III: Baile de Máscaras
—Les presento al nuevo estudiante de Nevermore —dijo la Directora Huston cuando todos se detuvieron frente a una limusina estacionada dentro de la escuela. Todos estaban observando atentamente, cuando salió la persona.
Se trataba de un chico vestido con el uniforme azul purpúreo de Nevermore, tenía el cabello castaño y los ojos verdes, y una cadena en cada muñeca que parecían más bien dos brazaletes. El chico sonrió altaneramente al salir de la limusina y hacer una mirada general a todos los estudiantes.
—No puede ser... —dijo Enid, con la voz casi quebrada del todo.
—¿Qué mierda hace él aquí? —preguntó Xavier, molesto.
—Esto tiene que ser una broma... —dijo Bianca, incrédula.
—Tyler Galpin... —Wednesday miró con irritación al recién llegado.
—¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? —inquirió Xavier, enfurecido.
—Tranquilos, por favor, déjenme explicarles —sonrió la Directora Huston con elegancia, como si le hiciera gracia las expresiones de recelos de sus estudiantes.
—No hay nada que explicar —dijo Enid, sorprendiendo incluso a Wednesday—. Ese chico mató a varias personas y ayudó a la casi destrucción de nuestra escuela. Es peligroso, y traerlo vestido con el uniforme de Nevermore y sin ningún tipo de seguridad es prácticamente una burla hacia nosotros que casi morimos por su culpa.
—Hola, Enid —sonrió Tyler de forma socarrona—. Ya veo que todavía tienes mi regalito en tu mejilla. Yo también tengo tu regalito, lo que me ayuda a recordar todo el desprecio que te dedico, supongo que tú también mantienes tu cicatriz para recordarte cuánto me odias, ¿verdad? —desde donde Wednesday se encontraba no podía ver bien las cicatrices de Enid, y aunque volteó involuntariamente hacia la rubia, rápidamente apartó la mirada. La chica Addams intentaba siempre no mirar la cicatriz de Enid, porque se sentía culpable, de alguna forma, por haber cortado el rostro de su compañera.
—Estás equivocado, Galpin —dijo firmemente Enid, sorprendiendo más a los presentes—. Para mí ya tú no existías. Pretendía no volver a verte. Mi cicatriz no me recuerda cuánto te odio, solo me recuerda que soy capaz de arriesgar mi vida por alguien que me importa, una satisfacción que tú nunca podrás tener.
—... —Tyler se mantuvo en silencio, serio, pero sin ser capaz de decir algo ante la determinación de las palabras de Enid. Wednesday también observaba a su compañera con su propia mirada de admiración.
—Eso está muy bien, señorita Sinclair —dijo la Directora Huston, con su sonrisa inmutable—. Es una actitud muy loable de vuestra parte. Pero en cuanto a lo de que el señorito Galpin no tiene algún tipo de seguridad, lamento decir que se equivoca —comentó, dejando confundidos a todos los estudiantes.
—... ¿Y esa niña, Sinclair? —preguntó Tyler, mirando con seriedad y extrañeza a Wendy que se encontraba todavía entre Enid y Wednesday.
—No te interesa —dijo rápidamente Enid—. Lo único que tienes que saber es que si te acercas a ella e intentas tocarle un solo pelo, terminaré lo que empecé aquel día. Realmente te mataré si intentas hacerle daño.
—Eso no será necesario —intervino Huston—. Los brazaletes en las muñecas del señorito Galpin no son solo decoración. Son un instrumento de corrección totalmente probado y seguro, que le provoca una descarga eléctrica en todo el cuerpo cada vez que el sujeto esté expuesto a un pensamiento de agresión hacia otro individuo.
—... ¿“Sujeto”? ¿“Instrumento de corrección”? —preguntó Eugene, que estaba tan atónito como los demás.
—El señorito Galpin ha estado dos meses internado en un hospicio penitenciario del Gobierno, donde lo pusimos a prueba y conseguimos excelentes resultados. Por mucho que quiera atacar a alguien, los brazaletes, que son irrompibles, se lo prohibirán.
—Eso suena muy interesante, Directora Huston —dijo Wednesday con voz monótona—, pero incluso si es cierto, no veo la necesidad de exponer a los estudiantes a convivir con un asesino. ¿Quién tiene la llave de las cadenas-brazaletes?
—Yo tengo la llave, por supuesto —sonrió Huston—. Pero el señorito Galpin no podrá robármelas, ya que todo acto que conlleve “malas intenciones” en el pensamiento del sujeto, provocará la misma descarga eléctrica. El señorito Galpin estudiará con ustedes para evitar futuros incidentes como la catástrofe del curso anterior. Después de todo, porque rechazamos a la madre del señorito Galpin fue que inició todo aquello. Nuestros prejuicios entre nosotros mismos nos terminó aislando, pero a través de este método de integración, no volverán a suceder tragedias similares.
—... —Wednesday, que obviamente no estaba satisfecha con aquella elaborada explicación, decidió agarrar un lapicero que asomaba en el bolsillo de la mochila de Wendy y, con una asombrosa velocidad, lo lanzó contra el hombro de Tyler, quien sintió una fuerte punzada. El rostro del chico se contorsionó por unos segundos, como si se dispusiera a gritar salvajemente, pero todos los estudiantes reunidos vieron perfectamente un destello azul recorrer todo su cuerpo y Tyler se arrodilló mientras gemía de dolor. Ni siquiera Enid pudo ocultar su expresión de incredulidad, una mezcla entre compasión y temor por lo que acababa de observar.
—... ¿Y bien, señorita Addams, está conforme? —preguntó Huston con un rostro ligeramente más serio, sin mostrar una pizca de consideración por el comportamiento de Wednesday que había permitido casi como si no pudiera ser de otra forma.
—... No, pero no poseo la autoridad para desacreditarla, Directora Huston —contestó Wednesday, y aunque la respuesta de la chica Addams impresionó ligeramente a Huston, esta sonrió medio divertida y se dispuso a hablarle a los demás estudiantes.
—Bueno, esta era mi sorpresa para ustedes. El Gobierno me ha prometido grandes beneficios para todos si este proyecto en el señorito Galpin tiene resultados sobresalientes para el final del curso. Ah, y como el 14 de septiembre se cumplen 232 años de la fundación de nuestro querido Nevermore, he preparado un glamoroso baile de máscaras para ese día. Podéis invitar a un acompañante normi, la idea es que vayan en parejas, pero si quieren ir solos está completamente bien. Allí les daré mi más cálida bienvenida —arguyó Huston, y todos los estudiantes se quedaron en silencio, analizando lo que habían presenciado—. Ya podéis volver a vuestras habitaciones.
Aunque muy indecisos al principio, los estudiantes comenzaron a retirarse lentamente. Enid sujetaba fuerte pero acogedoramente a Wendy por los hombros, y miró hacia su compañera Wednesday que observaba hacia el suelo, pensativa.
—Wens, ¿nos vamos? —preguntó Enid.
—... Lleva a Wendy a nuestra habitación, necesito hablar con Tyler —dijo la chica Addams mientras comenzaba a caminar hacia el muchacho que se había sentado en uno de los balcones, mirando hacia el exterior de forma melancólica.
Wednesday se sorprendió cuando de repente sintió el suave tacto de la mano de Enid en su muñeca. La lobisona tenía un rostro preocupado, como si temiera dejar sola a la chica Addams, pero esta al comprender el sincero afecto de la rubia, le sonrió ligeramente, como ya se estaba acostumbrando con la presencia de Enid.
—Está bien, no me pasará nada. Lo prometo. Solo quiero confirmar unos cuantos puntos, sobre todo, para nuestra seguridad. Confía en mí.
—... Vale, yo confío plenamente en ti, Wens —le sonrió Enid, y aunque aflojó el agarre de la muñeca de la chica Addams, todavía parecía querer sujetarla, preocupada.
—Y yo confío ciegamente en ti, por eso necesito que cuides a Wendy, ¿vale? —la naturalidad con la que Wednesday dijo esas palabras tomó por sorpresa a Enid, quien se sonrojó y soltó delicadamente la muñeca de la chica Addams, aunque los dedos de ambas se rozaron sutilmente en el proceso, algo que no pareció molestar a Wednesday.
—¿Cumplirás tu promesa de volver o la romperás igual? —preguntó Wendy de repente, sorprendiendo a las dos chicas.
—... Vámonos, Wendy, hablaremos en la habitación —dijo Enid, tratando de romper el silencio incómodo que había surgido entre las dos Addams.
La lobisona finalmente se alejó con la niña, y Wednesday decidió acercarse a Tyler, quien al notarla se sintió un poco confundido, arqueando las cejas, pero continuó mirando al exterior del castillo.
—¿Qué quieres, Addams? ¿Todavía sospechas de mis cadenas? —preguntó el chico, y Wednesday se cruzó de brazos, y con un rostro serio escrutó a Tyler.
—No, sé que son verdaderas —confirmó la chica—. Tu expresión de agonía no fue fingida, la disfruté bastante, así que dudo que fuera falsa.
—Je, buen método para saber si un método de tortura es eficiente o no —dijo con tono irónico—. Entonces, ¿qué quieres saber?
—La verdad, ¿qué te dijeron? ¿Por qué estás aquí?
—Veo que continúas siendo bastante intuitiva y sensata.
—Todos los demás estudiantes se dieron cuenta de que esto es demasiado extraño, es tan obvio que no es algo por lo que debas halagarme. Además, no soy tan brillante, después de todo, lograste engañarme por un tiempo haciéndome creer que eras inocente —las palabras de Wednesday tenían la intención de bajar la guardia de Tyler para que este fuera completamente sincero con ella, en un ataque de arrogancia por haber logrado traicionar a la chica Addams, pero las palabras de esta eran completamente sinceras, ya que todavía se sentía ligeramente molesta por ser engañada.
—... Yo no te engañé, te engañaste tú misma, Wednesday —dijo Tyler con un rostro calmado e inmutable, mirando todavía al exterior, sorprendiendo a la chica.
—¿Cómo? —inquirió, confundida.
—Tú nunca estuviste enamorada de mí, Wednesday. Mi único trabajo era hacerte creer eso, aunque no fuera real, y solo lo conseguí porque tu corazón ya se había ablandado antes de conocerme. No estabas acostumbrada a los actos de afecto fuera de las tradiciones de los Addams, y cuando llegaste a Jericó recibiste un afecto genuino que no comprendías. Poco a poco apreciaste que ese afecto no era algo malo y que, incluso, a veces resultaba agradable. Lamentablemente los seres humanos somos fácilmente influenciables, y creemos que necesitamos lo que tienen los demás para nuestra propia satisfacción. Aunque lo neguemos, todos queremos tener un poco de lo que otros consideran “normal”. Pensaste que tener un novio te haría ser parte de esa “normalidad”, pero solo te estabas engañando. Por eso, cuando descubriste que yo era el Hyde, no quedó nada de ese falso amor hacia mí.
—Eso no tiene... A mí no me importa lo que opinen los demás. Lo “normal” me parece repulsivo —dijo Wednesday, al principio un poco dubitativa, ya que las palabras de Tyler la habían hecho reflexionar sobre sus sentimientos y todas las dudas que habían surgido dentro de ella desde que empezaron las vacaciones.
—Todos somos repulsivos, Wednesday —sonrió amargamente Tyler, mirando a la chica fijamente, sorprendiendo a la Addams—. Todos tenemos algo, dentro de nosotros mismos, que nos resulta desagradable, pero no hay nada que podamos hacer contra eso, solo aceptarlo. Nosotros los Hyde, por ejemplo, al menos los que somos liberados por un “amo”, casi perdemos del todo nuestra voluntad y la ponemos al entero servicio de nuestro “señor”. Con eso no me estoy justificando, hice muchas cosas malas y en ese momento, e incluso ahora, podría decir que no me arrepiento, porque estaba vengándome contra las personas que despreciaron a mi madre. Pero una vez que la conexión con nuestros “amos” se debilita, somos capaces de analizar cómo funcionan las relaciones sociales de las demás criaturas. Los Hyde tenemos poca empatía, pero no significa que seamos insensibles. Creo que todas las criaturas, al menos en este planeta hasta donde sabemos, tienen un poco de sensibilidad.
—Tu teoría sobre cómo funcionan las relaciones en la sociedad es muy interesante, pero no es mi caso —dijo tajantemente Wednesday, como si intentara convencerse a sí misma—. Yo escojo con quién y cómo relacionarme.
—Por supuesto, pero ninguna criatura es igual, ni siquiera la de las mismas especies. Tú tienes tus propios gustos y sentimientos, aunque te sea difícil aceptarlo. Todos tenemos un poco de esa “sensibilidad”, es inevitable. Y, claro, todos tenemos un “punto débil”, la persona que ablandó tu corazón cuando llegaste a Jericó es increíble, si no la hubieras conocido, tal vez yo no hubiera logrado acercarme a ti.
—Yo no tengo ningún punto débil... —refutó Wednesday, en voz baja, pero con un tono molesto por la insistencia del chico en el tema— Además, ¿de qué persona hablas? ¿Solo es una suposición tuya o sabes de quién se trata?
—... —el chico miró hacia por donde debieron haber caminado Enid y Wendy para entrar al castillo— La niña... Se parece a ti, pero...
—Es mi pariente —dijo rápidamente Wednesday, como si no quisiera que el chico comenzara a divagar sobre el origen de la pequeña; la Addams mayor, por su parte, comenzaba a notar que se sentía nerviosa, aunque lo disimulaba muy bien.
—... Realmente creo que eres una persona brillante, con una inteligencia superior a la del promedio, pero... Como todos, a veces te cierras ante la verdad, aunque esta sea evidente. Lo cual no debería importarme, ya que lo más probable es que, si tengo la oportunidad, me escaparé y volveré a atacar Nevermore. No tengo ninguna intención en ser un estúpido estudiante más de este circo.
—No cuestionaré tu deseo de venganza porque soy una persona que, por lo general, disfruta con los actos de venganza, pero me alegra que seas sincero acerca de tus verdaderas intenciones en esta escuela. ¿Tal vez los brazaletes te impiden mentir? —preguntó Wednesday, un poco de forma irónica, pero internamente entusiasta porque la conversación había vuelto a tomar el rumbo inicial.
—No lo he comprobado, ahora que lo dices, pero es lo más probable, ya que las mentiras supongo que se incluyan entre ese tipo de acciones con “mala intención”. Sin embargo, no creo poder ayudarte mucho a revelarte información sobre el propósito de los brazaletes. Siento informarte que Huston y los agentes del Gobierno no compartieron conmigo sus intenciones con este proyecto donde yo soy el “conejillo de indias”. También pienso que hay algo sospechoso, pero no es de mi incumbencia.
—... Si averiguaras algo... ¿Compartirías esa información conmigo? No se me ocurre nada que ofrecerte a cambio, pero podemos llegar a un acuerdo.
—... Dudo que logre averiguar algo, tendría que ser por pura casualidad, ya que, si me pongo a espiar a Huston, eso se tomará como una “mala acción” de mi parte. En cuanto a mi recompensa... No tengo idea, por el momento. Creo que los choques eléctricos alteran mi cerebro de tal forma que, inconscientemente, evito pensar demasiado sobre cosas que se puedan considerar como “malas intenciones”, para evitar lastimarme. Ni siquiera puedo pensar en atacarte ahora por lo que hiciste con este lapicero —dijo, lanzando dicho lápiz al aire para que Wednesday lo atrapara—, solo fue el impulso del momento, pero mi cerebro intenta suprimir la ira secundaria que le sigue.
