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05. I found a way to let you in

Durante los años siguientes, los registros en el harem sobre Hande se vuelven escasos, casi efímeros. Se sumerge en la maternidad, cuidando con devoción a su hija, a sus hijastros y satisfaciendo las necesidades del sultán en las noches. La joven que alguna vez fue, llena de gracia y risas, parece haberse desvanecido en el trasfondo de su determinación inquebrantable y su objetivo claro: asegurar el legado de Mehmed en el trono y salvaguardar la seguridad de Selim y Bayaceto.

Sin embargo, tres años después, el nombre de Hande resurge con fuerza. Logra lo que solo su predecesora había alcanzado. Con una solemnidad propia de la historia, el sultán anuncia su decisión de tomar otra esposa, y Hande es honrada con el prestigioso título de Haseki del imperio.


Topkapi, 1535


Tras una magnífica celebración, Hande, a diferencia de Hurrem en su tiempo, fue recibida con cariño como la legítima esposa del sultán. El pueblo se regocijaba ante su ascenso al título de Haseki del imperio y aguardaba con ansias el anuncio de otro embarazo. Entre las masas, se tejían especulaciones y expectativas, alimentadas por el deseo de ver un heredero varón que pusiera fin a cualquier vestigio del legado de Hurrem.

Hande era vista como una mujer ambiciosa cuyo destino era cambiar el rumbo de la dinastía. Con cada gesto, con cada palabra, ella se erigía como una figura poderosa en la corte, y su presencia prometía una nueva era para el imperio otomano. Sin embargo, bajo la superficie de la celebración y las expectativas, se ocultaba la verdad por la que ella estaba ahí.

—Mi sultana, Bali Bey está aquí.

La primera vez que Hande vió a Bali Bey comprendió la razón por la que su hijastra moría de amor por el, era atractivo, pero más allá de eso era un hombre fuerte e inteligente.

—Ha venido a hablar con su majestad.—El Aga explicó pues la sultana se encontraba en los aposentos de su eposo.

—Adelante.—Dijo, el sultán había salido a atender unos asuntos asi que ¿Por qué no aprovechar el tiempo haciendo su actividad favorita? Poner nervioso al guardia.

—Su alteza.—Bali Bey ingresó al nocturno balcón, la sultana se veía bastante desarreglada pues a esas horas de la noche era normal querer descanso.

A pesar de las circunstancias, Bali Bey continuaba admirando la belleza de la haseki con la misma intensidad de siempre. Sus ojos, en los que se podía percibir un misterio profundo y cautivador, parecían contener innumerables secretos que aguardaban ser revelados. La sultana notó la manera en que la miraba, una mirada que iba más allá de lo superficial, penetrando en lo más profundo de su ser. Ese intercambio de miradas hablaba de una conexión que trascendía las palabras, revelando emociones y pensamientos que se escondían bajo la superficie.

Pronto, Bali Bey se dio cuenta de que su admiración no pasaba desapercibida, y decidió aclarar su garganta en un intento por disimular cualquier posible incomodidad que pudiera surgir entre ellos. Era evidente que ambos estaban conscientes de la tensión que se había generado en el aire, pero ninguno de los dos se atrevía a abordar el tema de manera directa.

—¿Has notado alguna vez, Bali Bey, cómo la luna brilla con una intensidad particular esta noche?—Hande se volteó reposando sus manos en el balcón admirando el hermoso cielo.

—Sí, mi sultana, es realmente impresionante.—Se mantuvo en su lugar temeroso de hacer algo que la incomodara.

—Me recuerda a un libro que leí, claro que a escondidas de su majestad.—Sonrió recordando las noches en vela para no ser descubierta.—Todavía recuerdo una hermosa frase "Los corazones están llenos de secretos y deseos ocultos bajo el manto de la oscuridad."

—¿A qué se refiere, mi señora?—Bali Bey estaba nervioso, muy nervioso.

—A que esta noche, nuestros caminos se han cruzado en la penumbra de este balcón. ¿No es curioso cómo el destino nos ha llevado a este encuentro?

—Mi sultana, debo recordarle que soy un guardia del imperio, y mi deber es protegerlo. Vine en busca de su majestad para hablar de las novedades. ¿Dónde puedo encontrarlo?

—Incluso los guardianes necesitan un momento de respiro, ¿no crees? Además, ¿Qué daño podría hacer un breve encuentro entre nosotros? O ¿Es que acaso no disfrutas de mi compañía?

Con la gracia y la seducción que había aprendido con los años, Hande avanzó hacia él, dejando a un lado cualquier pensamiento que pudiera turbar su mente en esa noche iluminada por la luz de la luna. Cada paso que daba era una danza silenciosa, un juego de miradas y gestos que prometían más de lo que las palabras podrían expresar. En ese momento, el mundo parecía detenerse a su alrededor, mientras ella se acercaba con determinación hacia el objeto de su deseo.

—Mi sultana, le ruego que no me ponga en una posición incómoda.

—¿Incomodidad? No deberías sentir eso.—Sonrió ante el notable nerviosismo.—Háblame de tus  deseos y sentimientos. No temas, tus secretos están a salvo conmigo.

Bali Bey respiraba ansioso, su pecho agitado por la intensidad de sus emociones. Era un hombre atormentado por el deseo ardiente que sentía por la mujer del soberano, una pasión prohibida que lo consumía desde lo más profundo de su ser. Si tan solo pudieran escuchar sus pensamientos o vislumbrar sus sueños más oscuros, se habrían dado cuenta de que había perdido la cabeza hace mucho tiempo atrás. Cada vez que la veía, su corazón latía con una fuerza desbordante, y sus pensamientos se llenaban de fantasías y deseos incontrolables. Sin embargo, en ese momento, mientras la observaba acercarse con gracia y seducción bajo la luz de la luna, todo lo que podía hacer era contener el aliento y esperar a que el destino decidiera su rumbo.

—¿Algo te preocupa, Bali Bey? Los deberes de un guardia pueden ser agobiantes, ¿Verdad?

—Sí, eso es cierto, mi sultana.

El guardia sentía cómo la cercanía de sus cuerpos aumentaba con cada paso que daba la sultana hacia él. Sus pensamientos se veían invadidos por el deseo prohibido de probar aquellos labios que tanto había anhelado. Se preguntaba si sabrían tan exquisitos como los había imaginado en incontables noches de deseo y fantasía.

—No temas explorar lo desconocido. Quién sabe qué sorpresas podrías encontrar si te atreves a seguir tu corazón.

—Lo mejor es que me retire, no quiero causar malos entendidos.

—Te entiendo, Bali Bey. Pero recuerda, a veces, las mayores aventuras comienzan con un simple atisbo de valentía. Espero verte pronto.

Las palabras seductoras de la sultana revolvían su estómago con una mezcla de nuevas emociones, pero sabía que debía poner un límite. Por más que la deseara con todo su ser, comprendía que ceder a la tentación estaba mal. Por eso, aunque su corazón ansiara entregarse a la pasión desenfrenada, su mente racional le recordaba que debía resistir, mantenerse firme en sus convicciones y lealtades.

Los susurros de los eunucos resonaban en los pasillos del palacio, alimentando los rumores sobre los presuntos acercamientos entre el guardia del sultán y la Haseki. Se decía que había un vínculo especial entre ellos, un aprecio mutuo que trascendía las fronteras de la cortesía formal.

En más de una ocasión, se afirmaba haber visto a Bali Bey entrar en los aposentos de la sultana en las horas más tardías de la noche, desatando especulaciones sobre la naturaleza de su relación.

Sin embargo, estos rumores eran sofocados rápidamente antes de que llegaran a oídos de su majestad, el sultán. Más de un Eunuco había sido hallado sin vida en extrañas condiciones.

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