Capítulo 10. Se avecina tormenta
Hacía días que Carla había salido apresuradamente de la casa de Alejandro, aunque ella no quería haber salido en esas circunstancias. Se encontraba con una nueva situación perturbadora para ella. Tenía que ayudar a su antigua amiga Violeta, por no etiquetarla con el nombre de "ex amiga", digamos que necesitaban poner un paréntesis en su relación de amistad, si no querían tirarse los trastos a la cabeza, aunque eso le había servido en un pasado a Carla, en un futuro la cosa no estaba muy clara de que fuera a funcionar de la misma manera.
Carla no entendía muy bien como se había involucrado tanto, después de no saber de Violeta durante meses, ella vino a pedirla ayuda, y Carla no se pudo negar, todo fuera en honor a su vieja y desgastada amistad. Por lo que Carla después de hablar con su casero, aceptó a Violeta en su piso, hasta que pudiera buscar algún trabajo y poder marcharse a otro sitio.
Llevaban solo unos días, y la convivencia era bastante complicada con Violeta, que tampoco tenía ningún tipo de intención de irse de allí. Violeta era una mujer bastante fría, dedicada a ir impecable, con sus trajes de marca y sus potes de maquillaje que ahora, invadían todo el baño de Carla. Aparte, hasta ese momento, Carla no se había enterado de lo metomentodo que podía llegar a ser Violeta, o quizás si lo sabía, echando la vista atrás a los comentarios que tenía cada vez que quedaban en el grupo de amigas con Laura y Amanda, comentarios que no podían indicar otra cosa.
Carla necesitaba tener una conversación urgente con Violeta, para fijar unas normas sobre su convivencia, conversación que Violeta siempre intentaba eludir.
—Violeta, creo que tenemos que hablar ... No sé cuánto tiempo te vas a quedar aquí, pero si va a ser bastante, creo que tendríamos que hablar ciertas cosas.
—¿Ya me estás echando Carla? Necesito un techo donde vivir, no sé por qué te pones así, la convivencia conmigo creo que está siendo bastante agradable teniendo en cuenta la situación en la que me encuentro. Estoy destrozada, no puedo con la vida ...—contestó Violeta, con un tono de victimismo que sobrepasaba lo natural.
Carla no pudo evitar mirarle y pensar: «Si sobre todo eso, la convivencia está siendo muy fácil, toda la ropa la deja por ahí tirada, tengo que recoger yo todo, el baño está inundado de cremitas y maquillaje abierto por doquier, no me puedo duchar relajada. De hecho, el otro día hasta Ron intentó comerse lo que sería un lápiz de ojos, que tenía por ahí tirado, ¡que desastre de mujer!, ¿tendría criada en su casa? ¿o viviría así?»
—Pero ... ¿Carla? ¿hola?
—Sí, ¿Qué? Perdona, estaba pensando en mis cosas ...
—Tú y tus cosas, chica siempre te evades de todo, a ver si te centras ... Normal que no hayas tenido hijos todavía ...
—¿Perdona? — contestó Carla con un gran enfado.
«¿Pero de que va? Le es infiel a su marido, está viviendo ahora de gorra, mientras yo pago el alquiler, y para colmo sigue con las mismas confianzas de siempre y sus tonterías de decirme lo que debo o no debo hacer a mi edad, como con el tema de no tener hijos. Como si ella hubiera sido muy responsable, claro ...» pensó Carla.
—Sí, que va siendo hora de que te centres, ya te lo decíamos...
—Mira Violeta, estás viviendo en mi piso, te estoy dejando vivir aquí, yo ya no sé por qué lo hago, ya que tienes todo invadido, pago yo todo, ¿y todavía tienes el morro de decirme eso? Cuando tus otras dos amigas "las responsables" han pasado de ti ...
—Ellas tienen hijos Carla, tú no sabes lo que es eso.
—Mira Violeta, una frase más de esas, y sales ahora mismo por la puerta y no vuelves. Ya me teníais cansada entonces, no me canses ahora.
—Chica, no es para ponerse así.
—Ya te digo, tienes una semana para buscarte otra cosa.
—Lo siento, estoy muy estresada— dijo Violeta entre sollozos.
—No es mi culpa, no es para que me trates así y me digas lo que me dices, nadie es más responsable que nadie por el hecho de tener hijos— contestó Carla con una dignidad que le salía por cada poro de la piel.
Carla en ese momento se sintió una mujer empoderada, capaz de manejar su vida, no le hacía falta tener hijos para demostrar que era responsable y mucho menos tener que demostrárselo a Violeta, que fruto de una irresponsabilidad estaba pidiéndole ayuda a ella. Recordó algún podcast de psicología que tanto le gustaba escuchar, sabía que ella se tenía que hacer respetar porque si no, no lo haría nadie, y lo puso en marcha en esa conversación.
Lo que también sabía es que el tipo de relación que tenía con Violeta no era bueno y no le iba a llevar a nada bueno, era una de esas personas que se creía perfecta y que conseguía engullir la energía de la gente a pasos agigantados.
Carla se sentía muy bien en ese momento como para meterse en el agujero donde querían meterla Violeta junto con sus otras dos amigas. No iba a permitir que sobre todo por pena, alguien fuera a manipularla hasta tal punto de decirle como tenía que vivir su vida.
Carla con tanto jaleo se había olvidado de Alejandro. Por suerte, él no se había olvidado de ella, y tras escribirle varios mensajes, quedaron los dos; Carla necesitaba relajarse un poco.
El primer impacto fue un poco extraño, ambos no sabían que hacer y acabaron dándose dos besos, eso sí bastantes intensos, pero en la mejilla. Suponían que primero tenían que hablar del tórrido intento que acabó en nada, gracias a la amiga de Carla. Ambos, comenzaron a dar un paseo los dos solos, para ver si podían hablar de lo que ocurrió en casa de Alejandro.
—Carla, por un momento pensé que te habías olvidado de mí ... — dijo Alejandro con una mirada de no creo que lo hayas hecho.
—No, el problema es que tengo a una antigua amiga viviendo en mi piso, su marido la ha dejado y no sabe dónde ir. Y la verdad, me tiene harta, entre sus consejos y su desorganización, no puedo más.
—Pobre Carla — dijo Alejandro riéndose sin parar de mirarla a los ojos, intentando comerla con la mirada.
—No me rio, en serio, es de lo peor ... Ya era de lo peor, teniéndolo todo, pues ahora parece que su nivel de arpía sin corazón ha subido exponencialmente con su nueva situación.
—¿Arpía?
—Sí, es una arpía.
—Jajaja — Alejandro no podía evitar reírse a carcajadas.
—Es horrible, en serio. Me absorbe toda la energía ...
—Ya veo, ¿y qué hace para tenerte así?
—Está obsesionada con que tengo una edad, con que me tengo que centrar, tengo que tener hijos y bla bla, ya que según ella es de gente responsable ese tipo de cosas ...
—¿Quieres que te ayude con el tema de tener niños? A mí no me importaría la verdad ...
Carla se quedó a cuadros, cuando dijo eso Alejandro, de repente no sabía cómo tomárselo, si bien o mal.
No sabía que se le pasaba por la cabeza, él era joven, no sabía si era una broma, a pesar de haberlo dicho bastante serio, o simplemente era una excusa para sacar el tema del sexo con ella. Si lo decía en serio, a Carla le ahuyentaba por su miedo al compromiso, por una parte, ya que le agobiaba bastante que le dijeran eso, y más cuando solo se conocían de unos meses; y por otra parte temía que lo hubiera dicho de broma, como excusa para hablar de sexo por el simple hecho de que debería tener las hormonas revolucionadas a su edad.
—Perdona Carla, no debí haber dicho eso — dijo Alejandro viendo su cara.
—Ah no, no pasa nada ... — respondió Carla con un bloqueo mental considerable.
De repente, se hizo un silencio bastante incómodo, mientras seguían andando apresuradamente intentando que acabara cuanto antes el paseo.
Carla necesitaba romper el hielo de alguna forma.
—Bueno, ¿Qué tal se te ha dado la semana?
—¿Eh? ... Ah sí, bien ...— Alejandro respondió pensativo dando vueltas a todo en su cabeza.
—Carla ... — dijo Alejandro en un tono muy dulce.
—¿Qué? — contestó Carla, en un tono suave.
Alejandro en ese momento no pudo evitar mirar a Carla, apenado, por si se había ofendido con lo que había dicho y no sabía cómo expresar con palabras lo mal que se encontraba en ese preciso momento, ante la mirada de Carla que mostraba una inquietud abrumadora al verle en ese momento de pie, delante de ella, mirándola atónito e inseguro, pero con una fuerza desgarradora para poder hacer lo que quisieran los dos en ese preciso instante.
Alejandro no pudo evitar lanzarse sobre Carla y fundirse con ella en un abrazo, como si se tratase de un niño pequeño que sabía que había hecho algo mal, y buscara a través del cariño el perdón de la otra persona. Carla no pudo evitar abrazarlo también, olvidando lo que había dicho, y dejándose llevar por el momento, necesitaba fluir y relajarse, no llevar más tensión al caos que era su vida ahora mismo.
Por un instante, se estaban olvidando de todos sus problemas, sintiendo la piel el uno del otro. Alejandro se apartó por un momento cogió a Carla de la cintura y la besó como nunca nadie lo había hecho. Estaban tan inmersos en el momento que estaban viviendo, que no se habían dado cuenta que estaba sonando el móvil de Carla.
—Joder, ¿en serio? Esto parece una broma. Lo siento debí haber apagado esto — dijo Carla.
—Mira lo que sea. No pasa nada — contestó Alejandro sin parar de soltar a Carla.
Carla miró el teléfono y era Violeta, estaba enviando mensajes ya que estaba bastante preocupada porque no sabía que podía hacer de comer, y tenía bastante hambre, para ella eso era un problema muy grande.
—Puf — soltó Carla muy agobiada en ese momento.
—¿Qué pasa? — preguntó Alejandro preocupado.
—Mejor no te lo cuento, me parece mentira. Otra vez Violeta y sus mensajitos con sus estúpidos problemas. No soporto vivir con ella — dijo Carla muy enfadada.
«En qué hora volví a hablarle, y en qué hora se me ocurrió ayudar a Violeta, dejando que se quedara conmigo. Creo que no tendré vida hasta que no se vaya de casa» Pensó Carla, bastante angustiada.
—Siempre te puedes ir a vivir conmigo — insinúo Alejandro de repente.
—Estoooo ... ¿Qué? ... — dijo Carla temblando, pensando que se estaba agobiando por momentos demasiado ese día.
—En serio, yo te ofrezco mi casa — insistió Alejandro.
Carla se quedó bastante impactada con lo que dijo. No sabía si era por la experiencia que tenía ella de tener diez años más que él, si él era bastante intenso al tener diez años menos que ella; pero se empezó a agobiar demasiado con ese comentario.
«Lo que me faltaba, que, si me ayuda con tener niños, que me vaya a vivir a su casa ... Que agobio ... No sé ni dónde meterme ahora mismo, y si voy a mi piso estará Violeta ...» pensó Carla.
A Carla le iba a explotar la cabeza entre unas cosas y otras, ella necesitaba un proceso de adaptación que algunas personas no eran capaz de ofrecerle.
—Alejandro, creo que me voy a ir, estoy muy agobiada ahora mismo viviendo con Violeta y tengo la cabeza que me va a estallar, ya nos vemos otro día ... Me voy, hasta otro día ... — dijo Carla.
—Bueno ... Pues hasta otro día ... — dijo él quedándose con una cara de no creerse lo que estaba pasando.
Carla se fue corriendo. Alejandro se quedó plantado ahí en medio de la nada, esperaba que Carla se hubiera despedido con un beso, pero ella no lo hizo; por lo que se fue también pensando en que pudo haber hecho mal.
Parecía que eran dos polos opuestos, que lejos de atraerse, lo que hacían era repelerse cada vez más cuando se encontraban. Chocaban bastante en la manera de pensar que tenían y eso empezaba a ser un impedimento para la relación que se empeñaban en tener ambos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro