𝐕𝐈𝐈. IT'S BEAUTIFUL, WONDERFUL ...
warning: capítulo largo.
(regalo por tardar tanto en actualizar)
❪ ! ❫
IV... CAPÍTULO SIETE
it's beautiful, wonderful ...
Alexander Somerset se había convertido en el hombre más codiciado de todo Londres apenas piso la ciudad.
Su reputación como un caballero apuesto y encantador se había extendido como la pólvora, alimentando las fantasías y las intrigas de las damas que ansiaban ser la elegida para conquistar su corazón.
Lady Whistledown, habían descrito al Marqués como un hombre de una belleza indiscutible, cuyo encanto y carisma dejaban sin aliento a todas las damas que tenían la fortuna de cruzar su camino. Sus rasgos angulosos y su sonrisa encantadora se habían convertido en tema de conversación en los salones de baile y las tertulias de las damas de alta alcurnia.
Sin embargo, a pesar de toda la atención y el fervor que despertaba en las mujeres, el Marqués se había mantenido alejado de la sociedad. Era como si estuviera envuelto en un halo de misterio, y su ausencia en los eventos públicos solo aumentaba el interés y la curiosidad hacia él. Las especulaciones y los rumores sobre su vida y sus motivos se tejían en los rincones más selectos de la alta sociedad, añadiendo un aire de intriga y fascinación a su aura enigmática.
Por su lado, el joven hombre solamente reía a carcajadas cuándo escuchaba a sus mucamas hablarle de las historias que contaba la sociedad de él. Su hermana le contaba qué ya había gente diciendo que tenía una deformidad y por eso no se había presentando ni siquiera a un bar de caballeros, y eso le causaba tanta diversión que solamente le daban más ganas de quedarse en Ivydale Hill el resto de la temporada.
─ Pueden ser demasiado superficiales, Bee. ─exclamó el hombre con alegría antes de apretarle la mejilla a su pelirroja hermana, la chica soltó un chillido de dolor exagerado─. No saldremos hasta que la Reina Charlotte lo indiqué, ella sabe lo que hace.
Por su lado, la menor que comía una manzana -igual de roja que su cabello-, soltó un suspiro tan largo que hizo que su hermano tomará asiento a su lado.
─ Y mientras tanto, yo me muero de aburrimiento. Sí mi diversión depende de tú interés por la princesa y el maquiavélico plan de la Reina para atrapar a Whistledown, ¿adivina qué? ─mordió la manzana y masticó sin ningún tipo de cuidado, su hermano mostró desagrado en el rostro─. ¡No me interesa! Sácame de aquí, empiezo a hablarle a las paredes, esa mujer ya te dejó plantado, supérala.
En eso tenía razón, la princesa había cancelado su cita de manera abrupta y ni siquiera dijo que volvería a comunicarse con él. Sino fuese por Charlotte que lo tranquilizó diciendo que su sobrina había tenido compromisos, el pobre hombre lo hubiese tomado cómo un gran rechazo. Pero esa mañana había llegado más correspondencia y entre invitaciones a cenas, horas del té y bailes, había un sello y era de la corona.
─ No me dejó plantado, tenía compromisos, y tú... ─apunto de mala gana a la chica mientras ella fruncía el ceño─. Vas a salir hoy, iremos al palacio.
Parecía ofendida por el rostro qué puso Beatrice, sus mejillas se pusieron rojas y soltó un chillido que su hermano solamente pudo reconocer como molestia. Se levantó de su asiento y caminó hasta la entrada de la sala, mirando a su hermano con odio.
─ Genial, de una jaula de oro a otra... ¡qué diversión! ─y la puerta se cerró detrás de ella, por su parte Alexander había levantado la mano pero sus palabras se quedaron en su garganta─. ¡Más te vale conquistarla o voy a golpearte!
Por su parte Alexander se mostró asustado y parecía que la mucama que había llevado el té a la sala del hogar del Marqués también se asustó pues miró al nombre con un rostro pálido, el hombre río para calmarla y le dio unos pequeños golpes cómicos a la mesa para tranquilizar a la dama.
─ Ella es así de agresiva, no te preocupes, Marial. ─su voz sonó relajada pero al marqués le gustaba sonreír y en ningún momento su sonrisa desapareció, había tenido días cómicos con su llegada a Londres y nada podía arruinar su buen humor─. Hazme un favor, pide que preparen el carruaje.
Marial, -quien había servido a la familia Somerset desde hace años-, dio un paso hacía atrás con la charola que llevaba el té caliente. Sus ojos analizaron al Marqués intentando ver si el hombre se podía darse cuenta de lo que había pedido y el notorio error.
─ Señor, la reina y la princesa no lo esperan hasta dentro de más de dos horas... ─murmuró como si fuese avergonzarse al recalcarle su error al castaño que aún la miraba con una sonrisa.
─ No importa, voy a ir a molestarle la vida a la princesa, ella arruinó todo mi itinerario con su cancelación. ─tomó entre sus manos la taza de porcelana adornada con flores verdes y se encogió de hombros mientras Marial asentía sin decir más─. Gracias, Marial, puedes retirarte.
Para Alexander, un "no" nunca era un "no" hasta sentirse un estorbo. Afortunadamente, aún contaba con la bendición de Charlotte para visitar su hogar y hablar con su sobrina cuando lo deseara. Sin embargo, entendía que tal vez debía preguntarle directamente a la princesa lo que deseaba, pero ¿cómo hacerlo si la mujer siempre huía o parecía un alma perdida cada vez que la veía? No obstante, ese no sería el enfoque hoy, ya que había pedido directamente desde Francia algunos dulces que acababan de llegar a tiempo para devolverle un poco de felicidad a la princesa. Si había aprendido algo sobre ella hasta ahora, era que tenía un gran apetito, lo cual le causaba ternura, y sentía la necesidad de hacerla feliz con un gesto apetitoso.
Después de ser notificado de que su carruaje estaba casi listo, se apresuró a cambiarse y llamó a su hermana para que estuviera lista. No solía salir con ella, ya que Beatrice Somerset era una mujer muy inteligente y, a veces, demasiado indiscreta, lo que lo colocaba en situaciones cómicas o incómodas de las cuales Alexander se veía obligado a huir del país o negar cualquier parentesco con ella. Aun así, la amaba y sabía que ella sentía lo mismo por él, aunque no solía demostrárselo. Bea era demasiado joven para darse cuenta de todo lo que su hermano había hecho por ella. La pérdida de su padre había sido dolorosa, pero la vida de Alexander no había cambiado mucho después de su partida. Él se había convertido en su figura paterna, asegurándose de que no le faltara nada desde el momento en que su progenitor abandonó este mundo. Respecto a su madre, no había mucho que hablar, ya que había fallecido durante el parto después de traer a su hermana al mundo. Su hermano y su padre se habían encargado de recordarle constantemente lo maravillosa que había sido su madre y de resaltar lo mucho que se parecía a ella. Beatrice amaba a su hermano y, aunque no lo demostraba, solo quería lo mejor para él. Se sentía un poco enojada al ver las ilusiones de su hermano por la mayor de los Hannover.
─ ¿Puedo saber qué sucedió entre tú y el Duque de York? ─preguntó Beatrice con un tono de voz calmado. Su hermano, que miraba por la ventana con atención, giró la cabeza para leer los labios de su hermana. ─ Ese día que ambos visitaron nuestra casa, ¿el Duque te ofreció la mano de su hija?
Alexander negó inmediatamente con la cabeza, dejando la pequeña caja llena de dulces en el asiento del carruaje. Su hermana, sentada frente a él, lo observaba esperando respuestas.
─ Me dijo que no podía obligarla, después de todo, ella tiene una voluntad fuerte ─su voz se volvió más grave al finalizar la frase, casi imitando el tono del hermano del monarca, lo cual hizo que su hermana riera y se tapara la boca con un guante blanco─. Ella no se casará conmigo en un matrimonio arreglado...
─ Y es por eso que eres el único pretendiente que tiene derecho a verla. Prácticamente la están forzando a enamorarse de ti, Alex ─exclamó Beatrice con molestia, su mandíbula apretada, pero su rostro se suavizó al ver la angustia en el rostro de su hermano─. Eres el hombre más solicitado en Londres. Si, a pesar de eso, ella no comienza a darse cuenta del gran hombre que eres, entonces ella no es lo que tú piensas y mucho menos lo que necesitas.
Beatrice se acercó y tomó la mano de su hermano, brindándole consuelo. Ambos sonrieron y ella se sintió más tranquila con la idea de pasar el día en el palacio de Buckingham. Por otro lado, a Alexander le inundaron la cabeza ideas pesimistas. No podía negar que al principio consideraba su relación con Lilibeth como una obligación, pero realmente deseaba complacerla. Por alguna razón, verla afligida, enojada o cansada siempre le había generado un sentimiento de protección, y deseaba ser su apoyo en los momentos que ella lo necesitara.
Lamentablemente, no era el único hombre que deseaba desempeñar ese papel para Lilibeth Hannover. Y en lo más profundo de su ser, Alexander lo sabía.
♡
Charlotte estaba molesta, y su rostro reflejaba su actitud pues apenas Lilibeth puso un pie dentro de uno de los salones del palacio, casi sale corriendo.
Brimsley le hizo una ademán como sus manos a la princesa.
"Muerte", había hecho con una de sus manos sobre el cuello, asegurando que iban a cortarle la cabeza a la princesa. Lilibeth dio un paso hacía atrás pero el rechinado de sus tacones y el piso de madera la delató.
─ Lilibeth. ─murmuró Charlotte entre dientes, en sus manos se encontraban varios panfletos y entre ellos un Lady Whistledown─. ¿Tienes algo que comentarme antes de qué te obligue a hablar?
La princesa cerró los ojos y su nariz se arrugó. En sus mejillas se sintió el calor de la vergüenza y dio pasos rápidos hasta llegar frente a su tía, la joven se arrodilló frente a su majestad y tomó su mano tan pronto como pudo. Charlotte la miró aterrorizada.
─ Lo qué sea que hayas leído, no es cierto... te juro qué iba a comentarte, Anth... ─y se quedó muda pues su tía golpeó su cabeza con en panfleto de papel devolviéndola a la realidad.
─ ¿Qué pecados escondes, mujercita? Quiero la información de la velada de lady Danbury, no te he visto en días. ─su tono de voz ofensivo calmó a la princesa por alguna razón, por lo menos su tía no se había enterado de su encuentro con el vizconde en los jardines oscuros y solitarios del hogar de lady Danbury─. Te traje aquí porque eres inteligente y tienes la belleza de mil diamantes, pensé tendrías buenos oídos y ojos, señorita.
─ ¡Y los tengo! He venido a ti para contarte todo lo que sé, le pedí a Brismley que me ayudará, ¿no es cierto, Brimsley? ─la pelinegra miró al hombre que le dio una miradita de reojo, el hombro sonrió, afirmando lo que acaba de decir la princesa─. Y ya tienes los panfletos, yo tengo aquí, a todas las mujeres con los que tú diamante, habló esa noche.
─ ¿Y estás segura de que entre estás señoritas se encuentra, Lady Whistledown? ─el rostro de su tía había cambiando, mostraba una sonrisa vengativa que la hizo estremecer.
