27. El baile de navidad, parte 2
Guía de colores de Han JiSung:
Rojo: enojo. Rosa: vergüenza. Violeta: enamorado. Azul: triste. Celeste: emocionado. Blanco: peligro. Amarillo: preocupado. Verde: asustado. Naranjo: confundido. Gris: dolido. Marrón: neutro. Verde menta: alegre. Negro: cansado. Verde oliva: miedo. Rosa pálido: culpa. Rubio cenizo: nerviosismo. Crema: decepción. Magenta; frustrado. Turquesa: calma. Berenjena: querido, amado. Salmón: orgulloso. Fucsia: excitado.
Capítulo 27
El baile de navidad, parte 2
"¿Sabes bien hasta dónde puedes saber?, razona tanto como quieras, pero ¿sabes bien hasta dónde puedes razonar sin peligro?"
Michael Foucault, ¿Qué es la crítica? Crítica y Aufklarüng
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Diciembre 24, sábado en la tarde
La sangría había migrado de su cuerpo a esas horas, y cerca de una hora nevó lo suficiente para captar la atención de nuevo de los estudiantes, haciendo que todos se sumieran en una gran batalla de nieve para saciar un poco del nerviosismo en la noche.
El banquete comenzaría a las ocho, y siendo las cinco ya hacía que algunos se movieran por el castillo para sus arreglos. Las chicas iban en grupos de un lado a otro, mientras que JiSung vio a un muchacho de Ravenclaw correr de desespero por el pasillo porque encantó su cabello a un verde musgo. JiSung le gustaría tener esos problemas, sin embargo, él se encontraba en uno de los vacíos salones de estudio, con SeungMin, Felix y HyunJin sentado sobre las mesas con una burlesca sonrisa en sus labios junto a un tocadiscos, mientras que la Premio Anual de Ravenclaw: Kim MinJu, lo regañaba.
—Vamos, ¿no te enseñaron a bailar? —preguntó ella—, tómame de la cintura- sí, así está bien.
—Dios...
—No hables en muggle- bien, ahora, muévete al ritmo de la música —ordenó.
—Pero no quiero~ —lloriqueó JiSung.
Por supuesto que sus amigos estaban encantados de la situación, porque para JiSung no era más que vergonzoso. Practicar un baile con una chica ridículamente preciosa, que le miraba con sus ojos cafés delineados con una línea del mismo color y que, por como se veía, no sabía que él era gay.
«Ah, vamos. No porque te invitó al baile significa que le gustas —repuso en él mismo, mientras MinJu lo guiaba en el vals—. Tal vez te vio solo».
»Aunque, ¿cómo una chica como ella no tenía pareja?»
—Auch.
—Lo siento —lamentó JiSung enseguida, a medida que su cabello tomaba un chillón color rosa. Sus amigos se rieron más a su espalda.
MinJu estaba siendo amable, demasiado como para alguien que tenía una reputación como JiSung. Él tenía razón, a pesar de su trayectoria y rendimiento en el Torneo, si alguien hubiese querido invitarlo al baile, ya lo habría hecho; JiSung culpaba los dichos de El Profeta para esa ridícula entrevista, y no sabía si Rita Skeeter continuaba con sus artículos horrorosos de él porque eso pareciera generar la caída de toda su reputación. «El chico que no quería ser mago», palabras que solo decretaron que JiSung odiaba todo lo relacionado con la magia.
Era entendible que la gente se ofendiera, pero una chica tan elegante y de buena posición como Kim MinJu solo generaba extrañeza. ¿Por qué le invitó?
Del tocadiscos sonaba Cuentos de los bosques de Viena de Johann Strauss, y ambos giraban por todo el salón de estudios con sus ojos pegados al otro para que JiSung no flagelara ni se viera como un idiota por tener sus ojos pegados en los zapatos.
—He sido partícipe de varios bailes, por lo que se me es más fácil —se explicó MinJu, cuando en un instante ella le ordenó que practicaran—, pero, como se ve a leguas que tú no tienes clase, necesitamos un poco de práctica.
JiSung no podía estar más de ofendido, con cabello del color de un chicle y con su nerviosismo delatándolo en sus manos. Él no quería bailar- odiaba los bailes y, lo peor de todo, no podría bailar con quien quería.
«Bueno, al menos MinJu es lo más cerca que estaré de MinHo», intentó consolarse.
La canción dejó de sonar, y HyunJin hizo que se repitiera. MinJu volvió a aprisionar la mano de JiSung en su propia cintura y comenzaron a balancear de un lado a otro, y MinJu intercalaba con su mano en el hombro la barbilla de JiSung para sostenerla en sus ojos para que así no perdiera el ritmo.
—Es solo confianza —aconsejó ella—. No debes de temer si es solo un baile.
—Odio los bailes —admitió JiSung—, los encuentro superficiales.
—Lo son, cariño. No dices nada revolucionario.
JiSung sintió un poco de nerviosismo en su cuerpo. Ella era realmente rara.
—¿Te estás sonrojando? —preguntó SeungMin, desde una de las mesas.
—¿Encontraste tu despertar bi? —bromeó Felix, también.
—La tensión que se forma... —HyunJin gesticuló con sus manos para darle una seña mucho más dramática. —¡Ay, que nervios!
MinJu dejó de moverse abruptamente, y se giró hacia los chicos. Los tres callaron tal como la presencia de las veelas al ser intimidados por su ira.
—Pueden ir a jugar a la nieve con los demás niños de primero —ordenó MinJu sin desviar su voz cantarina—. Así, pueden sentirse en su hábitat.
Los tres chicos asintieron con el mismo miedo de la intimidación y corrieron hasta la salida del salón de baile.
—Gracias... —suspiró JiSung de alivio—, me colocaban de los nervios.
—No es de sorprenderse- considerando que ellos no son más que infantes en cuerpos de adultos —repuso ella entre dientes—. Ahora- de nuevo, tócame la cintura.
—¿Por qué me invitaste al baile? —consultó JiSung. El balance cada vez se hacía más natural entre ellos dos.
—Porque me gusta la atención —contestó con tranquilidad MinJu—. Acompañar al campeón que se transformó en dragón... al «hijo de dragón».
—Ugh, no digas ese apodo. Me da grima.
—Solo fue un acto de amabilidad. Tampoco se me fue sorpresa de que aun no tuvieras pareja —continuó—, porque, es bastante doloroso, ¿no es así?
JiSung dejó de moverse, pero los dos todavía no se soltaban. Con su cabello naranja, inquirió:
—¿El qué?
—No poder ir con tu pareja a un baile de navidad.
A primera instancia lo tomó de algo suyo, de él. El «sí, es doloroso» quedó trancado en la punta de su lengua cuando el brillo de un anillo lo cegó por un instante cuando MinJu posiciono la mano que se posaba en el hombro de él hacia el frente, para mostrar desde el dedo anular una preciosa y humilde joya de color violeta, con una circunferencia de color oro.
—Ah- puta mierda... —soltó, impresionado. Tomó la mano de MinJu y la acercó para inspeccionarla—. No sé de joyería, pero eso se ve costoso.
—No lo es. Él no proviene de una familia adinerada —contestó MinJu sin un ápice de humildad, al contrario, parecía orgullosa—. De un rescate de una mujer que falleció en sus brazos. La vida es tan trágica cuando no estás con ellos.
—¿Tu prometido profanó una tumba?
—No alcanzó a hacerlo. Consiguió el anillo en un accidente, hace algunos años. Él estuvo con una mujer casada en el accidente, y cuando falleció, decidió que era mejor robarle el anillo. Cuando me propuso matrimonio, me entregó su mayor pecado: el robo.
—Vaya —JiSung soltó su mano con cuidado—, ¿su mayor pecado es el robo? Debe de ser un buen hombre, en ese caso.
MinJu sonrió aun más abiertamente. —Lo es, y como juré que no bailaría con ningún hombre libre aparte de él, me dificultó un poco conseguir pareja.
—Ah... —Bueno, era lógico, considerando que JiSung era gay y que, a pesar de no estar exponiéndolo siempre, una vibra debía de dar él si hasta Cohan lo dijo. —Inteligente decisión, aunque puedes no asistir.
—Lo haría, pero como tú tampoco eres un hombre libre, me parecía correcto que nos encontráramos para no hacer las cosas aun más incómodas —repuso MinJu, y apretó a JiSung en ella ante cada mueca de realización que él soltó ante sus dichos—, ¿no te parece, cariño?
MinJu debía de ser una mujer muy perspicaz como para no haber entablado una conversación jamás con JiSung y aun así ella ser capaz de leerlo como si fuera un libro abierto. Todos conocían algo de JiSung, porque su cabello se manifestaba de tal forma que era transparente, pero saber cómo su corazón estaba aprisionado por alguien solo generaba en él la comprensión de que, si no fue JiSung quien lo mostró, fue el otro.
—Sí me parece —divagó JiSung—. Inteligente movida de tu parte.
—No se me habría ocurrido si no hubieses querido llamar la atención de MinHo de forma incesante. Era ver a dos niños de seis años- uno le pegaba un chicle en el pelo al otro, y cuando lo acusan con la maestra, ella solamente dirá «te molesta porque le gustas».
