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Ecos del Pasado

La explosión de luz que inundó la sala dejó a Darius aturdido, sus sentidos sobrecargados por la energía desatada del núcleo. A través de la cegadora radiación, apenas podía discernir el entorno. Cuando la luz comenzó a desvanecerse, notó que el núcleo flotante del planeta ya no brillaba con el mismo fulgor estable de antes. Ahora pulsaba de manera irregular, como si algo oscuro lo estuviera contaminando desde su interior, una energía caótica que anunciaba el despertar de algo más profundo y antiguo.

Darius se levantó con dificultad, su sistema de armadura Mjolnir funcionando al límite tras los eventos recientes. Los sistemas de alerta no dejaban de sonar en su visor, informándole de la inestabilidad energética, la sobrecarga en los sistemas del planeta, y una creciente concentración de anomalías. Su respiración era pesada, a pesar del soporte vital de su armadura, pero su mente estaba clara: el núcleo estaba activo, y las consecuencias de esa decisión ya se sentían por todo el planeta.

El rugido gutural que había oído antes, un sonido que parecía provenir de las profundidades mismas del planeta, ahora resonaba con una intensidad apabullante. No era solo un sonido, era una presencia, una fuerza que parecía alterar la gravedad, la atmósfera y hasta la luz a su alrededor. Un frío gélido comenzó a extenderse por el aire, impregnando la sala, un frío que no venía solo de la baja temperatura, sino de algo mucho más oscuro y maligno: los Vástagos del Vacío estaban despertando.

Darius no tenía mucho tiempo. Su entrenamiento como Spartan le decía que su única opción era actuar rápido, antes de que los Vástagos tuvieran la oportunidad de emerger por completo. Giró hacia el panel de control del núcleo, que todavía chisporroteaba con energía, buscando cualquier indicio de que pudiera revertir o estabilizar el proceso. Pero las lecturas eran claras: las fuerzas liberadas estaban más allá de cualquier tecnología que pudiera controlar.

La inteligencia artificial, que había estado en silencio desde el caos de la activación, volvió a hablar, su voz entrecortada por la inestabilidad del sistema.—Darius, el despertar de los Vástagos es irreversible. El sello está roto… y no tenemos mucho tiempo antes de que se liberen por completo.

El Spartan no respondió de inmediato. En su mente, las opciones se reducían. Había una pequeña posibilidad de llegar hasta el arma oculta en las profundidades del planeta, una que había sido construida específicamente para lidiar con esta amenaza. Pero el acceso a esa cámara estaba en algún lugar más allá del núcleo, a través de una red de túneles y defensas que aún no conocía por completo.

Mientras evaluaba su próxima jugada, un temblor sacudió el suelo con violencia. Desde la entrada de la sala, sombras largas y distorsionadas comenzaron a proyectarse sobre las paredes. Eran los Vástagos, que ahora tomaban forma en el mundo físico, emergiendo de la nada, sus cuerpos amorfos y oscilantes tomando consistencia ante sus ojos. Eran entidades sombrías, retorcidas por la energía del Vacío, y su presencia parecía drenar la luz y el calor del ambiente.

Con rápidos movimientos, Darius tomó su rifle y disparó una ráfaga hacia las sombras que se acercaban, pero las balas apenas atravesaron sus cuerpos oscuros. Las criaturas parecían no tener una forma definida, sus extremidades se estiraban y distorsionaban como humo denso, y sus ojos brillaban con una malevolencia primigenia.—No son como nada que haya enfrentado antes.—Pensó Darius. Eran pura entidad, una corrupción viviente, y su mera proximidad causaba que los sistemas de su Mjolnir fallaran, como si la realidad misma se distorsionara a su alrededor.

—Spartan, si no te apresuras, este planeta será el punto de origen de una infestación que se propagará por toda la galaxia.—Advirtió la inteligencia.—Debes llegar al generador de la cámara oculta, pero necesitarás atravesar el complejo subterráneo, y los Vástagos lo controlan ahora.

Darius miró hacia la salida, donde las sombras comenzaban a moverse con mayor rapidez. No tenía mucho tiempo. Activó su mapa holográfico, buscando el acceso más cercano a los túneles subterráneos, y encontró una ruta que descendía a través de un sistema de pasarelas que lo llevarían más cerca del corazón del planeta, donde, según la inteligencia, se encontraba la última esperanza: un arma construida por la civilización que había perecido para detener a los Vástagos.

Sin más dilación, Darius salió disparado hacia la puerta, esquivando las sombras que lo perseguían. A medida que avanzaba, los pasillos que antes estaban desiertos ahora vibraban con la misma energía maligna que había sentido en la sala del núcleo. Las paredes se deformaban, y desde las sombras, surgían criaturas aún más extrañas: formas grotescas que se arrastraban y retorcían en direcciones imposibles, sus movimientos un eco de algo antinatural.

Mientras corría, Darius notaba cómo su visor empezaba a fallar por momentos, distorsionando las lecturas y mostrando imágenes erráticas. A medida que descendía más profundamente en el complejo, el aire se volvía más pesado, y el frío penetrante lo rodeaba como una neblina helada. Pero siguió adelante, sin vacilar. Sabía que el tiempo estaba en su contra.

Finalmente, llegó a una gran compuerta sellada. Las marcas en su superficie eran inconfundibles: este era el acceso a la cámara subterránea donde se encontraba el arma. Sin embargo, la puerta no se abriría fácilmente. Los sistemas de seguridad que la protegían eran arcaicos pero robustos, diseñados para contener incluso las amenazas más poderosas. Sabía que tendría que desbloquearla manualmente, y no tenía tiempo que perder.

Mientras se acercaba al panel de control, la inteligencia habló de nuevo, su tono era de advertencia.—Los Vástagos están cerca. Una vez que abras esa puerta, no habrá vuelta atrás. Prepárate, Darius.

Darius respiró profundamente y comenzó a trabajar en el sistema. Mientras sus manos se movían rápidamente entre los controles, el sonido de los Vástagos resonaba cada vez más cerca, sus rugidos reverberando a través de los pasillos. Cada segundo contaba. Logró desbloquear el primer nivel de seguridad, pero las criaturas estaban casi sobre él. Un rugido ensordecedor a sus espaldas lo empujó a trabajar más rápido.

Finalmente, la compuerta se abrió con un estruendoso crujido, y Darius se lanzó al interior, justo cuando las sombras lo alcanzaban. Las puertas se cerraron tras él con un estruendo, bloqueando momentáneamente a los Vástagos. Pero sabía que no duraría mucho.

Delante de él, el corazón del complejo se desplegaba en una vasta cámara iluminada por tenues luces antiguas, con la presencia imponente del arma al fondo. El diseño alienígena era monumental, una estructura masiva que emitía un zumbido bajo y ominoso. Este era el último legado de una civilización extinguida, y la única esperanza que tenía de detener a los Vástagos del Vacío.

Darius avanzó hacia el panel de activación, consciente de que solo tenía una oportunidad para activar el arma. Afuera, el rugido de los Vástagos crecía, mientras sus sombras se filtraban por los resquicios de la puerta. El tiempo se agotaba.

Era ahora o nunca.

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