—¿Qué es esto? ¿El “Método Ludovico”? —se preguntó la chica con una expresión amarga en el rostro, que llamó un poco la atención de Tyler.
—¿Qué pasa? ¿Sientes lástima por mí?
—Claro que no. De hecho, me gustaría torturarte yo misma, y si se me ofreciera la oportunidad de matarte fácilmente, lo más probable, es que no la desaprovecharía... Sin embargo... —y Wednesday bajó un poco la mirada, con los brazos cruzados y entornando los ojos en una actitud reflexiva y ligeramente preocupada— No estoy de acuerdo con ese tipo de “corrección”. No puedes cambiar la personalidad de una persona, de mala a buena, a través del miedo; porque no estás cambiando la esencia de esa persona, solo estás reprimiendo sus impulsos, y eso causará un daño peor. Primeramente, las personas no son ni buenas ni malas, no son un extremo u otro, todos hacemos cosas buenas o malas porque es parte de nuestra personalidad, pero si quitas o reprimes parte de la esencia de una persona, los actos buenos y malos se subvierten, y realmente no le estás enseñando a la persona la necesidad de que sea buena, solo le imprimes la idea de que deben sufrir por cómo son, y a ningún ser humano le gusta sufrir, así que ese método no puede terminar bien.
—... Tiene mucho sentido —sonrió Tyler amargamente.
—Además, si el proyecto resulta exitoso, podrían ir más lejos y tratar de que todos usemos esos brazaletes para “reformar” nuestra personalidad hasta que se convierta en la personalidad que ellos desean para controlarnos. Y la simple idea de que alguien me quiera controlar me produce arcadas, y no de las agradables. Cuando el poder comienza a opacar la voluntad de los seres humanos, las guerras comienzan.
—... Bueno, si descubro algo te lo diré, pero no esperes mucho de un criminal.
—No espero nada, en realidad.
...
—¡Ah, qué bueno que llegaste, estaba muy preocupada! —dijo Enid levantándose de su cama y saltando a abrazar a Wednesday que acababa de entrar a su habitación, sorprendida por el súbito acto de afecto de su compañera— Oh, lo siento, es que estaba muy nerviosa, disculpa lo del abrazo sin autorización —susurró, alejándose sutilmente con un rostro avergonzado y ligeramente sonrojado.
—No importa, todo está bien —aclaró Wednesday, que rápidamente notó que Wendy estaba acostada en la cama de Enid, pero, a pesar de estar despierta, no miró hacia Wednesday y solo continuó jugando alguna aplicación en el móvil de Enid.
—¿Qué querías hablar con ese? —inquirió la lobisona de forma natural, tal vez sin darse cuenta del tono de desagrado con el cual se refería a Tyler.
—Quería averiguar si sabe algo de algún plan secreto de Huston. No me gusta nada acerca de esos brazaletes. Admito que son interesantes, pero las consecuencias de su uso, sobre todo en adolescentes, me parecen catastróficas —confesó Wednesday, que sin darse cuenta instintivamente se sentó a la izquierda de Wendy, porque Enid se había sentado a la derecha de la niña.
—Sé que parece una tradición familiar de los Addams, que no paran de meterse en problemas, pero... Si te lo pido con mucha insistencia... ¿Podrías prometerme no involucrarte en asuntos peligrosos? Al menos, no en más de la cuenta, por favor...
El rostro de cachorrito abandonado de Enid no tenía precio. Wednesday de repente sintió unos escalofríos (o eso creía que eran) y recordó su conversación con Tyler. Según la hipótesis del chico Hyde, Wednesday creyó estar enamorada de Tyler porque el corazón de la Addams había sido ablandado previamente por una persona en su llegada a Jericó. En el pasado no, pero si actualmente le dijeran que esa persona fue Enid, Wednesday podría apostar por ello.
Y es que, desde el principio, siempre se sintió intimidada de alguna forma por la lobisona, por su carácter extrovertido, por su insensato acercamiento que no respetaba el espacio personal, por su mirada llena de buenos sentimientos que ofrecer. Todo en Enid gritaba «desbordante», «colorido», «luminoso», «cegador»... Palabras que, en otro tiempo, o mejor dicho, con otra persona, hubieran abrumado a Wednesday. Pero con Enid era diferente, era una calidez acogedora, sí, pero una calidez a la cual la chica Addams no estaba acostumbrada y, por lo tanto, tenía cierto miedo de enfrentarse a aquello que no conocía, a aquello en lo que podría quedar atrapada, sin libertad. Wednesday tenía miedo a dejar de ser libre, a ser esclava de sus propias sensaciones, algo que no pensó experimentar ni en sus pesadillas más absurdas. Nunca había sentido esto con otra persona, ni siquiera cuando comenzó su “relación” con Tyler, Esa impresión de pertenecerle involuntariamente a otra persona. Era algo abrumador.
—¿Wens? —preguntó Enid, cuando notó el silencio prolongado de la chica.
—... Intentaré no exponerme a demasiadas situaciones peligrosas... —susurró Wednesday, pero Enid hizo un mohín con sus labios, preocupada por lo poco convincente que aquello había sonado.
—No le hagas caso —dijo Wendy sin apartar su mirada del móvil, obviamente dirigiéndose a Enid, como si Wednesday no estuviera presente—. Ella no cumple sus promesas, ni siquiera las más sencillas.
—¿Me puedes explicar qué tantas promesas le hiciste para que Wendy se sienta así? Deberías ser cuidadosa con lo que le dices a un niño, Wens.
—Hasta ahora no recuerdo haber roto ninguna promesa que haya hecho con ella —se defendió Wednesday, confundida por el tipo de conversación tonta que estaba teniendo—. Le dije que no la abandonaría, y solo pasó unos minutos en la habitación de Yoko, pero ahora ella está aquí con nosotros, ¿cuál es el problema?
—Pero podrías ser un poco más gentil cuando hablas con ella, es tu familia, ¿sabes? —inquirió Enid con una ligera sonrisa.
—Ella no es mi familia —dijo Wendy refiriéndose a Wednesday—. Tú eres mi familia —finalizó, acomodando su cabeza en el hombro izquierdo de Enid.
—... Eso... Me halaga mucho que me consideres tu familia, pero Wens es más familia tuya que yo, al menos biológicamente hablando. Así que deberíais llevaros bien.
—No quiero —enfatizó la pequeña, haciendo que Wednesday ladeara los ojos, incrédula ante el comportamiento infantil de Wendy.
—¿La soberbia es algo característico de todos los Addams? —le preguntó Enid con una sonrisa divertida a Wednesday, pero luego abrazó a Wendy— Está bien, hagamos lo siguiente. Olviden sus anteriores diferencias, y empiecen su relación desde cero. Al finalizar cada semana, la que mejor se porte recibirá un premio de mi parte.
—Qué ridiculez —dijo Wednesday.
—¿Qué premio? —preguntó al mismo tiempo Wendy, interesada.
—Lo que la ganadora quiera —sonrió Enid.
—... Está bien —susurró la niña, y como Wednesday notó ambas miradas hacia ella, suspiró sin remedio y aceptó igualmente.
...
Wednesday tecleaba en su máquina de escribir, Thing había llegado hacía unos minutos, y comenzó a golpear en la mesa para llamar la atención de la chica Addams.
—¿Qué sucede? —preguntó Wednesday, y cuando comprendió el mensaje de Thing, confundida, volteó hacia la cama de Enid, donde estaban esta y la pequeña Addams, dormidas, una al lado de la otra, tiernamente abrazadas—... Se durmió bastante rápido —dijo, y se quedó unos segundos observándolas, realmente había apreciado el repentino silencio que la ayudó a concentrarse en su novela, pero no había notado que las dos chicas dormían tan profundamente.
Thing volvió a golpear la mesa sin hacer mucho ruido.
—¿Cómo? ¿Una pesadilla? —preguntó Wednesday, pero no había notado nada extraño al ver dormir a las dos chicas. Sin embargo, luego comprendió a lo que Thing se refería. Wendy mostraba ciertas sacudidas, como resultado de pequeños escalofríos— ¿Crees que está teniendo una pesadilla? —le preguntó a su fiel compañero, quien golpeó la mesa como diciendo «Claro que sí»— ¿Y qué quieres que haga? La niña me odia, es capaz de levantarse si me acerco a ella... No, estoy ocupada con mi novela... Goody estoy segura de que no dudaba en ayudar a los niños, pero yo soy una Addams mucho menos empática con los pequeños. Por cierto, ¿dónde está Goody?... No, no estoy tratando de cambiar de tema, es solo que... Olvídalo —dijo, finalmente abatida por la insistencia de Thing. Lentamente, decidió acercarse a la cama de Enid y, con delicadeza y muy sutilmente, se acostó al lado izquierdo de Wendy, la niña dormía de la misma forma que la propia Wednesday, con los brazos cruzados como si estuviera dentro de un ataúd, pero la mano izquierda de la pequeña estaba sujeta a la mano derecha de Enid, mientras que la mano derecha de la niña se sacudía, como buscando algo.
Cuando Wednesday colocó cuidadosamente su mano izquierda encima de la mano derecha de Wendy, esta, como por arte de magia, se tranquilizó. Pero ahora no sabía qué hacer. Si se levantaba de la cama, podría despertarlas a ambas, o Wendy volvería a tener pesadillas y sería muy molesto acostarse a su lado cada vez.
Por otro lado, si Wednesday se quedaba dormida ahí, sería muy agotador y vergonzoso explicarlo al levantarse. En realidad, no tenía muchas opciones. Lo ideal sería levantarse antes que las otras dos, pero para eso...
Rayos, el móvil...
El despertador de Wednesday seguía siendo aquel tono espantoso que no había conseguido cambiar. Si se levantaba gracias a ese tono, y las otras dos también lo escuchaban, sería otra cosa vergonzosa de la cual no quería encargarse. Wednesday intentó levantarse sigilosamente de la cama, pero sentía que la mano de Wendy la apretaba más fuertemente. Era casi imposible levantarse sin despertarla, así que tuvo que rechazar la opción de intentar cambiar el tono de móvil, y miró hacia Thing.
—Cambia el tono del despertador —le susurró Wednesday a su compañero, pero este se hizo el desentendido, y la chica Addams mostró gran enfado en su rostro—. Esto te causará duras represalias, maldito traicionero.
Viéndose sin salida, Wednesday suspiró y miró hacia delante, el perfil izquierdo del rostro de Wendy, con las pecas de los Addams y el hermoso e inusual cabello rubio. Del otro lado, se encontraba durmiendo Enid, con una sonrisa, Wednesday podía ver desde su posición la cicatriz de la lobisona. Nunca supo por qué Enid, siendo tan experta en el maquillaje, no ocultaba aquellas marcas, que hacían sentir tan culpable a Wednesday. Enid había cortado su rostro protegiendo a la chica Addams, pero esta no creía merecerse aquel sacrificio de parte de la lobisona. Le gustaría recompensarle a su compañera Sinclair por todo lo que hizo desinteresadamente por ella, a pesar de que, en realidad, a Wednesday le gustaban mucho aquellas cicatrices. Por supuesto, no se atrevería a decirlo si ella no se sintiera como la causante de algo que tal vez molestaba a Enid, pero tal vez se lo hubiera dicho de no ser su culpa.
«En realidad, amo tus cicatrices», era lo que quería decirle, y no era una simple frase de consolación, era su completa honestidad al respecto.
Pero, ¿qué demonios? Decir que «amas» algo es demasiado, ¿por qué Wednesday pensó eso en vez de pensar «En realidad, me gustan tus cicatrices»?
La chica Addams no pudo evitar ruborizarse avergonzada, y, aunque en ese momento no la estaban viendo, ocultó su rostro en la almohada que estaba compartiendo con Wendy y Enid. Y se durmió sin darse cuenta.
[...]
«Está bien, es natural que no confíes en mí. Igual me gustas así».
«Igual me gustas así».
«me gustas así».
Aunque parezca ilógico, o al menos eso consideraba Goody de su propio comportamiento, la chica Addams no dejaba de pensar en aquellas palabras. A pesar de estar completamente sola en su habitación, escondió su rostro en su almohada y de vez en cuando golpeaba sus mejillas soltando algunas plumas de la almohadilla.
—Contrólate, Goody Addams, tu comportamiento es completamente irracional —se dijo en voz ligeramente baja, y dejó la almohada tapando su boca, dejando ver que sus mejillas estaban completamente ruborizadas.
Goody no comprendía por qué aquellas aleatorias palabras de Badley le habían trastornado de esa forma. La chica Sinclair era un detonante de nuevas sensaciones para la Addams, que ahora se veía incapaz de comportarse sin sentirse abrumada.
Finalmente, logró volver de su abstracción cuando creyó que alguien había tocado la puerta de la casa. Goody logró recomponerse y se acomodó un poco el cabello que se había despeinado con la almohada. Bajó las escaleras y al abrir se encontró con Tyna, que parecía ligeramente preocupada.
—¿Qué sucede, Tyna? —inquirió Goody, confundida.
—Rápido, Beck Blackwolf —fue lo único que dijo, y guio a la chica Addams hacia el centro del pueblo, donde varios pueblerinos y peregrinos estaban reunidos.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó Goody pasando entre las personas que se reunían en círculo, alrededor del pequeño niño Beck, y un adulto joven que se mantenía de brazos cruzados y serio, como si no le importara lo que sucedía, era un chico bastante atractivo y alto, con el cabello de color castaño oscuro, ojos verdes y una túnica roja.
—¡Ese niño arrancó la túnica sagrada de Lord Prosperus! —gritó el muchacho que se encontraba al lado del chico con túnica roja.
—¿Lord Prosperus? —inquirió Goody, confundida, y entonces Joseph Crackstone se acercó gentilmente, con una sonrisa como si le quitara importancia al asunto, pero la chica Addams no bajó la guardia ante esa aparente despreocupación.
—Se refiere a este señor —dijo Crackstone, señalando cortésmente al chico con túnica roja, y tratándolo con magnanimidad a pesar de ser bastante joven—. Es uno de los hijos de uno de los Condes más importantes de nuestra nación. El nombre de este apuesto joven es Lord Prosperus Cavendish.
—Supongo que el “Lord” no es parte del nombre —trató de bromear Goody, para aminorar la gravedad de la situación.
—Jaja, no, es solo su título que lo identifica como Noble —dijo Crackstone.
—Pues, encantada de tenerlo entre nosotros, Lord Prosperus —saludó cordialmente Goody, y la chica notó que Badley Sinclair estaba entre la multitud que observaba, aunque parecía mirar hacia varios lugares, como buscando algo—. ¿A qué debemos el honor de vuestra presencia?
—Siempre he querido viajar por el mundo, y mi padre me concedió esta oportunidad —dijo Prosperus con un tono serio de voz, pero que resultaba cándido.
—Entiendo... Y, ¿qué sucede? —preguntó Goody, esta vez mirando a Crackstone, pero fue el joven y ruidoso acompañante de Prosperus quien respondió.
—¡Ese niño! Que le arrancó parte de la túnica sagrada a Lord Prosperus —gritó, casi escandalizado, mientras apuntaba agresivamente con el dedo a Beck, que temblaba confundido y asustado por ser de repente el centro de atención.
—Yo... Yo... —el niño tartamudeaba, y Goody se acercó rápidamente a él para abrazarlo y calmarlo, evitando que se convirtiera en un lobo por el pavor de la situación.