─ Si nuestra teoría es cierta, su majestad, la atraparemos más fácil de lo que esperábamos. ─agregó Brimsley con un rostro llenó de orgullo, Charlotte tomó los retratos con orgullo, mirando a su sobrina casi cómo se le hubiese regalado el mundo, besando su frente con un tierno beso en forma de agradecimiento.
─ Gracias, mi niña, ve a prepararte, tenemos un gran día hoy.
Había transcurrido todo el día encerrada en su habitación después de su última conversación con Anthony Bridgerton. La confusión la embargaba, y un torbellino de emociones había invadido su mente, dejándola perdida en un mar de voces internas que le dictaban qué hacer o cómo sentir. No se reconocía a sí misma, pero estaba segura de que algo había cambiado.
Su corazón latía desbocado. Su mente se dispersaba en cada instante que recordaba la mirada de aquel hombre, una delgada línea entre lo indecoroso y la admiración que le profesaba. Sus ojos brillaban, anhelantes, como si deseara tenerla a su lado por alguna razón misteriosa. Un hombre de tal estatus, rendido a sus pies, deseándola y viéndola como la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra. Anthony, había abandonado a la señorita Sharma, posiblemente arruinando su reputación cómo caballero solicitado, todo por ella. Buscando la forma de tocarla de vez en cuándo sin importar lo que los demás pudieran decir, sosteniendo su mirada sin desviarla, como si su universo se redujera a ella.
Lilibeth, perdida en sus pensamientos, se debatía entre el miedo y la incertidumbre. ¿Cómo era posible que un hombre como Anthony Bridgerton, tan conocido por su pragmatismo y sus principios sobre el matrimonio, se hubiera dejado llevar por una pasión tan arrebatadora? ¿Qué había despertado en ella para que él estuviera dispuesto a desafiar sus ideas contradictorias hacía el "amor"?
El recuerdo de sus palabras resonaba en su mente una y otra vez, creando un eco constante que no podía silenciar.
"¿Por qué es tan difícil entender qué usted es el ser humano más sencillo de amar en éste planeta?" "Es la mujer más hermosa que he visto", le había susurrado con una voz ronca y llena de anhelo. Aquellas palabras se habían grabado un fuego confuso en su corazón, desatando una tormenta de sentimientos contradictorios. ¿Cómo podía ser ella merecedora de tal elogio?
La princesa salió del salón en silencio, dispuesta a caminar hasta su habitación perdida en sus pensamientos. Las dudas y los miedos se entrelazaban en su mente, generando una sensación de desesperación. Por un lado, ansiaba dejarse llevar por la pasión y la conexión que sentía con aquel hombre. Pero, por otro lado, la inseguridad y el temor a ser herida se interponían en su camino, tejiendo una red de cautela alrededor de su corazón. ¿Cómo podría empezar a explicarle lo qué sentía a su padre? ¿Cómo le explicaría a la reina de Inglaterra qué efectivamente no podía pensar en otra cosa que no fuese Anthony Bridgerton?
Por otro lado, la princesa Lilibeth se negaba a aceptar las palabras de Anthony como una verdad absoluta. Si bien entendía el punto de vista de Kate Sharma y Anthony había intentado aclarar la situación, sabía en lo más profundo de su ser que no todo era una mera invención. Lady Whistledown, con su astucia y agudeza, había dejado entrever el libertinaje del vizconde y sus peculiares ideas sobre el matrimonio. Él no buscaba casarse por amor, y era difícil captar su atención si no se poseía una excelente educación, una distinción en el porte y una familia de renombre. Y allí estaba Lilibeth, quien reunía las tres cualidades. ¿Acaso era solo otro hombre que buscaba aprovecharse de su título y posición?
La princesa se encontraba en un punto crucial de su vida. Sabía que tarde o temprano tendría que comprometerse, formar una familia y seguir el camino trazado fuera de las confines de la realeza. Sin embargo, no estaba dispuesta a vivir en un engaño. Anhelaba, al menos, que el hombre que decidiera pedir su mano fuese siempre honesto y sincero en sus intenciones. Anthony, por su parte, no había sido del todo sincero con la señorita Edwina y no había negado sus errores. ¿Por qué debería creerle ahora y aceptar su cortejo sin reservas?
No podía permitirse ser ingenua, no podía dejar que su corazón se viera embaucado por promesas vacías. Su lealtad y su amor propio exigían más que palabras bonitas y gestos apasionados.
Se preguntaba si debía arriesgarse, si debía abrir su corazón y permitir que Anthony Bridgerton demostrara su valía. O, por el contrario, si debía mantenerse firme en su posición, protegiendo su ser de un posible desengaño.
La princesa Lilibeth suspiró, dejando que sus pensamientos se desvanecieran en el aire. Y decidió que era demasiado tarde para estar pensando en un hombre que no vería en semanas, el cortejo estaba en su plena flor y Anthony había rechazado a Edwina, su única opción viable después de ser anunciado por Lady Whistledown y ahora tenía que buscar alguna otra dama, y Lilibeth tenía un hombre esperándola para conocerla. No podía ser tan egoísta y rechazar al Marqués solamente porque sí.
Se dio un baño y se preparó para su majestad y el Marqués. Había pasado el resto de su tarde evitando cualquier pensamiento que tuviera un Bridgerton, y estaba un poco más alegre, así que salió de su habitación con su dama de compañía, Sophie, qué había llegado hace algunos días. La pelinegra odiaba pensar en tener a su padre con ella todo el tiempo, y agradecía que Charlotte se lo quitará de encima en algunos momentos y hoy era uno de esos así que podía andar libre junto a la bonita chica francesa que le recordaba a su hogar en Paris.
─ Y el Marqués, ¿es guapo cómo dice esa revista de cotilleo? ─los guardias que estaban a su lado miraron de reojo a Sophie cuándo comenzó a hablar en francés. Lilibeth sonrió al escucharla, tenía tiempo sin poder hablar su lengua materna.
─ Es hermoso, sí, pero no deberíamos interesarnos si es hermoso o no, Sophie. ─sonrió, había olvidado lo cómoda que se sentía en su primer idioma, tomó el brazo de su amiga y la acercó a ella mientras caminaban hacía el salón principal del palacio─. Tenemos que centrarnos en su inteligencia y sus valores.
- Y en su fortuna...
La princesa abrió la boca en forma de sorpresa después de escuchar a su dama reír sin pena. Se tapaba la boca con la palma de su mano para cubrir el sonido de su risa mientras Lilibeth la golpeaba suavemente con su codo.
─ ¿Y yo para qué quiero más dinero? Mírame. ─se apuntó a sí misma como si fuese tan obvio todo a su alrededor, y lo era, ¿quién podía decir que a diario le vestían como si fuese una muñeca?─. No puedes hablar de qué necesito dinero si luzco como una tonta.
Pero Sophie no se refería a la princesa, no, ella por ley tenía acceso a la fortuna de la familia de Charlotte y George. Imposible que todos sus primos la fueran a dejar a la deriva a ella o a sus hermanos. Por otra parte, Sophie no entendía mucho sobre fortunas, había crecido en una granja afueras de Francia con un padre amoroso, una buena educación por parte de su madre y muchas ganas de superarse a sí misma -y lo había hecho-, aún así la rubia se refería al padre de la princesa. Se sabía que el Duque estaba teniendo grandes problemas económicos en Francia, no era un secreto que era un hombre adicto a las apuestas, sabía que no pagaba las cuentas del pueblo y por eso era todo un alivio que su hijo mayor, el príncipe, estuviera a cargo mientras su padre no estuviese, aún así, sabía que si lograba tener acceso a la fortuna de Inglaterra se la terminaría bebiendo al igual que un Whiskey.
No le dijo más a la princesa más que darle un pequeño abrazo para darle un poco de confort. No podía ponerse a hablar sobre su padre, Lilibeth aborrecía cada momento que tenía que pasar de su vida hablando sobre él o viéndolo y no necesitaba ese estrés ahora mismo. Sí, ella se casaba con Alexander posiblemente tendría que soportar aún más a su padre y toda la monarquia con los beneficios que traería que la princesa de Gales se desposará con el Marqués de Somerset.
Qué exquisito sería para todo Inglaterra, ¿pero sería igual de soportable para ambos?
♡
Vestido impecablemente con un traje blanco y gris adornado con delicados encajes color perla, Alexander se destacaba en el salón. Había llegado hace algunos minutos y se encontraba en la parte opuesta de la sala, mientras un lacayo le ofrecía una bebida alcohólica, la cual rechazó en más de una ocasión. No disfrutaba beber, consideraba que era una cobardía ocultar los sentimientos alterándolos químicamente. En cambio, prefería sentirse nervioso en ese momento.
─¿Debo quedarme aquí? ─murmuró la pelirroja mientras tomaba un pequeño trozo de fruta de la mesa de aperitivos que había preparado la reina para su sobrina y los invitados─. No me molesta, hay duraznos, pero... ¿debo verte bailar?
─ Lo dices como si fuera el peor bailarín de todo Londres, hermana. Lady Whistledown afirma que soy impecable en los bailes ─respondió Alexander.
―Y Lady Whistledown también dijo que tienes una deformidad física, así que... ―respondió ella encogiéndose de hombros mientras tomaba otra bolita de melón. Luego se dirigió hacia uno de los sillones adosados a la pared para sentarse y tomar el libro que había traído de casa. Su hermano la miró con reproche por un instante, pero ella estaba demasiado absorta en la literatura francesa como para prestarle atención.
Justo cuando Alexander estaba a punto de sentarse junto a su hermana, escucharon el sonido de pasos apresurados en el pasillo. Ambos se levantaron de inmediato, listos para recibir a Charlotte y Lilibeth, que entraron por la puerta con una sonrisa en el rostro.
―¡Alexander! ―exclamó su majestad, abriendo los brazos para recibir al Marqués, quien realizó una breve reverencia antes de corresponder al breve abrazo de la monarca―. ¿Acaso ella es la preciosa hermana de la que siempre hablas?
Beatrice, aún masticando un trozo de fruta, casi se atragantó al escuchar que la mencionaban. Tragó con dificultad, sintiendo cómo el melón y las fresas parecían atascarse en su garganta, pero aun así sonrió y realizó una reverencia propia de una dama. Lilibeth no pudo evitar sonreír al presenciar el casi accidente que Charlotte había causado a Beatrice.
─ ¡Tía, basta! Le causarás un infarto a la niña. ─mencionó Lilibeth con una vocecita graciosa, se acercó un poco para poner su mano sobre el hombro de la pelirroja y le acarició la espalda para que ella pudiera recuperarse de la comida mal digerida que había llegado a su estómago segundos antes─. Marqués, es bueno volver a verlo.
Se preocupaba por el bienestar de su hermana así que dio paso detrás para mirarla y ver si ella estaba bien, y fue cuando Alexander le pareció muy curioso que cada que se topaba con la princesa pasaba algo que hacía que su encuentro no fuese de todo aburrido. No iba a causarle gracia que su hermana muriera ahogada pero era bastante divertido verla ahora un poco asustada y intentando mantenerse firme como un soldado frente a su reina. Por otro lado Charlotte reía mientras obligaba a Brimsley a reír con ella, haciendo un ademán de manos antes de señalar a los músicos de la orquesta que se encontraban listos para comenzar a tocar.
─ ¡Ustedes! Toquen a mi señal. ─mencionó firme, Beatrice le agradeció a la pelinegra con un pequeño apretón de manos y se acomodó en su asiento─. ¡Beth, discúlpate y mueve los pies hasta la pista! ─se dio una vuelta mientras movía las manos de forma alegre, Alexander frunció el ceño mientras miraba a Lilibeth que apretaba los labios para controlar una sonrisa mientras miraba a su tía─. Rápido, niños, estoy aburrida, terminaremos con esto cuándo sus pies sangren o mínimo se sepan la vida del otro como si fuese la suya.
Ambos estaban nerviosos y se sentían ligeramente incómodos con la situación, pero se esforzaban por mantener la compostura. A la princesa le parecía completamente exagerado el motivo de su encuentro y hasta ahora a Alexander se había sentido un poco incómodo teniendo que bailar frente a dos de sus altezas mientras su hermanita lo observaba con una mirada burlesca, la incomodidad entre ambos se sintió cuando Charlotte prácticamente los empujó a adentrarse a la pista.
El cuarteto de músicos tocaba una melodía suave y elegante justo cuando Charlotte dio su señal, tomando su lugar a lado de Beatrice que se enderezó inmediatamente cuándo la Reina se sentó a su lado.
Lilibeth, soltando un suspiro bajó, asintió y se volvió hacía Alexander. Dejando a un lado su incomodidad y viendo que él hombre había perdido su clásica carisma. Se encontraba levemente perdido, así que decidió tomar las riendas de la situación, estaba dispuesta a hacer el esfuerzo por su tía, por lo menos esto podía ser honesto desde un principio.
─ Marqués, ¿le importaría bailar conmigo? ─preguntó Lilibeth con una sonrisa tímida, extendiendo su mano hacia él.
Alexander, quién miraba a su hermana y Charlotte de reojo miró a la joven, levantando sus cejas en sorpresa cuando la escuchó hablar. Respondió con una elegante inclinación de cabeza y le ofreció su mano para que ella la tomará con delicadeza.
─ Pensé que jamás me lo pediría, su alteza. ─contestó, llevándola hacía él, mientras ella posaba su mano sobre su hombro, Lilibeth sonrió al escucharlo sintiendo un pequeño alivio en el ambiente incómodo.
Se colocaron en el centro del salón, mientras el cuarteto de músicos comenzaba a interpretar una melodía suave y romántica. Alexander colocó su mano en la cintura de Lilibeth, sintiendo la suave presión de su mano en la suya mientras comenzaban a moverse al ritmo de la música.
─ Es un poco incómodo sentir que nos miran. ─comentó Lilibeth mientras le susurraba al hombre─. También es un poco extraño que me hables tan formal, siento que te conozco de hace más tiempo.
─ Prácticamente ya nos conocíamos, pero jamás me habías notado. ─respondió Alexander, sintiendo la calidez de la mirada de Lilibeth sobre él─. Me complace tener la oportunidad de conocerte mejor, Lilibeth, pero no puedo no hablarte tan formal si sentir que la Reina piensa qué no te respeto.
Lilibeth mostró una sonrisa ladina, sintiendo ese pequeño hueco de vacío al ser recordada de su papel y su situación en aquel momento. No le quedaba de otra que asentir.
─ Y yo también deseo conocerte mejor, Alexander. No creas que no te notaba, eres famoso en Londres. ─musitó con un tono de voz divertido, Alexander le sonrió negando un poco mientras se movía lo más lejos que podía de Charlotte y su hermana─. Ha habido mucho alboroto en torno a tu persona. Parece que Lady Whistledown no puede dejar de hablar de ti.
─ Ah, Lady Whistledown, ¿no es la razón por la que te encuentras en está incómoda situación ahora? ─ella lo miró con sorpresa y él solamente se encogió de hombros─. Tu padre puede ser demasiado... comunicativo, la Reina no debería confiarle mucho estos temas, pero, no debes creer todo lo que se dice sobre mí.
Oh, ella era la última persona que le crearía algo a Lady Whistledown.
─ Entiendo, supongo que ya sabes porqué eres el indicado para estar bailando justo ahora conmigo. ─la mujer dio vuelta gracias a Alexander que la atrajo hacía él dándole una miradita rápida a Charlotte que los miraba con detenimiento─. Agradezco tu honestidad, ¿podrías ser honesto y contarme cuál es tu opinión sobre todo esto?
Alexander consideró la pregunta por un momento, mirando fijamente los ojos de Lilibeth.
─ Usted me agrada, sí esto será un matrimonio arreglado, disfrutaría su compañía. ─apretó los labios pensando en las siguientes palabras que saldrían de su boca─. Jamás pensé que sería obligado a casarme. Pensé que encontraría a la persona con la que pasaría el resto de mi vida de otra manera.
A Lilibeth le causó un sentimiento de culpabilidad lo que había escuchado, asintiendo mientras miraba el rostro del hombre. Sus ojos derrochaban honestidad y tenían un brillo peculiar que no había visto antes, no se sentía incomodada por primera vez viéndolo a los ojos.
─ Lamento que esto arruinará sus planes, mi Lord. ─murmuró un poco tímida, Alexander negó.
─ No, me refiero a qué... solamente son circunstancias diferentes, princesa, usted es agradable y hermosa. ─sus ojos analizaban cada detalle del rostro de Lilibeth mientras ella fruncía sus cejas─. Ambos entendemos de obligaciones, pero creo que podemos coincidir que podríamos ser una buena ayuda para el otro, a menos de que yo no le parezca agradable.
─ ¿Me ve cómo una posibilidad de cumplir su idea de matrimonio? ─otra vez ese sentimiento de mareo que había sentido en el hogar de los Bridgerton─. No me conoce, lo sabe.
─ Por algo estamos aquí, hoy. Me esfuerzo en conocerla, su primera impresión en mí me causó demasiada curiosidad, desde entonces he querido leerla cómo a un libro que deseabas leer hace mucho. ─una sonrisa se formó sobre los labios del Marqués, Lilibeth apretó el agarré a su hombro un poco y él aflojó su mano sobre su cintura─. Sí están obligándonos a cumplir nuestros deberes, déjeme demostrarle que podíamos hacerlo más ameno.
Lilibeth por primera vez tuvo lo que deseaba: sinceridad.
El pequeño hueco sobre su estómago se fue, sabía que Alexander Somerset sabía lo que estaba planeando Charlotte desde que ella llegó a Londres. Sabía que su padre le había ofrecido casarse con ella solamente para recibir algún beneficio económico pero él se había negado o no estarían bailando ahora, también sabía que entendía su incomodidad y la incertidumbre de no poder ser libre de tomar decisiones sobre su vida y eso le causaba un poco menos de presión así que esta vez no terminó huyendo y terminó la pista con una sonrisa y una mente llena de preguntes para el hombre.
─ Usted tiene razón, hagamos ameno esto, entonces... ¿Qué me diría sobre usted mismo? ¿Cuáles son sus intereses, sus pasiones?
Alexander soltó una risa suave. Y ella pensó en que tenía una bonita sonrisa.
─ Me apasiona el arte, la música y la literatura. Tan cliché como cualquier interés de otro caballero en Londres... ─la sonrisa sobre su rostro seguía y ella apreciaba eso, la incomodidad había desaparecido al verlo sonreír─. Así que déjeme decirle algo diferente, algo real, quiero escribir un libro de romance algún día.
La mujer sonrió complacida mientras se alejaba unos pasos para seguir la coreografía del baile que tocaban animadamente los músicos. Lilibeth aplaudió antes de tomar las manos de Alexander y dar una vuelta a su lado.
─ Un escritor, eso es interesante. Cuénteme más sobre ese interés peculiar suyo, ¿por qué una novela romántica?
La música flotaba en el aire mientras continuaban bailando, permitiendo que sus conversaciones se entrelazaran con cada paso y giro. A medida que la noche avanzaba, los gestos cautelosos se volvieron más cómodos y las sonrisas más genuinas.
La reina y Beatrice observaban desde la distancia, la mayor complacida por la conexión que estaba surgiendo entre Lilibeth y Alexander. Sabía que no podía forzar el amor, pero estaba segura de que en esas sonrisas y risas compartidas podrían sembrar las semillas de una hermosa relación.
Lo sabía porqué ella así había comenzado la suya, sintiendo un pequeño sintiéndome de melancolía que la hizo llevarse la mano al pecho.
Había roto el punto más importante en aquella lista mental que había hecho a la hora aceptar que debía casarse.
No podía casarse con alguien de quien él pudiera enamorarse. Esta regla no podía quebrantarse bajo circunstancia alguna, y aún así, Anthony Bridgerton estaba comprometido a desposar a la señorita Lilibeth Hannover está temporada.
La noticia se había extendido como un reguero de pólvora por toda la ciudad de Londres, varía servidumbre en el hogar de los Bridgerton había escuchado la curiosa declaración de interés por parte del vizconde hacía la princesa, así que no era sorpresa que Lady Whistledown escribiera sobre ello en la columna que llegó dos días después.
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Queridos lectores,
He capturado otro ardiente rumor que ha dejado a la alta sociedad londinense en un estado de confusión. ¿Qué podemos decir del vizconde Anthony Bridgerton y sus intrigantes intenciones? Parece que el corazón del caballero ha tomado un giro inesperado, y no precisamente hacia la señorita Edwina Sharma.
El rumor que está en boca de todos es que el atractivo vizconde ha dejado de lado a la dulce Edwina por un interés mucho más peculiar y distinguido. ¿Y quién podría ser esa persona que ha logrado desviar la atención de nuestro querido Anthony? ¡Nada menos mi mismísimo diamante real, Lilibeth Hannover!
Sí, queridos lectores, nuestras fuentes confiables han confirmado que la princesa pasó una tarde en la compañía de la familia Bridgerton, y en medio de esa convivencia, quedó claro que las intenciones de Anthony no eran tan inocentes como parecían. ¿Habrá encontrado el vizconde un nuevo objetivo en su búsqueda de un matrimonio estratégico? Parece que sí.
La presencia de la princesa en el círculo íntimo de los Bridgerton ha dejado a la alta sociedad preguntándose qué tipo de negociaciones privadas podrían estar ocurriendo entre ellos. Algunos susurran que el vizconde está cortejando a la princesa con la esperanza de asegurarse un lugar en las altas esferas del poder y la influencia, y otros murmuran qué una declaración de amor se hizo presente en el salón de la familia. ¡Qué juego tan peligroso está jugando nuestro amado Anthony! ¿Qué es más desbaratado? Anthony Bridgerton persiguiendo una fortuna o él enamorado.
Pero, queridos lectores, no olvidemos que la princesa Lilibeth es una joven con una mente aguda y un espíritu independiente. ¿Caerá presa de los encantos del vizconde Bridgerton? Estoy emocionada por saberlo.
¡Pero no nos olvidemos de la dulce Edwina Sharma! ¿Qué será de ella ahora que el vizconde ha desviado su mirada hacia un objetivo más... real? ¿Será que la reina cometió un error al elegir a Edwina como el diamante de la temporada en lugar de su propia sobrina? La señorita Sharma, es encantadora pero, ¿no todos sus pretendientes se enfocarán también en Lilibeth ahora que se le escapó el más importante de ellos?
Permítanme decirles, queridos lectores, que quizás la reina haya vuelto a equivocarse. No puedo evitar sentir una pizca de satisfacción al recordar que desde el debut de la princesa Lilibeth en la corte real, he mantenido mis ojos atentos a su ascenso en la sociedad londinense. Y ahora, ella ha demostrado ser digna de la atención de los dos caballeros más codiciados de la ciudad, el vizconde Anthony Bridgerton y el Marqués Alexander Somerset.
¿Será que la reina lamentará su elección y se dará cuenta de su error? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: en este juego de amores y desencuentros, y su servidora ha vuelto a tomar la delantera al reconocer en la princesa Lilibeth el verdadero diamante de la temporada.
─ ¿Y bien? ─resopló Violet Bridgerton mientras agitaba el panfleto Whistledown en su rostro dándose aire─. Necesito respuestas, ahora, Anthony.
El joven vizconde soltó un suspiro, mirando el rostro de cada persona que se encontraba pasando a su lado. Su madre quién tomaba su brazo con elegancia -y le sonreía amablemente a sus conocidos-, le pellizco el brazo, Anthony se quejó mientras Benedict soltaba una risita detrás de ellos.
Aquella mañana, la familia Bridgerton había decidido que era un hermoso día para dar un paseo, después de que Simon y Daphne decidieran unirse al bonito día de campo para que la sociedad pudiese ver más de cerca a el futuro Duque de Hastings un rato, toda la atención había sido acaparada por el precioso Auggie, y la Duquesa luciendo radiante cargando a su primogénito, hasta que el pequeño cartero corría repartiendo el panfleto de chismes de aquella tarde.
Londres se detuvo por un segundo de nuevo, gracias a Lady Whistledown.
─ Así que ahora eres un rufián cazafortunas, hermano. ─murmuró Eloise entre dientes mientras sonreía falsamente a la gente que comenzaba a mirar raro a su familia.
─ ¿Por qué escribiría que intento robarme su estatus social o dinero? Eso es estúpido, soy un vizconde, el dinero y el estatus social lo tengo por nacimiento. ─otro pellizco por parte de su madre, Anthony volvió a quejarse y Eloise rodó los ojos mientras miraba a Benedict negar con la cabeza.
─ Pues a mí me parece exquisito que por primera vez, la mujer sea digna de su nombre y estatus. ─la castaña volvió a murmurar, siendo mirada con reproche se parte de su madre─. Lo siento, Anthony, pero siendo un vizconde o no, ella es mucho para ti.
─ Por lo menos también habla de tu curiosa declaración de... interés. ─su madre bajó un poco la voz mientras saludaba a su hija mayor y su esposo a su lejos─. Ahora más que nunca, Anthony Bridgerton, ni se te ocurra retractarte. ¿Me entendiste?
Anthony solamente asintió abrumado y tomó el aire suficiente en sus pulmones cuando su madre lo soltó y comenzó a caminar hasta su nieto. Benedict apoyó su mano sobre el hombro de su hermano y dio unas palmadas.
─ ¿Qué harás? Admitiré que jamás te imaginé en esta situación, hermano, pero... ─Benedict suspiró apretando los labios y formando una sonrisa ladina─. No es solamente tu reputación, es la reputación de la señorita Sharma, tú orgullo, y tu dignidad también.
─ Muchas gracias, Benedict, no lo había pensando. ─una sonrisa sarcástica se formó sobre los labios del vizconde, mirando a su hermano con desprecio antes de acercarse al resto de su familia y los Basset mientras se acomodaba el traje, hacía demasiado calor y le parecía una pérdida de tiempo seguir soportando el sol y las miradas de toda la sociedad de Londres.
Daphne Basset se cruzó de brazos cuando su hermano llegó hasta su carpa, mientras sonreía como si hubiese ganado la lotería. Simón quería reír internamente pero mejor se concentró en seguir jugando con Gregory y Hyacinth mientras ambos le hablaban a su pequeño sobrino.
─ Vaya, miren quién llegó, el señor "necesito una mujer con quién engendrar y no más", ¿cómo estás hoy, Anthony?
Daphne miró a su hermano tomar asiento en unas de las sillas de jardín, tomando un poco de limonada en un pequeño vaso y mirándola con el mismo desagrado con el que había visto a su hermano segundos antes.
─ Estaba mucho mejor antes de verte, hermana.
─ ¡Anthony! ─su madre se quejó ofendida mientras miraba a todos a su alrededor buscando ayuda─. Tus errores y tu egoísmo no es culpa de ninguno de nosotros, esto es tu karma y vas aprender a vivir con eso sin dañar a otros.
Tanto Hyacinth y Gregory que escucharon el grito de su madre se miraron intentando esconderse en el pequeño Basset que jugaba a jalarlos los listones del vestido rosa de su tía Hyacinth. Por otro lado, Colin y Eloise miraban con detenimiento el panfleto de Lady Whistledown buscando algo nuevo, casi enterrando la cabeza dentro del papel.
Nadie respondió, ni siguió lo que había dicho Violet y ahora su madre también estaba molesta.
─ ¿Por qué todo esto sería mi "karma"? ─Daphne rodó los ojos harta de la situación, se acercó a su madre y la tomó de la mano apretando su agarré dándole un poco de paz.
─ ¿La señorita Hannover te gusta? Solamente responde. ─el tono molesto de Eloise hizo que todos la miraran, la recién debutaba mantenía un rostro serio y el panfleto Whistledown se había hecho bola en su mano en puño─. Ella es mi amiga, y por ende debo enterarme si estás interesado en ella de verdad para ayudarte o alejarla de ti, sé noble.
Colin Bridgerton se preguntó si realmente había escuchado a su hermana ofrecer su ayuda para conquistar a alguien.
─ Lo siento, hermana. ─parecía que también lucía cansado con la situación pues solamente resopló y se pasó las manos por el rostro─. Intentaré no ofender ni tú amistad con la princesa, ni arruinar a la señorita Sharma y tampoco mi reputación. Qué todos sepan que mis intenciones son nobles, ¿pueden estar tranquilos con ello?
La mayoría se sumió en silencio mientras Eloise y Daphne intercambiaban miradas cómplices. Era la primera vez que las hermanas se miraban de esa manera, y Benedict no pudo evitar sentir un atisbo de temor. Prefería unirse a su plan antes de que se fraguara un complot entre las dos mujeres más inteligentes y tercas de todo Londres.
Mientras tanto, Simon Basset, el duque de Hastings, jugaba alegremente con su hijo en un rincón apartado, ajeno al drama familiar que se estaba gestando. Sin embargo, algo le llamó la atención. La mayoría de los nobles que antes se encontraban cerca de él habían desaparecido misteriosamente. Nadie pasaba a saludarlo ni a intercambiar sonrisas fingidas. Simon buscó con la mirada y, finalmente, vio a la multitud de señoritas amontonadas, todas intentando llamar la atención de alguien en particular.
─ Creo que tendrás que demostrar esas intenciones más pronto de lo que pensabas. ─murmuró el duque como si alguien más que los Bridgerton pudiera escucharlo. Todos volvieron la mirada hacia donde señalaba Simon─. ¿Quién es ese hombre?
Eloise parecía haber visto a una celebridad, ya que se acercó sonriente a su cuñado.
─ Es Alexander Somerset, supongo. Es inconfundible con todas esas señoritas a su alrededor, deseando su fortuna y sus conexiones con la reina. Y, por supuesto, también está Lilibeth a su lado.
Anthony levantó la mirada al escuchar el nombre de la pelinegra, frunciendo el ceño. Avanzó rápidamente hasta colocarse detrás de su cuñado, sobrino y hermana, y dirigió su mirada hacia una animada Lilibeth Hannover riendo junto al Marqués. Parecía que el Marqués tenía la atención de toda una multitud de admiradoras, y Alexander se encontraba al borde del pánico. Su hermana Beatrice tuvo que abrirse paso entre el caos para dejar en claro que su hermano ya estaba acompañado esa tarde. Muchas de las solteras miraron a la pelirroja con reproche, pero sus rostros cambiaron de decepción a sorpresa cuando la princesa les saludó con la mano. Poco a poco, las jovencitas se alejaron, tropezando unas con otras para hacer reverencias, hasta desaparecer por completo. Alexander suspiró exhausto mientras Lilibeth volvía a su lado y le daba una palmadita reconfortante.
Desde la distancia, Anthony percibió la presencia de lo que parecía ser el chaperón de la pareja real de la temporada, y supo que era el padre de la princesa al escuchar cómo les llamaba la atención. Lilibeth soltó el brazo del Marqués.
─ Esta es tu oportunidad de presentarte y solucionar esto, ¿lo sabes? ─su mejor amigo se acercó, ignorando los llamados de la duquesa. Anthony miraba fijamente a la princesa, perdido en sus pensamientos, mientras respondía a su padre, quien la reprendía por alguna razón.
─ Anthony... ─lo llamó Simon de nuevo.
Parecía que Anthony solo escuchaba lo que quería, ya que con aire de "caballero" y confianza, llamó a su hermana por su nombre. Eloise se acercó y Anthony le ofreció su brazo. La mujer de ojos azules lo tomó con confusión y ambos comenzaron a caminar hacia la princesa.
─ ¿Qué estás haciendo? ─su voz sonaba asustada. Eloise comenzaba a ponerse nerviosa al ver cómo Alexander Somerset la miraba desde lejos, confundiéndola con otra jovencita que intentaba llamar su atención. Lo vio mirarla con miedo y girarse hacia su hermana─. Voy a vomitar sobre tus zapatos, no me hagas presentarme con ellos.
─ Estoy haciendo lo que deseas. Seamos educados, presentaré a mi hermanita y saludarás a tu amiga. Yo conoceré a su padre. Respira, no te casaré con ese bufón ─la forma en que se refirió al Marqués hizo que Eloise sonriera.
Nunca pensó que su hermano la usaría como excusa para acercarse a una mujer, pero como había pensado antes, la temporada no estaba resultando aburrida, y agradecía la presencia de su amiga por eso.
¿Quién era Lady Whistledown comparada con el drama que estaba a punto de desencadenarse?
Parece que los Bridgerton no dejan de sorprendernos. Una declaración de interés, un Marqués en la boca de las madres e hijas codiciosas y una princesa real en cortejo. ¿Podría esto conducir a un encuentro interesante? El amor y el desastre están entrelazados en está temporada, ¡y apenas estamos iniciando! Que clase de sorpresas nos tendrá el Vizconde en su intentando de robarle a la joya de la corona a su supuesto nuevo dueño.
Con chismes y susurros,
Lady Whistledown.
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Anthony Bridgerton en su era "How You Get The Girl" es mi momento favorito de está historia, así que prepárense. 😭😭😭
¡Hola! Gracias por seguir leyendo aún que me tarde mucho, ya tengo mi laptop de vuelta así que podré escribir más cómoda y seguido, preparasen, estamos iniciando el drama, espero puedan perdonarme por la tardanza con el capítulo tan largo, pensaba en hacer un maratón pero lo haré cuando lleguemos a los 3K, GRACIAS POR LOS 2K Y LOS VOTOS, MUCHAS GRACIAS, y por sus comentarios, LOS LEO T O D O S y siempre me divierto leyendo, gracias. 🌟
También los invito a pasarse a mi otra fic, la estoy haciendo con mucho amor. Hasta la próxima.
- Swann.
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