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46. Primavera

Guía de colores de Han JiSung:

Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado.

Capítulo 46

Primavera

Abril 14, viernes en la noche

Kang Mina tenía su cabeza reposada en el hombro de su amiga muggle, mientras se sacudían con suavidad por el movimiento del tren. Era tarde, y pocos pasajeros bajaban en estaciones grandes.

—Me bajo acá —anunció su amiga—. ¿Te regresas el domingo?

Yep —contestó Mina, sonriente—. Ven a verme. Mi papá quiere hacer una cena antes de que yo me vaya.

—¡Ay, sí! Amo a tu papá.

Se despidieron con un beso en la mejilla y la muchacha bajó antes de que las puertas automáticas se cerraran. Mina, cansada, estiró su cabeza hacia atrás para apoyarse en el asiento; hacía meses que no jugaba futbol con la misma intensidad que jugó ese día, totalmente excitada por el agotamiento.

Sacó su celular de su bolso deportivo e informó a su padre que ya llegaba a Epping, que la esperara en el hospital donde él trabajaba para que se fueran juntos. Él contestó que era mejor que la esperara en la estación, él iría a buscarla en media hora cuando su turno acabara. Mina, cansada, accedió; era mejor irse en el auto con su padre antes de que caminar- sus músculos dolían demasiado.

Al llegar a Epping, bajó del tren y se sentó en el andén, sin importar las miradas que los demás pasajeros le dieron al desparramarse sin cuidado. No importaba, ella estaba cansada.

Quedó navegando en su celular por un instante. Utilizó su bolso como almohada y batalló con el sueño. Solo pasaron cerca de diez minutos antes de darse cuenta de que ningún tren entró o salió de la estación.

Con pereza volvió a levantarse del andén. Se estiró y, con cuerpo pesado, caminó hacia los escalones para salir de la estación.

Sin embargo, en las escaleras, un hombre con chaqueta café se encontraba sentado. Mina pudo haber pasado de largo si no fuera porque vio la varita divisarse entre sus dedos, jugando con ella como si fuese una propia navaja.

Mina fingió no querer verlo, pero no pudo avanzar otro escalón.

—No es nada personal —dijo el hombre.

Un encantamiento golpeó a Mina en las costillas, lo que la hizo chocar con los escalones. Apenas logró orientarse cuando se levantó de los escalones para correr por el andén.

—¡Ayuda! —gritó ella—. ¡Ayuda!

Un par de metros de carrera le hizo caer en cuenta que no debía de darle la espalda a quien sea que la fuera atacar, lo que le hizo frenar de repente y mirar hacia atrás.

Nada.

Jadeó por un instante. No había nada. No había nadie.

Asustada, abrió su bolso y comenzó a rebuscar su varita. «Mierda», porque Mina no había tenido razón hasta en ese instante de usarla fuera de la escuela.

Muffliato.

El encantamiento golpeó en su nuca, y Mina se vio incapacitada de gritar. Hablaba y hablaba pero ninguna palabra se emitía de su garganta. Volvió a correr en dirección hacia las escaleras para huir el andén, pero el brujo volvió a posarse frente a ella bajo ese semblante de imposición que daba a entender qué es lo que haría después.

A causa de eso, Mina solo pudo plantearle un puñetazo.

El brujo atacó a Mina con un encantamiento en su pecho para desestabilizarla; la tomó del brazo y, con un fuerte mareo, prontamente ella notó que el suelo del andén estaba más lejos de sus pies. Su hombro comenzó a doler por la forma en la que el hombre la agarraba desde el techo de la estación, afirmado en el concreto del techo batallando con todo tipo de lógica gravitacional.

Mina volvió a gritar por ayuda, pero nadie la escuchaba. Nadie podía verla colgada desde el techo, y el miedo de que la soltaran se hizo real.

Con la otra mano, el brujo la apuntó con su varita.

Sectumsempra.

La maldición la baño, y las fisuras de sangre en su cuerpo se agrandaron a medida que caía hacia el suelo. Sintió sus tobillos y rodillas tronar ante la caída, junto con su hombro salirse de lugar tan pronto como chocó con el suelo. El ardor en cada parte de su cuerpo hizo que gritara en silencio, y tembló al sentir la sangre gorgotear en su propio cuerpo.

El brujo apareció al lado de ella. La giró con su pie y la volvió a maldecir- esta vez, el ardor del sectumsempra desapareció paulatinamente, mientras la sangre que había brotado del cuerpo de Mina regresaba hacia sus heridas para finalmente cerrarse. Mina aun no se recuperaba del dolor de la caída cuando intentó incorporarse.

Episkey —El brujo apuntó con su varita las piernas de Mina.

Al igual que con la contramaldición del secumpsempra, sus piernas comenzaron a aliviar el dolor ante la unión de huesos. Mina no se hizo esperar para levantarse y correr de nuevo hacia la escalera, pero al notar la maldición que intentó atacarla, se lanzó hacia las vías del tren.

No podía gritar por ayuda, y su hombro dolía por resistir la caída. Si ella seguía corriendo por las vías, se deberían de notificar que un pasajero estaba ahí, lo que significaba que, tal vez, podrían...

La esperanza terminó por erradicarse. El brujo apareció frente a Mina y, de nuevo, la tomó del brazo. Ella volvió a aparecer colgada desde el techo siendo agarrada desde su brazo malo. Intentó con su brazo bueno zafarse del agarre, totalmente desinteresada de la caída, pero el brujo volvió a soltarla mientras lanzaba una nueva maldición que la hizo retorcerse un par de segundos en el aire antes de chocar con el suelo.

Cuando ella recobró la consciencia, el brujo se encontraba sobre Mina. Atemorizada, estiró sus brazos hacia él y arañó su rostro con todas las energías que poco a poco se drenaban de ella. Sentía que sangraba en sus piernas, en sus torsos, e incluso sus mismas manos estaban manchadas de su propia sangre; el mago, sin paciencia, solo tomó de las muñecas a Mina y las colocó sobre su cabeza.

Se vieron a los ojos por un instante. Mina intentó levantar sus piernas para poder golpearlo, pero sus tobillos habían vuelto a destrozarse por la caída. El mago lo sabía, porque en su mirada se encontraban los rastros de rencor hacia ella que Mina no podía reconocer.

La mano del mago que empuñaba la varita tiritaba con fuerza, y la subió hasta el rostro de la chica. Con la punta, ingresó lentamente por su boca, pasando de la úvula; Mina no tenía reflejos de arcadas, lo que solo la dejó cargada de gritos silenciosos que prontamente resonarían como animal cuando el «crucio» fue maldito dentro de ella.

Secumsempra.

Vulnera Sanetur.

Sectumsempra.

Vulnera Sanetur.

Las maldiciones eran intercaladas. La cortaban y la sanaban. La jalaban desde el techo y la lanzaban, para luego volver a sanarla. La pateaban, la lanzaban a las vías del tren y Mina volvía a recuperar su consciencia, totalmente desgastada y cansada.

Miraba las escaleras, con su cabeza pegada al suelo. Su garganta dolía por gritos que no eran escuchados por nadie, y su respiración poco a poco se enlentecía siendo la plegaria de al fin descansar un poco.

El mago la pateó sobre su hombro para hacerla girar, y ambos volvieron a hacer contacto visual.

—«Mátame» —modulaba Mina, con su mandíbula rota—. «Mátame».

Sintió un tirón desde su pierna derecha, y volvió a gritar en silencio por el doloroso movimiento de levantarla. Poco a poco notó que se encontraba levitando, junto con un fuerte amarre en toda su pierna que le llegó incomodar ante el aferramiento de su cintura. Su otra pierna, totalmente cedida, caía de una forma inhumana hacia su lado, y la sangre cambió de dirección para recorrer todo el cuerpo de Mina hasta su rostro, para finalmente gotear al suelo.

El mago la amarró hacia el techo con una maldición, y quedó un momento mirándola desde el suelo. El andén tenía restos de sangre por goteos, con manchas donde se mostraba la lucha de Mina por querer escapar.

Los pocos jadeos continuaban siendo plegarias. Sus brazos caían con dolor, y ella ya no tenía energías para continuar. Su propia sangre fue lo último que saboreó antes de que la Maldición Asesina golpeara de lleno con su cabeza.

Diez minutos después, los trenes volvieron a pasar.

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Abril 17, lunes en la mañana

JiSung se preguntó qué era lo que tenían los cuerpos de los metamorfomagos que manifestaban a su propia cuenta los colores emocionales.

Callaghan lo hacía con su cabello, aunque él permanentemente lo dejara en un blanco con celeste. Recordaba que era bastante impasible ante su autocontrol para los cambios, y aunque en ese instante JiSung pensara en que Callaghan era un buen metamorfomago por no ser un desastre emocional, terminó por ceder de que Callaghan tenía autocontrol por el mero hecho de que él ya había pasado por la pubertad.

Erick también lo mostraba con su cabello, pero lucía más a voluntad de sus decisiones que cualquier otra cosa. No portaba colores iridiscentes entorno a la confusión, sino porque él, naturalmente, deseaba eso.

Y Hana, finalmente, quien su calvicie arraigada por el veneno hizo que su cuerpo manifestara por otras partes las emociones. JiSung se preguntó cómo es que terminó arraigándose a las ojeras de ella, solo para luego preguntarse cómo es que el gen del metamorfomago era tan básico como para expresarse en colores.

Aunque dejó de importarle, al final de cuentas. No iba a perturbarse por aquello si es que ya creía que no podía cambiarse a él mismo, por más que sus habilidades lo permitieran.

Sintió el ligero rasguño en la parte inferior de la puerta del baño. JiSung la abrió, y Soonie entró restregando su mejilla en la orilla antes de subir al arenero que se le tenía. Como a Soonie no le gustaba usar el arenero solo, JiSung se apoyó en el muro con azulejos y mantuvo su mirada en el espejo.

Azul, como era de esperarse; gris, porque era razonable; y amarillo, porque era inevitable.

Alguien golpeó la puerta del dormitorio de Hufflepuff, y enseguida se incorporó para ver. SeungMin ya había abierto la puerta para solamente dejar ver al prefecto de séptimo WooYoung Jung.

—¿No ha llegado? —preguntó SeungMin.

WooYoung llegó. —La profesora Sprout me mandó a decirles que fueran a tomar desayuno.

—Okey, gracias.

Ya era una pérdida de tiempo pedirle a SeungMin que se retirara.

Felix se ganó en el baño junto a JiSung y comenzó a acomodar la corbata en su cuello, pero terminó por cansarse al notar que no tenía ánimos para poder ordenarse. Igualmente frustrado, se terminó por sacar la camisa del uniforme para quedar con la camiseta negra que llevaba bajo el uniforme.

—¿Vamos? —lideró SeungMin.

No. JiSung no quería, pero tenía que hacerlo. Estar en el dormitorio y en la casa de Hufflepuff le resultaba bastante intoxicante.

Los últimos días pasaron demasiado rápido en la cabeza de JiSung, quien lo desorientó de sobremanera sin saber cómo sentirse o qué hacer alrededor de sus amigos porque la misma Compañía actuó de una forma centralmente complicada.

Alastor Moody se había encontrado como rol de auror en la zona del crimen. En el interior del Refugio, de pronto Hana se encerró en su propia oficina y algunos adultos reconocidos comenzaron a liderar las siguientes estrategias para realizar una investigación. Nadie tenía sospechosos difusos, todos sabían quiénes pudieron serlo; tal vez fue eso lo que le generó a JiSung un fuerte dolor de estómago.

HyunJin quiso ir enseguida, pero HyunSan se lo prohibió. Ambos se gritaron en el pasillo de los dormitorios con una ira que JiSung nunca los había visto, y la boda se desmantelaba en el jardín con una precisa rapidez.

—Váyanse a Hogwarts. —Erick les había dicho a los otros, casi como una orden.

Un encantamiento patronus voló desde uno de los muros como un gran fénix, donde el profesor Dumbledore indicaba que la red flú se abriría en los siguientes quince minutos. Era tiempo suficiente como para que los chicos empacaran sus cosas y fueran hacia la chimenea. Hasta lo último que JiSung pudo escuchar fue que los muggles se involucraron en el caso.

Los últimos días pasaron demasiado rápido.

Antes de poder salir del cuarto, le dieron una mirada hacia el Mapa del Reino Unido. Dentro de Hogwarts, donde solo estaban presentes cinco luces amarillas. La sexta estaba en Londres, acompañada con otra luz amarilla.

Al salir del dormitorio, la sala común se sucumbió en un poderoso silencio. Nadie hablaba en voz alta- la mayoría eran cuchicheos que parecieran tener relación con lo sucedido el fin de semana. Eran murmullos bastante paranoicos porque, a medida que los tres chicos caminaban, el silencio se transformaba como construcción de caminos.

Uno de sus compañeros de generación se les acercó, incómodo.

—¿HyunJin fue al funeral? —preguntó.

Seh —contestó JiSung—. Debería llegar hoy.

¿Qué le importaba a esa gente?

Mientras ellos caminaban en dirección al Gran Comedor, vieron a dos chicas de Hufflepuff correr por el pasillo; a ninguno le interesó porque eran de quinto año, así que solo siguieron su camino.

Ellas: Katherine y Margot, casi dejaron escapar sus corazones tras ver a JiSung, Felix y SeungMin andar por el pasillo. Al doblar una esquina, se miraron con cierto horror antes de apoyarse en el muro.

—Estuvo cerca —dijo Katherine.

Debajo de su blusa del uniforme, Katherine sacó una copia de El Profeta mientras que, acelerada, Margot miraba a todas partes del pasillo.

—No hay nadie —susurró Margot.

Katherine buscó entre las columnas y las páginas hasta alcanzar la fotografía censurada e inmóvil, rescatada de un testigo muggle.

—Aquí —encontró la columna, y leyó con rapidez—: «se consideró como un Crimen de Odio símil a lo que sucedió en las vacaciones de verano; sin embargo, las nuevas cláusulas por parte del Ministerio de Magia ha dejado el caso en un mismo vacío legal: no se reconoce propiamente tal el atacante, y mientras las acusaciones continúen en suposiciones, el caso quedará en pausa. Se rumorea que el ministro le ha dado el pésame a la familia, pero ante la posición de la Muggle con Magia, se discute con los otros magistrados si realizar o no el encantamiento oblivate a ellos-» ¡Oye!

JeongIn arrancó sin cuidado el periódico de las manos de Katherine, para acto seguido prenderle fuego con su varita.

—Cerdas asquerosas —dijo JeongIn—. Cinco puntos menos a su casa.

—No nos puedes descontar del todo- somos tus compañeras —discutió Margot.

—¿Y a mí qué mierda? Esfúmense antes de que las acuse con Dumbledore.

Margot y Katherine le dieron una mala mirada antes de correr hacia el aula donde tendrían clases. JeongIn, cansado, se rascó la nuca. Había sido una mañana muy perseguida.

Cuando JiSung, SeungMin y Felix se sentaron en la mesa de Hufflepuff del Gran Comedor, sintieron el ambiente mucho más pesado de cuando entraron. Pocos docentes estaban en sus mesas, lo que dejaba a JiSung en una señal de peligro.

ChangBin les hizo compañía casi silenciosamente cuando llegó, y se sentó al lado de Felix sin querer hacer algún comentario. Se lo habían topado el día anterior, en la cena, y al igual que el desayuno, no quiso preguntar nada. JiSung se imaginó que en algún momento en el que él no se percató, Felix le relató lo sucedido. Deseaba que fuera así.

Sin saber qué decir, JiSung revolvió un poco su cabello.

—¿Quieren tarta? —ofreció él, mientras tendía el plato de tartaleta de calabaza hacia SeungMin y Felix—, yo tengo antojo...

—Creo que comeré un poco de avena —dijo SeungMin—. Me aprieta el estómago.

Felix dirigió su mirada hacia un lado del salón, donde Cho HyeYeon, Kim DoYeon, y el resto de las amigas de Mina parecían estar al borde del llanto. Aquella imagen de contención hizo que Felix lagrimeara.

—Ah... —rápidamente se secó su ojo con el dorso de su mano—. Esto no me lo esperaba.

«Ni yo», se dijo JiSung. En un instante, ellos celebraban un matrimonio- en una pista de baile, en una locación histórica; y en otro instante, HyunJin viajó con sus padres a alguna parte de Londres mientras que el resto regresaba a Hogwarts por el Autobús Noctámbulo.

Finalmente, antes de que se acabara el desayuno, HyunJin llegó a ellos con ropa de calle.

Nadie dijo nada, y los demás alumnos no podían evitar mirarlo. Era imposible que HyunJin fuera capaz de verse mal o acabado gracias a sus genes, pero sus ojos enrojecidos y nariz tintada mostraba su vulnerabilidad de no haber sido contenida hace mucho. Tenía una pequeña mochila en su regazo, y cuando se enfrentó a sus amigos, solo pudo presionar sus labios para simular una sonrisa calmada.

A JiSung le dificultaba verlo a la cara. Se colocaba en sus zapatos y no podía evitar sentir su corazón destrozado. Deseaba que HyunJin dejara de pasar por eso.

—Está descansando —informó HyunJin, y estiró su mano hacia la tetera. SeungMin se apresuró en alcanzarla y servirle té en una taza—. Está bien- ahora ella está bien.

JiSung seguía con el estómago apretado. Los ojos de HyunJin no se despegaban de la nada que estaba sobre la mesa, y mostraba una resignación que no debería de por qué estar teniendo. Sus manos viajaron por toda la comida en la superficie y terminó por tomar un pan tostado untado en queso crema, y le dio un mordisco.

—Fue un lindo funeral- me habría gustado que estuviesen ahí. También era su amiga —contó, plausible. Era doloroso escucharlo—. Fue su antiguo club de futbol infantil, el que estuvo antes de venirse a Hogwarts. Amigos de su escuela, vecinos, algunos familiares... También amigos de su papá, creo. Fue fácil reconocerlo —HyunJin relamió sus labios y tragó duro—. Habría sido bueno conocerlo en otras circunstancias.

—¿Primera vez que se veían? —consultó ChangBin.

—Primera vez. Nunca tuvimos la oportunidad —repuso. Antes de que alguno de los chicos pudiese preguntar algo más respecto al funeral, HyunJin cambió su postura a uno mucho más severa—. La investigación muggle fue eliminada. No hay registros ni fotografías, supuestamente, y desmemorizaron a los muggles que la vieron. Ahora, según tengo entendido, el Ministerio debería de levantar una investigación, pero por los ataques de las vacaciones de verano... —los chicos esperaron pacientemente a que HyunJin pudiese continuar, aunque sus palabras poco a poco disminuyeron el volumen—, supongo que ella será un número más.

HyunJin limpió con rapidez la lágrima que cayó, y le dio otra mascada al pan antes de continuar.

—Apareció Maisie O'Shell, también. Desconcertó a todos.

—¿Quién es ella? —consultó Felix.

—Maisie O'Shell de soltera, DeLuca de matrimonio.

Ya no era incertidumbre lo que había en el aire, solo era terror. HyunJin solo entregó la noticia y dejó que los chicos reaccionaran ante eso, porque un montón de ideas comenzaron a brotar de la cabeza de todos

—¿Qué mierda hizo ella ahí? —cuestionó JiSung—. ¿Qué tiene que ver ella en todo eso?

—Dar el pésame —obvió SeungMin.

—Dio el pésame —corroboró HyunJin—, lo sentí sucio- y fue terrorífico. Mis papás también estuvieron en el funeral, y mi papá estaba tan... cansado con ella alrededor. El papá de Mina y el resto de los muggles estaban confundidos por su presencia, pero Maisie le explicó al señor quién era ella y- y él le agradeció. Lo recuerdo perfectamente: «estoy agradecido de que mi hija no fue abandonada por ustedes». Que no fue abandonada. Que fue recordada. Que el Ministerio de Magia la tomó en consideración.

Yeji apareció en el Gran Comedor de manera apresurada. Al notar a HyunJin en la mesa de Hufflepuff, fue directamente hacia él con rostro acelerado.

—¿Lo leíste? —preguntó ella, mientras lo rodeaba con un brazo para abrazarlo—. ¿Es verdad lo que quieren hacerle?

HyunJin la miró desentendido. —¿Qué quieren hacer qué?

Yeji no prestó atención a las señales de los chicos con querer negar información.

—Se discute en el parlamento si es que desmemorizan o no a la familia de Mina —contó, ligeramente alterada—. Quieren ver cómo reacciona la familia durante el resto de los días. Si quieren abrir una investigación o ir con la policía muggle- probablemente lo hagan.

—¿Desmemorizarlos? —cuestionó HyunJin. Él no era consciente de esa información—. ¿Me jodes? ¿Y por qué no van con los aurores, mejor?

HyunJin sintió que se contestó solo, porque enseguida dejó el pan sobre la mesa y se restregó sus ojos con violencia.

—Jodida corrupción —masculló—. Es- horrible. No es como si quisiera que esto siguiera, pero sí me gustaría que... que hubiese un cierre —HyunJin hablaba como si estuviese dando una explicación, lo que hizo a JiSung sentirse más adolorido—, no sé. No por mí- su papá..., él estaba destrozado y- y, es que...

—No fue una muerte natural —consoló JiSung, aunque no sabía si era la mejor elección de palabras—, fue un ataque. De alguien que no sabemos quién fue.

HyunJin volvió a pasar sus manos por su cara. —Todos sabemos quién fue- quiénes fueron, porque nada más sirve que haya un tema tan difícil como este y no- no hacer nada al respecto. Sabemos quienes lo hicieron, por eso se sintió sucio ver a la jodida Maisie O'Shell ahí.

Las palabras de HyunJin iban entornadas a la rabia comprendida, pero lo suficientemente peligrosa para ser un tono deliberado de un veela. Los estudiantes alrededor de HyunJin intentaban bajar la voz para poder escuchar un poco de lo que él decía, sin embargo, solamente se quedaban en conceptos vacíos que no lograban dar explicación.

JiSung lo concedió enseguida, porque a pesar de que él hablara desde el duelo, era verdad. El caso de Mina podía ser situado en un número más dentro de todo los ataques que ha habido entre el año anterior con ese; sin embargo, cualquier cosa que haya sido, no fue un ataque directo, no fue una puñalada en el callejón o la Maldición Asesina en un puente.

Fue como ese metamorfomago colgado en una pasarela, o el veela desaparecido. No fue un asesinato o un crimen de odio, porque la muerte de Mina se convirtió en una advertencia.

La fortaleza de HyunJin de querer mantenerse sereno ante toda la situación era admirable, desde el punto de vista de JiSung. Una familia igualmente eclesiástica como lo era los Hwang daba luces de esperarse esa actitud serena; no es como si HyunSan o SaeJah hubiesen regañado a HyunJin por mostrar debilidad, pero sabía que, bajo el ojo público (los estudiantes), no debía de ceder al sentimentalismo.

En especial cuando los chicos de la Sociedad Secreta no les apartaban los ojos de encima.

Al haber incertidumbre respecto al horario de clases esa mañana, todo los estudiantes vagaron hacia sus respectivas aulas, totalmente perdidos. JiSung esperó a que dieran ese día como duelo escolar, a causa de la pérdida de Mina; no obstante, de Dumbledore no había señales. Era preocupante.

En el pasillo fuera del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, el clima no podía ser más pesado. HyunJin se excusó con lástima que se iría al dormitorio, y a pesar de que ninguno quería dejarlo solo, decidieron darle su espacio para que se bañara y durmiera sin toda la pena que llevaba desde ayer; mientras, en el otro lado del pasillo, la Sociedad Secreta se encontraba apoyada, con mentones altos, uniformes prolijos y charlando sobre un tema de las asignaturas que no parecían interesados.

—La profesora Sprout casi hizo que su planta carnívora me comiera —contó SunWoo—, bastante innecesario. Pésima experiencia.

—Por eso dejé la herbología —contestó Kevin.

—Tiene cierto encanto cuando le agarras el cariño —opinó SooJin con voz baja, pareciendo querer estar en cualquier parte salvo ahí.

No supo por qué, pero aquel desinterés hizo a JiSung sentirse un poco ofendido. No es como si él quisiera que todo el mundo estuviera de duelo, pero había una ligereza de respeto que, al ser del grupo la Sociedad Secreta, esperaba un poco de humildad.

YeonJun estaba, de nuevo, con un mentón en alto mientras escuchaba con desinterés lo que sus amigos contaban.

—No creo que sirva demasiado la herbología —dijo YeonJun—, es decir, puede ser una asignatura complementaria a Pociones, pero no creo que sea tan necesario como una asignatura troncal. Los estúpidos estudian plantas.

—Hay un poco de indirecta en tu ataque —reclamó SeungMin desde el otro lado.

—¿YeonJun te lastimó la vagina? —atacó SunWoo.

SeungMin colocó sus ojos en blanco ante tal inútil insulto, pero no contestó. Felix, a su lado, junto a ChangBin, no lucía de los mejores tampoco, quien miraba con cierto rencor al grupo.

JiSung no iría a negarlo- al contrario, bajo los ojos mortificantes de SoYeon, la idea abrupta de que alguno de ellos fue el que atacó a Mina era realista.

Terriblemente realista.

Entonces, una luz se encendió en la cabeza de JiSung, su cabello se colocó rojo, y su boca se soltó. Ellos actuaban de la misma forma en la que actuaron después de la broma del Bosque Prohibido. A causa de eso, malintencionadamente, JiSung soltó:

—¿Quién de ustedes fue?

Los demás chicos del salón, de las otras casas, se giraron un poco desentendidos ante el tono brusco con el que JiSung habló. La Sociedad Secreta lo ignoró deliberadamente.

—Oigan —llamó de nuevo—, les habló a ustedes- sí, a ustedes —los apuntó—, ¿quién fue?

SeungMin, Felix y ChangBin presionaron sus labios con irritación, pareciendo no a gusto de la actitud de JiSung; sin embargo, bastante expectantes a que los chicos de la Sociedad Secreta hablaran.

—¿Qué cosa? —preguntó SunWoo.

—No te hagas el idiota- ninguno de ustedes se haga el idiota —JiSung volvió a apuntar con su dedo—. Son unos lunáticos. ¿Quién fue? ¿Papá de quién fue?

—¿Qué cosa? —cuestionó SoYeon.

—¿Qué? —YeonJun cuestionó—, ¿acaso nos echas la culpa de lo que creo que haces? ¿Qué alguno de nosotros mató a la novia de tu amigo? ¿O alguno de nuestros padres?

La frialdad con el tono que YeonJun usó era fan frígido que JiSung sintió como si la punta de un cuchillo hubiese pasado por su espalda. No lucía prepotente como la mayoría de las peleas, y mucho menos alguien en duelo como se mostraba HyunJin por haber sido alguien enamorado de Mina; era peor: estaba desinteresado.

Y, por como JiSung se conocía, él no lo aceptaba estando desinteresado.

Ante la afirmación de YeonJun, Kevin y SunWoo murmuraron una maldición mientras que SoYeon se colocaba una mano en su pecho. SooJin ni siquiera levantó el rostro.

—¿Cómo mierda crees que alguno de nosotros mató a Mina? —preguntó SoYeon, ofendida e indignada por la acusación—. ¡¿Quién te crees que eres?! ¡Estás demente, JiSung!

—¡¿Yo estoy demente?! —gritó JiSung, y dio acelerados pasos hacia ella—. ¡¿Yo lo estoy?! ¡¿Quiénes han sido los jodidos sociópatas que nos lanzaron al Bosque Prohibido el año pasado?!

—JiSung —SeungMin intervino—, eso no debíamos decir-

—¡¿Qué te hace pensar que eso nos hace a nosotros unos asesinos?! —exclamó SoYeon, para luego apuntar a JiSung—. ¡¿Por qué no te lo preguntas a ti?! ¡Tú no tiene problema con mandar a matar gente!

JiSung se puso pálido de la rabia. Le plantó un manotazo en la mano a SoYeon, y Kevin con SunWoo la colocaron detrás de ellos al instante.

—¡No le golpees!

—Todos ustedes son unos jodidos sucios —escupió JiSung a SoYeon—. ¿Qué yo mandé a matar gente? ¿Eres estúpida? ¡¿Por qué no contactamos a Shuhua y a sus padres para preguntar por el estado de Callaghan?! ¡Ambos comparten lugar en el cielo! ¡¿No crees?!

—¡Cállate!

—¡Tú me golpeaste, SoYeon! ¡Me echaste la culpa de la muerte de los papás de tu amiga! ¡Del asesinato! ¡¿Por qué los asesinaron a ellos, eh?! ¡Porque desollaron a Callaghan y dejaron a su esposa Margarita secuestrada en el sótano de su casa!

—¡Cállate! —volvió a rugir SoYeon, intentando abalanzarse a JiSung.

—¡¿Por qué mataron a Mina?!

—¡¿Qué te pasa?!

—¡Jodido loco! —exclamaron SunWoo y Kevin a la vez.

—No proyectes tu jodido odio hacia nosotros con mierdas serias como el asesinato de alguien —intervino YeonJun con la misma seriedad que él mantenía—. Esto es serio, y es irrespetuoso para la novia de tu amigo que uses su caso como una forma de emanar odio hacia nosotros. ¿O acaso crees que fuimos capaz de hacerlo, o alguno de nuestros padres, solo porque apoyamos a Libertad Mágica?

Antes de que JiSung pudiera contestar, Felix se apresuró con calma entre ellos.

—Bueno, con los antecedentes que tienen, no es como si no pudiéramos dudar. ¿U olvidamos todos lo del Bosque Prohibido?

—¡Que fue una broma! —chilló SoYeon.

—¡Broma tu perra madre! ¿Y qué hay con eso de sacar tu partido político a relucir? —cuestionó JiSung a YeonJun—, yo no estaría muy orgulloso, ¿o también se olvidaron que gente de su partido intentó matarnos?

—Ellas estaban locas —explicó YeonJun. Palabra que emitía, palabra que deseaban golpearlo—. Y reaccionaron luego de que ustedes delataran sobre nuestros encuentros.

—Reuniones clandestinas —aclaró SeungMin—. Dime, YeonJun: ¿por qué eran secretas? ¿Por qué eran clandestinas? Ustedes tenían algo sucio jugando con ustedes, por eso les fue sencillo mandar a matar gente.

—¡No se crean mejores que nosotros! —dijo SunWoo—. ¡Ustedes rayaron el lienzo! ¡Nos trataron de racistas solo por pensar distinto a ustedes!

—¡Nos quisieron muertos! —exclamó JiSung—. ¡¿Cómo mierda se te es un puto lienzo conque ustedes nos quisieran muertos?!

—¡Y ustedes también! —vociferó SoYeon—. ¡No mientan! ¡Son de ese ridículo partido radical terrorista! ¡Por eso mandaron a matar a los padres de Shuhua!

—¡¿Qué tiene que ver eso?!

—¡Mejores se creen de nosotros que nos buscan peleas solo porque sí! —Finalmente, YeonJun tomó la delantera de su grupo para estar frente a frente a JiSung. —No pueden ser más ilusos. Pelean con enemigos imaginarios, por eso el gobierno tiene que controlarlos. Tú, HyunJin, y el sangre sucia de allá —apuntó con su mentón a Felix— no son más que las bestias que el gobierno quiere controlar porque son deformes, anormales —moduló cada palabra con repudio.

JiSung subió enseguida su puño contra el rostro de YeonJun, pero él lo detuvo con sus manos. Imitó el movimiento cuando JiSung intentó utilizar su otra mano.

—Les dije que no nos tenían que tentarnos- imbéciles —masculló YeonJun—. Porque si algunos de ustedes creen que nosotros matamos a Mina, entonces deberían de irse con cuidado por el castillo.

Una fuerte explosión retumbó sobre la cabeza de ellos. Atemorizados, todos se agacharon, e incluso algunos lograron sacar sus varitas. No obstante, desde el inicio del pasillo, Cohan miraba al grupo de adolescentes totalmente impasible.

—¿Dejaron de joder? —preguntó Cohan, más enojado de lo que JiSung alguna vez vio—. ¿Qué se supone que hacen acá?

—Tenemos clase —respondió un chico de Ravenclaw.

—Jódeme. Hoy no tienen. Día libre conmigo —ordenó, pero con sus manos apuntó a los dos grupos conflictivos—. Ustedes no se mueven de acá. El resto: lárguense.

Enseguida los otros doce estudiantes dejaron el pasillo para irse al jardín, mientras que los otros nueve se quedaron. El ceño fruncido de Cohan denotaba un interés en algo, lo que hizo a JiSung sentir aun más curiosidad.

—¿Cuántos años se supone que tienen? —preguntó Cohan—. ¿Tienen cinco años por pelear a gritos como niños, o sesenta por discutir cosas que no les compete?

—¿Dice que no debemos hablar de política? —SunWoo desafío.

—No deben de hablar de muerte —enfatizó—. Las acusaciones que se hacen son demasiado serias- unas que ni siquiera pueden penar en Azkaban. ¿Están mal de la cabeza?

JiSung no entendió a qué se referían respecto a las penas, pero eran existentes respecto en torno a toda la ideología que podían plantear, Era temeroso, incluso para JiSung, el cómo toda la circunstancia era atrevida a un nivel de desafío que no podían acepta.

Cohan los miraba de cierta forma que los dejó intimidado, incapaces de poder contestar la pregunta.

—¡¿Y bien?! —les gritó—. Dumbledore está con mucha mierda en este instante- McGonagall igual, y estoy segura que su jefa de casa no está en condiciones como para lidiar con peleas de niños —apuntó a los chicos de Hufflepuff—, así que, yo me haré cargo. Vuelven a joder una vez más entre ustedes bajo mi nariz, amenazándose de muerte, y yo mismo los llevaré al estrado en el Ministerio de Magia.

—¡Hágalo! —desafió YeonJun—. ¡De todas formas, los que se irán a Azkaban no somos nosotros!

—Oh, ¡cállate! —bramó JiSung.

Y, finalmente, le plantó un puñetazo.

Aunque hubiesen esperado que Cohan separarse a los chicos con calma, solo tomó a JiSung y a YeonJun del cabello y los separó a lados contrarios.

—¡Ay, ay!

—¡Me duele, idiota!

Con una fuerza que JiSung no sabía que su profesor tenía, estrelló la frente de JiSung con la de YeonJun. Sonó hueco.

—No estamos en una situación para que ustedes peleen —terminó por decir Cohan—. Ustedes no son más que unos mocosos. ¿Creen que la guerra que habrá afuera le tomará peso a las estupideces que ustedes se dicen?

—¿Qué guerra? —preguntó SoYeon.

—¡Silencio! —ladró, y miró a los nueve chicos—. ¡Ustedes no son ni soldados ni partidarios, mucho menos políticos! ¡La pelea de sus padres no es la de ustedes, porque estoy seguro que con la enseñanza que esta escuela les ha dado han aprendido a que no son enemigos!

—¿Enemigos? —intervino SeungMin, sin creérselo—. ¡¿Usted sabe lo que ellos nos han hecho?!

—¡¿Y lo que ustedes nos han hecho?! —acusó SunWoo.

—¡Ustedes no importan! —volvió a gritar Cohan, con un rugido que dejó a los chicos asustados—. ¡No le importan a nadie, por amor al Cristo! Creen que son importantes, pero no lo son. Créanme cuando les digo que, mientras más peleen acá, el caos seguirá igual allá afuera. Ustedes no están haciendo ningún cambio- o, díganme, ¿quién mierda esperaban sacar con esto?

—El idiota de allá nos acusó —murmuró Kevin, aludiendo a JiSung.

JiSung, enfurecido, los apuntó. —Uno de ellos o alguno de sus padres mató a Mina.

—¿Eres idiota como para hacer esa seria acusación? —espetó Cohan.

—¡Tengo mis razones para desconfiar!

—¡El caso de Mina Kang ha sido muy lamentable y doloroso, en especial porque nadie esperaba a que un estudiante terminara en esas condiciones! —Cohan bramó—. ¿O acaso alguno de ustedes sabe con detalle lo que pasó con ella? ¿Los encantamientos que la golpearon? ¿El tiempo de tortura que ella vivió? ¿O acaso ustedes van a estar igual de sensacionalistas que El Profeta? ¿Quiénes intentaron robar la autopsia mágica para publicarla?

Ante el silencio tímido de los chicos, Cohan continuó:

—Fue compañera de ustedes. Amiga de ustedes desde hace casi seis años. Es más humano que lloren por su muerte que se estén acusando de estupideces. —Entonces, con molestia, apuntó a JiSung. —No vuelvas a decir esa imbecilidad jamás, JiSung —acto seguido, apuntó a YeonJun—, y yo no estaría muy orgulloso de decir en voz alta que soy de ese partido, YeonJun. Comprendo que ustedes tengan el mejor de las intenciones de querer tener una sociedad mágica, pero no pasen por alto las deshumanizaciones a personas que ustedes quieren catalogar como criaturas. Ahora- lárguense. Vuelvo a saber de algún encontrón que tuvieron cualquiera de ustedes, y no seré amable.

El murmullo de «¿esto fue amable?» sonó de manera tímida en el pasillo, pero ninguno quiso quedarse demasiado tiempo.

Antes de que los chicos pudieran dar la vuelta, Cohan chifló hacia ellos.

—Díganle a HyunJin que, si necesita hablar con un adulto sobre cómo se encuentra, puede buscarme en su despacho —informó Cohan.

JiSung ni siquiera se sorprendió del cambio de decisión repentino, pero asintió con sus amigos y siguieron de largo en el pasillo. Si es que tenían la hora libre, perfectamente podrían ir al dormitorio para ver cómo se encontraba HyunJin, pero aun así sentían que debían de darle su espacio.

—Iré a dar una vuelta al jardín —informó ChangBin—, el clima está lindo, y el calamar sigue asomándose.

—Te acompaño —dijo Felix.

—Me iré a estudiar un rato a la biblioteca —se excusó SeungMin, y miró a JiSung—, ¿tú qué harás? ¿Buscarás a MinHo?

No. Había un espejo en el fondo de su mochila que podía aliviarlo un poco en ese instante.

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Con el pasar de los días, el ambiente intentó aligerarse. Prefectos estaban encargados del manejo de El Profeta a petición del profesor Dumbledore, quien revisaba el periódico en las mañanas y solicitaba el retiro masivo si es que algún artículo, columna o fotografía aludía al caso de Mina como una acentuación morbosa. JiSung pudo agradecer ese interés por parte de Dumbledore, pero solo fomentó el morbo entre los estudiantes. Mucho cargo él no se hacía ya que tendía a desaparecer en la mayor parte de la jornada.

Los alumnos hijos de muggles, o los «muggles con magia», caminaban con un ligero terror en los pasillos del castillo. Había algunos grupos menores, matones de tercero y cuarto año, quienes consideraban que era gracioso burlarse de ello mencionándoles que así acabarán si es que no se comportan. Una chica de segundo año, casa de Ravenclaw que SeungMin ubicaba porque ella le pedía ayuda con la tarea, pasó dos horas en el despacho de Flitwick intentando calmarse cuando una de sus compañeras de cuarto escribió en un papel «la siguiente eres tú» y lo dejó sobre su cama.

—Jodida mierda —soltó JiSung cuando SeungMin se lo contó—. ¿Los estudiantes son pequeños psicópatas o qué mierda?

—Por lo que he visto, hay de todo —notó SeungMin con un poco de desagrado—. Hay chicos que siguen siendo muy conservadores, así que creen que está bien que se burlen de los otros de esa manera. Por otra parte, los hijos de muggles están bastante a la defensiva. ¿McGregorick, de cuarto? Es de Slytherin y está conmigo en el grupo de las Eminencias, y le preguntó a Slughorn por qué Dumbledore no quería seguir con las cláusulas educacionales que postuló el Ministerio.

—Supongo que le dijo que estaba loco.

—Slughorn le contestó que Dumbledore no actuará en nada político porque legalmente no lo tiene permitido, y se excusa diciendo que, adhiriéndose a las nuevas normas, rompe con la prohibición política que el antiguo Ministerio le dio.

—Un comentario muy Dumbledore, aunque luce como si fuese una respuesta tapadera —JiSung chasqueó con desgano su lengua—. Se aseguraron el prohibirle a Dumbledore hablar de política.

—Buscarán cualquier cosa para sacarlo del cargo de director.

Sin embargo, esa marginalidad que Dumbledore tenía con la escuela no era del todo favorable. JiSung no era de tenerle demasiada estima al gran director, considerando que la última vez que habló con él estaba mareado por un encantamiento cruciatus; sin embargo, había gente que tenía estima en él, y su posición de líder en este instante era difuso y débil.

Fue así la situación hasta el viernes, donde, durante la tarde, se realizaría una cena homenaje a Mina, donde sus padres asistiría.

Esa mañana, antes de la clase de Transformaciones y antes de que el desayuno estuviese puesto sobre la mesa, JiSung salió a caminar. El rocío del frío en la mañana estaba ubicado tímidamente sobre el césped bien cortado, con pequeños pájaros en busca de comida que estuviese más cercano a la superficie de la tierra.

Cerca del Lago Negro y del gran barco residencial de los estudiantes de Durmstrang, alumnos mayores se encontraban practicando duelos de varitas con la transformación que JiSung vio en Victoria Krum durante la primera y segunda prueba. Le parecía interesante que tuvieran la habilidad de poder cambiar sus varitas en armas, y se preguntó si aquello era característico de las Artes Oscuras.

La clase de Durmstrang que aprendía la transformación de varitas era pequeña- cerca de ocho a diez estudiantes. Ahí, Victoria Krum se encontraba junto con su novio Trotsky (llamado Igor, cuyo nombre JiSung rechaza que sea real), ambos observaban cómo dos alumnos de su escuela practicaban con largas espadas, y vociferaban encantamientos que hacía que sus espadas cambiaran.

El que guiaba la clase era el director Karkarov, quien gritaba en un idioma ciertas indicaciones de una forma tosca. Pareciera que, ante cada estocada que se le diera al otro estudiante, el alumno debía de tener la agilidad para transformar el filo de la espada en una de madera para no dañarlo; usaban las capas tanto como escudos como para protegerse de los golpes, y las tácticas y movimientos eran de una lucha combate directo a dañar.

—Victoria —Karkarov llamó—. Tú turno.

Victoria era grande, alta e intimidante; tenía una prominente nariz y unas cejas bastante pobladas. Su cabello estaba compuesto con ondas cafés bastante definidas, las cuales estaba tomado en una coleta que le daba mayor seriedad a que definición de ternura por la complementariedad de su cabello con sus grandes ojos caídos. Para JiSung, Victoria era linda.

Y, ante la lindura que cargaba, se preguntó cómo ella era capaz de ser brusca a la hora de pelear. A diferencia de sus compañeros, ella se sacó su abrigo de piel y cambió su varita a una daga. JiSung se sorprendió en un instante y fue incapaz de procesar lo que estaba pasando cuando dos chicos atacaron simultáneamente a la chica.

«Vaya —JiSung se encontraba impresionado—, y yo no puedo pelear sin que se me fracture la mano».

La manera en la que Victoria peleaba con sus contrincantes destacaba demasiado la práctica desde su infancia. Era bastante ágil con la daga, y era capaz de cambiar su arma según a cómo era la táctica de pelea del contrincante. Era asombroso.

Sin embargo, la práctica quedó a la mitad: Karkarov notó la presencia de JiSung.

—¡Ah! —apuntó él con enojo—. ¡Estás espiando!

JiSung corroboró si el director se estaba dirigiendo a él, y negó. —¿Yo? Nah.

Antes de que Karkarov fuera hacia él, Victoria había clavado la capa del director en el suelo con su espada. Karkarov miró a Victoria con suma vehemencia, y los demás estudiantes de Durmstrang lucieron asustados.

—No importa si ve la práctica —defendió Victoria—, él no tiene la habilidad.

Frente a eso, JiSung asintió. —¡Sí, sí! ¡Yo soy un tonto!

—Deja de jugar —Karkarov apuntó a JiSung—. Vete a tu escuela.

JiSung alzó sus manos como signo de inocencia. —Enseguida..., aunque esta sea mi escuela.

Se regresó por donde se vino, un poco desorientado. Desde el otro lado del jardín, en los limítrofes de un lado del Bosque Prohibido, las estudiantes de Beauxbatons salían para ir a tomar desayuno en Hogwarts. JiSung pensó que podría hacer lo mismo si no fuera porque se topó con Chan en el jardín, elongando.

—Buenos días —saludó JiSung—, ¿terminaste con tu rutina?

Chan le miró, y lanzó una pequeña risa. —Algo. Quería correr un poco más, pero Karkarov me intimida.

—Ah~, ¿ya te regresó de su lado del jardín?

Yep, casi me lanzó una daga.

JiSung esbozó una sonrisa en consideración. Era bueno tener a Victoria Krum de su lado.

Se quedó un rato a su lado, en la espera de que Chan terminara de elongar. Él, junto con MinHo, MinJu y los chicos, se habían regresado estrepitosamente el viernes en la noche luego del ataque de Mina.

—¿Cómo está HyunJin? —preguntó Chan.

—Bien- en lo que cabe —se apresuró en decir JiSung—. Ha estado..., no sé ni cómo decirlo, pero se ve demasiado resignado. Evita llorar, y coloca el encantamiento insonoro en la noche para que no nos demos cuenta que él ha estado mal —se dijo—. Pero, ante todo, ha sido doloroso.

—Me imagino que ustedes también están así.

—O sea, no tanto como HyunJin, pero se nos ha sido inevitable no sentirnos mal por nuestra propia cuenta —admitió JiSung. El azul no se había alejado de su cabello en esos días—. Yo la quería. Nadie nos había tratado tan bien como ella lo hizo, en especial con todo lo que nos pasó.

—Ella tuvo la opción de no involucrarse —reconoció Chan—, y aun así lo hizo.

—El poder del amor o de la calentura. Ambas son iguales.

Chan volvió a esbozar una sonrisa. Ambos decidieron tomar asiento en el césped, con sus vistas en los atractivos alumnos de Beauxbatons andando.

—¿Te han dicho algo de la Compañía? —preguntó JiSung.

