Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El primer día

Lunes 7 de septiembre...

Mi padre decía que no debes temer a los cambio y a los nuevos comienzos. Que era tomar el libro de nuestras vidas y reescribirlo a nuestro antojo. Es la oportunidad de borrar los eventos desafortunados, conocer nuevos personajes, editar a la protagonista, ser eso que siempre quisiste ser. Rehacer tu historia, tu cuento soñado. 

Es lo que le dices a una niña cuando la intentas convencer de que mudarse y dejar todo atrás es bueno. Mi padre mintió, no somos escritores o forjadores de historias, somos los desafortunados lectores de nuestra propia vida. un libro tallado en piedra, imborrable e imposible de rescribir. Quien le diría a esa niña que su cuento de hadas se convertiría en una trillada historia de terror. Una extraña en su propia historia.

Diez años después aquí estoy de regreso. Una vez mi padre me convenció de marcharme y es irónico que sea mi madre quien me traiga de vuelta. 

Estoy de regreso y mucho a cambiado. Ya no soy esa niña a la que hay que engañar para que no llore, ya no hay que contarme cuentos porque le temo a estar sola y lo peor es que el ya no esta aquí para convencerme de que este es solo un capitulo mas de mi vida.

Aquí estamos en la vida que dejamos atrás cuando era niña pero todo a cambiado, todo se siente nuevo y ajeno. No soy mas que una extraña en mi propia vida.

Pero hablemos de este momento en especifico, en como mi nueva maestra de literatura apunta su marcador negro cerca de mis ojos como si quisiera sacarme los ojos con el. Su mirada de quien te crees que eres o como mis nuevos compañeros susurran entre ellos tratando de recordar mi nombre para poder contar esta pequeña anécdotas a aquellos que no se encuentran en esta clase.

No los culpo por no recordar mi nombre, esta es mi primera clase en esta escuela y la profesora no se molesto en presentarme, mi existencia no es mas que un examen extra que le tocara calificar.

—Señorita Donato...¿estas prestando atención a lo que estoy diciendo?

Pregunta la profesora Mitchell, su voz destila pequeñas dosis de veneno, ¿cómo puede existir alguien tan amargada desde tan temprano? apenas son las diez de la mañana.

—No.

Mi cerebro esta diseñado para crear respuesta medianamente aceptables las cuales se suelen desviar y perderse entre las cuerdas vocales para darle paso a lo que mi hermano suele llamar accidentes verbales.

Inadaptada es una de las palabras que usaría para describirme pero ¿me culpan? Dicen que nuestro pasado se refleja en quien somos en nuestro presente y quienes seremos en un futuro. Me asusta pensar en mi futuro, mi pasado me jodió con fuerza, me convirtió en la versión macabra de lo que debió haber sido una adolescente común y corriente. No quiero saber lo que pasara en el futuro.

Soy una inepta social. Incapaz de socializar con normalidad. En mi mente todo está en perfecto orden, planificado sin dejar espacio al fracaso. Una vez que alguien intenta hablarme algo en mi cerebro hace corte y me convierto en un manojo de nervios. Soy incapaz de hablar más de tres palabras sin tartamudear o decir tonterías una tras otra.

Un conjunto de risas mal intencionadas que podrían ser lo que aliente a la ya de por si molesta profesora a sacarme de su clase.

Los adolescentes somos una raza extraña dedicada a burlarnos y ridiculizar a aquellos que creemos atípico por decirlo de algún modo, así como reírnos de cualquier tontería si así podemos retrasar un poco las torturas que llamamos clases.

—¡Silencio! Ya que no estás prestando atención, te importaría compartir con tus compañeros...que haces tan importante como para ignorar mi clase las cuales podrían determinar su entrada a una buena universidad.

Demanda moleta, la vena sobresaliendo en su frente palpita con fuerza. Suelo tener ese efecto en casi todas las personas con las que logro cruzar más de tres palabras seguidas.

Suelo actuar antes de que mi cerebro termine de procesar la información y decidir si es buena idea o no. Lo cual me lleva a un sin fin de problemas.

—¿Y bien nos vas a decir?

—No.

Dato curioso, sufro de una parálisis facial mi rostro siempre tenga una expresión de superioridad y aburrimiento, aunque los nervios me estén matando. Si le agregamos la carente habilidad de mentir. No hay forma de que salga bien de esta.

—¿Qué?