—Ya cállate, Mark, dije que no es importante —le dijo Prosperus al joven.
—¡Pero es importante! Esa túnica está valorada en una fortuna por la mismísima realeza —insistió el joven llamado Mark, pero Prosperus suspiró y cerró los ojos, como acostumbrado a ese tipo de escenas que consideraba innecesarias.
—Su túnica... —Goody miró a la vestimenta de Prosperus, y notó que un pedazo había sido rasgado justo al final, cerca de las botas, también la chica Addams notó que Badley ya no se encontraba donde la había visto entre la multitud, y sacudió su cabeza tratando de ignorar a la pelinegra Sinclair que estaba estorbando en sus pensamientos— ¿Tú hiciste eso, Beck? Responde sin presión, y con sinceridad —le preguntó en voz baja y fraternal al niño, que negó con la cabeza—. Beck dice que no fue él, y yo confío en su sinceridad. Tal vez fue un error, Lord Prosperus.
—No me importa quién haya sido —aclaró el conde—. Todo esto me parece innecesario, es solo un pedazo de ropa.
—¡Es un costoso pedazo de ropa! —prosiguió Mark.
—Ya cállate —refutó Prosperus con solemnidad.
—¿Y dónde está el pedazo de tela? —preguntó Goody tranquilamente.
—¿El pedazo de tela? —Mark de repente parecía confundido.
—Supongo que no se planea acusar a un niño inocente sin pruebas, ¿cierto? —ironizó Goody, y Mark comenzó a titubear, ligeramente avergonzado.
—B-Bueno, e-es que el niño era el único presente aquí, y...
—¡Mi niño! —la señora Blackwolf se acercó preocupada empujando a unos cuantos de los presentes, y abrazó a su pequeño hijo— ¡Señorita Goody, ¿qué sucede?!
—No se preocupe —la chica Addams le sonrió conciliadoramente y se levantó—. ¿Y bien? ¿Dónde está el pedazo de tela? —le preguntó a Mark, pero no le había perdido el rastro a Crackstone, quien miraba detrás de él, como tratando de buscar a alguien. Sin embargo, Goody solo se sorprendió cuando escuchó una voz conocida.
—¡¿Es esta?! —inquirió Badley acercándose al centro y mostrando con una reluciente sonrisa un pedazo de tela roja que parecía muy similar a la túnica de Prosperus— A ver... —dijo, y se acercó al joven conde para colocar el pedazo en la tela faltante de la túnica, comprobándose que era la misma— Parece que sí. Lo siento, vi este pedazo de tela cerca de la casa donde se queda el joven Cavendish y me pareció tan linda y glamorosa que la recogí. ¡Es una tela magnífica, ¿no es cierto?! —preguntó medio divertida, y le extendió el pedazo a Prosperus, pero el más consternado era Mark.
—¿En la casa de Lord Cavendish? —preguntó Crackstone, sorprendido, y Badley, después de que Prosperus le indicara con la mano que podía quedarse con la tela, volteó su cabeza hacia el líder peregrino, con una confiada sonrisa.
—Sí, la cual está bastante lejos de aquí, ¿no es cierto? Así que si Mark dice que el pequeño Beck estaba por aquí y esa fue su única razón por la que acusarlo, queda descartado como sospechoso. En realidad, yo creo que podemos tomar como moraleja que no importa qué tan costosa sea una tela, todas se terminan rompiendo —bromeó Badley, y todos terminaron callados. Goody estaba impresionada por la chica Sinclair.
—Bueno... Creo que todo se solucionó, qué bien. Vámonos y sigamos con nuestras actividades diarias —concluyó Crackstone con una sonrisa que parecía ligeramente nerviosa, pero casi nadie lo notó y todos se alejaron de la escena.
—Muchas gracias, señorita —dijo la madre de los Blackwolf, mirando con sincera devoción a Badley, que solo le sonrió dulcemente.
—No hay de qué, solo hice un intento de justicia —repuso la chica Sinclair, que se sorprendió cuando el pequeño Beck rápidamente la abrazó.
—¡Muchas gracias, señorita, no solo huele bien, es también una buena persona! —dijo Beck, y Badley no dejó de estar sorprendida por varios segundos, hasta que sonrió gentilmente y abrazó de vuelta al pequeño.
—Nos gustaría invitarla a una cena en nuestra humilde casa, si le parece bien, como agradecimiento —dijo la señora Blackwolf.
—Ah, no es necesario el agradecimiento, pero aceptaré la invitación con mucho gusto, la comida no debería rechazarse —bromeó la chica Sinclair, y después se despidió con la mano de los Blackwolf que se alejaban.
—... Tyna, ¿puedes contactar a Eugene? Me gustaría hablar con él. Por favor, dile que vaya a mi casa y que lo esperaré allá —le dijo Goody después de observar a Badley durante unos segundos, de forma curiosa.
—Ah, sí... —Tyna, aunque mirando con cierto recelo hacia Badley, decidió retirarse para cumplir con la petición de Goody, así que las dos chicas, Addams y Sinclair, se habían quedado solas en aquel lugar del pueblo.
—¿Dónde encontraste de verdad ese pedazo de tela? —le preguntó Goody, observando la tela roja que Badley mantenía en su mano.
—Jeje, te diste cuenta —sonrió la pelinegra—. Del bolsillo del ayudante personal de Crackstone, ese chico llamado Isaiah Breakoaths —dijo, aunque esto último en un tono menos alegre como la caracterizaba, y Goody se sorprendió al escucharla.
—Entonces Crackstone es el culpable —aseguró la chica Addams.
—Sabía que saldrías con eso —bromeó amargamente—. No son pruebas suficientes, Goody. Tú dijiste que confiabas en el pequeño Beck, así que miré en los alrededores para asegurarme de que nadie quisiera inculparlo. Tal vez el ayudante de Crackstone, Isaiah, quería culpar a Beck, pero no tiene que haber sido por orden del propio Crackstone. O incluso tal vez la robó para venderla después, o solo recogió la prenda por equivocación y no pretendía culpar a nadie.
—Crackstone estaba mirando hacia atrás antes de que tú intervinieras, seguro allí estaba su ayudante y trataba de pedir algún tipo de explicación de por qué no acababan de inculpar a Beck. Su actitud cuando mostraste la prenda fue de nerviosismo, como si sus planes hubieran sido arruinados. Y creo que tú eres muy consciente de eso.
—... Debo admitir que pensé en la posibilidad de que Crackstone fuera culpable, sí, después de todo es muy probable, pero no tenemos una prueba firme. Cuando hablé con él intenté desafiarlo con mi mirada y mis palabras, pero aparte de un común nerviosismo, no vi nada sospechoso. Tú sugieres que ellos buscaban una oportunidad para tirar la prenda cerca de Beck y culparlo, ¿no? ¿Qué ganarían con eso?
—Una guerra entre los pueblerinos y los peregrinos —dijo rápidamente Goody.
—... Vale, digamos que sí, que Crackstone fue el culpable. ¿Qué harás ahora? Incluso si lo acusas, solo crearías un real conflicto cuando ahora todo está bien. Después de todo, logré solucionar este inconveniente, ¿o no?
Badley tenía razón. La chica Sinclair había manejado la situación de una manera tan perfecta que eliminó cualquier culpabilidad por parte de los pueblerinos al mostrarse ella misma, una peregrina, con la prenda de Prosperus. Además, bromeó con sus propios compañeros peregrinos sobre la nimiedad del asunto, de tal forma que ningún bando parecía acusar al otro; ni siquiera la familia Blackwolf, la más perjudicada, ni ningún otro pueblerino, parecía guardarle algún rencor a los invitados de Crackstone por el incidente. La actuación natural y desenvuelta de Badley fue simplemente magnífica; Goody tenía que reconocerlo, y agradecerlo.
—Sí... Y muchas gracias por eso —confesó la rubia, que sintió cómo sus mejillas se sonrojaban de nuevo, sin poder evitarlo, así que apartó un poco la mirada, para confusión de Badley—. Has demostrado apoyarnos a nosotros los nativos, y aprecio mucho eso. No sé cómo recompensarte.
—... Qué manía con querer recompensar cada acto que consideran bueno —medio que se quejó Badley después de unos segundos confundida por la actitud de Goody, esta última que miró menos sonrojada hacia la chica Sinclair, para escuchar sus actuales palabras—. Solo hice lo que consideré correcto, pero si se recompensa cada buen acto solo crearán hipócritas que ayudan por beneficio propio y no por desinterés.
—... Estoy de acuerdo en parte, pero en este pueblo no creamos hipócritas, creamos una reciprocidad desinteresada, no se trata de debernos algo, se trata de expresar nuestra sincera gratitud.
—Je, tal vez las cosas funcionen de manera muy diferente, aquí y en el lugar de donde yo vengo —sonrió amargamente Badley tras escuchar a Goody.
—... Igualmente, insisto en recompensarte, has demostrado que eres de confianza, y no quiero que alguna vez dudes en la fe que he depositado en ti.
—Como ya dije, no es necesario que--
—Dime, Sinclair, ¿qué pensarías si existiera un medio para ver a tus padres?
—... —Badley se quedó atónita, sin esperarse aquellas palabras.
...
Las dos chicas caminaban hacia la casa de la rubia, donde se encontraron a Eugene a punto de tocar la puerta.
—Oh, aquí estás —dijo el chico, que todavía se sentía un poco nervioso con la presencia de Badley, pero cada vez se iba adaptando mejor.
—Creo que tendré que aceptar tu propuesta, Eugene. Necesito que una de tus abejas vigile los movimientos de Crackstone —comentó Goody.
—¿Eh? —se sorprendió la pelinegra Sinclair.
—Menos mal que estás de acuerdo, pero... —el chico miró a Badley, con recelo.
—No te preocupes por ella —advirtió la rubia.
—En realidad, me gustaría comentar algo —dijo la otra, lo que provocó que Goody le dirigiera una seria mirada—. Es peligroso lo que pretenden porque Crackstone podría descubrir que tenéis poderes y, por otra parte, si Crackstone no es vuestro enemigo, perderíais su confianza y podríais causar la guerra que tanto teméis.
—Esos fueron los argumentos con los que Goody había rechazado mi propuesta.
—¿Y entonces? —le preguntó Badley a la rubia, confundida.
—Pero con el incidente de hoy, es mejor precaver que tener que lamentarse —dijo la Addams, y la pelinegra aunque no estaba del todo de acuerdo, se encogió de hombros y no dijo nada más—. Me conformaré con cualquier comentario que hayan hecho hoy. Necesito que una de tus abejas los persiga y escuche. Si se delatan, no podremos desenmascararlos, pero al menos sabremos a qué atenernos. Solo me bastará con lo que queda de este día, lo prometo —dijo, esto último a Badley, que se sorprendió. Eugene notó un silencio extraño entre las dos chicas, y fingió toser.
—Bien, me pondré manos a la obra —comentó el chico.
...
Crackstone conversaba con su ayudante Isaiah Breakoaths en su habitación, ya habían charlado muchas cosas importantes, pero se puede decir que la abeja de Eugene llegó justo a tiempo para escuchar algo comprometedor.
—Esta vez Lady Sinclair arruinó todo —se quejó Crackstone, sentándose en el asiento de su escritorio, mientras Isaiah lo observaba imperturbable.
—¿Cree que Lady Sinclair pueda saber algo sobre nuestras intenciones? —preguntó el ayudante. Se trataba de un chico joven y atractivo, de cabello castaño y ojos grises, con una sonrisa taimada y postura refinada.
—El problema es que no recuerdas si se te cayó el pedazo de tela o Lady Sinclair lo agarró directamente de tu bolsillo —dijo Crackstone—. La idea era dejarlo caer cerca del niño, pero no nos dio tiempo. La mirada de Lady Sinclair me pareció medio desafiante, pero desde niña ella siempre ha sido así, extravagante, por lo que no puedo asegurar nada y, además, sé que ella no es peligrosa.
—Sigo pensando que pudimos haber hecho un movimiento más arriesgado —comentó Isaiah—. Pero después de mi enorme fallo el día de hoy, no puedo reclamar.
—No, tienes razón acerca de lo del movimiento más arriesgado —asintió Crackstone—, fui yo quien no te escuché. Pero tampoco quiero causar una guerra con los nativos mientras podamos evitarlo. Solo quería eliminar las sospechas de que ese niño fuera... un bicho raro, ya sabes que sus comportamientos eran sospechosos. Pero eso me enseñará a tener más cuidado para la próxima. En realidad, me gustaría solucionar todo esto con el apoyo de los pueblerinos. Si podemos llevarnos bien con ellos, estoy a favor de esa opción, pero... Claro, no podemos admitir a ningún bicho raro, o al menos no debemos permitir que ningún peregrino sepa de la existencia de algún fenómeno entre nosotros. Si hay algún monstruo entre ellos, lo ocultaremos o eliminaremos de la forma más conveniente, pero no podemos aceptar a ningún descaminado del Señor, porque la voluntad de Dios es omnipotente. Y estaré encantado de hacer algún pacto beneficioso con Goody Addams si así consigo lo que quiero.
La abeja, que escuchaba y entendía todo, tuvo que reprimir las ganas de picar a Crackstone, y se limitó a cumplir lo que Eugene le había pedido, y se retiró al finalizar la conversación entre Crackstone y su ayudante Isaiah.
...
—Fuiste a buscar tu libro —advirtió Badley mientras, de noche, las dos chicas caminaban por el bosque.
—Sí, lo había dejado en casa con el apuro de la noticia de Tyna sobre Beck —confesó Goody mientras se hacía paso con cuidado a través de los troncos y las ramas de los árboles, y la pelinegra la seguía—. Por eso le pedí a Tyna que llevara a Eugene a mi casa, para aprovechar y buscar el libro, es necesario para lo que voy a hacer.
Goody sostenía con su mano izquierda el libro negro que tanto la distinguía. Su corsé blanco parecía opaco con aquella oscuridad, a diferencia de la gema que Badley siempre traía como un collar, colgada de un extremo a otro de las solapas del elegante blazer de la chica. Incluso con aquella profunda oscuridad, la gema de Badley brillaba con un hermoso tono verde esmeralda. Esta vez Goody, que observaba disimuladamente a la chica detrás de ella siempre que podía, no pudo evitar preguntar al respecto.
—¿No te preocupa romper tu elegante vestimenta? —preguntó la rubia.
—Es solo ropa —sonrió Badley con sinceridad—. En realidad, solo la uso para aparentar que me importa mi estatus delante de Crackstone y los demás, pero estoy ansiosa por ver el momento en el que termine despedazándose esta incómoda ropa.
—No deberías andar por ahí tratando de destruir tu ropa. Si no te gusta regálala o algo así —comentó Goody.
—Considero que regalar algo que no me gusta es como tirarlo a la basura, y sería una falta de respeto para quien se lo regale —dijo Badley, en un tono que parecía broma, así que la chica Addams solo volteó para dirigirle una sonrisa incrédula que la pelinegra devolvió con cierta complicidad.
—¿También te resulta incómoda esa gema que llevas al cuello?
—Ah, no, esta no. Es un regalo de mis padres antes de ellos morir, así que la aprecio mucho —dijo Badley, y por unos segundos Goody se mantuvo en silencio.
—... Bueno, ya llegamos —dijo la rubia, deteniéndose en un espacio circular, casi cerrado por los árboles alrededor. La chica Sinclair miró hacia arriba y notó que incluso las ramas de los árboles taponaban el lugar solo dejando unas ligeras grietas iluminadas por la luz de las estrellas y, en el centro, había una abertura un poco más grande donde se observaba parte de la luna.
—Este sitio es hermoso —comentó Badley, y Goody sonrió.
—Pero no lo escogí por eso. Es un lugar muy apartado del pueblo o de los barcos, así que aunque se ilumine mucho, no llamará la atención.
—¿Iluminarse? —inquirió la pelinegra, sorprendida.
—Sí... Bueno, tal vez hago tarde la pregunta después de llegar hasta aquí, pero... ¿Estás segura de que quieres hacer esto?
—De hecho, estoy más segura de que, en realidad, ya me hiciste esa pregunta varias veces antes de llegar aquí —sonrió Badley un poco de forma burlona.
—Como sea, es algo serio, y... No quiero que te sientas mal si lo que ves te desagrada o... —Goody no sabía cómo explicarse, pero la Sinclair le sonrió tiernamente.
—No te preocupes. Estoy segura de esto. Creo que es algo que he soñado muchas veces, no me importa lo que voy a ver. Solo quiero verlo.
Badley Sinclair había heredado toda su fortuna tras la muerte de sus padres, pero la pelinegra era una persona realmente desligada del dinero, algo que demostró su comentario acerca de lo poco que valoraba su costosa ropa, a excepción de aquella gema esmeralda, que solo apreciaba por ser un regalo de sus difuntos padres.
«Soy la última de mi familia, al menos hasta donde yo sé. Créeme, Addams, incluso si existiera un medio para resucitar a los muertos, el dinero no sería el que me otorgara la posibilidad de ver a mis padres aunque sea una sola vez. Así que, al menos, estoy orgullosa de que mi felicidad no depende de la infelicidad de otros», eso le había dicho Badley a Goody cuando le habló por primera vez de su familia, y la rubia no podía quitarse aquellas palabras de la mente, porque, en realidad, sí había una manera de ver de nuevo a los muertos, y Goody estaba preocupada por cómo se comportaría Badley si lo supiera o entablara contacto con ellos. La pelinegra se había ganado la confianza de la Addams en poco tiempo, y ahora la pueblerina temía decepcionarse.
—... Está bien. Quédate donde estás y espera pacientemente —le dijo la rubia, confundiendo a la chica Sinclair que se encontraba de frente a Goody, pero un poco alejadas la una de la otra. La Addams abrió el libro, buscó una página, colocó su mano derecha en la hoja, y pronunció unas palabras que parecían ser latín.
Badley se sorprendió por la hermosa enunciación de Goody, que parecía un melodioso cántico dedicado a los dioses. De repente, del libro se iluminaron lo que parecían ser las palabras en las hojas, y, alrededor de la rubia, pequeñas partículas de luz se reunieron y comenzaron a flotar, incluso el corsé platinado de Goody comenzaba a ondear en el aire que solo había cerca de ella. La chica Addams parecía un ángel benefactor, que hizo sonrojar a Badley.
Después de unos segundos, las partículas de luz se concentraron delante del libro de Goody, y crearon lo que parecía ser una puerta blanca y luminosa, que brillaba desde el interior. Goody no se veía del otro lado, y Badley tuvo que taparse un poco el rostro con su mano izquierda debido a la luz casi cegadora en aquella profunda oscuridad.
—Ya puedes entrar —dijo Goody, asomándose por el costado derecho de la puerta y sorprendiendo más a Badley, quien, aunque con pasos lentos, decidió acercarse a la puerta y miró a su compañera con cierta agitación. La rubia pareció notar el ligero temor de Badley, y le sonrió colocando su mano derecha en el hombro izquierdo de la pelinegra, que finalmente se armó de valor y decidió entrar, desapareciendo de la vista de Goody, a quien solo le quedaba esperar desde el exterior.
...
Cuando Badley entró, con los ojos cerrados por la intensa luz, decidió abrirlos solo después de unos segundos en los que pensó que sus pupilas ya se habían acostumbrado. No había nadie ni nada delante de ella, solo un amplio escenario completamente blanco con algunos pequeños puntos resplandecientes. Badley miró hacia atrás y notó que la puerta seguía allí, pero no veía a Goody del otro lado, sino el mismo manto blanco que ella veía antes de entrar.
—Badley —la pelinegra escuchó una voz, que la dejó evidentemente consternada. La chica volteó ligeramente su cabeza hacia adelante, y se sorprendió al ver a dos adultos frente a ella—. Cómo has crecido —quien hablaba era una mujer, muy parecida a Badley, con sus mismos ojos azules, pero con el cabello castaño claro.
—Mamá...
—Nos alegra mucho volver a verte, queríamos despedirnos correctamente —dijo el hombre, un señor muy atractivo y con sonrisa jovial, con el cabello negro azabache y los ojos de color avellana.
—Papá...
Finalmente, Badley comenzó a llorar, sin poder contener por más tiempo las lágrimas que amenazaban con salir por las comisuras de sus ojos.
—Vaya, creo que nunca te había visto llorar. Siempre fuiste una niña muy alegre y efusiva. Me hace feliz ver esta faceta tuya más vulnerable —sonrió dichosa la madre.
—Yo... Solo quería volver a verlos... Quería saber... tantas cosas... —dijo Badley, mientras se secaba un poco las lágrimas de sus mejillas.
—Nuestra condición no nos permite contestar muchas preguntas que comprometan la fina línea entre la vida y el “más allá”. Pero estaremos encantados de responder todo lo que podamos —aseguró el padre, con una tierna sonrisa.
—No quiero hacerles tantas preguntas, solo quiero saber algo que para mí significa mucho... —dijo Badley, e hizo una pequeña pausa de algunos segundos. Los padres le sonreían como si ya supieran lo que su hija iba a decir— ¿Qué piensan de mí?
—Te amamos, y siempre te amaremos... —comenzó la madre.
—... como siempre lo hemos hecho —y finalizó el padre.
Badley volvió a llorar, sin tener valor para mirar a sus progenitores a la cara, como si estos pudieran desaparecer una vez que los volviera a observar.
—¿Puedo... abrazarlos? —preguntó la chica, y los adultos asintieron con un tono de voz realmente enternecedor. Badley corrió, aún sin mirarlos, y los abrazó fuertemente con los ojos cerrados. Parecían personas reales, al menos al tacto, vestían las ropas que más usaron en vida, al menos como Badley lo recordaba, e incluso la textura era tan nítida que por un momento pensó que volvía a ser una niña pequeña, rodeada de las dos personas que más amó en el mundo. La forma en la que la abrazaban era tal y como Badley la recordaba. Esas personas eran sus verdaderos padres, ella no podía entender cómo, pero estaban justo ahora a su lado, y se sentía enormemente feliz.
...
—Ah... —Goody, que se había mantenido de pie por varios minutos, apretando el libro en su mano, preocupada por si algo podría salir mal, se sorprendió cuando notó que Badley comenzaba a salir del portal, el cual se cerró una vez que la pelinegra estaba completamente fuera de aquel mundo blanco.
Las dos chicas se mantuvieron en silencio. Badley tenía la mirada baja, tanto que Goody no podía ver los ojos azules de la Sinclair, la cual se acercó lentamente hacia la rubia, hasta que terminó abrazándola. La Addams no comprendía, pero se quedó quieta durante los segundos que duró el abrazo.
—Gracias. Muchísimas gracias —dijo Badley, y Goody sonrió aliviada.
Las dos se sentaron en el pasto, observando la luz de las estrellas que entraba por las hendiduras que permitían las ramas de los altos árboles.
—¿Estás satisfecha? —le preguntó la rubia.
—Sí, me otorgaste el mejor momento de mi vida —sonrió Badley, mirando hacia las estrellas mientras Goody observaba el perfil derecho de su compañera.
—... ¿No te preocupa que lo que viste... fuera falso?
—Eso pensé antes de entrar, en realidad, pero ahora no tengo dudas. Ellos eran mis verdaderos padres.
—Hay ilusiones que parecen reales... —comentó débilmente Goody.
—Pero hay realidades que no pueden sustituirse con meras fantasías —sonrió dulcemente Badley, y abrazó sus propias piernas, apoyando su cabeza en sus rodillas, de forma pensativa—. Y lo que yo vi era real, no era una ilusión. Créeme. Lo sé.
—... ¿Por qué estás tan segura?
—Porque mis padres no me dijeron lo que yo quería oír, me dijeron lo que yo necesitaba escuchar —dijo la pelinegra, confundiendo a la chica Addams.
—¿Qué querías escuchar?
—Todo el tiempo que pasé con mis padres, yo solo buscaba algo de ellos. Era la niña más efusiva de todos nuestros conocidos porque quería llamar su atención, quería que me dijeran cómo debía comportarme, qué debía hacer, qué estaba mal o qué estaba bien. Por eso me metía en algunos problemas, pero ellos no me castigaban, solo me regañaban porque sabían que yo no lo volvería a hacer. Quería probar varias cosas para saber lo que ellos esperaban de mí, para saber lo que ellos pensaban de mí... Quería escuchar un «Estamos orgullos de ti». Siempre quise escuchar eso. Incluso ahora que volví a verlos, me repetí varias veces «Quiero que me digan que están orgullosos de mí, que están orgullosos de mí, que están orgullosos de mí...». Lo repetí una y otra vez porque era lo que quería escuchar... Pero no era lo que necesitaba oír. En cambio, ellos me dijeron «Te amamos, y siempre te amaremos, como siempre lo hemos hecho». Eso es lo que un hijo necesita escuchar, siempre lo pensé, pero nunca deseé que me dijeran eso, porque yo los amaba a ellos, no necesitaba una reciprocidad de su parte, quería su aprobación, quería ser su orgullo... Por eso sé que aquellas palabras no fueron una ilusión. Una ilusión te otorga lo que quieres oír, pero el amor te otorga lo que necesitas escuchar... En realidad, ahora que lo pienso, me hubiera dado mucho miedo que me dijeran «Estamos orgullosos de ti», porque entonces pensaría que todo fue una mentira, que solo era mi cabeza diciéndome lo que quería oír, pero yo siempre quise saber lo que ellos realmente sentían y pensaban sobre mí... Gracias, Goody...
—... Me alegro de que te haya hecho feliz ver a tus padres —confesó la rubia, y Badley le sonrió tiernamente.
—Entonces esto... ¿fue esa tal “magia de sombras”? —preguntó la pelinegra.
—Sí. Estaba un poco preocupada por si salía mal, pero...
—Pero ya lo habías probado una vez, ¿verdad? —inquirió Badley, sorprendiendo a su compañera.
—... Sí, porque quería ver a mi padre. Por eso... Te aseguro que lo que viste fue real —dijo Goody.
—... ¿Qué fue lo que tú viste en esa ocasión? Si no te molesta decírmelo, claro.
—... «Cuida a tu madre», esas fueron las únicas palabras que me dedicó mi padre una vez que lo volví a ver gracias a la “magia de sombras” —dijo la rubia, sorprendiendo ligeramente a la chica Sinclair—. Él murió cuando era muy pequeña, así que mis recuerdos sobre él eran muy difusos, o eso creía. Pero, la forma con la que se dirigió a mí, tan formal y escuetamente... Era justo como yo lo recordaba. Una ilusión me hubiera dicho lo típico que le dicen los padres a sus hijos, me hubieran mostrado un cariño genuino y en apariencia sincero, pero... Me mostraron a mi padre tal como era...
—... ¿Y estás bien con eso? —preguntó Badley, curiosa.
—Creo que sí, no me dijo que me odiaba, que me despreciaba, o que no estaba orgulloso de mí... Solo dijo algo que yo de todas formas planeaba hacer, cuidar a mi madre. Así que, al menos, mi padre tenía confianza en mí. Eso es importante, ¿no? —sonrió Goody, y como la pelinegra le devolvió la misma cálida sonrisa, la chica Addams se sonrojó ligeramente y apartó sutilmente la mirada.
—... ¿Podemos quedarnos más tiempo aquí? —preguntó la Sinclair, sorprendiendo un poco a Goody que volteó a verla.
—En realidad, es un poco tarde...
—Solo será unos minutos, lo prometo —le sonrió pícaramente Badley.
—... Está bien.
—Perfecto —dijo orgullosa la pelinegra, que se quitó el blazer y, usándolo como colcha, se lanzó delicadamente hacia Goody, sorprendiéndola, ya que las dos terminaron acostadas en el suave pasto. Badley colocó un extremo del blazer del lado de la rubia, y el otro extremo la tapaba a ella.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó la Addams, confundida y nerviosa.
—Solo quiero tomarme una pequeña siesta —dijo Badley, mientras cerraba los ojos y sonreía tiernamente, con la mano izquierda encima del hombro derecho de Goody, a la vez que sujetando el blazer.
—... Realmente eres como una niña caprichosa... —comentó la rubia, con una sonrisa amarga, pero Badley rio divertida.
—Entonces, la próxima vez, no me consientas demasiado, o seré más caprichosa contigo —susurró pícaramente en la oreja izquierda de Goody, que se sonrojó de forma casi instantánea y cerró los ojos, para tratar de abstraerse del momento.
[...]
Una cancioncilla espantosamente alegre estaba repitiéndose una y otra vez. Wednesday comenzaba a fruncir las cejas aún dormida, hasta que finalmente abrió los ojos y miró a su alrededor, todavía confundida sobre dónde se encontraba. A su derecha estaba Wendy, durmiendo apaciblemente y, del otro lado de la niña, Enid abría lentamente los ojos, al parecer despertándose igualmente.
Wednesday tardó unos segundos en darse cuenta de que se había quedado dormida en la cama de la lobisona, pero era tarde para hacer como si nada hubiera ocurrido, ya que la rubia Sinclair parecía sorprendida pero completamente consciente del hecho de que Wednesday estaba en su cama. Las dos adolescentes se quedaron mirando en silencio durante unos segundos, sin saber qué decir. Entonces Enid notó que ambas sostenían una mano de la pequeña Wendy que dormía profundamente, y sonrió.
—Jeje, alguien tiene cierta debilidad por Wendy, aunque lo niegue —bromeó la lobisona con una sonrisa pícara, y Wednesday trató de apartarse de la cama y terminó cayendo por el poco espacio que quedaba.
Enid parpadeó varias veces, sorprendida porque la chica Addams se cayera de la cama, pero la pelinegra se levantó rápidamente, se sacudió, y se cruzó de brazos como si nada hubiera pasado, adoptando un tono serio en su voz.
—No fue debilidad o algo así —declaró Wednesday—. Es solo que Wendy parecía tener pesadillas, y me molestaba a la hora de escribir mi novela.
—Ya, está bien, haré como que te creo —sonrió Enid, muy divertida mientras se sentaba en la cama—. ¿Pero qué es ese tono de móvil? Obviamente no me molesta, pero no es mío, ¿cierto? Aunque, tampoco suena a algo que tú usarías como despertador...
—¡Thing! —Wednesday le gritó a su fiel pero burlón compañero, el cual estaba dormido sobre el escritorio de la Addams, pero se despertó súbitamente por la exclamación de esta— Apaga esa cosa o te cortaré un par de dedos.
—¿No puedes simplemente quitarlo? —preguntó Enid mientras se levantaba con cuidado de la cama, para no despertar a Wendy.
—...
—... ¿No sabes quitarlo? —inquirió la lobisona al observar el silencio de la otra— Oh, Wens, solo tenías que decírmelo, yo haría cualquier cosa por ti-- digo, estoy más acostumbrada a los aparatos tecnológicos, así que puedo ayudarte sin problemas, sí, eso es —sonrió nerviosamente y se quejó consigo misma en voz baja por haber dicho algo imprudente que, por suerte, Wednesday no pareció notar.
—¿Puedes poner algo de Beethoven en su lugar? —preguntó sencillamente la pelinegra cuando observó cómo Enid cambiaba el tono de su móvil.
—Claro, solo hay que descargarlo, ¿qué música quieres? —indagó la lobisona con una sonrisa, mostrándole a Wednesday las opciones desde su móvil.
—Esta —dijo la pelinegra, y Enid asintió mientras terminaba de programar todo.
—Ya. Si necesitas ayuda nuevamente, no dudes en hablar conmigo —dijo Enid, devolviéndole su móvil a la chica Addams.
—Gracias... —expresó la pelinegra, con un tono de voz ligeramente tímido— Pero ya vi cómo se hace, así que no será necesario.
—Me refiero a cualquier otro tipo de problemas que tengas con tu móvil, cambiar la música del despertador no es lo único que necesitas hacer —bromeó Enid.
—¿Ya es de día? —preguntó Wendy, que acababa de despertarse y se sentó en la cama, todavía con los brazos cruzados frente a su pecho.
—Qué tierna, duerme igual que tú —sonrió Enid.
—Supongo que es de familia —dijo sencillamente Wednesday.
...
Las tres chicas estaban vistiéndose para su siguiente día de clases. Enid peinaba con entusiasmo a la pequeña Wendy, que casi se dormía sentada frente a la lobisona.
—Siempre quise tener una hermanita —mencionó Enid.
—Creo que ya me lo habías mencionado. Te la regalo —dijo Wednesday.
—Ya perdió, ¿no es cierto, Enid? —preguntó Wendy, un poco más despierta.
—¿Eh? ¿A qué te refieres? —quiso saber la lobisona, confundida.
—La apuesta que hicimos —explicó la niña—. Ella me está tratando con desprecio al decirme que “me regala”, así que perdió.
—Ehhh... Bueno, todavía no termina la primera semana, así que todavía Wens puede ganar y mejorar su comportamiento —dijo, y estas últimas palabras las enfatizó para que la pelinegra recapacitara acerca de su forma de hablar delante de Wendy—. Además, Wens solo estaba bromeando, es su forma de hacer un chiste, ¿cierto, Wens?
—Sí... lo que sea —suspiró Wednesday, casi incrédula.
—¿Qué sucede, Wens? Llevas demasiado tiempo viéndote al espejo, lo cual no es normal en ti —dijo Enid, terminando de peinar a Wendy y acercándose a su compañera de cuarto, la cual parecía ligeramente alterada por no poder colocarse bien la corbata de su uniforme—. Oye, ¿estás bien? —preguntó la lobisona, preocupada.
—Sí, es solo esta estúpida corbata, que no sé qué le sucede hoy —se quejó.
—Jeje, eso es que estás preocupada por algo que está ocupando demasiado tu mente —dijo Enid con una tranquilizadora sonrisa, mientras sujetaba la corbata de Wednesday y, delicadamente, la abrochaba de la forma correcta.
La pelinegra trató de mirar a varios lados, con tal de no establecer contacto visual con Enid, ya que se sentía confundida con la lobisona arreglando su uniforme justo como Wednesday había visto muchas veces a Morticia engalanando el traje de su padre Gomez. Era un sentimiento extraño que le causaba que no supiera qué hacer en esa situación. Enid miró a los ojos de Wednesday que intentaban ignorar a la rubia, pero la lobisona sonrió un poco sonrojada y apartó su mano lentamente de la corbata, cruzando sus dedos de ambas manos detrás de ella, sutilmente nerviosa y un poco feliz.
—Ya está. Te ves genial —sonrió Enid, de repente también mirando hacia varios lados, como si mirar a Wednesday directamente provocara un fuerte escozor en sus mejillas que ya estaban ligeramente sonrosadas.
—... Gracias —fue lo único que pudo decir Wednesday, mientras Wendy las observaba en silencio, levemente curiosa, pero como si la niña supiera mucho más de lo que las dos adolescentes esperaran.
—... Si algo te preocupa, dímelo, por favor —dijo Enid, sorprendiendo a la pelinegra que decidió finalmente mirarla a los ojos—. Ya te lo dije, estaré de tu lado siempre, y si hay un problema que te atormenta, yo quiero ayudarte a solucionarlo.
—Lo sé —dijo sinceramente Wednesday, sorprendiendo a la lobisona—. Es solo que todavía estoy investigando algunas cosas, y... No quiero preocuparte antes de tiempo. Pero, prometo que te diré todo una vez que lo esclarezca lo suficiente.
—Vale —sonrió Enid con gran alegría, y Wednesday casi podía afirmar que la chica frente a ella resplandecía por la confianza que la pelinegra depositaba en ella. La Addams volteó hacia su escritorio para terminar de preparar su mochila—. ¡En cuanto al baile...! —dijo de repente la lobisona, deslizándose rápidamente hacia el escritorio de su compañera, y casi se cayó al suelo cuando intentó apoyarse en la mesa, pero disimuló lo más que pudo y comenzó a tamborilear en la mesilla con nerviosismo— Pues... ¿vas a ir? —preguntó Enid, que parecía bastante ansiosa por saber la respuesta, para confusión de Wednesday que miraba de arriba hacia abajo a su compañera, curiosa por su actitud.
—... Huston quiere que todos vayamos, pero yo no tengo muchas ganas. Sabes que no me gustan ese tipo de eventos —dijo la pelinegra sencillamente, y decidió concentrarse en sus libros sobre el escritorio.
—Y si fueras... ¿Irías acompañada? —curioseó Enid, cerrando sus labios con nerviosismo. Wednesday no miró a la lobisona, pero sus movimientos se ralentizaron como si no comprendiera a qué quería llegar todo aquello.
—... ¿Quién quisiera ir conmigo, en primer lugar? —cuestionó Wednesday, sin darle más importancia al asunto.
—Yo, es decir... —dijo Enid, que había hablado demasiado rápido y casi se muerde la lengua— A mí no me importaría, de hecho me gustaría mucho.
—... —esta vez Wednesday volteó a ver a Enid, completamente confundida— Pero... ¿No es más lógico que vayas con tu novio Ajax?
—Ah... En cuanto a eso... —Enid no sabía por dónde comenzar su explicación.
—¡Enid! —se escuchó la voz de Yoko del otro lado de la puerta.
—Tch... ¡Entra, está abierta! —dijo Enid, tratando de disimular su mal humor.
—¡Vamos, ¿qué hacéis las dos aquí todavía?! —preguntó Yoko, entrando a la habitación acompañada de Divina que tenía las manos en los bolsillos e intentaba ignorar el comportamiento extrovertido de la chica-vampiro— Hoy es la clase acerca de lobisones y vampiros, sabes que es nuestra clase favorita porque los dos bandos comienzan a decirse cosas entre ellos y muchos chismes salen a la luz. Aunque obviamente los vampiros somos mejores —bromeó al final.
—Tía Yoko... Eres realmente inoportuna —confesó Wendy, mirando a la chica-vampiro con un rostro que parecía apiadarse de ella.
—¿Qué? —inquirió Yoko, confundida.
—No importa. Vámonos ya —dijo Enid agarrando su mochila, y Wednesday se limitó a hacer lo mismo, y todas salieron de la habitación.
...
Wednesday le había encargado a Thing que vigilara y cuidara a Wendy, pero el mayor posible causante de un daño hacia la pequeña estaba justo en el aula de clases: Tyler Galpin, sentado justo en el extremo superior derecho. El asiento a su lado estaba vacío, obviamente nadie quería ocupar ese puesto y, para desgracia de Yoko, la clase no pudo ser todo lo interesante que esperaba, ya que apenas hubo comentarios de parte de los estudiantes, que se enfocaban más en mirar disimuladamente a Tyler, con recelo.
La chica Addams estaba sentada a la derecha de Enid, que golpeaba con su lápiz tímidamente su cuaderno, como si no supiera qué hacer. Wednesday pensó en lo que la lobisona le había dicho sobre el baile, y miró hacia la fila de asientos de la izquierda, en la primera hilera horizontal estaban Ajax y Xavier conversando en voz baja. Wednesday no sabía qué podían significar las palabras de Enid, ¿acaso les iba mal en la relación? La chica Addams se debatía entre si alegrarse o continuar pensando cuál era la razón detrás de la supuesta ruptura, pese a que la pelinegra actualmente tenía varios problemas mucho más urgentes que resolver y se regañaba a sí misma por dejarse disociar.
—Las clases en Nevermore serán muy interesantes con un asesino entre nosotros —comentó en voz baja Bianca, pero como estaba justo detrás de Wednesday, esta última la escuchó perfectamente, e incluso tuvo la sensación de que la sirena tenía intenciones de que la pelinegra la oyera—. Creo que me hubiera gustado que la asesina fuera cierta gótica y no un lunático, ¿estás de acuerdo, Addams? —medio que bromeó.
—Completamente de acuerdo, Barclay —asintió sencillamente Wednesday.
—¿Vas a ir al baile, Enid? —inquirió Divina, sentada a la izquierda de Bianca.
—¡¿Eh?! Ah... —la lobisona comenzó a comportarse muy nerviosa— Supongo.
—Yoko me invitó al baile —dijo Divina, sorprendiendo a Wednesday que escuchaba atentamente—, pero me gustaría que también fueras tú, ya sabes que Yoko se deja llevar y comienza a beber más de la cuenta.
—Cierto, Enid tiene más experiencia controlando a Yoko —concordó Bianca con una sincera sonrisa, como si no le impactara el hecho de que dos chicas fueran juntas al baile. Wednesday no comprendía nada.
—Me alegro mucho de que Yoko finalmente se decidiera a invitarte —le dijo Enid a Divina, y cuando la lobisona decidió mirar de nuevo hacia adelante, se detuvo unos segundos para mirar a Wednesday de una forma un tanto insinuante, que dejó a la pelinegra Addams mucho más aturdida.
...
—¿Qué quieres hacer ahora? —preguntó la lobisona. Enid parecía más entusiasta después de salir de los turnos de clases de la mañana. Wednesday, a su lado, intentaba esforzarse por alejar la conversación lo más posible del tema del baile, en lo que caminaban por los pasillos para buscar a Wendy en la Secundaria Nevermore y almorzar juntas antes de las clases de por la tarde.
—Solo ir a buscar a Wendy, y pasar por la biblioteca para investigar un poco.
—Vale, te acompaño —sonrió la rubia.
—¡Ven, dicen que es increíble! —comentó una chica pasando corriendo por al lado de Wednesday y Enid, que se confundieron al ver que varios estudiantes corrían hacia la Secundaria Nevermore. Ambas, pensando lo peor, corrieron también, preocupadas por Wendy. Siguieron a la multitud que se dirigía al estadio de entrenamiento de la Secundaria.
El tiempo parecía un poco nublado, pero en el interior el estadio estaba cerrado con un fuerte techo. Sin embargo, era casi imposible pasar por la multitud de estudiantes (la mayoría de Secundaria) que se arremolinaban en el piso inferior; por eso, Wednesday notó que algunos estudiantes en el piso superior, pocos en comparación con los de abajo, estaban de pie en las gradas frente a las barandillas, observando al mismo lugar que los estudiantes en el piso inferior.
Wednesday le indicó a Enid que la siguiera, subieron las escaleras y lograron mirar hacia abajo. Casi en el centro del campo de entrenamiento, una niña con trenzas rubias y mechas negras, con unos audífonos rosados sin cable en su cabeza, sostenía un arco negro azabache. La diana en cuestión estaba demasiado lejos, pero la pequeña, Wendy, tensaba con facilidad el arco y ya había colocado seis flechas en el círculo más interior. Todos los estudiantes aplaudían con cada flecha, ya que ninguna parecía fallar, pero Wendy no reaccionaba a los aplausos, tal vez no los escuchaba por la música en los auriculares. Wendy decidió coger seis flechas al mismo tiempo, por supuesto, pretendía lanzarlas una por una, pero hubo un prolongado silencio en lo que la niña calculaba sus movimientos para no equivocarse.
Cuando finalmente se decidió, lanzó cada flecha en un intervalo de apenas un segundo entre cada una, y, no solo las flechas dieron nuevamente en el círculo más pequeño, sino que agrietaron las flechas que había anteriormente. La ovación esta vez fue tan estrepitosa que Wendy arqueó las cejas, y decidió quitarse los audífonos y apoyarlos en su cuello, volteó hacia atrás y notó a la multitud que aplaudía por la hazaña de la niña, que miraba incrédula y confundida.
—Wow, creo que es mejor que tú, Wens —sonrió Enid, que aplaudía también.
—¿De dónde sacó esos auriculares? —inquirió la pelinegra.
—Ah, se los regalé yo. ¿Hice mal? —preguntó la lobisona.
—No, está bien. Vamos a por ella —dijo Wednesday, y ambas bajaron y se llevaron a la niña delante de todos los estudiantes reunidos, que se quejaban por la interrupción del pequeño show.
—Qué linda —comentaban unas cuantas chicas de la misma edad que Wendy, refiriéndose a esa misma niña que no entendía las reacciones de la multitud.
—¿Qué hace toda esta gente aquí? Quería un momento a solas, pero me molesta que tantas personas me estén observando —comentó Wendy.
—Sí, lo sabemos —dijo Wednesday, y después de gritarle (casi de forma amenazante) a los estudiantes que estorbaban el paso hasta la salida del estadio, lograron salir y se dirigieron a la biblioteca después de pasar por la cafetería.
—¿Quién te enseñó a usar el arco? —le preguntó Enid con una sonrisa a Wendy.
—... Mi mamá —confesó la niña que dudó unos segundos en responder, mientras mordía su hamburguesa, sentada al lado de la lobisona, en una amplia mesa de la biblioteca, frente a una enorme estantería donde Wednesday buscaba un libro en específico—. Gracias por comprarme la hamburguesa.
—No hay de qué —volvió a sonreír Enid, que le encantaba pasar tiempo con la pequeña—. Oye, Wens, siéntate y come tú también, no has probado nada y tienes que almorzar —le recordó la lobisona, justo cuando Wednesday sostenía un libro enorme—. ¿Vas a leer todo eso? No sé cómo puedes.
—No sé cómo puedes leer cientos de comentarios tontos en Facebook y no leer algo de calidad como Agatha Christie, por ejemplo —refutó Wednesday.
—Vas a perder la apuesta con ese mal comportamiento —recordó Wendy mientras le daba otro mordisco a su hamburguesa, y Enid sonrió divertida.
—Wendy tiene razón, vas a perder con una niña, será una deshonra para ti.
—Haz los deberes de las clases de por la tarde, estoy segura de que no los tienes listos —dijo la pelinegra, sorprendiendo a la lobisona.
—Rayos, es cierto. Wendy, ¿tienes que hacer deberes para por la tarde?
—Solo unos pocos —confesó la niña, y Enid le alcanzó su mochila con una sonrisa, mientras sacaba los cuadernos de la pequeña y los de la lobisona.
—Bien, hagamos los deberes juntas mientras comemos. Puedes preguntarme si tienes duda en alguna materia, ¿de acuerdo? —le sonrió fraternalmente, y Wendy asintió con la cabeza mientras agarraba su cuaderno y escribía a la par que le daba otra mordida a la hamburguesa. Wednesday se sentó frente a ellas y apenas probaba su propio plato, mientras leía el libro que se llamaba “Gemas de Nevermore”, y a veces les daba un vistazo rápido a las dos chicas frente a ella, que la hicieron sonreír ligeramente.
—Una sonrisa de parte de Wednesday Friday Addams, creo que se va a acabar el mundo —dijo alguien a la derecha de la pelinegra, y al voltear se dio cuenta de que el fantasma de Goody Addams estaba sentado a su lado con una sonrisa burlona.
Wednesday hubiera preferido reprender al espectro por desaparecer de la nada, pero como solo ella y Wendy veían a Goody, decidió sacar un cuaderno y escribió lo que quería decirle al fantasma en vez de parecer una loca que hablaba sola.
«¿Dónde estabas?», le preguntó Wednesday.
—Visitando algunos lugares de Nevermore, estuve aquí hace mucho tiempo, pero en ese momento este lugar no era una escuela. Me dio mucha nostalgia.
«¿Has recordado algo que pueda estar relacionado con Wendy y la “magia de sombras” o solo has estado perdiendo el tiempo?».
—Eres realmente muy desagradable. Soy tu antepasado, deberías tenerme más respeto. En fin, te responderé solo porque te tengo cierto afecto. No sé cómo volví a aparecer delante de ti, pero estuve pensando al respecto y creo que, más bien, estoy conectada a Wendy, ya que ella es la dueña del talismán en el futuro. Tú solo puedes verme porque una vez estuvimos conectadas, pero cuando Wendy regrese a su tiempo, dejarás de verme. En cuanto al talismán... No puedo alejarme mucho de esa gema, así que no puedo ir a la cripta de Crackstone, donde creo que encontraremos más pistas. Hace mucho tiempo, ella y yo descubrimos una inscripción que necesitaba varias gemas para abrirse. Necesito saber si todo está en orden con respecto a eso o, por el contrario, tanto Wendy como mi aparición y tus sueños son producto de un caos en la cripta.
Sus sueños, a Wednesday casi se le olvidaba la imagen de Enid asesinando a Wendy y luego a ella misma, pero cada vez que lo recordaba intentaba alejar ese pensamiento de su mente. Decidió escribirle a Goody algo que llamó su atención.
«¿Quién es “ella”?».
—Badley Sinclair, una antepasada de Enid. Badley es tan parecida a Enid como tú lo eres a mí. Por supuesto, los mayores parecidos son en el físico, pero nuestras personalidades son bastante diferentes —antes de que Wednesday escribiera algo más, Goody se adelantó al ver la expresión genuina de titubeo de la pelinegra. Wednesday no sabía cómo sentirse con el hecho de que los antepasados de los Addams y los Sinclair interactuaron incluso hace más de varios siglos, la idea de que Enid y ella se habían conocido en otra vida resultaba, por alguna razón, placentero, como una melodiosa armonía—. Sin embargo, definitivamente ella —dijo Goody, señalando sutilmente con la cabeza a Enid— no es ella, y tú no eres yo. Las personas son únicas, Wednesday.
Al escuchar esto, la pelinegra cambió lo que iba a escribir sobre el papel:
«¿Y qué sucedió entre ustedes?».
—... Digamos que tuvimos que dividir nuestros caminos varias veces.
«¿Y cómo te sientes al respecto?».
—A pesar de todo, no me arrepiento. Y sé que Badley tampoco.
Wednesday, analizando las últimas palabras de Goody, tardó unos segundos antes de escribir lo siguiente:
«El 14 de septiembre la Directora Huston quiere hacer un baile de máscaras parecido al “Rave’N”, es una buena oportunidad para ir a la cripta de Crackstone sin llamar la atención ni levantar sospechas».
—Así que el baile de máscaras será el 14 de septiembre, ¿eh? —sonrió melancólicamente Goody, confundiendo a Wednesday.
«¿Qué sucede?».
—Nada. Está bien. Por ahora es buena idea que investigues sobre las gemas de Nevermore, creo que te hará mucha falta esa información.
—¿Wednesday? —preguntó Enid, llamando la atención de la pelinegra porque, al parecer, ella estaba mirando demasiado hacia su derecha donde se encontraba Goody, pero la lobisona no podía ver al fantasma— ¿Sucede algo?
—Nada. Todo está bien.
—... Entonces, ¿con quién irán al baile? —preguntó de repente Wendy, que obviamente había escuchado la conversación con Goody, al menos las palabras del espectro antes de que este desapareciera cuando Enid habló. La lobisona se sonrojó al escuchar eso, y miró disimuladamente hacia Wednesday.
—¿A qué te refieres? —le preguntó la pelinegra a la niña.
—¿Irás al baile? Yo puedo quedarme con el Tío Eugene, que me dijo que me enseñaría su colección de información sobre todas las abejas del continente.
—... Estaba pensando en ir, pero solo para escaquearme luego e ir a la cripta de Crackstone —confesó Wednesday mientras decidía mirar de nuevo el libro en sus manos y sobre la mesa, sorprendiendo a Enid.
—¿Y qué vas a hacer allá?
—No es nada peligroso, o al menos eso creo.
—¿Tiene que ver sobre lo que dice ese libro: las “Gemas de Nevermore”? —inquirió Enid, que pese a su personalidad despistada, era bastante inteligente e intuitiva.
—Sí.
—¿Y ese talismán que llevas como collar también tiene que ver? —quiso saber Enid, y la pelinegra le asintió con la cabeza— Bueno, me alegra que seas sincera conmigo. Ya sé que me pediste tiempo hasta que decidieras contarme todo, pero, al menos, quiero ir contigo a la cripta, me sentiré más segura si voy contigo.
—¿No irás al baile? —cuestionó Wednesday, confundida.
—Tú misma dijiste que irías y luego te escaquearías, ¿no? —bromeó Enid— Así que yo también.
—... ¿Dejarás plantada a Ajax en el baile? Porque no quiero que él nos acompañe a la cripta.
—Yo... En realidad, no pensaba pedirle a Ajax que fuera conmigo, y él tampoco me lo pedirá a mí —se sinceró la lobisona, sorprendiendo a Wednesday.
—... ¿Y eso? ¿Por qué?
—La Tía Yoko dijo que Enid y ese tal Ajax rompieron —dijo Wendy de repente, sorprendiendo a la pelinegra y ruborizando a la lobisona.
—¡¿Por qué Yoko te cuenta esas cosas?! Y está mal que vayas hablando por ahí de la vida íntima de los demás, ¿sabes, Wendy? —medio que la regañó Enid.
—¿Entonces es cierto? —quiso saber Wednesday, y la lobisona débilmente asintió con la cabeza.
—Quería decírtelo, pero... Consulté primero con Yoko y le hablé sobre mis problemas con Ajax. Nos llevamos muy bien, pero... Hace un tiempo ambos sentíamos que faltaba algo y... Yoko me aconsejó que lo hablara directamente con él. Eso hicimos y Ajax estuvo muy feliz de que fuéramos sinceros el uno con el otro. Decidimos terminar el noviazgo, pero seguimos siendo grandes amigos. Ahora somos como hermanos, o algo así. Lo sigo queriendo mucho, pero... Ya es diferente.
—... ¿Eso es lo que tanto hablabas con Yoko? ¿Por qué no hablaste conmigo? Entiendo que no soy la mejor persona con la que compartir intimidades, pero--
—Porque en parte todo se debe a ti —dijo rápidamente Enid, interrumpiendo a Wednesday, que se quedó sin palabras por unos segundos.
—Tú...
—Y no te estoy echando la culpa de mi ruptura con Ajax, no me malentiendas. Es solo que... No sé cómo decirlo sin que suene raro... Quiero... Quiero estar más contigo que con cualquier otra persona...
—... —Wednesday se quedó en completo silencio, asimilando lo que acababa de escuchar. Enid estaba completamente roja y avergonzada, pero observaba fijamente a la pelinegra con una expresión de tierno cachorrito esperando que le dijera algo, después de expulsar con valor sus verdaderos sentimientos. Wednesday notó en su mirada que la lobisona había sufrido mucho internamente para poder decir esas palabras— ¿Y qué más quieres? —preguntó con gentileza la pelinegra, sorprendiendo y aliviando a Enid.
—Ehm... Pues... —la lobisona se sentía más tranquila por haber pasado lo que consideraba el primer paso para liberar todos sus desbordantes sentimientos, pero ahora se enfrentaba, nuevamente, a organizar sus palabras— Quiero ir al baile, contigo —aclaró rápido al final que no quería ir sola, y la pelinegra casi rio de forma burlona, toda aquella situación le parecía sacada de una comedia romántica tonta de las que tanto le repugnaban, pero en este caso, se sentía a gusto con la nueva faceta tímida de Enid.
—¿No te molestará que los demás se cuestionen por qué tu pareja es una chica y no Ajax? —preguntó la chica Addams sutilmente.
—Aunque tengo un blog de chismes, no soporto hacer pública mi vida privada —confesó la lobisona—. Es decir, la parte en la que se supone que debo dar explicaciones... Me molesta. Prefiero que todos se enteren de mi ruptura con Ajax cuando me vean llegar contigo al baile en vez de con él. Además, no es como que seamos novias, así que no importa lo que la gente cuchichee a nuestras espaldas, ¿verdad? —preguntó un poco tímidamente, como si le sonara divertido la idea que acababa de mencionar— Pero... ¿tienes algún problema con que dos chicas estén juntas?
Enid parecía realmente interesada en la respuesta de la pelinegra, que se limitó a negar con la cabeza con una ligera sonrisa:
—Claro que no. Las madres de Eugene son homosexuales y son excelentes personas, criaron muy bien a su hijo, así que también son madres sobresalientes. La orientación sexual de una persona me parece motivo más que insuficiente para rechazar a alguien. Tan solo me sorprende que seas tan abierta de mente, Sinclair.
—Oye, soy muy moderna y cero prejuiciosa —sonrió Enid—. De hecho, algunos de mis amigos más cercanos son homosexuales. Yoko y Divina, por ejemplo...
—Así que mis sospechas eran ciertas... —comentó sencillamente Wednesday.
—Sí, me daba miedo decírtelo porque no sabía si lo tomarías bien. Pero me alegra que no te moleste eso. Me hace sentir... feliz —la lobisona lo decía como si se tratara más de ella personalmente que de sus amigas Yoko y Divina.
—... ¿Qué ganas yendo conmigo al baile? Tengo curiosidad.
—Solo quiero ir contigo —se quejó Enid haciendo un tierno mohín con su boca—. Tan sencillo como eso. Es como cuando quieres torturar a tu hermano, simplemente es lo que quieres y punto.
—Ese es un argumento bastante Addams de tu parte —comentó Wednesday.
—Tu madre y yo hemos hablado mucho —admitió Enid, como si para ella también le resultara extraño—. En fin, solo quiero ir contigo, ¡y quiero que llevemos la misma ropa que usamos en el “Rave’N”! —exclamó, emocionada.
—¿Y eso por qué? —inquirió Wednesday, incrédula.
—Pues porque quiero revivir ese momento —confesó sonrojada Enid, para mayor confusión de la pelinegra—. Verás... Cuando supe que no iría con Ajax... fuiste mi primera opción... Pero sabía que no irías conmigo si te lo pedía y... —hizo una ligera pausa, como si le avergonzara hablar de ello— Cuando te vi entrar con aquel vestido... creo que me sentí un poco celosa por verte con el idiota de Tyler. Aunque, bueno, fue mi culpa por no ser sincera y pedirte que fueras conmigo.
—Fui con Tyler porque Thing me metió en ese embrollo —explicó Wednesday, mirando de forma represiva a la mano que se encontraba en el hombro de Wendy, y se escondió de la mirada de la pelinegra—. De hecho, todas las veces que supuestamente “quería ir” era para ocultar que estaba investigando sobre el Hyde. Pero, hay algo que no entiendo, ¿pensabas que le darías celos a Ajax si ibas conmigo al baile?
—Bueno, es difícil explicar el comportamiento de los hombres, casi tanto como el de las mujeres, pero... A veces Ajax se quejaba de lo mucho que hablaba de ti, y si me veía con una chica tal vez fuera un duro golpe para él, tuve una idea tonta por ese estilo.
—¿Hablabas mucho de mí?
—P-Pues sí, c-claro, eras mi compañera de cuarto, ¡pero olvídate de eso! —se quejó, obviamente avergonzada por todos los secretos que estaba soltando de la nada— ¿Vas a ir al baile de máscaras con el mismo vestido?
—No es como que no tenga algo más con lo que ir a un baile, ¿verdad? —ironizó Wednesday—. Solo le haré algunos arreglos al vestido, para poder moverme más fácilmente cuando salgamos del baile... ¿Entonces irás con la misma ropa que usaste? ¿Aunque no sea con temática de yeti?
—Sí, solo tenemos que conseguir un par de antifaces. ¿Por qué preguntas?
—... Te veías bien vestida así —dijo Wednesday, y disimuló tomando un poco de jugo, como si le quitara importancia a lo que acababa de confesar.
—¿E-En serio? —preguntó Enid, que parecía feliz por el comentario de la pelinegra— G-Gracias.
—Pero tus gustos siguen siendo cuestionables. Lucas Walker fue una pésima elección, casi tanto como Ajax.
—¿Te pusiste celosa por verme con Lucas? Jeje —Enid bromeó, divertida—. Creo que era mejor opción que Tyler.
—Ya te dije que no tuve opción, pero tú debiste tener más pretendientes.
—Nunca me he sentido así, siempre he pensado que moriré sola... —confesó Enid, y esta vez Wednesday no fue capaz de decir algo que pudiera sonar hiriente.
—... ¿Por qué? ¿Qué te hacía pensar eso? —inquirió la pelinegra, con un tono reconfortante al que no estaba acostumbrada, pero se notaba su esfuerzo en su voz.
—A veces todavía lo pienso... Es que... No encuentro nada interesante en mí. Por eso me gustan las personas que creo que me entienden en ese sentido.
Wednesday se contuvo y logró no preguntar si ella era una de esas personas que le gustaban a Enid porque sentía que la entendían.
—Enid es muy interesante. Yo la quiero mucho —intervino Wendy, sorprendiendo a las dos adolescentes. La lobisona sonrió conmovida y abrazó a la niña.
—Gracias, yo también te quiero.
—Será mejor que terminen sus deberes, ya queda poco tiempo de almuerzo.
—¡Oh, es cierto! —recordó Enid, y decidió continuar con los ejercicios en su cuaderno— Tch... Es que son preguntas muy difíciles, ¿cómo logras terminar tan rápido los deberes, Wens? ¿Eres algo así como una súper-genio?
—La respuesta correcta es C —dijo Wendy, que había observado de reojo el cuaderno de Enid, y ahora le indicaba cómo contestar las preguntas—. No puede ser A ni B, porque los elementos no coinciden con los requisitos del enunciado de la pregunta.
—... ¡Oh, tienes razón, Wendy! —se sorprendió Enid, después de analizar lo que la niña le decía— Wow, ¿cómo lo sabes? Tú también eres muy inteligente.
—Se supone que tú ayudarías a Wendy, y fue ella la que terminó ayudándote a ti, Sinclair —se burló Wednesday, pero Enid solo le sacó ligeramente la lengua a la pelinegra y continuó charlando con la pequeña Addams.
En ese momento de sinceridad entre las dos adolescentes, tratando de compartir lo que sentían y las nuevas sensaciones que estaban experimentando, Wednesday sintió que una parte de su vida estaba cambiando, y se sentía bien con eso.
[...]
