8
El Legado de los Antiguos
Darius observaba el núcleo flotante, con la energía azulada pulsando en un ritmo casi hipnótico. Las palabras de la inteligencia alienígena resonaban en su mente. Sabía que al activar el núcleo desataría algo más que una simple señal de socorro. El planeta no era solo una fortaleza olvidada, sino una tumba sellada por una civilización extinta, y lo que descansaba bajo la superficie no sería algo que pudiera controlar fácilmente.
La inteligencia lo había dejado claro: la energía liberada podría atraer a entidades que acechaban en las profundidades del cosmos, seres responsables de la aniquilación de aquella raza. Los enemigos que habían destruido este mundo aún existían, y su despertar podría alertarlos. Sin embargo, Darius era un Spartan. Estaba entrenado para enfrentar lo imposible, para seguir adelante donde otros fallarían. Si existía una remota posibilidad de contactar a la UNSC, o a cualquier fuerza aliada, tenía que arriesgarse.
Se dirigió hacia el panel de control en el borde de la sala, donde los símbolos alienígenas brillaban intermitentemente. A través del sistema de traducción de su traje, los códigos comenzaron a decodificarse lentamente, revelando un lenguaje técnico y complejo. La tecnología de esta civilización era avanzada, mucho más allá de lo que la humanidad había desarrollado, pero su entrenamiento lo ayudó a encontrar un patrón, una secuencia que lo guiara en la activación del núcleo.
La inteligencia habló de nuevo. —Si procedes, ya no habrá vuelta atrás. El despertar del núcleo activará defensas antiguas y despertará fuerzas que han dormido durante milenios. Estás preparado para lo que venga, Guerrero de las Estrellas?
Darius no respondió con palabras. En su lugar, ajustó los controles, alineando los símbolos con precisión. Una luz más intensa comenzó a brillar desde el núcleo, y el aire a su alrededor se cargó aún más de electricidad. El Spartan sentía el aumento de energía en cada fibra de su cuerpo, como si el planeta mismo estuviera cobrando vida.
De repente, el suelo tembló. Una vibración profunda recorrió la ciudad subterránea, y Darius notó que los Vigilantes, las enormes criaturas que lo habían guiado hasta aquí, retrocedían en silencio hacia las sombras. No huían, pero sus movimientos reflejaban una clara advertencia. Sabían lo que estaba por desatarse, pero no interferirían. Eran los últimos guardianes de un legado que ya no les pertenecía.
El núcleo comenzó a girar más rápido, liberando ondas de energía que resonaban en toda la estructura. Paneles ocultos en las paredes se activaron, mostrando pantallas holográficas con información técnica en el antiguo lenguaje de la civilización extinta. Mientras tanto, la inteligencia continuaba explicando:
—Mi civilización construyó este lugar como una fortaleza, pero también como un faro. Un último intento de protegernos y, al mismo tiempo, enviar un mensaje de advertencia. El enemigo que nos aniquiló aún está ahí afuera. No sabe de tu presencia… aún.
Darius finalizó la secuencia y, de inmediato, sintió el cambio en el aire. El núcleo liberó un destello cegador, y una onda de energía ascendió hacia el cielo, atravesando la atmósfera. Durante unos segundos, todo pareció detenerse. El resplandor azul del núcleo inundó la sala, y el silencio reinó.
Luego, comenzaron los ruidos.
En el exterior de la estructura, más allá de las ruinas de la ciudad, algo despertaba. Un zumbido sordo llenaba el aire, y los sensores de Darius comenzaron a detectar movimiento en los niveles más profundos del planeta. Los Vigilantes se tensaron, y en el horizonte, Darius pudo ver cómo torres que habían estado inactivas durante siglos cobraban vida, levantándose de la tierra como gigantes metálicos. El sistema de defensa del planeta había sido reactivado.
Sin embargo, no era solo el planeta lo que había despertado. Los escáneres de largo alcance de su traje comenzaron a captar señales de energía acercándose desde el espacio profundo. Lo que fuera que había destruido esta civilización hace milenios ahora sabía de su presencia. El Spartan sabía que no tenía mucho tiempo.
Pero justo cuando empezaba a trazar un plan de acción, el núcleo emitió un sonido profundo, y en el centro de la sala apareció una nueva figura holográfica. No era un simple reflejo de la inteligencia, sino una figura humanoide imponente, vestida con una armadura compleja y llena de símbolos antiguos. Su rostro estaba cubierto por una máscara ceremonial, y su presencia dominaba la sala.
—Soy el último Emperador de este mundo.—Dijo la figura, con una voz solemne y resonante.—Fui quien selló este lugar, con la esperanza de que nunca fuera descubierto. Pero veo que el tiempo ha seguido su curso, y mi advertencia no fue suficiente. Lo que viene ahora es algo que ningún ser vivo puede detener.
Darius, con su característico estoicismo, observaba a la figura.—Necesito comunicarme con mi gente. Si no actúo, estaré atrapado aquí, y lo que sea que venga destruirá todo de nuevo.
El Emperador holográfico asintió. —Tu deseo de contacto será concedido. Pero no sin un costo. Al despertar el núcleo, has abierto las puertas a antiguos horrores. Debes estar preparado para lo que se avecina, pues tu mensaje llegará más allá de lo que imaginas. El enemigo vendrá por ti, pero también por aquellos que respondan a tu llamado.
Darius entendió la gravedad de la situación. El riesgo era inmenso, pero había hecho su elección. Estaba dispuesto a enfrentarse a lo que viniera, y sabía que su entrenamiento y experiencia como Spartan lo habían preparado para estos momentos.
El núcleo, ahora completamente activado, lanzó una señal al espacio profundo, un pulso que atravesó las estrellas. Mientras lo hacía, los sistemas de defensa del planeta también se alinearon, preparándose para lo que pronto llegaría.
En ese momento, Darius sintió una calma inquietante. Sabía que había encendido una chispa que traería tanto esperanza como destrucción.
El legado de los antiguos estaba ahora en sus manos.
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