
PARTE I. EL LEGADO DEL CUERVO
"Amo mi equilibrio inestable, entre cordura y locura, entre serenidad y rabia, porque eso me hace terriblemente real..."
Anónimo
El sonido de los disparos era su canción de cuna. Una nana tejida en acordes de pólvora y olor a sangre antes que la luz de la vida abandonara las pupilas de su víctima.
—¡Qué asco! ¡Solo tú te quedas hasta el final de estas alimañas!
Kim Seokjin siempre había hablado demasiado. Yoongi resopló. El metal de su arma seguía siendo cálido como el abrazo que no había tenido en su infancia.
Es increíble cómo lo que a veces creemos sempiterno se puede hundir en las olas del mar del tiempo. Siempre adelante, sin espacio para detenerse. Siempre sediento en busca de los retazos que le robaron una identidad marcada por la medalla esmaltada que conservara como prueba de lo que debía hacer.
—Aún no entiendo cómo es que Namjoon te deja venir a las "exploraciones." Y antes que digas que es sexista de mi parte, porque eres un doncel, no me refiero al supuesto rasgo delicado cuando te gusta matar con veneno.
Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro atractivo de Jin. Aún cuando se las arreglara para molestar a su menor, en el fondo, el cachorro Min, era su favorito de la lista de trogloditas con los que trabajaba su esposo.
—Gigi, sabes muy bien que te aguanto las pesadeces porque solo tú me echas una mano en la cocina cuando aquellos troles solo saben tragar.
—¡Qué remedio! Si ya terminaste de echarle la bronca al desperdicio, vamos a terminar la ronda. Tengo una cita con Bae.
La línea de expresión que apareció en la frente de Jin se correspondía a la animosidad que le profesaba el grupo de Kim Namjoon al de Ha Jung Bae. Tratar de advertir a un hombre adicto a la adrenalina de no aceptara la invitación del diablo era como desear que un sordo escuchara.
Jin lo sabía, pero eso no lo libraba de preocuparse. Por muy free lance que fuera su compañero, tres años junto a Min Yoon Gi eran suficientes para identificar cierta delicadeza bajo la piel del asesino a sueldo que ostentaba los galeones en el grupo de su marido.
—No va arrancarme una pieza. Eso sería pedir demasiado... Cambia esa cara o el jefe pensará que algo anda mal. De hecho, debería prohibirte salir a las redadas cuando estás esperando.
—¡Solo tengo tres meses! ¡Aún no estoy gordo!
Seok Jin enrojeció antes de pegarle un coscorrón a la cabeza coronada con hebras azabache de su malcriado dongsaeng. Yoongi disfrazó la sonrisa con un chasquido de su lengua de aquella forma en la que presionaba contra los carrillos de su mejilla izquierda.
—Tonto...
—Idiota...
Replicó Jin antes de ayudar al menor a registrar a las pobres almas que le debían a su marido y cuyo mensaje para el enemigo llegaba en dos pendrives cargados de información clasificada.
Estas eran las calles de Busan, el rostro que las campañas publicitarias no se atrevían a mostrar. Un ambiente similar al medio de cultivo para que una multitud virulenta floreciera en medio de los cráneos destrozados de los que se empeñaban en nadar contra la corriente.
Después de extraer lo que los había llevado aquel almacén abandonado, la idea de inmortalizar la noche con el sello del grupo que comandaba Namjoon se presentaba como un soplo de incentivo en el viciado itinerario de Min Yoon Gi.
Jin negó antes que el encendedor adornado con la cabeza de un cuervo diera vueltas entre los dedos de su acompañante.
—Te encargo el espectáculo para los medios. Recuerda que después de lo de Bae, tenemos cena con los otros cachorros. No decepciones a Tae.
Para ese entonces el reflejo del fuego en los ojos azul grisáceo de Min imprimían más dramatismo a la conversación.
—¿Si recuerdas lo que le prometiste al tonto de mi hermano? Yo mismo te cortaré las bolas si le rompes el corazón.
—No estoy sordo y tampoco soy de piedra. Tu hermano tiene veinte años y más huevos que nosotros dos juntos. Pero si de algo te sirve, que conste que no le he tocado un solo cabello a pesar de que no deja de jugar.
—Eso no me tranquiliza, Min.
—Debería hacerlo cuando sabes que no mezclo el trabajo con el placer. Lo mío es solo satisfacer necesidades y hasta ahora tu "adorable osito" no aplica. Vete ya, hyung. Entre más rápido limpie el sitio, menos será el tiempo con el bastardo de Bae.
Esa conclusión fue suficiente para que el mayor de los dos concediera su aprobación por el momento. Cuando el coche de cristales blindados de los Kim se puso en movimiento, la columna de humo que se elevaba en el cielo de una tarde plomiza en Busan identificaba lo que la prensa catalogaría como otra pelea de bandas.
Un evento registrado por la cámara y la falta de prudencia de Jung Hoseok. Uno de los pocos periodistas con tolerancia cero a las gestiones de muchos por ocultar la verdad.
La sombra vestida de negro abandonó los restos del almacén, era sin dudas, otra pieza vital en el rompecabezas que pretendía resolver cuando una parte importante de su ser había sido sepultada por aquellos que llenaban las arcas de los grupos más selectos de la ciudad.
La corrupción tiene muchos rostros, y Hoseok por desgracia los conocía casi todos.
—No puedo esperar a ver cuál será tu próximo paso, hombre de negro...
Así había bautizado a la escurridiza figura que ahora se desplazaba en una Harley Davison de camino al lugar que había jurado no pisar hasta estar totalmente muerto, pero que con la mayor ironía, era la clave para obtener la redención.
El club Dragón Lunar le dio la bienvenida con el halo de luces estridentes y trabajadores de la vida cubiertos con poca ropa.
Sería demasiado hipócrita si negara que algunas ocasiones, aquellos cuerpos sinuosos no eran la válvula de escape a los ataques de oscuridad que le asaltaban los restos del corazón. Había aprendido a sobrevivir en medio de los monstruos que le arrancaron todo lo que tenía.
Había aprendido a sentarse en la misma mesa que sus enemigos antes de abrirles la garganta con uno de los cuchillos gemelos que portaba en la costura interna de su chaqueta de cuero.
Cuando Bae lo encontró solo tenía quince años, pero ya sabía lo que era matar más allá de las formas en que la vida se esfuma. Un arma en potencia mientras escalaba en el sistema.
"El aprendiz nunca debe superar al maestro."
Reparó en los caracteres tallados en mandarín que presidían el camino hacia la zona VIP. Una irónica promesa de revancha aquel que se saliera de ese esquema.
Aquel que fuera el mejor en su oficio solo porque la locura y la oscuridad no encontraban un descanso en una mente consumida por la sed de venganza.
—Min Gi... mi mejor discípulo...
El diente de oro en la perfecta dentadura de Ha Jung Bae se confundió con los reflejos de las luces estroboscópicas que matizaban la atmósfera en el club. Yoongi no mordió el anzuelo.
—Dijiste que era importante. El tiempo cuesta demasiado para dejarlo correr. Ve al grano, Bae.
Aún cuando la música en el sitio y las distracciones que podían representar la colección de donceles y mujeres sobre aquel despreciable ser, el jefe de los Dragones en Busan escuchó bien.
—Un día de estos la impaciencia acabará poniendo una bala en esa linda cabeza tuya. Discúlpenme chicos, negocios antes que todo.
Yoongi tuvo ganas de reír antes de estrellar el gatillo de su Glock en la garganta de aquella alimaña. En qué universo ese gusano era cortés con sus mascotas. Sinceramente...
—¿Sin guardaespaldas? Por lo visto la edad te está convirtiendo en un tonto de marca mayor...
Bae ignoró el comentario mientras lo guiaba hacia lo que parecía un acceso privado. La puerta acristalada de un elevador fue el destinatario de los esfuerzos de su antiguo jefe por mantener su atención centrada en la pista que por meses estaba siguiendo en la ciudad.
—Esta vez espero que hayas encontrado la familia correcta. Esos bastardos siguen teniendo en su poder gran parte del patrimonio de mis padres.
Masculló el más pálido de los dos y Jung Bae se relamió los labios. Iba a ser un verdadero gusto ver cómo su mejor discípulo cobraba su deuda y de paso le traía la cabeza del juez Park sobre una bandeja.
—He hecho la tarea a fondo. Te sorprendería mucho saber hasta dónde he podido llegar por ti. Vamos, cambia esa cara de cachorro enfurruñado.
—Dejé de ser eso hace mucho tiempo. No lo dilatemos más. Dame la información o arriésgate a que me cargue alguno de tus muñecos de turno.
La sonrisa del magnate del bajo mundo lejos de menguar se ensanchó. Un tiburón mirando a otro en las aguas infestadas por la ambición.
—Por lo visto Namjoon te alimenta con dinamita. Ya hemos llegado.
El conjunto de paneles de vidrio que intentaban recrear la antigua tradición zen se hizo eco de la repugnancia que le prodigaba Yoongi a su acompañante.
—Tu tiempo empieza a correr en contra. Entrégame la información o...
El discurso de revancha del más pálido fue interrumpido por el trajín de Jung Bae antes de casi arrojarle un dossier de fotografías al rostro.
Yoongi frunció el ceño antes de recuperar la que había ido hacerle compañía a la punta de sus botas militares. Allí un joven de tez clara, cabellos dorados y risueños ojos plateados enfrentaba la cámara mientras intentaba soplar un ramo de flores de diente de león.
No podía negar que el aire de inocencia y la belleza surreal en la instantánea conseguía que cualquiera cayera preso de aquellos rasgos etéreos.
Debió estar más segundos de los que pretendía tratando de encontrar alguna razón para que Jung Bae le lanzara aquello hasta que la risa de hiena del hombre lo hizo reaccionar.
—Ay Dios, es que no podía ser más perfecto. Por lo visto tu nuevo rol no será nada si ya babeas por el objetivo—Las espesas cejas de Min se fruncieron hasta casi juntarse. Jung Bae sabía qué botones en especial presionar para sacarle de quicio, por ello prosiguió—Su nombre es Park Jimin, el hijo del hombre que envió a la muerte a tus padres.
Cada palabra fue pronunciada con la precisión del que realiza una incisión sobre el trazo de una cicatriz. El ligero parpadeo de las luces que se filtraban desde el piso inferior enmascaró el instante en el que Yoongi consiguió atrapar la garganta de Jung Bae entre sus manos hasta que su venenosa sonrisa se tiñó de azul.
—Todo... todo lo que esperas está allí. Los Park, esa gente que juega a la verdad, tienen una debilidad, ya tú sabrás cómo aprovecharla, cachorro...
—¡Hijo de puta!
El crujido de los nudillos enguantados antes de impactar contra la firme mandíbula de Jung Bae fue suficiente para que sus "sombras" acudieran en su ayuda. Yoongi se preparó para descargar el remolino de adrenalina que incendiaba sus venas.
Y claro que lo hubiera conseguido si su antiguo mentor no estuviera en medio de un ataque de risa mientras con una floritura de sus dedos les pedía que se replegaran a su seguridad.
—Yoonie solo está jugando... Déjenlo reflexionar y ya vendrá como el chico bueno que es a pedir disculpas.
—¡Sobre mi cadáver, cabrón! Voy a investigar hasta la última letra de estos documentos. Eso lo puedes apostar...
Bramó el altivo pelinegro antes de esconder el dossier que yacía en el suelo entre las capas de cuero de su chaqueta. Para ese entonces, Jung Bae conseguía incorporarse sobre sus propios pies.
—Por supuesto que lo harás, pero si me permites, y es algo que te debo por haber sido mi mejor discípulo... que la venganza no te ciegue del todo. Eres un jodido cuervo y ustedes jamás confían antes de entregarlo todo. Recuerda de dónde vienes Min Yoon Gi, hijo de Min Hyo Jong y Min Sojung. Eso será importante cuando vivas con el enemigo
—Jódete...
Fue lo que antecedió al estallido de pólvora que conmocionó el piso superior antes de que la figura escurridiza que perseguía Jung Hoseok adoptara otra forma.
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"Los cuervos prefieren la soledad en lugar del bullicio de la bandada. Los cuervos coquetean con lo improbable de estar maldito y seguro volando al sol. La necesidad de mantener la comunión con la solitaria nada, ese es su legado."
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•HAMBRE DE CUERVOS•
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