En la actualidad, todavía existen resquicios arraigados sobre los roles que debe de tener una mujer y un hombre. Debido a esto, existe un "castigo social", principalmente hacia las mujeres que a cierta edad no quieren seguir el mismo camino que el resto de las mujeres que basan su proyecto de vida en la maternidad. La sociedad, con su poder inquisidor de roles establecidos, intenta culpabilizar de tal forma a la mujer que no quiere o no puede tener hijos; hasta el punto de llegar a asfixiarla, tachándola de irresponsable y con ello, reduciendo a la mujer a un rol principal impuesto desde  antaño, el rol reproductor. 

Ninguna mujer es menos mujer por no ser madre, o ninguna mujer es más mujer al serlo. Ser madre, no es sinónimo de mujer completa, como nos han vendido hasta ahora, dejemos a un lado la presión social que se ejerce sobre la mujer, que es cuestionada incluso por su círculo más cercano si decide no ser madre. Dejemos a cada persona ser libre para elegir que quiere hacer en su vida o cuando es el momento idóneo para hacerlo. La palabra felicidad no es igual para todo el mundo y es algo que debería ser respetado, no imponer un concepto de felicidad absoluto.

Carla, nuestra protagonista, sufre este tipo de "castigo social" del que se ha hablado anteriormente. Ella se encuentra en la tesitura de ser una mujer soltera, independiente, con más de treinta años, cuyo proyecto principal en la vida no es ser madre y dentro de un círculo de amigas casadas y con hijos, que tienen muy bien asumido que necesitan imponer su discurso, que tarde o temprano tendrá que estallar como una bomba de relojería. 

La felicidad de Carla consiste en mejorar su vida, quizás en cambiar de trabajo, viajar más, y en el camino se encontrará así misma, dejando de lado ciertas compañías tóxicas y agobiantes que impiden su progreso, en resumen, buscará cumplir sus sueños.