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3. Bear Grylls en Leicester Square

Guía de colores de Han JiSung:

Rojo: enojo; Rosa: vergüenza; Violeta: enamorado; Azul: triste; Celeste: emocionado; Blanco: peligro; Amarillo: preocupado; Verde: asustado; Naranjo: confundido; Gris: dolido; Marrón: neutro; Verde menta: alegre; Negro: cansado; verde oliva: miedo; Rosa pálido: culpa; Rubio cenizo: nerviosismo; Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado

Capítulo 3

Bear Grylls en Leicester Square

Agosto 19, viernes en la noche

MinHo se mantenía oculto bajo la capa lo más próximo a la persona que simulaba ser JiSung, aunque era ligeramente incómodo por la forma en la que JiSung andaba.

—¿No puedes ser más normal? —preguntó MinHo.

—Estoy en personaje, cállate —susurró de vuelta.

Alcanzaron al señor Harrington en una esquina, y doblaron con él. La bulla de Leicester Square de a poco se iba apagando a medida que los autos se acumulaban junto con el transporte público. MinHo se asustó un poco por los bocinazos abruptos y la cantidad de gente con la cual no debía de chocar, así que se colocó detrás de JiSung e, intentando ser lo más desapercibido posible, tomó detrás de su ropa para no perderse.

JiSung, por su parte, no sabía quién demonios era el señor Harrington o qué llevaba en el maletín de cuero. MinHo parecía interesado, en realidad, y a pesar de que esa no era la forma en la cual JiSung quería que acabara su cita, él era un hombre del Ministerio de Magia que podía estar vinculado con algo que perturbaba a MinHo

Al bajar por la calle, continuaron con su persecución al señor Harrington. El hombre evitaba de todas las formas que el maletín chocara con las demás personas, y llegó una instancia para cruzar la calle donde lo presionó contra su pecho. El maletín era lo importante. Abrazarlo entre el tumulto, para JiSung, significaba que era propenso a ser perdido, y como sus sentidos persecutorios cada vez se colocaban más en alerta tal como los paranoicos, ¿podía que alguien quisiera robarlo?

Continuaron con la caminata durante un par de manzanas, más lejano de lo que JiSung tenía permitido deambular por Londres. Sin embargo, tan pronto como se cruzó en una esquina, él se detuvo de golpe; el señor Harrington había entrado a una galería con locales de burdel.

Lo vio cruzar la calle vacía hacia la entrada de la galería. Pareció saludar al locatario que se encontraba fuera, e ingresó por una pesada puerta negra que estaba cubierta por una gruesa cortina negra.

—No voy a entrar ahí —dijo JiSung.

MinHo salió debajo de la capa. —¿Por qué no?

—Porque es incómodo —hizo una mueca—. Él solo quería ir a uno de esos. El maletín no debe de ser la gran cosa.

Pfff —MinHo bufó—. Iré yo.

—No. —JiSung imposibilitó a que MinHo volviera a colocarse la capa. —Olvídalo. No vayas.

—Pero-

—Ni siquiera debe de ser la gran cosa —intentó convencerlo—. Deja que el hombre disfrute un poco. No todo lo que hace la gente está vinculado con la política o algo así.

MinHo hizo una mueca, totalmente en desacuerdo de la idea de JiSung. No obstante, el otro estaba nervioso, y no solo por estar en la zona roja de Londres- pero si el señor Harrington estaba ahí, tal vez también había otras personas del Ministerio que verían a MinHo.

—No debes de estar obsesionados con esas cosas —pidió JiSung, una vez que MinHo se tapara la cabeza—. Tal vez ni siquiera es lo que crees.

—Si estuvieses en la Compañía-

—Estoy 80% de que eso no tiene que ver con la Compañía —discutió. Incluso decir ese nombre colocaba a JiSung de los nervios—. Por favor... ¿Podemos irnos?

JiSung escuchó a MinHo bufar bajo la capa, y con un ligero empujón ambos regresaron hacia Leicester Square. En un momento del trayecto, MinHo se libró de la capa de JiSung y se la entregó. Él la guardó entremedio de sus prendas, y bajó la cabeza para que nadie notara su transformación.

—El departamento de periodismo se encarga de poder guiar a El Profeta a decir las cosas que quiere la ministra Anderson —explicó MinHo—. Y has notado que las noticias que han salido han sido un poooco morboso.

—Creí que la ministra era un poco más normal —murmuró JiSung, asombrado con las noticias. Él mismo había sentido un asco rotundo para cuando leyó el ataque hacia el veela que le arrancaron los ojos—. O al menos con cabeza. Esto es asqueroso.

—Toda la situación es vomitiva —coincidió.

—Bueno- al menos pudimos disfrutar de un poco antes de que tus ganas de cambiar el mundo se interpusieran en la relación —bromeó con una gran dosis de sarcasmo que MinHo prefirió pasar por alto.

Sin embargo, algo que aun perturbaba a los dos chicos a medida que caminaban hacia el Hotel índigo era el hecho de que sus cartas habían sido interceptadas. El pensamiento hizo que el cabello de JiSung bajo la gorra de béisbol se volviera de un potente rubio verdoso, y que su bilis subiera y bajara por su garganta. Él no había escrito algo explícito, por lo que debía de mantener la calma. Solo fue la mención de la cabeza colorida que vio en el andén 9 y ¾ luego de que ellos se despidieran...

«Cualquiera que lo leería, preguntaría por qué MinHo se despidió de mí», reconoció JiSung, mientras mordía el interior de su mejilla.

Sintió que temblaba por inseguridad, así que estiró su mano hacia la de MinHo y la apretó con fuerza. MinHo no devolvió la mirada, pero ejerció la misma presión a la par que atraía ambas manos hacia el bolsillo de la túnica. La noche era calurosa, pero JiSung agradecía ese nivel de contención que le hizo respirar tranquilo.

Al llegar al Hotel índigo, ninguno se soltó hasta entrar a recepción. La belleza de los candelabros, trabajadores en traje y la cantidad de personas que iban vestidas a una fiesta de gala en el Pent House hizo a MinHo mirar a todos lados con curiosidad.

—¿Aquí viven? —consultó MinHo—. Los papás de HyunJin son ridículamente ricos.

—Callado tú —JiSung lo golpeó suavemente en el abdomen—. Tienes una mansión y tu familia trabaja directamente para el Ministerio- mierda, incluso tu familia financia un partido político. ¿Eso te parece poco dinero?

—Te percibo un poco sensible —burló.

JiSung colocó sus ojos en blanco, pero su mano continuaba con la de MinHo, con la presión de la realidad sin querer separarse de él.

El sentimiento de querer aferrarse a MinHo le recordó a una escena en particular, a inicios de Agosto. Tanto HyunJin como Yeji y él tenían prohibido alejarse del Hotel índigo las veces que salían, e incluso durante Julio los padres Hwang habían sido demasiado estrictos con la idea de salir del mismo Hotel. Un día de Agosto, Kang Mina fue a visitarlos con una cita exprés. Ella almorzó con ellos en el Hotel, luego, Mina y HyunJin pasaron su tarde en la cafetería del Hotel. Cenó con la familia en el departamento, y pasada de las siete de la tarde ella dijo que su papá se encontraba en la recepción esperándola, así que HyunJin la acompañó abajo. En un momento, HyunJin no regresó al departamento; JiSung fue a buscarlo, y se había dado cuenta que el padre de Mina ni siquiera había salido de su casa para ir a buscarla: ambos estaban en los sofás de la recepción, hablando, tan acaramelados como siempre.

Luego, en el dormitorio, JiSung se encargó de burlarse de HyunJin con todas las formas posibles. Yeji también lo hizo, una vez que se enteró.

Y ahora, con la mano de MinHo que presionaba la suya, JiSung solo pudo sentirse bastante triste por querer dejarlo.

Realmente no quería dejarlo ir.

—Mándame al gato cuando llegues a tu casa —pidió JiSung, mientras daba un paso hacia MinHo.

—No creo que me demore mucho —hizo alusión a su clase de aparición—, pero lo haré de todas formas.

—¿Le preguntarás a alguien sobre las cartas?

—Me gustaría no hacerlo —admitió MinHo, aunque su mueca de nerviosismo lo corrompía por completo—. Solo quiero saber quién las tiene.

JiSung esbozó una sonrisa que apenas se consideró como mueca. Y, con preocupación, se inclinó para darle un beso en la boca. MinHo lo tomó de las mejillas, y ladeó ligeramente su cara para poder profundizar el beso.

«No es como si fuera el último», intentó calmarse JiSung.

Para cuando se separaron, JiSung dejó sus ojos pegados en el cuello de MinHo. La nueva cicatriz estaba dibujada en toda la longitud de su garganta; atravesaba la manzana de Adán como un ataque directo.

—La próxima luna llena te haré compañía —prometió JiSung, mientras acariciaba la cicatriz.

MinHo tomó la mano de JiSung que lo acariciaba, y le besó los nudillos. —Lo tomaré como una promesa.

«Ay, dios...» ¿Por qué todas las cosas que hacía MinHo generaban en JiSung unas poderosas ganas de querer vivir?

Pero la felicidad duró poco. Desde su oído bueno, el lado derecho, pudo escuchar a alguien carraspear. JiSung cerró los ojos, y MinHo lo soltó de la mano rápidamente. Hwang HyunSan estaba esperándolos.

—Buenas noches, caballeros —saludó HyunJin. El cabello de JiSung se tornó en un fuerte rosado.

—Buenas noches... —murmuraron los dos. Las orejas de MinHo ardían en llamas.

HyunSan miró a JiSung e hizo un ademán con su cabeza. JiSung sabía lo que se le venía. HyunSan hizo el mismo ademán hacia MinHo, y caminó hasta el ascensor donde presionó el botón de espera.

—Mándame a tu gato cuando llegues —terminó por despedirse JiSung, mientras se apartaba de MinHo.

—Ya no quiero —fue lo último que dijo MinHo, antes de caminar rápido hacia la salida del Hotel índigo.

JiSung alcanzó a HyunSan al ascensor al instante que las puertas se abrieron. HyunSan cedió el paso a JiSung, y las puertas se cerraron con ellos dos solos.

La música del ascensor era intoxicante, y JiSung sentía nerviosismo por querer hablar. HyunSan seguía a su lado, con sus ojos posados en la pantalla que indicaba el piso en el que iban; si JiSung abría la boca ahora, esperaba a que las cosas fueran menos trágicas.

—¿Te trata bien? —preguntó HyunSan. JiSung asintió—. ¿Aun después de todo?

