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Casa de brujas

Martes 15 de septiembre...

Me detengo frente a la puerta. Lleno mis pulmones de aire, también de valor, abro la puerta. Todo está en silencio, en calma, pero no me engaño, ni guardo falsas esperanzas. Está aquí en algún lugar, no tengo que buscarla, ella me buscara a mí. Subo en silencio, pero apresurada las escaleras hasta mí cuarto.

Paso el espejo colgado en la pared y no veo más que una chica corriendo de sus problemas, el pelo negro se le pega en la cara, ha empezado a sudar, sus ojos verdes antes de un color vibrante ahora están en un tono opaco y dilatados, sus labios como su rostro se vuelven lentamente pálido, ignoro el espejo y a la muñeca rota que regresa la mirada, me apresuro, estoy tan cerca. Ya casi llego, solo un poco más y todo estará bien.

Justo antes de poder abrir la puerta escucho su voz, está hablando por teléfono, su voz se hace cada vez más fuerte, se está acercando. Intento hacer el menos ruido posible y abro lentamente la puerta de mi habitación, mi corazón palpita a una velocidad sobre humana, mis manos sudan y escucho un pitido en mis oídos.

Rápida, pero sin hacer ruido, me quito los zapatos y me escondo debajo de mis sábanas cubriendo mi cabeza, es tonto, lo sé, pero de alguna manera ayuda a ralentizar mis latidos, mis manos tiemblan, tengo náuseas. Un toque, dos toques, la puerta se abre rechinando un poco y me percato que quizás, me escucho abrirla, la esquina de mi cama se hunde y dejo de respirar por unos segundos.

¿Miedo?

No, no es miedo, esto es tan solo un padecimiento, es algo normal, una señal, una advertencia muy clara, solo pasa cuando está cerca. Solo lo siento en esos momentos, nunca lo he llegado a sentir en otra circunstancia, no importa que tan peligrosa o adversa sea, entonces, no puede ser miedo. Es exclusivamente una señal enviada por mi cuerpo, todo en él grita alto y claro ¡Ella está aquí y está molesta!

Dejo caer el agua fría sobre mí, mi cuerpo se contraen por el dolor, me quedo sentada en el suelo esperando que me limpie por completo. Como si esta pudiera limpiar el alma. Quiero gritar, maldecir, decir ¡ya basta! antes me dedicaba a llorar y a lamentarme preguntándome, ¿por qué a mí? pero no más, no más preguntas, no más lamentos, no más lágrimas.

Odio, auto compadecerme. Siento que pasa una eternidad antes de que decida levantarme. Mis huesos crujen, suelto gruñidos de dolor y una que otra maldición para nada creativa. Más bien de esas que te mandarían a lavar la boca con jabón por decir.

Doy tumbos y me acerco a la repisa, observo el reflejo de mi cuerpo desnudo en el espejo. Lleno de marcas y moretones, tengo hematomas cerca de las costillas, creo que están fracturadas. Distintas tonalidades adornan mi piel, morado, negro, rojo, carmelita, incluso puedo ver hematomas morados con pintas rojas y negros, me recuerdan a las estrellas.

Reviso en el cajón de la derecha en busca del kit de primeros auxilios, siempre lo dejo ahí. Comienzo a curarme lentamente entre quejidos. Aunque esté repleta de moretones, ninguno es visible a simple vista, tendría que desnudarme si quisiera mostrarlos. Cosa que no quiero ni haré.

Ella es muy cuidadosa, sabe que no debe dejar marcas visibles, ¿por qué me pego?, no sé, quizás ella tampoco sepa, solo lo hizo y después se marchó, quizás problemas en su trabajo o con su nueva pareja ¿quién sabe y a quién le importa?

Me visto lentamente, recojo mi cabello en un moño y miro la persona en el espejo. Siempre es la misma rutina. Antes pensaba que con el tiempo me llegaría acostumbrar al dolor, pero no fue así, es cierto que mi resistencia a él es mayor, no quiere decir que me haya acostumbrado o que ya no duela.

Aprendí a esquivarlo levemente y poniendo mi cuerpo en ciertas posiciones una vez que el golpe llega dolería meno o dejaría una marca más pequeña.

No conoces el dolor hasta que te miras delante del espejo entre lágrimas y te suplicas ser fuerte, pero, ¿qué pasa si se te acaban las lágrimas?, si estás tan rota que tu alma se divide en dos y ya no recuerdas cuál es la verdadera.

Mi cordura se dividió en dos. La persona que siempre intenta encontrarle el lado bueno a las cosas y la persona fría y apática que solo quiere ser libre. Pero solo son imaginaciones mías. Esa otra persona no existe.

Solo fue un sistema de defensa que yo misma cree para evitar el dolor. No quería llorar, sufrir, así que tome todas aquellas emociones que consideraba patéticas, débil y solo permito que salgan al otro lado del espejo. Como si fuéramos dos personas diferentes en un mismo cuerpo. En el último año comencé a imaginar su voz. Me estoy volviendo loca.

Miércoles 16 de septiembre...

La luz se filtra por la ventana, protesto, me levanto lentamente. Busco que ponerme, que tape la mayor cantidad de piel posible. Bajo lentamente las escaleras. De vez en cuando se me escapa un lamento. Camino hacia la mesa y ahí se encuentra.

Me siento justo frente a ella, tan seria e imponente como siempre. Nota mi presencia, me regala una sonrisa. Si la vez desde otra perspectiva es una madre sonriendo a su hija, desde la mía es un monstruo enseñando los colmillos.

-¿Cómo amaneciste Gala, ya te sientes mejor?

Dice con un tono que intenta sonar dulce, no es más que sarcasmo.

-No te ves muy bien-dice tomándome de la mano-Será mejor, que no comas nada, no quiero que termines vomitando.

Finaliza y su tono no deja espacio para respuesta, tampoco es como si le fuera a responder. Muero de hambre y me duele todo el cuerpo.

-El chofer te llevará al instituto, hoy no puedo hacerlo yo, tengo un caso importante.

Finaliza, me levanto, me acerco a ella, le doy un beso en la mejilla. Salgo de ahí tan rápido como mis dolores me lo permiten. Siento mi estómago dar vueltas, no sé la razón exacta. ¿Los golpes, el hambre o el beso?

Al salir de la casa dejo todo indicio de dolor atrás. Me convierto en la típica adolescente con una vida normal, todo lo guardo dentro de esas paredes y nunca dejo salir mis problemas más allá del jardín.

Una vez en el instituto me bajo del auto, me despido y camino hacia el auto de Vanja.

-Por última vez no vamos a ir-escucho a Vanja protestar cuando estoy a su lado-Es una locura, Gala, dile que es una locura-no tengo idea de lo que están hablando

-¿Qué es una locura?-pregunto y por alguna razón ciento que no me va a gustar, quizás sea por la riza de autosuficiencia en el rostro de Daneb.

-Pues este que quiere que nos saltemos las clases y nos colemos en la casa de la profesora Mitchell a buscar pistas.

Observo asombrada a Daneb, quien no ha perdido su sonrisa, como si ya conociera mi respuesta. ¡Tenías que pensar en eso hoy que me duele hasta la punta del pelo! Me quejo internamente, escondo mi negativa y sonrío.

-¿Y su familia no va a estar en la casa?-miro al castaño quien no pierde la sonrisa.

-Era soltera y vivía sola. Y todas las cosas importantes están ahí, ya que su oficina fue registrada por la policía en busca de pruebas-sube al auto como si estuviéramos de acuerdo con ir-Vamos, suban de todos modos no es como si nos echen de menos.

-¿Van, no tienes prácticas con el equipo?-el rubio niega molesto y sube entre protesta al auto.

-Me echaron del equipo-dice poniendo en marcha el auto-Andrus y Jhonatan se encargaron convencer al entrenador.

Un día de esto esos dos se las verán conmigo. Ya no tengo más escusas, entro y me siento en el asiento de atrás, suprimo un gesto de dolor. Respiro profundo y cierro los ojos tratando de parecer lo más serena posible.

Llego un punto del trayecto en donde tanto Vanja como yo queremos lanzar a Daneb del auto. No se está quieto, ni el cinturón de seguridad lo retiene lo suficiente. Casi tenemos una pelea con un conductor que rebasamos, Daneb le grito unas burlas, estuvieron discutiendo de una ventanilla a la otra hasta el siguiente semáforo.

Por cada grosería que gritaba el conductor Daneb contestaba con una burla ingeniosa haciendo que se molestara más. Tuve que ocultarme en varias ocasiones para poder reírme, incluso Vanja quien estaba enfadado con el castaño se le escaparon un par de carcajadas. Juro que si Vanja no se hubiera desviado nos hubieran chocado.

Una vez nos desviamos el rubio puso música para hacer callar al castaño quien no paraba de hablar. Eso fue un error. Daneb cantaba cada canción que se reproducía diciendo que era su favorita y cantándola a todo pulmón.

En ocasiones intentaba bailar, pero con el cinturón de seguridad puesto era imposible, de alguna manera él se las arreglaba para lograrlo. Dejamos el auto a dos cuadras de donde se encontraba la casa de la profesora junto a unos arbustos. Caminamos en silencio, era temprano no había nadie fuera. Deben estar trabajando o en el instituto a diferencia de nosotros.

-Digno de una bruja.

Se burla el castaño al ver la casa de la nuestra profesora, estamos escondidos detrás de unos arbustos en frente de nuestro objetivo.

La casa, está un poco deteriorada, es de dos plantas, está pintada de blanco, con una cerca metálica negra, tiene un gran jardín completamente destruido, rodeado de malezas, espinas y árboles secos, la puerta del jardín está entre abierta y hace un chirrido que asemeja a una risa siniestra, las luces de la casa están apagadas, pero veo algunas cortinas moverse.

-Yo no voy a entrar ahí. Suerte, los espero en el auto-es retenido por Daneb.

-Vamos príncipe, no me digas que te da miedo una casa.

-No me da miedo la casa, sino lo que puede haber dentro. Pero sí parece salida de una película de terror-concuerdo, no se ve como un lugar donde viviera alguien por voluntad propia.

-No está tan mal. Mira el lado bueno-tiene toda nuestra atención, quisiera saber cuál es el lado positivo en esta situación.

-Mejor ahora que de noche.

Sonríe y la cara de Vanja se descompone con frustración, el castaño tiene un punto.

-Van, puedes quedarte y hacer guardia, si ves algo extraño nos llamas.

-No me voy a quedar aquí solo ¿Es que ustedes no ven pelis? si me dejan atrás seré el primero en morir.

-Bien, deberíamos apurarnos antes de que alguien reporte a tres sospechosos detrás de un arbusto-declaro mirando a nuestro alrededor-¿Cómo entramos?

-Demos la vuelta por el patio y encontremos una manera de entrar.

-¿Y si no hay?

-Ya se nos ocurrirá algo.

Declara acercándose a escondidas a la casa, lo sigo y escucho a Vanja murmura a mis espaldas.

-Vamos a morir los tres. Se encuentran los cadáveres de tres adolescentes en una tétrica casa abandonada. Ya veo los titulares.

Que dramático es.

-Vanja, tus murmullos dan más miedo que la casa, pareces alma en pena, cálmate-me quejo. Tengo los nervios de punta, no quiero que nos descubran y tener a Vanja de narrador siniestro detrás no ayuda.

Estamos en la parte trasera de la casa, las ventanas y la puerta están cerradas, creí que el jardín era siniestro, pero la parte trasera es mucho peor, entre las malezas hay juguetes rotos, lo que lo hace todo más tétrico.

-Estoy seguro qué se movió.

Dice el rubio sin quitarle la vista a una muñeca que está tirada junto a la ventana.

-¿Podrías ayudarme a abrir?

Reclama el castaño quien forcejea con la puerta, estoy de los nervios, siento que en cualquier momento nos van a descubrir.

-Déjame ver.

Lo quita de la puerta el rubio y en unos segundos la abre, la puerta suelta un fuerte crujido.

-Listo, terminemos con esto rápido para que me pueda marchar, siento que me dará un ataque al corazón en cualquier momento.

-¡Así se hace príncipe!-exclama Daneb abrazándolo y entrando a la casa a toda prisa-¡Príncipe, esto te va a encantar!-dice feliz Daneb y Vanja gruñe entrando.

-¡Definitivamente, vamos a morir!.

Lo escucho lamentarse desde dentro, doy una última mirada al patio, confirmando que nadie nos vio y entro cerrando con cuidado la puerta detrás de mí. Es hora de buscar respuestas. Una vez mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, quede asombrada. Al parecer la profesora Mitchell tenía una clase de trastorno de acumulación.

Los libros, cajas y papeles tapaban las paredes por completo. Había todo tipo de cosas. Muñecas, trofeos, pelotas, discos, cajas de pizza, bolsas de basura. Más que casa parecía vertedero oculto entre cuatro paredes.

Caminamos mirando a nuestro alrededor, parece que las columnas de basura nos devorarán en cualquier momento. Muñecas que me devolvían la mirada, cucarachas que me retaban a una carrera y especies de insectos que jamás había visto.

La variedad de olores golpearon cruelmente mi nariz. Agrio, acre, humedad. Todo tipo de hedor se mezclaban entre sí convirtiéndose en un olor único e indescifrable. A medida que avanzábamos las columnas se hacían más grandes dificultando en ocasiones la vista y el paso.

-¿Cómo se supone que encontremos algo aquí?

Protesta el rubio molesto.

-¿Pero esta mujer como podía vivir así?-se queja apartando una caja viaja de pizza-¡Creo que no puedo respirar!

Puedo ver un tic en su ojo derecho, se ha pasado tantas veces las manos por el pelo que parece que se lo arrancara en cualquier momento.

-Como...pero...u...

Balbucea señalando cada rincón sin poder terminar una frase coherente, está a punto de un ataque de pánico. Este debe ser el equivalente al infierno para él.

-¿Por dónde deberíamos empezar?-cuestiono mirando en todas las direcciones-Daneb busca en la sala, Vanja en la segunda planta, yo...

-¿Por qué tengo que subir yo?, ¿quién sabe lo que tenga esa loca ahí?-me interrumpe histérico.

-Bien, yo iré a la segunda planta, tú quédate aquí y ayuda a Daneb-le indico.

-Mira príncipe yo tenía uno de estos cuando era niño.

Señala sorprendido al juguete amarillo que estaba sobre un mueble.

-¡Oh y uno de esos, y otro igual!-señala de un lado a otro como un niño a los juguetes sobre el sofá-Este se parece mucho a mi muñeco favorito.

Observamos el oso de felpa morado, le faltaba la pierna derecha y la mitad del rostro. Estaba viejo y destrozado de algún modo parecía limpio, como el resto de muñecos cuidadosamente colocados juntos sobre el mueble. Era una especie de altar siniestro de juguetes.

-¡Este es de los que graban la voz, me encantan, siempre cantaba y lo grababa, se parece mucho al mío!

Sonríe y busca el botón para reproducir. Se escucha a un niño cantando, su voz es dulce y soñadora, contagiando a todos, te hacía querer cantar también. Al terminarse la canción comienza otra, cantando una y otra vez, por un momento creí reconocer la voz, pero no es posible.

-Espera.

Dice Daneb dándole el muñeco a Vanja quien lo suelta como si le fuera a contagiar algo, se limpia con desesperación las manos en el pantalón maldiciendo al castaño.

-Este, este también y este.

Se detiene alejándose de los juguetes escondiéndose detrás del rubio quien lo ve con curiosidad.

-¡Bien príncipe te apoyo, tenemos que irnos de aquí ya!

-¿Qué te hizo cambiar de opinión?¿Tú fuiste el de la idea de venir?

Replica. También quiero saber que lo hizo cambiar de opinión, ambos lo observamos esperando una explicación, él se remueve incómodo detrás de Vanja.

-¡Ese oso...todos esos juguetes son míos!-señala a los muñecos. Bien, esto se pone extraño.

-¿Estás seguro?-cuestiono y él asiente.

-Sí, yo solía perderlos o me peleaba con los otros niños porque pensaba que eran míos, así que mamá para evitar que los siguiera perdiendo comenzó a marcarlos con mi nombre-gimotea y vuelve a mirar los muñecos-Todos tienen mi nombre. Así que aquí era donde estaban-aclara y siento un escalofrío.

-Ahora sí que nos vamos-Vanja toma al castaño de la mano y lo arrastra hasta la puerta-No quiero más sorpresa.

-Espera Van. Razón de más para investigar, quien sabe que más encontremos-lo detengo.

-Gala, esta casa es la definición de todo lo que está mal, que más prueba necesitas de seguro era una loca y quien sabe que más. Nos vamos antes de que las cosas se pongan más siniestras.

-Solo dos horas, busquemos por dos horas y si para entonces no hemos encontrado nada nos marchamos y olvidamos de esto. Por favor-suplico, el rubio suspira revolviendo su cabello.

-Una hora y nos largamos de aquí.

Daneb quien mira a los muñecos con desconfianza y se aleja lo más que puede de ellos dirigiéndose a la cocina. Supongo que yo ayudare a Vanja. Casi ha pasado una hora desde que comenzamos a buscar. Es solo basura donde quiera que busquemos, hace un rato que nos unimos a Daneb. Subimos a la segunda planta, la mayoría de las habitaciones están deshabitadas.

Mugre, telarañas, polvo.

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