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32. Dadaísmo

Guía de colores de Han JiSung:

Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado.

Capítulo 32

Dadaísmo

Diciembre 27, martes en la tarde

—... Hey, hey, hey, hey, ¡hey!

Los ojos de MinHo finalmente se despegaron del fuego. A su lado, HyunJin lo pateaba con sus piernas extendidas sobre el sofá de sala de Hufflepuff; el último golpe generó que el té de sus manos se derramara, pero tarde MinHo notó que este ya se encontraba helado.

—¿Estás bien? —le preguntó HyunJin, con aquel tono lejano que no le permitía ser amable.

—Creo que está en estado catatónico —comentó Felix desde el suelo. El chico gateó hasta donde estaba MinHo y, deliberadamente, lo tomó de las mejillas para revisar su vista—. Tengo propanolol y clonidina, también fluoxetina si te sientes muy angustiado —informó.

—¿Qué es eso? ¿Son enfermedades?

—Estoy bien —zafó MinHo de su agarre de Felix con brusquedad. No toleraba que lo tocaran, y mucho menos gente quien no le tenía ni un ápice de confianza. Felix, resignado, regresó a su posición original: cerca de SeungMin, con un texto de Adivinación Avanzada estudiado.

—Nos preocupamos porque eres nuestro novio —informó SeungMin, con sus piernas descansando sobre la mesa de café—. Y porque no te has movido desde que llegaste.

—¿Cómo que soy su novio?

—Ya sabes, novio de JiSung- novio nuestro —explicó sin mucho interés. HyunJin y Felix asintieron en concordancia.

MinHo los miró horrorizado, incapacitado de entender por qué la cabeza de esos tres chicos no solo no hacía ni una neurona juntos, pero también actuaban de una forma tan infantil en los momentos menos deseados. O, bueno, MinHo no podía culpar por la situación no-deseada; es decir, ellos ni siquiera estaban involucrados.

Por un instante, MinHo quiso insultarlos. Se preguntó por qué demonios continuaba en la sala de Hufflepuff si JiSung estaba en su séptimo sueño en el dormitorio, como él también creía que necesitaba dormir. No obstante, su cuerpo parecía descansado. Tal vez durmió sin darse cuenta, aunque eso no le sería posible si es que los tres idiotas continuaban ahí; MinHo no tenía la confianza para dormir cerca de ellos.

«Pero ya lo hiciste», se recordó.

HyunJin volvió a patearlo con suavidad. MinHo se giró una vez más, molesto.

—Para —ordenó MinHo—. O derramaré mi té sobre ti.

—Ja —HyunJin sonrió con burla—, como si pudieras-

MinHo le lanzó el té helado en el pecho a HyunJin, y rápidamente se levantó para prepararse otro en aquel rincón alejado de ellos. HyunJin lo maldijo por todas partes, deseándole un montón de males mientras que Felix reía y lo secaba con su varita. SeungMin, por su parte, se levantó y acompañó a MinHo a prepararse el té. MinHo siempre amó que el castillo repusiera con agua caliente las teteras de las salas comunes para esas instancias.

SeungMin se ganó a su lado, y MinHo fingió ignorarlo porque no estaba apetecido de querer hablar con alguien. Esperó pacientemente a que, mientras revolvía el azúcar en el té, SeungMin se fuera- no obstante, él seguía ahí.

—¿Quieres que también te lo lance? —consultó MinHo.

—¿En serio estás bien? —corroboró SeungMin—. No te has movido desde que llegaste.

—Estoy cansado.

—Te quedaste dormido y ni siquiera te diste cuenta. No dejaste de sostener el té —apuntó—. Y lo sé porque- sí, estuvimos ahí. Ninguno se atrevía a dejarte solo.

MinHo dejó con brusquedad el té en la bandeja del mueble y, molesto, encaró a SeungMin. Alzó su barbilla hacia él, como lo caracterizaba, y entabló desafianza. No le iba a tener miedo a un idiota como él.

—¿Por qué se preocupan por mí? ¿Acaso quieren que les deba algo? —espetó de forma brusca—. No soy acto de caridad ni cachorro de nadie. No se preocupen por mí solo porque soy novio de JiSung-

—Tal vez HyunJin y Felix lo hacen por eso, pero yo no —aclaró SeungMin, calmado—. No pude evitar notar que no soltaste tu mochila- ni siquiera tocaste al sala de Slytherin. Podría decir que solo te regresaste antes de que acabaran las vacaciones, pero, con tu clase, seguramente te fuiste con una valija y con una boina como el buen clase-alta que eres —habló con rapidez. MinHo se perdió en la mitad del discurso porque no tenía la energía como para querer entenderlo—. No lo digo solo porque soy Ravenclaw, MinHo. También soy algo-así como tu amigo y, si tienes algún problema, puedes contar conmigo.

El discurso de SeungMin era lo más parecido a un relato histórico que se daría como respuesta al profesor Binns en Historia de la Magia, o tal vez un argumento favorable de por qué hicieron cierta travesura ante la profesora McGonagall. Ambas situaciones tan diversas y aun así tan similares que MinHo no sabía dónde él cabía ahí: si era una respuesta de clase, o una excusa de una travesura.

A pesar de la inseguridad, SeungMin lo miraba expectante a su respuesta, mientras que Felix y HyunJin peleaban atrás porque el té aun no se filtraba de la ropa.

Por su parte, MinHo se sintió atrofiado e invadido. La falta de sueño hacía que todo los sucesos fuesen ridículamente irreales, e incluso la mérita idea de que su madre lo había echado de la casa era tan irreal que el chiste mal contado tenía más gracia que eso porque- ¡era una barbaridad! Es decir, ¿después de todo?

¿MinHo cómo podía lidiar con eso? ¿Cómo podía, siquiera, digerirlo? En un momento se encontraba él, entregando consomé a Shuhua mientras vestía de un vestón elegante, clásico de la cultura mágica, con una impresionante apariencia que reafirmaba su posición social dentro de la familia Lee. Elegante, elocuente y frío, como los témpanos de hielo. Él estaba entregando consomé y, en otro momento, su gato iluminaba la perdición del odio y la traición, con su madre que le regalaba esa mirada de haber perdido todo tipo de oportunidad para tener una vida normal.

Era irónico hasta cierto punto. MinHo no creyó alguna vez sentirse realmente querido por quien era- tal vez sí fue amado durante sus primeros ocho años de vida, o durante treinta días al mes; pero había, aunque sea, doce noches al año en los que se renegaba de su existencia, donde era odiado, y era una tentación de asesinato tan grande que MinHo aprendió a bailar con la muerte gracias a su familia de la misma forma en la que aprendió vals con su madre. El sadismo y masoquismo convivían desde la pena, la culpa y el rencor, y las cenas familiares no eran más que tensiones y tergiversaciones de existencias que, desde la más cruda sinceridad de MinHo, se preguntaba constantemente cómo es que seguía vivo bajo el ala de ellos.