—No estamos pasando por un buen momento.
—Claro que no. Ustedes están condenados a no pasar por uno.
La sonrisa de JiSung se borró de a poco, como si hubiese sido una obviedad en todo ese tiempo. Era claro que, en la posición que MinHo se encontraba (opuesta a en la que JiSung vivía), todo sería difícil; sin embargo, MinJu y sus palabras rectificaban la oportunidad que tenían ambos para dejar todo atrás, ignorando sus acciones, y fingiendo que el romanticismo que los rodeaba era tan borrable como cualquier frase de pergamino.
Sin querer demostrar su tristeza en al crisis, JiSung asintió. —Los gajes del amor prohibido.
—Tan cruel~
Cuando el reloj del castillo marcó las seis, MinJu informó que se iría a arreglar. JiSung dejó el tocadiscos en su lugar y también se encaminó hacia la sala común de Hufflepuff, donde vio a SeungMin, Felix y HyunJin disfrutar de una guerra de nieve con algunos otros chicos de otras casas y otras escuelas- incluso JiSung deslumbró a Nadine Delagé con una gran camisola patear los pequeños hombres de nieve que SooBin hacía.
—Ella solo busca atención. —JiSung escuchó a un grupo de chicas de tercer año que miraban a la veela con recelo.
Al llegar a la sala común, se sorprendió de toparse a Mina con su amiga Cho HyeYeon y unas chicas de cuarto y quinto año que parecían bastante dispersas con su apariencia. Entabló una pequeña y nerviosa conversación con Mina donde ella solo decía que cuánto le gustaría continuar con el olor a excremento de caballo para así espantar a YeonJun.
—Pero él me regaló un brazalete —explicó ella, un poco apenada—. No quiere que use el que HyunJin me regaló. Me siento demasiado sucia.
—Siempre puedes cancelarle a último minuto —ideó—. O mejor: dejarlo plantado.
—¿Y arriesgarme a que les haga algo solo por su pataleta? —ella negó con su chasquido de lengua—, ya me metí en esto.
—Suerte.
—Tú igual. —Aunque Mina se sintió tonta por corresponderlo.
Una vez que JiSung regresó a su dormitorio, casi escupió por sorpresa al notar al gato negro sobre su cama. No debía de ser un genio para saber de quién se trataba.
—¡¿Qué haces aquí?! —chilló, asustado. Antes de que el gato pudiese moverse o se transformara en humano, JiSung sacudió sus manos para impedirlo—. No, alto. Quédate así por si alguien entra. ¿Puedes hablar?
—Sí —contestó el gato desde la cama.
—Dios mío, siento que hablo con Salem.
—¿El de "Sabrina, la bruja adolescente"?
—¡Sí!
Erick, desde la cama de JiSung, decidió estirarse. Miró con curiosidad el extendido cobertor, y JiSung pareció absolutamente bizarro ver a un gato esbozar una sonrisa.
—Curioso —dijo Erick, mientras se sentaba sobre sus patas traseras—, no sabía que acá hacían la cama por arte de magia.
JiSung continuaba pegado frente a la puerta cerrada, con un brote de terror en sus venas. Su cuerpo fue incapaz de moverse por un momento hasta que Erick pareció lo que JiSung traía entre manos, que, con un asiento en forma de esfinge, movió su cola con elegancia.
—Bonito mapa.
«Mierda».
Enseguida, JiSung tomó a Erick desde su lomo para inspeccionarlo. Si él estuvo ahí todo ese tiempo, significa que tuvo la libertad de poder inspeccionar el dormitorio, encontrar no solo el Mapa del Merodeador, pero la capa de invisibilidad y, todavía más importante, el borrador de la Compañía. Era tan sencillo ingresar al dormitorio y poder robar todo eso que se sintió como un completo idiota por la vulnerabilidad.
Levantó a Erick y lo guio hasta la ventana, la cual al ser un primer piso no tendría un impacto pesado, pero sí lo suficiente para dejar en claro el mensaje. Sin embargo, antes de que pudiese siquiera abrir la ventana, Erick graznó.
—¡¿Por qué me echas?!
«¿Por qué lo echo?» La respuesta sería sencilla: «porque no debías de estar acá», porque las probabilidades de que lo estaba inspeccionando eran igual de altas y peligrosas como que él haya querido estar ahí por gusto. Erick estaba en la fotografía de la Compañía, por ende, él debía de saber dónde se encontraba el borrador. Saber de la existencia del Mapa del Reino Unido también los condenaba.
»No puedes mostrar miedo».
—Porque no debes de estar acá —contestó JiSung, con sus palabras siendo un delator de su fallo a la calma—. Si Dumbledore te ve...
—Dumbledore no me verá. Ese viejo se hace el tonto en cada que le conviene —repuso Erick, y comenzó a urgirse—. Bájame~
JiSung soltó con brusquedad al gato, y Erick corrió de nuevo hacia la cama de JiSung, con su punto fijo en el Mapa del Reino Unido. Recordó el tiempo en su infancia donde su madrina lo atrapaba haciendo cosas que no debería, y se preguntó si esa era lo que HyunJin y Yeji sentían cada vez que hacían una travesura.
—¿Por qué tienes ese mapa? —preguntó Erick.
—Son los lugares que eremos conocer —mintió enseguida—. Ya sabes- con mis amigos. Nos gustaría hacer un recorrido por Reino Unido —JiSung apuntó hacia las luces que brillaban en cada sector, los cuales algunos habían disminuido considerablemente su cantidad—, por ejemplo, aquí... quiero ir yo. HyunJin y SeungMin acá, y Felix por allá.
Erick no debía de conocer a esas personas, pero si JiSung los nombraba, los hacía real; lo que generaba que su mentira tuviera más sustento.
—Me parece interesante —opinó Erick. JiSung no se dio cuenta que había una calceta sobre su almohada hasta que Erick se encaminó hacia ella y lo arrastró hasta el centro—. Te traje algo para la noche.
Erick movió con la pata el calcetín, pero pareció quedar absorto con el movimiento que rápidamente lo comenzó a cazar con ambas patas. JiSung se lo tuvo que quitar de sus manos y observarlo de cerca.
—¿Por qué demonios me trajiste un calcetín? —le preguntó JiSung.
—Ah- cierto —pareció bastante desconcentrado. JiSung se sintió incómodo al verlo acicalar sus patas delanteras—. No sabía si tenías un traje para esta noche, así que te he traído uno.
—Un traje —JiSung no pareció creerlo. La calceta era verde y vieja. —En esto.
El gato asintió. —Mete el brazo.
JiSung abrió la calceta y metió la mano para tocar el fondo, sin embargo, no llegó al límite de la tela. Su mano se adentró más hasta tocar otro pedazo de tela, uno mucho más suave y de mejor calidad; de a poco, jaló la prenda hasta sacar distintas prendas de su interior. Lo que era un corto vestón hasta su cintura, con una camiseta negra de corte V demasiado profundo, y unos pantalones que JiSung se preguntaba con qué demonios rellenaría si apenas tenía carne en sus piernas.
Quedó impresionado que, por el susto, dejó todas las prendas sobre la cama mientras que Erick intentaba tomar la mayor distancia de ellas. ¿Qué demonios...?
—¿De dónde te robaste esto? —preguntó JiSung, asombrado. Estaba muy buen cuidado.
—¿Qué te hace pensar que no es mío propio? —Erick consultó con una ofendida redundancia.
—No tienes la capacidad de usar algo así aunque te pagaran —comentó. Erick era de un estilo mucho más de vagabundo, sin cuidado por las apariencias—. ¿Dónde lo robaste?
—Que es mío —repitió. JiSung jamás había visto un gato fruncir el ceño—. Me gusta usar esas cosas en los momentos lindos. Matrimonios, por ejemplo.
—¿Y quieres que yo me lo ponga?
—¿Tenías un traje?
—Algo así. HyunSan me dejó uno de sus vestuarios para esto, aunque no me gusta la ropa de los magos.
—Ah, ¿y no te fascina que esto sea un poco más muggle? —preguntó, jocoso—, considerando que eres un muggle con magia.
«Muggle con magia», el término volvía a aparecer y esta vez JiSung lo apropió con mucha más comodidad. No solo fue un concepto que lo abrazó, pero también hizo que sus defensas con Erick bajaran.
—Me bañaré —anunció JiSung—. ¿Puedo hacerte unas preguntas después?
Una vez que salió de la ducha, el gato continuaba en el dormitorio y los chicos parecían seguir en la nieve. Erick se encontraba con sus dos patas apoyadas en la mesa de noche de JiSung, y una la estiraba lo suficiente para golpear una de las camelias que estaban apagadas.
—No lo toques —ordenó JiSung.
—¿De dónde salió? —Erick parecía fascinado—, ¿qué hacen?
—Me lo regalaron para mi cumpleaños. Según el color de mi cabello la flor lo imitará.
—Aw, es un regalo muy lindo. ¿Te lo hicieron los señores Hwang?
—No, fue mi novio.
—¿El muchachito del que te despediste en el Hotel donde te quedabas? ¿Quién te daba besos en la mano?
