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Belleza Corrupta

 Miércoles 23 de septiembre...

Recuerdo a Andrus, verlo caer al suelo conmigo encima, el sonido agudo de nuestras cabezas chocando, buscar su rostro con la poca fuerza que me quedaba y lo ultimo que registraron mis ojos fueron los suyos cerrándose poco a poco, escucharlo murmurar palabras incomprensibles, su mano aferrándose a la mía antes de cerrar los ojos por completo. Poco después mi conciencia se desvaneció.

No recuerdo ver la ambulancia llegar o yo siendo llevada en ella. Solo recuerdo las puertas del hospital abrirse, recuerdo las luces parpadeantes del techo, el tacto frió del estetoscopio, la luz intensa en mis ojos, una camilla pasar a toda velocidad junto a mi con Andrus en ella cubierto de sangre y tierra, el pitido de los equipos médicos, el rostro borroso de personas a mi alrededor. No estoy segura si lo soñé o fue real es difícil distinguir la realidad con tanto medicamento haciendo efecto en mi cuerpo.

Tres días han pasado y nadie dice nada sobre la condición del chico. Es como si todos se pusieran de acuerdo para mantenerme desinformada y al borde de el colapso nervioso. Tiene que estar bien. No puede morir, no por mi, jamas me lo perdonaría. El es terco sobrevivirá y antes de que me de cuenta estará por aquí molestando siendo el insoportable idiota de siempre que usa cualquier insulto para llamarme como si no conociera mi nombre.

Lo único que le logre sacar a Donna fue un sigue vivo y es más de lo que cualquiera me ha contado sobre el estado de Andrus. Se que Vanja lo visito pero no dijo ni una sola palabra sobre el tema y no tuve el valor para preguntar, incluso Daneb se mantuvo inusualmente callado, no hubo sarcasmo o preguntas incomodas respecto al pelinegro. Eso es inusual.

Todos han estado actuando extraño desde el primer día de visita. No se explicarlo. Sus visitas son extrañamente silenciosas, solo se sientan y se quedan observando o leyendo a mi lado hasta que el tiempo de visita termina o alguien los releva.

Es como si tuvieran un pacto entre ellos de guardar silencio en mi presencia. Algo esta pasa, se siente el aire a su alrededor estancado como si guardar silencio fuera la solución a todos los problemas. Siento que ocultan algo. Algo importante y me preocupa pensar que se trata de Andrus.

Tres días postrada en una cama, tuve que rogarle a Donna para que convenciera a Alistair de que estoy bien, había obligado a los doctores a mantenerme tres días más bajo revisión. No puedo pasar tanto tiempo acostada en una cama sin hacer nada. Me volveré loca si tengo que pasar tres días más encerrada entre estas cuatro paredes oliendo a desinfectantes y medicamentos. Hoy es mi ultimo día y no puedo esperar para correr lejos de aquí.

Fue una verdadera sorpresa ver que la primera persona en llegar al hospital después de mi ingreso fue Alistair. Daba bastante miedo aunque Donna aseguraba que esa era su cara de estoy preocupado y no se que hacer. Apareció como un tornado movilizando a todos a su alrededor. Los doctores corrían de un lado a otro aunque estoy segura que la mayoría no sabían que pasaba o porqué estaban corriendo.

Cualquiera pensara que era la hija del presidente la que estaba en la habitación ciento cuatro y no una simple adolescente tratada por deshidratación y mala alimentación, porque sí, no recuerdo la ultima vez que comí una comida decente sin tener la mirada penetrante de mi madre juzgando por comer una cucharada de más.

No voy a mentir, tenia la absurda esperanza de que mi madre seria la primera persona que cruzara esa puerta y que una pequeña parte de ella se sintiera culpable o arrepentida por sus palabras pero esa solo fue la ilusión de la tonta niña pequeña que vive en mi la cual aun cree que su madre no es un monstruo y la ama.

La única cosa que aun me mantiene en este hospital después de que firmaran el alta es Andrus. Convencí a Donna para que me diera el numero de su habitación. No me marchare de aquí sin antes verlo.

Debo comprobar por mi misma que se encuentra bien. Las protestas y los regaños no se hicieron esperar. No me voy sin verlo fueron mis ultimas palabras, no me di cuenta que había gritado, el silencio reino en la habitación todos se miraron y mis nervios estaban a flor de piel. ¿Qué me estaban ocultando?¿Por qué se comportan tan extraño?

