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Capítulo 25. Un gran comienzo

El día de Ana había llegado. Se encontraba bastante nerviosa rodeada de todas sus damas de honor, la boda iba a ser por todo lo alto, y ella estaba lo suficientemente nerviosa como para no poder soportarlo. Todas intentaban calmar sus ganas de salir corriendo, mientras estaban haciéndoles los peinados para el acontecimiento.

Ana tuvo que hablar con Carla.

Carla, tengo que decirte algo —

A ver Ana, si estás nerviosa es absolutamente normal. ¿No te irás a echar atrás ahora? —

No es eso Carla, estoy nerviosa pero no es eso. He invitado a Pablo —

Bueno eso ya lo sabíamos, pero quedó en que no iba a venir —

Bueno pues va a venir, me quedé hablando con él el día que viniste tan mal a tu casa, y como no os entiendo, lo he invitado, espero que no te importe ... —

No, espero que no te importe a ti que se pueda liar en tu boda, y no es por agobiarte más, pero ... —

¡Ah genial!, ¿ahora me quieres dejar mal? —

No, pero eras tú quien temía que viniera Pablo por si la liaba Alejandro, así que ... —

Bueno, lo siento... Esperemos que no pase nada ... —

De repente entró la maquilladora, y obligó a parar la charla, al decir que no había mucho tiempo, la boda era por la tarde noche, y ya habían perdido suficiente tiempo desde primera hora de la mañana como para perder más.

Todo estaba preparado fuera. Por lo visto Mario había tirado la casa por la ventana, habían alquilado una finca enorme, con unos bancos de madera rodeados de flores blancas y tules blancos donde se sentarían los invitados. Habían preparado un altar, donde debían de dirigirse las damas de honor para esperar a la novia, etc. Todo allí era a lo grande.

Los invitados se iban colocando en sus respectivos asientos, la música comenzó a sonar. Mario estaba esperando a Ana como si de un muñequito de boda se tratase, bastante nervioso eso sí, sin parar de moverse de un lado a otro, como si temiera que Ana no se fuera a presentar en el último momento.

Las damas de honor comenzaron a entrar con sus vestidos y sus ramos perfectos, y a colocarse al lado que las correspondía del altar; esperando a que entrara la novia, que parecía que tardaba bastante, no sé sabía muy bien si en el último momento se iba a arrepentir o no de una boda que no la consideraba muy suya a pesar de que era ella quién se casaba.

Carla y Violeta estaban juntas, bastante nerviosas ya que Ana tardaba en aparecer. Fue cuando Violeta comenzó a hablar a Carla en un tono bajito para no molestar.

Carla, ¿has visto? —

¿Qué tengo que ver Violeta? —

Pablo está ahí en ese banco y no para de mirarte —

Joder Violeta, no me pongas nerviosa —

Carla alzó la vista buscando a Pablo, Violeta lo había señalado con la mirada y por fin ella lo había encontrado. Carla pudo observar cómo Pablo le miraba muy sonriente y ella no pudo evitar hacer lo mismo, hasta que Carla se percató de que dos bancos más atrás (casualidades de la vida) se encontraba sentado Alejandro, y fue entonces cuando le cambió la cara y Violeta se dio cuenta de ello.

Carla ¿Qué te pasa? Ni que hubieras visto un fantasma ... —

Está ahí joder ... No sé podía haber sentado en otro sitio ... —

¿Quién? — preguntó Violeta preocupada.

Alejandro, está dos bancos más atrás del banco de Pablo ... —

¿En serio? Madre mía ... —

Esto no va a salir bien ... Va a estropear la boda de Ana ... —

Pero si está con una chica ... — dijo Violeta aliviada.

¿Y dónde está Ana? — preguntó Carla resoplando, por cambiar de tema.

A Ana en el último momento se le pasaron muchas ideas por la cabeza, no sentía la boda suya, ella había querido un evento más pequeño, pero sintió que no podía hacerle eso a Mario, y se dispuso a salir; estaba guapísima, con su vestido sencillo a la par de elegante; no dudo en ir prácticamente corriendo al ver a Mario esperarla con cara de enamorado. La ceremonia fue muy bonita, llena de lágrimas de felicidad, unos votos sinceros, alguna que otra anécdota como la caída de uno de los anillos, todo rebosaba alegría por todos lados.

Una vez que terminó la ceremonia, todos fueron a tomar algo, antes de entrar a cenar y continuar después la fiesta.

Pablo se acercó a Carla. Carla estaba bastante nerviosa, ya no solo por Pablo y su reacción después de como acabaron unos días antes, sino por si les podía ver Alejandro.

Estás muy guapa Carla, ese vestido te sienta muy bien, y mira que las damas de honor en las bodas no llaman mucho la atención para bien ... — dijo Pablo riéndose.

Gracias, tú también estas muy guapo — dijo Carla mirándolo de arriba abajo.

Siento estar aquí, Ana se empeñó ... — se disculpó Pablo.

Ya, ya me lo ha dicho hoy — contestó Carla bastante despistada.

Carla lo siento, no sé, parece que no quieres ni hablar ... Pensaba que después de nuestra charla, por lo menos podíamos ser amigos ... —

Ya sí, Pablo sí, yo también estoy de acuerdo, pero no es el momento ... Tengo que ir al baño ... —

Carla cogió la copa que tenía en la mano se la terminó, y la dejó encima de una mesa, cogió su bolso y se fue a buscar el baño corriendo. Estaba bastante nerviosa por si se encontraba con Alejandro y no quería crearle problemas a Pablo. Mientras iba perdida por el camino que iba hacia la casa rural de la finca, donde se encontraban los baños, oyó como alguien la llamaba.

Carla, espera —

Carla no era capaz de darse la vuelta, había escuchado la voz de Alejandro.

Carla —

¿Qué quieres Alejandro? — dijo Carla muy enfadada.

Carla ... Te echo de menos —

No es el momento Alejandro, estamos en la boda de Ana, y creo que ya quedo todo claro, y no sé cómo se puede echar de menos a alguien trayéndose a otra aquí ... —

Tú también has estado con otro, no lo niegues — dijo Alejandro enfadado.

¿Quién te ha dicho eso? ¿Y qué más da? Por cierto, no creo que tenga que dar explicaciones, pero no he estado con otro estando contigo, no como tú —

Por un momento Carla sabía que la persona que seguramente se lo habría comentado a Alejandro, que ella había estado con Pablo, sería Mario, más que nada por descartes. Mario no le empezaba a caer muy bien para su amiga. Alejandro retomó la conversación.

Qué más da quien haya sido ... —

Sí, en el fondo me da igual, yo puedo hacer lo que me dé la gana con mi vida ... —

Carla, no puedes evitar lo inevitable, y es que nos queremos —

Alejandro ¿tú te estás oyendo en serio? Estabas con otra, mientras estábamos juntos ¿Y ahora vienes con eso? —

Sé que te estás haciendo la dura ... —

¿Yo? No, perdona, pero esta vez te equivocas. Vete con tu acompañante que, seguro que te echa de menos de verdad, yo te estoy empezando a echar de más ahora mismo ... —

Hay celos ... Algo es algo ... —

Pero Alejandro ... En fin, voy a buscar el baño ... —

Al otro lado del jardín seguía la fiesta y se había hecho de noche ya. Violeta estaba buscando a Carla y se encontró con Pablo.

¿Pablo has visto a Carla? —

He estado hablando con ella hace un rato, estaba un poco nerviosa, no sé porque la verdad ... —

Estaba Alejandro por ahí, lo había visto, seguramente sea por eso ... —

Pues sería eso ... —

¿Y dónde ha ido? Ana quiere tirar el ramo y quería que estuviéramos todas —

Ha ido al baño, se fue por el camino de piedras que da hacia la casa —

Es de noche, me da apuro ir por ahí a oscuras —

Bueno quédate aquí Violeta, voy a buscarla yo y la traigo aquí —

Muchas gracias Pablo —

Pablo fue en busca de Carla, sin saber que se iba a encontrar.

Mientras tanto, Alejandro no paraba de ponerse pesado con Carla. Al ver que ella se alejaba a buscar el baño, le agarró bruscamente del brazo, Alejandro llevaba unas copas de más encima y parecía que no controlaba su fuerza.

¿Qué narices estás haciendo Alejandro? ¿Me puedes soltar? —

Carla, te mueres de ganas de que te bese ahora mismo —

¿Qué estás diciendo? ¿Me puedes soltar? —

Alejandro se acercó a Carla, y con sus manos la agarró para poder besarla, Carla intentaba separarse de él como podía, pero él la atraía cada vez más hacia su cuerpo. Carla comenzaba a ponerse nerviosa, nunca había visto a Alejandro así y necesitaba salir de allí, pero él no dejaba que se fuera.

Pablo apareció por el camino, cuando vio de lejos la situación, observó como Carla se quería apartar de Alejandro, pero este no le dejaba; no dudo en correr hacia ellos, y darle un empujón a Alejandro, para que dejara en paz a Carla, del impulso Carla cayó al suelo, manchándose todo el vestido, por suerte no se hizo mucho daño. Pablo no pudo evitar ir enseguida a ayudar a Carla a levantarse, fue entonces cuando Alejandro aprovechó la ocasión para ir por detrás, le pegó un empujón y le empezó a gritar.

