Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 3

—¿Que ese cabrón hizo qué?

La expresión de Njord era la perfecta combinación entre sorpresa, confusión e ira. Athy suspiró al verla y solo pudo preguntarse si estaba haciendo bien al contarle aquello.

—Sabía que te enfadarías, por eso no quería decirte nada —se cruzó de brazos y desvió la mirada—. Además, no pasó nada. El cajón donde estaba el mapa se cayó, él lo vio, lo cogió y se fue sin decirme nada o siquiera mirarme.

—¡Por supuesto que me enfado! Ya lo que faltaba es que además de vivir con un grupo de capullos explotadores también lo hagas con un maniático. ¡Casi te mata!

La ira pareció ganar la dominancia.

—Solo me hizo unos cortes, nada más. No le des más vueltas a el tema.

No es que Athy pensara eso en realidad. Por supuesto que Rex era todo lo que Njord y cualquier persona lo llamaran. Pero no quería que el enfado del chico le hicieran cometer una tontería como ir a enfrentarse con él. Prefería ayudar a tranquilizarlo.

—Pero no conocemos de nada a ese tío. Nada nos dice que no haya hecho nada así ya antes —tenía razón en eso—. No pienso dejarte sola con él más.

—No podías saberlo, llegó después de que nos despidieramos. Además, tenemos trabajo que hacer, no podemos estar todo el día juntos.

En aquel momento solo pudieron pararse a hablar porque tuvieron que ir ambos a recoger algo de fruta. No tenían mucho tiempo de todas formas porque en cuanto tardaran más de la cuenta Amelia o Infinity irían a por ellos. Se sentían más observado que en una cárcel.

—Vale, esto se tiene que acabar —dijo Njord.

Athy lo miró con curiosidad.

—Llevamos en esta isla solo tres días y ya han agotado mi paciencia, si sigo un minutos más con ellos me voy a volver loco.

—¿Qué propones? —preguntó a pesar de que ya conocía la respuesta.

—Nos largamos esta noche —sentenció—. Ellos no suelen prestarnos atención por la noche ya que por el agotamiento nos vamos directos a descansar. Cuando ellos se vayan a dormir también, aprovecharemos para largarnos.

—¿Y qué hacemos con el mapa?

Athy se sentía también enfadada por eso aunque no lo mostrara abiertamente como Njord. Era suyo después de todo. No quería dejárselo a alguien como Rex por nada del mundo y ahora que iban a huir tenerlo con ellos sería muy útil.

—Creo que vamos a tener que olvidarnos de eso —admitió Njord—. Siguen superándonos en número y Rex va armado. No podemos arriesgarnos, no ahora —Athy no parecía muy contenta con el plan del chico pero antes de que se quejara siguió hablando—. Miraremos si hay más gente en esta isla. Por culpa de estos idiotas no hemos explorado más allá de unos metros en el bosque y por la playa. Si conseguimos ayuda tal vez podríamos regresar y recuperar ese mapa.

Njord la miró fijamente a los ojos como si leyera en ellos el peligro a que actuara por su cuenta para recuperar el trozo de papel. Al final Athy suspiró, Njord formó una leve sonrisa sabiendo que eso significaba que se había dado por vencida.

—Está bien, seguiremos tu plan ¡pero! —al escuchar eso Njord prestó más atención— Vamos a ir a donde yo te diga. No te confundas, no es porque quiera tomar el mando o algo así, no me apetece ser como Remington y los suyos. Es porque recuerdo una ubicación del mapa que podría servirnos para empezar con nuestra huida furtiva.

Y es que Athanasia recordaba perfectamente un detalle del mapa. Un sospechoso claro en el bosque, casi en medio de la isla. Puede que ahí hubiera algo que los ayudara, incluso puede que alguien. Pero fuera lo que fuese sería mejor que el sitio donde estaban ahora.

—Trato hecho.












/*—————•$•—————*\













—¿Estás segura de que te despertaste aquí?

—Segurísima, puedes preguntarle a Bai Long si no me crees.

A primera hora de la mañana Pocus y Estela habían ido al lugar de la playa donde la chica se había despertado dos días atrás. La idea era encontrar el supuesto objeto que debería de haber aparecido con ella, fuese cual fuera, pero no estaban teniendo mucho éxito.