Y ahora, ¿qué sería de él? Amaba a sus padres, pero odiaba a su abuelo. Traicionó a su familia bajo el mismo juego que él planeo jugar al inicio del ciclo escolar, y ahora vivía las consecuencias de sus acciones.

Era dolorosa la pérdida, sin embargo, no creyó que existiría el sentimiento que colocaría en la misma intensidad al alivio y al terror.

Ahora, él solo tendría que esperar a que su familia divulgara su licantropía. Gente del Partido Libertad Mágica lo buscaría por traidor para despellejarlo, y MinHo tendría que huir hacia alguna parte con el dinero que tenía para poder mantenerse con vida.

Claro, solo si deseaba estarlo. Ver los ojos de su madre con la ruptura de su corazón le hacía cuestionar a MinHo si es que él, efectivamente, era esa bestia.

Para cuando MinHo sintió el desborde del té de su taza, lo secó con una servilleta. SeungMin, con su varita en mano, posó la punta en el charco y pronunció un encantamiento para secar todo. MinHo no pudo evitar notar eso.

—Debes especializarte con los encantamientos no verbales —le recordó MinHo.

SeungMin se encogió de hombros. —Aun no me acostumbro.

—Pues deberías. Se te solucionarán muchas cosas si es que aprendes a dejar de verbalizarlos.

—No me cambies el tema.

—¿No entiendes la sutileza de no querer hablar del tema? ¿O tengo que ser mucho más explícito porque no comprendes?

Frustrado, MinHo se regresó hacia el sofá. HyunJin y Felix continuaban con la pelea para secarse, así que MinHo se aproximó más hacia el fuego de la chimenea para beber su té con calma. Al menos eso era lo único tibio de la sala común, porque la llama se veía tan lejana que le fue inevitable a MinHo pensar en la tentadora idea de meterse adentro.

SeungMin no quiso hacer más presión, aunque MinHo sabía que la conversación no había terminado. ¿Por qué continuaría? MinHo no le debía nada a SeungMin, y a pesar de que él supiese de su condición, eso no significaba que fueran amigos o cercanos.

Si ese era el caso, Bang Chan también sería su amigo, y amistarse con ese idiota sería lo último que haría en su vida.

Sentado, bebió su té. Sacudía su pierna de forma compulsiva e intentaba entretenerse con la madera incendiada de la chimenea. La charla de los otros tres idiotas terminó por convertirse en humo en sus orejas para, finalmente, dejar de prestar atención al entorno. Necesitaba que JiSung despertase y se llevase a los imbéciles para así MinHo pudiese derretirse en paz.

Su deseo se cumplió enseguida, aunque no de la forma que él hubiese deseado. JiSung salió finalmente del dormitorio con un libro bajo su brazo, con sus ojos manifestando una ansiedad ilimitada aunque, contradictoriamente, su cabello lucía verde menta. ¿Qué demonios le pasó que se sentía contento?

—¿Cómo te encuentras? —fue lo primero que HyunJin le preguntó a él—. Felix dijo que fracasaste en la misión.

—Bueno, no siempre puedo estar en lo correcto —repuso Felix, avergonzado.

JiSung estaba frente a ellos, y dejó de forma dramática el libro sobre la mesa. Con cuidado, comenzó a rascar su nuca colorida y paseó de un lado a otro, todo bajo los ojos curiosos de los otros cuatro.

—No sé si fracasé —admitió JiSung. Su cabello estaba de un fuerte rubio ceniza—. Aunque no lo logré. Para nada.

—¿Qué pasó?

—Ya estaba loca cuando llegué a la casa de los Yeh —admitió JiSung—. Y pareciera que yo..., yo...

—¿Te volviste loco? —SeungMin completó la pregunta.

«Demasiado», MinHo contestó en su mente, tras recordar las respuestas que no concordaban con las preguntas que le hacía a JiSung.

—Sí —habló JiSung, más convencido—, probablemente lo hice- aunque no es importante es ahora.

—¿Cómo que no lo es? —intervino HyunJin—. Te dejamos solo, y fuiste. Llegaste para la mierda-

—Lo sé, lo sé. Pero, en serio, ese no es el problema en este momento —juró JiSung—. Ahora, debo decirles un par de cosas a ustedes... tres —reafirmó lo último con complicidad. La mirada viajó de sus amigos hasta en MinHo, donde, para su sorpresa, hizo que el cabello de JiSung se tornara amarillo—. ¿Estás bien, MinHo?

MinHo se urgió un poco incómodo en su lado del sofá cuando los otros tres chicos le miraron con total desentendimiento, e intentó asentir. —Sí, lo estoy. Sigue.

—Te ves mal.

—Llevo dos días despierto. Es obvio que me veo mal.

JiSung iba a refutar lo que MinHo decía, pero él lo interrumpió con un movimiento de manos.

—Continúa. Ahora.

Vacilante, JiSung decidió hacer caso. Los otros tres chicos habían visto la interacción como un partido de tenis, confundidos a más no poder.

—Primero —aclaró JiSung, y se apuntó la cabeza—, tengo dos runas en mi cabeza: uno que me prohíbe hablar sobre ciertas cosas, y otra que reprime los recuerdos de mis primeros ocho años de vida.

Entonces, para sorpresa de MinHo, JiSung vomitó toda la información que llevaba cargando consigo desde el año pasado. Estaba tan asombrado de su forma de relatar que le hacía que cada anécdota se viera desde hace tiempo atrás: el cómo MinHo investigó sobre la varita de cerezo, la búsqueda de sus padres, el primer encuentro con el otro metamorfomago y, finalmente, seguir con la historia desde su cumpleaños: el espejo y las charlas, la presencia de alguien quien JiSung jamás denominó «padre» pero daba a entender que era lo que tenía.

A medida que la historia era contada, MinHo veía las reacciones mixtas que tenían sus amigos. Felix era el más expresivo, colocando sus manos en su boca, ojos asombrados y «woah» y «ah» que lo atajaban con sorpresa. Luego, SeungMin parecía contener toda su energía cuestionadora para no interrumpir el discurso de JiSung; no podía evitar sacar pregunta tras pregunta ante todo lo que decía. Finalmente, HyunJin se mantuvo apoyado en sus rodillas mientras le prestaba atención a cada palabra que decía- no obstante, MinHo no se impresionó por la falta de reacción que tuvo él; si de alguien MinHo tuviese que apostar al saber toda la historia, era HyunJin.

JiSung terminó de hablar en el instante que abrió el libro de la Compañía y mostró la fotografía que se encontraba en ese lugar. Los padres de HyunJin, la profesora McGonagall, varios trabajadores más y, con su dedo, apuntó a quien sería su padre.

