Capítulo 18. Hoy puede ser un bonito día
Carla había amanecido en su nueva cama, al lado de sus dos perros. Después del día que tuvo ayer en el trabajo, no sabía que quería. Se dispuso a mirar el móvil, se había olvidado por completo de Alejandro, hasta que vio que Alejandro le siguió escribiendo.
ALEJANDRO_10.12
He estado pensando en lo que me dijiste, en lo que hablamos de que podríamos ser amigos ... Sé que ... Bueno ... Nuestra relación no empezó con buen pie, pero no quiero perderte como amiga, me gustaría seguir viéndote, si no puede ser de otra forma, con eso me conformo, solo quiero formar parte de tu vida.
Carla leyó el mensaje, dándose cuenta que no había contestado desde ayer a Alejandro, y tampoco sabía muy bien que ponerle, pero decidió contestarle.
CARLA_11.30
Alejandro lo siento, ayer me surgió algo, y no pude volver a contestar.
Parecía que Alejandro vivía pegado al móvil para ver si Carla volvía a contestar, y enseguida contestó.
ALEJANDRO_11.32
No pasa nada Carla, lo entiendo. ¿Te ha pasado algo malo?
CARLA_11.35
No, que va, no te preocupes, mis historias simplemente. Necesito relajarme un poco.
ALEJANDRO_11.36
¿Quieres que quedemos? Pero solo para hablar de tus cosas, no te preocupes. Aunque precisamente hoy no puedo.
Carla tenía un lio bastante impresionante en su cabeza, entre Pablo y Alejandro. Así que no quiso contestar, prefirió coger el teléfono y llamar a Ana.
—Carla, hola— se apresuró a contestar Ana.
—¿Qué tal Ana? — dijo Carla.
—Bien, ¿y tú? — Preguntó Ana.
—Bien, más o menos— contestó Carla dudando.
—Antes que nada, te quería comentar algo— dijo Ana entusiasmada.
Después de pasar un buen rato hablando por el móvil, Ana comentó a Carla que la relación con Mario marchaba bastante bien, habían realizado otro de sus viajes cortos de unos días, y sentía que todo iba funcionando con él. Alejandro estaba mucho más calmado, y podía hablar con él sin complicaciones comentó Ana. Ana al ver a Carla bastante alicaída, decidió hacerle una propuesta a Carla, que no podría rechazar.
—Carla, ¿te quieres venir hoy y parte de mañana de acampada?
—¿Cómo? No, no creo que pueda, ¿Qué hago con Lula y Ron?
—Violeta podría cuidarlos.
—No sé si querrá...
—Venga Carla, sería irse esta tarde y venir mañana a mediodía como muy tarde
—Bueno se lo comentaré a Violeta.
—Va a ir bastante gente. El problema es que no sé si irá ...
—¿Alejandro?
—Sí, no te lo quería decir por si no querías venir, sabía que si te lo decía podrías pasar del tema ...
—No, no me importa.
—¿No te importa, en serio?
—No, la verdad es que no, hemos estado hablando a través de mensajes por el móvil, y parece que todo está más relajado ahora.
Ana y Carla dejaron de hablar por el móvil. En ese momento, estaba Violeta en casa. Carla comentó a Violeta que, si se podía quedar con Lula y Ron un día, a pesar de que Carla sabía que se iba a preocupar bastante por ellos, y ella aceptó sin problema, diciéndola a Carla que aprovechara para despejarse y relajarse un poco, que lo necesitaba.
La tarde llegó, Carla había quedado en un sitio con Ana y Mario para ir andando hacia el lugar donde había quedado todo el mundo para que les recogiera el autobús. Mientras estaban esperando a que viniera el autobús, Mario saludó a unos amigos suyos que también se habían apuntado a la aventura, y Ana y Carla continuaban hablando.
De repente a lo lejos, se divisó a Alejandro, venía con una camiseta de tirantes, con sus gafas de sol, con todos los tatuajes de sus brazos al descubierto; todas y todos no podían evitar mirarlo, pero él solo tenía ojos para Carla, y no se podía creer que ella estuviera allí, se le dibujó una enorme sonrisa en su rostro. Se acercó a ellas, y se quitó las gafas.
—¡Hola Ana! ¡Hola Carla!, no sabía que venias, y yo pensando hasta el último momento si venir o no.
—Alejandro, deja que Carla se relaje anda, espero que no me la atosigues mucho — dijo Ana, pensando que podía hacer la vida imposible a Carla.
—¡Hola Alejandro! — dijo Carla ensimismada.
—Vale, prometido Ana— dijo Alejandro y se fue a saludar a los amigos que tenía en común con Mario.
—Venir ha sido un error Ana.
—¿Qué error ni que ocho cuartos Carla?
—¿Lo has visto? — Carla no podía evitar mirar a Alejandro de reojo, y se le caía la baba.
—Sí, a ver el niño no está mal, pero céntrate, pasa de él, has venido a relajarte ...
De un momento a otro, el autobús iba a ponerse en marcha, y llamaron a todos para subir al autobús, tenían un camino de cuatro horas por delante, hasta llegar a su destino. Al subir al autobús Ana se sentó con Mario, aunque ella quería sentarse con Carla, pero ella se lo impidió. Fue entonces, cuando llegó Alejandro y se sentó al lado de Carla.
—¿Me puedo sentar aquí Carla?
—Nadie te lo prohíbe.
—Ok, pues me siento entonces.
Carla comenzó a leer un libro, Alejandro iba escuchando música, fueron todo el camino mirándose de reojo, y sonriéndose. De vez en cuando se rozaban sus brazos. Por un momento, Alejandro se quedó dormido, iba apoyando la cabeza en su mano, su brazo estaba en el reposabrazos que le separaba de Carla, pero en una cabezada acabó durmiendo apoyado en el hombro de Carla sin enterarse de nada o eso hacía creer.
Carla se puso bastante nerviosa, en ese preciso instante comenzó a sentir las mariposas en el estómago al ver a ese alguien especial. «Madre mía ... No puedo ... No sé cuánto voy a aguantar así... Si parece un ángel dormido, y es el mandito demonio, pero me encanta. No sé cómo va a acabar este viaje ...» pensó Carla.
Ana estaba sentada delante de ellos, por un momento miró para atrás, y no pudo evitar reírse con las caras de Carla y la situación en la que se encontraba.
Alejandro se quiso apoyar mejor en Carla, quitó el reposabrazos que tenían en medio de los dos, seguía como haciéndose el dormido, pero a Carla no se la podía engañar, aun así, ella seguía el juego. Carla se encontraba en la parte de la ventanilla, Alejandro la rodeó con su brazo y se quedó agarrado a su cintura, mientras seguía apoyado en el hombro de Carla.
—Alejandrooo— dijo en un tono bajito Carla.
—¿Qué quieres Carlaaaa? — dijo bajito él con su voz grave y ronca que tanto le encantaba a Carla.
—No sé... ¿Qué haces?
—Estoy intentando dormir Carla, ¿te molesto así?
— No, la verdad es que no.
Carla dejó a Alejandro que fuera así todo el camino, él se agarraba de vez en cuando fuertemente de su camiseta, y a veces no podía evitar acariciar su tripa y su costado, haciéndole unas cosquillas tentadoras a Carla, demasiado tentadoras...
Alejandro pensaba que Carla podía estar incomoda por la situación.
—Carla, ¿estás incómoda? Digo por la situación.
—No, la postura quizás.
—Ven aquí— dijo Alejandro con una sonrisa.
Alejandro agarró fuerte entre sus brazos a Carla, invitándola a que se durmiera ella ahora entre sus brazos.
—Me encanta estar así contigo— dijo Alejandro bajito, mientras acariciaba su pelo.
—A mí por desgracia también— soltó Carla sin miramientos.
—Carlaaa— dijo Alejandro sin poder parar de reír.
—Shhh calla, déjame dormir— dijo Carla sonriendo.
Se quedaron dormidos durante todo el camino abrazados, ante las sonrisas de Ana y Mario que no podían evitar mirarlos, parecían los dos tan tiernos ...
Cuando llegaron al lugar donde se iba a realizar la acampada, se dividieron en grupos, para dar un largo paseo por el bosque, el monitor que los acompañaba les iba explicando la fauna y la flora del lugar. Aunque a Carla y a Alejandro les importaban más otras cosas, no pararon en todo el camino de lanzarse miraditas y sonrisitas como si se tratase de dos personas de 15 años acompañadas de su primer amor.
