Capítulo 20. Un plan inesperado
Los días iban cayendo como losas de cemento encima de Carla, la relación con Alejandro parecía que se empezaba a estancar o iba a peor más bien. Con Pablo todo funcionaba a las mil maravillas, él había asumido en cierto modo que había perdido a Carla, pero quería seguir conservando su amistad, y sobre todo conseguir estar bien en el trabajo.
Últimamente, la relación con Alejandro se basaba en quedar en parejitas (con Ana y Mario), a ella no le hacía mucha gracia haber acabado así con él, tener una relación de fin de semana, que compartes con otras dos personas, no era lo que ella había pensado. Por otra parte, Carla se sentía feliz, por fin vivía en un sitio que le agradaba, y tenía el trabajo que siempre había querido tener; pero el agobio de la relación con Alejandro podía más que todo eso. Alejandro además quería ser siempre el centro de todas las miradas, todo giraba en torno a él, y lo que era peor todavía, Carla comenzaba a darse cuenta que no tenían nada en común.
El fin de semana Carla recibió una llamada de Ana.
— Carla, ¿Cómo estás? Te hemos invitado a ti y a Alejandro por supuesto, a una reunión en un bar que vamos a hacer con otros amigos —
— ¿Con otro amigos? — Preguntó Carla extrañada.
— Sí, tenemos algo importante que decir. Ponte tus mejores galas —
— ¿Cómo? — Preguntó Carla sorprendida.
— Ya lo verás, no tengo tiempo, ya hablamos. Ah y no te preocupes, Alejandro ya está avisado —
Ana colgó el móvil. A Carla le parecía todo muy extraño, pero pensaba en lo típico: «¿Tienen algo que contar? Sobre Mario y ella claro, se irán a vivir juntos lo más seguro, no creo, eso no lo anunciarían a bombo y platillo ... ¡Ay, mi madre!, ¿Ana está embarazada? No, no creo ... Mucho peor, seguro que se van a casar ... ¡Hagan sus apuestas! ...»
Carla no sabía que pensar la verdad, cuando querían que fuera mucha gente por algo sería. Alejandro ya lo sabía, y no le comentó nada a Carla. Carla se estaba dando cuenta de que Alejandro mostraba cierto pasotismo en la relación y eso no la hacía mucha gracia. Tampoco era de su agrado ser la típica parejita que tenía que acudir en pack a todos lados y menos tener amigos que conocieran a los dos, y ya dieran por supuesto (sin pensar si podían estar enfadados o no) que los dos acudirían a ciertas citas juntos.
El día del anuncio había llegado. Carla se puso un vestido que vio bastante informal, no se quiso maquillar, nunca lo hacía, ni creía que era el momento, se puso sus zapatillas y se hizo el moño despeinado que tanto furor causaba en los hombres, o eso pensaba ella riéndose, mientras se arreglaba.
Había quedado en verse en la puerta del bar (donde se celebraba el acontecimiento) con Alejandro, que para variar llegaba tarde. Carla veía como pasaba y pasaba gente, y ella ahí como anclada en un punto de pie, observando la nada, y moviéndose de vez en cuando de un lado a otro, para no parecer una estúpida esperando a alguien que parecía que le había dejado plantada.
Alejandro llegó corriendo, llevaba una camisa de manga corta tipo hawaiana, que dejaba ver sus brazos tatuados, unos vaqueros ajustados y unas zapatillas prácticamente como las que llevaba Carla. Carla no podía dejar de admirarlo, se podría quedar viéndole horas y horas, le daba igual que estuviera vestido, desnudo; era digno de ver, rebosaba tanta confianza en sí mismo ...
Alejandro se acercó a Carla y le dio un beso bastante corto, indicándole que entraran ya, que llegaban tarde, ella sin rechistar le hizo caso y entraron. Mientras iban pasando para colocarse en una terraza, Carla admiraba la decoración con mesitas estrechas y altas, con sus taburetes altos, eran mesas para que la gente se sentará de dos en dos; Carla no podía dejar de admirar una especie de pérgola de madera enorme que ocupaba toda la terraza, por la que caían tules blancos, donde se enredaba una hiedra que la cubría, estaba llena de luces leds con formas de insectos, parecía un cuento de hadas.
La gente comenzó a sentarse en las mesas según les iba indicando el personal del bar, mientras esperaban a que la pareja anunciara algo. En ese punto, Carla aprovechó para comenzar una conversación con Alejandro.
— Estás muy guapo Alejandro —
— Gracias — dijo él bastante frio.
«¿Solo gracias? ¿No me puede decir que yo también lo estoy? ¡Qué desagradable!, cualquiera diría que es mi pareja», pensó Carla.
Alejandro podía ser muy frio cuando quería. Se hizo un silencio incómodo, la verdad es que Carla estaba harta de tener que iniciar siempre las conversaciones con él, o simplemente si ella se callaba, ahí terminaba toda la conversación.
Carla no se pudo aguantar, y un poco molesta, tuvo que explotar.
— Podríamos haber venido en pareja Alejandro. Tener que esperarte en la puerta... Ya que por lo visto esto va de "parejitas felices" —
— Ya bueno, tenía cosas que hacer, no me daba tiempo de quedar contigo Carla, necesito mi tiempo para arreglarme. Ya estamos aquí, y es lo que importa, nuestros amigos —
A Carla le chirrió bastante la formalidad y la pedantería de Alejandro, era algo que detestaba. Estaba sentada al lado de un adonis, eso no lo podía discutir, de hecho, observaba las miradas que le echaban la mayoría de los que estaban allí, tanto mujeres como hombres; pero empezaba a detestarle.
De repente, entraron Mario y Ana. Ana estaba guapísima, con un vestido blanco y una corona de flores en la cabeza. Carla no la reconocía, no esperaba verla así. Lo que pensaron todos los invitados es que iban a asistir a una boda secreta, de hecho, no paraban de hablar en bajito cuando vieron a Ana así vestida, y a Mario muy elegante también.
Los dos se pusieron a hablar casi a la vez, hablando del amor que les unía (lo que era un discurso en toda regla muy cursi del amor). Fue entonces cuando dijeron los dos al mismo tiempo:
— Como ya habréis visto, está es nuestra fiesta de compromiso sorpresa, queríamos deciros ¡QUE NOS CASAMOS! —
Fue entonces cuando siguieron con su discursito sobre el amor, Mario dio el anillo a Ana y se lo colocó en el dedo, sonó una música acorde con el empalagamiento del momento. Los camareros empezaron a pasar por las mesas con canapés y copas de champagne.
Carla se cogió dos copas, solo para ella, y comenzó a beber, como intuía ese tipo de eventos no le hacían mucha gracia, nunca pensó que Ana sería de ese tipo de personas que hacen ese tipo de eventos, que todo lo tienen que anunciar a bombo y platillo, porque si no, no existe, todo de cara a la galería. Para ella, Ana se acababa de caer del pedestal en el que estaba; si eso hacia con una fiesta de compromiso, no sabemos cómo sería la boda pensó Carla.
Alejandro comenzó a mirar mal a Carla.
— Carla, compórtate — dijo Alejandro malhumorado al ver que no paraba de beber.
— ¿Perdona? — dijo Carla cabreada, cogiendo una copa más al camarero que pasaba, haciendo que sería para él, para disimular.
— Sí, que no te pongas ahora a beber así, en el evento de tu amiga —
— ¿Evento?, Alejandro que serio y que pedante te pones, chico —
Alejandro no quiso contestar a Carla. Carla comenzaba a estar un poco perjudicada por el alcohol, ella no estaba acostumbrada a beber. Su vida se estaba desmoronando por momentos, o eso pensaba ella en ese instante, quizás había girado todo en torno a Alejandro, ese chico tan perfecto, que en realidad no existía como tal para ella.