Era el segundo día que iban y llevaban horas buscando inútilmente en la arena, el agua y hasta a las afueras de la parte más cercana del bosque. Estela no podía evitar pensar la cantidad de tiempo y energía que estaban desperdiciando en buscar algo que ella ya tenía. Se sentía un poco mal por engañarlos de aquella manera. Pero no confiaba aún lo suficiente en aquellas personas como para darles un arma o despojarse ella misma del cuchillo.

—Vale se acabó, llevamos dos días buscando, estoy agotado, tengo sed y calor y no encontramos nada —dijo Pocus sentándose en la arena—. Aquí no hay nada. O no llegaste aquí con un misterioso objeto inútil como nosotros o se ha perdido.

—Podemos volver si quieres. Después de descansar un rato ayudaremos a los demás a conseguir provisiones o explorar la isla.

—Será lo mejor.

Estela le extendió la mano para ayudarlo a ponerse en pie. Caminaron por la arena por un buen rato hasta ver a lo lejos el campamento provisional que habían montado.

—Es un rollo, estamos en un lugar paradisíaco precioso y ni siquiera podemos darnos un chapuzón para refrescarnos —se quejó Pocus.

—Si no tienes miedo a que te coma un tiburón aún puedes meterte en el agua —puntualizó Estela.

Estela miró hacia el mar y vio una aleta dorsal a lo lejos moviéndose con tranquilidad entre las olas. Solo era un animal pasando en rato, aun así sentía como si la estuviera esperando para atacarla en el mínimo descuido que tuviera. ¡Odiaba el maldito mar!

Desde el día del ataque ninguno de ellos había vuelto a adentrarse demasiado en el agua. Solo lo suficiente para poder pescar un poco.

—Paso. Me conformo con mojar los pies en la orilla —dijo Pocus.

Cuando regresaron al campamento los demás estaban ya allí. Bai Long y Davy preparaban la comida asando al fuego unos peces y partiendo unos cocos. Adeline estaba a unos pasos de ellos ocupada con otra cosa.

—¿Otra vez agua de coco? Estoy cansado de eso, acabaré por aborrecerla —se quejó Pocus sentándose al lado de Jones que vigilaba que no se quemara la comida.

—Hasta que no encontremos un sitio con agua dulce potable es la única fuente de bebida que tenemos —rió Bai Long—. A no ser que prefieras morir por deshidratación.

—Tú y Estela dais el mismo tipo de opciones maravillosas —bufó.

Bai Long sonrió y miró con curiosidad a la chica en cuestión que se había acercado a Adeline.

La chica estaba golpeando repetidas veces una piedra contra otra. Estela se dio cuenta que trataba de tallarla, de darle forma. Al lado tenía también un palo largo y que parecía resistente y algunas enredaderas.

—Trato de hacer una lanza —dijo Adeline sin necesidad de que Estela preguntara—. Si lo consigo podríamos usarla para la pescar o incluso para cazar un animal más grande y más nutritivo que un pájaro o unos lagartos.

Era una buena idea. La única pega que podía buscar a la idea de la chica era que si no se fiaba de ellos con un cuchillo menos aún si tenían lanzas. Miró con preocupación el trabajo de Adeline.

—No te preocupes, no haré solo una. Si esto sale bien trataré de hacer un par más —ese no era el problema que Estela tenía en mente—. Lo primero que voy a hacer es matar a uno de esos.

Levantó la mirada hacia el mar y Amary supo al instante que se refería a un tiburón sin que tuviera que decirlo directamente. El orgullo de Adeline había quedado herido desde que había huido de aquellos animales de mar y había sacado su lado más vulnerable a la luz. Le dolió más que todos ellos la vieran temblar de miedo que si uno de esos tiburones le hubiera mordido.

Sin decir nada más la dejó trabajando en lo suyo tomando asiento también cerca del fuego. El olor del pescado ya le estaba abriendo el apetito.

—Adeline deja eso y ven a comer —le dijo Davy—. Esto ya está en su punto.

—Veo que os lleváis bien.

Estela tomó una de las brochetas de pescado y centró su atención en Bai Long.

—No diría tanto, no hemos hablado mucho —y le dio un mordisco a su comida.

—Eres a la única a la que le ha dirigido la palabra en lo que va de día. Ha estado absorta en su trabajo y no nos ha hecho demasiado caso.