Sus mejillas se tintaron de rojo ante la referencia, olvidando por completo el segundo encuentro directo que tuvo con Erick y de cómo contempló la forma tan cursi que JiSung y MinHo tuvieron de despedirse luego del intento de magnicidio.
Soltó un suspiro y asintió. Parecía el recuerdo más lejano de lo que en verdad fue.
Entonces, como si el tramo estuviera ahí, recordó la fotografía del borrador de la Compañía y a la mujer calva con flores dibujadas en su cabeza jugar con la varita de cerezo.
—¿Tú tienes una? —divagó JiSung.
—Nah, no estamos en tiempos perfectos para eso, ¿sabes? Amor en tiempos de cólera...
—¿Y qué hay de ella?
Erick pudo formular la pregunta de a qué «ella» se refería, empero, el forzoso e intenso silencio que JiSung creo hizo que racionara enseguida sus palabras. JiSung no podía decirlo, se lo tenía prohibido gracias al vómito, y Erick entró en una realización que hizo que se convirtiera en un humano. Uno mucho más acabado que la última vez que lo vio en algún bosque de Escocia, con un nuevo diente de color oro y su cabello ondulado hasta los hombros de un permanente color café. Incluso su ropa le hacía ver más viejo y pobre.
—¡Ay! —chilló JiSung—. ¡Alguien va a entrar y-
—Hablar de tu madre es un poco incómodo en forma de gato —dijo Erick, y tomó un paso bailable en dirección a la ventana, para tomar asiento en el marco como si no hubiese más estudiantes capaz de mirarlo desde el jardín. No debía de preocuparse mucho, en realidad, todos estaban concentrados en la nieve.
—¿Es real, o un invento de la imaginación de alguien?
—Real, para la fortuna y tragedia de todos.
—¿Por qué fortuna y tragedia?
—Depende del punto en que lo veas, claro está. Tu novio no es más que un enemigo de ella, por si quieres saber.
—Mi novio no es el enemigo de nadie —excusó—. Él sabe lo que hace.
—Lo suficiente, pero hay caminos que no sabemos si es que toman como los correctos o incorrectos.
—No hables de mi novio como si él fuese un fascista que quiere acabar con la vida de todos, Erick —repuso JiSung con molestia—. Tiene dieciocho años.
—Y tu madre tenía la misma edad cuando decidió plantear una revolución, allá en la escuela Mahoutokoro.
JiSung no esperó esa cantidad de información, y tampoco creía que estaba preparado para saberla.
—¿Y está viva ahora? —preguntó JiSung. La fotografía en el borrador tenía un montón de nombres con cruces a sus lados que designaban el luto.
—Espero. No he sabido de ella desde hace un tiempo —admitió Erick. Como JiSung no continuaba con la pregunta, él prosiguió—: ella hizo que se detuviera la escuela en su momento, y generó estragos por donde pisara. Sus padres lograron que saliera de la escuela y tuviera una residencia en Inglaterra para que el Ministerio de Magia no sospechara, pero la chispa ya se había encendido. Fue imposible apagar el incendio que ella creó en la política de Corea del Sur que hizo que todo se detuviera.
—Una sola persona no puede hacer eso —replicó—, además, una revolución política toma demasiado tiempo. Ella no hizo nada de eso.
—Hizo todo lo que estuvo al alcance de sus manos y más, porque los metamorfomagos somos capaces de transformarnos en cualquier cosa cuando tienes un poco de práctica —sonrió.
JiSung meditó esas palabras sin querer digerirlas, en el sentido práctico todo no sería más que catastrófico.
—¿Y cómo se conocieron?
—Era una alumna estrella en su momento, fascinada con Pociones. Yo era su maestro de Defensas Contra las Artes Oscuras, y fue una linda dinámica de maestro-alumno que ella recordó cuando nos volvimos a topar tiempo después, cuando se fundó la Resistencia de la Transversal Soberanía.
—¡IIIUUUGGGHHH! —chilló JiSung, horrorizado—. ¡¿La conociste siendo tu alumna?!
—La primera vez —justificó—, luego-
—Era tu alumna. —La idea que cualquier profesor sea potencial pareja para un estudiante de Hogwarts hizo que JiSung se sintiera asqueado. —¡¿Cuántos años se llevaban?!
—Yo soy del 73, ella del 84. La conocí con dieciocho-
—¡Iugh!
—Vamos, ¿no que querías saber? —cortó Erick el dramatismo de JiSung—. Es una historia muy linda.
—Ya no quiero oírla —dijo JiSung, mientras se tapaba los ojos con horror—. Soy producto de la perversión...
Erick esperó a que JiSung dejara de lamentar su existencia hasta que lo vio sentarse sobre la cama. Un poco divertido, Erick sonrió.
—Sabía que no estabas preparado —dijo.
—No sabía que eras un pervertido —se excusó JiSung, mientras se sentaba con las piernas cruzadas sobre la cama—. ¿Por qué te fijaste en una niña?
—Nos conocimos en septiembre del 2002 —retomó él la historia—, y ella dejó la escuela en febrero del 2003. No nos volvimos a reencontrar hasta enero del 2004, donde me pidieron que formara parte de una sociedad secreta que una persona creó.
—¿Quién?
Erick volvió a ensanchar su sonrisa, lo que hizo que la boca de JiSung se desencajara a medida que su cabello cambiaba desde la raíz hasta las puntas de un color celeste.
«Me jodes...»
Probablemente lo habría sabido si es que JiSung leyese coreano, o si hubiesen tenido la posibilidad de abrir aun más el libro. Aun con todo, JiSung jamás se esperó que ella fuese una fundadora de la organización que MinHo y los padres de HyunJin y Yeji militasen ahora.
—¿Es en serio? —corroboró. Erick asintió, orgulloso—. Me jodes. Me estás jodiendo. Es imposible que-
Antes de formularlo, la bilis volvió a subir. JiSung tuvo que tapar su boca para evitar que el vómito saliera expulsado de ahí.
—¿Por qué me pasa esto? —le preguntó JiSung, repentinamente pálido.
—Ah, bichito, creo que es demasiado lo que tienes que saber como para-
—¡Dime!
La sonrisa de Erick se borró al instante, para darle paso a su seriedad. A JiSung no le gustaba que Erick cambiara tan rápido sus emociones- lo hacía inestable con la forma que quería actuar alrededor de él.
—¿No te ha pasado antes? —indagó Erick—. ¿No has hablado de nosotros nunca?
—Sí lo he hecho, pero jamás tuve ganas de vomitar —se explicó JiSung—, de hecho, creo que fue para cuando... cuando tú me lo dijiste. —JiSung recordó ese instante: en la calle, cerca del Hotel índigo, con un loco siguiéndolo a todas partes hasta que lo llevó a un rincón y, con normalidad, soltó cuán decepcionado estaba por no reconocer a su padre. —Desde ahí que no paro de vomitar cuando quiero nombrarlos.
—Supongo que el sortilegio se activó tan pronto como me reconoció —admitió Erick, con un deje de culpa en su mirada seria.
—¿Sortilegio? ¿Me colocaron un hechizo?
—Una runa, mejor dicho.
—¡¿Runa?! —JiSung no quería creerlo. No podía creerlo. ¡Una runa! ¡¿En serio lo maldijeron?! La sorpresa fue a tan nivel que de una velocidad rápida el rojo tomó su cabello, y se levantó de la cama para ir de forma abrasiva hacia él. —¡¿Cómo fueron capaces?! ¡¿Cómo se atrevieron?! ¡¿Con qué fin?!
—JiSung —Erick alzó sus manas y habló con calma—, tranquilízate, por favor. No quiero que te alteres-
—¡Me colocaron una runa, por amor de dios! ¡Le colocaron a un bebé una runa para que no dijera... para que no los nombrara! —JiSung buscaba en la desesperación de su rabia sinónimos para evitar vomitar. —¡¿Cómo me hacen esto?! ¡Ni siquiera tuve la necesidad de hacerlo!
—Bichito-
—¡Nada de «bichito»! —JiSung no sabía qué hacer con su enojo, el cómo explotar la rabia. No quería que las escamas salieran antes del baile porque eso lo delataría por completo, así que tomó el Manual de Adivinación de Felix de su mesa de noche y amenazó a Erick a golpearlo con eso. —¡Me abandonaron en una casa desde que era bebé! ¡Me rapaban el cabello y nunca pude tener contacto con otros niños! ¡¿Quién demonios era Leela y por qué me dejaron con ella?! ¡Desde que me expulsaron que nunca más pude salir de la casa!
—Ji-
—¡Cállate! —Entre tantos, JiSung se paseaba por el dormitorio. De a poco se desesperaba por la rabia que acumulaba. Gritar no era suficiente. —¡Me abandonaron! ¡Los dos! ¡Dieciséis años donde Leela me dijo que ustedes estaban muertos! ¡Y ahora regresan! ¡Y resulta que jamás pude nombrarlos porque tenía una maldición! ¡Sácame la runa!
—JiSung, yo-
—¡Que me la saques!
—Escúchame. —Erick se levantó de la ventana y se atrevió a tomar a JiSung de los antebrazos para que dejara de moverse. JiSung, asustado, se urgió en él mismo- creyó que lo golpearía o lo escupiría en la cara, porque por primera vez notó cuán fuerte y alto era Erick comparado con él. —JiSung, por favor, préstame atención.
JiSung no quería. Su cabello estaba de un potente verde con luces rojas que se apagaban ante cada movimiento que hacía para liberarse, sin embargo, Erick no lo soltaba. «No me toques. No me toques. No me toques».
—Bichito —volvió a hablar Erick, con su voz más suave—. Por favor, necesito que te calmes y entiendas que lo hicimos por tu bien.
—¡Me maldijeron!
—No sabes cuán curioso e inteligente eras cuando pequeño, tan independiente y contento —comenzó—, y sabías- demasiado. No porque querías, sino porque observabas. Estabas en un entorno tan hostil que lograste sacarme un poco de luz en todo el lugar, y conversábamos de tantas cosas que pensaba «mierda, este chico es tan inteligente. Tal como su madre».
—¡No tiene sentido lo que me estás diciendo!
—Eras inteligente, lo que te hizo peligroso. Cuando tuve que dejarte con Leela, con Hana acordamos que no debías de hablar de nosotros. Sería peligroso para todos, en especial en ese momento en que te dejé ahí, al cuidado de ella.
De manera repentina, Erick atrajo los antebrazos de JiSung hacia él, y lo aprisionó en un fuerte abrazo. JiSung se removió enseguida, mientras berreaba con órdenes para que lo soltara, pero Erick no hizo caso.
—No sabes cuán aliviado estuve al saber que seguías con vida —susurró Erick—, que todo lo que hicimos con Hana valió la pena. Que estarías a salvo. Jamás imaginamos que lo lograrías..., tan peligroso era tu mundo por culpa nuestra que, enterarnos que estuviste en esa casa que explotó y que saliste con vida..., fue volver a darle sentido a mi vida,
JiSung no entendía por qué aquello hizo su barbilla temblar ante una pena acumulada que no sabía que sufría. Las defensas de la paternidad terminaron por derrumbarse, y por primera vez JiSung sintió la existencia de una familia- de que su sangre pertenecía al de más personas.
—No entiendo —dijo JiSung, con su boca pegada al hombro de Erick—. ¿Por qué me colocaron una runa, si apenas podía hablar? Los bebés apenas y entienden lo que pasan.
Erick separó a JiSung con suavidad de él; JiSung no había correspondido el abrazo, pero no quiso apartarse tan pronto. De manera sorpresiva, Erick sacó su varita desde el cuello de su ropa y apuntó a JiSung.
—Te lanzaré un hechizo diagnóstico, ¿vale? —informó.
Antes de que JiSung dijera algo, el hechizo le golpeó. El brillo se estrelló contra su frente y, al contrario de la espera dolorosa, fue como si un algodón trazara un camino por todo su cráneo hasta llegar a su nuca, para de pronto dar esas mismas luces y caminos brillantes a un par de centímetros de la cabeza de JiSung tal como él lo hizo cuando quiso saber qué runa pertenecía al borrador de la Compañía.
Pequeñas luces eran símil a sus neuronas, las cuales brillaban de color blanco entre pequeñas líneas parecidas a culebras que viajaban de un lado a otro. JiSung no reconocía si era la forma en la que funcionaba su mente, una maquetea de sus neuronas, o solamente era la magia que intentaba retratar algo tan abstracto como lo era la psiquis.
Fue sorpresa para él que Erick leyera cada una de sus luces con detención; su ceño estaba fruncido y su cabello tornó de un ligero rubio cenizo mezclado del rojo de ira para dar a entender que había algo que no estaba en su lugar. Algo extraño.
—Tienes dos runas, y hay rastros de una tercera —informó Erick, y apuntó con su varita hacia una de las luces. JiSung alzó su mirada para también verlas, asombrado—. La runa que te colocamos para que no nos nombraras, y una runa de bloqueo. La tercera runa es la que me informaste que tu profesor te colocó.
—Para sanar el fuego de dragón —se explicó JiSung.
JiSung no tenía idea de cómo Erick pudo observar la presencia de las runas, porque, para él, todo no era más que luces y rutas trazadas con magia. Ahora bien, entre lo que era su propia cabeza, notó unas luces blancas teñidas de rosa.
—Una runa de bloqueo —repitió JiSung—. ¿Bloqueo de memoria?
—¿Has intentado realizar un patronus, bichito?
—Sí, y no funcionó. Me siento débil después de esto.
—El patronus se forja a través de las emociones de los recuerdos, y cuando tienes una runa bloqueando la mitad de tu vida, el encantamiento no logra alimentarse suficiente —constató Erick.
JiSung tuvo que replantearse las palabras de Erick, y le miró con duda.
—¿Cómo que bloquearon mis recuerdos? —le preguntó—. ¿Estás seguro de eso? —Porque no tenía sentido. JiSung sabría si algo mal estaba en sus memorias; es decir, él veía con lucidez cada año de su vida.
—Lo estoy —aseguró Erick—, porque tú me dices que llegaste con Leela cuando eras bebé, pero no es así. Fui yo quien te dejó en su casa en 2013.
JiSung esbozó una sonrisa, incrédulo, y negó. —Mentira..., a mí me dejaron de pequeño. Ella me dijo que-
—JiSung, ¿cómo no sabré que fui yo, si yo lo hice?
—En 2013 me expulsaron de la escuela muggle que estuve —elaboró JiSung, confundido. Su cabello, de un fuerte naranjo, comenzó a ondear por su propia cuenta—. Y desde ahí que no salí de casa- dios, Erick, ¿y cómo no sabre yo si fue a mí a quien abandonaste?
—En 2013 —insistió.
—No, fue mucho antes.
—Bichito, ¿por qué demonios me estás discutiendo, si soy yo tu padre? —discutió Erick—. Fui yo el que te dejó en la casa de ella. Casi nos morimos de camino a su casa, ¿es que en serio no tienes ninguno de esos recuerdos?
—¿Qué «recuerdos»?
Esos recuerdos. Aquellos que JiSung pensó toda su vida que era vivencia cuando no fue más un efecto colateral del propio desespero de su mente al querer rellenar huecos argumentales de su propia vida.
JiSung tuvo que quedarse callado por un gran lapsus para poder digerir la información. Sus padres. La runa que reprimía sus palabras. La runa que reprimía sus recuerdos. El hecho de que la mitad de su vida no ha sido más que la constitución de palabras y relatos de Leela. Y, sobre todas las cosas, que bajo el colchón de su cama se escondía un libro que podía darle respuestas a todos sus problemas de quién era él.
Antes de que Erick pudiese alcanzar a JiSung del brazo, él habló.
—Creo que es mejor que te vayas —aconsejó JiSung.
—¿Ahora? —La voz de Erick sonó mucho más inestable, junto con su ceño demasiado fruncido. Se veía bastante conmocionado con la noticia. —JiSung, tienes una runa de bloqueo-
—Pues, quítamela —pidió, mientras aleteaba sus brazos—, ¡sácame todas las basuras que me colocaste solo por gusto!
—Entiende que fue por tu bien-
—¡Siempre es por mi bien! ¡Siempre es porque debías de cuidarme! —gritó en un arrebato. JiSung empujó a Erick hasta la ventana—. ¡Largo! ¡No quiero verte ahora!
—¡Bicho! —Erick lo volvió a tomar de sus antebrazos—, por favor- esto es serio.
—No tienes derecho de decirme qué hacer-
—Lo tengo. Eres mi hijo —Erick escupió con suma seriedad—, y me he enterado que los recuerdos de él fueron suprimidos. Esto es serio.
—He vivido con el suficiente caos en mi vida para saber que me importa una mierda todo esto —masculló JiSung, y forzó para empujarlo una vez más—. Lárgate. No me importa si yo soy tu hijo, porque tú- tú eres nada.
JiSung empujó por última vez a Erick hasta la ventana, y él terminó por rendirse. Erick abrió la ventana del dormitorio y, con un último vistazo, dispersó el encantamiento diagnóstico del dormitorio y se dejó caer para convertirse en una lechuza e irse volando de ahí- justo a tiempo cuando HyunJin y Felix ingresaban al dormitorio, empapados con el aguanieve de su guerra.
—Ah- woah, ¿por qué no nos acompañaste? —preguntó HyunJin al entrar.
—SeungMin terminó en enfermería porque casi le dio hipotermia —contó Felix, demasiado agraciado como para casi perder su pareja de baile.
No obstante, al notar la ventana abierta y la extraña mueca que JiSung tenía, junto con la mezcla de colores que su cabello tenía, se detuvieron.
—¿Qué pasó? —preguntó HyunJin.
—¿Acaso tú...?
—No. Intenté abrir el libro, pero no pude —excusó JiSung, mientras regresaba hacia su cama—. Ya me bañé, así que ustedes- uh, usen la ducha. Les traeré tés de la sala común.
Intentó sonar lo más divertido y JiSung posible para poder apartarse de ellos por un instante. Al cerrar la puerta a su espalda, en el túnel del dormitorio, tuvo que reprimir todo sentido de desborde de su pasado.
Desde que sucedió lo de la casa de los Hwang, en el receso de primavera, los acontecimientos no se detuvieron en JiSung, y no lo harían por más que estuvieran en una plegaria. En el libro estaban todas las respuestas, y si lograba desbloquearlo por completo, podría saber la razón por la que fue dejado en la casa de Leela.
«No seas estúpido —se atajó enseguida—. Te dejaron porque algo debían de ser ellos. Metamorfomagos, obviamente, pero si ella fundó la Compañía, significa que fueron algo más. Más importantes. Más respetables. Más temibles. Me maldijeron para que no los llamara para que ningún mago fuera a buscarme, y me reprimieron mis recuerdos para que yo no... no sufriera, tal vez, o para así hacer la despedida más fácil».
»Ahora, si Erick no fue quien reprimió mis recuerdos, ¿quién lo hizo?»
Tenía la otra respuesta, aquella que era obvia, pero le gustaría que alguien más se lo dijera. MinHo, por ejemplo, quien sabría perfectamente como se sentía en ese instante.
Al regresar al dormitorio con dos tazas de tés, Felix se terminaba de secar con su toalla mientras HyunJin tomaba la ducha; se colocaron sus prendas de gala: Felix usó un clásico traje muggle de color azul marino, el cual hacía resaltar el rubio tintado de su cabeza; mientras, JiSung se probó el atuendo que Erick le había dejado, el cual, por arte de magia, se ajustaba a sus propias proporciones de cuerpo.
—¿De dónde lo sacaste? —le preguntó Felix a JiSung, mientras se anudaba los cordones de sus zapatos.
—Regalo de navidad. Tal vez de Leela —mintió.
Cuando HyunJin salió de la ducha, Felix y JiSung pelearon para verse en el espejo para poder arreglarse. Felix se las arregló para dejar su cabello peinado hacia atrás, por otra parte, el cabello de JiSung jamás cedió a la pelea.
—¿Y si te cambias el color? —ofreció HyunJin a su vez que se vestía.
JiSung se miró al espejo. Él jamás consideró hacer un cambio permanente en su cabello porque jamás mantenía el mismo color, sin embargo, fue tentadora la idea. Decidió cambiar su ordinario café a uno negro.
—Eres capaz de cambiar tu color de pelo y te quedas en el negro —regañó Felix—. ¿Por qué?
—No soy muy creativo —justificó, un poco avergonzado. Creía que el negro le quedaba bien.
Aunque JiSung pudo sostener parte de su cabello hacia atrás y Felix decidía dejar un par de mechones rebeldes en su frente, ambos se sintieron feos al ver a HyunJin vestido. A diferencia de los trajes muggles que ellos llevaban, HyunJin portaba una larga túnica abierta de color negra del mismo color que sus pantalones, los cuales, sueltos, daban a relucir una movilidad elegante. Su camisa era blanca, y la tenía desabotonada a propósito los primeros botones para dejar ver una preciosa cadena de color oro.
El color le acentuaba, en especial por su cualidad veela. Su piel morena parecía brillar con más ganas, y su cabello claro se volvió mucho más potente.
—Creo que necesito lentes de sol —halagó Felix.
—Estás sexy —comentó JiSung con sinceridad—. Demasiado. Te comería si no fuera incesto.
HyunJin correspondió los halagos con una sonrisa, aun cuando esta se vio opacada por el fantasma de la tristeza.
—¿Mina pensará lo mismo?
—Seguro —Felix y JiSung respondieron al instante. Ambos se dieron un cabezazo.
Aunque eso no lo animó por completo, asintió para poder tragarse también ese deseo.
Al bajar a al sala común, JiSung sintió una mezcla de olores y colores que lo dejaron encandilado por un momento. La cantidad de estudiantes con trajes y vestidos de colores daba una sensación mucho más contenta del clásico negro del uniforme, aunque algunos corrompían la propia imagen con elementos modernos.
JiSung podía diferenciar a los criados con la magia de los mestizos y de los muggles, y por primera vez él tuvo la referencia de cuántos chicos criados con magia, en la cultura del Mundo Mágico, delataban sus costumbres. Aquellos llevaban vestones igual de largos y sueltos que los de HyunJin (aunque ninguno lo lucía tan bien como su mejor amigo); mientras, las chicas magas llevaban vestidos largos, sueltos, algunos con preciosas caídas sobre sus hombros y con mangas hachas, o con tirantes decorados con volantes de colores y brillos.
Por otro lado, los chicos muggles variaban mucho más el vestuario, en exploración del género y la moda. Chicos que podían darse el lujo de usar aretes o joyerías más ostentosas, y chicas que usaban trajes de dos piezas y tacones altos. Otras chicas llevaban vestidos cortos y apretados, y otros chicos lucían más desordenados al no entender la etiqueta de vestuario de gala. Todo era una maravilla de desorden visual que JiSung se sintió fascinado.
Las parejas se encontraban con felicidad, y JiSung se sorprendió de la mayoría que iban en grupos o como amigos; a él le habría encantado, de cierta forma, porque ahora su corazón se apretaba de nerviosismo por saber qué tan bien se vería MinJu. Si ella se veía más preciosa que él, JiSung se avergonzaría profundamente.
De repente, pensó en Seo SooJin. MinHo nunca le confirmó o negó si ella sería su pareja para el baile, pero, si lo era, JiSung esperaba verse más lindo que ella. Si lo lograba, todo habría valido la pena.
En el vestíbulo y los pasillos los alumnos se encontraban, ansiosos, con sus citas de otras casas y las otras escuelas. Frente a las armaduras lograron toparse con SeungMin, quien al igual que HyunJin, su túnica larga de color verde le daba una apariencia divertida.
—Vaya —exclamó SeungMin al verlos—, se ven bien. Creo que es la primera vez que los veo tan elegantes.
—No hemos coincidido en muchos funerales —dijo JiSung entre dientes.
Felix, un poco incómodo, se abrió paso entre sus dos amigos e ir hacia SeungMin, más nervioso de lo que debería.
—¿Nos adelantamos nosotros? —ofreció Felix.
SeungMin, quien no esperaba que diera el primer paso, asintió. —Sí- vale, vamos.
Los dos emprendieron su paso entre el mar de gente. HyunJin y JiSung se miraron con asco.
—No puede ser que el grupo se arruine por su culpa —lamentó HyunJin con dramatismo.
—Por cosas como estas debimos mantenerlos separados —coincidió JiSung.
Se acompañaron en busca de sus parejas- encontraron a Choi Lia cerca de las mazmorras, quien llevaba un vestido negro largo y su cabello lacio peinado hacia atrás. Encantadora, desde el punto de vista de JiSung, pero HyunJin movía su cabeza de un lado a otro.
—Tu novia se fue al Gran Comedor —le dijo Lia.
—Buscaba a Yeji.
—Seguro —murmuró con sarcasmo.
Y, de camino a, JiSung al fin se topó con Kim MinJu, quien portaba un vestido negro, corto, de mangas abultadas y tacones ridículamente altos- que la dejaban a mayor altura que JiSung.
—Ah- ¿por qué? —se lamentó JiSung—, ¿no notas que yo soy bajo?
—No es nada personal —dijo ella, fanfarrona, mientras pasaba un mechón de cabello café sobre su propio hombro. Se le fue imposible para JiSung no notar el anillo en su dedo—. ¿Vamos?
Aun con la gran cantidad de gente en el vestíbulo hacia el Gran Comedor, JiSung se esforzaba para poder divisar la cabeza naranja de MinHo entre todos. Por un instante, cerca de la hora del banquete, JiSung creyó que MinHo ni siquiera se atrevió a aparecerse; SooJin estaba con un precioso vestido esmeralda, y pareciera que también lo buscaba a él. Si ella no sabía...
—Oh, no.
Antes de que JiSung pudiese preguntar por MinHo, vio a HyunJin con sus ojos pegados dentro del gran salón: YeonJun, de túnica verde y negra, era cogido del brazo por Mina, quien tenía un corto vestido de color rosa que contrastaba demasiado a la cultura de ambos.
—Se ve preciosa... —suspiró HyunJin con pena. Lia bufó de desagrado a su lado.
Las miradas se intercalaban entre la pareja novedosa por cuán bizarro era la mezcla, con la llegada de Nadine Delagé y Hwang Yeji, quienes, al ser una veela completa y la otra chica un cuarto de ella, lucían el brillo, la belleza y la imposición de forma elegante. Con sus vestidos de colores complementarios, cabellos recogidos y sueltos, y joyería fina, si JiSung hubiese tenido que apostar cuál era la pareja más caliente de esa noche, eran ellas dos.
La voz de la profesora McGonagall retumbó en el Gran Comedor:
—¡Los campeones siéntense acá, por favor!
Las mesas estaban decoradas con manteles blancos, donde todos se acomodaban con sus respectivas parejas. En la mesa de los profesores, se abrió el espacio entre ellos para extenderla, donde se daba la indicación para que los campeones tomaran asiento. JiSung divisó aparte de Nadine con Yeji, a Victoria Krum con su pareja quien, para sorpresa de nadie, era también un muchacho igual de grande e intimidante que ella de su misma escuela, quien lucía una capa de piel preciosa. Tras ellos, y de manera más tímida, Bang Chan llegaba del brazo con una muchacha de Beauxbatons, rubia, baja, y tan sonriente que sus mejillas estaban constantemente abultadas bajo sus ojos.
Ambos se las arreglaron para sentarse al lado del otro, para al menos así JiSung mantuviese su calma. Desde la mesa de los campeones JiSung podía divisar a todos en el Gran Comedor, pero seguía sin haber presencia de MinHo.
—¿No lo viste? —consultó JiSung a MinJu—. Durante la tarde o...
—Tal vez se retrasó. Para no dejar a los de primero, segundo y tercero fuera, decidimos que hicieran una maratón de películas para el que querían en la biblioteca —contó MinJu—. MinHo propuso una película que vio para las vacaciones, y Filch los cuida. ¿Cómo se llamaba...? ¿Nope? O algo así.
«Ah, vaya». JiSung podía escuchar los gritos de terror de los menores.
De a poco la mesa se comenzó a llenar con los demás maestros y directores. Madame Maxime daba miradas frígidas a Nadine y a la acompañante de Chan para que mantuviesen todo momento su espalda recta y hablaran con clase, mientras que el director Karkarov se servía de whisky de fuego en su copa una cantidad más alta de lo recomendado.
Las charlas se transformaron en exclamaciones de orgullo y sorpresa. En el medio del Gran Comedor, todos se abrieron paso para que Hans DeLuca cruzara con una preciosa mujer colgada de su brazo, de quien JiSung presumía que fuera su esposa. No obstante, los gritos y vitoreos se hicieron mucho más potentes cuando vio a HyunSan y a SaeJah pasar, con los cánticos del equipo de HyunSan proveniente de algunos alumnos.
HyunSan tomó asiento, nervioso, al lado derecho de DeLuca; SaeJah no pareció querer responder a las etiquetas, y se encaminó hasta la mesa de los campeones para saludar a Yeji y a JiSung a cada uno con un beso en la coronilla de su cabeza. Yeji se vio avergonzada en el instante que Nadine Delagé se presentó ante ella, y SaeJah dio el inoportuno comentario de conocer a los parientes de ella.
«Esto es tan bizarro», pensó JiSung, con la cordialidad de no querer explotar en burlas en ese instante.
Cuando SaeJah se enfocó en la pareja de JiSung, lució ligeramente perpleja.
—Ah- vaya —comentó ella, con una sonrisa—. Creí que vendrías con alguno de tus amigos, cielo.
—Nadie quiso —JiSung frunció su cara—, pero MinJu me invitó.
—Me enseñaron a siempre tomar la delantera —MinJu le dijo a SaeJah con orgullo.
SaeJah le sonrió, pero era esa sonrisa que JiSung conocía- la mueca de lejanía que también colocó cuando MinHo estuvo en el Hotel para las vacaciones de verano.
La cena se llevó a cabo con éxito. MinJu, JiSung y Chan se sumieron en conversaciones donde se dedicaron a criticar y opinar sobre la vestimenta de los profesores, de las teorías de por qué la cita de alguien fue aquél, y de cuán deliciosa la comida era mientras ellos se quemaban las cabezas por el torneo.
—¿Ya descifraste el mensaje? —le preguntó Chan a JiSung en un momento—. Yo aun no lo entiendo. Creo que está mal el huevo o algo así.
—¿Mensaje? —JiSung no tenía idea de lo que Chan decía—. ¿A qué te refieres?
Chan le miró incrédulo. —El mensaje del huevo, JiSung.
JiSung hizo una mueca con sus labios. «Vaya, ¿quién diría que el huevo tiene un mensaje?»
—¿Y sabes cuál es? —tanteó JiSung.
—No, yo no- espera, ¿ni siquiera lo has abierto?
—¡¿Esa cosa se abre?!
Chan lo miró como si no pudiera creer lo que decía, y prefirió cambiar el tema de conversación.
La cena pasó con calma, o con una que JiSung se forzaba a tener para no salir corriendo del lugar. Erick diciéndole todas esas cosas y con DeLuca dentro del mismo espacio lo asustaba demasiado. Ninguno de sus amigos cercanos estaba cerca, y aun no se topaba con la cabeza naranja de MinHo. ¿Y si él no vino?
En un instante, cuando todos comieron postre, Dumbledore pidió que todos se levantaran e hizo que las mesas desaparecieran del gran salón para hacer aparecer un escenario en la orilla, con instrumentos en su podio. Dumbledore presentó a los músicos como Las Brujas de Macbeth.
Ellas subieron al escenario con sus vestidos cogidos de largas túnicas, y algunas daban miradas desaprobatorias a la gran variedad de vestimentas que no iban acorde. JiSung quedó un momento, con su mirada perdida en cómo ellas se arreglaban, antes de que MinJu lo jalara del brazo.
—¡Tenemos que abrir el baile! —le recordó ella.
Al llegar al centro de la pista de baile, una oleada de nervios se apoderó en JiSung que lo delató con su cabello rubio ceniza. Los demás campeones también estaban ahí, y sintió una profunda envidia por Nadine y Yeji quien parecían estar en su propio mundo; la pareja de baile de Chan no se veía demasiado contenta luego de que él la ignorara toda la noche por conversar con ellos, y Victoria Krum con su pareja lucían intimidantes en un rincón, preparados para bailar como si fuera de una pelea.
Entonces, tras MinJu, los ojos de JiSung finalmente alcanzaron a los de MinHo, quien no reconoció porque su cabello naranja ya no lo era: ahora, mucho más largo, era un encantador negro peinado hacia atrás. Dios, JiSung amaba demasiado la frente de MinHo, y sintió un poco de pena al no poder tenerlo a él en sus brazos en ese instante.
Ya no quería estar peleado con él. Quería besarlo.
La canción de apertura era uno mucho más triste de ritmo comparado con lo que JiSung estuvo practicando, pero MinJu lo guio lo mejor que pudo. Ella tarareaba el ritmo para que JiSung no se perdiera, y así pudieran hacer las vueltas de forma armoniosa. Estiraba su brazo y ella se envolvía con facilidad, con su cabello dando volteretas de forma elegante.
No supo si fueron dos o tres canciones en las que las cuatro parejas bailaron solos, bajo la vista de todos, que luego la pista se comenzó a llenar de más parejas. El profesor Dumbledore bailaba con Madame Maxime, mientras que el profesor Karkarov seguía pegado a su botella de whisky, divisó a HyunJin guiar a Lia hasta el centro, quien tenía una mueca de molestia en su rostro aun más marcado. En otro rincón, JiSung divisó a Felix sonreírle a SeungMin mientras lo incitaba a que bailara; SeungMin, en su naturaleza introvertida, sacudió la cabeza un par de veces, sin embargo, Felix estiró el brazo y giró bajo de él hasta atraerlo y, sin decir que era un baile real, ambos se balanceaban de un lado a otro, aferrados.
También vio a ChangBin, quien bailaba al compás de la canción con su cita de Beauxbatons; él no se veía demasiado familiarizado con ella, por lo que ambos se notaban tensos. En otro rincón, JiSung reconoció a Shin Yuna con su cita; ella reía a carcajadas de cosas sin sentido con un precioso vestido rojo junto a su acompañante de Durmstrang, mientras que, unos metros más allá, JeongIn la veía con una furia delatadora, incapaz de moverse mientras que su cita lo intentaba arrastrar a la pista de baile, sin embargo, JeongIn estaba plantado como roca.
Como milagro, las canciones lentas se detuvieron. La gaita comenzó a sonar mucho más rápido, y enseguida un bullicio colectivo de ánimo hizo que las parejas se soltaran para comenzar a bailar de forma más entusiasta. JiSung pensó que tal vez MinJu querría detenerse, ay que la actuación se había detenido, pero ella lo tomó de los brazos y comenzó a sacudirlos con energía.
—¡Me encanta esta canción! —exclamó ella.
La ventaja de las canciones animadas era de que JiSung ya no debía de estar tenso al lado de ella, por lo que solamente se meneó y bailó al compás de las canciones como si fueran sus favoritas. De tanto en tanto se olvidaba de Erick, se olvidaba de sus memorias suprimidas, y se olvidaba de que MinHo también estaba ahí.
«MinHo», porque, como siempre, recordarlo era un balde de agua fría.
»¿Dónde estará?»
Hasta que lo encontró, entre la gente y la Sociedad Secreta. Todos vestían de colores sobrios, pero solo Mina destacaba con su vestido rosa, quien se dejaba guiar por YeonJun de un lado a otro, con la pulsera que él le regalo resplandeciendo su muñeca, y con las defensas ligeramente bajas cuando él la hizo girar. JiSung esperaba que ella estuviese pasando un buen rato, y no solo él, porque dos personas junto a ellos encontró a MinHo también echarles miradas.
Su respiración se atascó por un instante. MinHo no bailaba, no, claro que no. MinHo no era de bailar, y eso JiSung lo confirmó en su cuarto año cuando se toparon con él animado, cantando y saltando por un gran brote de energía, y MinHo no movió ni un solo músculo para ceder. Podría culpar el dolor de huesos y músculos, ahora bien, JiSung no se sorprendería si él en verdad no se movía.
Tenía una botella de cerveza de mantequilla en sus manos, y SooJin bailaba con Shuhua y SoYeon a una pequeña distancia de MinHo. Las tres compartían un broche de cabello que JiSung incluso consideró adorable, y las dos chicas se encargaban de hacer mover a Shuhua como si su vida dependiera de ello.
En un momento, las Brujas de Macbeth se bajaron del escenario para darle paso a otro grupo, esta vez de chicos más jóvenes, quienes portaban instrumentos mucho más modernos.
—Nos cansamos un poco de la magia, ¿eh? —habló el vocalista al micrófono. La mayoría quedó colgado por el desentendimiento—. ¿Qué tal un poco de música de verdad?
—¿No te quieres ir a sentar un poco? —consultó MinJu, entre jadeos.
JiSung no se dio cuenta cuándo hizo aparición un sintetizador, pero rápidamente el público de hijos muggles fue captado con Call On Me de Eric Prydz.
—¡Ah, no! —JiSung la jaló para que no se moviera—. ¡Bailarás canciones de verdad! ¡Nada de esa basura con gaita!
El vocalista no era más que un animador, ya que el chico del sintetizador hacía la mayor parte del trabajo con canciones grabadas de los artistas originales, pero de tanto en tanto la batería con las guitarras eran usadas con canciones mucho más instrumentalizadas.
Algunos chicos se horrorizaron con las letras de Old Town Road de Lil Nas X, pero los alumnos disfrutaban por completo. En un instante colocaron canciones de la década del 2000 que apeló a la nostalgia con mezclas del sintetizador para hacerlos mucho más animados, y JiSung se permitió bailar y saltar por todas partes con MinJu.
En un instante, HyunJin se le unió.
—¡¿Y tu pareja?! —JiSung le gritó en el oído.
—¡Creo que está enojada conmigo! —contestó HyunJin, y mostró su camisa blanca que tenía una mancha roja en el medio—. ¡Me lanzó el ponche!
JiSung y MinJu se miraron antes de lanzar una carcajada, y sumado con Chan, los cuatro comenzaron a bailar canciones de Usher. Ni JiSung ni HyunJin vieron a SeungMin y Felix por el resto de la hora.
En un instante, JiSung se fue a sentar. HyunJin parecía tener energía para matar a un caballo, por lo que siguió con el baile junto a Chan y MinJu. En una de las mesas, JiSung tomó una cerveza de mantequilla y dio un primer largo trago antes de expulsar su respiración. Para no haber tenido ningún estima y andar de odioso por todas partes, estaba disfrutando el rato.
En un instante, S&M de Rihanna comenzó a sonar, y JiSung se levantó enseguida para ir hacia sus amigos y disfrutar la canción como se debía, sin embargo, su cuerpo se vio tropezado al notar al chico de Durmstrang que JeongIn tanto repudio le tenía ser sujetado por él mismo por el cuello de su vestón, furioso.
—¡Hazlo de nuevo! —denunció JeongIn, furioso, al chico—. ¡Vamos, hazlo de nuevo!
—¡JeongIn! —a su lado, Yuna exclamó con ira—. ¡Solo bailábamos!
—¡Eso no es bailar! ¡Te toqueteaba entera!
—¡Él es latino, JeongIn!
JiSung tuvo que resistir el impulso de lanzar una carcajada burlesca e ir hacia los dos chicos para separarlos.
—Vamos, apártate —pidió JiSung a JeongIn, mientras lo tomaba de las muñecas para que soltara al chico, quien se veía totalmente perdido.
Para cuando JeongIn lo soltó, Yuna se aseguró de que su cita se encontraba bien antes de encararlo, totalmente furiosa.
—¡¿Puedes dejar de comportante como un niño alguna vez?! —pidió ella a gritos—. ¡Déjame disfrutar con mi cita! ¡Búscate tú otro entretenimiento!
—¿Para toquetearla como lo hacen contigo, tal como una zo-
—¡Sí! —interrumpió Yuna. Dicho eso, ella le quitó la cerveza de mantequilla a JiSung y lo vertió sobre la cabeza de JeongIn sin remordimiento alguno. Cuando la última gota cayó, dejó caer al suelo la botella, que se hizo añicos al contacto con el suelo. —¡Tal como a una zorra!
Yuna se giró y se largó de ahí, y JeongIn no se demoró en también encaminarse a paso rápido para irse del Gran Comedor. La cita de Yuna fue tras ella, y JiSung no encontró rastros de la cita de JeongIn, así que, en un ápice de muestra leal y del superficial vínculo que los dos generaron, JiSung fue tras JeongIn.
Seguirle el paso fue fácil gracias a los rastros de cerveza que formaban el camino hacia él. JiSung lo siguió hasta fuera del castillo, donde el frío lo golpeó con intensidad. Desde la salida que JeongIn tomó, él terminó por sentarse en el suelo de la nieve, frustrado, con la vista perfecta hacia el congelado Lago Negro.
JiSung, sin saber cómo consolarlo, le preguntó para romper el hielo:
—¿Dejarás de comportarte como un niño?
«Me lo merezco», pensó al instante que JeongIn abultó una bola de nieve en su mano y se lo lanzó a la cara.
—¡No lo entienden! —berreó, colérico—. ¡Ella es mí amiga! ¡Mía!
—No es tuya, hombre. Ya tienes- ¿cuánto? ¿Quince? Sabes que las personas no son tuyas —dijo.
—¡Lo sé! ¡Pero ella es mía! —insistió.
JiSung, quien no entendía la gran cantidad de remordimiento que JeongIn tenía en ese instante, siguió con su decisión de ser buena persona y tomar asiento al lado de él. JeongIn lo miró como si le hubiese salido una segunda cabeza, y frunció su ceño al notar que JiSung hacía un ademán.
—¿Qué?
—¿Por qué ella es tuya? —consultó—. Es decir, tienes más amigos, y supongo que tienes un mejor amigo (porque, si no, sería muy patético). ¿Por qué ella es tan diferente?
—No sé —dijo de forma brusca—, hemos sido amigos de primer año. Somos los dos. Juntos. Ambos. Y ella es..., es lo que quiero ser.
Bien, JiSung no se esperaba por completo esa respuesta.
—¿Eh?
—¡¿Cómo no entiendes?! —preguntó, enojado—. ¡Ella es familia, JiSung! Yo siempre he estado tan solo..., con todo este mundo y mierdas así- y, no sé. Yuna ha pasado por lo mismo que yo, y que ella viva su vida tan tranquila me..., ¡no sé! ¡No sé, JiSung!
—Pero- mierda, ¿qué demonios pasaron ustedes? —JiSung tenía algunas ideas por lo que Chan ha hecho referencia, pero nada explícito.
JeongIn pareció replantearse un poco la respuesta.
—Solo somos mi mamá y yo..., pero la mayoría del tiempo soy solo yo —contó JeongIn. El chico abrazó sus rodillas y se apoyó ahí, apenado—. Y con Yuna nos topamos de casualidad en las vacaciones de navidad de primer año- en una cena benéfica para las personas con cáncer. Éramos iguales. Ella con su padre, yo con mi madre. Su padre falleció hace un tiempo ya, y mi madre va por el mismo camino.
»Ella no puede crecer más rápido. Ya lo hizo, ya se enfrentó a algo que yo tuve que enfrentar primero, pero no lo hice. Así que, mientras yo la cuidé durante su duelo, ella me cuida ahora en mi propio duelo antelado. ¡Eso no tenía que ser así! ¡Y ahora ella..., se va!
—Pero, es una cita —JiSung continuaba sin entender el problema—. Está bien que no te guste Yuna, pero es solo una cita. Si es tu mejor amiga, familia, tuya o lo que quieras, estará para ti; es solo que, a diferencia tuya, ella quiere tener también una vida aparte de todo el tormento.
«Es un consejo asqueroso», pensó JiSung tan pronto como lo dijo. Él era demasiado malo consolando a gente que no era su cercana, y ver a JeongIn completamente triste, le hizo creer que debía de tener un poco más de tacto. JeongIn podía ser un demonio en el cuerpo de un quinceañero, pero continuaba teniendo quince años.
Por eso, y con un poco de vacile, JiSung palmeó la espalda de JeongIn.
—¿Crees que ella me aleja porque le recuerdo a su tristeza? —JeongIn murmuró la pregunta.
—Tal vez —admitió JiSung, y se forzó a ser colaborativo—, pero..., si no le demuestras que puedes ser más que un recuerdo traumático, tal vez siga contigo de la forma en la que quieres.
JeongIn se tomó su tiempo para contestar, por lo que, con voz quedada, formuló:
—Las parejas siempre terminan.
JiSung no iba a negarlo. Pensó en HyunJin, quien miró a Mina toda la noche para saber si se encontraba bien. Pensó en Erick, y en cómo le dijo que no sabía nada de su madre. Y pensó en MinHo.
—Terminan o se mueren —admitió JiSung—, pero aún así, los humanos nos enamoramos.
De pronto, JiSung sintió como una gran cantidad de nieve a su lado lo cubría. Cuando se sacó la nieve, notó que MinHo la había pateado para llamar su atención.
—¿Qué hacen afuera? —preguntó MinHo, con su tono clásico de Premio Anual.
—Contención emocional —contestó JiSung. El tono jocoso con el que habló con JeongIn se evaporó enseguida, intimidado.
JeongIn se levantó y se sacudió la nieve de sus pantalones.
—Iré a mi dormitorio —informó JeongIn.
—Los chicos notaron que el Lago está congelado —informó MinHo, mientras apuntaba bajo la colina—, dijeron que querían ir a patinar o algo así. Únete a ellos.
JeongIn vaciló, aunque JiSung no le prestó demasiada atención cómo bajo la colina podía divisar a otras cinco figuras, las cuales asumió que eran sus amigos. Su pelo se tornó rubio cenizo y sentía cómo su corazón amenazaba con escapar por su garganta. JeongIn, vacilante, dio un paso para regresar al castillo, pero MinHo lo tomó y lo empujó sin algún tipo de consideración hacia el otro lado.
—Eres muy poco afectivo con el niño —regañó JiSung, mientras se levantaba y también se sacudía la nieve de sus pantalones.
—Necesitan mano dura —replicó.
Ninguno se movió, lo que hizo que las manos de JiSung comenzaran a sudar. ¿Acaso MinHo estaría igual de nervioso que él?
—No estás naranjo —notó JiSung—, eso es bueno.
—Estuve en el baño, cerca de cinco horas, intentando que volviera a su color y forma normal, pero no lo logré —admitió MinHo, mientras se apoyaba en el muro de piedras—, ¿cómo lo hiciste?
—Debió ser mi varita. Le gusta transformar cosas.
De nuevo, silencio. ¿Cuán difícil era dar el primer paso?
Podría largarse. Todos los sentidos de JiSung le decían que lo hiciera- que abandonara todo; que rompiera con MinHo; que tenía demasiados problemas como para pensar en una relación en ese instante.
Sin embargo, cerca del Lago Negro, logró divisar a HyunJin, su mancha de ponche en la camisa, y a sus pasos valientes para acercarse al Lago y asegurarse de que se podía patinar. Chan lo empujó y le siguió, con un deslizamiento peligroso. A la orilla, ChangBin intentó hacerlo, pero cayó de trasero; Chan lo tomó de un pie y lo desplazó por parte del Lago mientras el otro lo insultaba a gritos.
—No quiero estar peleado contigo —se confesó finalmente JiSung, todavía sin mirar a MinHo.
El otro, por su parte, tomó aire. JiSung no se dio cuenta que los dedos de JiSung estaban decorados con anillos.
—¿Por qué no llegaste para la Luna Llena? —preguntó MinHo, de una forma que pareciera haberla contenido por mucho tiempo—. No pensé que..., que porque-
—Porque soy un idiota —terminó por decir JiSung—. Llegué- el lobo lo vio. No es que yo solo apareciera en la mañana en la Casa de los Gritos. Llegué, tarde, pero llegué.
—¿Y entonces por qué me transformé en humano en la Casa?
—No quería que Beauxbatons ni Durmstrang te vieran, por eso te llevé a la casa más temprano —se explicó—. Sin embargo, admito que no quería ir. Fue SeungMin quien me..., quien me convenció.
—Vaya, supongo que debo de darle las gracias.
—No- no quiero que vayas a esos lugares, al callejón Knockturn —repuso JiSung, abruptamente. Por primera vez se atrevió a mirar a MinHo a la cara y se forzó a no desviar sus ojos; quería asegurarse de que él captara el mensaje—. No quiero que te pase nada malo. Quiero que estés acá, donde estés seguro. Conmigo.
—Una vez te dije que quería hacer algo- algo que valiera la pena por todo esto, JiSung. No puedo simplemente ser un participante pasivo en algo donde puedo hacer un cambio. Ir a esas reuniones me colocan en una posición con ellos. Sabré más, y ayudaré a más gente-
—¿Y qué has hecho ahora...?
—Cerraron el comercio de Reino Unido. Están haciendo lo mismo que hicieron con Asia en 2005. ¿Te acuerdas de eso? Lo dije cuando buscábamos información de tu varita y tus padres-
—Sí, lo recuerdo.
—Lo hicieron acá. Eso significa que replican las estrategias. Se viene una guerra, JiSung. —Antes de que MinHo continuara, tragó el nudo en su garganta formada del nerviosismo. JiSung nunca se dio cuenta de qué tan prominente era su manzana de adán hasta ese instante. —Y quiero hacer lo posible para ayudar.
—Perdí a Callaghan, MinHo...
—JiSung —MinHo pasó sus manos por su propio cabello, desordenándolo en el proceso—, que no me apoyes en esto, significa que no tengo a nadie más con quien contar. Me siento en pánico estando ahí, y realmente quiero sentir que puedo mantenerme fuerte por alguien. —Acto seguido, MinHo se atrevió a mirar a JiSung, con esos ojos gatunos de delineado perfecto, que hasta hace un tiempo hacían que el corazón de JiSung se volcara y lograba que su cabello se tornara violeta. —Por favor, no me dejes solo en esto. No te pido que me sigas, ni que me acompañes- mierda, ni siquiera te pido que te unas a la Compañía. Me importa una mierda eso. Yo solo necesito saber si cuento contigo como mi novio, como mi mejor amigo.
«Mejor amigo». JiSung se había ensimismado demasiado en la relación romántica que había olvidado el vínculo real que ambos tenían. La amistad, la complicidad, la lealtad.
Y, de pronto, el recuerdo del último día de clases, aquel donde el tren llegó a King's Cross, cuando iniciaron las vacaciones de verano luego de su quinto año.
»—Lo sabes, MinHo. Lealtad primero, y amor después.
»—¿Contigo y por ti?, yo escojo ambas.»
—Sí —JiSung terminó por decir.
MinHo, un poco conmocionado, esbozó lo que pareció ser una sonrisa de incredulidad.
—¿«Sí» qué?
—Es decir- no.
La respiración de JiSung se aceleró un poco, sin saber por qué. MinHo tampoco entendía cuál era el punto que JiSung quería llegar; sin embargo, un ligero ruido llamó la atención de los dos. Mientras JiSung intentaba formular las palabras para expresar sus sentimientos como correspondían, sobre ambos el pequeño muérdago se formaba como si cayese en el estado preciso para la situación.
—JiSung, no te entiendo —admitió MinHo, mientras intercalaba su cabeza entre el muérdago que colgaba del techo y la mirada de JiSung, confundido—. Sé que- es decir, sé que tienes sentimientos por mí, pero a veces no puedo evitar pensar que estás tan triste que te confundes. —MinHo dejó de apoyarse en el muro y comenzó a caminar bajo la colina, en dirección al Lago negro. —Es mejor que nos demos un tiempo y-
—Te amo.
Las palabras de JiSung catapultaron antes de que él pudiese meditarlo, porque «¿un tiempo? No, claro que no. No bajo su guardia». Porque un tiempo no era nada si eso significaba que se sabía el final, y JiSung no estuvo tanto tiempo sufriendo por MinHo como para dejarlo por su inseguridad.
Todo era inestable. Todo. Absolutamente todo. Ni siquiera el suelo de sus pies podía darle algo de estabilidad porque en cualquier momento la colina se derrumbaría hasta dejarlo caer y morir aplastado por el castillo. Su propia vida fue una mentira, y sus propios recuerdos fueron trucados. Su lenguaje fue limitado. Sus relaciones están en peligro. No hay nada normal en su vida.
Nada salvo la luna llena, la Casa de los Gritos, las carreras en el Bosque Prohibido, y MinHo acariciando su cabello.
Y para cuando ya se hayan graduado y tengan que vivir escapando de todo mago, auror, político y familiar, solo quedará la luna llena y MinHo acariciando su cabello.
Tras decirlo, MinHo quedó pasmado en su lugar, con sus ojos tan abiertos que no parecían creer lo que JiSung dijo de verdad. Si era real. Si era tangible. Tantos elementos que apuntaban a que sí era pero MinHo temía de que no lo fuera. El terror en la garganta de MinHo solo generó a que, con el muérdago sobre ellos y el cabello de JiSung tornándose segundo a segundo en el precioso violeta, tartamudeara:
—Lo sé. —Mentira, MinHo no lo sabía. —Yo también te amo.
Todavía quedaban conversaciones entre ellos; con todo y tormenta, JiSung decidió dejar eso para dentro de dos horas más.
—Carrera hasta el Lago Negro —dijo JiSung—, el que pierde, se desliza como pingüino por el hielo.
—Ah- yo no corro... —lamentó MinHo enseguida.
Sin embargo, MinHo le siguió. Ambos corrieron cuesta abajo mientras el resto de los chicos intentaba no caer a causa de los resbales, y disfrutaron del tiempo antes de que sonaran las campanas de la medianoche.
[1] me cuesta escribir canciones bailables de británicos. Necesito un reggaetón sutro para mi pureza
[2] ay como te quiero minsung. Espero que practiquen la comunicación efectiva.
Este capítulo soltó demasiada información, así que espero que lo hayan leído con calma y todo eso akjsdnad.
Muchas gracias por leer, nos leemos el jueves<3
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