—Erick —informó JiSung—. Y él está vivo.

—Alto, alto, alto. —SeungMin no aguantó más e, impresionado, se levantó del sofá. —¿Tienes padres? ¡¿Por qué no nos contaste?! ¡Tienes un padre! ¡¿Por qué demonios él sabía?! —apuntó indiscriminadamente a MinHo—. ¡¿Él es más importante que nosotros?! ¡Como sea! ¡Tienes padres, JiSung! ¡Tus padres estuvieron en la Compañía! ¡Por eso pudiste abrir el libro! HyunJin, ¡HyunJin! ¡Rájate el dedo ahora y abre el libro!

Felix continuaba soltando «woah» mientras se agarraba del cabello rubio, y HyunJin continuaba en silencio. MinHo no sabía qué más reacciones mixtas la situación podría recibir, e incluso quiso burlarse de ellos por todo, sin embargo, cuando JiSung abrió la boca, su mandíbula se cayó cuando JiSung apuntó a la mujer que sería su madre en la fotografía.

—Y a ella la conocí hoy —terminó por informar JiSung.

—¡¿Qué?!

¡CRACK! Pareció la ruptura de un tronco lo que MinHo escuchó cuando vio a HyunJin levantarse con tanta rapidez del sofá que su pierna mala tronó; no entendió cuál fue su movimiento porque no logró verle la cara, pero, enseguida como JiSung recuperaba el color que había drenado durante la confesión, HyunJin se abalanzó sobre él y lo abrazó con tanta fuerza que lo levantó un centímetro del suelo.

—¿Cuánto más teníamos que esperar para que nos hablaras? —preguntó HyunJin, con su boca en el cabello de JiSung—. ¿Por qué quisiste lidiar con esto solo?

—S-se lo contaba a MinHo —repuso JiSung, nervioso por HyunJin.

—¿Por qué quisiste lidiar con esto solo? —insistió—. Somos tus amigos desde hace años, ¿por qué?

—Porque me hacía sentir realmente enfermo hablar del tema —prometió JiSung, mientras se separaba de HyunJin para enfatizar su vista en los chicos—. En serio, en serio no saben lo difícil para mí que era saber todo esto. Pero sentía tanta desconfianza- no de ustedes, sino de mí y de cómo todo era tan raro que- no sé, había problemas más grandes que mi historia familiar.

MinHo se sintió mal por no poder sentirse contento por la confesión de JiSung. Él sabía cuánto llevaba carreando secretos, sabía lo que dolía tenerlos, pero su mente constantemente cambiaba de escenario hasta su propia casa donde su madre lo mandaba al diablo, donde su abuelo y su padre le reprendían por la actitud que tomó en el Partido Libertad Mágica. Se sentía triste por no poder compartir esa información con JiSung en ese instante.

«No eres el importante ahora», se dijo.

—¿Tu mamá te reconoció? —preguntó Felix.

—No, o creo que no quiso hacerlo. No es como si hubiese muchos metamorfomagos —contestó JiSung.

—Tampoco hay pocos, JiSung. ¿Cómo crees que quedó?

—¿Qué importa su madre? —discutió SeungMin—, aquí lo que importa es su papá. Tiene contacto con él, ¿no? ¿Por qué no fue él el que te borró la memoria, JiSung?

—No me la borraron- me la reprimieron con una runa —recordó él.

—¿Y si le preguntamos a Cohan? —ideó HyunJin—. Él nos ayudó con el libro, tal vez él pueda hacerlo con esto.

—No, ¿estás demente? —atajó Felix a HyunJin—. No sabemos qué tipo de recuerdos tiene JiSung. No sabemos tampoco si Cohan tendría acceso a ellos si es que le quita la runa.

SeungMin, sorprendido por la elocuencia de Felix, asintió. —Tienes razón.

—Vale, entonces- primero lo primero —HyunJin, sin ningún ápice de querer mantener la calma, fue hacia su varita y apuntó la punta en su dedo índice—, ¿cuál era el encantamiento para hacer un corte?

MinHo vio a JiSung asustarse por el repentino plan que ellos hicieron, aunque el pavor se eliminó casi al instante cuando mencionó el encantamiento en voz alta. Vio a HyunJin cortar un poco de su índice hasta que brotara un poco de sangre y, sin cuidado, imitó lo que pareció ser la runa de apertura en la columna de hojas del libro que se encontraba sellado.

La sangre le fue un poco llamativa a MinHo, quien no pudo sacarle los ojos de encima. De pronto, su mejilla comenzó a picar como si la herida hubiese sido abierta de nuevo, tal como el recuerdo de su pesadilla al transformarse en realidad, junto con el abandono de su familia.

De pronto, MinHo se sintió ahogado. Su pecho comenzó a hacer una fuerte presión sobre su corazón, y sus manos temblaron de forma sutil; tuvo que atajarlas y esconderlas bajo sus piernas para forzar el calmarse. Esta situación no era para que él sintiese miedo.

Luego de haber dibujado la runa sobre el libro, este no cedió. SeungMin forzó la apertura mientras que HyunJin, triste, se chupaba el dedo. Nada mágico sucedió.

—Mis papás fueron de la Compañía. ¿Por qué no funciona? —se preguntó HyunJin.

—Tal vez no hicieron el pacto de sangre —opinó SeungMin, y miró a Felix—. ¿Qué opinas? ¿Podemos hacernos una idea de quiénes sellaron el libro?

Felix no pareció esperar que SeungMin tomase tan en serio su opinión, por lo que, nervioso, se encogió de hombros. —No sé, tal vez con otro encantamiento diagnóstico o...

—¿Podríamos contactarnos con el autor del libro? —Por su parte, JiSung ideó también el plan a su vez que limpiaba los rastros de sangre de las hojas. —Él debe tener alguna idea de quiénes fueron los del pacto-

MinHo no se dio cuenta que llamó la atención de los chicos al levantarse abruptamente del sofá. Era su cuerpo el que se movía solo, lo que generó el pésame en su pecho al notar que pronto se desbordaría en llanto; el lugar más próximo que podía acudir era el mismo dormitorio de los chicos, así que sus pies se dirigieron hacia allá. MinHo no aguantaría el viaje hasta la casa de Slytherin, en especial porque, a medida que avanzaba, podía sentir cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

No sintió a JiSung llamarle, y tuvo que ahogar un sollozo cuando él lo tomó del brazo para girarlo. MinHo lo tomó como una señal de peligro y, con brusquedad, se zafó.

—¿Qué demonios? —rugió MinHo—. Regrésate. Déjame solo.

—¿Qué te sucede? —JiSung ignoró por completo la petición de MinHo. —¿Te duele algo? ¿Te encuentras bien?

—¡Sí! ¡Déjame! —pidió, y alzó sus brazos en el instante que JiSung hizo el amago de querer tocarlo—. ¡JiSung!

Paso que MinHo daba hacia atrás, paso que JiSung daba hacia él. Se sentía un total egoísta por desviar la atención de la confesión por su pataleta. ¿Por qué JiSung seguía buscándolo?

—Cariño, ¿qué pasó? —insistió JiSung, con ese tono de voz suave que usaba las mañanas después de las lunas llenas- después de su bestialidad—. ¿Qué-

—¡Déjame! ¡Déjame solo! —vociferó, sin importar que los otros chicos lo escucharan. Él quería huir de ahí.

Antes de que JiSung lo volviese a tomar, MinHo lo empujó y se dirigió rápidamente al dormitorio para encerrarse ahí. Tontamente cayó en cuenta en el instante que estaba llorando cuán infantil fue su comportamiento; de la pataleta de niños que hacía solo por algo tan banal como lo era el aparte de su familia, el desheredo y el mal miramiento.

MinHo ya era un hombre de dieciocho años, ¿cómo le dificultaba tanto actuar como tal?

Desde el túnel, con JiSung pasmado en la entrada de su dormitorio, se regresó con rapidez hacia la sala común. Sus tres amigos, bastante confundidos, miraron a JiSung dirigirse hacia la mochila de MinHo quien, sin piedad, comenzó a hurgar en ella.

JiSung conocía las mochilas de viaje a la perfección, y las que están hechas para poder vivir en la calle fue en su momento la preferida. Tuvo que tomar asiento en el sofá y recibir el choque de tristeza con preocupación que hizo su cabello cambiar con brusquedad.

—¿Qué demonios le pasa? —preguntó HyunJin, mientras SeungMin curaba su dedo con un encantamiento—. Ha estado disperso todo el día. Y de un humor peor del que lleva siempre.

—Debe estar cansado por todo lo que pasó con la esposa de Callaghan —teorizó Felix—. Él también llegó a la casa donde ella estaba. Tuvo que ser un viaje largo.

—Lo echaron de su casa —informó JiSung, con sus ojos pegados en el interior de la mochila. Las pequeñas bolsas, productos de higiene y la ropa metida de forma desordenada. La mochila tenía un encantamiento expansivo que hacía que las cosas cayeran en su lugar cómodamente, pero eso no dejaba de lado que objetos personales de MinHo continuaban en su casa.

¿Cómo JiSung pudo ser tan ciego? Es que, con todo lo que MinHo le ha contado de su familia y, milagrosamente, formó un patronus en su dirección, ¿cómo eso no le dio una señal de lo que había pasado?

—Ah... —logró decir HyunJin. Para sorpresa de JiSung, pareció más conmocionado de lo que sonaba—. N-no creo que mis padres puedan recibir más gente en la casa.

—Mi mamá sí puede —informó Felix.

—No es fácil recibir a alguien de una familia como la de MinHo, en especial porque no sabemos cuál fue la razón por la cual lo echaron de la suya —dijo SeungMin, mientras se sentaba junto a JiSung—. Debió de ser algo muy... malo...

«O no», razonó JiSung con obviedad. Solo le bastó un par de rebuscadas en la mochila de MinHo para notar un par de pergaminos sobresalientes. Sin temor, leyó el título de uno, escrito con una caligrafía perfecta y de tinte azul.

"14 de junio.

Querido JiSung,

¿Llegaste bien? ¿No tuvieron altercados? Yo estoy bien, si te importa saber. Creo que hubo inflación porque mi madre se ha quejado del dinero y me ha mandado a trabajar al Ministerio de Magia- secretario del jefe del Departamento de Periodismo. Me sabré chismes de primera fuente..."

El corazón de JiSung recibió un fuerte impacto de bala al leerla. Rebuscó otro pergamino donde encontró la fecha de agosto escrito en la parte superior, y, de lo que JiSung recordaba de sus propias cartas enviadas en el verano a MinHo, él parecía decir lo mismo.

"... ¿No te llegarán mis cartas? ¿O simplemente decidiste dejarlo?

No sería para sorprenderme, en verdad. Yo no he sido demasiado justo contigo este último tiempo. Pero necesito que sepas que de verdad te quiero..."

El asco que le produjo la situación hizo que mirara a SeungMin con desesperanza. En ese instante, él no sabía qué podía hacer por MinHo.

Su mente automáticamente pensó en la mantención: MinHo se graduaría en unos meses, ¿dónde se iría? No sabía si él tenía dinero, pero, de todas formas, ¿qué haría? Si se fue de la casa de sus padres, probablemente será cuestión de tiempo antes de que todo el Mundo Mágico se entere de eso, lo que lo dejará con su reputación manchada.

Y lo peor estaba al frente, lo suficiente como para que su cabello se tornara blanco.

¿Qué pasaba si delataban su licantropía?

Pasada de la medianoche, los chicos se dirigieron hacia su dormitorio. Las cortinas del dosel de la cama de JiSung estaban corridas, lo que asumieron que MinHo se encontraba ahí; no sería de sorprenderse que HyunJin preguntase por qué demonios MinHo se fue a esconder en ese lugar si es que probablemente tendría la misma casa de Slytherin para él solo, sin embargo, era casi un acuerdo silencioso de su llegada al lugar. Pareció ser, también, parte de la complicidad del día que hizo que, en vez de lanzar un encantamiento insonoro para que MinHo durmiese tranquilo, se movieron con cuidado y callados entre el dormitorio y el baño para poder recostarse. SeungMin compartió cama con HyunJin, y Felix fue quien apagó las luces. JiSung, inseguro, terminó por subir a su propia cama; confiaba que MinHo no lo sacaría de ahí, pero también confiaba que Felix lo recibiría en la suya.

Su peso cayó con cuidado en el colchón sin saber si aplastaría a MinHo o a Soonie; tanteó con sus manos y piernas hasta que se recostó por completo en su lado del colchón. Lado derecho. Estaba helado- no de aquel donde dejaba el colchón en la intemperie, pero si el que estaba presente cuando MinHo estaba despierto a su lado, inmovilizado.

—Perdóname por gritarte —susurró MinHo enseguida.

JiSung se incorporó en la cama, pero no se inclinó para hablarle. Por como podía ver en la sombra, MinHo le daba la espalda.

—¿Qué te pasó? —volvió a preguntar JiSung, sin querer sonar más borde y dolido como la confusión que tenía—. O sea, me lo imagino, pero tú...

—Mi mamá dijo que era mejor que me fuera —contó. Su voz estaba aprisionada por tener parte de la almohada en su rostro—. Ni siquiera alcancé a ver a mi padre. Ella solo me dijo que me fuera.

—¿Ella...?

—Vio al gato y me tachó de traidor. Me ha desheredado porque no quería que me mataran por ello. Me dijo que prefería que yo muriera en batalla.

Nervioso, JiSung sobó sus rodillas sin saber demasiado qué mas decir. Tenía un poco de miedo que MinHo volviera a descontrolarse.

—No pensaste mucho en si era buena idea avisarme —murmuró JiSung.

—Ni tu para ir.

—¿Qué haremos ahora, MinHo?

—Esperar, supongo. Cuestión de tiempo será cuando digan en El Profeta que soy un licántropo. Que me han desheredado. Que he traicionado al Partido Libertad Mágica y me despellejen en alguna casa.

JiSung odiaba que MinHo hablara con ese dialecto aristocrático en los momentos más sensibles y densos; le hacía recordar esos rastros naturales que quedaban en él y que probablemente jamás se desprenderían: de la frialdad con la cual fue tratado, de la dureza y templanza que siempre debía tener. MinHo contaba ese plan de acción como si fuese él mismo el líder del grupo que tenía como misión secuestrar al hombre lobo del Bosque Prohibido.

No creía que alguien más sabía que el lobo se escapaba en el bosque, pero, si MinHo estaba en lo correcto, varios magos del Partido Libertad Mágica rondarían para atacarlo.

—No lo van a hacer —discutió JiSung, más desde su lógica que la emocionalidad—. Tu abuelo es un sociópata, y me dijiste que él siempre estuvo avergonzado de ti. Decir ahora que tuvo de nieto a un licántropo solo para exponerte no solo te dificultará el camino a ti, sino a él mismo. ¿Qué clase de diplomático anti-licántropos tiene a un hombre lobo en su propia familia?

—No lo sé. Aquel que hicieran que su nieto fuera mordido.

Tabú. Eso era el tema. Si se hablaba de MinHo siendo desheredado finalmente por su condición, era hablar de cómo fue mordido. JiSung jamás lo había escuchado, y MinHo jamás hizo alusión de querer contarlo. La única pieza de información que tenía era de que fue mordido a los ocho años. Misma edad en la que JiSung fue abandonado, un año después.

—MinHo —le llamó JiSung de nuevo, con un tono que significaba más la plegaria—, ¿cómo te sientes ahora?

—Creo que, quiero morir —admitió MinHo con sutileza—. ¿Y tú?

—Creo que también.

Entonces, para su sorpresa, el tono gangoso de MinHo en su respuesta junto con el vacile de JiSung hizo que ambos rieran de a poco, para ir subiendo de nivel y, antes de notarlo, ambos estaban con sus cabezas pegadas en la almohada, mirando el techo estrellado, con grandes e incontrolables carcajadas del delirio y caos que estaban teniendo en su vida. Rieron por más tiempo de lo que querían, e incluso HyunJin tuvo que interrumpirlos porque no los dejaban dormir. Todo era tan cómico que la tragedia solo causaba gracia por lo ridículamente absurdo que era todo.

«Ay, dios —pensó JiSung mientras se secaba una lágrima—, aunque sea, ¿es todo tan serio como lo vemos?»

Cerca de las cinco de la mañana, JiSung despertó por una pesadilla.

No supo muy bien de qué era, empero, el terror corrió en todas partes de su cuerpo, lo que le hizo dar una fuerte sacudida y notar que estaba a salvo en su dormitorio. Tal vez su pesadilla era estar en el sótano de los Yeh, o estar en el Bosque Prohibido. De todas formas, su corazón se calmó un instante que vio a MinHo dormir a su lado.

Si pensaba bien, MinHo al fin había caído dormido. Dos días despierto con todo lo que pasó hizo que terminase abatido.

MinHo estaba dolido y probablemente se sentía solo. JiSung no sabía muy bien qué hacer con MinHo como para mantenerlo más contento o consolarlo, así que, con el recuerdo de cuán fan era MinHo con el chocolate, se levantó con cuidado de la cama para poder llevarle desayuno a la cama.

Los demás chicos dormían en el dormitorio, y Soonie parecía activo para querer jugar. JiSung le abrió la puerta del dormitorio y el gato salió volando por el túnel para jugar, correr y saltar entre las plantas y muebles que la sala común tenía. Al salir de ahí, anduvo con rapidez hasta la cocina para no morir de frío, y saludó a los elfos domésticos que, a diferencia de los días normales, estos días de vacaciones se encontró con ellos jugando póker en un rincón mientras otros estaban muy entretenidos aplastando uvas para el jugo.

—Buenos días —saludó JiSung—. ¿Puedo cocinar un brownie?

—¡No! —chillaron cinco elfos.

JiSung se entristeció. No creía que su cocina fuera taaan mala y-

Ugh...

Un ruido bajo el mesón le llamó la atención. Mesón de madera que estaba junto a la cocina de greda. JiSung se acercó hacia la mesa, levantó el mantel de plástico y jadeó de sorpresa al toparse con Bang Chan recién despertando, con una palidez peligrosa, notoriamente con resaca, y una botella de whisky de fuego derramada sobre su camiseta de polar.

Con impresión, JiSung se hincó a su lado.

—Mierda, ¿llevas toda la noche aquí? —consultó, preocupado.

Chan estaba con resaca, pero era notoria su persistente borrachera. De forma perezosa, Chan encogió sus rodillas y, como una invitación, tendió la botella sostenida por su cuello.

—Deberías estar tú acá —formuló Chan, con sus palabras arrastradas y cansadas—, de todas formas, es tu culpa.

JiSung mordió su labio, vacilante. El whisky le pareció tentador por un instante, a tal punto que su garganta se cerró y su boca comenzó a salivar.

Tomó la botella desde el cuello y se escondió también en la mesa. Las piernas suyas y las de Chan chocaban, sin embargo, pareciera que ambos inventaron un nuevo refugio gracias al mantel que caía a un lado. El chapoteo de las patas de los elfos en las uvas y los lloriqueos por las apuestas en el póker era una señal de que el mundo continuaba.

El primer trago fue doloroso, y el segundo fue mucho más alentador. JiSung creía que era ilegal mantener alcohol en los internados, sin embargo, uno tan alejado de la realidad como lo era Hogwarts pareciera que fuera casi indispensable. Pensó en si la Sala de Menesteres tendría alguna reserva si es que lo deseaba.

JiSung y Chan compartieron la botella por un instante, y cuando se vació, otro elfo la reemplazó con uno de un licor igualmente fuerte, sabor a uva, probablemente sacado de los pies de los elfos.

—Ja... —JiSung murmuró, luego de dar un trago—, vaya ironía.

—¿Qué cosa?

—Bebemos un vino que un elfo hizo machacando uvas con sus pies —dijo, y alzó la botella sobre su cabeza y comenzó a equilibrarla—. ¿Qué más hemos hecho nosotros, como magos, que lo tomamos con tanta naturalidad que provienen de los pies de los elfos? ¿Tan despreciable somos?

—No lo veo desde un desprecio, es más como un igual —replicó Chan, sin creer que era una respuesta clara—. Bebemos vino hecho de pies de elfos...

—... Y a cambio, ellos son nuestros esclavos —completó con sarcasmo—. ¿Cómo funciona el equilibrio?

—No quiero solucionar el mundo, JiSung.

—Entonces, ¿por qué demonios me fuiste a rescatar?

Chan no contestó al instante. Se inclinó para quitarle la botella a JiSung y darle un trago. Él estaba tan borracho que parte del líquido cayó de su comisura.

—Te habrían matado. Te regalaste —respondió, molesto—. Vas a sacrificarte por una mujer que ni siquiera conocías, solo porque tu novio te lo pidió.

—Esa mujer era la esposa de Callaghan. No me interesa que para ti no haya tenido importancia, pero ella sí es importante para mí-

—Te lanzaste al vacío solo porque podías, sin un plan de por medio. Casi te mataron ahí o, peor, retenido también —dijo—. Tampoco sabes en la mierda que me involucraste con la Compañía. El tener que rescatarte y exponer a Yeh..., desestabilizaste todo un plan.

—Bueno, ¿y a mí qué mierda?

—Desestabilizaste un plan de atraco-

—¿Y a mí qué mierda? —repitió JiSung, cacofónico—. ¿Y a mí qué mierda? ¿Y a mí qué mierda? ¿Y a mí qué mierda?

—Para...

—¡¿Y a mí qué mierda?! —JiSung le quitó bruscamente la botella a Chan—. ¡Ustedes la dejaron morir! ¡Si no hubiese sido por mí, ella habría terminado muerta por la gran cantidad de tortura que tenía en su cuerpo! ¡Cobardes!

—¡No fue un acto de cobarde!

—¡Sí lo fue! ¡Y no tengo idea de por qué los defiendes, si mientras ellos están allá afuera haciendo cosas "productivas", tú todavía estás en la escuela!

El grito no fue suficiente como para detener la partida de póker. JiSung, cansado, jadeó y se echó hacia atrás mientras relajaba sus hombros, sin darse cuenta de qué tan tenso estaba. Chan recibió la dosis de pelea casi como si lo hubiese esperado, lo que hizo que JiSung se sintiese aun más enfurecido; ¿por qué él creía que tenía derecho a enojarse?

—Yo hago lo que puedo —discutió Chan.

—¿Por qué demonios estás involucrado en esto, en primer lugar? —se preguntó JiSung, más para él mismo que para Chan—. ¿No estás satisfecho con tu vida?

—¿Una lucha social nace desde la insatisfacción?

—¿Propia? Por supuesto.

—Cuando Dios nos creó, lo hizo con ojos para ver, oídos para escuchar y boca para hablar. No sé si tener todos esos elementos tenían como fin quedarme callado.

—¿Quién demonios eres tú?

—Nadie. Me involucré con la Compañía porque pensé que debía de haber alguna forma que ayudase a las personas, en general. Vengo de una sociedad muggle aun cuando tengo a un padre mago, y fui criado desde una escuela pública. Es obvio que tendría desprecio a la clase alta y, que aquí la clase alta sea equivalente a la clase dominante y, por ende, a quienes llevan el Ministerio, es..., coincidencia.

—¿Me estás jodiendo?

—Dime que nunca quisiste cambiar el mundo cuando joven.

—No. —JiSung no creyó tener esos pensamientos en algún momento, aunque supiese que su mente no era el mejor lugar como para creer en algo. —Yo solo quería estudiar, nada más. Cambiar el mundo era para los que tenían el tiempo para hacerlo.

—Ni yo recuerdo como fue, sinceramente —admitió Chan—. Solo sé que, un día, escuché una conversación que no debía cuando estaba en tercer año y..., y terminé acá.

De nuevo, silencio. Dos minutos demoró en que Chan hablara de nuevo.

—Soy el mayor de mis dos hermanos, y mi hermana voluntariamente no quiso aprender magia porque no estaba interesada en más complicaciones —contó él—. ¿Sabías que eso genera un vacío legal en el Mundo Mágico? Ella tiene prohibido hacer magia, pero como rechazó ir a Hogwarts y, por ende, conseguir una varita, a veces logra hacer magia con sus manos- de alguna forma debe canalizarse y escapar. Ella es tan... genial por eso, pero sé que estará en problemas por eso. ¿Qué diría DeLuca de ella? ¿O la gente del LiMa?

—No es una maga merecedora —coincidió JiSung—. Una muggle con magia.

—Una muggle con magia —repitió Chan, como si ese fuese un concepto fascinante—. Y luego está Lucas..., él acaba de ingresar a Hogwarts, y es terrible saber que le dejaré una escuela que ataca a la gente porque sí-

—Lucas no tiene nada extraordinario.

—No, pero es hermano mío. Y yo soy amigo tuyo. Y todo apunta a que, cuando sepan que tengo alianza con la Compañía, puede que vayan tras mi familia si es que ellos no huyen.

—Si lo pones de esa manera, eres demasiado egoísta —repuso, desinhibido—. Sacrificar tu familia por un movimiento que ni siquiera te corresponde...

—Se le llama «empatía», JiSung —discutió—. Puedo ser todo lo indeseable que quieras, pero sigo siendo empático. Te salvaré las veces que sean necesarias como tú también lo hiciste alguna vez conmigo.

JiSung rio ante el dramatismo de las palabras de Chan, pero tarde cayó en cuenta en notar lo que significaba. Dio un trago profundo al vino, y limpió con la manga de su polerón lo que se derramó.

—¿Por eso fuiste, al final de la historia? —preguntó JiSung—. ¿Porque yo te salvé? ¿Cuándo demonios lo hice?

—En la Casa de los Gritos, para la luna llena —le recordó.

Tal vez JiSung se había olvidado de eso, pero sus huellas mnémicas no. Las pesadillas no nacían por un terror iluso de lo qué-podría-pasar; al contrario, eran existentes porque modificaban ese escenario de lo que una vez ya sucedió. JiSung tenía miedo de ver a alguien en la Casa de los Gritos mientras MinHo se transformaba.

—¿En serio lo habías olvidado? —cuestionó Chan, asombrado—. Yo no he podido olvidarme de eso-

—Yo no te salvé la vida porque quería —admitió. Tarde notó que ya estaba arrastrando sus palabras—. Lo hice porque no quería que MinHo corriera con la culpa. Después, ya cuando todo se descontroló, ahí sabía que solo tenía que dañarlo porque..., porque MinHo no se lo habría perdonado.

—Y aun no lo hace.

—¿Hablas con él del tema?

Nah, no le gusta que se lo diga.

—¿Me fuiste a rescatar al sótano del Yeh porque yo ya te salvé la vida una vez?

—¿Conoces el vínculo entre magos? —preguntó. JiSung negó—. Como sabes, la magia es mágica. Como el vínculo que nosotros generamos con el Cáliz de Fuego en el instante que esa cosa escupió nuestros nombres, también se formó uno la noche en la que me rescataste de esa casa.

JiSung frunció su rostro, haciendo memoria. —Creo que fue SeungMin...

—Tú me rescataste, y quedé en deuda contigo. —Chan le quitó la botella a JiSung y, desde la base, la movió con un ademán de alta clase para hacer símil de un brindis. —Ahora, ninguno está en deuda con el otro. Podremos morir en paz.

—Fantástico.

El sarcasmo era el arma lo suficientemente combativo como para hacer que la conversación muriera ahí y, sin embargo, continuasen en la compañía del otro mientras se emborrachaban en la mañana.

Apenas era veintiocho de diciembre, a tres días de que terminase 2022. JiSung no sabía si la vida estaba lo suficientemente rápido o catastrófica como para querer seguir lidiando con aquello.

━━━━━★. *・。゚✧⁺

—... Hey, hey, hey, hey, ¡hey!

JiSung despegó su mirada del plato de comida. Frente a él, HyunJin bebía de una taza de café mientras que, a su lado, Yeji movía las piezas del tablero de ajedrez.

—Entonces —HyunJin movió una pieza—, ¿nuestra madre estaba en la Compañía?

—Ajá —asintió JiSung. Su plato del almuerzo ya estaba vacío, así que se encargó de recolectar comida en otros tres platos distintos—. Estuvo un rato, y luego se fue a su seminario. Me habría gustado haber preguntado más, pero- bueno...

—El seminario es un tongo —opinó Yeji—, tal como el trabajo de papá. Ellos algo deben estar haciendo para la Compañía que no nos quieren decir.

—¿Sigues con eso? —le interrogó HyunJin—. Abúrrete. No tienen razón para mentir-

—¿No fuiste tú el que dijo que los vio como miembros de la Compañía? —discutió. HyunJin quedó callado—. Ja. Me lo imaginaba. Torre, mueve B7.

La torre de Yeji se movió hasta el alfil negro de HyunJin y, con un puro movimiento, la torre destrozó el alfil. HyunJin soltó un suspiro de pésame. Él no era bueno para el ajedrez.

El graznido de Kkami resonó tan fuerte que generó eco. Hogwarts era mucho más silencioso y grande con la falta de tantos estudiantes en el castillo, y los únicos dos representantes de Hufflepuff aparte de JiSung, HyunJin y Felix saltaron de sus asientos aterrados.

No valía la pena usar todo el comedor. Los tres chicos de Slytherin compartían mesa con un grupo de cinco chicos de primer año de Gryffindor, donde Lucas Bang estaba involucrado; JeongIn debía de estar en alguna parte del castillo enrollándose con la única chica de Ravenclaw que quedaba y que iba también en quinto año; incluso la mesa de los maestros se veía mucho más vacía.

Para la desgracia de JiSung, Cohan también se fue de vacaciones. Ideas y planes tuvieron que verse desplazados hasta el inicio del segundo trimestre.

Una vez que Kkami llegó a ellos, ella dejó caer un pequeño paquete y el periódico El Profeta, edición treinta de diciembre. Mientras JiSung tomaba el periódico, HyunJin aproximó el paquete a Yeji.

—Oh, ese no es mío —dijo Yeji.

—Nadine Delagé te mandó un regalo —repuso HyunJin.

—¿Será porque eres de Piscis que crees que con una cita es suficiente para que te regalen algo por navidad?

—Tú también eres de Piscis... —murmuró HyunJin, y, de mala gana, comenzó a abrir el regalo.

HyunJin frunció su cara enseguida. Era un caset, eso lo reconoció porque JiSung le enseñó a usar su walkman; sin embargo, no entendía por qué estaba. Aparte del caset, también se encontraba un collar de cuero con un colgante y una nota.

"De: Mina

Para: HyunJin

No sé si debía enviarte esto, pero de todas formas quise hacerlo.

Feliz navidad."

—Es un caserete —observó Yeji. En la parte superior del caset tenía cierta cantidad de palabras escritas—. ¿Kiss Me Slowly? ¿That One Song? ¿Need You Now? ¿Qué es esto?

—Son canciones —dijo HyunJin—, aunque no sé qué..., JiSung, préstame esa cosa tuya para reproducirlo.

—Okey —accedió JiSung, aunque su voz era lejana—. Está en el dormitorio y..., ¡ajá! ¡Aquí está!

JiSung volcó el periódico hacia HyunJin y Yeji. La página 5 de El Profeta contenía las letras en grande, junto con una fotografía de retrato familiar donde aparecía MinHo y sus dos padres a sus lados.

¡Ruptura familiar!

El primogénito de los Lee es desheredado por homosexual

—¡Jódeme! —chillaron los mellizos con impresión.

JiSung no sabía cómo tomarse la noticia, y mucho menos tenía idea de cómo MinHo lo haría. Pareciera que todo apuntaba a la ridiculez de la situación que la misma pena, porque, a medida que leía en voz alta el artículo (escrito por, ni más ni menos, Rita Skeeter), notaba cómo la tergiversación del tema y las discusiones cada vez eran más y más estúpidas.

El artículo también dejaba abierto la discusión: ¿el tradicionalismo también llegaba a las orientaciones sexuales? A primera instancia sí lo hacía, sin embargo, mientras más se indagaba en el tema, más era lo extraño en la forma en la que hablaban de MinHo. Su promesa con el Partido Libertad Mágica, sus ganas de cambiar; opiniones de personas que JiSung jamás escuchó en su vida hablando de la postura de la familia y, para su sorpresa, incluso había un apartado de Hans DeLuca.

—"... Ya no estamos en tiempo para discriminar a las personas por la pareja que tienen. En mi gobierno, no hay cavidad para este tipo de actos" —leyó JiSung, antes de soltar un bufido de sorna—. Ja. Hipócritas de mierda.

—¿Cuánta será la vergüenza que traería sus padres que prefirieron decir que lo echaron por gay y no por traidor? —cuestionó HyunJin. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos brillantes, y se encontraba ajustando el collar de cuero para colocárselo en el cuello.

—Tal vez sospecharían de toda la familia —opinó Yeji—, ya saben- la manzana no cae lejos del árbol, o algo así dice el dicho.

—¿De qué mierda hablas?

—Ni yo lo sé.

Diez minutos después, Yeji se despidió de los chicos porque iba a avanzar en sus tareas en la biblioteca, por ende, HyunJin y JiSung se fueron solos a la casa de Hufflepuff haciendo malabares con los platos de comida, el periódico y el regalo de Mina que HyunJin portaba con sumo cuidado. Saludaron a Soonie, incluso, quien se encontraba muy entretenido en los rincones de la sala común.

