Capítulo 22. Contando la verdad
Carla tenía que volver a trabajar, y no sabía cómo se la iba a dar todo. Había tenido un fin de semana desastroso, y necesitaba relajarse en el trabajo, sabía que restaurar muebles, y pintar, sobre todo pintar, conseguían que se relajara bastante. Eso de repetir una y otra vez una tarea, centrándose en dejar un acabado perfecto, hacia que su cabeza no se centrara en porque no decirlo sus absurdos problemas, ya que a Alejandro le consideraba un absurdo problema más en su vida.
Carla entró en el taller, había llegado antes, no tenía la noción del tiempo muy bien controlada después del fatídico fin de semana, y se fue a llevar las cosas a la "habitación del relax", o ahora la "temida habitación del pánico", ya que lo que más temía Carla era encontrarse con Pablo. En ese preciso momento, Pablo entró detrás de ella.
— ¡Hola Carla! — dijo Pablo, mientras él también se acercaba a la máquina de los cafés, a prepararse uno también.
— ¡Hola Pablo! — contestó ella, con bastante vergüenza.
— ¿Estás mejor? ¿Qué tal terminó el fin de semana? —
— No quiero hablar de ese tema Pablo, necesito trabajar tranquila. Siento mucho haberte metido en mis líos —
— No tranquila, no pasa nada, me puedes llamar las veces que quieras. Siempre estaré ahí para ti Carla —
A Carla le resultaba reconfortante oír esas palabras, pero al mismo tiempo tenía una desconfianza abrumadora, era muy difícil confiar en alguien después de todo lo que había hecho Alejandro.
Pablo quiso seguir con la conversación, veía a Carla bastante apenada, y sabía que de seguro tendría que desahogarse sí o sí.
— Espero que no te trajera problemas con tu novio que te llevara a casa —
— ¿Problemas? Ah no ... Pero no me apetece hablar de ello, Pablo —
Carla cogió su café y se tiró en el sofá, no sabía qué hacer en ese momento, solo quería terminarse el café y ponerse a trabajar, estaba completamente ida, como si su alma intentara escapar de su cuerpo, como si realmente no estuviera allí.
— Carla, puedes hablar si quieres, no te voy a juzgar... —
— ¿Juzgar? Deberían de juzgar a otro —
— Ya me entiendes lo que quería decir, pero en serio ... ¿Qué te ha pasado? —
— No me hagas hablar Pablo, no me hagas hablar ... —
— Habla, te escucho —
— Es una historia muy larga, ahora mismo me siento decepcionada con tanta gente, y yo preocupada porque me habías llevado a casa y me habías visto desnuda ... — dijo ella avergonzada.
Pablo recordó ese momento y no puedo evitar sonreír.
— A mí no me hace gracia —
— No, no, si a mí tampoco; ¿o crees que me fui cómodo con tu camiseta? ¿Y mis pantalones mojados? Menos mal que iba en coche ... —
— Qué vergüenza, no me lo recuerdes en serio —
— A mí en el fondo me encantó estar contigo —
— Qué raro eres Pablo —
— Raro no ... De todas formas, no te desvíes de la conversación, ¿me vas a contar que pasó en la fiesta? —
— No — soltó Carla de forma muy contundente.
— Carlaaa ... Si lo estás deseando, desahógate, no pasa nada, no me voy a aprovechar de ti si te veo mal, si es lo que piensas ... —
— ¡Ah! ¡Pues que pena! — dijo ella riéndose.
— ¿Ah sí? Bueno fuera de bromas, si no quieres contármelo no pasa nada, no insisto más, pero que sepas que estoy aquí para escucharte — dijo Pablo sentándose a su lado, mirándola a los ojos, y moviendo la cucharilla del café de un lado a otro, mientras lo soplaba porque estaba demasiado caliente.
