Capítulo 14. Tenemos que hablar
Había llegado ya el temido lunes, y Carla no tenía muy claro lo que quería hacer, y más después de saber que Alejandro seguía interesado en ella, por los mensajes que le había escrito el fin de semana.
Carla se encontraba muy confusa, sin saber que hacer, por un lado, estaba Alejandro por el que seguía sintiendo algo muy fuerte y por otro lado estaba Pablo que después de lo que pasó el fin de semana no había dado señales de vida y no sabía que se iba a encontrar cuando lo viera de nuevo.
Todo se estaba complicando mucho, si ya veía difícil trabajar con alguien con el que había tenido algo, más complejo aun, era trabajar con alguien con el que había tenido algo y le generaba dudas desde el principio, por estar pensando en una tercera persona.
Carla estuvo pensando todo el fin de semana, y como se había propuesto, quiso llegar antes a trabajar para poder hablar mejor con Pablo antes de que llegara el jefe, ya que necesitaba tener cierta intimidad para poder hablar mejor de todo. Como siempre ya llegaba tarde, así que se vistió corriendo, y salió bastante rápido para encontrar a Pablo a solas.
De camino al trabajo, Carla iba paseando y valorando múltiples soluciones a su problema, y como siempre veía que lo mejor sería dejarse llevar por el momento. Carla no había sabido absolutamente nada de Pablo durante todo el fin de semana, después del día que estuvieron en su casa, y no sabía ni en qué punto se encontraba él con respecto a ella, y que pensaba de lo que pasó ese día. Carla se iba a meter en un terreno desconocido que no sabía cómo iba a salir de él.
Carla llegó al taller, abrió la puerta temblorosa, pensando: «Bueno ... No he hecho nada con Alejandro, me siento como si le hubiera sido infiel a Pablo, tampoco es que tenga nada con Pablo, no sé qué piensa él tampoco de lo que pasó el otro día, no sé por qué me complico tanto la existencia la verdad, voy a dejar mejor que fluya todo ...»
Carla divisó al final del taller a Pablo, estaba ya trabajando unas piezas para una mesa que se le había ocurrido. Pablo vio a Carla y no supo que decir, no esperaba que estuviera ahí y más tan pronto.
—Carla, ¿Qué haces aquí a estas horas? No hace falta que entres hasta dentro de una hora, no lo entiendo.
—Ya bueno, no lo sé ni yo— soltó Carla con tanta la sinceridad y toda la naturalidad del mundo.
Pablo no pudo evitar mirar a Carla, embelesado y con una sonrisa por su respuesta.
—Deberías de saberlo ...— dijo él sonriendo.
—Bueno en realidad ... Si sé a qué he venido antes, creo que tenemos que hablar.
—¿Estás rayada? ¿Es por lo que pasó el otro día?
A Carla nunca le había funcionado eso de ocultar la verdad o mentir, aunque lo había intentado más de una vez, sabía que esas cosas salían mal. Así que, se dispuso a tragar saliva y coger aire, y decir todo lo que se la podía pasar por su cabecita; aunque le costaba que salieran las palabras.
—Pues sí, es por lo del otro día, no sé ...
—Es un poco incómodo ¿no?
—¿Incómodo? — dijo Carla sorprendida.
Carla se esperaba de todo, menos que Pablo dijera esa maldita palabra. «¿Qué iba a ser lo próximo? ¿Decir que fue un error? Tierra trágame, me gusta y voy a tener que trabajar con él sintiendo algo por él, ¿y él por mí un calentón de un día y ya está?, por lo que acaba de decir ...» pensó Carla, mientras se metía de lleno en su mundo sin escuchar nada más. Fue entonces, cuando comenzó a darse cuenta de que lo que sentía por Pablo era más de lo que ella pensaba, y la estaba fastidiando bastante que dijera eso.
—¿Carla? — dijo Pablo con una voz bastante tierna y en bajito.
—¿Qué quieres Pablo? Bueno mira ... Sí, ha sido un error, lo siento mucho, prefiero irme ... Ya vengo luego a la hora que me corresponde. Creo que ha quedado todo hablado ya.
Pablo se quedó atónito mirando a Carla, cuando ella ya pensaba marcharse por la puerta, él le agarró de la mano, cerró la tienda con llave, y se la llevó a la habitación donde tenían todas las herramientas, era el único lugar desde donde podían hablar tranquilos, sin miradas de nadie que pudiera pasar por la calle y ver qué pasaba por el escaparate de la tienda. Aparte, la habitación tenía un sofá bastante cómodo y una máquina de cafés, bastante malos la verdad, pero que servían para relajarse mientras se tenía una charla agradable. Él hizo que se sentara en el sofá, y se puso al lado de ella para intentar comenzar una larga conversación, que Carla pensaba que no le iba a gustar.
—A ver Carla ...
—Mira prefiero que no me digas nada, lo mejor es que me vaya, hacemos como si no hubiera pasado nada el otro día y ya está.
—¿En serio, tienes que hablar tú siempre y luego decir que te vas y ya está? — Pablo tenía un tono en su voz, que mostraba un poco de decepción ante las palabras de Carla.
—No ... Pero sé lo que me vas a decir ... Para empezar, no me has dicho nada en todo el fin de semana. Para que vamos a alargar las cosas ... Fue un error. Tenemos que trabajar juntos, para que esto sea lo más cómodo posible, olvidemos lo que pasó, pensemos que no pasó nada y sigamos cada uno con nuestra vida.
—Pues nada si lo sabes tú todo, vete si quieres, entra luego a tu hora.
Pablo no podía dejar de mostrar su enfado, tanto en el tono de voz, como con su lenguaje no verbal; veía a Carla demasiado cabezota, pensando en una idea fija que para nada era lo que él pensaba, y le enfadaba muchísimo que no le dejará explicarla nada. Por otra parte, Carla estaba igual de molesta, ya que seguía creyendo que no había significado nada para Pablo lo que pasó el otro día y necesitaba marcharse enseguida de allí.
—Vale, estupendo, pues creo que ahora sí que me voy— dijo Carla muy disgustada, intentando agarrar la puerta.
—Pues creo que no te vas a ir. De aquí tú no te vas, hasta que no me dejes explicarte las cosas— dijo Pablo cerrando con su mano la puerta.
Fue en ese momento, cuando los dos se quedaron al lado de la puerta, retándose con las miradas. Parecía que se había parado el mundo a su alrededor, no podían dejar de mirarse y comerse con la mirada. Cuando de repente Carla quiso volver a la realidad.
—Me iré si yo quiero, no me vas a venir a decir tú, lo que tengo o no tengo que hacer— dijo Carla.
—Carlaaa ... ¿En serio?... — dijo Pablo tenso, pensando que Carla había roto ese bonito momento.
Pablo suspiró como si se le hubiese ido la vida en ese mismo suspiro, en ese instante no podía con Carla, ni sabía cómo explicarle nada. Carla era de cerrarse en una idea y creérsela fuera verdad o no, y no dejar hablar a nadie, salvo su verdad absoluta.
—Niña, eres un poco cabezota. De verdad ... Es que no puedo contigo.
—¿Yoooo cabezota?
Pablo tomó aire y se dispuso a explicarle todo a Carla, esperando que lo entendiera, o si no, no sabía ya que podría hacer por relajar la situación.
—No, yo ... Aaarrgg ... ¿Crees que solo quería acostarme contigo y ya está? ¿Con alguien del trabajo? ¿A mi edad? Carla tengo cuarenta años, si no me gustaras de verdad, no me metería en estos líos, por experiencia sé que no tendría que haber tenido nada contigo y menos cuando estás en mi trabajo, no lleva a nada bueno.
Carla estaba encantadísima repitiéndose una y otra vez la frase que él había dicho «Si no me gustaras de verdad. Así que ... ¿le gusto?» Carla se quedó ensimismada mirándolo, mientras caía pletórica de felicidad en el sofá.
—Bueno, ¿ahora no vas a decir nada? — dijo Pablo.
—¿Qué quieres que te diga?
—No sé, lo que se te pase por esa cabeza de chorlito que tienes.
—¿Perdona? Oye sin faltar ... Ahora sí que me voy...
Carla se levantó muy digna a punto de marcharse, cuando Pablo agarró su brazo, él se sentó en el sofá y después sentó a Carla encima de él. Pablo no podía dejar de agarrar a Carla por si se escapaba. Se notaba como a los dos se les aceleraba la respiración por momentos.
—¿Qué estás haciendo? — dijo Carla, poniéndose bastante nerviosa.
—¿Tú que crees Carla?
—No sé, dímelo tú
—Creo que voy a perder el trabajo y la cabeza— dijo Pablo a Carla susurrándole al oído, mientras no podía evitar reírse.
—Creo que no vas a ser el único— dijo ella susurrándole también al oído.
—Esto no está bien.
—¿El qué? — dijo Carla haciéndose la sorprendida.
—Carla ... Vamos a abrir dentro de nada, y tengo unas ganas de besarte y todo lo que venga después ...
En ese momento Pablo no se pudo aguantar, subió a Carla encima de la mesa, empezaron a besarse de forma muy apasionada, Carla se estaba dejando llevar por el momento.
Pero Pablo no pudo evitar sentirse mal, no quería hacer daño a Carla, le importaba demasiado, así que, aunque pensaba que podía romper la magia dijo:
—Carla, no quiero que pienses que solo quiero ...
—No pienso nada, calla— dijo Carla, sin evitar seguir mordiéndole la boca.
Los dos siguieron besándose, y quitándose la ropa lentamente. Pablo a pesar del momento era bastante tierno. Los brazos de Pablo agarraban con fuerza la mesa, que parecía que no iba a aguantar y se caería en cualquier momento, mientras empujaba a Carla hasta el mismísimo paraíso del placer. Carla en ese momento se sentía como una especie de diosa, no podía dejar de acariciar los brazos musculosos de Pablo, mientras ambos no paraban de gemir.
Cuando terminó todo, se vistieron y se quedaron los dos abrazos en el sofá, sin darse cuenta en ningún momento que la hora que tenían antes de que viniera el jefe se había agotado. Se habían quedado dormidos abrazados en el incómodo sofá, que en ese momento a los dos les sabia a gloria.
Había llegado la hora de abrir la tienda. Ellos seguían dormidos tranquilamente agarrados uno al otro. Cuando de repente, entró el jefe por la puerta.
—¿Pabloooo? — gritó el jefe.
Fue entonces, cuando Pablo se levantó al escuchar la voz del jefe a lo lejos, por suerte le estaba interrumpiendo una señora en la misma puerta de la tienda que acababa de entrar y quería que le hicieran una vidriera. Pablo no podía dejar de mirar a Carla dormida encima de él, pero sabía que tenía que despertarla.
—Carla, no grites— Pablo había tapado la boca a Carla para que no dijera nada, ya que no se estaba enterando de lo que pasaba.
—¿Qué pasa? — dijo ella quitándole la mano.
—Está aquí ya el jefe, tenemos que disimular...
—¿El jefe? ¿Ya? ¡Qué vergüenza! — dijo Carla poniéndose roja.
Pablo se puso a dibujar unos bocetos, e hicieron que los estaban mirando encima de la mesa, con sus tazas de café al lado, todo muy bien orquestado para hacer ver al jefe que no había pasado nada.
Cuando el jefe entró a la habitación, no se esperaba a Carla.
—¡Ah Carla! ¿Estás aquí?
—Sí ... — respondió Carla, poniéndose bastante nerviosa
—Me está ayudando a ver como termino las patas de la mesa que nos pidió ese cliente... Me está dando ideas muy buenas ... — dijo Pablo.
—Ah bueno, bueno ... Pues seguir— dijo el jefe mientras cogía un catálogo para ir a mostrárselo a la clienta que le esperaba en la tienda, sin enterarse de nada.
—Ha dicho que sigamos ... — dijo Pablo a Carla acercándose a su oído, hablándola en un tono muy sensual.
—Ya, pero con la mesa Pablo, con la mesa...
—Ya lo sé Carla, ya lo sé...
—Por si acaso no lo sabias, por si acaso...
—Eres una aguafiestas— dijo Pablo riéndose en bajito.
—No, tú y yo necesitamos el trabajo, solo eso.
Pablo se acercó a ella, agarró la mano que sujetaba el lápiz, se lo quitó y en otra hoja diferente al boceto que estaba haciendo, escribió: "no sabes lo que te haría"
Carla no pudo evitar reírse medio en broma, medio en serio. Ella cogió su mano y escribió: "sí que lo sé y nos van a pillar y nos van a echar a la calle"
Pablo no pudo evitar reírse a carcajadas, cogió el boceto y antes de ir al taller, dio un beso interminable a Carla.
—Pablo ... ¿Qué haces? Está el jefe con una clienta ...
—Ya lo sé, pero no lo podía evitar.
—Bueno te veo ahora.
—No tardes, te echaré de menos...
—Que exagerado ... Voy a terminarme el café y ahora voy.
Carla vio cómo se alejaba Pablo por la puerta, con su camiseta, esos músculos, y su delantal para trabajar, no podía dejar de fantasear viéndole solo con el delantal puesto cuando se alejaba por la puerta, con esa sonrisa pilla que iba poniendo.
No sabía si esta vez iba a tener fuerzas para verlo trabajar, intentando evitar las miradas, para que el jefe no pudiera notar nada de lo que pasaba, pero era lo que tocaba en ese momento. Aun así, estaba muy contenta, no se esperaba que se la fuera a dar tan especialmente bien un "tenemos que hablar" como el que soltó ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro