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El Sacrificio del Spartan

El aire alrededor de Darius vibraba con la energía residual de la batalla. El Vástago Primordial había sido destruido, y con él, la oscuridad que cubría el planeta comenzaba a disiparse. Las sombras que antes parecían impenetrables se desmoronaban en una bruma etérea, como si su conexión con la realidad hubiera sido cortada. Los ecos de los Vástagos, ahora sin su líder, desaparecían rápidamente, dejando el campo de batalla desolado, cubierto de escombros y el vacío de la destrucción.

A pesar de la victoria, Darius sabía que algo estaba mal. Su armadura Mjolnir, que lo había protegido durante incontables batallas, emitía destellos de luz y chispas, sus sistemas gravemente dañados por la sobrecarga del núcleo. La energía inmensa que había canalizado a través de su cuerpo lo había llevado más allá de sus límites, y ahora su armadura apenas podía funcionar. El Spartan sentía el peso del cansancio y del esfuerzo titánico que había realizado. Aun así, no se detuvo.

La voz de la inteligencia artificial resonaba en su canal de comunicación, pero ya no tenía la misma fuerza. Sonaba distante, casi apagada, como si la energía que alimentaba su conciencia también se estuviera desvaneciendo junto con el planeta.—Darius… el proceso está completo. El arma está lista para activarse, pero debes entender… la energía que liberará destruirá este planeta. No hay manera de salvarlo… ni de salvarte a ti si permaneces aquí. Debes evacuar ahora.

Darius se tomó un momento para procesar lo que la IA le decía. No había otra opción. Si activaba el arma, el planeta quedaría reducido a polvo, su energía sería tan devastadora que nada sobreviviría a la explosión. Y aun así, esa era la única forma de asegurar que los Vástagos nunca regresaran. La amenaza que había enfrentado no podía permitirse escapar más allá de este mundo, porque si lo hacía, la galaxia entera estaría en peligro.

Con pasos pesados, Darius se acercó al panel de control. Su cuerpo estaba exhausto, y cada movimiento era un esfuerzo monumental. Las luces parpadeaban, y los sistemas de su armadura emitían alertas constantes sobre el inminente fallo total de los circuitos. Sabía que no tenía mucho tiempo, ni para él ni para el planeta.

Al llegar al panel, colocó su mano sobre el dispositivo de activación. Podía sentir el calor de la energía pulsante que provenía de los anillos giratorios del arma. Era una máquina antigua, diseñada por civilizaciones que habían desaparecido mucho antes de que los humanos siquiera soñaran con las estrellas. Su propósito era simple: desatar una destrucción absoluta, una última defensa contra enemigos imposibles de derrotar.

En ese momento, una duda cruzó por la mente de Darius. Podía intentar huir, escapar del planeta antes de que el arma se activara. Quizás podría encontrar una forma de sobrevivir, aunque sabía que las posibilidades eran casi inexistentes. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, entendía que su deber como Spartan no le permitía buscar su propia salvación. Su vida estaba dedicada a proteger a los demás, incluso si eso significaba su propia destrucción.

Con una profunda exhalación, apretó el control de activación. En el instante en que lo hizo, los anillos alrededor de la esfera comenzaron a girar aún más rápido, emitiendo un rugido ensordecedor. Las grietas en las paredes se expandieron, y la energía acumulada en el núcleo del planeta empezó a liberarse. El suelo tembló violentamente, y Darius apenas se sostuvo de pie mientras la cámara entera se desmoronaba a su alrededor.

La voz de la inteligencia resonó una vez más, pero esta vez fue un susurro.—Gracias, Darius. Tu sacrificio no será olvidado…

Los segundos finales fueron un torbellino de luz y sonido. La energía de la explosión comenzó a formarse en el centro del planeta, una fuerza imparable que devoraba todo a su paso. Darius permaneció de pie, viendo cómo las paredes de la cámara se rompían, sintiendo cómo la presión y el calor aumentaban hasta niveles insoportables. Pero en su mente, había paz. Sabía que había cumplido con su deber. Había salvado la galaxia de una amenaza indescriptible, y aunque nadie viviría para contar su historia, su legado como Spartan quedaría grabado en la historia.

El brillo de la explosión fue lo último que vio.

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