—Es un buen chico —replicó JiSung. Se moría de los nervios.

—Trabaja bien en el Ministerio —contó HyunSan—. Su padre le consiguió un puesto como asistente del jefe del departamento de periodismo.

—Sí, me lo comentó.

—Y en la Compañía... —HyunSan divagó. JiSung bajó su mirada hacia el suelo. No quería escuchar eso—. Él sigue en prueba.

—¿Solo porque es de la familia Lee? —murmuró—. ¿No aceptan traidores?

—La gente que traiciona es difícil de confiar. Lo sabes.

—Él no me ha traicionado.

HyunSan alzó su mano y palmeó con suavidad el hombro de JiSung. —Esperemos que no lo haga, porque si no, todos terminaremos en Azkaban.

Aunque HyunSan lo dijo con un sentido humorístico, JiSung no podía entregarlo. Era extraño el sentido que se le podía otorgar a una persona como MinHo: alguien que destilaba la desconfianza. JiSung concedía el trato cauteloso que HyunSan tenía porque él no era su papá real, o algún familiar con poder para ejercer obligaciones en JiSung sobre su vida privada. Lo cedía, pero le intoxicaba aun más saber que HyunSan y SaeJah tenían una idea de MinHo en su mente que sería difícil revocarla.

Al llegar al departamento, ambos ingresaron. Tal como JiSung lo hizo con MinHo, SaeJah se encaminó rápidamente hacia la puerta con varita en mano.

—País del equipo que te ganó dos días antes de que tus hijos nacieran —preguntó SaeJah.

—Bulgaria —respondió HyunSan. Al contrario de ella, él ni siquiera había tomado su varita—. Especialidad que estás estudiando ahora...

—Medicina celular.

SaeJah bajó su varita y se acercó a saludar a HyunSan con un simple beso en los labios. JiSung se sintió incómodo en ese lugar.

—¿Cómo les fue? —preguntó SaeJah, mientras le sacaba la gorra de béisbol a JiSung de su cabeza—. Ufff, estás rosado.

—No me quiso presentar a MinHo —acusó HyunSan, mientras se sacaba su corbata.

SaeJah miró a JiSung con una mueca en su rostro. —Ugh, ¿él te vio?

—Nos vio demasiado —murmuró JiSung, avergonzado.

—Te lo dije.

JiSung continuó con la mueca, pero prefirió irse directo donde HyunJin. Apenas dio un paso dentro del pasillo cuando HyunJin abrió la puerta de su dormitorio.

—¡Tú! —exclamó él. JiSung no alcanzó a gritar de terror para cuando HyunJin lo jaló hacia su dormitorio, y cerró la puerta detrás de ellos—. ¡¿Cómo te fue?!

—¿Desde cuándo te interesa lo que hago con MinHo? —preguntó JiSung, mientras revolvía su cabello—. Mierda- tu papá nos vio despidiéndonos.

—¿Y a mí qué mierda? Hablo de la Compañía, ¿qué te dijo?

JiSung quedó con las palabras en la boca, totalmente ofendido. —¿Acaso no te importa nuestra cita?

—No.

—Ni siquiera hablamos sobre eso —contó, mientras se encaminaba hacia la cama de HyunJin y recostarse ahí—. Solo hablamos de nosotros, de nuestras vacaciones, de su trabajo..., cosas que obviamente a ti no te interesan.

HyunJin le cedió la palabra y lo acompañó en la cama. —¿Solo eso?

JiSung no sabía si comentarle lo que pasó con el señor Harrington, ya que él lo situaba como parte del delirio persecutorio que MinHo generó durante su periodo de laburo en el Ministerio de Magia. Además, solo era la historia de un maletín sin gracia.

—Y hablamos de lo mucho que nos queremos —finalizó JiSung.

HyunJin hizo una mueca de asco. —¿Qué me importa eso? ¿Al menos supiste sobre su carta de Hogwarts?

—¿Por qué le habría preguntado eso? —cuestionó JiSung, antes de caer en cuenta—. Oh...

JiSung no le había preguntado a MinHo sobre su carta de Hogwarts.

Ambos se quedaron un rato en el dormitorio de HyunJin hasta que llamaron para cenar. La elfina doméstica: Avery, realizó un plato contundente para todos. HyunSan y SaeJah le preguntaron a sus hijos cómo estuvo el día, y ellos solo replicaban «igual que los otros». La cena fue llevada con tal normalidad hasta que HyunSan carraspeó para llamar la atención de todos.

—No me sorprendería si saben, pero tendré un viaje de trabajo a Seúl, Corea del Sur, mañana en la mañana —informó.

—Oh, no —HyunJin y Yeji replicaron con alta dosis de sarcasmo.

SaeJah los pateó debajo de la mesa. HyunSan tosió con incomodidad.

—Solo serán unos días. Me regresaré rápido —prometió él—. Pero no estaré para las elecciones.

—¿Es por la Compañía? —consultó HyunJin.

—Es por trabajo —insistió HyunSan—. Así que, no deberán de estar como espías investigando alrededor de la casa.

—Dije que quería-

—Y lo estarás cuando cumplas los diecisiete —dijo esta vez SaeJah—, pero ahora solo te enfocarás en los estudios.

HyunJin hizo una mueca de decepción.

—¿Realmente tienes que irte? —preguntó Yeji, esta vez. Su voz era un poco más tímida—. Me refiero..., ¿ahora con las elecciones?

