Capítulo 9. Necesito verte
Las aguas tenían que volver a su cauce, después del fin de semana tan movido, todos necesitaban un descanso de todos. Pasaron días en los que no sonó el teléfono, ni nadie quedó con nadie.
Carla estaba en su piso, escuchando música a todo volumen, cuando se acordó de Alejandro. Algo le decía que él no le convenía, pero a ella eso le daba igual.
Carla se dispuso a escribir a Alejandro, para ver qué tal se encontraba después de aquella noche tan intensa. Pero antes de que pudiera hacerlo, Ana llamó a Carla.
Carla contestó a la llamada de teléfono de Ana.
—¡Hola Carla! ¿Qué tal estás? Hace mucho que no sé de ti.
—¡Hola Ana! Ya ...
—Después del día de la noche de autos jaja ... Bueno ... ¿Qué tal, entonces? ¿Tienes algo que contarme?
—¿Contarte? ¿Qué tendría que contarte? — dijo Carla bastante sorprendida
—Pues no sé ... — contestó Ana con un tono extraño para Carla.
—¿Cómo que no sé?, ¿sabes algo? — Carla se empezó a mosquear.
—¿Qué se supone que tengo que saber? — dijo Ana como si supiera ya algo.
—Bueno si quieres quedamos y hablamos ... — terminó diciendo Carla.
Carla decidió cortar la conversación, y quedar con Ana, había algo que no le cuadraba. Parecía como si a Ana le hubieran contado algo de lo que había pasado esa noche, y no iba a ser otro que Alejandro que sabía lo que pasó. Ya que ella en ningún momento abrió la boca para contar nada a nadie.
Las dos amigas estaban paseando tranquilamente, y Ana parecía tener una actitud muy sospechosa.
—¿Qué te pasa Ana?
—A mí, nada, ¿por? — soltó Ana con una sonrisita de las suyas.
—Te digo yo, que algo sabes y me lo estás ocultando — insinuó Carla.
—¿El qué? No entiendo nada — dijo Ana, sabiendo que Carla se estaba enfadando.
—¿Alejandro ha dicho algo no? Como si lo viera ...
—¿El que? No, ¿por qué? ¿Qué se supone que iba a decir? — balbuceo Ana sabiendo que se había metido en la boca del lobo.
—Venga Ana ... Puedes contármelo, no pasa nada— contestó Carla, aunque su cara decía lo contrario a sus palabras.
—Bueno ... Está muy ilusionado, aunque tú no lo pareces mucho— dijo Ana.
—¿Ilusionado? ¿Cómo? ¿Me puedes explicar eso? — dijo Carla muy enojada.
—A ver Carla, no hace falta que disimules, tampoco es que pase nada. Mario fue a hablar con Alejandro para ver qué tal se encontraba después de la nochecita que nos dio a todos, y se lo contó.
—¿El qué se supone que le contó? — dijo Carla bastante cabreada.
—Pues ... Lo del beso en el parque.
—Arrggg ¿En serio? ¿Pero él que tiene que contar? ¡Que crío es!
—Hombre Carla, era uno de los implicados jaja
—No sé, a mí no me hace mucha gracia Ana. No me hace mucha gracia que tenga que contarlo todo por ahí, lo veo un poco absurdo.
Carla se estaba enfadando por momentos, ella lo veía todo ridículo. A parte, ella era muy reservada, y no quería sentir cierta presión por tener que salir luego o no con Alejandro y mucho menos que este contara cosas que pertenecen a su vida privada así sin más.
—¿Estás bien? — preguntó Ana.
—Sí, sí ... — contestó Carla sin creérselo.
—Sí, seguro que sí ... ¿Qué pasa Carla? — preguntó ya Ana, preocupada.
—¿Te digo la verdad? Me parece un poco ridículo todo ya te lo he dicho. No creo que este bien que tenga que contarlo todo.
—A ver ... Él es así — le excuso Ana.
—Me da igual Ana, puede ser como le dé la gana, no me hace mucha gracia la verdad. Y, por cierto, tengo la sensación de que luego tenéis echa una piña con él y os contáis todo a mi espalda. ¿Qué pasaría si dejara de hablar con él luego?
—Nada Carla, yo seguiría hablando y quedando contigo. A él le conozco desde hace mucho tiempo, pero lo que tengáis él y tu es de él y tú y de nadie más, lo que pase para bien o para mal, no influiría para nada en mi amistad contigo.
—No sé, no me acaba de gustar el rollo que se trae de contarlo todo.
—Lo mejor que puedes hacer es hablarlo con él.
Carla después de quedar con Ana, iba andando hacía su casa y se acordó de las palabras de Ana, y viendo que ella tenía razón, creía necesario hablar con Alejandro. Aunque en ese momento se encontraba en caliente y no quería hacerlo, tenía la necesidad de explotar ya con él y decirle las cosas que le parecían bien y las que no.
Carla llamó a Alejandro. Alejandro enseguida vio como Carla tenía un tono de mosqueo bastante desproporcionado e intentó relajarla. Después de mucho insistir en que mejor tendrían que hablarlo en persona, Alejandro dijo a Carla que fuera a su casa a verle, que en ese momento estaba trabajando en unos diseños que tenía que entregar, pero que tendría un rato para ella.
Carla sabía que si iba se metería en un lodazal, sabía que por muy cabreada que estuviera con él, era verlo y rendirse a sus encantos y no quería hacer eso; quería ponerle los puntos sobre las íes y no sabía si sería capaz, y lo que es peor que se le fuera de las manos y a él le faltara tiempo para contar lo que pasó o dejó de pasar ese día.
Pero a Carla no le quedó otra que acceder y quedar en su casa. Ya sabía dónde vivía (a unas pocas calles más allá de donde vivía ella). Así que se dispuso a quedar con él.
Carla estaba de los nervios, ya que quería y no quería verle al mismo tiempo. Cuando llegó a su casa, sus dos perros estaban fuera en el patio jugando. Estuvo echando un vistazo antes de llamar al timbre, ya que cuando llegó tenía ciertas dudas de si darse o no la vuelta. La casa era espectacular, la noche que estuvo allí no le dio tiempo a apreciarla de esa forma; parecía una casita de campo en mitad de la ciudad, un refugio lleno de plantas, donde sentirse cómodo y relajado en medio de todo ese ruido. Una hiedra invadía toda la casa, como si la abrazase. La casa tenía dos plantas. Mientras Carla seguía inmersa en lo que apreciaban a ver sus ojos; por la ventana situada en la planta de arriba, apareció asomado Alejandro con una taza de café en la mano.
—¿Qué haces ahí Carla? ¿Por qué no has llamado al timbre? Ahora te abro— dijo él.
Alejandro bajó apresurado las escaleras para abrir a Carla.
Carla en ese momento no sabía que decir cuando lo tuvo delante de ella abriendo la puerta. «Me tenía que haber ido antes de que viera que estaba aquí, e inventarme cualquier excusa para decir que me tenía que ir urgentemente» pensaba Carla.
Alejandro se quedó perplejo mirando a Carla durante un tiempo. Más bien, fueron los dos los que no podían mediar palabra, uno enfrente del otro.
—Esto no ha sido buena idea — dijo Carla rompiendo toda la química que estaban teniendo en ese momento.
Mientras se alejaba de la puerta, Alejandro corrió hacia ella y le cogió de la mano. A Carla eso le sonaba de "la noche de autos" y sabía que no terminaría bien. Aun así, se dejó llevar y se acercó a él.
—¿Qué dices Carla? Venga anda ... Pasa, no te voy a comer — dijo Alejandro con una sonrisa de oreja a oreja, sin soltarle de la mano.
En ese momento a Carla se le empezó a activar la imaginación. «¿No me vas a comer? Pues que pena ... Pero que estoy pensando ... En fin, Carla céntrate, venias a hablar ...» Pensó Carla.
Alejandro miró a Carla con una sonrisita de las suyas, mientras entraban en su casa. A ella se le pasaba de todo por la cabeza, desde que pasaría entre esas paredes, hasta que contaría después, si pasaba algo. Se empezó a poner tensa, era incapaz de relajarse.
