Capítulo 3. Reencuentros
Por fin estaba terminando la semana. Esta vez Carla, no tenía nada pendiente que realizar de su trabajo. Por una vez, la jefa le había dado tregua ese fin de semana. Parecía que ella también querría que su fin de semana saliera de perlas.
Carla se quedó pensando en lo que le dijo Ana sobre el evento que había de animales ese mismo fin de semana. Aunque no le apetecía mucho asistir al evento, ya que por una parte sabía que podría traerse algún otro miembro a la familia principalmente (de hecho, Lula y Ron, salieron de unos de esos eventos), y su economía no se lo podía permitir en este momento. Pero, aun así, se dispuso a ir, le apetecía relajarse un poco, y sabía que luego en esos sitios estaba en su salsa, y se lo podría pasar bien y conocer gente nueva.
Carla se puso a rebuscar en el armario, algo le decía que tenía que ir hecha un pincel, pero como siempre optó por unos pantalones, con su camiseta y unas playeras para ir cómoda, su lema era la sencillez y la comodidad por encima de todo. No le gustaba maquillarse mucho, aparte no tenía tiempo, tenía muchos potingues en casa que alguna vez se habría comprado para alguna ocasión especial, que en realidad nunca usaba. Pero como era tan indecisa siempre en escoger ropa y tampoco es que le agradase estar horas y horas delante de un espejo maquillándose, ya que principalmente se le daba bastante mal (por muchos tutoriales que viera por internet), optaba por ir a todos lados mejor al natural.
También perdía demasiado tiempo con su pelo, tenía el pelo muy bonito, rizado, largo y sobre todo demasiado rebelde para su gusto, así que por mucho que se molestara en ver peinaditos para domarlo, acababa al final con su moño despeinado y ella encantada.
«¡Uff!, que tarde es, el evento ya habrá empezado. Me pasa siempre lo mismo, he tardado la vida en arreglarme» pensó Carla.
Cogió a Lula y Ron (sus dos perros), y se dispuso a salir del portal apresurada para no llegar más tarde aún, le daba miedo no encontrar a Ana, por si había ido a primera hora de la mañana y se habría ido después (ya que el evento duraba todo el día) y habían quedado en verse a primera hora.
Carla estaba muy ilusionada, tenía muchas ganas de encontrarse con Ana, y, por otra parte, al ser un evento con actividades para perros, esperaba encontrarse con "el chico misterioso" (para ella todavía era el chico misterioso porque aún no sabía su nombre). Lo que Carla no sabía, es que ese día, ya no sería tan misterioso, puesto que le faltaba poco para descubrir su nombre.
Carla esperaba ver a Ana y poder hacer nuevas amigas que pudieran estar más o menos en su misma situación y con las que pudiera hablar cómodamente de todo, tanto de sus alegrías como de sus problemas. Ana parecía ese tipo de persona, en el que se podía confiar y sobre todo daba muy buenas vibraciones.
Carla se dispuso a salir de su portal. Iba por la calle tranquilamente paseando a sus perros, mientras se dirigía al evento, que le quedaba relativamente cerca de casa. El problema es que, llevando dos perros, un kilómetro, se hace más que un kilómetro. Lula y Ron, no paraban de olisquearlo todo y pararse en cualquier lado a observar cómo pasaba un coche, o simplemente ver a la gente pasar.
Como siempre, no llegaría a la hora a la que había quedado con Ana, y esta vez no iba a ser solo por ella, aunque seguramente lo entendería. Carla pensaba: «Si ella también tenía perros, sabría qué sabes a la hora a la que sales, pero no a la hora que vas a llegar» Pero los parones de sus dos perros, sirvieron de algo, a lo lejos, en aquel momento, se cruzó con "el chico misterioso" que iba también con sus dos perros.
Como siempre, la cabecita de Carla, no paraba de molestarle, de lejos ella se preguntó: «¿Esto es una casualidad o no?, ¿es el destino? ¿quiere que nos volvamos a ver?» Empezó a darle mil vueltas y acabó pensando que lo más seguro es que lo mismo el chico iría paseando a sus perros por la zona, porque era de por allí.
Carla empezó a ponerse nerviosa, no esperaba verlo otra vez, ni tampoco ponerse así de los nervios.
«Cálmate Carla, pareces una quinceañera y ya tienes cierta edad o por lo menos treinta y seis años, que ya son bastantes, o eso decían tus amigas ... Ya es hora de que te comportes como una adulta» le decía su vocecita interior.
Cuando llegó al evento, Carla no conocía a nadie, de repente divisó a Ana a lo lejos, como no se quiso acercar porque estaba con otro grupo de gente, además había perros y ya sabía que Lula era bastante miedosa con algunos de ellos, decidió quedarse quieta. Ana la había visto también a lo lejos, y se acercó corriendo a saludarla.
—¡Hola Carla! ¡Me alegro un montón de verte por aquí! — dijo Ana.
—Yo también me alegro de estar aquí, Ana. Aunque no sabía muy bien si iba a venir, después de una dura semana de trabajo, tampoco tenía muchas ganas ... Pero bueno, al final he decidido venir con ellos— dijo Carla.
—Qué bien, me alegro mucho, seguro que te lo pasas muy bien— dijo Ana, mientras acariciaba a Ron. Ya que Lula no se dejaba, era una galguita bastante desconfiada y reacia a que la acariciaran extraños, desde siempre.
—¿Quieres que vayamos a tomar algo y hablamos? — propuso Ana.
—Me parece bien— dijo Carla.
Las dos se acercaron a un chiringuito improvisado que habían puesto para recaudar fondos para una de las protectoras, en la que por cierto Carla había adoptado a uno de sus perros. Estuvieron hablando de muchas cosas, parecía que se conocían de toda la vida, la verdad es que hacían buenas migas, y los dos perros de Carla, estaban bastante tranquilos en la terracita que habían improvisado a la sombra de unos árboles.
Aun así, Carla seguía buscando con la mirada a aquel "chico misterioso" que había perdido en una de las calles próximas viniendo hacia el evento. Por un momento perdió la esperanza de que no le volvería a ver ese día, nunca había creído mucho en eso de que las casualidades existen. Sin quererlo, lo seguía buscando con la mirada, por si daba la casualidad de que él estuviera cerca, pero no veía nada.
Ana y Carla seguían charlando como si se conocieran de toda la vida, algo que les estaba encantando.
—¿Y cómo te has enterado de esto, Ana? — dijo Carla.
—Hace tiempo que soy voluntaria en una asociación de la ciudad, así que suelo estar al tanto de cuando se hacen eventos de este tipo, tengo dos gatos adoptados, la verdad yo soy más de gatos jeje ... — contestó Ana.
—A mí también me gustan los gatos la verdad, pero me viene muy bien pasear con estos dos monstruitos, me relaja bastante y no sé cómo se llevarían con un gato ... — dijo Carla.
—Por cierto, ¿te has fijado en ese chico? no para de mirar hacía aquí. Por cierto, es Alejandro, uno de los chicos que ayudan en la protectora, ha venido hoy con sus perros — dijo Ana.
—¿Qué chico? — dijo Carla.
Carla, no quería mirar, se quería girar, pero algo se lo impedía, aunque la curiosidad llamaba a su puerta. En realidad, esperaba que fuera él (el chico misterioso), pero lo veía poco probable; ya que se habría vuelto a cruzar con él y lo había perdido unas calles más atrás, viniendo para acá.
—Si no miras, no lo vas a ver, aunque bueno hay que ser discreta ...— dijo Ana (mientras se le escapaba una risilla).
Carla no se pudo resistir, tenía una corazonada, y estaba pensando que sería "el chico misterioso" que había visto otras veces. Carla se giró y no se lo podía creer, de repente "el chico misterioso" del que no sabía su nombre hasta ahora, con el que se había chocado una vez, estaba detrás de ella con sus dos perros mientras hablaba con el que sería probablemente algún conocido o amigo.
Ella pegó un salto en el mismo sitio, mientras miraba hacia atrás. Consiguió asustar a sus dos perros.
De repente Carla lo miró con una timidez y un nerviosismo que ella misma ni se creía, no sabía cómo se podía poner tan nerviosa cuando ella nunca se había puesto así por nadie, le resultaba extraño, pero al mismo tiempo agradable.
«Relájate maja, te estás poniendo como un tomate. Ya sabemos que el chico no está nada mal, guapo, alto, se nota que hace deporte, y lo más importante tiene unos tatuajes alucinantes y te encantan los chicos tatuados con pinta de malotes» La decía su vocecilla interior a Carla. Cuanto más lo pensaba, la verdad es que peor se ponía.
—Estooo ... ¿Sabes quién es entonces? — dijo Carla a Ana.
—Sí, ya te lo he dicho, es Alejandro. Sus dos perros los adoptó en la protectora donde soy voluntaria— añadió Ana.
Carla y Ana seguían metidas en su conversación, cuando de repente "el chico misterioso" como Carla lo llamaba (ya que todavía no se atrevía a llamarlo por su nombre) se acercó hacia ellas. Carla empezó a entrar en pánico, le empezó a temblar la mano donde tenía un vaso con un refresco, con la otra seguía sujetando las correas de sus dos perros.
Uno de los perros de Alejandro se puso a ladrar y asustó a Lula, que intentaba esconderse debajo de la mesa, en ese preciso momento a Carla se le cayó el refresco encima.
Carla solo pensaba en: «¡Tierra trágame, pero trágame de una vez!, otra vez he metido la pata delante de él, no sé qué me pasa, ¡madre mía, que horror, me he echado todo encima!» Para colmo, Carla llevaba una camiseta de color blanco, por lo que no se podía disimular de ninguna forma el manchurrón que había salido de repente.
—Cuanto lo siento, parece que mi perro ha asustado al tuyo, tiene una manía de acercarse ladrando, pero solo quería jugar ... De todas formas, perdona ...— dijo él.
—No pasa nada, son cosas que pasan— dijo Carla.
—Bueno mejor me voy de aquí, antes de que se pueda producir otra catástrofe jeje— dijo Alejandro, mientras se alejaba directamente al bar a coger un refresco.
Siguió pasando el tiempo, mientras las dos nuevas amigas seguían hablando tranquilamente, pero Carla veía que sus dos perros cada vez estaban más inquietos y decidió irse.
Fue entonces cuando Alejandro alias "el chico misterioso" se percató de que Carla se marchaba, y le dedicó una mirada a Carla, de estas que dicen: no me hagas esto. Alejandro todavía no se atrevía a decirle algo a Carla, cada vez que lo intentaba parecía que ocurría algo. Esto, no pasó desapercibido para Ana.
—Vaya miradas que te lanza. Parece hasta que le da pena que te marches— dijo Ana.
—No creo que sea para tanto— dijo Carla (con la voz temblorosa).
—Espero volver a verte pronto, cuando tenga un rato te llamo y quedamos— dijo Ana.
—Ok, estaría bien— dijo Carla.
Mientras Carla se alejaba con sus dos perros, bastante apenada, ya que era el segundo encuentro catastrófico que vivía junto con el "chico misterioso", Alejandro aprovechó para ir a hablar con Ana, ya que se conocían de la protectora. Ana no tardó en darse cuenta que entre pregunta y pregunta, Alejandro mostraba cierto interés en saber de Carla, pero de forma disimulada. A Ana le empezaba a agradar la idea de que podría hacer de celestina entre ellos dos.
Carla se marchó un poco decepcionada, esperaba que la próxima vez que lo hubiera visto, hubiera sido mejor y no lo fue. Todavía, le estaba dando vergüenza, cada vez que pensaba lo torpe que había estado tirándose el refresco encima.
Por otra parte, se fue bastante contenta, había hecho una buena amiga; y había vuelto a ver al "chico misterioso", y por lo menos habían cruzado unas pocas palabras con él, aunque parecía que estaban destinados a decirse lo siento siempre. Pero lo más importante, es que ya sabía que "aquel chico misterioso" se llamaba Alejandro.
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