
Jamaica
—¿Por qué tan solito?
Sobresaltado, Misha levantó la mirada para encontrar la del chico sonriente que por días fue su sombra, en versión emocionada y parlanchina.
Perdido en el inmenso espacio de sus reflexiones, no advirtió su llegada hasta que lo tuvo enfrente.
Algo más temprano, buscó movido por una necesidad de quietud, un sitio apartado donde poder pensar y mordisquear un sándwich.
No tenía hambre y el olor de la comida en la cafetería le causaba nauseas.
Lo más reservado que encontró fue una jardinera cerca del estacionamiento.
Su permanencia en ese, su propio mundo, pudo prolongarse mucho tiempo, de no ser por Noé y su capacidad de encontrarlo para perturbar su—por breve periodo— monástico almuerzo.
—Ah, hola Noé —saludó. El desgano en sus palabras era innegable.
Toda la semana, Misha tuvo a su alrededor al admirador bajito y nervioso. Lo siguió a todas partes, permaneció a su lado en todo momento.
Algún observador externo pudo encontrar charcos de entusiasmo alrededor de las patas de la silla de Noé.
Comenzaba a cansarse, como se cansa cualquiera de una mosca insistente.
En otro momento, en otra vida, pudo... tal vez, entrar en el juego por soledad o curiosidad.
Pero no era otra vida, era la de siempre, donde Ángel los miraba con rabia, los puños apretados y una oscuridad a su alrededor, visible incluso bajo el sol.
Recordó las palabras de la señora Mina: "O rompes el vínculo para salvarte o te quedas a rescatar a la mitad de tu corazón".
Ella tenía razón, no había un tercer camino. Pudo ver la disyuntiva cuando Noé tomó su mano balbuceando sobre ir a tomar café y Ángel se dio la vuelta, hecho una furia, subió a su auto y quemando neumático al arrancar, salió del estacionamiento de la escuela.
"Tomar decisiones nunca es fácil" concluyó. "Siempre significa renunciar a algo".
Sonrió a Noé; al pobre chico le faltaba brillo. Era muy tímido y no solía expresar su opinión. Sólo estaba de acuerdo con sus amigos pero ¿era Misha diferente?
Antes de Ángel, ni siquiera tenía más que contactos breves con los demás.
Ajeno a su carisma y belleza, inseguro de sí mismo. Quizás no tanto como Noé, pero, ¡vaya que conocía la sensación!
Noé era bonito, a secas, ¡pero tan apocado! Vertía su sensibilidad, todas las cosas que no se atrevía a decir en voz alta, en poesía que Misha encontraba un poco aburrida.
Pero su peor defecto era que, incluso si hubiera sido el hombre con más aplomo del mundo, no era Ángel.
Y Misha solamente quería al que si era.
Todos podían ver que Noé estaba flotando. Iba a ser muy feo desengañarlo, pero postergarlo más tiempo era cruel.
¡Qué deleznable usar a alguien así, como Noé, para provocar los celos de Ángel! Cierta satisfacción retorcida lo llenaba de gozo al mirar la cara pálida de rabia. Pero al final, no era justo para ninguno de los tres.
—¿Estás bien Misha? No escuchaste una sola palabra de lo que te dije.
—Lo siento. Estoy distraído.
—¿Vamos a tomar algo? O a donde quieras. El profesor Ayala acaba de avisar que no va a dar la clase. ¡Podemos irnos!
Misha se levantó de un salto y luego se arrepintió, el brillo en la cara de Noé era muy bonito. No tenía ganas de echarlo a perder.
—No puedo. Gracias pero tengo algo que hacer. ¡Qué bien que no haya clases!
—¿Te puedo acompañar? —Misha, que ya caminaba hacía la puerta, se detuvo.
—No, lo siento. Voy a tratar de hablar con Ángel, para arreglar el problema que tenemos.
Tal y como se temía, el desconsuelo se apoderó del chico. Ganas le dieron de abrazarlo, pero no era correcto.
—Es mi novio, Noé. Y lo quiero. Tengo que hacer lo que pueda para arreglar lo que está mal.
—¡Pero tú estabas enojado! ¡Dijiste que él te...!
—Sí, sé que dije. Tienes razón, estaba enojado. Pero Ángel me quiere—Sonrió al seguir su camino. ¡Qué gran sensación fue estar seguro de su cariño correspondido!
Trotó en dirección a la avenida principal para tomar el transporte que lo dejaba a pocas calles de la casa de Ángel, dejando atrás, sufriendo, al primer corazón, roto por su propia mano, de su vida.
🌾
—¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Pasa, me alegro de verte! —Un abrazo de bienvenida muy cálido le reconfortó tanto, como no sabía que necesitaba. Era como volver a casa.
A veces una madre abrazando es como volver a poner ambos pies en la tierra.
Sandra se apartó para dejarlo pasar, sonriendo todo el tiempo.
El garaje vacío indicaba que Sandra estaba sola; los hombres de la casa no llegaban todavía. Misha estuvo tentado a irse y probar suerte más tarde.
Pero Sandra tenía otros planes; lo llevó a la cocina. Misha se sentó y comenzó a contarle lo relevante mientras no se vieron. Ella preguntaba por su familia, sus clases y terminaba de preparar una gran jarra de agua de jamaica.
Lo que Misha experimentaba desde el último encuentro con el espectro; era poco apetito y sed.
La boca se le hacía agua al contemplar el color rojo de la bebida, los hielos traslucidos repiqueteando contra el cristal. Con toda seguridad fue muy obvio.
Sandra, con evidente placer de satisfacer a la necesidad de alguien que consideraba casi de su familia, llenó un vaso alto que Misha bebió con fruición apenas lo tuvo en la mano y como niño pequeño, pidió más. Enternecida, Sandra llenó su vaso de nuevo y una tercera vez.
Con sus bebidas heladas fueron a la sala de la casa. No era un sitio que los Var Caleti usaran mucho. Solo para las visitas. Misha temió que Sandra ya no lo considerara parte de la familia con esa simple acción de tomar asiento en los sillones y disponerse a charlar.
—¡Que ingrato eres con nosotros! ¡Ni siquiera te despediste! Peleas con Ángel y te vas así, como si nadie más viviera en esta casa. ¿Quién te has creído?—Los reclamos de Sandra dichos con amabilidad dolían un poquito más. Su tono de madre ofendida le arrancaba la posibilidad de responder con ira—. ¿Todo está bien? ¿Se han reconciliado ya?
—No, no en realidad. Pero si necesito hablar con él. ¿A qué hora llega?
—¡Uy! ¡Quién sabe! Desde que te fuiste está hecho un vago. Apenas pasa por la casa para dormir. Creo que no lo tomó muy bien. ¿Por qué pelearon?
—Bueno, es algo que...
—¡Ah, no! ¡Ni me digas que es algo entre ustedes! ¡Yo quiero saber que pasa! No soy una suegra entrometida. En verdad me preocupo por ustedes.
Misha lo pensó por un momento. Parte del problema era, tal vez, que los padres de Ángel ignoraban los hechos terribles que sucedían en su casa, a su hijo.
—Tienes razón, Sandra. Y agradezco tu preocupación. No peleamos. No en realidad.
—¿Por qué te fuiste así, como bruja a la mitad de la noche? ¿Ángel te hizo algo?
Misha bebió otro buen sorbo ordenando sus ideas.
—No, para nada. Aunque estuve molesto unos días. Él... Cuando Ángel cree que algo es correcto, de ahí no lo mueve nadie.
No escucha.
—¡Si! Tal cuál estás describiendo a mi hijo, así es desde que era una miniatura de dos años.
Ángel me recuerda a mi madre todo el tiempo. A veces cuesta mucho entenderse con personas con un nivel ético tan superior.
—Es algo que admiro de él. ¡Pero no cuando lo usa en contra mía!
—¡Ah! ¿Fue por tu bien que te alejó? Tal vez no puedan reconciliarse, si ese es el caso. Es bastante inflexible.
—Lo sé. —Misha lo consideró. Desde la perspectiva de Ángel, él hacía lo correcto—. Por eso vine. A tratar de... A hacer que entienda que no tiene porque alejarme. No fue mi culpa que los fantasmas se pusieran así esa noche y...
Sandra tensó la expresión de inmediato.
—¿De qué hablas?
Al dejar su vaso en la mesita de centro. Misha tomó una decisión. Las cosas que ocurrían en esa casa estaban por encima de su control. Era hora de involucrar a los adultos.
—Sandra, esto que te voy a contar fue muy duro, tal vez sea difícil de creer, por favor, escúchame hasta el final. Y también, si puedes, no te enojes. ¿Si?
—Por supuesto cariño. ¿Por qué me voy a enojar? Cuéntame.
Con las manos sudorosas, buscó de nuevo el consuelo de su vaso fresco. Bebió todo y al vaciarlo, Sandra se levantó, como excelente anfitriona, para llenarlo de nuevo. Misha intuyó que se trataba de una pausa para convocar a la tranquilidad, a la razón o a cualquiera de las ninfas que pudiera ayudar a la nerviosa mujer.
—Esto fue lo que pasó la última noche que estuve aquí. Fue la noche que ustedes tuvieron esa cena en el trabajo de tu esposo, eran las diez de la noche, yo creo. Ángel y yo...
🌾
Ángel, que no sintió odio por nadie en toda su vida, miraba al tipejo que quería robarse a su novio con ganas de aniquilarlo.
¡Y tenía el don de la maldita inoportunidad! Se encontraba unas cuantas veces al día entre otros estudiantes, la cabellera increíble de Misha, con ese renacuajo al lado.
Sin embargo, a veces, se abrió la posibilidad de encontrarse a solas y...
Ángel cortó de tajo su propia línea de pensamiento. ¡No iba a acercarse a Misha de nuevo!
¡Aunque le resultara tan duro mantenerse alejado! Aunque doliera cada vez más.
¡Pero esa sabandija pululando a su alrededor lo sacaba de sus casillas!
Con un mohín de desagrado se alejó.
Un amargo pesar le invadió al pensar que tal pudiera ser su futuro; sin Misha nunca.
Sin Misha y sin nadie más.
¡Nadie merecía tener que lidiar con cosas tan aterradoras! ¡Y peligrosas!
Pasó la tarde en el parque de su colonia. A ratos caminaba, a ratos tenía que sentarse. Sostuvo un libro en las manos para esconder la vista entre sus páginas de ser necesario; algún transeúnte la buscaba, insistente. Se percató de cuán fácil era captar las miradas de los hombres de todas las edades.
No tenía ánimos para sentirse guapo. Pero lo era; su cuerpo marcado por el ejercicio, el cabello oscuro más largo que nunca, casi cubriendo sus mejillas. No tan alto como Misha. En sus genes no estaba escrito llegar a esos noventa centímetros por encima del metro.
El masivo musculoso de camiseta diminuta que paseaba a un perro gigantesco, dos muchachos de su edad que le dirigieron sendas miradas, otro que bien podía ser su abuelo.
Esa tarde llamó la atención como nunca.
Era mejor fingir lectura.
A las seis, cansado de resistir los coqueteos, abandonó el parque pensando sólo en tomar una ducha y tratar inútilmente de dormir.
Ser miserable en privado, parecía menos patético.
Al llegar a casa, el auto estacionado de su padre no le causó extrañeza. A últimas fechas llegaba más temprano a casa.
Mejor para él, Luciano y Sandra se ocuparían el uno con el otro y lo dejarían en paz.
Entró directo a la cocina. Sobre la mesa dejó una bolsa de papel llena de pan. Separó una pieza y la dejó en las escaleras, en el rincón más oscuro, para que si su madre la descubría no la tirara.
Volvió a la cocina atraído por la jarra de su agua favorita. Bebió un vaso a tragos, se sirvió otro para saborearlo despacio.
El sabor amargo que el azúcar no lograba matar, aclaró su ánimo por un momento; en la oscuridad, cualquier rayito de luz se agradece. Cualquier sabor de hogar arraiga y consuela al hombre atormentado.
Iba a su habitación, aliviado de no encontrar a sus padres cuando la voz de Misha lo dejó congelado. Sin abandonar su vaso, asomó a la sala. La sorpresa casi le provoca soltar su bebida.
Misha y sus padres tomaban agua de jamaica, mientras charlaban, muy serios.
Los tres giraron al escuchar sus pasos.
—¿Qué haces aquí? —La preocupación se parece mucho a la ira en la voz. Ninguno de los presentes tuvo dudas de que a Ángel no le gustaba ver a Misha en la vieja casa.
Confundidos, Sandra y Luciano se miraron.
Misha sólo tenía ojos para él.
¡Y el colmo! ¡Una sonrisa!
***
Bien, espero que tengan un lindo fin de semana.
Como avisé la semana pasada, hoy publico doble, pero no al mismo tiempo.
Ahora este y más tarde otro.
Que tengan una agradable lectura.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro