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La Luz Contra la Oscuridad
El temblor que sacudía la cámara aumentaba en intensidad, como si el mismo planeta reaccionara a la colosal batalla que se libraba en su interior. Las paredes resonaban con el crujido de la energía contenida en el núcleo, y los cristales que iluminaban la cámara parpadeaban bajo la tensión de la sobrecarga inminente. Darius se encontraba en el epicentro de un conflicto entre fuerzas que trascendían lo físico, entre la luz y la oscuridad.
El Vástago Primordial, debilitado pero no derrotado, estaba decidido a destruir al Spartan antes de que completara su misión. Su figura oscura parecía alimentarse de la propia energía del caos, haciéndose más grande y densa con cada ataque fallido. La oscuridad se extendía como un manto asfixiante, cubriendo el suelo y envolviendo las estructuras circundantes. Las sombras se levantaban como olas, dispuestas a aplastar todo lo que quedara a su paso.
A pesar del peligro, Darius mantenía su enfoque. Sentía el poder del núcleo recorriendo cada fibra de su ser, una energía inimaginable amplificando cada movimiento, cada pensamiento. Su armadura estaba al límite de su capacidad, y las advertencias constantes sobre la sobrecarga eran un recordatorio de lo que estaba en juego. Pero él sabía que esta era su única oportunidad para destruir al Vástago Primordial de una vez por todas.
Con la energía del núcleo fluyendo a través de él, Darius se movía con una velocidad y precisión sobrehumanas. Sus disparos, que antes apenas rasgaban la forma etérea del Vástago, ahora lo afectaban de forma tangible. Cada impacto de su rifle amplificado por el poder del núcleo provocaba convulsiones en el ser oscuro, fragmentando su forma de manera irreversible. A medida que las ráfagas de luz pura golpeaban al Vástago, el suelo bajo ellos se estremecía, y las paredes vibraban como si la estructura misma estuviera a punto de colapsar.
La inteligencia en su visor proporcionaba datos constantes sobre la estabilidad del núcleo y del arma.—La sincronización está a punto de completarse.—Anunció con urgencia.—Pero debes dar el golpe final antes de que el sistema se sobrecargue.
Darius apretó los dientes, consciente de que el tiempo se acababa. El Vástago Primordial, en su último intento desesperado, concentró toda su energía restante en un ataque devastador. La oscuridad se condensó a su alrededor, y desde su centro surgió una ráfaga de poder que consumía todo a su paso, arrasando con cualquier vestigio de luz y esperanza en la sala. Era un ataque final, una apuesta para acabar con el Spartan de una vez por todas.
Pero Darius no era un soldado común. Con un grito de pura determinación, corrió directamente hacia el ataque, utilizando los propulsores de su armadura para impulsarse hacia adelante. La energía del núcleo en su interior resonaba con cada paso, sus armas brillando con una intensidad cegadora. Saltó en el aire, esquivando por centímetros la explosión oscura que se extendía detrás de él, y en el momento culminante, apuntó su rifle directo al corazón del Vástago Primordial.
El disparo que siguió no era solo una descarga de energía; era el poder del núcleo concentrado en un solo haz de luz pura, un destello que cortó a través de la oscuridad como una espada incandescente. Impactó en el centro del Vástago Primordial, y en un instante, el ser comenzó a desintegrarse. Su forma fluctuante se deshizo en fragmentos de sombra, cada pedazo consumido por la luz que Darius había desatado.
El grito del Vástago resonó como un eco distorsionado, una mezcla de ira y desesperación. Su cuerpo etéreo, una vez inmenso y temible, se fragmentó en mil partículas que fueron absorbidas por la luz. Finalmente, la oscuridad retrocedió, y el Vástago Primordial se desvaneció por completo, dejando solo una calma repentina y sofocante.
Darius cayó al suelo, exhausto. Su visor mostraba signos críticos: la sobrecarga en su armadura estaba al borde del colapso, y el núcleo aún fluctuaba peligrosamente. Pero había logrado lo imposible. Había destruido al Vástago Primordial, la fuente de la oscuridad que amenazaba con consumir la galaxia.
La inteligencia habló una vez más, su tono, por primera vez, aliviado.—La amenaza ha sido neutralizada. Los Vástagos restantes ya no pueden sostenerse sin su líder. Has salvado el planeta, y posiblemente mucho más.
Darius se levantó lentamente, sus músculos doloridos por la intensa batalla, y observó el panorama a su alrededor. La cámara, aunque dañada y en ruinas, aún se mantenía en pie. El núcleo brillaba con una luz más suave ahora, estabilizándose tras la destrucción de la oscuridad que lo amenazaba.
Con paso pesado, Darius se dirigió hacia la salida. Había cumplido su misión, y aunque el precio había sido alto, la galaxia estaba a salvo, al menos por ahora. Afuera, el amanecer comenzaba a iluminar el horizonte de ese mundo devastado, una tenue señal de que la luz había prevalecido una vez más sobre la oscuridad.
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