Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Él ve la sombra


—Buenas tardes alumnos. Mi nombre es Jaime Ayala. Me pueden decir Jaime, Jaime Ayala. Profesor, Profesor Jaime, Profesor Ayala, Maestro o Señor. A todos esos nombres respondo.
Eviten decirme ¡Oh Gran Señor Jaime Ayala! pues se puede prestar a malas interpretaciones.

Algunas risitas en el fondo del salón aprobaron la presentación del joven maestro.

—Bien. Como saben, esta es la clase de Expresión Corporal. Si no lo saben, se los aclaró ahora: está es la clase de Expresión Corporal.

Más risas fáciles. Los adolescentes se relajaron, con las defensas abajo y las orejitas arriba, estaban receptivos. Eso era lo que el profesor buscó y logró con sus palabras.

— ¿Y qué es Expresión Corporal? Bien. Les diré que es la capacidad de absorber o recibir por su aparato sensoperceptivo impresiones del mundo interno y externo, y la de manifestar y comunicar respuestas personales propias de estas impresiones, por medio del lenguaje corporal. ¿Qué dijo? ¿Profesor, me puede repetir lo que dijo pero en español?

Todos los alumnos del salón rieron sonoramente.

—Expresión corporal es expresarse con el cuerpo... ¡Oh! ¡Profesor! ¡Es usted brillante para resumir conceptos! —dijo en voz chillona. Sostuvo las manos entrelazadas junto a su mejilla, además de aletear las pestañas mirando al techo, como una versión hípster de una doncella enamorada. En realidad parecía una doncella, vestida de leñador, con barba, camisa azul de cuadros y bermuda de mezclilla, moviendo las pestañas como si tuviera algún tipo de convulsión. Ángel se moría de la risa con el tipo, al igual que el resto de su grupo.

Era el primer día de clases de su segundo semestre y se encontró con un maestro que prácticamente no sonreía, pero que los estaba llevando a una histeria controlada con cada comentario hilarante que decía. No tuvo tiempo de seguir pensando en eso. La puerta del aula se abrió y un chico alto y extremadamente delgado entró llevando una mochila. Una mochila vacía seguramente, por el modo como colgaba de su hombro, de lona, de esas que se venden afuera de cualquier estación del metro.

Era guapo, sin embargo apenas se le podía prestar atención a su bonita cara. Era el cabello del chico el que robaba el foco. Largo hasta casi la cintura, suelto y rizado. Una melena color paja o cobre. Quién sabe. Tenía muchos colores.

Ángel se dio cuenta que no podía cerrar la boca ni detener la estampida de mariposas en su barriga. No pudo sacar de encima del chico la mirada. Era impactante;  alto, muy alto y con ese tipo de cuerpo desgarbado, de piernas eternas, que sólo un adolescente puede tener.
Para Ángel, el tiempo se detuvo un rato y a su estómago, más y más insectos alados llegaron a provocar lluvias en Hawaii o terremotos en Turquía.

Después todo terminó y el tiempo volvió a su cauce normal. Ángel se quedó un poco lento y mareado y mientras tanto, el profesor siguió hablando de algo que Ángel ya no entendió. 

Avergonzado, arrancó sus ojos del muchacho en donde se quedaron pegados y los obligó con amenazas a permanecer sobre el profesor, mientras trataba de regresar su atención a tres minutos atrás, donde su único interés era qué más decía el profesor hípster más gracioso del mundo, antes de un chico de melena rizada y bonito rostro apareciera, con mochila hippie y adhesivo para miradas sobre todo su cuerpo.

—Hola, muchacho

El profesor guardó silencio mientras el chico entraba y le entregaba una nota.
La recibió y le dio un rápido vistazo.

—Buenas tardes, lamento la demora. Estaba en la dirección concluyendo un trámite. ¿Me permite pasar?

El profesor extendió una mano lentamente hacia las sillas del aula, pero primero hizo como si se quitara un imaginario sombrero de plumas y lo hiciera girar dos veces en el aire.
Un saludo del siglo XVI, con floritura, inclinación y pie adelante incluido.
La clase volvió a reír.

—Bienvenido a la clase de Expresión Corporal. ¿Tu nombre es...?

—Michaël Baeva. Misha, si gusta.

—Misha sí me gusta. Tu nombre suena extranjero. Déjame adivinar. ¿Alemán?—El chico sonrió y negó— ¡Rayos! ¿De dónde es?

—Me pusieron el nombre de mi abuelo que nació en la Unión Soviética, pero muy pequeño lo trajeron para acá. También mi padre lleva ese nombre. No hablo ruso, por cierto.

—¡Brillante! Bien Misha, aprovechando que violentamente me sacaste de la inspiración que había logrado amasar y con la cual estaba seduciendo lentamente a estos pequeños, imberbes y prometedores futuros refulgentes luceros del mundo del teatro...

Se quedó un momento callado. Quizás por hablar tanto se le había ido la idea.

—¡Está bien! ¡Dejemos las payasadas para la pista de un circo y trabajemos en lo realmente importante, que es el programa de la Secretaría de Educación Pública!

Aplaudió con fuerza unas cuantas veces, para volver a concentrarse. Por supuesto, todos rieron otra vez.

—¡Todos de pie! ¡Lleven sus sillas a la pared! ¡Formen un círculo con ellas y quédense sentados! —Mientras los chicos obedecían las instrucciones, el profesor miraba al recién llegado— ¿Qué tan desinhibido eres, Misha?

El chico nuevo sonrió, se apartó el cabello, estirando la espalda.

—No voy a desnudarme

— ¡Bien! —Respondió el profesor—. ¡Me alegra que estés dispuesto a todo antes de eso! No pretendo alumnos desnudos, así que nos vamos a llevar muy bien. Por favor, abandona el marcado apego hacia tu mochila hippie. ¡Me gusta! ¿Coyoacán?

Misha asintió, sonriendo ampliamente. Exactamente ahí la había comprado, enfrente de la Iglesia el domingo anterior. Se quedó de pie al centro del círculo irregular que se formó a su alrededor.

No se veía nervioso, aunque sí estaba un poco sonrojado. Parecía bastante seguro de si mismo.

—Son las mejores. También la mía la compré ahí cuando empezó.... ¡bien, lo que sea! Deja tu mochila y quédate aquí en el centro. Resto de la clase, dejen de escarbar en su cabeza en busca de ideas nuevas y presten atención. ¿Qué ven aquí? —dijo señalando con la mano abierta a Misha.

"Un hombre."
"Un chico."
 "Un hippie."
 "Un estudiante",y cualquier cantidad de palabras brotaron de los labios de esos alumnos.

—Un cuerpo —dijo Ángel, pensando en lo que había dicho anteriormente el profesor.

—¡Muy bien! Estás atento a la clase. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó el profesor.

—Ángel Var Caleti.

—Un nombre  con mucha personalidad. ¿Es italiano? —preguntó.

—No —Ángel sonrió. Sentía la mirada de Misha sobre él y la estampida de mariposas se convirtió en una marcha en protesta por el poco espacio en sus tripas para tantos bichos, apenas si podía hablar—. Var es alemán y Caleti es un apellido azteca.

—¿De verdad? Es muy bonito. Ahora me gusta más, Ángel Var Caleti, gracias. ¡Bien! ¡Alguien que me diga cuál es el instrumento de un violinista!
"Un violín."
—¿Y de un trapecista?
—"Su trapecio."
—¿Cuál es el instrumento de un cantante de ópera?
—Su voz —respondió Ángel.
— ¿Cuál es el instrumento de un actor?
—Su cuerpo —respondió muy serio el chico de pie, al centro del aula.
—¡Muy bien, Misha! Llegamos pues al punto de partida de toda la asignatura. Así como el músico aprende a expresarse a través de un instrumento y el cantante lo hace a través de sus cuerdas vocales, los actores tenemos todo nuestro cuerpo para llevar a cabo nuestro arte. Vamos a decirle a la gente que nos está viendo, usando todo nuestro cuerpo, lo que queremos transmitir.

— ¿Pero no el actor también usa vestuario y su voz y escenografía? —preguntó una chica sentada cerca de la puerta.
—¡Por supuesto que sí! ¡Buena observación! ¿Y tú nombre es?
—Lorena.
—¿Lorena nada más? ¿Ninguna referencia hacia los antepasados? —preguntó el maestro. La chica se sonrojó intensamente y bajó la mirada. Susurró "Hernández" en voz apenas audible.
—¡Compañera! ¡Debes decir tu nombre fuerte y claro! ¡No todos nos podemos llamar Caleti o Baeva! ¡Algunos somos Ayala y ni modo! Mi padre es un hombre gentil y bueno que se apellida Ayala. ¡Nadie es perfecto! Así que vamos de nuevo. ¿Cuál es tu nombre? De pie y con voz fuerte.
—Lorena Hernández —dijo la chica cuando se puso de pie, sonriendo, con las mejillas aún arreboladas pero mucho más segura que antes.
—¡Muy bien! ¡Un actor debe estar seguro! Si se cohíbe no va a poder expresarse con naturalidad. Nadie va a creerle y ¿qué diremos todos de ese actor? Que es malo.
Así que hagamos un ejercicio con nuestros tres estudiantes más participativos de hoy.
Todos van a pasar, ni siquiera se les ocurra tratar de escurrirse. Si no les gusta la atención de los demás en ustedes todo el tiempo, hagan favor de reconsiderar su permanencia en esta rama del arte.

El profesor los formó en una fila. Misha al frente, Ángel detrás, Lorena en tercer lugar.
—Misha, camina por el aula cómo y en la dirección que desees. Muévete como gustes. Ángel, vas a imitar todos sus movimientos pero exagerándolos un poco. Lorena, vas a imitar todo lo que haga Ángel pero vas a exagerado un poco también y... —comenzó a agregar alumnos a la fila. Pronto todos eran una fila de danzantes extraños.

Misha, encabezando la fila tenía el ceño contraído y los dientes apretados. Hacia movimientos con los brazos. Como si lavara un cristal y luego se giraba y parecía lavar uno a sus espaldas. Entonces Ángel tenía que girar y hacer lo mismo con Lorena que a su vez giró, seguida por todos los demás. Misha estaba en su mundo. Cuando avanzó alejándose de Ángel, el profesor tuvo que advertir a los chicos que pusieran atención.
El nuevo alumno hacia círculos con el dedo sobre su cabeza, como si se devolviera en un listón que brotara de su dedo. Envolvió sus pies con esa espiral. Murmuraba cosas.
Todos reían pero Ángel se daba cuenta que no sólo se estaba "expresando".
Al final, todos volvieron a sus asientos.

Ocurrió algo muy extraño. Misha, sentado junto a Lorena, casi frente a Ángel pero del otro lado del aula, lo miraba sin parpadear. No exactamente a él. A un punto sobre su cabeza.
Miraba serio. Tenía las manos en el borde del pupitre y los nudillos blancos.

Ángel sintió que alguien estaba detrás de él. Fue sólo un instante, pero pudo sentir a alguien muy alto y muy fuerte detrás. No tuvo miedo. Era una presencia familiar, algo suyo. Algo grande, oscuro, suyo que estaba a sus espaldas, como protegiendo o tal vez marcando territorios. Posesivo. Fue raro saber tanto de lo que sea que estaba detrás de él, pero fue más raro aún la naturalidad con la que lo tomó. Como si toda la gente fuera capaz de sentir sombras posesivas en la espalda.

Y no hubiera sido muy consciente de eso, de no haber tenido la mirada de Misha clavada en él, sobre él, en sus ojos después, de regreso a un punto sobre su cabeza, de vuelta a sus ojos y así, el resto de la clase. Fue lo más extraño.

Y "supo" que Misha lo sabía. El chico recién llegado sabía todo, sabía lo de la sombra y las mariposas. Sabía su nombre. Lo peor fue que Ángel no recibió ni siquiera una sonrisa de cortesía. Cuando la clase terminó el nuevo muchacho salió corriendo del salón antes de que nadie más pudiera hablarle.

Lo cual estuvo bien. Ángel estaba débil. No hubiera podido reunir el valor para hablar con él.

Ese fue el doloroso génesis de las mariposas en sus tripas. Ángel fue eficientemente ignorado por Misha de ahí en adelante. El muchacho era todo un artista no sólo en las asignaturas, sino en la capacidad de evadirse de Ángel, de no permanecer a menos de cinco metros de él.
No encontró ni una pequeña oportunidad de hablar con él, que era todo sonrisas para sus compañeros y profesores.
Para todos, menos para él

El semestre empezó bien excepto por ese pequeño detalle.
Las mariposas pusieron un nido en sus tripas, que más bien era ya una Unidad Habitacional. Dudaba que los desgraciados bichos se fueran a largar pronto, revoloteaban como enloquecidos cada vez que Misha aparecía.
El cuerpo entero le dolía, no podía pensar ni poner atención a nada mientras él estaba cerca.
Pero Misha ni siquiera lo miraba.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro