Capítulo 4. La llamada.
Hoy era uno de esos días, en los que Carla estaba ensimismada realizando su trabajo. Cuando de repente recibió una llamada, era Ana, quería quedar un rato con ella, para ver qué tal le había ido la semana, ya que no la veía desde el evento de adopciones al que acudió.
—Hola Carla— dijo Ana.
—Hola Ana— contestó Carla.
—¿Qué tal te está yendo la semana? ¿Te apetece que quedemos un rato? — preguntó Ana.
—Uff tengo mucho trabajo, pero la verdad es que lo necesito, mi cabeza está muy saturada de tanto pensar— dijo Carla.
Fue entonces, cuando Ana dio a Carla el nombre y la dirección de una cafetería que le gustaba mucho, ya que era un lugar bastante tranquilo para hablar cómodamente.
—Ok, pues quedamos en esta cafetería y nos tomamos algo— contestó Ana.
Carla se dispuso a arreglarse, estaba tan metida en sus artículos, que solo pensaba en que podía haber escrito o que escribiría. Carla se dispuso a coger su bolso y salió apresurada porque llegaba tarde como siempre, algo muy típico en ella.
Estaba muy metida en sus cosas, no sabía si era buena idea quedar con Ana, ya que no sabría si le iba a prestar mucha atención, y ella todavía no sabía cómo se lo tomaría su nueva amiga, eso de que en el algún momento de la conversación desconectara, ya que era lo que estaba acostumbrada a hacer muchas veces, por necesidad. Aunque ahora, lo mismo no tendría por qué ser así.
Cuando llegó a la cafetería, Carla vio a Ana sentada en una mesa, pudo percatarse de que ella estaba atolondrada mirando por la ventana como pasaba la gente. Cuando Ana vio a Carla, esta comenzó a mover la mano de un lado a otro con bastante efusividad para que la viera, ya que veía a Carla bastante perdida, como metida en su mundo, Carla buscaba a Ana por la terraza y ella debido al frío que hacía, estaba metida dentro de la cafetería.
Al verse, después de saludarse, y pedirse un refresco, comenzaron a charlar de todo un poco, de cómo había ido la semana, que tal llevaban sus trabajos, lo típico que le puedes contar a alguien cuando no lo ves pasado un tiempo.
Carla vio a Ana bastante contenta, no sabía porque, así que decidió preguntar a que venía tanta alegría.
—¿Qué te pasa Ana? Te veo muy risueña— dijo Carla.
—¿Qué me va a pasar? — replicó Ana.
—No sé ... Parece como si desbordaras alegría, como si hoy te hubieras quedado con la energía que a mí me falta— contestó Carla.
Ana, se empezó a poner colorada de repente, parecía que en su cabeza rondaba la frase de: «¡Vaya!, parece que me han pillado». Cogió el vaso, y empezó a beber de forma apresurada, parecía que necesitaba energía para soltar de golpe todo lo que tenía que decir, y no sabía por dónde empezar.
—Esto... ¿Te acuerdas el día del evento no? — dijo Ana.
—Sí, claro que me acuerdo— dijo Carla.
—Bueno ... Cuando te fuiste con tus perros, se acercó Alejandro, ¿te acuerdas de Alejandro? — contestó Ana.
A Carla le empezaron a entrar los mil males, pensaba: «¡Ay madre mía!, ¿Qué me va a decir? ¿Se acercó Alejandro a hablar con ella? ¿Se habrán gustado y me va a decir que va a quedar con él? Bueno y a mí eso porque me tiene que importar, si no me importa...»
Carla parece que entró en pausa, mientras Ana la miraba perpleja, pensando en que se le pasaría por la cabecita a Carla. Ana se dio cuenta que tal y como había empezado la frase, quizás Carla pensaba que estaba con "su chico misterioso" o por lo menos mínimo que se estaban conociendo, de ahí que se acercara a ellas en el evento y después se quedara hablando con Ana (cuando ya se encontraba sola).
Parecía como si a Carla le estuviera dando un ataque de celos que no tenía sentido, y no sabía cómo iba a reaccionar si Ana le decía que estaba conociendo a Alejandro. Empezaba bien su amistad entonces, pilladas del mismo chico, y ella como siempre pensando que salía perdiendo...
—¿Carla? ¿Estás ahí? — dijo Ana.
—Sí ... Perdona ... ¿Qué decías? — dijo Carla despertando, y apartándose de sus pensamientos.
—Bueno pues como te iba diciendo ...— dijo Ana.
Carla seguía pensando: «No, como me ibas diciendo no, mejor no me lo digas, no quiero saberlo ... ¿Qué le he hecho yo a la vida para esto?» Su vocecita interior tuvo que decirla: «Eres la reina del drama, espérate a ver qué te dice» Fue cuando parece que Carla prestó atención.
Mientras Ana, seguía con la conversación explicándole que había pasado el día del evento, después de que ella se marchará con sus dos perros; sin percatarse de que Carla seguía en su mundo interior perdida, nadando entre un mar de pensamientos que iban a desembocar en el mar de la desdicha ...
Como Ana, no veía reaccionar a Carla de ningún modo, empezó a preguntar.
—¿Me has escuchado Carla? — insistió Ana.
—Perdona, ¿Qué? Esto ... pues no mucho, la verdad. Estaba pensando en mis artículos, se me había olvidado escribir algo ...— contestó Carla (como para disimular que no quería escuchar lo que tenía que decir, por si le iba a sentar mal algo de lo que dijera).
—Ya claro ...— refunfuñó Ana.
—Bueno cuéntame Ana, ahora si te escucho— contestó Carla, en un tono de esta vez me voy a centrar, que parece que se está enfadando.
—Te decía que estaba así, porque cuando te fuiste vino Alejandro ...— repitió Ana, ya por segunda vez.
—¡Ay!, no me lo cuentes, en serio ...— Dijo Carla tan triste, mientras pensaba «¿He dicho eso? Si solo lo estaba pensando...»
—¿Qué no te cuente qué? Pero ... si no te he contado todavía nada Carla, y además te puede interesar — insinúo Ana.
Fue cuando la vocecita interior de Carla gritaba: «Pero... ¿Cómo te va interesar?, si te está rompiendo el alma» (todo en un tono drama queen). Hasta su vocecita, lloraba por ella. Pobre Carla.
—Bueno, ¿te lo cuento o no te lo cuento? — dijo Ana, con un tono de bastante mosqueo.
—Sí, haz lo que quieras, si total — contestó Carla.
—A ver Carla, te iba a contar que mientras estaba hablando con Alejandro, que te dije que lo conocía por la asociación, que por cierto estaba bastante interesado en ti y en preguntarme por ti ...— dijo Ana.
Carla mientras escuchaba esto, volvió a sonreír, le estaba saliendo tal sonrisa, que se le podía hasta salir de la cara.
—Pues se acercó un amigo suyo, bastante majo, conectamos bastante, de hecho, nos dimos los móviles, y voy a quedar con él mañana. ¿Qué te parece? — Prosiguió Ana.
—Uff que bien, que peso me quitas de encima. Digoooo, ¡qué bien por ti!, espero que lo paséis bien mañana— dijo Carla.
—¿Peso? Jajajaja ... ¿Qué pensabas que te iba a decir? ¿No estarías pensando que ...? ¡Nooo! ¿En serio...? ¿Pensabas que te iba a decir que iba a quedar con Alejandro? Le conozco desde hace tiempo y no ha pasado nunca nada, además es mucho más pequeño que yo, y no es mi tipo, ni creo que yo sea el suyo. Pero por el interés que mostró en preguntar cosas sobre ti, tu sí que pareces su tipo— acabó diciendo Ana.
—¡Ay! perdona, es que me pongo a pensar...— dijo Carla (con una risa bastante nerviosa).
—Bueno ... Sigamos hablando de ti — retomó la conversación Carla.
Y Ana le siguió contando todo lo que estuvieron hablando Mario (que así se llamaba el amigo de Alejandro) y ella.
Después Carla se volvió a quedar pensativa, mientras Ana disfrutaba del refresco, pensando en la cita que tendría mañana.
Fue entonces cuando Ana se dio cuenta de que Carla se había metido en su mundo otra vez, pensando y pensando ...
—¿En qué piensas ahora, Carla? — dijo Ana.
—En nada ... Bueno si, en la frase que has dicho antes, que Alejandro es pequeño para ti ...— explicó Carla.
—Yo tengo treinta y ocho, y Alejandro si no recuerdo mal, este año cumplirá los veintisiete— indicó Ana.
Carla estaba bebiendo cuando dijo veintisiete, y de repente se le cayó todo el refresco encima para variar. Cogió unas servilletas y se puso bastante nerviosa, mientras se intentaba limpiar como podía.
—¿En serio? ¿Tan pequeño es? Yo pensaba que sería de nuestra edad— expresó Carla, con una cara de sorpresa y decepción a la par, al no entender nada.
—Sí, esa es su edad ... Aunque sí, aparenta ser más mayor de lo que es, quizás porque se junta con gente mucho más mayor que él, y se lo pegan jaja. Como, por ejemplo, su amigo Mario, que tiene treinta y cinco si mal no recuerdo, mucho mayor que Alejandro, pero para mí es pequeño también, aunque no tanto como Alejandro, jaja— exponía Ana, mientras no paraba de reírse del lio que había montado ella sola con tanta explicación.
Ana continúo hablando, aunque veía como Carla se quedaba perpleja con el tema de las edades.
—De todas formas, ¿por qué hablamos de estas cosas? Es muy clasista, el amor no tiene edad ...— dijo Ana entre risitas.
Al cabo de un rato, Ana se tuvo que marchar, así que las dos amigas se despidieron.
Carla se quedó a cuadros, cuando iba caminando hacia su casa, iba bastante pensativa, no le hacía mucha gracia la idea de que Alejandro fuera mucho más pequeño que ella. Le agradaba la idea de que preguntara por ella, eso sí, como preguntó a Ana; pero por otra parte sentía que, si tenía algún tipo de relación con él, sería bastante complicada por el tema de la edad, o eso era lo que pensaba ella. De todas formas, no quiso pensar mucho en el tema, tenía bastantes cosas en las que pensar ya, así que decidió no comerse la cabeza como hacia siempre, dejar el tema a un lado, y esperar que las cosas fluyeran solas en algún momento.
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