¿Quién eres tú para venir aquí así? Estábamos hablando ... — dijo Alejandro furioso.

No veía que estuviera muy cómoda hablando ... —

Alejandro enfadado le dio un puñetazo a Pablo en toda la cara.

¿Quieres pelea? — dijo Alejandro.

A Pablo le estaba sangrando la nariz, y no sería por ganas de pegarle, pero se aguantó, nunca había creído en la violencia.

¿Alejandro eres idiota? — le preguntó Carla gritando.

Bah, no tiene narices ni para pelear —

¡En serio Alejandro, vete de aquí!, o llamó a los de seguridad ... —

Alejandro optó por irse de allí. Carla se quedó mirando a Pablo y no sabía muy bien que decir, le dio un pañuelo para que se limpiara. Los dos se sentaron en el suelo y comenzaron a hablar.

Pablo, joder, lo siento ... —

Puuf ... Te juntas con cada niñato Carla ... De todas formas ¿tú estás bien? —

Sí, ¿y tú? —

No sé, no sé si me ha roto la nariz ... —

De todas formas, Pablo, no soy ninguna damisela en apuros para que vengan a salvarme —

¿En serio Carla? ¿En serio? Estoy sangrando un montón, y me vas a dar la chapa cuando he venido a ayudar, más bien a buscarte, pero he visto la situación, me hubiera metido igual si hubieras sido un chico, ni damisela ni nada ... En fin ... —

Vale lo siento, gracias, por cierto — dijo Carla poniéndose roja.

Por cierto, te buscaba Violeta para no sé qué de tirar un ramo ... —

No puedo ir así, y después de esto no me apetece participar en eso, y menos dejarte solo, llamaré a Violeta para contarle todo — dijo Carla mientras se miraba como tenía el vestido de sucio y miraba a Pablo apenada.

Carla llamó a Violeta, la comentó lo que había pasado, y le dijo que no podía acudir así con el vestido ya que Ana se podía enterar de lo que había pasado y estropearla la boda, y tampoco quería dejar a Pablo solo así. Violeta estaba muy asustada, pero Carla intentó tranquilizarla, aparte Violeta se quedó más tranquila cuando vio como Alejandro se fue con su acompañante de la fiesta mientras esperaba a que viniera ella. Carla le dijo que no le comentara nada a Ana, no quería fastidiarle su boda, así que optó por irse con Pablo para que le viera algún médico la nariz sin decir nada a nadie.

Después de visitar al médico, y ver que por suerte no se había roto nada, Carla llevó a Pablo a su casa.

Ya estás en casa Pablo —

Gracias por traerme Carla —

Ha sido una boda por todo lo alto — dijo Carla en tono de broma, para quitarle hierro al asunto.

¿Estás bien? — preguntó Pablo a Carla, bastante preocupado por ella.

Bueno, la verdad es que no, si te digo la verdad, he pasado un poco de miedo, no sabía que Alejandro se iba a poner así ... Bueno Ana ya me había dicho que seguía preguntando por mí y demás ... Pero no esperaba que fuera así, no lo entiendo ... Y mucho menos que fuera a pegarte ... —

No te preocupes, ha sido un rasguño, solo se me ha hinchado la nariz. Carla, si quieres vete a casa ya, estarás cansada ... —

No me apetece irme Pablo, me gustaría quedarme contigo ... —

Yo si te soy sincero, tampoco quiero que te vayas ... —

Me quedo aquí contigo si quieres, ¿Te preparo algo de comer? —

No, no hace falta. Ven aquí —

Carla fue a sentarse al sofá con Pablo. Pablo no paraba de mirar a Carla, y buscar sus manos, entrelazaba sus dedos con los de Carla, en movimientos sugerentes, con caricias constantes y besos tiernos; nunca unas manos podían haber dado para tanto.

Carla ¿Qué piensas? —

No te quiero hacer daño Pablo, pero esta noche ha sido no sé, no tiene palabras ... Mira como estoy ... —

Lo siento ... Tenía que estar más pendiente de ti. No te he ofrecido nada ... Si quieres puedes ducharte aquí, si quieres claro, no te voy a molestar, en serio —

A Carla le pareció bien la idea, fue detrás de Pablo hacia su habitación, le estuvo buscando una camiseta y un pantalón que quizás le estarían grandes a Carla, pero no tenía otra cosa que ofrecerle, así que Carla lo aceptó encantada, bastante estaba haciendo él ese día por ella.

Carla fue al baño y se duchó, se vistió con la ropa de Pablo. Fue corriendo al salón donde estaba él tumbado en el sofá dormido.

¿Pablo? dijo Carla en un tono muy suave.

¿Qué quieres Carla? dijo Pablo, medio dormido.

Ya he terminado de ducharme, ¿quieres que te deje solo para que descanses?

Me duele un poco la nariz ... ¿Me puedes traer unos hielos en una bolsa? —

Si claro —

Muchas gracias — dijo Pablo sonriendo.

Carla fue a la cocina a por lo hielos envueltos en un trapo que es lo primero que había encontrado por la cocina y se los colocó dulcemente a Pablo en la nariz.

¿Te molesta mucho? —

Pues un poco Carla —

Pero ... ¿Tú estás bien? — insistió Pablo.

Ya te dije que sí, un poco asustada pero bien —

Ya entiendo... Pero no tienes por qué estar asustada, ya ha pasado todo. Aparte de psicológicamente, decía que como te encuentras físicamente también, te has dado un buen golpe contra el suelo ... —

Ah no, no es nada, me saldrá un moratón en el muslo y ya está, que es lo que me molesta un poco, por la caída ... —

Ven que te abrace — dijo Pablo sin poder evitarlo.

Carla hizo caso a Pablo, y se tumbó a su lado, los dos se quedaron mirándose abrazados en el sofá, no podían apartar la mirada. Carla en ese momento comprendió que quería estar con él, ya que con Pablo se sentía protegida; se quedaron abrazados y dormidos sin darse cuenta, hasta que acabó haciéndose de día.

Al hacerse de día, Carla se levantó antes que Pablo, para llamar a Hugo su jefe, y ver que podían hacer; este le dijo que podían tomarse el día libre, que ya había tenido bastante Pablo. Hugo le comentó a Carla, lo que otras veces le había dicho sobre el tema de abrir un taller en Italia.

Después de eso, Carla se quedó de nuevo dormida junto a Pablo. Fue entonces, cuando Ana llamó a Carla asustada, le había contado Violeta todo por la mañana. A Ana le parecía todo muy sospechoso y al final consiguió sacarle todo lo que había pasado en la boda a Violeta.

¿Carla que ha pasado? — preguntó Ana asustada.

Ahora no te puedo contar Ana, ya hablaremos, estoy en casa de Pablo y está dormido —

¿Qué tal Pablo? ¿Y tú? — seguía insistiendo Ana.

Ana, lo vas a despertar ... Tiene la nariz hinchada, pero por suerte solo es eso. Nos hemos quedado dormidos en el sofá. Ya hablamos en otro momento ... —

Ok, vale — dijo Ana hablando muy bajito.

Pablo se despertó.

¿Quién era? — dijo Pablo.

Joder que tarde es, Carla el trabajo, ya sí que nos echan ... —

No te preocupes Pablo, he llamado al jefe, le he explicado todo y ha dicho que nos tomemos unos días... Aparte, no te he contado nada, esto ya lo sabía hace un tiempo, Hugo está hablando con unos clientes de Italia, quieren que ponga un taller allí, no quiere cerrar este, pero necesita gente de confianza para trabajar en el taller que montaría en Italia, me ha dicho que nos da unos días, si accedemos a ir durante dos meses allí.

¿En serio? — Pablo estaba muy ilusionado.

Sí, en serio —

Carla, ¿Te vendrías conmigo? —

Sí Pablo, claro ... —

Durante los siguientes días, después de la fatídica boda de Ana a los ojos de Carla. Carla y Pablo aprovecharon para conocerse e ir haciendo las maletas, y viendo que se iban a llevar a su nueva casa en Italia, que les alquilaba su propio jefe.

Llegaron a Italia y todo fue perfecto. Amanecer todos los días al lado de Pablo, era lo mejor que le podía pasar a Carla, se llevó a sus dos perros, que se lo pasaban en grande allí. Poco a poco, Carla empezó a confiar más en Pablo y él en ella, consiguiendo mantener una relación perfecta, parecía todo un cuento de hadas.

Carla no volvió a saber más de Alejandro. Sí siguió en contacto con Ana y Violeta, que se había echado novio. Tanto Ana y Violeta prometieron ir a visitarla algún día, ya que de momento, la estancia en Italia se iba a alargar unos meses más.

Carla y Pablo pensaron quedarse un tiempo a vivir en Italia y así lo hicieron, ya que el taller que había montado allí Hugo, iba bastante bien gracias al trabajo y esfuerzo de ambos.  

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