Capítulo 7. Un tropiezo fortuito
Pasados unos días de haber hablado por última vez con Alejandro por teléfono, Carla recibió la llamada de Ana, quería que quedasen para hablar ya que se sentía bastante mal por lo que había hecho y llevaban ya más de una semana sin verse, debido entre otras cosas al enfado de Carla.
Esta vez, Carla accedió a quedar, quedaron en un parque cercano, así aprovechaba y podía dar un largo paseo a sus dos perros, mientras charlaban tranquilamente.
En un principio, la conversación fue un poco cortante y distante, Carla sentía un poco de rencor, y Ana lo notaba y no sabía cómo actuar, poco a poco se volvieron a soltar como siempre, y Carla se quedó con que su amiga lo único que buscaba era ayudar en ese momento.
—Pues como te decía, siento mucho Carla haberte metido en esto ...— dijo Ana.
—Me gustaría saber cómo sucedió todo con pelos y señales— dijo Carla.
—Bueno, en realidad fue idea mía, vi que Alejandro no paraba de preguntar por ti, y se me ocurrió la terrible idea de que podía darle tu número de teléfono a Mario para que se le diera a Alejandro; ya que veía que ninguno de los dos era capaz de dar el primer paso, no se me ocurrió otra cosa. De veras que lo siento, te vuelvo a repetir que a mí no me hubiese gustado que me hubieran hecho eso. No caí en pedirte permiso, y lo tendría que haber hecho, era todo tan simple... — contestó Ana.
Mientras Lula y Ron se iban parando cada dos por tres, oliéndolo todo, parándose con todos los perros, poniendo cara de aburrimiento cada vez que soltaba una parrafada Ana. En esos momentos, para desviar la atención a otro tema, a Carla no se le ocurrió mejor idea que preguntarle por Mario.
—Ok, bueno no pasa nada, olvidemos el tema. Bueno cuéntame, ¿Qué tal con Mario? — prosiguió hablando Carla, quitándole importancia a lo que había pasado.
—Me alegra que me preguntes Carla, de nuevo perdona por lo que te hice con Alejandro— repitió de nuevo Ana.
—Ya, déjalo estar— soltó Carla en un tono un poco desagradable.
—Perdona ... — balbuceó Ana, pensando que estaba metiendo de nuevo la pata.
—Es que déjalo, ya está hecho ... Tu sigue con lo tuyo, cuéntame— dijo Carla con una voz entre de cotilla y psicópata bastante extraña, hasta para el gusto de Ana.
—Bueno pues que te iba a decir, ¡ah sí! hemos quedado más veces, parece que lo nuestro va un poco lento, pero bueno tenemos mucho en común— siguió Ana.
—¿Y ya? ¿Y tú te metes a celestina, cuando necesitas una persona que acelere tu relación? Jajaja— contestó Carla sin parar de reírse.
—Carla, ¿Cómo puedes decirme eso? — dijo Ana medio enfadada, pero al mismo tiempo riéndose.
—Es verdad Ana, lleváis quedando tanto tiempo ... ¿Y nada de nada, en serio? Es que no me lo creo... — dijo Carla.
—Bueno a ver, el otro día un beso, un pico, muy corto. Algo es algo — dijo Ana un poco decepcionada por lo que estaba contando.
—¿Y qué tal? ¿Cómo te hizo sentir? — preguntaba Carla, como si le estuviera haciendo terapia de pareja a Ana.
—¿El qué? — preguntó Ana, bastante despistada, pensando en lo que había dicho anteriormente.
—¿Cómo que qué? Madre mía Ana, no sé, no te veo a ti tampoco muy entusiasmada— dijo Carla, preocupándose un poco por la cara que estaba poniendo su amiga.
—Pues no, la verdad, estoy un poco quemada, serán los años y la experiencia que no pasan en balde, voy con pies de plomo, no me quiero desilusionar, ¿sabes a lo que me refiero? — se excusó Ana.
—Sí, cuando te echas años encima, te has cruzado con más de un sapo y ya has sufrido bastante con el tema del amor, y no quieres pasarlo peor— afirmó Carla entre risitas.
—No le veo mucho interés a él tampoco, y eso me echa para atrás, aunque no se si soy yo quien le echa para atrás, con mis miedos, no lo sé ...— contestó Ana muy pensativa.
Carla en ese momento iba andando para atrás, pendiente de sus dos perros y de la conversación que tenía con Ana. No sabía con lo que se iba a encontrar en ese momento, no se lo esperaba. De repente, a Lula la empezó a dar miedo, pero ella seguía metida en la conversación con Ana, mientras tranquilizaba a Lula.
—Carla ... — dijo Ana.
—No, de verdad sigue contándome— contestó Carla, ajena a todo lo demás.
—¡Carla! — volvió a repetir en un tono más bajito Ana.
—¿Qué quieres Ana? — contestó Carla, más alto ya mosqueada, porque no era capaz de enterarse de nada.
—Te vas a chocar— dijo Ana hablando más bajito.
—¿Ana cómo me voy a chocar? ¡¡¡Estamos en un parque enorme, vamos por un camino, por el que no viene nadie, estoy hablando contigo tranquilamente!! ¡No sé porque te pones a hablar tan bajito ahora! ¡No te entiendo, de lo bajo que hablas! — se puso a explicar Carla a gritos.
Sin darse cuenta, se tropezó. Carla se dio cuenta que había pisado a alguien, al girarse se encontró de frente con Alejandro que iba con sus perros. Él tuvo que sujetarla para que ella no se cayera ahí mismo, quizás para evitar que Carla pudiera montar otra de sus escenitas de torpe.
—Joder ... Digo hola ... Lo siento — habló Carla con la voz entrecortada.
—Nada, no te preocupes— dijo Alejandro riéndose, después de haber escuchado a Carla hablar a Ana a gritos.
Ana no podía parar de reírse.
—Hola Ana— dijo él.
—Hola Alejandro— respondió Ana.
—¿Qué tal? Estaba por aquí paseando con los perros— siguió hablando Alejandro con Ana, mientras hacía notar a Carla que pasaba de ella.
—Qué casualidad, nosotras también estábamos por aquí, paseando a los perros de Carla— dijo ella.
Carla intentaba pasar también de Alejandro, mirando hacia otro lado, para que él viera la falta de interés que estaba mostrando hacia él.
Mientras tanto, Alejandro continuaba hablando con Ana.
Carla se había parado a saludar a los perros de Alejandro, Lula no podía evitar tirar para atrás con la correa. Ana se dio cuenta y sujeto a los perros de Carla, para crear un ambiente íntimo en medio del parque sin que a Lula le diera miedo uno de los perros de Alejandro.
Fue entonces cuando Alejandro se centró solo en Carla.
—Parece que los caes bien — dijo Alejandro a Carla.
—Yo siempre caigo bien— dijo Carla, con una risilla bastante nerviosa.
Carla estaba agachada acariciando a los perros de Alejandro y hablándolos, cuando Ana desapareció con los perros de Carla, para hacer como es debido de celestina, ya que veía que de ahí podía surgir algo.
—Que bonitos son, son muy buenos— dijo Carla.
A Alejandro se le pasaban ciertas respuestas bastante empalagosas para eso, pero no lo veía adecuado, así que se calló, se acercó a sus perros y empezó a darles achuchones. En uno de esos achuchones, la mano de Carla se cruzó con la suya en el camino, y ambos se miraron como si no hubiese un mañana.
De repente Carla despertó del bonito cuento que se estaba montado en medio de la nada en el parque, buscando a Ana que llevaba a sus dos perros; estaba preocupada por lo miedosa que era Lula, aunque Ana parecía que la caía bastante bien y tenía todo controlado.
—Me tengo que ir, Ana está muy lejos y Lula es muy miedosa— dijo ella.
—Ok, pues nada, ya nos veremos— contestó él, con cara de decepción.
—Sí, ya nos veremos— dijo ella.
Mientras Carla se alejaba, Alejandro intentaba seguirla con la mirada, hasta que no le quedo otra que gritar.
—¡Carla! — grito Alejandro con su voz grave.
Carla, se paró en ese momento, mientras sentía como Alejandro se acercaba de nuevo. Su corazón iba a explotar.
Alejandro se acercó a ella, se quedó mirándole fijamente a los ojos, ambos se estaban cruzando unas miradas, que no se verían ni en la mejor película romántica, ni el mejor guionista del mundo podría haber escrito algo así. Alejandro se abalanzó sobre ella, cogió con una de sus manos un hombro suyo. Carla empezó a temblar, esperando que fuera a besarla ...
Fue entonces, cuando Alejandro se acercó lentamente a su oído.
—¿No me dijiste que me ibas a llamar para quedar? — susurró Alejandro a Carla.
Tras un leve pero intenso silencio.
—¿Eres un poco mentirosilla no? — dijo Alejandro ya en alto, mientras se alejaba de ella.
Carla en ese momento se quedó bloqueada, no era lo que se estaba esperando.
—Bueno ya nos veremos o no, que parece que no quieres quedar nunca, voy a seguir dando un paseo a los monstruitos— dijo él.
—Sí, bueno, ya nos veremos, hasta otro rato— dijo Carla bastante enfadada, mientras no podía dejar de mirarlo cuando se alejaba.
«Qué manera de estropear un momento romántico, Será posible, que me haya dejado con las ganas ... ¿Pensaba que me iba a besar? Seré idiota. Arrgg, que crío está hecho. No lo soporto, siempre con sus jueguecitos ...» pensó Carla.
Se fue hacia Ana bastante cabreada, cogió a sus dos perros y siguió paseando bastante acelerada. Parecía que hasta sus perros tenían la necesidad de preguntar qué había pasado para que se encontrara así de enfadada.
—Carla, ¿qué te ha pasado? ¿Te ha dicho algo malo? Si es así voy y le digo cuatro cosas bien dichas ¿eh? — dijo Ana, bastante preocupada.
—No lo soporto en serio. Esta siempre con sus jueguecitos— dijo ella.
—¿Con sus jueguecitos? — preguntó Ana.
—No te lo había contado, por el mosqueo que me había cogido cuando le diste mi número de móvil; pero Alejandro me estuvo escribiendo mensajes, y acabamos hablando por teléfono a las tantas de la noche un día— explicó Carla, para que Ana entendiera por donde iba el hilo de la historia.
—¿Y...? — preguntó Ana con muchísima curiosidad.
—¿Cómo qué y? Me resultó bastante agradable hablar con él, pero quedé en llamarlo y no lo hice, tampoco he tenido mucho tiempo ... Pensaba que de la forma en la que se estaba acercando hoy, me iba a besar, y me viene con un enfado de niño pequeño, lo que es él claro, y ya no por la edad, no nooo... No es porque tenga diez años menos que yo, es que él es un crío y me dice que no le he llamado para quedar — explicó Carla, sintiéndose ella una cría en ese momento.
—¿Pero...? ¿Habías quedado en llamarlo y no lo has hecho? — preguntó Ana, sin poder evitar reírse del enfado que tenía Carla, que no entendía muy bien.
—Yo no me rio Ana, es un niñato — dijo ella, muy enfadada.
—No, si yo no me rio, me hace gracia la situación, solo eso, no te vuelvas a enfadar conmigo, solo quiero entender que pasa, nada más— se excusó Ana.
—He pasado de él estos días, no lo he llamado y él me lo acaba de pagar ahora mismo, con una pataleta— explicó brevemente ella.
—Ah vale, vale. ¿Te esperabas que diera él algún paso ahora? Pero Carla si has pasado de él... Y te digo una cosa, Alejandro es bastante reservado, creo que bastante se está lanzando contigo — dijo Ana, intentando excusar la actitud de Alejandro.
—¡Arrrgggg!, ¡no estoy pasando de él, por favor!, es que no puedo quedar con él, me pone nerviosa y me enfada verlo, mejor dicho, me enfado a mí misma, reaccionando de esa forma— soltó Carla sin entender nada de lo que estaba diciendo, autoanalizándose a sí misma.
—Entiendo ... Pues ...— Ana, no sabía que decir.
—No Ana, no lo entiendes, no puedo quedar con él, me da la sensación de que es un crío pequeño, que busca un poco de atención y cuando la tenga, me dejará por una más joven que yo, yo soy una vieja a su lado y me dejará echa una mierda— se explicó Carla.
—Jajaja— Ana se empezó a reír a carcajadas.
—Ana, te estoy contando mis problemas ¿Y te ríes?
—Es que ... Jajaja ... Me ha hecho gracia lo de vieja— dijo Ana, pensando que ella era igual de vieja entonces.
—Ya me entiendes, mayor para él. Pero, ¿qué quieres que diga una mujer mayor? Yo ya tengo mis achaques, y a él se le ve que está en forma, es guapo y no duraríamos nada juntos y yo ya me estoy pillando ... — dijo Carla, mientras en su cabeza retumbaban las frases tan absurdas que había visto vomitar por su boca en ese preciso momento.
—Pero Carla, ¿te estas escuchando? ¿En serio? — seguía diciendo Ana sin poder parar de reírse.
—Eres una monada ... Como te gusta complicarte antes de tiempo, deja que las cosas fluyan, no creo que la edad sea un impedimento, tampoco son tantos años ... — siguió diciendo Ana.
—¿Una monada? En fin ... No lo soporto— concluyó diciendo Carla.
Después del paseo, Carla llegó a casa, tiró las zapatillas por donde pudo, quitó las correas a sus perros que se fueron corriendo a la habitación para no tener que escucharla más, y ella se quitó su moño despeinado, tirando del coletero fuertemente, y se desplomó en el sofá. Se colocó el cojín en la cara para gritar de rabia y para que no la escucharan los vecinos, no quería que se enterase nadie de lo mal que estaba y se encontraba al mismo tiempo, en ese preciso momento.
Cuando de repente, sonó el móvil con una llamada bastante inoportuna.
«No quiero cogerlo» pensó Carla. Pensaba que sería Ana, que quería seguir hablando del tema, y a ella no le apetecía nada.
La llamada era insistente, así que acercó el brazo como pudo a la mesita donde había tirado el móvil, sin levantarse de su posición horizontal, y sin mirar quien llamaba, contestó a la llamada al móvil.
— Ana ¿qué quieres?, no estoy para nada ahora mismo.
—¿Ana? Creo que no soy Ana. Aunque me gustaría, por lo visto con ella tienes tiempo para quedar— dijo Alejandro.
—Ah, ¿eres tú? — dijo Carla con un tono de indiferencia, aunque por dentro sabía que se moría de ganas de escuchar su voz.
—Sí, soy yo— contestó él.
De repente a Carla se le cruzaron los cables, y por muchas ganas que tuviera de hablar con él, no quería hablar más, o por lo menos ese día ya había tenido bastante.
—Te dije que te llamaría yo— dijo Carla, con un tono de enfado, aunque por dentro se estaba riendo sin poder más.
—Perdona Carla ... Joder ... Vale, lo siento, no te tenía que haber llamado. Es verdad, me dijiste que me llamarías tu. Pero me acordé de ti y más al verte hoy en el parque— explicó Alejandro.
Carla en ese momento estaba perdiendo un poco los nervios, por una parte, quería mandarlo a tomar vientos y por otra quería quedar con él en ese momento, le hacía sentir tantas cosas contradictorias al mismo tiempo ...
—Vale, lo siento, he sido un poco brusca, pero necesito estar sola— dijo Carla sin creérselo.
—Vale, bueno no te vuelvo a insistir, si quieres quedamos un día y sino no pasa nada— dijo él.
—¿Por qué me dices que si quieres quedamos un día? Estas insistiendo ... — dijo ella cabreada.
—Vale bueno, no te volveré a llamar, ni a decirte nada si me cruzo contigo — dijo Alejandro, bastante apenado.
—Me parece bien — dijo Carla, mientras sentía que le partía el alma.
—Bueno ya hablamos — dijo Alejandro y colgó.
Carla se quedó bastante mal, pero tenía otras cosas en las que pensar, no solo todo giraba alrededor de Alejandro; así que decidió irse a dormir y pensar que mañana sería otro día.
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