Ana y Mario se acercaron a hablar con ellos.
— ¿Qué te parece Carla? Mira el anillo — dijo muy entusiasmada Ana.
— Uff muy bonito Ana, ¿pero no te va a pesar mucho el dedo? — dijo Carla con una risilla, viendo semejante "pedrusco". Carla odiaba los anillos, pensaba para sus adentros que ella estaría horrorizada de llevar algo así.
— ¡Carla! — dijo Alejandro bastante cabreado.
— Bueno, dicen que de una boda sale otra — insinuó Mario, eligiendo el peor momento sin saberlo.
— Sí, los próximos seremos nosotros, ¿verdad? — dijo Alejandro cogiendo de la mano a Carla.
Carla lo miró de reojo, con cara de susto, y poniendo los ojos en blanco, mientras agarraba la copa y bebía. No se podía imaginar las tonterías que estaba escuchando, no era capaz de mantener una conversación con Alejandro, ¿y se quería casar con ella?
A Carla comenzaba a agobiarle la situación, lo peor es que ya estaban en la terraza, no podía salir a ningún sitio más a tomar el aire o estar sola, se levantó del taburete como pudo, ya que sus pies no llegaban al suelo, cogió otra copa y se fue a un rincón sin nadie, para estar sola, ni si quiera se molestó en responder a Alejandro.
Alejandro y Mario siguieron hablando sin más, pero Ana fue detrás de ella.
— Carla, ¿qué te pasa? —
— Nada, no me hagas caso Ana, disfruta de tu día, necesito estar sola, por cierto ¡felicidades!¡Que seáis muy felices!¡Me alegro mucho por ti! — dijo Carla a gritos.
— Carlaaa —
— ¡Ay Ana! ¿tú también? —
— ¿Yo? ¿Pero qué te pasa? — dijo Ana preocupada.
— Ana no quiero fastidiarte la fiesta, déjalo, me ha dado el bajón por el niñato este y punto, ya se me pasará. Es como si saliera con dos personas a la vez, bueno que va ... Que es una persona cuando no estoy con él y otra cuando estoy con él aburridísima ... Bueno mira, no puedo explicarme bien ahora, no sé cuántas copas llevo encima, si yo no bebo nunca ... Bueno, ya está ... Ana, tranquila, no pasa nada ... Le importo una mierda, pero se quiere casar conmigo, ¡que disparate! jajaja, ¡pero que envidioso que es! Solo lo hace porque lo hacéis vosotros... Si no me toca desde el campamento, si siempre quedamos en plan parejitas y cada uno a su casa y luego va de malote ... Anda ... A mí no me engaña ya ... Que aburrimiento de hombre ... —
— Joder Carla, no me habías contado que estabas así ... Quizás no era el momento para estar en una fiesta de este tipo y mucho menos con él —
— Qué más da Ana, ya está, ¡disfruta! — gritó Carla.
Alejandro acudió al ver que no venían y al escuchar a Carla.
— ¿Qué pasa Ana? Siento si te está fastidiando el día — dijo Alejandro sin miramientos.
— ¿Perdona? — dijo Carla.
— Mira perdona, pero ... ¿Alejandro eres idiota? Y mira que yo no soy de insultar, ¿pero que narices te pasa por la cabeza? Está mal, en fin ... Y no me extraña ... — dijo Ana con el afán de proteger a Carla.
— Vale lo siento, pero es que lleva un día, desde que hemos llegado ... — dijo Alejandro a Ana, sin mirar en ningún momento a Carla.
— Oye, estoy aquí, me podrías hablar a mí, no a Ana. Bueno mira ... Ana me voy, ya hablamos, pásatelo bien en la fiesta. Por supuesto Alejandro te puedes quedar aquí ... —
— Pero Carla, ¿cómo te vas a ir así? — dijo Ana.
Ana miró a Alejandro como si le estuviera echando una maldición, esperaba que fuera a acompañar a Carla a casa, pero él no tenía esa intención, se volvió a la fiesta con la arrogancia que le caracteriza, y se quedaron solas ellas dos.