—¿Crees que signifique algo? —consultaba HyunJin, mientras cruzaban el túnel hacia los dormitorios—. Es decir, ¿son canciones románticas? ¿Están dedicadas a mí?

—Eso espero, porque si son para YeonJun sería muy incómo- ay, no me pegues.

HyunJin imitó el tono de JiSung, sin embargo, detuvo su andar, totalmente perplejo.

—¿Y si lo hizo solo por ser amable, y en realidad está desarrollando sentimientos por YeonJun? —teorizó HyunJin, horrorizado.

—¿Kang Mina? ¿La misma que le rompió la varita y dijo que la única forma en la que su madre lo amaba era porque se tomaba una poción de amor? —corroboró JiSung con burla; no obstante, HyunJin asintió con seriedad—. Hombre, eres ridículo.

—No dijiste que no.

—Si termino con MinHo y él luego me regala un mixtape con las canciones que le recuerdo o le hace pensar en nuestra relación, yo no lo tomaría como ruptura- es más, lo tomaría como propuesta de matrimonio. Sacaría hora en el registro civil en este instante para casarnos —informó JiSung.

—Es que tú eres un dramático, Han JiSung.

—¿Y ahora tú quieres...?

—Quiero casarme con ella. ¿Quieres ser mi padrino?

—Hombre, yo seré tu cura.

Sin embargo, las risas quedaron en el aire cuando, tras abrir la puerta del dormitorio, el fuerte olor a marihuana los golpeó a tal punto que HyunJin tuvo que aguantar un ataque de tos.

—Oh —SeungMin, culpable, comenzó a sacudir su varita por todo el dormitorio—, lo siento. No pensé que ustedes venían tan pronto.

Felix, por su parte, estaba tendido en la alfombra mientras apuntaba las estrellas del reflector. Y, sentado en el marco de la ventana, MinHo quemaba con la punta de su varita la pipa que Yeji les había prestado a SeungMin y Felix.

JiSung no podía decidir si esos últimos días había hecho que MinHo se sintiera mejor o peor con la expulsión de su casa, pero de que sí tuvo un cambio- lo tuvo. Parecía que salía de una ducha, porque su cabello largo caía por su frente y goteaba sobre su barriga, la cual, indiscriminadamente, tenía puesta una camisa formal completamente abierta, que dejaba a deslumbre sus cicatrices desinteresadas. Tenía puesto uno de los buzos de JiSung, y lucía tan distinto que, tras haber calado de la pipa, SeungMin hizo un comentario sarcástico respecto a HyunJin que lo hizo reír.

Reír de verdad.

—Traje comida —informó JiSung, mientras sobrepasaba a Felix y le tendía el plato a MinHo—. Te coloqué mucha carne, y también chocolate.

MinHo sonrió, de nuevo, y de esa forma que no era costumbre que lo hiciera. Dejó la pipa entre sus piernas y tomó el plato para, indiscriminadamente, comenzar a comerlo con la mano. JiSung sentía que estaba criando a un pequeño monstruo.

—¿Cómo comes todo eso sin morir de la diarrea? —preguntó Felix a MinHo desde el suelo.

—Yo no cago. Mis padres me cosieron el recto, así que vomito la comida —contó con seriedad.

El dormitorio quedó en un pesado silencio que fue roto por la misma carcajada de MinHo, quien, atrofiado, rio tanto que se atascó un poco su risa. Tuvo que dejar el plato en la mesa de noche de Felix para poder recomponerse.

—¡¿En serio lo creyeron?! —preguntó él entre risas—. ¡Sus caras son terribles!

—Bueno, luces como si tus padres realmente te sacaran la mierda —se justificó HyunJin. JiSung también respiró con normalidad- él sabía que lo que MinHo dijo era mentira(ajém), sin embargo, nunca estaba de más corroborar información.

—Lo hacen, pero da igual.

—Saliste en El Profeta —informó JiSung—, dice que tus padres te echaron de tu casa por gay.

La risa de MinHo se detuvo por un instante. JiSung le tendió el periódico y MinHo lo tomó con rapidez; abrió en la página correspondiente y, luego de momentos de lectura, volvió a estallar en carcajadas.

—¡Gay! —exclamó él—. ¡Soy gay! ¡Me echaron por gay! ¡Y yo ni siquiera soy gay! —JiSung no sabía si culpar a la marihuana o al shock, pero MinHo volvió a destornillarse de la risa mientras se tendía junto a Felix en el suelo. —¡Son unos jodidos hipócritas!

—Felix —HyunJin le susurró a Felix, pasando de MinHo para no interrumpirlo—, sácale una fotografía. Tenemos que retratar el momento en que Lee-Jodido-MinHo se drogó con nosotros.

—Enseguida.

—No sean tan faltas de respeto —regañó SeungMin, quien también comía de su plato de comida—. Nuestro novio está sufriendo...

—¿Qué dices, JiSung? —le preguntó HyunJin—. ¿Podemos retratarlo o no?

JiSung no era el mejor exponente en ese momento, porque sus sentimientos estaban bordeándose entre la preocupación y el alivio. Ver a MinHo roto en el llanto y la rabia era totalmente distinto que verlo en una locura infantil que casi se tachaba en la adolescencia; era sumamente raro ver a MinHo actuar como un adolescente normal.

Así que, independiente de cómo sería en el futuro, terminó por asentir.

—Sácale una foto —le dijo JiSung a Felix, y él con rapidez fue tras su polaroid—, estoy seguro que él se sentirá avergonzado después de esto.

HyunJin colocó en la radio el caset que Mina le regaló, y la primera canción que sonó fue That One Song de Gnash y Goody Grace; MinHo hizo un comentario sobre la música muggle a tal punto que Felix, bajo los mismos efectos de la droga, le dio una patada en el abdomen que hizo que ambos carcajearan. SeungMin continuaba comiendo en una cama mientras se movía al ritmo de la canción, y JiSung solo podía pensar en cuán poco faltaba para año nuevo, en el libro de la Compañía, en el Torneo de los Tres Magos, y en cómo MinHo sonreía.

And I know you wanna stay long,

'cause they just put on your favorite Drake song,

And this party's poppin' but I got a better plan:

We could fall in love, I don't think that it'll take long

I just wanna chill and sing along to that one song.

[1] ¿MinHo cayendo a la locura, o subiendo a la cordura? Solo dios sabrá.

[2] para la gente que me lee desde hace tiempo, me ha nacido una duda: ¿ha cambiado mi forma de narrar? Siento que las figuras literarias y la forma de describir ha cambiado a una más metafórica, la cual, irónicamente, las detesto, pero como no soy muy buena en literatura, no sé si he tenido una evolución decente o solo soy yo con mis alucinaciones alsdnad.

De todas formas, muchas gracias por leer.

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