba salir del baúl de HyunJin para luego escapar por su ventana. MinHo ya había caído de rodillas cuando la snitch llegó hacia él.

—Madame Pomfrey —informó MinHo—, estoy en el Bosque- Bosque Prohibido. Estoy... mal... malherido..., tengo pl-plata...

La snitch voló de la misma manera en la que lo hacía en los partidos de Quidditch y, antes de que MinHo cayera al suelo, su mente rememoró algún partido de su casa que alguna vez tuvo que ver en la cancha. Él nunca fue fan del Quidditch, y creía que, si hubiese sido, aunque sea un poco conocedor, tal vez habría sido un algo más normal.

[1] no saben cuánto extrañaba escribir a jisung simp, es que es mi jisung favorito. Amo hacer personajes simp.

¡Gracias por leer!<3

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