Goody Addams, cuando niña, había dormido muchas veces en el pasto, incluso en el mismo lugar donde ahora se encontraba profundamente dormida, la única diferencia es que nunca estuvo acompañada, y actualmente Badley Sinclair, quien hasta hace poco era prácticamente una desconocida, dormía apaciblemente a su lado. Ambas se encontraban casi en la misma posición que cuando se durmieron, pero Goody había jorobado inconscientemente su cabeza hacia la izquierda, así que su nariz casi rozaba la de la pelinegra a su lado. La rubia fue la primera en comenzar a despertarse, abrió lentamente sus ojos, como si todavía no estuviera consciente. Lo primero que vio fue la gema esmeralda en el cuello de Badley, y cuando levantó la mirada apreció las delicadas, hermosas y hechizantes facciones del rostro de la chica Sinclair.
Antes de que fuera totalmente consciente de dónde y con quién se encontraba, Goody alcanzó a escuchar pasos detrás de ella, pero como estaba todavía atontada por estar acabada de despertar, se limitó a mirar hacia atrás, de cabeza.
—... ¿Qué están haciendo? —preguntó Eugene, completamente incrédulo con lo que veía. Goody parpadeó cuatro veces antes de que se sobresaltara completamente despierta y se sentara bruscamente, moviendo el blazer encima de ella y despertando sin querer a Badley que se estiraba tranquilamente para desperezarse. La pelinegra abrió los ojos, y aunque estaba mucho más despierta que Goody, solo sonrió al ver a Eugene.
—Hola, Eugene —sonrió Badley.
—¿Qué sucede, Eugene? —preguntó Goody, mientras se levantaba y se sacudía el pasto en su ropa.
—Eso me gustaría preguntarte —dijo el chico.
—No pienses nada extraño, solo nos quedamos dormidas... viendo las estrellas —aclaró la rubia.
—La ropa de Lady Sinclair está rasguñada, será sospechoso si las ven llegar así al pueblo —comentó el muchacho.
—Oh, vamos, Eugene, no me llames así. Bastante tengo con Lady Addams que nunca me llama simplemente Badley —bromeó la pelinegra.
—Daremos un rodeo para que no nos vean así —dijo Goody—. Entonces, ¿sucede algo, Eugene? —inquirió, ligeramente preocupada, como si intuyera algo malo.
—... Era como sospechabas —dijo el muchacho.
Después de que el psíquico de las abejas explicara lo que sabía sobre Crackstone, los tres jóvenes estaban de pie.
—Te lo dije —le comentó Goody a Badley.
—No me regañes como si fuera una niña, por favor —pidió la pelinegra—. Está bien, tenías razón. Pero al menos saben que Crackstone está dispuesto a negociar, basta con disimular que no tenéis poderes y ya está, ¿no?
—¡¿Por qué tendríamos que fingir ser lo que no somos para complacer a otros?! —casi que gritó Goody, molesta.
—... Porque a veces fingir que eres algo es mejor que no ser nada —dijo sencillamente Badley, con un tono de voz tan desolado que turbó a la chica Addams.
Hubo un silencio ligeramente incómodo, que al final Goody decidió romper:
—... Vale, no hablaremos más sobre esto. Avisaré a la familia Blackwolf e intentaré que todos los pueblerinos sean más cuidadosos a partir de ahora, para que Crackstone no nos ataque de nuevo. ¿Vale? —preguntó, y los dos chicos asintieron con la cabeza. Después, los tres decidieron volver al pueblo, y Badley, que iba detrás de Goody, se acercó al oído izquierdo de la chica para decirle algo.
—Quiero darte una sorpresa, nos vemos en el puerto al ocultarse el sol —susurró pícaramente la pelinegra, y Goody se sonrojó un poco por el repentino contacto en su oreja, y aunque se sentía confundida al respecto, decidió no decir nada.
...
Por la noche, Goody se acercó con cuidado hacia el puerto. Sintió que era demasiado imprudente por no traer el libro de hechizos, pero de todas formas no sabía qué pretendía Badley, y prefirió optar por no parecer demasiado agresiva.
—¿En serio viniste con el mismo corsé? —preguntó la chica Sinclair acercándose por la arena hacia la rubia, que se sorprendió al notar que la pelinegra tenía una capa alrededor que ocultaba por completo la vestimenta debajo— Bueno, en realidad lo supuse, por eso traje esto —dijo sacando una prenda por debajo de la capa, y Goody solo logró alcanzar a ver que Badley vestía algo de color morado, pero con la oscuridad de la noche le resultaba difícil asegurarlo—. Ven —apenas la rubia sujetó la ropa que le habían extendido, solo por inercia, la pelinegra cogió la otra mano de la chica Addams y la llevó hacia uno de los barcos que tenía la enorme tabla levantada para que cualquiera pudiera entrar. Goody se preguntó a qué se debía eso—. Vamos, ¿qué esperas? —preguntó Badley cuando estaban en la parte de abajo del tablón.
—¿Qué? —la rubia estaba mucho más confundida.
—Vístete aquí abajo —dijo la pelinegra, dejando atónita a Goody.
—... Q... ¿Qué? ¿Estás loca?
—En el espacio entre el tablón y el barco hay bastante oscuridad, no hay nadie alrededor, y si lo hubiera, nadie podría verte. Vamos, cámbiate de ropa.
—Sinclair, ¿qué pretendes con todo esto?
—¿Puedes solo dejarte llevar por un momento? Será divertido, lo prometo.
—... —Goody no sabía cómo lo hizo, pero aceptó cambiarse de ropa detrás del tablón, la parte más incómoda fue aguantar las bromas de Badley que, aunque nunca espió a la rubia mientras se vestía, bromeaba bastante acerca de que se acercaban muchos chicos y que querían ver a Goody como Dios la trajo al mundo.
—Mírate, estás divina —sonrió Badley cuando la rubia terminó de vestirse. Se trataba de un vestido con preciosos encajes y completamente blanco.
—¿Me dirás ya qué pretendes? —volvió a cuestionar Goody, y la pelinegra se limitó a sonreír mientras cogía gentilmente la mano de la rubia y la guiaba por el tablón hasta que subieron al barco. Goody estaba muy nerviosa, pero Badley tenía la habilidad para terminar inmiscuyendo a la rubia en cualquier acto por absurdo que pareciese.
Badley la guio por el interior del barco, bajaron unas pequeñas escaleras y Goody conoció los pasillos debajo de la proa del barco. La rubia solo podía imaginarse el interior del barco a través de las lecturas de los pocos libros que poseía, pero a pesar de lo común e incluso rústico que podía resultar aquel barco para un marino realmente experto, Goody estaba completamente fascinada.
—Ya llegamos —sonrió Badley cuando estaban frente a una puerta—. Toma, ponte esto —dijo extendiéndole a Goody una especie de antifaz blanco—. Póntelo. Tendrás una noche como la de esos libros que tenías en tu biblioteca.
Goody miró su antifaz por tres segundos y decidió colocarlo delante de sus ojos. Badley también se colocó unos, pero de color púrpura, y antes de abrir la puerta, dejó caer la capa en el suelo, mostrando un hermoso vestido morado. Goody se ruborizó debajo de su antifaz, embelesada por la belleza natural de Badley, que ni siquiera la máscara podía ocultar. La pelinegra sostuvo tiernamente la mano de la chica Addams.
—Entremos —dijo la Sinclair, y abrió la puerta. En el interior de la habitación o camarote, que era considerablemente grande, en medio de cada pared se encontraban varias ventanas, grandes pero estrechas. Las de la izquierda daban al pasillo por el que acababan de entrar Badley y Goody, y, las de la derecha, daban a una hermosa vista marina iluminada con la preciosa luna arriba, en el cielo. Cada ventanal estaba hecho de vidrios de colores que armonizaban con el tono dominante de la decoración del salón.
El corredor aunque era estrecho horizontalmente, se alargaba hacia adelante, y los colores delimitaban casi tácitamente diferentes secciones, representadas por diferentes tonalidades. Las mismas ventanas alternaban los colores. Desde la puerta hasta el final del corredor, el decorado del pasillo y del primer vidrio en forma de ventana era de diferentes tonalidades de azul. El segundo aposento estaba ornado y guarnecido de púrpura, y las vidrieras eran purpúreas. El tercero, enteramente verde, y verdes sus ventanas. El cuarto, anaranjado, y recibía la luz a través de una ventana anaranjada. El quinto, blanco, y el sexto, rojo. El séptimo salón tácito estaba rigurosamente forrado por colgaduras de terciopelo negro, que revestían todo el techo y las paredes y caían sobre un tapiz de la misma tela y del mismo color. Pero en este último salón se erguía en la pared un gran reloj de bronce, tipo “linterna”, llamados así posiblemente por su forma similar a una linterna rectangular de aquel período, de aquellas que se colgaban en la pared para iluminar las casas.
Todos los presentes estaban vestidos con trajes generalmente elegantes, o al menos eso era lo que pretendían fingir ser, cada uno detrás de una máscara. En el salón del centro, el decorado con tonalidades anaranjadas, estaban George y Theodore acompañando a los demás jóvenes músicos: el primero hacía sonar una viola y el último tocaba un pequeño clavecín. La luz de la luna que pasaba por los vidrios otorgaba una preciosa iluminación natural de diferentes colores y tonalidades.
—¿Por qué me trajiste aquí? —le preguntó Goody a Badley.
—¿No te gusta? —inquirió la pelinegra, ligeramente preocupada.
—Sí, claro que sí, pero... Pensé que detestabas las fiestas en barcos.
—Y lo detesto, pero sabía que esto te iba a gustar. Tómalo como agradecimiento por permitirme ver a mis padres una última vez. Es bastante poco lo que ofrezco en compensación, así que me gustaría que lo aceptaras —dijo refinadamente la Sinclair, con un porte típico de la alta sociedad, que hizo sonreír a Goody—. Vamos a saludar a George y Theo —las dos chicas se acercaron a los jóvenes músicos, y estos continuaron tocando a la par que hablaban—. ¿Se están divirtiendo sin nosotras?
—Claro que no, la fiesta no es lo mismo sin dos bellezas como ustedes —bromeó Theodore.
—Les aconsejo que vayan a por las bebidas rápido —dijo George—. Están deliciosas, pero como hoy nos tocó ser músicos casi no hemos probado.
—Oh, muy humilde gesto, mi honorable señor —sonrió Badley con su habitual gesto divertido, y luego se dirigió a Goody—. Espérame por allá, yo voy por las copas.
—Está bien... —aceptó la rubia, aunque en realidad no se sentía muy bien estando sola. Badley se alejó hacia la zona de las bebidas y Goody se colocó en la pared de la izquierda, viendo a todos bailar al ritmo del vals y charlar divertidos.
—No esperaba verla a usted, Lady Addams —dijo un joven que apareció al lado de Goody, y esta al mirar observó a Prosperus, con una vestimenta y antifaz completamente rojos, muy elegante.
—¿Lady Addams? Siento informar que no tengo sangre de nobleza —bromeó la chica, y el muchacho sonrió dulcemente.
—Para mí todas las personas son de sangre noble, hasta que demuestren lo contrario sus comportamientos —expresó, y aquellas palabras sorprendieron a Goody—. ¿Aceptaría bailar conmigo? —preguntó extendiendo su mano derecha.
—... Vaya, no lo esperaba. Solo soy una pueblerina sin nada valioso que ofrecer. He leído que los nobles solo intentan juntarse con damas de alta alcurnia —dijo la rubia.
—Sin embargo, yo considero que el simple hecho de que usted se infravalore pensando que no tiene nada valioso que ofrecer, ya demuestra que usted vale mucho —sonrió más encantadoramente Prosperus, sorprendiendo a Goody por aquel carácter tan honrado que no pensó que tenía la primera vez que se vieron.
La rubia sonrió e hizo una pequeña reverencia cuando aceptó la mano del joven, que la llevó a la pista de baile. Goody no sabía si era debido a las luces del estrecho camarote, pero le pareció que el rostro de Prosperus detrás de su máscara era más pálido, y, sin embargo, solo lo hacía ver más atractivo mientras bailaban.
—Baila bastante bien, aunque es su primera vez, ¿cierto? —preguntó el chico.
—Sí. ¿En serio lo estoy haciendo bien? —quiso saber ella, insegura.
—Seré sincero, pensé que me pisaría unas cuantas veces y tendría que fingir no estar adolorido cuando acabara el baile —bromeó.
—Oh, pero podría pisarlo por primera vez y así no arruinar sus expectativas, Lord Cavendish —continuó ella la broma, y ambos rieron divertidos, sin perder el ritmo del vals, que se convertía poco a poco en un momento cada vez más agradable entre los dos jóvenes. Badley tenía las dos copas en la mano, y buscaba con la mirada a Goody, pero al no verla donde le había indicado que la esperara, se sorprendió al notar que se encontraba bailando con el apuesto Prosperus, lo que no le agradó mucho.
—Ten —la pelinegra le dio las dos copas a un señor que pasaba por su lado, y luego se dirigió a un chico a su derecha—. Vamos a bailar —y lo impulsó hacia la pista de baile, tratando de encontrarse cerca de Goody y Prosperus, escuchando atentamente lo que se decían, sin llamar la atención de los dos jóvenes.
—¿Qué es lo que más le gusta de su pueblo, Lady Addams?
—Nuestra libertad, supongo —respondió Goody con sinceridad.
—Sí, creo que eso es muy importante.
—¿Usted tiene libertad allá donde vive, Lord Cavendish?
—Muy poca, aunque creo que decir eso ya significa que no tengo libertad. Considero que la libertad debe ser absoluta, o, si no, no sería real. ¿Y usted qué cree, Lady Addams? —preguntó educadamente el muchacho.
—... Creo que la libertad es como la felicidad, puede que no sea completa, pero es valiosa. Creo que todos los seres humanos hemos tenido algún momento en el que no nos hemos sentido libres o felices, pero eso no significa que una persona no pueda ser libre o feliz. Así que, considero que la libertad reside en nosotros mismos, y es diferente para cada cual, justo como la felicidad, Lord Cavendish.
—... Puede llamarme Prosper, así se dirigen a mí mis amigos —le sonrió dulcemente el joven, y la rubia le devolvió la sonrisa.
—Entonces usted puede llamarme Goody, solo Goody.
—¿Cómo? —se preguntó Badley en voz baja para sí misma, insultada por el permiso que Prosperus tenía pese a conocer a la rubia por menos tiempo que ella— Esto es intolerable —se dijo, y rápidamente se acercó con su acompañante de tal forma que se interpuso habilidosamente entre Goody y Prosperus, alejándose con la rubia y dejando a su pareja de baile con el chico de antifaz rojo—. Lo siento, te la robaré un momento —bromeó la pelinegra, dejando confundida a la chica Addams que se limitó a seguir bailando con Badley en su lugar.
—... ¿Y las copas? —preguntó Goody con una sonrisa burlona.
—Así que te gustan los chicos después de todo, ¿eh? Tyna estará desilusionada —medio que ironizó Badley, mientras ambas bailaban fluidamente al ritmo del vals.
—¿“Después de todo”? —casi que se burló Goody.
—Entonces, ¿Prosperus es tu tipo de chico?
—¿Por qué quieres saber eso?
—Curiosidad, me gusta manejar información.
—¿Y si dijera que me gusta? —de repente Goody estaba sintiendo mucho calor, tal vez se debía a aquel ajustado vestido, a su antifaz, o al lugar que, pese al hermoso decorado, permitía muy poco acceso de la brisa marina. La rubia notó que deseaba más que nunca enfrentarse con palabras a la chica Sinclair, solo porque le divertía ver a Badley titubear y pensarse sus respuestas por unos segundos cuando normalmente siempre tenía un argumento que soltar al instante.