Chan negó. —No quiero preguntar, tampoco. Normalmente me comunico con BamBam por correo, pero me da miedo de que interfieran las cartas.

—Ja, se me es conocida esa historia.

—Los prefectos han estado quitando El Profeta, pero ser amigo de los Premios Anuales me ha dado la ventaja de poder echarles una hojeada.

—¿Muy terrible?

—Sigue en el parlamento la idea de desmemorizar a la familia de Mina para que no haya investigaciones muggles —dijo, y abrazó sus rodillas—. Me pregunto qué dirían. Si atraparán al que lo hizo.

—SaeJah nos dijo que Moody ubicaba al atacante-

—Moody puede ubicarlo, pero puede que el Ministerio no quiera —recordó—. Los aurores son un edificio del Ministerio de Magia, y deben trabajar con las cosas que el Ministerio digan. Recuerda que cambiaron las cláusulas, JiSung, el procedimiento judicial para los hijos de muggles son diferentes.

—Pero esas cláusulas no son de hace mucho. ¿No pueden...?

—Es una atrocidad lo que le sucedió a Mina, pero, admitámoslo, si los ataques del año pasado quedaron impunes, ¿qué diferencia habrá con Mina? —repuso, antes de murmurar—: como con Callaghan y Margarita, por ejemplo.

Una rabia se instauró en JiSung desde el fondo de su estómago, una rabia dirigida hacia el Ministerio. La capacidad que tenían las fuerzas y servicios públicos con ser diligentes a causa del partido político que tuviese el poder era tan enfermizo que hizo a JiSung replantearse en qué tipo de gobierno vivían.

Él nunca fue interesado en el Mundo Mágico, como siempre; criado (más o menos) en el Mundo Muggle hizo que tuviese mucha más consideración con lo que pasaba con el Primer Ministro antes de lo que pasaba con quien fue el Ministro de Magia. Sin embargo, en ese instante, parecía encontrar todas las razones.

La filosofía del Ser Humano Perfecto; el uso de las Artes Oscuras y su enseñanza; las negligencias; la facilidad que se tenía para generar cambios de políticas públicas con el fin de reprimir minorías.

Todo era tan asquerosamente sencillo que JiSung quiso vomitar en ese instante.

Con nerviosismo, JiSung arrancó césped del suelo.

—Deberíamos... hacer algo —dijo JiSung—. Cancelar el torneo. Nadine Delagé no se opondría, considerando que conoció a Mina. Supongo que Victoria será más difícil, o- la verdad, no me interesa que ella gane por default.

—Yo no quiero dejar el Torneo, JiSung.

—¿Me jodes? —JiSung rio con sarcasmo—. ¿Después de todo? ¿Crees que estamos en una situación en la que tengamos que seguir con esto?

—¿Olvidas lo que te dije de los contratos mágicos vinculantes? —cuestionó—. Nosotros formamos uno con el Cáliz cuando inscribimos nuestros nombres.

JiSung refunfuñó, y volvió a sacar el césped del suelo.

Hasta que lo recordó.

—Yo no puse mi nombre.

Chan le miró. —¿Qué quieres decir con eso?

—Yo no puse mi nombre —repitió JiSung—. Yo puedo salirme.

—¿Y qué harás dimitiendo del Torneo? JiSung, debes ser realista —el tono de reproche que Chan usaba hizo a JiSung sentirse tímido—. ¿Qué puedes hacer tú, un metamorfomago, en una sociedad que te quiere muerto? No quieres estar en la Compañía. No quieres continuar con el Torneo. ¿Qué demonios quieres hacer, entonces?

La pregunta de Chan quedó estancada en la cabeza de JiSung como si fuese hierro, solo para que sus pensamientos fueran direccionados hacia la razón por la que JiSung estuvo metido en todo ese lío.

La profecía.

La profecía decía que debía de matar a DeLuca, y si no lo mataba era probablemente que lo matarían a él. Y, probablemente, mientras más tiempo pasaba, más muerte habría. JiSung seguía creyendo que DeLuca lo estaba tentando con sus acciones para que lo buscara porque sabía sobre la profecía.

Y, sin embargo, JiSung no podía evitar sentir miedo. Muerte prematura.

Eso era algo que JiSung tenía que hacer.

Ahora, ¿cómo podía hacer algo respecto a la Profecía?

JiSung, con frustración, terminó por lanzar todo el césped que arrancó.

—No creo poder encontrarle sentido a las cosas que digo —admitió JiSung, y le dio una mirada a Chan—. ¿Y bien? ¿Tú quieres hacer algo, más allá de querer seguir con el Torneo?

No había hablado con Chan de esa manera tan personal desde febrero, San Valentín, donde JiSung le abrió su corazón de una manera en la que fue rechazada de la forma cruel.

Recordó lo que MinHo le dijo en ese momento: «—además, tú no quieres a personas que no pueden quererte». ¿Por qué Chan no podía quererlo?

—¿Te cuento un secreto? —Chan le terminó por decir—, se rumorea de que, para el homenaje de la tarde, DeLuca vendrá a Hogwarts.

«Ah...»

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Era el caos del momento, o tal vez de su cabeza. Tuvo que agradecer que la profesora McGonagall les cediera a MinHo y a MinJu un pequeño despacho de desuso donde pudieran trabajar sin la presión del resto de los estudiantes porque, desde el interior, MinHo se sentía enfermo.

—¿DeLuca vendrá? —cuestionó MinJu, sin un sentimiento descriptible de por medio. Tachaba un pergamino con furia, y las luces de las velas rebotaban en el anillo de la chica—. ¿Cómo que vendrá? ¿En este momento?

—MinJu, yo no puedo estar de cabecera —le dijo MinHo—, en serio no puedo.

—¿Me dejarás a mí dar el discurso?

—Trabajo para DeLuca, MinJu —repuso MinHo, con un poco de pánico en sus venas—. No puedo dar un discurso en favor del estudiantado. Me crucificará si es que llega a sospechar ligeramente que soy de la Compañía.

—¡¿Y crees que conmigo no?! —desafió MinJu—. ¡Nadie sabe que me he casado!

—¡Vaya! ¡¿No le mandaste una foto de bodas a tu madre?!

—¡MinHo, por favor!

—¡No, esto yo te lo pido a ti! —MinHo ni siquiera podía decidir por qué se encontraba tan nervioso ante el homenaje de esa tarde; si era porque estuvo en el Refugio la semana pasada, o porque DeLuca tenía los ojos en MinHo y querría verlo cómo interactuaba con los demás estudiantes. Mina no era más que una sucia treta. —Necesito mantener un perfil bajo. En serio, MinJu- no puedo dar este discurso ahora.

MinJu dejó de tachar el pergamino para mirar a MinHo como si él fuese el ser humano más estúpido del planeta, sin embargo, terminó por asentir y pasar una mano por su cabello castaño.

—Eres terrible —dijo ella—. Me debes una.

MinHo se lo agradeció, y prometió cuán grandiosa chica ella era- que la besaría si no tuviese dos almas jalándole de los pies. MinJu le pidió el discurso que MinHo hizo para la ocasión y comenzó a revisarlo y practicarlo en voz alta. El corazón de MinHo continuaba acelerado por la noticia, y sus instintos paranoicos lo maltrataban con fuerza.

El trabajo de Premio Anual fue agotador en los días siguientes de la noticia, y tener que trabajar colaborativamente con los prefectos para que las noticias y periódicos sensacionalistas se viralizaran por todas partes era cansador. MinHo no podía estar al pendiente de todo lo que intentaba informarse el resto de la escuela.

Los alumnos de primero no entendían muy bien lo que sucedía, y los estudiantes mayores se encontraban más violentos y defensivos; MinHo no recuerda cuántas veces ha rescatado el trasero de JeongIn con todas las cantidades de peleas en las que se había metido.

En el escritorio donde MinJu estaba sentada, se terminó por agarrar la cabeza.

—Me siento culpable —dijo ella.

MinHo frunció el ceño. —¿Con qué? ¿Con su asesinato?

—No sé- es decir, la traté muy mal cuando...

—Le diste el castigo que una Premio Anual debía de darle a un estudiante —insistió MinHo—. Supongo que si ese castigo le hubiese evitado lo que le pasó, todos habríamos querido cambiar el pasado.

MinJu soltó un suspiro, y asintió. —No quita el hecho de que me sienta mal.

—Debes qué. No es una chica que falleció por una enfermedad o por un caso fortuito —incluso decir eso dejaba a MinHo con una fuerte presión en su garganta—. Ella fue asesinada, MinJu, y creo que ambos sabemos que fue porque era hija de muggles más que por otra cosa.

—¿Solo por ser hija de muggles? —corroboró MinJu.

MinHo se encogió de hombros. —¿Acaso insinúas algo más contra tu gobierno?

De manera sorpresiva, MinJu rebuscó algo entre los pergaminos que llevaba consigo. Sacó de ahí una copia de El Profeta, y MinHo fue ingenuo al creer que era una copia de esa semana; no de abril del 2022.

—Pasó un año de esto —informó MinJu—. Ha pasado un año y un día desde que intentaron matar a tu novio. No creo que haya sido una casualidad.

El periódico le dio un fuerte golpe en el abdomen, y su entorno viajó en el tiempo hasta ese día: él, después de una luna llena, siendo recibido por ChangBin y SooJin con una noticia que lo dejó blanco por los siguientes días.

Por un instante, se imaginó el qué hubiese pasado si JiSung y sus amigos no se hubiesen sabido defender. Si ellos hubiesen sido más estúpidos de lo normal y hubiesen fallecido a manos de ese crimen. Probablemente DeLuca nunca habría salido electo como Ministro, y las atrocidades que estaban ocurriendo en ese instante no se habrían realizado.

Y MinHo habría terminado con el corazón partido.

—No creo que a DeLuca le gustará que se lo menciones —logró decir MinHo, antes de salir del despacho. Estaba sofocado.

El día intentó trascurrir con normalidad, pero las charlas de los pasillos mencionaban su vacile, y el rumor de DeLuca en la escuela se expandió como pólvora.

—¿Qué va a hacer ese hijo de puta acá? —MinHo escuchó a dos de sus compañeros hablar, en la clase de pociones. Su tono era tan bajo como si estuviesen maldiciendo un tabú—. ¿Matarnos a todos?

—¿Dices tú que él...?

—Nos odia. El imbécil nos odia. ¿Qué se cree con venir acá?

—No quiere que estudiemos —escuchó a otra chica decirle a su amiga, en el pasillo mientras MinHo se dirigía al almuerzo—. ¿Con qué cara vendrá ese idiota a dar pena hacia acá cuando no quiere que gente como Mina Kang estudie?

—Mina Kang ya no puede estudiar —susurró su amiga.

—No me jodas, Patricia.

Las conversaciones que MinHo llegaba a escuchar lo hacían sentir impertinente, pero él era el Premio Anual así que se sentía empoderado con varias cosas. No obstante, y aun con la posición en la que él se encuentra, el pésame en su pecho era igualmente doloroso como lo que se podía contar en los alumnos que seguían vagando, totalmente incomprendidos.

Era gracioso escuchar algunas risas de cualquier situación que estudiantes de Hogwarts estuviesen viviendo, porque eso daba un poco de realismo al duelo generalizado. Y aunque las risas pudiesen ahondar en un pasillo, MinHo se sentía incómodo al no escuchar estragos de unos chicos.

Los últimos días se habían vuelto un poco imposibilitados para poder verse con JiSung; entre las responsabilidades de Premio Anual y las circunstancias, junto con JiSung incapacitado de apartarse del lado de HyunJin, cedió mejor al tiempo antes de poder preguntarle cómo se encontraba o qué demonios está sucediendo.

Sin embargo, los veía de tanto en tanto. En las comidas, sobre todo, porque eran las únicas instancias en las que se dejaban ver. HyunJin comía en silencio la mayoría de las veces- comidas contundentes, de carnes a patatas fritas, a panes y tartaletas para los postres, él comía todo lo que no había comido en lo que MinHo notaría como meses de trastorno. Los chicos charlaban, y lo hacían con él para incluirlos; no eran necesariamente delicados con su trato, pero sí eran mucho menos crueles de lo que su dinámica normal cedía.

MinHo podía pensar en HyunJin y en el dolor que estaba sintiendo, más no se atrevía a poder imaginarlo. Hacerlo le dolía un fenómeno mucho más allá del alma.

Cuando fue la tarde, a la hora del homenaje, una gran cantidad de alumnos decidieron vestir de negro. No era un homenaje obligatorio, pero sí se presentaron lo suficiente como para hacer llamativa y colectiva la pena. No le sorprendió que la Sociedad Secreta no estuviera.

Era tan doloroso ver tanta comida deliciosa sobre las mesas; no creía que los elfos le llegase a importar el fallecimiento de un alumno, pero se habían esmerado con las comidas.

Por primera vez en esa semana, todo los profesores se encontraban en la mesa de docentes, mirando a los estudiantes fijamente, y los lienzos característicos detrás de ellos donde decoraba el escudo de cada casa fueron reemplazadas por lienzos negros. Los alumnos de las otras escuelas también estaban presentes al fondo del Gran Comedor como señal de respeto, y los directores usaban sus mismas vestimentas de luto. A MinHo no pudo interesarle menos, pero supuso que a Dumbledore le agradaba la consideración.

MinHo nunca habló con Mina directamente como una charla normal, pero había cosas que sabía por defecto. Él no sabía si tenía más hermanos, o por qué solo el padre y la madre de Mina estaban ahí. ¿Ella tenía mamá? Como sea, MinHo no creía que Dumbledore dejaría que estuviesen sus amistades muggles más cercanas, lo cual también lamentó.

Él tomó asiento en la mesa de Slytherin, cerca de la mesa de docentes. En la mesa de Ravenclaw estaba MinJu con el discurso enrollado sobre su falda, y le daba miradas nerviosas a MinHo hasta que sintieron las grandes puertas del Gran Comedor abrirse.

Los murmullos ascendieron, y algunos alumnos se levantaron. Los padres de Mina también alzaron sus cabezas para poder observar lo que sucedía, y la visualización del gran Hans DeLuca entrar a su derecha con Maisie O'Shell, y a su izquierda HyunSan Hwang, le dio un vuelco en el estómago cargado de pánico.

«¿Qué hace él acá?», se preguntó MinHo al ver a HyunSan caminar lealmente junto a DeLuca. Concedía que él hubiese sido el suegro de la chica, pero caminar junto a DeLuca lo ubicaba en una posición totalmente distinta.

DeLuca caminó hacia los padres de Mina y les cedió el pésame ambos adultos bajo la mirada expectante de todos los de la escuela. Maisie y HyunSan hicieron lo mismo, y aunque la madre de Mina se aferró un poco más a HyunSan para hablar lo espléndida que fue la chica, Maisie enganchó su brazo con el de DeLuca para saludar a Dumbledore.

Una vez que tomaron asiento, Dumbledore se ganó en su podio.

—Mina Kang ejemplificó distintas cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff, voraz con sus convicciones cuando la situación lo requería, y capacitada a enfrentar las adversidades que vivió con efervescencia, aferrada a seguir. Ella lo mostró hasta su última respiración.

MinHo miró hacia la mesa de Hufflepuff. Como era de esperarse, a un lado de HyunJin se encontraba Yeji, quien le tomaba la mano con fuerza mientras limpiaba con rapidez las lágrimas de sus ojos; al otro lado, JiSung estaba ahí, con su cabello tintado de un azul marino profundo, con una de su mano aferrada al hombro de HyunJin. Estaba rodeado de sus amigos, e inclusive JeongIn y Chan estaban ahí. A MinHo también le habría gustado estar con ellos.

—La voluntad de Mina por vivir deberá de contagiarnos a nosotros —continuó—, seguir con la misma voluntad, aferrado a lo que creemos. Ella organizó durante varios años, campeonatos de futbol para fomentar la inclusividad de su cultura con la nuestra. Fomentó la competencia escolar, e incluso logró generar dos equipos con las tres escuelas para poder incluir a todos en lo que a ella más le gustaba. Fue una buena hija, interesada en sus padres. Y fue una buena amiga, siempre preocupada y centrada en todo aquello que ella consideraba bueno. Padres, amigos y Hogwarts ha perdido a una buena persona, pero hemos ganado una nueva inspiración para poder seguir. Alcemos las copas en honor a ella, para que nunca se desvanezca de nuestra memoria: por Mina Kang.

—Por Mina Kang —brindaron en el Gran Comedor.

El profesor Dumbledore, correspondiente, cedió a los padres de Mina realizar un discurso en honor a ella, pero la fragilidad de ambos padres imposibilitó a que formularan alguna palabra.

Fue por eso, que, con un movimiento elegante de manos, DeLuca tomó el podio.

—Yo no conocí a Mina Kang —dijo Hans DeLuca, con una elegante túnica negra—, pero sí conocí el impacto que nos ha dejado, y el impacto que me ha dejado. Me ha dado a entender el cómo nosotros nos encontramos protegiendo a nuestros estudiantes, al futuro que tendremos en nuestra sociedad. La formación de jóvenes en el Mundo Mágico ha sido una de las responsabilidades que he tomado al ser electo Ministro, y he fracasado al no poder protegerla y enseñar a cómo defenderse. Este tipo de situaciones pudieron ser evitados, y ahora, mi misión es condenar a aquel que ha hecho dicha atrocidad.

«Pasable», consideró MinHo. No podía exigirle a DeLuca algo mucho más profundo, por más buen político él sea.

—Haremos de dejar su recuerdo intacto en nuestro colectivo, siendo una señalización del pueblo mágico lo que ha tenido que vivir y sufrir —continuó DeLuca—. Nosotros sabemos de pérdida- de pérdida mágica. Muchas pérdidas hemos tenido, y ha sido doloroso cada una de ellas. Una inocencia, una chica de diecisiete años se fue entre nosotros como la pérdida de la juventud. Ahora, nuestra misión de cada día es recordar que debemos de vivir con y para ella, con y para sus padres, con y para el alma de la juventud que Mina Kang ha perdido. Ella no será un número más que nuestros investigadores trabajarán. Ella será una prioridad dentro de nuestro gobierno para poder condenar, encarcelar y hacer justicia bajo su nombre. Su fallecimiento no será en vano.

Fue el turno de MinJu en pasar adelante, ganándose con el pergamino que MinHo escribió sobre el podio mientras lucía lo más cercano a temblar frente a todos. Ella no lidiaba muy bien el público, y su vista apenada ante el terror del escenario hizo que mirase a todas partes, perdida, antes de centrarse en el pergamino.

No obstante, el corazón de MinHo se heló al notar cómo ella no lo leyó.

—A-agradecemos al Ministro DeLuca por sus palabras inspiradoras —reconoció MinJu, con un torpe movimiento de manos donde aludía al hombre—, yo..., la verdad es que, como P-premio Anual y rep-presentante de los estudiantes de Hogwarts, soy una de las víctimas del luto y del duelo desentendido. El Ministro DeLuca menciona cómo esta atrocidad será co-condenada, pero...

«No lo digas. No lo digas. No lo digas».

—Yo no conocí a Mina —admitió MinJu—. Hablamos un par de veces, y tuvimos roces. Teníamos una diferencia de idea y una falta del comprensión del mundo de la otra que, si hubiésemos tenido más empatía, probablemente habríamos logrado llevarnos bien porque ella era- era sinceramente simpática —halagó, y volvió a mover su temblorosa mano hacia DeLuca—, pero..., pero ideas como esas fueron la que me mantuvieron lejana.

Un murmullo desconcertante resonó en el Gran Comedor, y DeLuca no cambió su rostro. Los padres de Mina no entendían qué sucedía.

—Menciona que condenará el ataque, p-pero él publicó definiciones que adecuaban a la gente como Mina: denominó «muggles con magia» a los nacidos de muggles, y al hacer esa distinción, la ley mágica no responderá con la misma formalidad ya que no son considerados como «magos» propiamente tal. Y decir que tendrá una prioridad de su caso es una ab-absolut-ta mentira porque... porque ha habido ataques a los que él denomina «bestias».

Las expresiones de los estudiantes comenzaron a subir de nivel, y los padres de Mina se vieron mucho más desconcertados. DeLuca continuaba sin mostrar reacciones y, para la sorpresa de MinHo, Dumbledore tampoco.

«No se puede involucrar en política», razonó MinHo, y de nuevo tuvo el impulso de querer besar a MinJu.

—No ha habido un interés por parte del gobierno al hacer algo respecto a estos ataques, y me parece irrisorio e hipócrita que venga a su escuela, con sus padres presentes, a decir tales mentiras y a tratarnos de imbéciles frente a todos —continuó ella—. Los Premios Anuales hemos pasado esta última semana quitándole a cualquier estudiante que tenga El Profeta por la cantidad de contenido que muestra, pero... —algunos jadearon de dramatismo al notar a MinJu sacar una hoja del periódico del bolsillo de su uniforme—, pero aquí menciona cómo cosas tan humanitarias como lo es mantener la memoria de alguien puede ser erradicado. Trata el caso de Mina como un ataque cuando todos sabemos lo que fue: un asesinato. Lo tratan como si fuera la víctima de un crimen de odio, pero todos sabemos lo que pasó: fue personal. Atacaron a Mina Kang cerca de su casa, durante las vacaciones de primavera, con una coincidente diferencia de un año de cuando su pareja fue atacado en su propia casa, también para las vacaciones de primavera.

La mandíbula de HyunJin se endureció cuando los alumnos se giraron para verlo, y los padres de Mina lucían consternados por la dirección en la que iba el discurso. MinJu tomaba aire como si en cada palabra se le escaparía un llanto de nerviosismo.

—Paren de tratarnos como imbéciles —repitió ella. La profesora McGonagall intentó llamar su atención desde la mesa, pero MinJu se negó—. Nos han puesto en contra del otro todo este año, con ataques e informaciones tergiversadas que no tienen sentido alguno. ¡Paren de tratarnos como imbéciles, cuando están matando a nuestros compañeros, proponen hacer clases diferenciales, y deshumanizan a todo aquel que no cumple con sus ideas!

La bulla de los estudiantes prontamente ascendió de manera drástica, y aullidos de apoyo sonaron. MinJu, con valentía, se giró hacia la mesa de profesores y le dirigió su mirada a DeLuca.

—¡Díganos cómo puede venir hacia acá, cuando se sabe que fue la gente de su partido los que están acá! ¡¿Cuándo se detendrán de dejarnos al margen?! ¡¿Cuándo dejarán de tratarnos como niños?! ¡¿Cuándo harán justicia por Mina, por el maestro Callaghan, por la señorita Margarita?! ¡¿Cuándo harán justicia por toda la gente que ha sido abusada, golpeada, violentada y asesinada?! ¡¿Cuándo harán justicia por los hijos de muggles discriminados, o por sus Criaturas castradas?! ¡¿Cuándo?!

Entonces, de forma sardónica, MinJu alzó su brazo, con esa mano donde el anillo anular brillaba con orgullo.

—¡Por Mina Kang!

—¡Por Mina Kang! —MinHo escuchó el aullido de HyunJin desde la mesa de Hufflepuff, alzado con su copa en mano.

—¡Por Mina Kang! —Le siguieron sus amigos, tan leales como honestos.

—¡Por Mina Kang! —Terminó por seguir la escuela, con un ambiente distinto al primer ambiente.

Los estudiantes hicieron ruido con copas y servicios, como también con gritos de exigencias; el aumento de volumen era una clara señal que todo estudiante vacilante perdía el miedo por un instante. MinHo sabía que, con su responsabilidad, debía de hacer algo. Los ojos de DeLuca lo identificaron enseguida ante el griterío, por lo que, lo mejor que él pudo hacer, fue levantarse y huir del Gran Comedor al mismo tiempo que unos alumnos de Hufflepuff se levantaron en sus asientos.

—¡Justicia por Callaghan!

—¡Justicia por Mina! —chillaron otros de la casa de Gryffindor.

El bullicio era ensordecedor. Gritos y golpes de plata sobre las mesas de caoba generaban un desoriento a cualquiera que pudiese entender lo que pasaba. Alumnos de primer año, asistentes por compromiso, solo visualizaban a alumnos mayores subir a sus mesas gritando barbaridades a aquel que era el Ministro de Magia, temerarios y con violencia dentro de sus venas.

JiSung se sentía demasiado surreal con la situación, en especial porque el semblante de HyunJin, ante la pena y el doloroso duelo, fue reemplazado por una emotividad que iba más alejado de la ira y de la cólera, de un sentimiento que JiSung recordó en sus memorias, en su antigua vida: un semblante de Hana, convencida de saber lo que quería hacer en el instante en que la oportunidad estuvo en sus manos.

DeLuca removió la corbata de su cuello con incomodidad, pero Dumbledore no se movía. Los Jefes de las Casas se alzaron de sus asientos e intentaron intervenir en el revuelo, pero los estudiantes se encontraban demasiado sublevados; e incluso Kai con SooBin habían soltado Merodeadoras hacia el techo del Gran Comedor, para lanzarles agua y, entre gritos, explotaron bombas de humos.

Antes de que la profesora McGonagall pudiera hacer algo con MinJu, ella huyó hacia los estudiantes de su casa. Ravenclaw golpeaba los platos de cobre.

En la mesa de docentes, DeLuca miró a Dumbledore.

—¡¿No hará algo?! ¡Controle a sus estudiantes! —pidió, al notar que los alumnos no le hacían casos a los Jefes de sus Casas.

Dumbledore, con su ojo mágico, solo miró a DeLuca con notoria lástima en su rostro.

—No puedo interferir en eventos políticos —explicó él—. El Ministerio y el Congreso me lo han prohibido.

Maisie O'Shell se levantó de su asiento, y jaló a DeLuca del brazo.

—Larguémonos, larguémonos —pidió ella a DeLuca—. Debemos irnos. Debemos irnos aho-

La sublevación llegó más allá del cielo, al igual que la inmortalidad. HyunJin utilizó su brazo del que alguna vez fue guardián y había lanzado el plato de puré de papas hacia la mesa de docente, donde todo fue volcado en el cabello y hombro de Maisie O'Shell.

—¡Lárgate! —bramó HyunJin—. ¡Lárguense de acá!

Alguien más lanzó un plato de pollo sobre la cabeza de todos para que alcanzara la mesa de docente, y aunque este solo cayó al suelo de forma estrepitosa, solo permitió que se abriera la oportunidad de que el Ministro de Magia y su esposa recibieran comida.

Los Jefes de Casas y demás profesores intentaban detener la comida, con alegatos de disminuir los puntos, pero era imposibilitado con la cantidad de alumnos enfurecidos gritando a que el Ministro de Magia se largara de la institución.

—¡No tocará Hogwarts!

—¡Lárguense!

—¡Jódete, DeLuca!

SeungMin gateó sobre la mesa hacia JiSung, tapándose de la comida que volaba sobre sus cabezas, y le palmeó el brazo.

—Escupe fuego —alentó—. Haz algo bueno.

Felix tenía su varita afuera, y también jaló a SeungMin mientras aludía hacia el techo del Gran Comedor. JiSung empujó a HyunJin, y los alumnos comenzaron a apartarse de la mesa para que, al mismo tiempo que Felix y SeungMin convocaban truenos y rayos en el techo, JiSung escupía una gran oleada de fuego en dirección a la mesa de docente.

DeLuca y Maisie O'Shell lograron apartarse del camino, aunque parte de sus capas quedaron chamuscadas. DeLuca solo pudo mirar con odio a cómo los docentes no permitían hacer mucho más que las exigencias verbales emitían, lo cual bastó con suficiencia para que DeLuca y Maisie O'Shell caminaran por el pasillo mientras evitaban con los encantamientos que más comida les cayera encima.

Solo bastó un instante de unión para hacer sentir a los alumnos de Hogwarts invencibles.

. . .

¡Gracias por leer! Les amo<3

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