— Carla, te acompaño yo a casa, aquí no te puedes quedar, y sola no te puedes ir en este estado ... No sé ... —
— No, tranquila, ya llamo yo a alguien. Estoy muy harta del niñato formal que me ha tocado de pareja ... Pero hasta aquí hemos llegado, no voy a ser la mujer florero de nadie, si lo que quiere es alguien para casarse, vivir juntos y tener más hijos que plantas, no soy su tipo ... —
— ¿Quieres que llame a Violeta? —
— Uis no, está trabajando —
— Con Alejandro no te vas a ir, bueno tampoco creo que quiera él, pero alguien tiene que llevarte a casa, ¿quieres que hable con Pablo?
— Uis no, sería muy raro, pero trae mi móvil creo que le voy a llamar yo, me da igual lo que opine Alejandro, la verdad; hoy se ha comportado fatal conmigo. No le veo futuro a esta mierda —
Ana buscó el número de móvil de Pablo y le dio el móvil a Carla. Carla estaba bastante avergonzada, y no le salían las palabras.
— ¿Sí? ¿Carlaaa? — contestó Pablo.
— Soy yo —
— Sí, ya sé que eres tú, tengo tu móvil guardado — dijo Pablo.
— Que listo eres Pablo —
— Sí, para que veas ... ¿estás bien? Te noto rara ... —
— Sí y no ... —
— ¿Sí y no? ¿Carla has bebido? Que no es que te quiera echar el sermón paternal, pero te noto extraña ... —
Carla no se quería andar con rodeos (aunque los dio, y bastantes) parecía que el alcohol ayudaba bastante a ello.
— Pablo, mira ... Estoy en la fiesta de compromiso de Ana, y la verdad que no me encuentro muy bien, mi novio es muy idiota, bueno ya no se le puede llamar así ... A lo que iba, no me encuentro muy bien, y Ana se ha puesto en plan instinto maternal, que claro cómo se va a casar, parece que está entrenando conmigo, por si vienen los bebes pronto ¿sabes?... Jajajaja ... Y no quiere que ni por asomo me vaya a casa sola, y me ha dicho llama a Ana, ¿A Ana? digo no, a Violeta, Ana es ella jaja y Violeta no puede que trabaja, y no sabía a quién llamar, y digo pues llamo a Pablo, que según ella no me tengo en pie, que sí que me tengo ... —
Ana no paraba de mirar a Carla poniendo los ojos en blanco, viendo la parrafada que le había soltado al pobre muchacho, y así por las buenas; veía que al final se tenía que ausentar ella de su propia fiesta de compromiso para llevar al monstruito a casa.
Pablo se quedó a cuadros, escuchando por teléfono lo que iba diciendo Carla, e intentando interpretarlo, porque a veces no se entendía muy bien lo que decía.
— ¿Carla? —
— ¿Sí? Pablo ... —
— Pásame a Ana, si está por ahí —
— Que no, ¿para qué quieres hablar con Ana? Que Ana está bien, que me tienes que llevar a mi —
Ana agarró el móvil a Carla, y se puso a hablar con Pablo. Pablo quedó en darle un toque a Ana cuando llegara a la puerta del bar, y Ana ayudaría a Carla a salir a la puerta para que pudiera irse con Pablo, sin levantar las sospechas de Alejandro, ya que Carla no estaba para ninguna tontería de Alejandro en ese momento.
Todo salió bien, Pablo recogió a Ana, nadie se dio cuenta, y Ana pudo continuar con su fiesta; aunque un poco preocupada por Carla, no obstante, sabía que lo mejor para ella es que se fuera de allí y descansara.
Pablo llevó a Carla a su casa, no se tenía muy bien en pie, así que cogió a Carla en brazos y la dejó en el sofá, arropada con una manta. Estuvo media hora mirando como dormía, mientras jugaba con sus dos perros. De repente, parecía que la bella durmiente comenzaba a despertarse.
— Pablo — dijo en un tono dulce y tranquilo.
— Hola Carla —
— Pablo, me encuentro mal ... —
Carla sorteó a sus perros como pudo, que para colmo creían que ella quería jugar con ellos, y se apresuró a correr por el pasillo para llegar al baño, la estaban entrando unas ganas de vomitar y tuvo que hacerlo. Pablo fue detrás de ella preocupado.
— ¿Estás bien Carla? —
— No, no estoy bien, no me encuentro bien, tengo la cabeza muy mal, creo que me voy a dar una ducha —
A Pablo no le agradaba ver así a Carla, y no se quería aprovechar de la situación, pero veía que no se tenía en pie. Carla comenzó a desvestirse, intentaba quitarse el vestido, cuando por casi se cae para atrás, porque no era capaz de quitárselo al sacarlo por la cabeza, el estado en el que se encontraba no ayudaba mucho. Pablo estuvo bastante rápido, y agarró su cintura, ayudando a Carla a quitarse el vestido. Carla se empezó a quitar la ropa interior y se quedó desnuda. Pablo, no quería aprovechar la situación, así que se quedó en el baño, que era bastante grande, mirando hacia otro lado.
— Pablo ... —
— ¿Qué quieres Carla? —
— Me puedes pasar el gel sólido, es la pastilla que está encima de la estantería, se me ha acabado la que tenía aquí, seguro que ha sido Violeta ... —
Pablo se acercó a dar el gel a Carla. Carla abrió la cortina de la ducha, acercó su mano, y agarró a Pablo de su mano, arrastrándole con ella al plato de ducha. Pablo estaba con toda la ropa mojada, con cara de tonto, mirando a Carla e intentando echarse el pelo mojado para atrás.
— Carla, ¿Qué has hecho? ¿Cómo me voy a ir así a casa? —
— Nadie te ha dicho que te vayas ... — dijo Carla sonriendo.
Pablo salió corriendo de la ducha, en ese momento para él Carla era un pecado, y no quería aprovecharse de ella. Él se quedó en ropa interior y cogió una toalla para secarse. Carla más tarde salió de la ducha, y riéndose, se puso el albornoz.
— Te sienta muy bien el pelo mojado — le dijo Carla mientras se lo alborotaba con una mano.
Carla no podía dejar de mirar a Pablo, estaba todo mojado, en ropa interior y con una toalla secándose, era un dios griego, con esos músculos forjados en el taller de carpintería ...
— Joder Carla, ¿en serio? ¿No tendrás una camiseta grande que me pueda estar bien? —
— Mmm ... acompáñame a la habitación, que no sé ... — Carla tenía ganas de jugar con Pablo, pero no estaba en su mejor momento.
— Carla ... Eres de lo peor ... — dijo Pablo, sin saber si podía contener las ganas de estar con Carla sin tocarle un pelo.
— Estás muy gracioso así — respondió Carla sin dejar de mirar a Pablo.
Carla buscó una camiseta de esas grandes que tenía para dormir, se la ofreció a Pablo y él se la puso, también le dio un pantalón corto que tenía que no se ponía, para que pudiera quitarse la ropa interior ...
Pablo se quedó sentado en la cama de Carla, no podía dejar de mirar a Carla, era una tentación muy grande. Ella de repente, se quitó el albornoz, mientras buscaba ropa en su habitación que ponerse. Pablo no quiso mirar, y se quedó mirando para otro lado. Ella se vistió tan tranquila y se quedó tumbada en la cama al lado de Pablo. Carla no pudo evitar acercarse a Pablo y caer dormida entre sus brazos, estuvieron varias horas dormidos.
Cuando llegó Violeta, Pablo le contó todo lo que pasó y se fue a su casa, sin despedirse de Carla que siguió dormida, parecía que Carla había encontrado la tranquilidad que necesitaba ese día, y cayó rendida.
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