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Capítulo 12. Volver a empezar


Era fin de semana, Carla se encontraba pensativa en su habitación, hoy no tenía que trabajar, por lo que podía estar mirando horas y horas las musarañas que no tendría que ir a ningún sitio. Habían pasado unas semanas desde que Carla recibió el desagradable mensaje de Alejandro, necesitaba tomarse un tiempo y relajarse.

Carla no sabía que hacer, estaba bastante bloqueada. Por una parte, se tenía que adaptar a su nueva situación, que entre otras cosas había supuesto un cambio de trabajo muy fuerte, de escribir artículos a reformar muebles, algo que le apasionaba mucho más que su trabajo anterior, pero en el que aun así necesitaba un periodo de adaptación, ya que había herramientas que no las manejaba del todo bien. Y, por otra parte, tenía que seguir acostumbrándose a ver a Violeta todos los días, y después de haber recibido tanto apoyo por parte de ella en el momento en que tal mal se encontraba, le costaba seguir diciéndole que tendría que buscarse algo para vivir, o aportar dinero, ya que ella no podía con los gastos de las dos y ella no hacía nada, simplemente parecía aprovecharse de la situación.

Para Carla, había ciertos días que parecía que no existían en el calendario, estaban pasando todos iguales, como si de repente alguien hubiera tenido el poder de haber parado el tiempo, y tuviera que ir viviendo siempre la misma situación día tras día. Ella se encontraba bastante mal por el tema de Alejandro, no quería quedar con Ana, aunque ella insistía y aún más después de que Carla le hubiera contado que lo último que supo de Alejandro fue ese brusco mensaje que le traía ahora a ella por el camino de la amargura; sabía que Ana en algún momento habría hablado con él y si no lo hubiera hecho con Mario. No quería saber absolutamente nada de él.

Mientras Carla seguía abstraída en su mundo interior, recibió un mensaje de Pablo, diciéndole que si quería quedar.

Carla pensó que la vendría bien quedar, la verdad es que Pablo le parecía un ser adorable, con el que se podía hablar, y lejos de cansarse de él, ya que estaban todo el rato juntos en el trabajo, era una de esas personas que se hacían querer desde el primer instante, siempre te quedabas con ganas de verlo más.

Él y Carla, quedaron para tomar algo en una terraza. Estaban teniendo una conversación bastante cercana, como de amigos de toda la vida, y él se vio con las confianzas de preguntarla a Carla que la pasaba para que últimamente se la notara más alicaída.

Carla, últimamente en el trabajo te veo muy distraída. Perdona que me meta, ¿pero te ha pasado algo? ¿Algún problema personal quizás? Creo que lo mejor es hablar las cosas y desahogarte, o por lo menos, a mí me sirve ...

—Si yo te contara, Pablo ...

Pues empieza a contar, tenemos todo el día...

Maldita la hora en la que dijo eso Pablo. Carla comenzó a coger carrerilla y soltó todo lo que la venía a la mente.

Bueno, en fin ... ¿Por dónde empiezo? Ni lo sé ... Bueno, en el trabajo, de momento estoy bien; si no tengo en cuenta los años que he estado trabajando para una tirana, que, a última hora por yo querer algo mejor, me ha dado una patada en el culo y ni las gracias. Y que gracias al trabajo que tenía antes, vivo en un cuchitril pequeño, y de alquiler, es lo único que me he podido permitir a mi edad. Un poco triste, lo sé, pero es lo que hay; y eso que a mí siempre me gustaba escribir. ¿Te estoy aburriendo?

No, para nada, sigue, te estoy escuchando.

«Un chico que escucha ... Carla, estás en tu día de suerte. Pues pobrecito, me voy a desahogar más de lo que lo he hecho nunca en la vida y me da un poquito igual ...» Pensó Carla, mientras volvía a la conversación, y a seguir contándole sus penas ...

Bueno, pues yo sigo... Pero que conste en mi defensa, que has sido tú el que has querido que te cuente todo.

Ok, lo tendré en cuenta— dijo Pablo riéndose, y mirándola con una ternura bastante cautivadora.

Y volviendo al piso minúsculo en el que vivo, ahora lo comparto con una amiga, con la que salía antes, que bueno le ha sido infiel a su marido, y se están divorciando y no sabe dónde quedarse. Ella es mitad arpía y mitad humana dependiendo del momento, y para colmo me tiene el piso patas arriba, no ayuda nada.

Jajaja, no te aburres.

—Y lo peor de todo, me pillé de un chico de 26 años, que al parecer ha podido demostrar más madurez que yo, y sin empezar ningún tipo de relación lo ha mandado ya todo a la mierda a través de un mensaje, sabiendo que no iba a acabar bien. Aunque lo del mensaje, no sé si es muy maduro, hubiera sido mejor quedar y decirse todo a la cara, ahora que lo pienso ...

De ese tipo de gente hay mucha, no son capaces de mostrar sus sentimientos a la cara.

Y bueno, pues eso último es lo que me trae un poco por el camino de la amargura, junto con todo lo demás a lo que no hay que quitar mérito.

En ese momento, en el que Carla seguía contando su vida, y Pablo seguía atento a cada una de sus palabras; pasó algo que a Carla la dejó a cuadros. Alejandro pasó delante de ella, agarrado de una chica, que parecía mucho más joven que él, o mínimo de su misma edad. Cuando estaba agarrando el refresco y de los nervios lo tiró por toda la mesa y encima de la ropa, cayéndole también a Pablo.

¡Mierda, lo siento! — gritó Carla, mirando a Pablo.

En ese momento Alejandro no pudo evitar girarse y ver que era ella. Sin más, se acercó a la mesa con su nueva acompañante.

Carla, ¿tú por aquí?, y como siempre tirándolo todo— dijo Alejandro en un tono irónico que a Carla la estaba poniendo de los nervios.

Carla no supo reaccionar, así que Pablo tuvo que echarla una mano.

Ha sido culpa mía, al ir a agarrarla la mano, tiré el refresco sin querer, pero no pasa nada.

Pablo estuvo bastante avispado, y parecía darse cuenta de lo que pasaba. Sabía sin que nadie se lo hubiera dicho antes, que ese chico que estaba delante de ellos, por la forma que tenía de mirar a Carla, era Alejandro, y que lo único que buscaba era fastidiar un poco y para ello hasta presentaría a su nueva acompañante, y no se equivocaba.

Carla se quedó más tranquila al escuchar a Pablo, parecía que tenían una complicidad que desbordaba por todos lados.

Me alegra verte Alejandro, se te ve muy bien.

Sí gracias, a ti también se te ve bien. Pero que desastre soy, no os he presentado, ella es Marta, mi novia— dijo Alejandro, con ánimo de mortificar a Carla diciendo eso.

Ah muy bien ... Yo estoy con Pablo ...

Carla no quería entrar en el juego de Alejandro, le parecía un poco estúpido e infantil, por lo que iba a decir de Pablo que era su amigo y compañero de trabajo. Cuando cogió Pablo y se adelantó a sus palabras.

Soy su pareja. Encantado — dijo Pablo.

Carla no sabía con que se había quedado más a cuadros, si con la sorpresa de ver a Alejandro con su nueva novia, o con lo que acababa de soltar Pablo.

Bueno, nos tenemos que ir, llegamos tarde ya a un sitio— dijo Alejandro bastante cabreado después de lo que dijo Pablo.

Alejandro no se esperaba que Carla pudiera rehacer su vida, pensaba que podría hacer un pequeño paréntesis, esperándolo, mientras él se aclaraba ...

Carla se quedó tan abrumada. Pablo estaba notando todo en su cara.

Carla ¿estás bien?

Esto .... Sí, estoy bien ...

Le dije que era tu novio, porque sabía de qué palo iba, no quería ofenderte ni nada. Pero vi que venía a fastidiar y tu cara era un poema, fue lo único que me salió para salir del bache.

Ah no, si no me ofende. No me esperaba encontrarlo ya con otra, parece que no le gusta perder el tiempo.

Olvídalo, no te amargues el día. Por cierto, estás empapada, te has echado todo encima. Yo vivo allí al lado, si quieres ir a mi casa a cambiarte. Bueno ... a ver, esto... no quiero que te lo tomes a mal, no soy de los tíos que buscan ... No te voy a tocar ... Bueno, esto se me da muy mal, no sé porque estoy diciendo tanta tontería ...

Jajaja, ya, no te preocupes ... Bueno me parece bien.

Pablo y Carla se levantaron, y se fueron andando a casa de Pablo. A Carla se le pasaban mil y una cosas por la cabeza, no sabía si hacía bien yendo allí, y más con lo enrabietada que estaba por culpa de haber visto a Alejandro con otra, pero en ese momento la estaba dando todo igual.

Llegaron a casa de Pablo, era bastante bonita, con un patio interior cubierto por setos que tenía muchísima privacidad. Era de una sola planta y bastante amplia, de concepto abierto y muy moderna. Enseguida estaban en la habitación de Pablo.

Pasa Carla, toma, mira, aquí te dejo unas camisetas que me están pequeñas que tenía que haber vendido o algo así hace tiempo, ponte una de estas...

Carla intentó coger la camiseta, pero Pablo no dejaba de mirarla con esos ojos verdes que tenía, desprendía tanta ternura. Comenzaron una especie de forcejeo, en plan broma, tirando uno de un lado y la otra del otro lado de la camiseta, sin parar de reírse, hasta que cayeron en la cama sin darse cuenta.

Pablo se puso encima de ella, mirándola a los ojos, Carla no podía dejar de mirarlo ensimismada, pero pensando en que tampoco quería ni que le hicieran daño, ni hacérselo ella a él. No sabía si estaba actuando así por culpa de unos estúpidos celos, al ver a Alejandro con otra.

Pero Pablo era bastante apetecible para ella y porque no decirlo para cualquiera, tenía un cuerpo forjado en el deseo. Él seguía encima de ella.

Carla, si quieres me aparto. No era esto lo que estaba buscando, quiero decir... No quiero que pienses que quería ... — dijo él.

Carla en ese momento cogió y lo besó. Sus lenguas se empezaron a entrelazar de más de una forma imposibles, tenían tanta ansía el uno del otro que se dejaron llevar por el momento.

Pablo empezó a ayudar a Carla a desvestirse empezando por la camiseta, a cada prenda que la quitaba, iba dejando un camino de besos intensos y mordiscos apasionados, que a Carla la estaban haciendo temblar. Carla por su parte también empezó a quitarle la camiseta. Era la perfección hecha persona.

Carla, ¿te apetece? Si quieres lo dejamos.

Sí, me apetece. Estoy bien, no te preocupes.


Pablo era tan delicado en sus movimientos... De repente, agarró a Carla de la cintura y apoyó a Carla en la cama suavemente, ella estaba tumbada y él encima de ella siguió marcando el ritmo, hasta que estallaron de placer. Poco después, cayeron rendidos, Pablo se quedó abrazado a ella, mientras se arropaban con una sábana. Carla se quedó con una cara de estúpida y con una felicidad inaudita, por un momento pensó que eso era el cielo para ella.

Se quedaron así durante un buen rato, de hecho, pasaron horas y horas, Pablo no podía dejar de abrazar a Carla y deslizar sus dedos sobre su espalda, parecía como si él se hubiera quitado también un gran peso de encima.

Se estaba haciendo de noche, y comenzaron a vestirse, Pablo ayudó a Carla a ponerse una de las camisetas que le iba a prestar, ya que la suya la tenía manchada. Pablo decidió acompañarla a su casa y despedirse de ella, aunque les costaba bastante a ambos.

Buenas noches Carla.

Buenas noches Pablo.

Te veo el lunes en el curro ... Me ha encantado estar contigo ... — dijo Pablo con una sonrisa de oreja a oreja.

A mí también, gracias por todo ... — respondió Carla, pletórica.

Pablo, en ese momento, no pudo evitar dejar a Carla en la puerta de su piso sin más y le plantó un beso de los que hacen historia, para despedirse de ella.

Carla entró por la puerta del piso entusiasmada, por todo lo que había vivido en tan poco tiempo. Hasta Violeta se quedó mosqueada, pero le hacía ilusión ver a su amiga tan alegre, después de los días de mierda que había pasado.

Carla se metió en la cama y no podía dejar de pensar en Pablo y en que ojalá fuera algún día su pareja de verdad. Aunque también pensaba que se podía volver un poco incómodo en el trabajo, si las cosas se torcían ... Pero solo quería irse a la cama pensando en él.

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