—... Te diría que tienes muy malos gustos —sonrió desdeñosamente Badley.
—¿Por qué te desagrada Prosperus? Pensé que ustedes dos eran similares. A él le gusta viajar por el mundo, y tú estás haciendo lo mismo. Dijiste que no querías estar “estancada en un lugar que no te otorga ningún tipo de felicidad”, ¿no es cierto?
«Es precisamente porque tengo mucho dinero que no quiero desperdiciar mi vida estancada en un lugar que no me otorga ningún tipo de felicidad. Lo menos que quiero es venir hasta el otro rincón del mundo montada en un barco que no tolero, solo para hacerles la vida imposible a un montón de desconocidos. Creo que ningún tipo de maldad merece que gaste mi escaso tiempo de vida en perjudicarme a mí más de lo que supuestamente podría ganar», Goody recordaba perfectamente aquellas palabras.
—Vaya, me halaga que lo recuerdes.
—Además, Prosperus viste ropa costosa que no le gusta, como cierta chica que está “ansiosa por ver el momento en el que termine despedazándose esta incómoda ropa”, ¿no eran así tus palabras? —a partir de este momento, las respuestas de las dos chicas eran instantáneas, casi sabiendo que el vals actual estaba por finalizar.
—Tienes muy buena memoria, eso es indiscutible.
—Por eso, pensé que ustedes dos erais muy similares, ¿o me equivoco? Tal vez mientras más parecidos menos se agradan entre ellos.
—Oh, entonces si él te gusta, pero te recuerda a mí, ¿significa que yo te gusto?
—Tú sabrás, pero fuiste tú quien dijo que yo tenía malos gustos.
Y el vals terminó. Todos se detuvieron justo cuando Goody concluyó con aquellas palabras, dejando atónita a Badley que no supo cómo contraatacar rápidamente. El sonido del reloj se escuchó estrepitosamente, y por unos segundos no se escuchaba otra cosa, hasta que Badley comenzó a reírse a carcajadas, muy divertida.
—Vale, reconozco que perdí esta batalla verbal —le dijo a Goody, haciéndole a la rubia una elegante reverencia—. ¡George, Theo, ahora toquen un vals más movido!
—Ya oyeron a Lady Sinclair —expresó Theodore con una sonrisa, y los músicos comenzaron a tocar un vals mucho más dinámico.
Badley y Goody comenzaron a bailar junto a los demás en la pista, que se divertían y se desafiaban entre ellos.
—Esto no es lo suficiente movido, te llevaré a una fiesta más enérgica cuando este vals termine —le dijo Goody, y la pelinegra le sonrió pícaramente.
—Será un placer acompañarla, Lady Addams —bromeó Sinclair.
...
Aunque el último vals fue muy divertido, Goody en algún momento cogió la mano derecha de Badley y la guio por el bosque, de vuelta al pueblo. Las dos corrían con efusividad y risas que trataron de disminuir para no despertar a nadie. Dejaron los antifaces en casa de Goody y, a todo pulmón, volvieron a correr.
—¿Podemos romper estos vestidos un poco? —inquirió la rubia mientras corría.
—Me ofende la pregunta, lo que no se rompe, no tiene valor —bromeó Badley, y después de sentirse completamente agitadas por la carrera, llegaron a una pequeña taberna alejada del centro del pueblo.
Las luces estaban encendidas en el interior, y, aunque no resultaba tan colorido como en el barco de los peregrinos, había, sin lugar a dudas, mucha más alegría y festejo. Goody se arremangó un poco el costado inferior del vestido, y lo rompió para que sus piernas tuvieran más movilidad. Aunque Badley no sabía lo que la rubia pretendía, la imitó y rasgó igualmente su vestido púrpura.
—Entremos —dijo Goody, y Eugene tocaba una flauta en el interior, casi todos los amigos más cercanos de la familia Faulkner estaban reunidos allí, y ninguno se molestó al ver a Badley detrás. El mejor amigo de Eugene, Ayden Petropolus, tocaba con gran precisión un pequeño y rústico violín, mientras que el pequeño Beck se divertía haciendo sonar una mandolina que tocaba bastante bien.
La pelinegra por primera vez se sentía un poco nerviosa por estar rodeada de gente, y esperó a observar los movimientos de la chica Addams.
Goody con ayuda de la señora Faulkner juntó dos mesas para algo que Badley no podría ni imaginar. La rubia entonces, que no había dejado caer la prenda que arrancó de su vestido, la agitó mientras se subía a la mesa y comenzaba a pisar fuerte y rítmicamente la superficie de madera. La música y los movimientos de baile eran mucho más dinámicos. Goody se recogía un poco el vestido para mostrar sus piernas bailando de forma acompasada y con cierta elegancia. La chica Addams parecía mirar con provocación a Badley que no se decidía, pero, finalmente, la pelinegra determinó subir igualmente a la mesa, y las dos chicas se confrontaron encima de la pequeña superficie.
Badley reía sin ningún tipo de contención, por primera vez según recordaba Goody, quien aprovechó para mostrar un paso de baile peculiar, donde movía sus pies hacia adelante y ligeramente con lentitud, con sus hombros encogidos hacia atrás. La pelinegra se divertía por los gestos de la chica Addams, que le sonreía alegre por la genuina risa que Badley le había dedicado. En un momento, y porque la música lo requería, Goody cruzó su brazo izquierdo con el brazo zurdo de Badley, y las dos comenzaron a dar vueltas al ritmo de las palmadas efusivas de los presentes.
...
Casi que en el mismo lugar, pero en otro tiempo, Wednesday y Enid bailaban en su propio “Baile de Máscaras”. La pelinegra Addams llevó un antifaz negro, y la lobisona trajo su vestido anterior, que había retocado con detalles más rosados a juego con el color de su antifaz. Las dos habían modificado sus vestimentas para luego salir de aquel lugar con mayor movilidad, pero en ese momento solo se dedicaron a divertirse con todas sus fuerzas. Enid amaba los pasos extravagantes de Wednesday, y la pelinegra se dejó llevar por la personalidad extrovertida de la lobisona que le pidió bailar.
Pero, lo que las dos adolescentes del tiempo futuro se encontrarían, sería muy similar a lo que encontraron Goody y Badley en el tiempo pasado.
...
—¿Te divertiste? —le preguntó Goody a Badley, sentadas en la taberna, y observando a los demás nativos que tenían más energía para seguir bailando.
—Mucho —confesó la pelinegra Sinclair—. Supongo que me salió mal. Quería devolverte el favor por lo de mis padres, pero ahora tú me entregaste un momento muy divertido que me veo obligada a agradecer de alguna forma —sonrió.
—Tú misma dijiste que no tiene sentido recompensar todo buen acto que hacemos. Aquí no esperamos nada a cambio —le dijo Goody, con una genuina sonrisa.
—... Está bien, pero creo que puedo sorprenderte antes de que se acabe el día —insinuó provocativamente la pelinegra, confundiendo a la Addams.
—¿A qué te refieres? —preguntó Goody, y Badley se levantó, sujetó gentilmente ambas manos de la rubia, y la llevó a una puerta en el interior de la taberna. Estaba completamente oscuro, y Goody apenas podía ver algunas formas, como una silla, algunos instrumentos de cocina, y a la propia Badley delante de ella.
—Siéntate —le indicó dulcemente la pelinegra, y Goody obedeció sentándose en la única silla que veía—. Ahora cierra los ojos —susurró seductoramente al oído de la rubia, que se sonrojó ligeramente nerviosa por lo que sucedería a continuación.
—¿Qué locura planeas ahora? —inquirió la Addams.
—No es nada malo, lo prometo.
Goody cerró los ojos, pero escuchaba ciertos pasos que no supo distinguir si se trataba de Badley moviéndose por el cuarto oscuro. Después, le dio la sensación de que alguien había prendido un poco de luz.
—Ya puedes abrir los ojos —dijo la voz de Badley.
Cuando Goody abrió los ojos, se sorprendió enormemente al ver que Badley, Eugene y Tyna cargaban un pastel de cumpleaños. La familia Faulkner, los Blackwolf y los demás nativos en la taberna también sonreían celebrando, incluso los peregrinos George y Theodore habían sido invitados y llegaron justo a tiempo.
—¡Feliz Cumpleaños, Goody! —dijeron todos al unísono.
—¿Cumpleaños? —se preguntó la rubia, confundida.
—Les dije que iba a olvidar su propio cumpleaños —sonrió Eugene, divertido.
—Tu cumpleaños es el 14 de septiembre, ¿no es así? —inquirió Badley— Se lo pregunté a Eugene y juntos preparamos esto. Es increíble que se te olvidara, quisimos esperar hasta la noche para darte la sorpresa, pero me sorprendió que no te mostraste preocupada porque supuestamente todos olvidaron tu cumpleaños, y resultó que se debió a que fuiste precisamente tú quien lo olvidó. Eres un caso perdido, Goody Addams. En fin, feliz cumpleaños. ¿Logré sorprenderte?
—... Sí... —la rubia bajó un poco la cabeza, tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con recorrer sus mejillas— Muchas gracias, a todos —dijo, después de levantar la vista y dedicarles una dulce mirada a los presentes, en especial a Badley.
[...]
Al otro día, 15 de septiembre, Badley paseaba junto a Goody. La pelinegra Sinclair vestía ropa que Goody le había prestado, para que se sintiera más cómoda entre los pueblerinos: unos pantalones ligeramente anchos que llegaban hasta la rodilla, una camisa debajo de una chaqueta corta parecida a lo que actualmente se le llama overol, botas de cuero y un sombrero del mismo material atado con un ligero cordón al cuello para llevarlo en la espalda cuando no hiciera mucho sol. Por supuesto, la gema esmeralda continuaba como collar de Badley, solo que oculta debajo de la camisa.
—¿Cómo pudiste olvidar tu propio cumpleaños? —preguntó la pelinegra.
—No me interesan mucho ese tipo de celebraciones, siempre pedí a los pueblerinos que se limitaran a felicitarme en privado, pero que no quería una fiesta o algo parecido que llamara mucho la atención. Sin embargo... Ayer me sentí muy feliz, debo reconocerlo. Preparaste todo como si toda esa celebración no fuera para mí, y luego me dieron esa sorpresa final. Estuve muy conmovida.
—Me alegra no haber perdido mi don para los eventos sorpresa —sonrió Badley.
—¿Y cuándo es tu cumpleaños?
—El 29 de mayo, así que falta bastante, tal vez logres sorprenderme, tienes tiempo para planificar algo que supere mi felicitación de cumpleaños de ayer.
—Esto no es una competencia —sonrió amargamente Goody.
—Pero si lo fuera, yo voy ganando —dijo muy orgullosa Badley inclinándose hacia Goody, que solo pudo sonreír incrédulamente.
—Señorita Addams, Lady Sinclair —Crackstone se había acercado, para sorpresa de ambas muchachas—. ¿Han visto hoy a Lord Prosperus?
—Ehhh... No —admitió Goody, de repente preocupada.
—La última vez que lo vieron fue ayer, dicen que entró en la casa donde se estaba quedando, después de llegar de la fiesta que algunos de mis peregrinos celebraron en uno de mis barcos —explicó Crackstone—. Por favor, si lo ven, háganmelo saber, es importante para mí, ¡para todos nosotros!
—Sí, claro, se lo haremos saber... —dijo Goody, y Crackstone solo se limitó a asentir con la cabeza, y se retiró con prisas.
—Qué extraño... —comentó Badley, que analizaba minuciosamente todo.
—... Vamos a investigar —dijo de repente Goody, sorprendiendo a Badley.
—¿Huh? —preguntó incrédula la pelinegra.
Llegaron a la casa donde se quedaba Prosperus, pero no había actualmente nadie. Revisaron el interior y no encontraron nada sospechoso, mucho menos muestras de violencia. Al salir, Goody insistió en continuar revisando el exterior de la casa, porque si había entrado, debería haber alguna pista a la hora de la salida.
—Todo lo que dices tiene sentido, pero esto no me gusta, ¿podemos irnos? Seguro aparecerá y dirá que estuvo montando a caballo cerca, o algo así —comentó Badley, que tenía la palma de su mano izquierda ligeramente sobre la boca, tapando un poco la nariz, pareciendo muy pensativa al respecto, pese a sus palabras.
Goody volteó a verla:
—Pero pareces analizar el caso con mucho detalle, según tu expresión —sonrió la rubia, y Badley se quitó la mano de la boca, para parecer menos centrada en el asunto.
—¿Ya estás satisfecha? —preguntó la pelinegra cuando notó que Goody no se movía de su posición, cruzándose de brazos porque no había conseguido ninguna pista.
—Es que debería haber algo... —y, en ese momento, notó unas hojas con cierto color inusual: rojo sangre. Las marcas se dirigían hacia un pequeño bosque del otro lado, frente a la casa, cerca de un río. Goody no lo dudó y se adentró en el bosque, sin decir palabra alguna. Badley suspiró y solo decidió seguirla.
—Sigo pensando que sería mejor volver, Goody. Este lugar... Todo esto es sospechoso —dijo Badley, que volvió a taparse la boca, mirando a su alrededor.
—Todavía no, las marcas son más nítidas por aquí. No tengas miedo, en el peor de los casos, puedo usar mi “magia de sombras”. Por aquí vive un oso, pero no es muy agresivo, a no ser que lo ataquen primero. Por suerte, las manchas de sangre son escuetas, casi imperceptibles, tuvimos suerte de verlas. Eso significa que Prosperus no tiene por qué estar gravemente lastimado. De cualquier forma... Sí me parece muy sospechoso que el oso haya llegado hasta la casa para atacar... Nunca había sucedido que un oso se apartara de su hábitat para atacar a otros... ¿Será que las marcas de sangre vinieron del bosque hacia la casa?... Pero, entonces Prosperus debería estar en algún lugar del pueblo, y nadie lo ha visto...
—Creo que estás híper analizando la situación, y me estoy comenzando a marear —confesó Badley, con un poco de desagrado en su rostro.
—¡Aquí--! —pero Goody no se atrevió a terminar.
Las marcas desaparecían en la entrada de una misteriosa cueva. La chica Addams nunca había llegado tan lejos, no le interesaba tanto el hábitat de los osos como para investigar si allí vivían, pero, de todas formas, decidió entrar.
—Goody, todavía estamos a tiempo de irnos, no deberíamos acercarnos a ese lugar —insistió Badley, pero ahora la rubia estaba más decidida y al mismo tiempo asustada por lo que podría ver más al fondo de la cueva.
Era peor de lo que imaginaba...
Dos muertos, sus restos se confundían. Estaban tan cruelmente descuartizados que sus extremidades se juntaron. Por alguna razón mucho más extraña, solo sus rostros eran completamente reconocibles.
El primero que Goody reconoció fue a un pueblerino, el dueño de la casa donde se quedaba Prosperus, era un joven simpático pero poco hablador.
El otro era el propio Prosperus, los pocos trozos de la inconfundible tela roja que tanto lo caracterizaban estaban alrededor de lo que quedaba de su cuello, y su cabeza parecía más pálida que de costumbre.
...
—¡UN MUERTO! —gritó una chica horrorizada en el “Baile de Máscaras” de Nevermore, antes de que Enid y Wednesday pudieran salir sin llamar la atención.
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