—Carla ¿de qué querías hablar? — dijo Alejandro, sentándose en un sofá enorme, mientras la acercaba a ella, consiguiendo que se sentara a su lado.
Carla le miró con una cara ... Pensando: «No me acuerdo ni a lo que he venido, me nublas la mente, estoy en la boca del lobo y me quiero ir ...»
Como Alejandro veía que estaba bastante tensa, intentó iniciar él la conversación.
—Gracias por ayudarme la otra noche, no sé qué me pasó, no debí beber tanto, no suelo beber ...
—No fue nada, supongo que cualquier persona hubiera hecho lo mismo por otra.
—Sí claro, cualquiera ...
—Bueno ... Esto ... Mejor me voy — soltó Carla de repente.
Carla lo estaba pasando bastante mal, no quería que Alejandro le hiciera daño, ni mucho menos hacérselo ella a él. Las palabras de Ana retumbaban en su mente, sabía que estaba bastante ilusionado con el beso. Además, ella no sabía muy bien lo que sentía, no le parecía que fueran a tener una relación normal, él era mucho más joven que ella, y ella también empezaba a pensar que sentía solo una atracción por él, que se iba a quedar en solo eso, una simple atracción.
Carla se levantó del sofá rapidísimo, cogió su mochila, y Alejandro se quedó con cara de bobo sin poder responder durante unos segundos.
—Carla ... Pero ... ¿Cómo te vas a ir ahora? Pero ... Si no hemos hablado de nada, acabas de llegar — dijo Alejandro sin saber cómo actuar.
Carla, se dio la vuelta muy digna, mirando a Alejandro, que estaba ahí de pie, con un pantalón de chándal y una camiseta que dejaba ver sus músculos y tatuajes, iba vestido de andar por casa, pero a él todo le quedaba bien. Después de echarle un vistazo de arriba abajo y admirar su belleza, Carla reaccionó.
—¿De qué quieres hablar? — dijo ella.
—No sé, dímelo tú. Eras tú la que querías hablar— dijo él.
—Nada déjalo, es una tontería— dijo Carla, pensando que de verdad era una tontería hablar con él ciertos temas.
Carla se disponía ya a irse, cuando Alejandro la agarró de la cintura, y mirándola a los ojos, dejó que cayera sentada en una mesa que había prácticamente en la entrada.
Ambos se comían con la mirada. Y cuando él se quiso acercar para besarla, ella se apartó.
—¿Qué haces Alejandro? Me quiero ir ...
—¿Ah sí?, pues vete Carla, no te obligo a quedarte.
—Sí, es lo que quiero hacer.
Ambos estaban conversando más con la mirada, que con las palabras que salían de su boca.
—Por cierto ... Me empieza a cansar que te apartes cada vez que voy a besarte, el otro día, ahora hoy ... — dijo Alejandro riéndose.
—No te mereces otra cosa— contestó Carla muy digna.
—¿Tú crees Carla? ¿Crees que no me merezco otra cosa? — dijo Alejandro susurrando a Carla al oído.
—Alejandro ... Creo que me voy a ir, no pinto nada aquí, en serio ... — dijo Carla bastante nerviosa, mientras no paraba de mirarlo a los ojos.
—Bueno ... Si no estás cómoda Carla, vete, no pasa nada.
—No quiero que luego vayas contando cosas— se la escapó decir a Carla.
—Tocado y hundido. ¿Así qué es eso? — preguntó Alejandro agarrando suavemente a Carla por la cintura con sus dos manos, mientras ella seguía sentada encima de la mesa sin saber que hacer.
—Sí, es eso, aquello y lo de más allá ...
—Lo siento, si te ha sentado mal, no esperaba que te sentara mal ... Hablé con Mario, y me vino a la mente el beso de las narices nada más, siento haber dicho algo. Por mi parte no volverá a suceder.
—¿El beso de las narices? ¿No volverá a suceder? — preguntó Carla un poco ofendida
—Carla, todo te sienta mal.
—No me sienta mal todo, eres tú. Más bien tú y tus tonterías...
