Capítulo 23. Días felices
Los días pasaban como torbellinos de felicidad delante de los ojos de Carla, la relación con Pablo iba bastante bien, no sé lo podía creer, por una vez en su vida podía respirar tranquila. Para ella, había logrado conseguir la verdadera felicidad.
Carla y Pablo quedaban todos los días después del trabajo, pero para ir un poco más despacio y sin agobios siempre que quedaban lo hacían en sitios públicos, o en casa cuando estaba Violeta. De vez en cuando, Carla lo invitaba a comer a casa, con Violeta delante, y no podían evitar luego jugar mientras fregaban los platos, a ojos de Violeta, que como pareja veía que daban una envidia muy sana.
El día de Ana (la gran boda) se iba acercando. En menos de dos semanas la amiga de Carla estaba a punto de casarse, y quedó con Carla y otras dos amigas, aparte de invitar a Violeta (que era ya una más de la familia, y estaba aprendiendo a morderse la lengua antes de hablar, para no hacer daño a nadie) a que la acompañasen a probarse vestidos de novia.
Entraron en una tienda bastante glamurosa, de hecho, hasta parecía que las dependientas miraban con una superioridad excesiva, ofrecían champagne, y tenían un sofá enorme y muy cómodo para que se sentaran todas las invitadas, todo era de color blanco y con una elegancia que a Carla le resultaba abrumadora. Una de las dependientas se acercó a Ana, y la acompañó hacía una habitación enorme llena de vestidos de todo tipo, tenía que elegir de momento cinco vestidos, para probárselos y después enseñárselos a sus invitadas. En el centro de la habitación, donde esperaban todas sentadas, había una especie de plataforma, donde se subiría Ana para que todas las demás pudieran juzgar el vestido que había elegido, como si de una muñequita de tarta de boda se tratase.
Ana se empezó a sentir mal mientras se probaba el primer vestido, y tuvo que llamar a Carla. La dependienta llamó a Carla y ella entró en la habitación donde estaba Ana probándose los vestidos.
— ¿Qué pasa Ana? — dijo Carla un poco asustada.
— No me gusta ninguno de estos vestidos, me parecen horribles todos, parezco un cupcake con patas — dijo Ana medio llorando.
— Jajaja — comenzó a reírse Carla.
— No te rías, joder ... — dijo Ana cabreada.
— Vale, en serio, ya me aguanto las ganas de reírme, me ha hecho gracia la descripción que has hecho ... Ahora en serio, ¿qué te pasa? ¿Qué haces llorando? Se supone que hoy es un día feliz donde eliges tu vestido ¿no? —
— Carlaa ... No sé ... Me están entrando las dudas ... —
— ¿Qué dudas Ana? —
— No sé, no me fio de Mario, he intentado posponer el día de elegir el vestido y otras cosas, porque no me siento demasiado segura con esta decisión —
— A ver, a ver ... Se supone que yo no tengo experiencia en esto, pero una boda estresa o eso dicen, y hay dudas como todo, es una decisión muy importante ... De ahí a que no te fíes de Mario ... —
— ¿Y lo que te hizo a ti Carla? No te dijo nada de lo de Alejandro ... —
— De verdad Ana ¿ahora con esas tonterías? No te preocupes por eso... De todas formas ¿y eso que tiene que ver con tu boda? —
— Que así, no me puedo fiar de él ... — dijo Ana llorando.
Carla no sabía que decir, no creía mucho en las bodas, veía a su amiga muy saturada con todo, quizás el día de hoy no había sido un buen momento para venir a probarse vestidos, pero es lo que hizo y parecía que lo estaba lamentando.
— Ana, si estas agobiada con la boda no me pongas a mí de excusa. A ver, lo que hizo Mario, fue defender a su amigo, al fin y al cabo, yo no soy su amiga ... —
— Pero lo eres miaaaa ... — Siguió ella llorando.
— Pero Ana, en serio, céntrate, no pongas excusas ... ¿Quieres a Mario? —
— Sí, pero ... —
— Sí, ¿pero que? ... Ana en serio creo que estas agobiada con la boda, quizás tu querías algo más pequeño no sé, por lo que te conozco creo que no fue tu idea lo de la fiesta de compromiso. Si te estás agobiando, haz las cosas a tu manera, o a la manera de los dos más bien, si crees que lo estáis haciendo todo como dice Mario parale los pies, también se supone que es tu boda, te tienes que sentir cómoda ... —
— Él quiere que se haga todo por todo lo alto ... —
— Pues si tú no quieres, no quieres y punto, nadie te tiene que obligar a convertir el día más bonito de tu vida, en un acto de cara a la galería con mucha pompa si tú no quieres eso ... —
— Pero Carlaaa, déjame sola — Ana siguió gritando y llorando.
Carla no sabía dónde meterse, se estaba agobiando ella más que Ana, y eso que ella no se iba a casar. De repente a Carla se le ocurrió la genial idea de llamar a Pablo ya que se estaba agobiando mucho viendo a Ana así.
— Hola Carla —
— Pablo, no sé qué hacer, estoy en la prueba de vestido de boda de Ana, y está aquí llorando a mares, diciendo que no se fía de Mario y que tiene dudas ... Que desastre, de verdad no sé qué hacer ... —
— Voy para allá — dijo Pablo muy decidido.
— ¿Qué dices Pablo? Esto está lleno de mujeres, no hay ningún hombre —
— ¿Y qué? Voy a hablar con ella, nada más Carla, no pasa nada, puedo hacerme pasar por su hermano o algo así —
Carla no sabía qué hacer, Ana estaba sentada en un sofá mirando los vestidos, y cada vez que levantaba la mirada se ponía a llorar. Carla se quedó abrazándola, mientras ella no paraba de llorar esperando que pasara un milagro.
Carla no sabía que pasaba fuera de la habitación-probador. Pero Pablo estaba en la puerta de la tienda tan exclusiva en la que estaban, acababa de llegar en moto, tenía el casco en la mano, iba a pasar para preguntar donde se encontraba su "hermana Ana". Pero en la recepción le paró una mujer que se lo comía con la mirada, mirándolo de arriba abajo. Pablo era un chico muy alto, con unos ojos verdes y unos músculos que no pasaban desapercibidos en ningún sitio.
— ¿Dónde va? Tiene que tener invitación —
— ¿Yo? Estoy buscando a mi hermana Ana, venía a probarse unos vestidos para su boda, está un poco nerviosa, tiene dudas, ya sabe cómo son estas cosas, todos nos ponemos nerviosos ante un evento así; y creo que necesita mi apoyo incondicional, es muy cabezota y veo que al final no hay boda, sino hay boda no creo que se compre el vestido, podría hacer una pequeña excepción conmigo, sé que no estoy invitado ... — dijo Pablo con esa labia que le caracteriza.
— Por supuesto, ahora le indico dónde está, sígame por aquí, por favor —
La recepcionista se lo había creído todo. Así que le indicó muy amablemente el camino para llegar a la sala donde se encontraba su "hermana", mientras le metía en la sala donde estaban las chicas esperando a que saliera Ana con el primer vestido.
— Muchas gracias, es usted muy amable —
— Por favor no me llamé de usted — dijo ella poniéndose colorada.
Carla estaba esperando fuera del probador, en la habitación destinada a la espera de la novia, y vio entrar a Pablo, hablando con la recepcionista.
— ¿Qué hacías Pablo? — dijo Carla enfadada.
— Ya sabes, intentar algo con la recepcionista — la susurró al oído.
— Eres idiota, en serio, ¿Cómo has entrado? —
— Carla, ya sabes que solo tengo ojos para ti, pero tenía que usar mis armas de hombre para entrar — dijo Pablo riéndose.
Pablo vio que Carla estaba un poco molesta, así que, para calmarla, agarró de la cintura a Carla, y le plantó un beso de película delante de las amigas de Ana y Violeta, ante la atenta mirada de la recepcionista, que se moría de envidia.
— Bueno, ¿Dónde está mi hermanita? —
— ¿Tu hermanita? — dijo Carla sorprendida.
— Sí Carla, sí ... Mi hermanita Ana, ¿está muy nerviosa verdad? — dijo Pablo guiñándole el ojo.
— ¡Ah! Sí, sí ... Está aquí en esta habitación, no te preocupes, parece que se ha calmado un poco ya —
— Ana, hermana ... ¿Qué te pasa? — dijo Pablo abrazando a Ana, ante la atenta mirada de la recepcionista, y la otra mujer que ayudaba a elegir vestido.
— ¿Cómo? — dijo Ana sorprendida.
— Estás en shock, no esperabas que Carla me hubiera llamado eh ... Bueno si no es molestia nos pueden dejar un poco de intimidad por favor — dijo Pablo mirando a las dos mujeres que trabajaban en la tienda.
— ¿Carla de que va esto? — dijo Ana desconcertada, cuando se fueron las dos mujeres a la sala de espera, cerrando la puerta del probador.
— No sé Ana ... —
— A ver ... No parecía que me fueran a dejar entrar, como Carla decía que solo había mujeres ... Aparte en la entrada me pedían invitación, que glamuroso todo la verdad ... Pensé que siendo tu hermano colaría, y me dejarían pasar, y así ha sido — dijo Pablo con una mirada muy tierna.
— Que ocurrencias Pablo — dijo Ana sin parar de reír.
— Bueno ahora en serio, ¿Qué te pasa? Yo he estado casado, a ver lo mío fue un desastre, sin ánimo de fastidiar eh ... Pero yo también estaba nervioso antes de la boda, es algo importante, es normal sentirse así ... Si necesitas algo más de tiempo es normal ... Pero te seguirá pasando lo mismo, es un compromiso que debería de ser de por vida si te lo tomas en serio claro, y es normal agobiarse o eso creo yo ... —
Carla no podía evitar mirar a Pablo con ojos de enamorada, mientras ejercía de psicólogo con Ana, y conseguía calmarla; al mismo tiempo se le pasaban un montón de cosas malas que hacer con él en ese mismo instante en cualquier probador.
Pablo consiguió que Ana se probara el primer vestido, y Ana en agradecimiento le invitó a quedarse con ellas y dar su opinión como una más del grupo. Ana se llegó a probar hasta tres vestidos, y por lo visto era verdad el dicho de que a la tercera va la vencida, porque Ana encontró su vestido al tercer vestido que se probó, era un vestido sencillo de cola de sirena, sin nada de pedrería y hecho exclusivamente de encaje, que a Ana le quedaba como un guante.
— Me encantaría verte así — No pudo evitar susurrarle Pablo a Carla, mientras veía a Ana vestida de novia.
— No me agobies Pablo, que puedo ponerme peor que Ana hoy —
— No es agobiarte, no te estoy pidiendo que te cases conmigo, solo digo que te quedaría muy bien un vestido así —
Más tarde sacaron los vestidos de las damas de honor. Carla fue la primera en tener que irse a probar el vestido. No era capaz de subirse la cremallera, Carla llamó a Ana y a Violeta y no la hicieron ni caso, estaban absortas mirando el vestido de Ana, así que tuvo que llamar a Pablo, para que le ayudase a subirse la cremallera del dichoso vestido.
Pablo entró en el probador con Ana y sin querer cerró la puerta de golpe. Le subió la cremallera del vestido a Carla, y no pudo evitar mirarla de una forma tan especial.
Carla se puso nerviosa, no quería hacer nada, y más sabiendo que había gente fuera, intentó abrir la puerta y no se podía, se había quedado atascada. Carla estaba entrando en pánico.
— ¡Ana! ¡Violeta! La puerta no se abre ... Estamos aquí encerrados ... Joder, me va a dar algo ... —
— Tranquilízate Carla, estás guapísima — dijo Pablo a Carla, pensando que estaba de broma.
— ¿En serio Pablo? ¿En serio? Estamos encerrados en el probador ... Y si no nos pueden sacar ... —
Pablo fue a abrir la puerta, y no era capaz de abrirla tampoco. Fue entonces cuando vio que no era una broma, y que Carla se estaba poniendo muy nerviosa, pero él optó por seguir con su sentido del humor, que en muchas ocasiones había servido para tranquilizar a Carla.
— Tranquila, estás conmigo, podemos morir juntos y abrazados ... — dijo Pablo riéndose.
— ¡Pablo! Yo no me lo tomo a broma, soy un poco claustrofóbica o eso creo ... — dijo Carla empujando a Pablo.
— Vale lo siento, no lo sabía, pero relájate, por mucho que te tenses no vas a conseguir nada —
Ana y las demás amigas llamaron a las dependientas de la tienda, que con mucha vergüenza les pidieron perdón, ya que no era la primera vez que pasaba esto, y no habían tenido tiempo de arreglar la cerradura. Llamaron a varios cerrajeros, el único que se podía acercar para poder abrirles, les dijo que mínimo tardaría una hora en llegar, ya que no se encontraba por la zona.
Ana se lo dijo a Carla.
— ¿Una hora Ana? ¡Una maldita hora! — Carla estaba de los nervios gritando... Y más de los nervios que le ponía estar con Pablo, ella no sabía si iba a poder aguantarse.
— ¡Toma Carla! ¡Pruébate este vestido! Te tiene que quedar perfecto ... — dijo Pablo cogiendo uno de los vestidos de novia que había dejado ahí Ana, intentando calmar a Carla.
— Arrrg Pablo, en serio ... —
— Relájate ... Esto va para rato, no pasa nada porque hagamos el tiempo más llevadero, tenemos hasta una botella de champagne, que lujo ... —
Las tonterías de Pablo comenzaron a hacer efecto en Carla, que se empezó a relajar y a asumir que tardarían en sacarles de ahí. Comenzaron a hablar y a fundirse la botella que había, eso por las molestias causadas que les suponía haberse quedado encerrados.
Pablo no podía dejar de admirar a Carla, no pudo evitar quitarle el vestido de dama de honor, le bajó la cremallera mientras iba besando dulcemente su espalda. Cuando Carla estaba en ropa interior, Pablo no podía evitar mirarla, y la ayudó a entrar en el vestido de novia que había elegido Pablo de entre los dos vestidos que se dejó Ana ahí. Carla quiso jugar también, ya que así estaría más relajada y no sentiría la sensación de agobio que le daba estar encerrada. Se colocó el vestido, y Pablo le ayudó a ponerse el corpiño que llevaba, anudándolo fuertemente a su espalda.
— Sé que te dije que iríamos despacio ... — dijo Pablo sin poder evitar mirar a Carla de una forma muy pasional.
— Pablo, en serio, ¿Aquí? ¿Y si abren la puerta? —
— Vale pues nada, siéntate Carla, esperamos sentados... Pero estás excesivamente guapa con este vestido —
Pablo cogió a Carla de la mano y la sentó en el sofá blanco con él, mientras intentaban esperar al dichoso cerrajero.
Pablo no pudo evitar tocar la pierna de Carla, mientras conseguía levantarle el vestido.
— Pablo, si sigues así, vamos a acabar mal ... —
— ¿Mal? — dijo él extrañado.
— Sí, que vamos a acabar haciendo algo que no debemos... Y joder quiero hacer algo que no debemos ... —
Pablo ante la mirada de Carla, le quitó la ropa interior sin sacarle en ningún momento el vestido, se sentó en el sofá, y la sentó a ella encima de él, se desabrochó los pantalones, y cuando iban a comenzar a hacerlo, comiéndose a besos, muy lentamente ...
— ¿Carla? ¿estáis bien? — dijo Ana.
— ¡Joder! — gritó Carla, pensando que una vez más habían fastidiado su momento.
— ¿Joder? ¿Te pasa algo Carla? Ya está aquí el cerrajero — dijo Ana agobiada.
— ¡Qué bien Ana! Tenemos ganas de salir ... — dijo Pablo para disimular.
Carla y Pablo no se lo podían creer, siempre acababan interrumpiéndoles. Pablo le quitó apresuradamente el vestido de novia a Carla, y Carla se empezó a vestir con su ropa, mientras al otro lado de la puerta ya estaba trabajando el cerrajero.
— Uff por casi — dijo Carla.
— Ya claro, y yo que hago ahora con esto Carla — dijo Pablo señalando a su entrepierna.
— No sé ... — dijo Carla riéndose.
Por fin el cerrajero consiguió abrir la puerta. Cuando salieron los dos, todas las amigas de Ana acudieron corriendo a preguntarles que tal se encontraban, sabían que Carla podía ser un poco claustrofóbica a veces, y se podría haber sentido mal en esos momentos.
Las dependientas acabaron ofreciendo un descuento a Ana en el vestido de novia, y en los demás vestidos de las damas de honor. Así que para Ana había salido el día redondo a pesar de todo.
Pablo había sido de gran ayuda para calmar tanto a Ana, para que no perdiera los nervios buscando el vestido; como para Carla, que se puso bastante nerviosa al verse encerrada.
Cuando acabaron de probarse los vestidos de dama de honor, se despidieron todas, ya habían tenido un día bastante movidito, y querían irse a relajar a casa.
Pablo llevó a Carla en moto a su casa, paró enfrente de su puerta y se pusieron a hablar.
— Me ha encantado el día de hoy contigo Carla —
— Si ha sido espectacular —
— Estás muy guapa vestida de novia, pero no te preocupes no te voy a agobiar con el tema —
— Gracias Pablo —
Pablo besó a Carla y se despidió de ella hasta el próximo día, por ese día ya habían tenido bastante.
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