—Lo único que tienen que hacer es no meterse en problemas —HyunSan dio un bocado de su comida—. Estoy seguro de que pueden hacer eso.

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Antes de que MinHo apareciera en la zona de seguridad que había fuera de la mansión Lee, hizo una parada más al sur de Leicester Square, fuera de una casa con luces encendidas y con ruido al interior de ella. Era un diseño clásico- el estereotipo británico. MinHo lo encontraba peculiar y algo anticuada, pero había visto hogares peores.

MinHo subió los cinco escalones hasta la puerta, y apenas su mano se ganó fuera de la puerta cuando un perro ladró en el interior.

—¡La puerta! —gritó una chica.

—¡Ve tú!

—¡No, olvídalo!

—¡Mamá!

—¡Silencio! Christopher, ¡ve tú!

Un quejido y una maldición, los ladridos de la puerta se hicieron más fuertes. Para cuando Bang Chan la abrió, frunció su cara más de lo que alguna vez MinHo notó.

—¿Vienes tan tarde a alardear? —preguntó Chan, tan tosco como siempre.

A sus pies, Berry saludaba a MinHo con un movimiento de cola. Aunque la anciana perrita era encantadora, MinHo seguía disgustándole los perros.

MinHo no dijo una palabra. Chan se abrió paso para dejar a MinHo entrar, y le indicó el camino que él ha estado haciendo durante el verano, todas las tardes después del trabajo.

El interior de la casa Bang era un total desastre, desde el punto de vista de MinHo. La dinámica que Chan tenía con sus hermanos menores y con sus padres le traía el recuerdo de la única vez que se reunió con él en la sala de Menesteres junto con los otros cuatro chicos desastroso, el mocoso de Gryffindor y su amigo ChangBin. El desorden de ropa en todas partes, chispas mágicas y un pequeño dragón chino que volaba por la cabeza de todos ellos solo hacía un desastroso lugar.

—¡¿Qué les dije del dragón?! —exclamó la señora Bang, desde la sala—. ¡Quítenlo!

El señor Bang, por su parte, cruzó el marco de la cocina hacia el pasillo que MinHo cruzaba en busca del dragón chino. —¡Perdón!

—Llegó MinHo —avisó Chan sin cuidado.

La señora Bang lanzó una exclamación que daba la bienvenida, mientras que el señor Bang solamente modulaba encantamientos para eliminar el dragón que habían creado. Por la hora que eran, ellos probablemente habían cenado, y los dos hermanos menores de Chan estaban en sus habitaciones.

Al llegar a la segunda planta (con Berry siguiendo sus pasos), MinHo vio al hermano menor de Chan: Bang Lucas, atar su cabello negro sobre sus orejas mientras paseaba entre dormitorios de Chan, sus padres, un armario de pasillo y el suyo. Al ver a MinHo, sonrió abiertamente. —¡Hola!

MinHo, educadamente, se inclinó. —Buenas noches, Lucas. ¿Cómo te encuen-

—¡Me llegó la carta! —cortó Lucas con un volumen de voz mucho más alto—. Voy a ser estudiante de Hogwarts. ¡Me llegó mi carta! ¿También te llegó la tuya?

—Esta mañana.

—¡Eso es genial! Channie también recibió la suya- aunque no se veía contento.

—¿Debes contarle todo lo que hago? —preguntó Chan, molesto. Lucas apenas iba a contestar para cuando Chan lo tomó de su coleta y lo sacudió ligeramente—. Vete a tu dormitorio.

—¡Estoy haciendo las maletas!

—Todavía te quedan semanas, mocoso. ¡Vete a tu dormitorio!

Lucas lanzó una carcajada tras zafarse de Chan, y huyó cuando él intentó darle una ligera patada. MinHo miró al chico perderse hasta su dormitorio, pero Berry continuó a su lado.

—¿Por qué no sigues? —dijo Chan, antes de emprender su caminata hasta su propio dormitorio.

MinHo lo siguió en silencio. Pasó de largo de la puerta abierta de la hermana menor de Chan: Hannah, quien charlaba en su aparato muggle con presuntamente su amiga (todas las veces que MinHo venía a la casa Bang ella siempre hablaba a través de eso). Al llegar al dormitorio, Chan cerró la puerta; detrás de ella, una pequeña bandera de Quidditch con la casa de Gryffindor estaba colgada; MinHo hizo una mueca de disgusto.

El dormitorio de Chan era lo más ordenado de la casa. Había un par de poster mágicos de grupos muggles que MinHo no conocía, pero bajo las figuras móviles tenían las inscripciones de The Cure, Sleeping With Sirens o 5 Seconds Of Summer. También había un cuadro con una fotografía de su primer día en Hogwarts, en primer año.

Lo que más destacaba en el dormitorio era la pared de corcho que estaba colgada al otro lado de la cama, donde se encontraba un gran mapa conceptual que sintetizaba el contenido de las asignaturas de Hogwarts. Al igual que MinHo, Chan también se preparaba para los últimos examenes que se rendirían a finales de su séptimo año: los Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas, o mejor conocidos como los EXTASIS.

Pasar a séptimo año era algo que MinHo lo veía demasiado lejos, lo que le hizo recordar también que él aun tenía su carta sin abrir guardada en el bolsillo.

—Bien, ¿qué me vienes a decir? —dijo Chan, mientras tomaba asiento en la cama. Tomó a Berry del suelo y la dejó sobre la colcha, y la perrita mostró su barriga para que Chan le hiciera cariño.

MinHo, quien sabía que se veía como idiota parado junto a la puerta como si fuese la primera vez que hubiese estado ahí, se encaminó para sentarse frente a Chan. —Mi jefe le pasó un maletín al señor Harrington, el subsecretario de la secretaría general del Ministerio de Magia —balbuceó rápidamente—, y luego me lo topé en Leicester Square. Lo seguimos pero lo perdimos porque entró en algo que era un burdel- o algo así.

—¿Con quién lo seguiste? —preguntó Chan.

—Con JiSung.

—¿Involucraste a JiSung en eso?

—No. Teníamos una cita. De todas formas, ¿qué te importa?

—Entiendo que JiSung sea tu novio y lo que sea, pero información de la Compañía-

—Créeme —MinHo cortó—, aunque se lo dijera él no querría oírme. Realmente rechaza todo lo que conlleva a la Compañía. ¿Tus chicos no te dijeron nada?

—Solo me dijeron que HyunSan Hwang ha notificado un viaje a Corea del Sur para hablar con Kang ChanWoon. Y hasta el momento el Ministerio parece preparado con los aurores para las elecciones de este domingo.

—¿Alastor también se involucrará?

—Ojo-loco trabaja por su propia cuenta. Dudo mucho que la Ministra Anderson o el jefe del departamento de aurores pueda hacer algo en contra de ellos.

Chan y MinHo callaron. Ninguno quería colaborar más con la conversación, por lo que MinHo palmeó sus manos en sus muslos. —Bueno, supongo que me largo. ¿Desaparezco acá?

—¿Qué te dijo tu carta? —Chan, por su parte, preguntó abruptamente.

MinHo, sin entender lo que Chan quiso decir, se encogió de hombros. —No lo sé. No la he leído.

Chan se aproximó hacia su mesa de noche, donde el sobre de Hogwarts estaba rasgado por arriba y la carta doblada de forma desordenada. Sin cuidado, la tiró sobre la cama e hizo un ademán para que MinHo la tomara. Al hacerlo, lo primero que MinHo leyó fue la notificación de la suspensión de Chan como capitán del equipo de Quidditch.

—Era mi último año —dijo.

MinHo no podía sentir menos pena por él. —¿Y? ¿Creíste que lo que hiciste sería olvidado? —preguntó con rencor. No obstante, algo pareció reconocer en la carta—. JiSung me dijo que a HyunJin también lo suspendieron como capitán.

—¿Capitán?

—Capitán y jugador —aunque MinHo no estaba muy seguro de eso—. No habrá torneo de Quidditch este año.

—¿Tendrá que ver con la posibilidad de que DeLuca sea ministro?

—Si eso es así, es porque Hogwarts ya fue corrupto por el Ministerio —comentó con una dosis de sarcasmo. A pesar de, MinHo chasqueó su lengua sin estar de acuerdo—. Dudo que Dumbledore dejara que el Ministerio se interponga.

—Dumbledore solo cuida su puesto. No le tomes tanto cariño —alegó Chan, antes de apuntarlo con su barbilla—. ¿Y tú carta?

—¿Por qué tanto interés en la carta? —De todas formas, MinHo hizo caso. Sacó de su extenso bolsillo el sobre de Hogwarts, el cual estaba más doblado, y rompió el sello para abrirlo. Al sacar el pergamino del interior, un pequeño broche cayó sobre la cama.

Chan y MinHo lo miraron por un instante, y antes de que alguno pudiera decir algo, Berry se comió el broche.

—¡Berry, no!

La tensión del ambiente se rompió al instante que Chan abrió la boca de su mascota y MinHo atraía el broche con su varita. Solo una vez que Berry lo regurgitó, MinHo limpió el broche rápidamente para encontrar unas resplandecientes letras ubicadas dentro del diseño de un pergamino: P.A.

«Premio Anual.»

Chan soltó un fuerte bufido de decepción por su boca, notoriamente no animado de que fue MinHo quien lo consiguió. Por otra parte, MinHo no se sentía animado al saber eso- sí, había sido algo que él deseó para perpetuar el tradicionalismo Lee, pero lo único que le generaba felicidad era haber superado a Chan y conseguir el reconocimiento por parte de Dumbledore como una buena persona. Sin embargo, ni siquiera eso lo contentaba por completo.

¿Por qué debía de sentir pena por Chan? Él se merecía no ser Premio Anual- luego de que fueron solo unos meses atrás en donde Chan lo atacó en la Casa de Los Gritos en una de las transformaciones de MinHo; ambos ya se habían colocado en suficiente peligro, y lo que Chan hacía ahora para personas como MinHo no era más que un acto de buena fe que de trato especialmente a MinHo. De todas formas, él sentía pena, pero no se lo demostraría.

—Te he ganado —canturreó MinHo sin tono, mientras tomaba el broche y lo observaba—. Yo soy el Premio Anual.

—¿Y no preguntarás quién será tu compañera?

—Como si eso importara. —MinHo guardó el broche en el sobre junto con la carta. No tenía intenciones de leer la lista de materiales escolares que necesitaría ese año. —Ahora tendrás que seguir mis órdenes. Oh, esto es mejor que mis sueños húmedos.

—Eres una persona muy turbia porque tu sarcasmo ni siquiera suena a sarcasmo.

—¿Quién dijo que era sarcasmo?

Chan tomó a Berry para hacerle cariño, con intenciones de querer ignorar el disgusto que sentía por MinHo en ese instante. MinHo no se lo rechazaría- incluso podría hacerle un favor con la gran cantidad de malas palabras que podían aprender juntos.

Para cuando dieron las diez de la noche (no mucho rato después de que Berry vomitara el broche), MinHo se despidió de la familia Bang para desaparecer afuera. Apariciones siempre había sido complicado y a veces él no tenía la energía suficiente para teletransportarse a causa de las dolencias de su cuerpo, por lo que se permitió aparecer dos kilómetros fuera de la mansión Lee, cerca del pueblo cercano, para poder emprender una caminata desolada antes de lidiar con su propia familia.

Las rejas del portón se abrieron. MinHo entró a paso seguro, con su mentón en alto, y saludó a los pequeños elfos domésticos que se encontraban haciendo jardinería a esas horas. Subió los escalones de mármol sin mirar a las gárgolas que se giraron, y abrió la gran puerta.

Al entrar por la puerta principal, eras recibido por un pequeño apartado de recepción donde se encontraba un gran espejo que delataba todas las cosas inadecuadas que un mago podía llevar. Los objetos volaban automáticamente hacia el joyero bajo el espejo, y se esperaba pacientemente a que un elfo tomase la chaqueta del invitado. Para MinHo, como hijo, solamente pasó de largo hacia la sala, donde frente a la apagada chimenea se encontraba su madre, a oscuras como siempre, disfrutando de la música que sonaba en la radio.

—Buenas noches —saludó él tan cordial como fue en la casa Bang.

—¿Tan tarde? —preguntó su madre.

—Me quedé haciendo horas extras- ahora que entraré a Hogwarts —contó. Su madre, perspicaz, se giró sobre su hombro. Como MinHo no quería lidiar con peleas en ese instante, decidió darle la buena noticia. —El profesor Dumbledore me escogió como Premio Anual para este año.

—Me parece lo más razonable —concordó ella—. ¿No quieres mostrarme la carta?

MinHo se acercó al sofá y le tendió el sobre rasgado a su madre. Ella leyó con cuidado cada letra, y MinHo esperó a que ella diera reacción. La sonrisa gatuna que se formó en sus labios era idéntica a la de MinHo, y se levantó del sofá individual para abrazar a su hijo por los hombros.

—Estoy tan orgullosa de ti, MinHo.

Con timidez, él esbozó una sonrisa. —Gracias.

—A tu padre y abuelo le fascinará saber esto. Ninguno creía que lo lograrías.

—Es bueno saberlo.

Con un suspiro de orgullo, ella lanzó la carta hacia la mesa ratona que había al centro, totalmente de vidrio con un montón de pergaminos sobre ella. MinHo vaciló un instante, pero tomó asiento en uno de los sofás. Su madre pidió a uno de los elfos que preparara té con tartaletas para celebrar el logro de MinHo, y a pesar de que él solo quería irse a la cama, aceptó una tarta con sabor a chocolate.

Ambos fueron acompañados por la música de fondo; no eran de hablar mucho. HyunKi movió la punta de su pies al compás de la canción que sonaba en la radio, y tarareaba melódicamente mientras intercalaba con sorbidos de té. MinHo no le sacó los ojos de encima, y la miró balancearse de a poco hasta que la canción se terminó.

—¿Y papá? —preguntó MinHo.

—Hubo cierre de campaña con las personas del Partido Libertad Mágica —contó ella—. No quiso que yo fuera. Iba a ser en un lugar para caballeros.

En la mente de MinHo se posó la imagen del burdel donde el señor Harrington se perdió.

«Mierda». MinHo se urgió incómodo en el sofá.

—Todos salieron temprano- todos los que estaban afiliado al partido —continuó—, tal como tú.

—No me informaron. —MinHo no perdería el tiempo en mentir. ¿Quién demonios le informaría al escolar que irían a celebrar el cierre de campaña política en un burdel?

—Hm... —su madre asintió, tan comprensiva como siempre. De a poco, MinHo sentía que sudaba frío—. Me parece curioso, de todas formas. ¿Tan tarde te tendrían trabajando?

—Fue por voluntad propia.

—¿Te fuiste a ver con el chico de las cartas?

MinHo, sin mantener la calma, supuso que no tendría la derrota si es que él no se dejaba ver como el derrotado. Imitó a su madre con la postura, y con un ligero semblante de melancolía, asintió. —Al metamorfomago.

—Te ha enviado mucha correspondencia —HyunKi dijo con asombro—, y te contaba cosas absurdas. ¿Por qué te contactas con él?

—Es interesante ser amigo de un metamorfomago cuando eres un licántropo —contestó—. De repente, tenemos mucho en común.

—¿Qué habría dicho tu padre si hubiese visto esas cartas? —la voz de HyunKi se mantenía en el mismo volumen: bajo el sonido de las canciones de la radio. Sin embargo, su respiración delataba cuán aterrada se veía por la idea—, ¿qué habría dicho tu abuelo, MinHo? Tus madrinas lo intentaron matar.

—Ellas no son mis madrinas-

—No reniegues de tu familia, por favor, que son ellos los que te salvarán cuando te veas envuelto en algún acontecer por tu condición —replicó—. ¿Por qué te fuiste a ver con él?

—Porque el metamorfomago y el licántropo tienen demasiado en común —insistió MinHo, con una mentira en la lengua—. Además, es bueno para la causa, ¿no es así? Él no está muy contento con todo lo que ha pasado.

—Sus cartas... MinHo...

Antes de que su madre pudiese completar su frase, MinHo se levantó del sofá, caminó hacia la mesa pequeña y notó las cartas de JiSung ahí. Dejó el plato con un pedazo de tartaleta ahí y tomó las cartas.

—No está agradado con la idea de la Compañía. La rechaza —contó MinHo—. Está hastiado de todo. Tiene rencor por todo, madre. Si hay alguien que se puede tener de aliado, es a él.

HyunKi no sabía qué palabras formular por el terror que había en su cuerpo. Solamente vio andar a MinHo hasta las escaleras de mármol hacia la segunda planta, con el objetivo de llegar a su habitación.

Al llegar, encantó la puerta para que no fuera abierta. De pronto, pudo soltar todas sus respiraciones nerviosas generadas por el enfrentamiento contra su madre. ¿Ella había interceptado las cartas? Si estaban ahí las cartas de JiSung, ¿dónde estaban las de MinHo?, ¿también las había leído? MinHo entraría en pánico en cualquier instante.

Encendió la vela que iluminaba su dormitorio y se sentó en su escritorio para revisar las cartas. Todo los pergaminos estaban abiertos y desordenados, e incluso algunos tenían los bordes quemados. Notó que la tinta era de lápiz y no de tinta, y que la punta era tan fina como de un lápiz marca bic.

A medida que él leía las cartas, sintió un peso en su corazón lo suficientemente fuerte como para dejarlo sin palabras por un tiempo extenso.

En ese momento no importaba demasiado. Se aproximó hacia su ventana con la varita en su mano, y con un poco de nerviosismo en su estómago y el recuerdo de la primera luna llena acompañado se posó en él.

¡Expecto Patronus!

Con facilidad, de la punta de su varita brotó chispas mágicas hasta formar una oleada platinada. El gato saltó el marco y, con el mismo recorrido que ha hecho las últimas noches, saltó entre el cielo para viajar hacia Londres.

Pero, por un instante, se desconccentró.

Su madre había leído todas las cartas de JiSung. MinHo no podía ocultarlo por mucho tiempo.

¿Dónde estarán las cartas de MinHo?

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Agosto 21, en la tarde

—¡Amery! —llamó SaeJah, mientras el detector de humo sonaba por todo el departamento—. ¡Amery!

JiSung se apresuró de salir de su dormitorio, y corrió hasta la cocina. De la olla de un quemador, salía una gran cantidad de humo.

—¿Qué pasó? —preguntó JiSung.

SaeJah tomó el mango de la olla con un paño y lo tiró al lavamanos, para luego tomar su varita y expulsar un gran chorro de agua, apagando así la pequeña llama que había brotado ahí.

—¡Por Merlín! —exclamó SaeJah, asustada. Tenía una mano en el pecho y parecía aun sin creer lo que había sucedido—. Nunca más vuelvo a cocinar.

JiSung se apresuró en ir hacia los quemadores para cortar el paso de gas; abrió una ventana y, tras transformar sus brazos en grandes alas, comenzó a aletear para poder disipar el humo.

—No puedes transformarte fuera de la escuela o siendo menor de edad —recordó SaeJah.

—Supongamos que no hice esto —farfulló con incomodidad.

Una vez que el humo se disipó lo suficiente, HyunJin apareció con la mitad de su rostro marcado por los bordes de la almohada. —¿Qué sucedió?

—¡Hice postres! —expresó SaeJah con felicidad, antes de generar una mueca de arrepentimiento—. O algo así...

HyunJin bostezó. —Por eso nunca cocinas.

—Amery —llamó SaeJah.

En la mitad de la cocina, la elfina apareció e inclinó su cabeza.

—Lo siento, ama Park. Sus padres me necesitaban —se disculpó Amery.

—Oh, no te preocupes —SaeJah pasó una mano por su frente, rendida—. Haz postres para los chicos, por favor.

—En seguida.

—¿Cómo están mis padres?

—Asustados, ama Park —contestó, y chasqueó sus dedos. JiSung vio los objetos de la cocina comenzar a moverse y preparar por su propia cuenta budín de chocolate. A JiSung le gustaba de esos. —Proponen irse del país, según cómo salgan las elecciones.

JiSung sintió un fuerte nudo en el estómago ante eso, y miró a SaeJah asentir con resignación. —Bien, ¿y qué tan probable es eso?

—Muy probable.

JiSung había pasado parte de su tarde-noche grabando en un caset todas las canciones que conocía para tener un poco de musicalización su estadía en Hogwarts. HyunJin, por su parte, decidió dormir: era la mejor forma que tenía para evadir la realidad. Y Yeji, encerrada en su dormitorio, escuchaba desde la radio el conteo que se realizaba en el Servicio de Elecciones del Mundo Mágico, donde todo los magos inscritos en el territorio de Reino Unido votarían (JiSung había preguntado si el BREXIT no afectaba también al mundo mágico, pero SaeJah había contestado no tener idea de qué era eso).

De pronto, una snitch dorada entró por la ventana. La pequeña bola golpeó la cabeza de JiSung y rebotó en la de HyunJin, donde se detuvo.

... Descubrí que tengo vecinos magos ¡Es genial! Pero no puedo hablar con ellos porque nunca en mi vida he interactuado con ellos —la agitada voz de Mina sonó a través de la snitch dorada. HyunJin seguía medio dormido, por lo que no se preocupó conque su madre escuchara la conversación—. No sé cómo excusarme ante mi papá. Quiero escuchar. ¿Me comentas si es que ganamos o perdimos? Aunque no creo que lo logremos, HyunJin. Creo que- ah, papá-

HyunJin masculló una maldición que hizo a SaeJah llamarle la atención, pero él la ignoró para irse al dormitorio de Yeji. JiSung le iba a seguir, pero el teléfono de la casa comenzó a sonar. Rápidamente fue hacia él.

—¿SeungMin?

¿Escucharon? —preguntó SeungMin. Su tono de voz era similar al de Mina: acomplejado y asustado—. Sesenta por cuarenta, a favor de DeLuca. Con el 45% de las votaciones totales.

—¿Qué significa eso?

Que DeLuca va a ganar, JiSung.

JiSung se mordió el labio con un poco de nerviosismo. La puerta del dormitorio de Yeji estaba abierta, por lo que podía oírse la locución de la radio sintetizada. El locutor, un hombre anciano, tenía una voz muy endeble para hacer el conteo de votos; de fondo se escuchaba bulla de personas- celebraciones y alegatos correspondientes dependiendo de quiénes salían en las papeletas de votaciones.

—¿Has sabido algo de Felix? —preguntó JiSung.

No más que tú —admitió—. Solo sé que está en casa. Llegó a casa, JiSung, pero no ha querido hablarme. ¿Será demasiado si te pido que vayas a verlo? Ni puedes salir- tal vez si concuerdo a que su mamá active la red flú en su chimenea-

—Es el siglo XXI, SeungMin. Casi nadie tiene chimeneas —le recordó mientras se mordía el labio—. Pero tal vez...

—¡Ay! —Yeji chilló en su dormitorio, apenada. JiSung apenas la escuchaba—. ¡Setenta a treinta, HyunJin! ¡55% de las votaciones totales!

De a poco el corazón de JiSung dolió por un achaque. No quería hablar con SeungMin. Él solamente quería irse a su cama.

Si cerraba sus ojos, JiSung podría pensar que se encontraba en el colchón inflable, tras el mostrador de la tienda de papelería que su madrina Leela Stanford tenía. Podría fingir que era un niño normal que dormía ahí, sin preocupaciones del mundo mágico.

—¿Es SeungMin? —SaeJah se acercó con cuidado a JiSung. Él asintió—. Mándale mis cariños, y que venga cuando quiera.

—Puedes venir cuando quieras —repitió JiSung al teléfono—. Es decir, si quieres venir ahora...

El silencio en la otra línea lo asustó un poco, hasta escuchar a SeungMin suspirar. —Yo- tal vez, no sé.

—Y buscamos a Felix.

Sí, vale.

Ambos siguieron ahí, en llamada. JiSung no quería cortarla. En un momento, HyunJin apareció y siguió en línea con SeungMin mientras JiSung iba a la cocina por un budín de chocolate.

El ambiente era d una melancolía de elementos que no existían- o que tal vez no deberían ser presentes por mucho tiempo. Era ligeramente terrorífico ver como de a poco la transitada calle se iba vaciando. Se podía justificar por ser domingo, pero JiSung solo presionaba para que el tiempo sucumbiera más rápido. Que todo el terror de su imaginación se hiciera real. Que el mundo se constituyera solo para acabar el martirio que era la espera.

A través de la ventana de la cocina, vio su propio reflejo que sostenía el budín de chocolate. Su cabello no era verde; era blanco. La señal de peligro estaba sobre él y JiSung no podía sacarse la idea de la cabeza.

«¿Cómo estará MinHo ahora?», se preguntaba JiSung, creyendo que tan pronto como el tiempo pasase rápido, podría verlo.

—¡Ow! —Yeji chilló de nuevo, más apenada—. ¡Sesenta por cuarenta! ¡85% de las votaciones totales!

¿Por qué afectaría a JiSung quién estuviese o no al mando? El Ministerio de Magia nunca importó de lo que fue de él tanto en su vida muggle como mago. Solamente lo miraron para cuando dos mujeres intentaron matarlo, en las vacaciones de primavera. ¿Por qué en ese instante él sentía tantas ganas de llorar?

Para cuando salió de la cocina, vio a HyunJin aun en el teléfono con SeungMin, ambos en silencio. HyunJin tenía su cabeza agachada, y solamente la levantó para cuando Yeji se asomó por el pasillo, totalmente pálida y angustiada.

—¿Y ahora qué? —preguntó ella, desesperanzada—. ¿Qué nos quedará a nosotros?

MinHo volvió a posicionarse en la mente de JiSung, y sintió las mismas ganas de llorar que Yeji mostraba.

De pronto, sintieron un poco de ruido fuera del edificio. JiSung se asomó rápidamente para notar cómo un par de personas caminaban por la vacía calle fuera del Hotel índigo.

—Hay gente reuniéndose —dijo JiSung.

HyunJin cortó la llamada de SeungMin, y asintió con total resignación. —Entonces- unámonos.

¡Gracias por leer! Nos topamos el domingo <3

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