—Vale ... Muy bien. Estupendo. Haz lo que quieras. Sí, la verdad es que mejor hablamos otro día, que tengo mucho trabajo— dijo Alejandro, bastante cabreado.
Los ojos de Alejandro estaban llenos de rabia y de tristeza en ese momento. No podía dejar de apartar la mirada de Carla mientras hablaba. Ni Carla podía apartar la mirada de él, parecía como si lo que soltasen por la boca, no correspondiera con lo que se decían con la mirada.
—¡Que cabezota eres! — dijo Alejandro explotando ante la situación que le superaba por momentos.
—¿Yo? Habló ...
—Lo siento Carla, no volveré a contar nada.
—No, si no vas a tener nada más que contar— contestó Carla, cuando en el fondo se moría de ganas de que tuviera que contar algo más.
—¿Ah sí?, pues mira que bien. Así no tengo que abrir mi bocaza, y todos contentos.
—Sí, va a ser lo mejor.
Los dos estaban bastante picados, cuando de repente no pudieron dejar de mirarse, Alejandro se abalanzó sobre Carla, la siguió agarrando suavemente por la cintura y la besó. Carla se estaba derritiendo por dentro, se veía subida encima de la mesa, sus pies no podían tocar el suelo y se estaba dejando llevar por el momento, se fundieron en un beso lento e intenso, de los que cortan la respiración.
Cuando de repente, sonó el móvil de Carla, la estaban llamando. «Que mierda, ahora no, ¿quién narices será?» pensó Carla. El teléfono seguía sonando y ellos dos estaban tan enganchados besándose sin parar con tantas ansias. Carla podía sentir como Alejandro la agarraba con una fuerza hacia ella magnética, y no podían dejar de fundirse con él sin parar de besarse, sintiendo la piel él uno del otro por debajo de la ropa.
Por desgracia el teléfono seguía sonando. Alejandro por un momento paró de besarla, pero sin querer hacerlo.
—Carla, deberías cogerlo, igual es algo importante ...
—Igual si, no sé ...
Carla pensó que podía ser su jefa, y no quería cabrearle, así que se incorporó, pero al mirar el móvil, tenía varias llamadas perdidas de Violeta. «¿Violeta? ¿En serio es ella? ¿Qué quiere ahora con tanta insistencia? Que inoportuna, si no hablamos desde hace un montón de tiempo» pensó Carla.
—Llama a quien tengas que llamar Carla, no me voy a mover de aquí— dijo Alejandro en un tono bastante comprensivo y sonriéndole.
—Puf, lo siento, es una antigua amiga, no sé qué pasará, es raro que me llame, y más tan insistente ... No sé si le habrá pasado algo grave ... — dijo Carla sin poder evitar la preocupación por ella, por la amistad que tuvieron.
Alejandro se apartó de ella, para darle espacio.
Carla devolvió la llamada. Violeta estaba de los nervios, la había llamado a ella, porque en su grupo de amigas, ella esperaba que no le diera de lado como hizo Amanda y posteriormente Laura. Violeta estaba a punto de divorciarse, había sido infiel a su marido, y él la había echado de casa, necesitaba un sitio urgente donde poder quedarse, mientras volvía a poner su vida en marcha, tras la nueva situación en la que se encontraba. A Carla, no le quedó otra que intentar ofrecerle su ayuda y marcharse corriendo a ver que podía hacer con Violeta.
—Lo siento Alejandro, me tengo que ir— dijo Carla cogiendo su mochila y acercándose a la puerta.
—Qué pena ... Me encantaría que te quedaras, pero entiendo que la llamada te ha descolocado, y es algo urgente. Ya me contarás ... Y no te preocupes no contaré nada sin tu permiso.
—Ok, gracias por entenderlo y lo siento, me hubiese gustado quedarme más contigo.
—Ya tendremos tiempo. No te preocupes.
Carla abrió la puerta para irse. Alejandro no pudo evitar cogerle de nuevo la mano (algo que a Carla la derretía por dentro), la atrajo hacia él y volvió a besarla para despedirse de ella.
Él se quedó con una sonrisa enorme, mientras ella mirando hacia atrás, también se alejaba sonriéndole.
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