La rabia brotando en sus ojos, estira el labio fingiendo una sonrisa, conozco ese tipo de sonrisa, convivo con ella diariamente. No suelen significar nada bueno.

Podría parecer temeraria, quizás suicida pero no creo que decirle...profesora estaba leyendo una documento muy interesante en mi teléfono sobre psicópatas y asesinos en serie. No ayude en esta situación. Quedar como una grosera es mejor.

A falta de amigos y comunicación con personas de mi edad, me encerré en un mundo donde solo existían los libros y yo. Primero romance, luego comedia, ficción. Pero como todo buen lector el género se fue oscureciendo.

Las novelas de misterio eran mi pasión. Luego me obsesione con los libros de investigación y psicología.

Lo que realmente me obsesionan y llenaba mi mentes de preguntas eran los asesinos, más específicamente los asesinos en serie.

Desde Jack el destripador, el asesino de rio verde, el carnicero de Milwaukee, el asesino de la baraja, Ted Bundy entre otros.

Su cerebro, su razonamiento, el porqué de todo, las combinaciones posibles de conductas antisociales son infinitas, aunque la característica más distintiva y profunda de todos los asesinos en serie es que son psicópatas y están caracterizados por su incapacidad para sentir remordimientos.

No tienen sentimientos de culpa. Carecen de conciencia. Su sola existencia me fascina y obsesiona.

Una de las razones por las que me obsesione con ellos es porque en una época creí que era una. A medida que investiga, fui encontrando pequeñas diferencias entre nosotros y llegué a la conclusión que solo soy un poco...¿Cómo decirlo?

Extraña.

Ella me escanea el pequeño hilo que sostenía su paciencia acababa de romperse al dejar caer sonoramente el marcador que estaba sosteniendo todos a mi alrededor se asustan. Estoy en problemas no necesito que lo diga para saberlo.

Castigada el primer día. Mi día ya empieza bien.

La campana suena anunciando el fin de la clase y como una vez dijo un sabio salvada por la campana, agarro mis cosas y aplico la maniobra retirada estratégica. Y como la vida no podía ser mas injusta tropiezo con alguien, mis libros salen en todas direcciones y mi trasero impacta contra el suelo, escucho un crac...

Ese no fue mi trasero rompiéndose ¿verdad?

Mi mente queda en blanco unos segundo, luego dolor, no, no está roto, es solo por el impacto.

Estoy sentada sobre algo, miro debajo de mí, encuentro unas gafas, totalmente destrozadas son enormes y circulares, de esas que ocupan la mayor parte del rostro. Es algo que no me pondría ni aunque la miopía me estuviera matando.

Es la clase de accesorio que grita golpea me. En mi opinión, yo hubiera demandado al que me comprara tal cosa, por incitar a la violencia.

Busco al desafortunado saco de boxeo dueño de tal aberración. Es el chico con el que acabo de tropezar, más bien derribar, teclear, arrasar, serían términos más exactos ya que está acostado en el suelo y no se mueve.

Me levanto, tiene los ojos abiertos. ¡Al menos está consciente! Aunque conociendo mi suerte. No me extrañaría que el chico tuviera una contusión.

—Lo siento ¿Estás bien?

Nerviosa, extiendo mi mano para ayudar, pongo mi mejor cara de —fue un accidente por favor no me mates— Me da una mirada.

Mi piel se eriza, tengo un mal presentimiento sobre este chico. Antes de pueda asimilarlo su mirada cambia a una despreocupada, regalándome una sonrisa amable y tímida.

¿Fue mi imaginación?

Es alto, cinco quizás seis centímetros más que yo, cabello castaño oscuro, casi se confunde con el negro pero lo delatan algunas habrás rojizas, cejas finas, pestañas largas oscuras que hacen juego con unas casi invisibles ojeras de esas que se forman por pasarte noches en vela leyendo. La extraña combinación le da un aire cansado resaltando aún más el azul de sus ojos. Sus labios entre abiertos por naturaleza, tez pálida, nariz pequeña y unas muy bien disimulas pecas.

Leva una camisa de cuadro con colores chillones, adornado con la chaqueta y el pantalones que conforman el uniforme. Duele mirarlo por tanto tiempo. Lo que me lleva a la pregunta ¿como sobrevive en este nido de víboras?

No hay nada más que ver los pasillos llenos de estudiantes separados por grupos con miradas de superioridad y desdeñosas en nuestra dirección, somos un chiste para ellos.

Nadie nos ayuda, están muy ocupados burlándose y acomodando sus caros bolsos de marcas o hablando del último auto que les compro papá.

Casi se me olvida, bienvenidos a los Hampton Royal donde solo los herederos más importantes de diferentes países e hijos de figuras influyentes asisten. Con algunas excepciones, claro está. No tengo idea de qué clase de brujería o pacto con el diablo hizo mi madre para que me aceptaran aquí.

Los largos pasillos están adornados con hilera de casilleros Azul Royal, tan pulidos que puedes ver tu reflejo en ellos o eso dice el folleto, para mi todos los azules son iguales. Las paredes blancas a juego con el suelo de mármol, ventanas que parecen puerta. Una escuela con un extraño diseño Victoreano con arreglos modernos. Todo aquí grita nuevo y muy, muy caro.

Sobrevivir en un instituto promedio es de por si complicado, imagínate sobrevivir en uno que este infestado de niños ricos y mimados...Señoras y señores bienvenidos al cuarto circulo del infierno.

Le doy un repaso al chico que continua en el suelo, es la cosa mas extraña que he visto nunca, es la primera vez que veo a alguien mas fuera de lugar que yo.

—Tranquila, fue mi culpa, debí fijarme, estaba un poco distraído.

Su tono es bajo, lento y tembloroso, como si eligiera con cuidado sus palabras antes de decirlas.

Que lindo...

Una sonrisa tira de mis labios, es curioso cómo a pesar de estar disculpándose su mirada me dice que no lo siente en absoluto.

Interesante...

Lo observo marcharse sin mirar atrás. Recuerdo que mis cosas se encuentran esparcidas por el suelo y me apresuro a recogerlas, ya que nadie se digna a un, hola ¿necesitas ayuda?

—Esto no es mío—murmuro y recojo la caja de cigarros—¿Es de él?

Lo busco con la mirada, no lo veo por ningún parte, lo guardo entre mis cosas, se lo daré cuando lo vuelva a ver. No sera muy difícil encontrarlo, solo tengo que buscar la camisa de cuadro más fea que he visto en toda mi vida y un pelo engomado.

Mis siguientes clases pasan sin ningún contratiempo. La hora de almuerzo llega y decir que me puedo comer una vaca entera es poco, en la casa apenas puedo probar bocado. Tienes que mantener la figura, las mujeres solo son atractivas con dos tallas menos. Los carbohidratos te mataran. Lo que me está matando es el hambre que tengo.

Observo mi uniforme algo molesta, se supone que es obligatorio llevar el uniforme del colegio. Nunca pensé que llevar el uniforme de tu instituto te haría ver tan fuera de lugar. todos los modificaron o directamente decidieron no usarlo.

Dos meses comiendo lechuga y espinaca para entrar en este maldito uniforme ya que a mi madre se le ocurrió comprármelo una talla menos para obligarme a adelgazar y para colmo soy la única que lo usa.

Estoy sentada en una mesa alejada de todos los grupos posible, no hay que ser adivina para saber que ninguno me quiere a su lado, las pocas miradas que recibo son de desdén. Admiro mi almuerzo como si fuera la octava maravilla del mundo.

Mi boca se hace agua mientras observa con detalle mi almuerzo, parece una obra de arte. Después de dos meses comiendo plantas un filete es el Santo Grial.

Algo cae en mi bandeja rompiendo el hechizo ¿Un teléfono? La pantalla está encendida, esta embarrado de salsa pero aún se puede observar la imagen de dos chicos besándose.

Grito en mi interior. Furiosa es una palabra muy corta para expresar lo que siento en este momento. Me conozco lo suficiente como para saber que aunque estoy gritando en mi interior, mi rostro solo expresa aburrimiento.

Levanto la vista en busco del culpable, dos chicos corren en mi dirección, sus pasos suenan como una estampida y no es para menos, son altos y corpulentos, uno más que otro. Al parecer son del equipo de fútbol, la mesa en la que estaban sentados era prueba suficiente.

Mas problemas...

Debería estar preocupada al ver a dos chicos el doble de mi tamaño corriendo enfurecidos en mi dirección. Estoy mucho más distraída preguntándome de donde salieron semejantes dioses. ¿Estaré soñando? Y si es así que a nadie se le ocurra despertarme.

—¡Dame el teléfono!

Demanda el más bajo de los dos, tiene una cara muy atractiva, demasiado, al punto de convertirse en la obsesión de cualquier chica. El cabello negro desordenado con algunos risos que le caen sobre sus espesas cejas, unos pómulos perfectos, su piel es de un tono miel y sus ojos son de un impresionante color café, su mirada es intensa, sofocante, llena de odio, capaz de llevarte a la locura tan solo con sus ojos. El representa todo lo que esta mal en un chico y sus labios...

—¿Qué estás esperando?—hostil—¡Dámelo!

Me lo intenta quitar, lo esquivo fácilmente y este casi se come la mesa. Levanto mi vista lentamente desde sus zapatos hasta llegar a su rostro, sin perderme ningún detalle, desde su pose amenazante hasta la mirada de asco con la que me observa. No soy de su agrado, el por lo contrario...

—¡No se lo des!—grita el más alto con un acento marcado que dejaría tu mente volando—Dámelo a mí.

Suplica arrastrando las palabras de tal forma que no sabes si te está pidiendo el teléfono o sexo...¿que idioma habla este chico para tener esa clase de acento? El miedo que refleja su mirada conozco esa mirada esta aterrado.

A diferencia del otro chico tiene unos impresionantes ojos grises, son una hermosa bruma plateada, largas pestañas rubias casi blancas, su cabello rubio platino resalta con su tez bronceada, lo más impresionante en él es su increíble altura y músculos, me saca casi una cabeza de altura, quizás mas.

—Mi almuerzo.

Señalo el desastre que causaron. Unas vistas maravillosas pero me quedé sin almuerzo. El de rizos da un paso hacia mi y nuestras miradas se cruzan una pequeña corriente corre entre mis dedos, sostengo el teléfono con fuerza olvidando la extraña sensación, son mis nervios.

—Dame el teléfono zorra—intenta tomar el teléfono y otra vez lo esquivo fácilmente—¡Mierda!... ¿quieres que te golpee?... ¡dame mi maldito teléfono!—grita.

Se me escapa una fuerte carcajada, ¿yo reí?

Hace mucho que no escuchaba ese sonido ¿por qué deje de hacerlo?

No recuerdo...

Le hago un gesto con las mano retándolo a que se atreva a quitármelo.

—Las cosa que haría yo con esa boquita.

Él de cabello negro se detiene mirándome confundido para luego pasar una mano por sus risos mientras que una sonrisa de medio lado tira de sus labios. No quiero preguntar pero tengo que hacerlo.

—¿Lo dije en voz alta?

Mi pregunta va dirigida al rubio quien asiente. Doy un suspiro frustrada y mis mejillas están ardiendo, debo tener rojo hasta el pensamiento. Por cosas como estas es que no tengo amigos.

—No se lo des—dice en un tono bajo y suplicante el de ojos grises, no quiere llamar la atención, pero es muy tarde todo Hampton Royal nos está mirando.

¿Qué debo hacer para conseguir ese acento?

—Mi almuerzo.

El más alto parece al fin percatarse. Espero que sea algo que nos saque a los dos de esto pronto, antes de que diga otra estupidez.

—Si borras la foto te invito a comer.

—No juegues con mi corazón—una vez mas estoy segura que lo dije en voz alta.

Me le quedo viendo unos segundos, evaluando la propuesta, seamos sinceros, apenas y me lo pensé. Cambio la vista al teléfono, borro la imagen de la galería y la papelera, luego lo lanzó a su respectivo dueño, lo atrapa rápidamente, busca y grita enfurecido.

—¡Maldita perra!... ¿sabes lo que hiciste?

Intenta abalanzarse sobre mí pero el rubio lo detiene y le pega, el comedor es un caos.

El chico más alto lo golpea, bueno más que golpearlo, lo está moliendo a golpes, no le da chance a respirar. Gritos, esto se está saliendo de control. La sangre salpica en el suelo y el puño del rubio aterrizar en la cara del chico una y otra vez. No sabia que podía salir tanta sangre de una nariz, estoy segura que la escuche romperse.

Todos intentan detener la pelea, mientras que en mi mente se formula una duda, no estoy segura si es mi imaginación pero o el chico de cabello negro es muy malo peleando o le gusta que lo golpeen.

¿Por qué no se defiende?

Perdió la conciencia, pero él continúa golpeándolo. Me acerco despacio, me coloco en la espalda del furioso rubio quien continua atinando golpes.

Extiendo mi mano y con fuerza sujeto su cabello tiro de el hacia atrás haciendo que nuestras miradas se crucen. Silencio, escucho como todos a nuestro alrededor contienen la respiración.

—Morirá—expreso con calma.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro