Capítulo 15. Podemos ser amigos
Carla comenzaba a sentirse bien, empezaba a tener todo lo que quería, o a encontrar la felicidad en lo que tenía por lo menos. Por fin, había encontrado un trabajo que la motivaba en todos los sentidos, tenía un compañero de trabajo estupendo, su jefe era un encanto y el trabajo era lo que siempre había soñado; y porque no decirlo, estaba ganando el suficiente dinero como para poder empezar a vivir bien y poder permitirse ciertos caprichos.
Violeta seguía en su casa, pero cada vez se llevaban mejor y había encontrado un trabajo que les podía permitir mudarse pronto a las dos a un sitio mejor; estaban pensando alquilar una casa que habían visto, con patio incluido, en el que los perros de Carla disfrutarían bastante, y ellas dos también por supuesto.
Violeta y Carla no paraban de mirar el anuncio de esa casita que tanto les gustaba a las a fueras de la ciudad. Violeta decidió pasar a la acción, y con el consentimiento de Carla se dispuso a hablar con el propietario de la casa.
—Carla, he hablado con el propietario de la casa que tanto nos gusta.
—¿Y? Cuéntame, ¿qué te ha dicho?, ¿hay algún problema por los perros? ¿o algo?
—No, ningún problema, le encantan los animales, dice que mientras nosotras como inquilinas seamos responsables... Por lo visto se ha encontrado con más de un pieza que en alguna ocasión le ha fastidiado la casa, me estuvo contando que tuvo que arreglar unos muebles. Le he parecido muy maja, ¡era de esperar claro!, así que dice que cuando queramos, podemos firmar los papeles necesarios para mudarnos.
—¿En serio Violeta? — dijo Carla, con una sonrisa enorme.
—Sí, no hay ningún problema, y como se te estaba acabando ya el contrato de alquiler de este piso asqueroso, podemos irnos. ¿Te parece bien? Yo te ayudaría con los gastos, no te preocupes.
—Me parece estupendo.
—Pues quedamos la semana que viene con él, para ir viendo todo; o si quieres puedo quedar yo, no hay problema, ya te cuento.
—Ok, perfecto.
Carla no cabía en sí, de la felicidad que tenía. Todo era maravilloso, a veces tenía la terrible sensación de que todo podía ser un sueño perfecto que iba a reventar por cualquier lado en algún momento y no andaba mal desencaminada.
Carla no había vuelto a saber nada de Alejandro, desde aquellos mensajes que le escribió, y ella había conseguido centrarse en Pablo. Todo con él era estupendo, a pesar de que querían ir poco a poco, para no agobiarse ninguno de los dos.
Se estaba acercando el fin de semana, Carla recibió una llamada de Ana para quedar, necesitaba ver a Carla y hablar con ella, habían quedado cerca de la asociación donde Ana era voluntaria, algo que le parecía una pésima idea a Carla, por si daba la casualidad de encontrar a Alejandro por ahí. Lo peor, es que ella no sabía cómo iba a reaccionar o más bien no sabía si podría controlar sus sentimientos, y quería centrarse solo en Pablo que le proporcionaba la tranquilidad que necesitaba y una paz fuera de lo común, que Alejandro no conseguía darle.
—¡Cuánto tiempo Carla! — dijo Ana sonriendo.
—Pues sí, he estado muy ocupada.
—Cuéntame ... ¿Qué te pasa? Te he notado en la voz cierta preocupación cuando hablabas que no me ha gustado nada.
—Ah nooo ... No sé ... Las cosas con Mario no van del todo bien ... Cada vez nos vemos menos, yo me aventuraría a decir que está con otra.
—Pero ... ¿Qué dice Ana? Si tú eres maravillosa, eso no podría pasar, ya sabes que todas las relaciones con el tiempo tienen sus baches, al principio todo es perfecto, pero sois dos personas diferentes, cada uno con sus ideas, es normal que surjan roces.
—Ya ... Bueno ... En realidad ... Alejandro está metiendo bastante la pata en todo esto.
Carla se quedó perpleja escuchando el "nombre maldito", el nuevo mote que Carla le había puesto a Alejandro sustituto de "el chico misterioso".
—¿Alejandro? — dijo Carla sorprendida.
—Sí, Alejandro, no para de preguntar por ti a Mario, él intenta sacarme cosas a mí, le he dicho que me deje en paz, que por lo que sé tú estás bien con otra persona, que lo deje ya. Y casi todos los días, diciéndome que está hecho polvo, y que no tengo sentimientos.
—¿En serio? Pues lo siento. Siento que puedas tener problemas por mi culpa. Quizás debí haber contestado su mensaje, para evitarte todo esto.
—No, no, si no es culpa tuya Carla.
—De todas formas... ¿Él no tenía novia?
—Que va, si lo que te dije, que eso no se sostenía de ninguna forma.
—Ya ... — dijo Carla pensativa.
—No sé, pero a mí esto de que Mario vaya en plan de hermanito mayor de Alejandro (bastante protector), no me gusta ni un pelo ya, estoy empezando a coger manía a Alejandro, entre unas cosas y otras, cuando antes nos llevábamos de maravilla.
—¿Quieres que hable con Mario? O no sé con ...
—No, si no venía a obligarte a hablar con ninguno, venía solo a desahogarme, bueno y aparte había quedado con gente de la asociación aquí, para organizar unos materiales que venían. Pero no te preocupes, no va a estar Alejandro, o eso me han dicho. Aunque no te lo quieras creer, yo también lo estoy evitando jaja
—Uff, me quitas un peso de encima.
De repente, apareció una furgoneta que se divisaba a lo lejos, con el material que decía Ana, habían llegado antes, se podía observar a dos chicos en ella, por lo visto el que iba conduciendo para sorpresa de Ana y Carla era Alejandro. Ambas se quedaron con la boca abierta, mirándose una a la otra, ya que no se lo esperaban para nada.
Alejandro llevaba una camiseta pegada, que dejaba ver todos sus tatuajes, con unos pantalones desgastados que le hacían parecer un chico bastante rebelde y desaliñado, capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa; tenía un magnetismo fuera de lo normal, una seguridad en sí mismo que desbordaba por todos los poros de la piel, y al mismo tiempo podía ser tan frágil, que atraía demasiado toda esa combinación explosiva en un hombre.
—¡Mario!, ¡Arrggggg! ¡Ha sido Mario!, le dije que había quedado contigo aquí, se lo habrá dicho ... Lo siento Carla.
—Bueno, no te preocupes, no pasa nada Ana.
Carla no podía evitar mirarlo, mientras descargaba materiales, la mayoría de construcción, ya que querían hacer unas nuevas casetas para los perros de la protectora. Alejandro permanecía impasible, sabiendo que era el foco de atención de Carla.
Ella se estaba empezando a poner nerviosa, diciéndose a sí misma: «Piensa en Pablo, piensa en Pablo ... Pasa de este niñato, no te conviene» Así que optó por decirle a Ana que se iba. Ana se quedó con una cara de enfado que no podía con ella, sabía que tenía que ayudar y aguantar a Alejandro.
Alejandro divisó a lo lejos como Carla se despedía de Ana, y salió corriendo hacia donde estaban las dos.
—¡Hola Ana! — dijo Alejandro.
—Ah hola, ¿Qué haces tú por aquí? — dijo Ana con una cara de desprecio que no se podía contener.
—¡Hola Carla!, ¿ya te vas? — dijo él con un tono muy tierno de niño bueno.
—Sí, ya me voy ...
—Te podrías quedar a ayudar, necesitamos gente para colocar los materiales y poder empezar mañana a trabajar.
Ana sabía que ponía en un aprieto a su amiga, pero no quería quedarse luego a solas con Alejandro y que le diera la brasa con ella, así que miró a Carla con ojos de angustia.
—Sí Carla, ya que estás aquí, nos podrías ayudar un poco— dijo Ana.
«¿En serio ha dicho eso? Yo la mato, la matooo ... No puedo estar al lado de este niñato, es demasiado apetecible, es la manzana prohibida o podrida no sé muy bien, pero no puedo con él, ni con su cuerpo, ni con su voz ... ¡Ay! No puedo quedarme, pero quiero quedarme ...» pensaba Carla.
—Carla ... — dijo Alejandro con un tono muy sensual.
—¿Qué perdona?, ah sí, sí me quedo y os ayudo un poco— contestó Carla bastante asustada, sabiendo que iba derecha a un precipicio.
—Ok, muchas gracias, voy a seguir sacando las cosas y ya vemos— dijo Alejandro bastante contento, sabiendo que Carla se quedaba.
—Lo siento Carla, es que, si te llegas a ir, me comería la cabeza con sus cosas. Además, tú estás bien con Pablo, él te tiene que dar igual ... — se excusó Ana.
—Ah sí, ya, es verdad. Estoy bien con Pablo— intentaba autoconvencerse Carla.
Parecía que Carla tenía la necesidad de repetirlo en voz alta, para convencerse a sí misma que estaba bien con Pablo de verdad y que no quería para nada estropearlo, ya que por desgracia conocía a Alejandro y sus artimañas, ¡que narices! Carla sabía que no le hacía falta usar ningún truco para que cayera a sus pies.
Todos empezaron a ayudar, incluida Carla. Se junto bastante gente, por lo menos serían quince personas, metiendo materiales y colocándolos, para hacer las casetas, otros ya estaban empezando a construir paredes.
Por un momento Carla perdió de vista a Ana. Pero ella siguió metiendo materiales en una habitación enorme, más bien era una especie de nave bastante fría y oscura que daba bastante miedo, además se encontraba al final del terreno, sabía que, si era tan torpe de caerse, nadie podría venir a ayudar, no creía que la fueran a oír desde allí, ya que la gente se encontraba al principio del terreno arreglando todo.
Carla se quedó mirando la nave, después de haber metido los materiales que había llevado, le molestaba un poco la mano, así que se sentó encima de unos ladrillos, dando la espalda a la puerta de entrada. Fue entonces cuando apareció Alejandro con más material para guardar, ya que se preveía que podría llover de un momento a otro, y se podían estropear ciertas cosas. Estaban los dos solos, Alejandro lo sabía y no pudo desaprovechar la oportunidad.
Carla estaba tan metida en sus pensamientos, que no se estaba percatando de nada, así que Alejandro quiso asustar a Carla, acercándose silenciosamente por detrás, tapándole la boca y agarrándole fuerte de la cintura.
Carla intentó gritar, pero no pudo, como no sabía quién era, y se estaba asustando bastante, le pegó un mordisco en uno de los dedos.
— ¡Joder Carla! ¿qué haces?
Carla se levantó de golpe, y cuando vio que era él, entro en cólera.
—¿Qué hago? ¿Qué haces tu? Pedazo idiota, siempre igual, no cambiarás nunca, eres un niñato— dijo Carla con el susto en el cuerpo todavía.
—¿Qué te pensabas? Ha sido una broma de nada, me lo has puesto muy fácil Carla — contestó Alejandro sin parar de reírse, pero con el dedo dolorido.
—Mira me voy, paso ahora mismo de tus tonterías, ya he ayudado bastante, y me voy a casa.
—Carla, lo siento, en serio, he metido la pata, solo quería hablar contigo, pero te vi ahí, tan metida en tus cosas, que no pude evitar ...
—Ya bueno, pero es que yo no quiero hablar contigo Alejandro, y deja de molestar ya ...
Carla se estaba derrumbando por dentro, no esperaba que Alejandro siguiera sintiendo algo por ella, lo que le dijo Ana ya la había dejado bastante tocada, como para encima tener que encontrarse a solas con Alejandro, se le pasaban mil y una cosas malas por la cabeza que podía hacer con él; pero por otra parte pensaba en Pablo y no quería hacerle daño.
—Carla, no puedo dejar de pensar en ti — soltó de golpe y porrazo Alejandro.
Carla exhaló un suspiro, y no pudo evitar mirar a Alejandro con una ternura que desbordaba. Estaba empezando a explotar por dentro y tuvo que desahogarse con él.
—Alejandro joder, ¿A qué viene esto ahora? ¿te ha enviado alguien para joderme la vida o qué? Déjame en paz, tuvimos nuestro momento, no lo quisiste aprovechar, me apartaste de tu lado. Estoy con otra persona, me trata bien, no es un niñato como tú ... Ya, déjalo estar, búscate a otra a la que tocar las narices.
Carla no se creía lo que decía, y lo peor es que Alejandro tampoco. Alejandro se acercó a Carla, se puso en frente de ella, estaban a oscuras, sin nadie, en esa nave fría ... Alejandro agarró las manos de Carla.
—Vale, lo siento Carla, no quería en ningún momento hacerte daño.
—Alejandro, por favor— dijo Carla, pasándolo bastante mal, no sabía cuánto iba a aguantar teniéndolo delante, era demasiado tentador.
Él siguió agarrando a Carla, y ella quería soltarse, pero no podía. Hasta que consiguió soltarse, pensando en Pablo, y volviendo a la realidad.
—Esto no está bien Alejandro, tengo pareja.
Carla se iba a ir, Alejandro agarró su cintura por detrás, y no pudo evitar abrazar a Carla, cuando ella se dio la vuelta. Carla se estaba derritiendo por dentro, no pudo evitar devolverle el abrazo, Alejandro no pudo evitar soltar alguna lágrima; parecía como si ambos se estuvieran despidiendo para siempre el uno del otro, sabiendo que se hacían daño y que cada uno tenía que seguir su vida alejado del otro.
Alejandro se apartó de Carla y se fue hacia un rincón de la enorme nave, sus ojos estaban empapados, parecía un niño mayor al que tenían que cuidar. Carla nunca lo había visto tan vulnerable, y la llamó bastante la atención, al mismo tiempo que le partía el alma en pedazos verlo en ese estado.
Ella se acercó a él temblorosa porque no sabía qué hacer, no pudo evitar abrazarlo de nuevo, y Alejandro la correspondió.
—Lo siento Carla, sé que lo he jodido todo, y sé que decir lo siento no es suficiente.
Carla sentía tanto en los brazos de Alejandro, que la estaba empezando a dar miedo, ya que un solo instante, podía llegar a dañar a otra persona como era Pablo.
—No sé qué decirte Alejandro, no me gusta verte así, pero tampoco quiero hacer daño a la persona con la que estoy ahora, por algo que no creo que funcione, de hecho, hemos visto que no funciona. Te tengo un cariño especial ... Podemos ser amigos.
Carla no se creía, que había dicho la temida frase "Podemos ser amigos".
—Joder Carla, es patético todo. Quiero decir ... No sé ... Te necesito, me gustas, no podría ser tu amigo.
A Alejandro se le cayó el mundo encima con esa frase, nunca tres palabras colocadas en un sitio determinado podían llegar a hacer tanto daño a alguien.
—Alejandro joder, no me pongas las cosas más difíciles.
—¿Difíciles? Difícil para mí, tú estás tan cómoda con otra persona, y soy yo quien está pensando en ti.
Carla iba a estallar, y ya no podía evitarlo, aunque supusiera mandar a la mierda todo lo que había construido con Pablo.
—Alejandro, eres idiota, en serio ... — Carla se apartó un poco de él, mientras seguía sentada a su lado.
—No sé, podrías dejar de insultar.
—No, si es que no es un insulto como tal, te lo digo porque no te enteras de nada, a eso me refiero. Sigo sintiendo algo por ti ... Desde que te vi, te has metido en mi cabeza, me da pena que todo acabará así ...Y ahora vas y me dejas el marrón de tener que decidir entre tú y una persona que me trata bien, no como tú, ¿lo entiendes ahora? ¿Entiendes por qué necesito tenerte lejos? Es que no me aguanto, como ahora, no puedo tenerte así a mi lado sin hacer nada.
Alejandro no pudo evitar oír sus palabras, y aun sabiendo que hacía mal, agarró la cara de Carla con sus dos manos y mientras no podía parar de acariciar sus mejillas, y sin poder dejar de mirar sus ojos, intentó acercarse más, su nariz rozaba la de Carla. Era un momento tan triste y bonito a la vez, que Alejandro no pudo evitar dejarlo así, por no hacer más daño a Carla.
—Carla me voy, de verdad que lo siento, y siento decirlo solo y no haber hecho nada por estar contigo.
Carla no pudo evitar ponerse a llorar como una magdalena. Odiaba los momentos de madurez fugaces que tenía Alejandro cuando le venía en gana.
—Carla joder, no te pongas así.
A Alejandro se le estaba cayendo el mundo a los pies. Sentía una angustia que no se imaginaba que sentiría nunca.
—¡Déjame en paz, Alejandro! ¡Veteeee! — gritó Carla con todas sus fuerzas.
Alejandro se fue corriendo, no pudo evitar irse también llorando, se puso sus gafas de sol para que no lo vieran, y decidió irse de la protectora.
Ana vio a Alejandro salir de la nave, y no pudo evitar correr para ir en busca de su amiga, por la cara que llevaba Alejandro no había pasado nada bueno.
—Carla, ¿Dónde estás? — gritó Ana preocupada.
—Aquí, pero ya me iba— dijo Carla entre sollozos.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho?
—Nada, nada ... Me quiero ir Ana. Ya hablaremos.
Ana se quedó bastante preocupada, pero sabía que Carla cuando necesitaba estar sola, había que dejar que hiciera lo que ella pensaba que era mejor para ella, que era en ese momento estar sola. Carla agarró su mochila y se fue a su piso andando, pensando lo que por un momento había dejado atrás, y esperando dejar de lado ese fatídico día.
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