Se estaba haciendo de noche y se dispusieron a acampar, Carla hacía mucho tiempo que no hacía estas cosas, se llevó una tienda de campaña modelo canadiense, de hace millones de años luz, que tenía que montar de una forma muy complicada.
Ana se quedó mirando a Carla.
—¿Qué te has traído Carla? ¿Tú crees que vas a montar eso? — dijo Ana después de terminar de colocar su tienda de campaña (que para Carla parecía que era la tienda de campaña inteligente, ya que nada más salir de la bolsa ya estaba montada).
—Vale sí Ana me he colado, tenía que haber comprado otra, pero para un día ... Esto no hay quien lo monte ... — contestó Carla, mientras continuaba peleándose con la tienda.
—Joder Carla, ¿Qué es eso? — dijo Alejandro, viendo lo complicado que era.
—Arrrgg ... ¿Otro? ... ¿podríais ayudar un poco no? En vez de estar ahí de pie criticando ... dijo Carla a gritos y malhumorada.
—Una de estas tenía yo, que desastre, ¿pero tienes todas las barras para montarla? — dijo Mario.
—¿Pero de donde habéis salido? ¿Cómo es posible que tengáis este tipo de antiguallas? Anda ... Trae que te ayudo — dijo Alejandro.
Comenzó a hacerse de noche, a Carla le faltaban dos barras o eso parecía, no fueron capaces de montar la dichosa tienda.
—Carla, esto es imposible — dijo Alejandro exhausto de pelearse con la tienda de campaña.
—¡Ay, déjame! ... Ya lo hago yo ... Tú vete a dormir — contestó Carla.
—Carla, mañana nos levantamos pronto, he hablado con Mario y no le importa dormir fuera, te puedes dormir conmigo en nuestra tienda — dijo Ana.
Alejandro en ese momento, estaba escuchando la conversación que tenían, se acercó a ellas y con un poco de vergüenza dijo que se podía quedar en su tienda, ya que era bastante grande, e insistió en ello, diciendo que a él no le importaba dormir fuera.
Carla accedió a dormir en la tienda de Alejandro, no quería fastidiar un fin de semana romántico a Ana y Mario, así que se quedó Alejandro durmiendo fuera en un saco de dormir contemplando las estrellas. Hacía frio, y a Carla le dio pena, salió cuando estaban ya todos dormidos y le dijo que entrara.
Alejandro se había quedado helado fuera, y empezaba casi a barruntar un resfriado, sin parar de estornudar.
—¿Estás bien? — dijo Carla preocupada.
—Sí, he tenido que coger frio fuera.
—Lo siento.
—No pasa nada Carla, tampoco es que aquí dentro tengamos puesta la calefacción.
Carla tenía un saco de dormir de dos personas que se había comprado, ya que no tenía uno y le parecía bastante mejor que el de una sola persona. Los dos estaban tumbados cada uno en su saco.
Carla sabía que lo mismo se iba a arrepentir de lo que iba a decir, pero aun así lo hizo.
—¿Alejandro? — dijo en voz baja.
—¿Qué quieres Carla? Dijo él también bajito, con el tono de voz que tanto le gustaba a Carla.
—¿Tienes frio? — dijo ella.
—Sí, pero no pasa nada — respondió él.
—Esto ... ¿Quieres venirte a dormir conmigo? Quiero decir en mi saco, este si es nuevo, y se le ve más calentito que el tuyo ... No sé, es que te veo mal ... bueno no sé déjalo ... (Carla comenzó a ponerse nerviosa).
—¿Y tu novio? No quiero que tengas problemas por mi culpa.
—¿Mi novio? No tengo novio.
Alejandro sintió un alivio inmenso al escuchar las palabras de Carla. Y Carla le acabó contando toda la historia a Alejandro; desde que fingieron Pablo y ella ser pareja, cuando le vieron a él con su novia, hasta la relación tortuosa que ha tenido con Pablo y como ha terminado.
—Alejandro, de verdad si tienes frio no me importa que te metas conmigo — dijo Carla más relajada, después de haber mantenido una larga conversación con Alejandro.
Alejandro tomó la palabra a Carla, y se metió con ella en el saco, por un momento no sabía qué hacer y se dio la vuelta, estaban pegados espalda con espalda, notando el calor uno del otro. Ninguno de los dos podía dormir. Alejandro se dio la vuelta y abrazo a Carla, haciendo la cucharita, Carla se estaba estremeciendo en ese momento. Carla no pudo evitar girarse para ver a Alejandro.
Había una luz tenue de la luna, que permitía que se pudieran mirar a los ojos, podían hablar solo con la mirada. Alejandro agarró de la mano a Carla y se la llevó a su pecho. Él se acercó a ella y comenzó a besarla lentamente por el cuello, la cara, hasta llegar a la boca y fundirse con ella en un momento de locura.
Alejandro se colocó encima de ella.
—Carla — dijo Alejandro en un tono muy dulce, mientras se miraban fijamente a los ojos los dos.
Carla estaba totalmente descolocada en ese momento, tenía encima de ella a un dios griego tatuado bastante apetecible, que le hacía sentir de todo.
—¿Qué quieres Alejandro? — preguntó Carla, como si ya supiera la respuesta.
—Me apetece ... — Alejandro interrumpió la frase mientras se acercó a Carla y empezó a besarla cada vez con más ganas.
Carla estaba tan relajada, que se dejó llevar. Alejandro comenzó a quitarse la ropa y a quitársela a Carla muy despacio, aunque estaba bastante nervioso (se notaba que Carla le importaba demasiado), se taparon con el saco de dormir, y Alejandro comenzó a moverse lentamente encima de ella, lo empezaron a hacer con tanta dulzura... Por un momento se habían olvidado de que no estaban solos, que se encontraban en medio del bosque con más gente alrededor. Comenzaron a gemir, hasta que llegaron al mismísimo cielo y cayeron rendidos.
Alejandro trajo a Carla a su lado y se quedaron los dos abrazados y desnudos, sin sentir el frio que hacía fuera y dentro de la tienda.
—Carla — dijo Alejandro.
—Mmm ... ¿Qué quieres ahora?
—Carla, ha sido perfecto. No sabes cuanto he imaginado este momento.
Carla no pudo evitar abrazarle y besarle cuando dijo eso, mientras Alejandro seguía hablando.
—Siento no poder ser amigo tuyo solamente. Espero no haberte confundido, lo mismo no era el momento más adecuado — dijo Alejandro con una sonrisa bastante tierna.
—Era el momento, no te preocupes — dijo Carla acariciándole la cara.
Ambos se quedaron dormidos. Al día siguiente, Ana comenzó a llamar a Carla, no contestaba, hasta que Carla se despertó y se dio cuenta.
—Carlaaaa, ¿quieres salir a desayunar? ¡No sabemos dónde está Alejandro! ¡Se habrá perdido! ¡Carlaaaa! — comenzó a gritar histérica Ana.
Carla y Alejandro no pudieron evitar reírse, mientras se comían a besos y se empezaron a vestir el uno al otro, para salir fuera a desayunar.
Ana se quedó bastante sorprendida al ver salir a Alejandro también de la tienda de campaña, estaba despeinado, con la camiseta de tirantes puesta al revés y con una sonrisa de oreja a oreja. Alejandro se alejó a hablar con Mario. Cuando Ana fue corriendo a hablar con Carla.
—¿Qué? ¿Esto que es? — dijo Ana a Carla.
—Ay, no lo sé ni yo, hacia frio y entró.
—¿Entró? ¿Dónde entró? — dijo Ana, soltando unas carcajadas que se oían por todos lados, se le quedaron todos mirando incluida Carla.
El monitor se acercó y les llamó la atención, tenían que irse a desayunar y luego se iban para casa.
De camino a casa, Alejandro se volvió a sentar al lado de Carla en el autobús, y no pudo evitar coger de la mano a Carla todo el camino, entrelazando sus dedos una y otra vez, mirándola con cara de enamorado.
Al llegar se despidieron unos de otros, Alejandro, le dio un beso en la mejilla a Carla para no levantar sospechas, pero las miradas lo decían todo.
Carla llegó a casa pensando que había pasado el fin de semana más maravilloso de su vida.
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