— Vale, bueno... Te lo voy a contar... Llevaba tiempo rara con Alejandro, no sé, le estaba notando extraño. El día de la fiesta estaba muy borde conmigo, bebí bastante por eso, y me tuve que ir... Y ... Bueno... Lo hemos dejado, por lo visto estaba viéndose con otra chica hacia bastante tiempo ... Mario, la pareja de Ana, lo sabía, y Ana se enteró en la fiesta ... Ana lo pudo ver allí mismo, como estaba con la otra, tuvo la cara de llevársela allí también como su invitada, o era amiga de Mario ... No lo sé, no me enteré muy bien de la historia, y la verdad tampoco es que me importe ya mucho ... Lo peor es que Mario sabía de esta historia hacía tiempo ... Y he sido la última en enterarme ... —
— Joder Carla, lo siento mucho. Sé lo que es enterarse de algo así y no es nada agradable ... —
Se hizo un silencio, y Carla se puso a reflexionar.
— No sé, lo mismo lo he propiciado yo ... —
— No creo, normalmente ese tipo de personas, no es la primera ni la última que hacen algo así, hay infieles por naturaleza ... —
— ¿Ahora me vas a decir que tienes un master en infidelidad? —
— Pues algo así, mi mujer, bueno mi ex mujer ya por suerte, no era la primera vez que lo hacía, y de hecho también lo sabían amigas suyas y lo ocultaron todo ... Yo fui el último en enterarme ... —
— Si bueno por lo visto él lo ha hecho varias veces también, confesado por él y por su amigo del alma Mario. En fin ... yo no puedo evitar sentirme mal porque me fui contigo ... Y él haciendo un montón de cosas a mi espalda y desde hacía tiempo, que es lo peor ... —
— Ya no te preocupes Carla, si lo habéis dejado ... —
— Ya bueno ... —
— Ven aquí, prometo no aprovecharme —
Pablo agarró a Carla, y se fundió en un abrazo con ella, acabaron los dos hundidos en el sofá, hasta que se hizo la hora de salir al taller a trabajar. No pudo evitar retirarle los mechones de pelo que se le salían del moño, y besarle la frente. Pablo, sabía ser siempre tierno cuando Carla lo necesitaba. Por un momento parecía que toda la angustia de Carla, era absorbida por Pablo, que devolvía las energías negativas en energías positivas ofreciéndole unos brazos reconfortantes donde relajarse y sentirse resguardado en los peores momentos. Él era como un sanador, capaz de poner la piel de gallina a Carla, cada vez que le acariciaba sus brazos al mismo tiempo que seguía abrazado a ella.
— Pablo —
— ¿Qué quieres Carla? — dijo él en un tono bajito, sin dejar de acariciar su brazo.
Carla no pudo evitar mirarlo, Pablo tampoco pudo evadir su mirada. Ella intentó besarlo, pero Pablo se apartó.
— Carla, no quiero hacerte daño. Y siendo egoísta, tampoco creo que me venga bien esto ahora sintiendo lo que siento por ti, y por otro lado tampoco creo que te venga bien esto a ti, tienes que aclarar tus ideas ... No sé si esto lo haces porque lo acabas de dejar con Alejandro y te sientes sola o por otra cosa ... —
Carla en ese momento se armó de valor.
— Pablo, desde que te conocí he sentido algo muy bonito por ti, y Alejandro solo era una mera distracción de eso —
Pablo en ese momento no supo que decir, por una parte, le encantaba oír esas palabras y más que salieran de la boca de Carla.
— Carla, tú también me has devuelto la ilusión, sé que he sido un borde, estaba nervioso con todo lo del tema del divorcio, estoy un poco desconfiado todavía; no quería que me hicieran daño y mucho menos hacer daño, ya te lo expliqué en su momento. Pero si queremos tener algo sano deberíamos sanar nosotros por dentro antes de empezar nada, ¿no crees? —
A Carla las palabras de Pablo le parecieron lo más sensato del mundo.
— Tienes toda la razón Pablo —
Pablo se levantó del sofá, y agarró a Carla, hubo un momento en que no pudo evitar agarrar su cara con las dos manos, la miró a los ojos, y estuvo a punto de besarla, pero se contuvo.
— Me pones las cosas muy difíciles Carla —
Carla no sabía que decir, así que se acercó a la puerta para salir a trabajar.
— Bueno, pongámonos a trabajar ya —
Pablo cerró la puerta, sin dejar salir a Carla. Carla se giró y se le quedó mirando.
— Pablo, ¿Qué haces? —
— Lo siento —
Pablo rompió su promesa, agarró a Carla por la cintura, y no pudo evitar besarla, de un beso tierno y corto, pasó a ser un beso más largo y apasionado. Pablo no se podía despegar de Carla, y Carla tampoco de él. Fue entonces cuando Pablo tuvo que parar.
— Puf Carla, joder ... Lo siento ... No puedo más ... Desde que te vi desnuda otra vez en tu casa, no puedo aguantarme las ganas de volver a tenerte ... —
Carla no se creía lo que estaba diciendo Pablo, le agradaba bastante todo, pero sabía que quedaban menos de diez minutos para que viniera el jefe para abrir la tienda.
Pablo se abalanzó sobre Carla, la soltó en el sofá, y él se puso encima.
— Ahora sí que vas a conseguir que me echen — dijo él.
— Vamos a conseguir que nos echen a los dos, mejor dicho — dijo ella.
Pablo comenzó a besar a Carla con la ropa puesta, desabrochó el botón de su pantalón, y empezó a acariciarla; Carla hizo lo mismo con sus manos comenzó a acariciar su entrepierna. Su respiración cada vez era más profunda y a veces entrecortada, no podían dejar de acariciarse por encima y por debajo de la ropa.
Pablo estaba muy excitado.
— Carla, lo haría aquí mismo —
A Carla esa frase la excitó bastante. Cuando estaban a punto de hacerlo, alguien les recordó que no estaban en el lugar indicado. El jefe para su desgracia entró en la tienda. Por suerte para ellos, estaban vestidos, y solo se tuvieron que abrochar los pantalones.
— Menuda mierda, joder ... — dijo Pablo mientras se alejaba de Carla, haciendo como que seguía bebiendo el café. Para que no se le notará nada tuvo que ponerse detrás de la mesa, antes de que entrara el jefe, ya que no era capaz de bajar sus ganas de hacerlo con Carla, su entrepierna le delataba.
— SShh Calla — dijo Carla riéndose mientras lo miraba desde el sofá.
El jefe entró en la habitación sin enterarse de nada.
— Buenos días, así que estáis todavía con el café ... ¿Está demasiado caliente? — dijo el jefe mirando a Pablo.
— Sí, demasiado — dijo él poniendo los ojos en blanco.
— Hay que darse más prisa, Pablo ... Termínatelo rapidito. Venga hay que ponerse a trabajar —
El jefe salió de la habitación a atender a la primera clienta. Carla y Pablo no pudieron evitar reírse a carcajadas.
Pablo terminó el café, dejó el vaso en la papelera y se acercó a Carla y la susurró al oído:
— ¿Has visto Carla, me tenía que haber tomado el café más rapidito? — dijo Pablo sonriendo a Carla.
— Ya, es lo que tiene Pablo ... —
— Me encantas Carla — dijo él mirándola a los ojos.
«Que no sé te noté que vas a dar saltos de alegría, con lo que ha dicho» pensaba Carla.
— Y tú a mi Pablo — dijo Carla sonriendo.
— No quiero que te vuelvan a hacer daño, ni quiero hacerte daño, quizás esto ha sido ir un poco más deprisa de lo normal ... Pero te veo y tampoco es que me pueda aguantar las ganas ... —
El jefe volvió a entrar sin llamar a la habitación. Parecía que sabía estropear a la perfección todo momento romántico o de pasión, que tenían los dos.
— Venga ... ¿Qué hacéis de cháchara? Hay mucho trabajo que hacer —
Carla y Pablo tuvieron que salir delante del jefe, para ir a trabajar. Estuvieron trabajando muy cómodos, con una complicidad desbordante... Cuando se ponían a trabajar los dos, hacían verdaderas maravillas. Y entre trabajo y trabajo, no podían evitar acariciarse mientras se pasaban las herramientas y los materiales el uno al otro, o echarse unas miraditas para todos los gustos.
No querían que se enterara el jefe, así que cuando acabó la jornada laboral se despidieron con un beso en la mejilla en la puerta del taller, hasta el próximo día. Además, se habían prometido ir despacio, e iban a intentar cumplirlo si podían.
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