Donna se encargo de convencer a todos de marcharse prometiendo que ella estaría a mi lado en todo momento y me llevaría a casa a salvo. Alaistair por su parte observo a Donna en silencio luego asintió y se marcho sin mirar atrás como si hubieran tenido una clase de extraña conversación secreta que solo ellos entendían. Fue bastante difícil convencer a Daneb pero Vanja lo arrastro hacia el ascensor y se despidió con un Ten cuidado.

Donna fue muy considerada al darme espacio y quedarse en la sala de espera para que pudiera ver a Andrus a solas. No se que encontrare tras esa puerta y si estoy lista para ello. Aquí estoy parada frente a la puerta cerrada con el numero docientos tres marcando la puerta. Mi mano se mantiene en la manilla de la puerta esperando reunir el valor de abrirla.

Tengo miedos que las pesadillas que he tenido en los últimos tres días se hagan realidad y encontrar el cuerpo sin vida tras esa puerta. Una brisa de aire recorre mi frente y viaja como serpiente hacia mi cuello, estoy sudando frío y la ansiedad no ayuda, tiemblo, no recuerdo haber estado tan nerviosa en toda mi vida. Aprieto fuerte el puño y respiro fuerte antes de abrir la puerta.

Es igual a mi habitación con la diferencia de que no esta decorada con ramos de flores y peluches como la mía. Esta esta limpia, vacía, como si no hubiera un paciente en esta habitación. Una punzada de preocupación se asienta en mi corazón pero se desvenase al escuchar el pitido del equipo medico recordando que hay un paciente y que sigue con vida. Suspiro aliviada, camino con pasos inseguros hasta la cama.

No estaba segura como fue que nadie noto a la sospechosa chica que llevaba media hora delante de la puerta como acosadora o como se escabullo a la habitación sin ser detenida. ¿Por qué no había nadie aquí? Médicos, enfermera, familia. Cualquiera que estuviera pendiendo de el chico que yace dormido.

Las sabanas blancas le daban una sensación etérea a su alrededor dejándome sin palabras. Su respiración es lenta y pausada, tan pacifico que olvidas el infierno por el que paso para llegar a este momento. Es la primera vez que lo puedo ver con tanta atención. Observar esas cosas que antes mi prejuicio y su gran bocaza e idiotez no me dejaban admirar.

Esto tiene que ser una broma parece recién salido de un comercial y no en un hospital gravemente herido. El no puede ser humano, no cuando se ve así. Es tan contradictorio que su belleza desgarradora lo haga parecer un maldito ángel y su acciones un monstruo.

El es insana mente adictivo, todo en él lo es. Belleza corrupta son las palabras que utilizas cuando un ser humano nace con la apariencia capaz de derribar personas y adquiere la habilidad de corromperlas y manipularlas a su antojo.

Son ese tipo de personas que no importa que tan incorrecto sea te acercas con la esperanzas de que cambiaran por ti y acabas siendo tú quien cae a sus pies suplicando por que no te abandonen. Te rompe en pedazos hasta el punto de no saber si darle una oportunidad o correr antes de que te destroce por completo.

Su cabello ébano con pequeños risos despeinado que tapabas sus ojos y se detienen cerca del puente de la nariz haciendo que toda la atención se concentre en sus labios. Esos labios en los que no he podido dejar de pensar desde que llegue al instituto. Esos labios que suelta palabras venenosas dedicadas a insultar y destruir a todo aquel que se cruce en su camino.

Un pequeño orificio en su oreja izquierda contando que en algún momento existió un pendiente. ¿Como se vería con el? De seguro seria algo mortal para el corazón de cualquier adolescente. El pequeño lunar en su cuello que mis manos no pudieron evitar tocar.

Mi vista se desliza por su cuello junto a mi mano hasta su manzana de adán y jadeo al ver las marcas moradas que lo adornan ¿qué diablos le paso para tener ese tipo de marcas? Me acerco lo suficiente para que mis ojos registren con detalle las marcas y busco con cuidado la terminación de ellas.

—¿Por qué me estas quitando la ropa?—su voz suena pastosa y forzada como si le doliera hablar—Espera a que me den de alta por lo menos—mantiene los ojos cerrados, intento alejarme pero sujeta mi mano impidiendo que me aleje.

—Solo quería saber si estabas bien—estoy más cerca de lo que creía de su rosto.

—Créeme loquita todo bajo la ropa esta más que bien—me observa y no pierdo el doble sentido detrás de sus palabras—¿Quieres comprobar?

—...Si...—murmuro perdida en sus labios.

—¿Si?—repite con burla.

—Cuello, marcas...las marcas en tu cuello es lo que quiero revisar—intento formular una oración inteligente pera la intensidad de su mirada no me permite pensar—Tu cuerpo no...tu cuerpo esta bien yo no quiero revisar...—mi vista se desvía hacia abajo y su risa me trae de regreso a su rostro.

—¿Segura?—se inclina, me tenso por el rose cálido de sus labios junto a mi oído—Tus ojos dicen lo contrario—susurra.

Una parte de mi, la racional grita que me aleje, que me suelte de su agarre y me marche sin mirar atrás. La otra parte de mi la que actúa sin pensar en consecuencias esta observando sus labios como si una fuerza invisible me atrajera hacia ellos. Mi vista viaje lento desde sus labios hasta sus ojos grabando cada detalle de su rostro. Su mirada es tan intensa como mi necesidad de juntar nuestros labios.

Se mantiene en silencio como si esperara algo, esto no es correcto ambos lo sabemos pero si no lo es porque lo deseo con tanta fuerza. Su vista se desliza hasta mis labios y muerde la esquina de los suyos haciendo que toda mi cordura desaparezca. ¡DIOS! ¡Estoy obsesionada con su boca!

Me gustaría decir que fue su culpa, que él lo inicio y yo solo lo seguí. Cuanto me gustaría decir que fue él quien me beso y no yo.

Nuestros labios se funden en un beso, un beso que amenaza con dejarme sin aire, un beso que se prolonga lo suficiente para que sienta el sabor metálico de la sangre mezclándose. Un beso que me empuja al abismo junto a su mano que sujeta mi cabello como si quisiera intensificarlo más.

Como si eso fuera posible.

—No deberíamos hacer esto...—susurra mientras intenta recuperar el aliento, sus ojos buscan un indicio de duda en mi.

—¿Por qué?—pregunto intentando comprender. Y se que no soy quien debería estar haciendo esta pregunta. Debería ser la que se opusiera con firmeza a esta locura y no quien se quejara por la separación.

—Tu me odias—algo detrás de esa mirada hace que me aferre aun más a la idea de nuestras bocas juntas luchando por el control—Solo te sientes culpable, solo lo haces por lastima—desprecio, sus palabras salpican desprecio pero algo me dice que no va dirigido a mi sino a él.

—No te tengo lastima Allen—intento burlarme y esperar el insulto por haber usado su nombre tan a la ligera sabiendo que lo odia en cambio me congelo al ver su mirada esta ¿preocupado? Nunca he sido buena identificando emociones.

—¿Por qué me besaste?—pregunta el silencio se prolonga y su mirada me dice que espera la respuesta. Una respuesta que no quiero dar porque seria aceptar lo que tanto esfuerzo e intentado ignorar—¿Por qué me confundes?

—¿Yo te confundo?—pregunto descolocada.

—Si...me tratas como si fuera la mayor basura del planeta...lo merezco lo se y estaba resignado a que me odiaras pero ahora vienes —hace una pausa y algo en mi duele, porque se ve como si estuviera sufriendo ¿toque su herida sin darme cuenta?—Y me besas como si quisieras fundirte en mis brazos, como si fueras a quedarte en mi vida...a aceptar la clase de basura que soy...como si significara algo...como si yo...yo...es tan absurdo que no puedo decirlo en voz alta—tapa su rostro con sus manos, suspira soltando una risa de auto desprecio.

—¿Como si me gustaras?—completo.

—Olvidalo...soy un idiota por sugerir algo tan absurdo—su mirada recae en mi nuevamente.

—Si, eres un idiota—respondo. No reacciona es como si esperara esa respuesta y se preparara para el rechazo—Eres un gran idiota, el más grande que he conocido—me acerco lentamente y nuestros labios quedan ha centímetros—Y te odio...te odio...—el aparta la mirada y cierra los ojos su respiración se hace cada vez mas lenta como si intentara contener sus palabras.

—Lo sé—murmura observando el monitor que marca sus latidos evitando mis ojos—Lo sé—repite un poco más alto.

—Te odio—tomo su rostro para que me mire a los ojos—Por qué eres de la ultima persona de la que quisiera enamorarme y aun así...

—¿Aun así?—pregunta sorprendido y juraría encontrar un destello de esperanza en sus ojos.

—Intento ignorarte, alejarme pero te empeñas en aparecer frente a mi y haces estallar todas estas emociones que no quiero tener porqué tu representas todo lo que no quiero en mi vida y aun así...—me quedo en silencio no soy capaz de decir las palabras en voz altas. No lo acepto no quiero.

Me comienzo alejar pero sus manos me detienen. La tormenta que es su mirada me hace caer en él error, el error de sus labios, un error que se siente tan malditamente bien como el paraíso. El beso se intensifica y si el anterior fue guiado por la imprudencia y el deseo este es distinto. Es un beso posesivo, un beso que reclama cada centímetro de mi cuerpo.

Nuestros labios se funden entre mordidas, ambos luchamos por el control, luchamos por más. Nos besamos como si este fuera el ultimo beso de nuestra vida y lo aprovechamos al máximo con miedo de no poder volver a repetirlo.

No se cuantos minutos han pasado desde que iniciamos esta locura pero ahora me encuentro sentada sobre él. Sus manos se deslizan sobre mi espalda y me aprietan con fuerza, los besos viajan de mis labios a mi cuello lento dejando pequeñas mordidas en el camino. Jadeo y clavo mis uñas en sus hombros.

—Me estas volviendo loco—gruñe mordiendo mis labios—Todo de ti me vuelve loco...tus manos...tu cuerpo...tus ojos...tu voz...tu molesta voz—me besa tan intenso como la primera vez. Jadeamos buscando aire. Su mano se desliza hasta mis jeans desabrochando el botón.

—Estamos en un hospital—jadeo mirando a los ojos mientras me devuelve su sonrisa coqueta.

—¿Y?—tarare como si no viera el problema.

—Estas herido—afirmo y bufa sin importancia.

—Es solo un rasguño—dice mientras besa mi cuello subiendo hasta mis mejillas—¿Sabes cuanto he soñado con este momento?—susurra en mi oído haciendo que se me escape un gemido—Me atormentabas cada noche.

—¿Pesadillas?—me burlo mirando sus ojos, niega hundiendo su rostro entre mis pechos suspirando.

—Si...las peores—suspira—Sabes lo que se siente tenerte cada noche bajo mi cuerpo, despertar y saber que me deprecias, que me tienes asco, que nunca podre estar junto a ti. Que mi sueños siempre serán eso, solo sueños.

Me paralizo antes sus palabras, resuenan una y otra vez en mi cabeza tratando de asimilar lo que acaba de decir. Le gusto, yo le gusto. Se concentra en mi reacciona buscando algún signo de...no se lo que esta buscando o espera. No se que busca y no se que hacer.

—¿Desde cuando? ¿Por qué?—es lo único que mi cerebro es capaz de formular. Suelta una sonora carcajada y pasa su mano por mi cabello recogiendo un mechón de pelo.

—No sé—sonríe—Quizás fue ese día cuando corrí hacia ti y me miraste como si quisieras quitarme la ropa y besarme contra la mesa.

—No...—lo golpeo avergonzada—Eso no es lo que...

—O fue cuando insinuaste las cosas que querías hacer con mi boca...

—Detente—murmuro avergonzada.

—Cuando me mirabas como si fuera una molesta cucaracha a la que querías pisar—se burla mordiendo mi cuello, eso de seguro dejara marca—Sabes lo mucho que me molestaba que me miraras como si fuera un asqueroso insecto, intente asustarte quizás así tendrías miedo y me evitaras pero tu...—deja caer su cabeza en mi hombro y reprime la riza su cuerpo vibra—Te acercaste como si fueras a besarme y juro que por un momento mi corazón se detuvo luego me pateaste y corriste.

—No me voy a disculpar.

—Y no quiero que lo hagas porque merezco todos y cada uno de tus insultos—susurra mientras apoya la cabeza en la almohada acomodándome entre sus brazos—Merezco que me trates como lo que soy...

—Yo no...—corta mis palabras con un beso, ligero casi dulce y sonríe sobre mis labios.

—Lo sé...estoy tan roto que no te merezco.

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