Bai Long le extendió uno de los cocos que acababa de abrir y luego él también cogió una de las brochetas.

—Por cierto ¿Ha habido suerte con Pocus?

—No hemos encontrado nada, no creo que sigamos buscando, está claro que si tenía algo conmigo se ha perdido.

Bai Long la miró fijamente. Estela temió por un momento que su mentira de que no vio nada al despertar se cayera por su propio peso. Después de todo cuando Bai Long se encontró con ella ya estaba despierta y hasta de pie. Sin embargo, no dijo nada sobre eso.

—Entonces será mejor que ayudéis por aquí. Aún no hemos encontrado agua así que podrías acompañarme esta tarde, entre dos lo mismo tenemos suerte —propuso—. Y Pocus puede quedarse a ayudar a Adeline y Davy.

—Por mi bien.

Cualquier cosa que conllevara olvidarse del tema del objeto perdido le valía.

—Perfecto entonces —Bai Long sonrió—. Seguro que me eres de gran ayuda.

Estela se encogió de hombros, no estaba tan segura de eso. Siguió comiendo con tranquilidad y escuchando las conversaciones del resto de los presentes. Ella no intervino en ningún momento y Bai Long tampoco por alguna razón.












/*—————•$•—————*\












Como el chico había pedido se fueron juntos a explorar la isla. Se adentraron en la selva por un nuevo camino que Bai Long aún no había tenido la oportunidad de tomar. Caminaron en silencio por casi un kilómetro hasta que fue él quien lo rompió.

—A veces siento como si la amnesia fuera desapareciendo a pasos minúsculos.

Estela levantó la mirada que había mantenido fija en el suelo. No podía ver la cara de Bai Long pues iba algunos pasos por delante.

—Me vienen a la cabeza personas con caras borrosas o distorsionadas. Cada vez que eso pasa me invade un extraño sentimiento de familiaridad —admitió—. Antes no me pasaba eso, ni siquiera veía esas figuras en mi cabeza. Era como si todo estuviera en blanco.

Estela había estado tan ocupada tratando de esconder el cuchillo y ayudando a conseguir comida para el día a día que casi había olvidado ese pequeño detalle. Tenía amnesia y no podía recordar absolutamente nada de quién era. No solo no recordaba caras de familiares o amigos, datos tan simples como su dirección o su teléfono, es que algo tan banal como su color favorito, la comida que más le gustaba o su propia nacionalidad no le venían a la cabeza.

Era horroroso. Sentía que había algo importante que debía recordar de inmediato y no lo lograba por más que lo intentara. Cuanto más trataba de recordar más le dolía la cabeza y solo obtenía una bonita jaqueca. Era como tener resaca tras una borrachera. Solo que ella no había pasado por el entretenido proceso de beber y divertirse.

Era como si algo le impidiera recordar a propósito, como si no quisiera que lo hiciera. Se sentía paranoica.

—Tienes suerte, yo aún no puedo recordar lo más mínimo.

—Lo malo es que aunque me son familiares, mi instinto me dice que esas personas son un problema —Bai Long se giró para mirar a la chica—. Siempre hay que hacer caso al instinto.

Que se lo dijeran a ella. Sino fuera por su instinto no hubiera seguido a aquel chico el día que se encontraron.

«Haz caso a tu instinto, es tu mayor aliado».

Estela se paró en seco. Bai Long se dio cuenta y también paró mirando a la chica quien parecía absorta en su propio mundo. Tenía la mirada perdida entre los árboles con una expresión indescifrable.

—¿Qué pasa? —preguntó al ver que no reaccionaba.

"Sigue a tu instinto, es tu mayor aliado", ¿de donde había sacado esa frase? No era suya, eso seguro. Solo vino a su cabeza acompañada de una voz aguda y dulce que no era la suya. ¿Por fin había desbloqueado algún vestigio de su memoria? De ser así eso podía ser o una muy buena noticia o una muy mala.

—Nada —contestó regresando a la realidad—. Solo es que me he acordado de algo al fin.

—Eso es genial —Estela retomó el paso y Bai Long la siguió—. ¿Qué has recordado?

Estela enarcó una ceja. Ahora Bai Long caminaba a su lado en lugar de delante de ella.

—No sabía que eras tan curioso.

Este se encogió de hombros.

—Solo es para romper el hielo, eres muy callada y es difícil sacarte conversación. Pero si no quieres hablar de ello hablemos de otra cosa.

—¿De qué? No es como si recordara tampoco viejas anécdotas de mi vida para contarte. No recuerdo sucesos de mi infancia o adolescencia, lugares que haya visitado, ni siquiera mis propios gustos.

—Ya, yo tampoco... pero dime ¿qué te parece la isla?

Estela soltó una carcajada que pareció más un bufido.

—Quitando las temperaturas de 50 grados a la sombra, los tiburones y la falta de cualquier tipo de recuerdo o forma de salir de ella... muy acogedora —rodó los ojos con un tono irónico.

Bai Long rió ante lo dicho.

—Hay un detalle que yo sí recuerdo —admitió ganándose la atención de la chica—. Nunca había estado en la playa, obviamente sé lo que era y ya había visto el mar. Pero estoy seguro de que jamás he pisado la arena de una playa.

—¿Puede ser que quizás no te acuerdes y si que hayas estado?

Bai Long negó moviendo suavemente la cabeza.

—Es de lo poco de lo que puedo estar seguro en este momento. No sé si es que vivía en un país sin costa o que tal vez mis padres y familia no eran muy adeptos a la playa —se encogió de hombros—. Así que, aunque inquietante, es también una experiencia única para mí.

Estela no sabía muy bien lo que contestar. No podía comparar siquiera su situación con la propia ya que no tenía ni idea de cual era. No era muy buena manteniendo conversaciones. Lo bueno es que no hizo falta porque el chico aceleró el paso dejándola un poco atrás.

—¿Escuchas eso? —preguntó Bai Long.

Estela se quedó en silencio y agudizó el oído. Temió que se tratara de algún depredador o algo por el estilo. Por el contrario lo que escuchó fue el suave sonido del agua.

—Estela, mira —Bai Long se asomó entre unos arbustos y señaló al frente.

Estela se acercó a él y miró en la dirección que indicaba. Su sorpresa fue grata al ver una pequeña cascada que creaba un estanque bajo ella.

Ambos se acercaron y Bai Long, formando un cuenco con sus manos, llevó el agua a su boca.

—Es agua dulce —confirmó haciendo que una sonrisa apareciera en la cara de la chica.

Estela también se agachó para beber un poco. El sabor era muy diferente al agua de los cocos pero ella la sentía más refrescante. Bebieron hasta saciarse y después dieron una vuelta por los alrededores para asegurarse de que era un lugar seguro y para ver si se encontraban con alguien más. No hubo suerte.

—Cuando volvamos se lo diremos a los demás y les guiaremos hasta aquí —dijo Estela—. Así podrán beber también y venir por su cuenta.

—¿Eso significa que ya confías en nosotros?

—Yo ya confiaba —dijo arqueando una ceja.

Cuando se giró para mirar a Bai Long se lo encontró mucho más cerca de lo que había esperado. Quiso retroceder por inercia, la posición en la que se encontraba no se lo permitió e incluso casi cayó al agua del estanque. Por suerte Bai Long tuvo los reflejos suficiente para agarrarla con la mano derecha del brazo y tirar de ella para estabilizarla.

Mientras tanto deslizó su mano restante por la cintura y espalda baja de la chica. Estela le empujó al instante y se puso en pie a la velocidad del rayo.

—¿Qué te crees que...? —su pregunta murió en su garganta al ver que Bai Long, ahora sentado en el suelo por la fuerza con la que lo alejó, sostenía la funda del cuchillo de caza en su mano, con el cuchillo dentro.

Estela se llevó automáticamente las manos a la espalda, en efecto ya no estaba el cuchillo que había estado escondiendo todos esos días.

—Te lo vi en la mano el día que te encontré en la playa y vi como lo escondías —admitió Bai Long—. He sabido que lo llevabas encima todo este tiempo.

—¿Y qué? ¿Te entretenías a mi costa o esto como va?

—No, nada de eso.

Bai Long se levantó del suelo y se sacudió el pantalón. Luego le extendió en cuchillo de vuelta a Estela que lo miró desconfiada.

—Solo quiero que sepas que conozco la existencia del cuchillo, que sé donde está y que a pesar de todo eso no se lo diré a nadie —dijo mirándola fijamente a los ojos—. Comprendo tus razones, y las comparto. No puedo decir que yo no hubiera hecho lo mismo de estar en tu lugar. Acabar en una isla rodeada de extraños, sin saber cómo has llegado o como salir y sin memoria —sus palabras parecían sinceras, Estela no detectaba mentira en ellas—. Solo quiero que sepas que si yo confío en tí tanto como para estar contigo a solas, incluso sabiendo que vas armada, tú puedes confiar en mí.

Estela agarró el cuchillo rápidamente y lo volvió a enganchar en la parte trasera de su pantalón. ¿Debería de hacer caso a Bai Long? Era cierto que siempre había sido amable aún sabiendo lo del cuchillo. Y al igual que ella los veía como sospechosos o de poca confianza, ellos podían verla a ella de la misma forma. Con la diferencia que no tenía un cuchillo para defenderse.

—Me pensaré tu propuesta —dijo al final y vio como Bai Long sonreía.

Un sonido entre los árboles los puso en alerta. Estela sacó el cuchillo sosteniéndolo con fuerza en alto, Bai Long se limitó a coger una rama cualquiera del suelo lo suficientemente grande como para poder defenderse con ella. Podía ser cualquier cosa lo que hubiera ahí.

—¡Ey ey tranquilos! —el primero en salir de entre la vegetación fue un chico de pelo blanco y ojos de iris rojos. Levantó las manos en señal de que no iba armado y que no tenía intención de atacarlos.

Detrás de él salió también una chica pelirroja que un tanto sorprendida dio un paso atrás.

—¿Quiénes sois? —preguntó la pelirroja frunciendo el ceño tras la sorpresa inicial.












/*—————•$•—————*\












Caminó apartando ramas hasta llegar a la falda de una montaña, se acercó hasta quedar frente a la roca. Miró a ambos lados y una vez que estuvo seguro de que no había nadie ni nada al rededor apartó unos helechos dejando que se viera la entrada a una cueva.

De un pequeño salto cayó con agilidad en el interior. El suelo de la cueva estaba tan solo a dos metros de distancia pero el camino dentro iba descendiendo casa vez más. A sus espaldas dejó una pequeña escalera que habían improvisado con algunos troncos y ramas y a un lado, medio escondida en un hueco de la pared había una antorcha.

La agarró iluminando el camino frente a él y siguió su camino. Más adelante se dividía en más caminos que discurrían en diferentes direcciones, el interior de la cueva era una red de grutas subterráneas que conectaban con varias partes de esa sección de la isla.

Tomó el camino más ancho y continuó por él hasta que vio la claridad al final de este. Al salir del camino llegó a una parte más amplia, aún bajo tierra, pero en donde el techo poseía algunas aberturas al exterior que permitía entrar a la luz solar. El techo estaba demasiado alto como para salir o entrar por ahí, a unos quince metros de altura.

Aquella caverna poseía su propio ecosistema gracias a la poca luz solar y a un río subterráneo que pasaba justo por ahí. No había solo moho y hongos, también diferentes tipos de hiervas, enredaderas, pequeños helechos y algunas flores que en la noche brillaban en la oscuridad como si fueran fluorescentes.

En medio de todo eso, y cerca del río, se levantaba una pequeña cabaña de madera. Si bien se veía bastante vieja y polvorienta y con alguna parte un poco podrida por la humedad, aún era perfectamente habitable. Más aún teniendo en cuenta que la otra opción era dormir al raso.

—He vuelto —avisó el chico levantando un poco la voz.

Dejó en el suelo, frente a la cabaña, un paz de conejos que había logrado cazar.

—Tezcat, espero que todo haya ido bien —el primero en llegar fue un chico rubio que salió del interior de la cabaña.









El recién llegado asintió mirando alrededor. Notó en seguida que faltaba su otro compañero y que no parecía estar por la zona.

—¿Dónde está Aitor?









—Fue a explorar un poco el resto de túneles de la cueva —el chico se reunió con él, Tezcat aprovechó para tenderle su camisa echa una bola— ¿Y esto?

—La usé como bolsa.

El rubio deshizo el nudo que su compañero había hecho con las mangas de la camisa, dentro había bayas de todos los tamaños y colores. También asomaban algunas setas y plantas.

—Todo es comestible, no te preocupes —dijo acercándose a los restos del fuego que encendieron la noche anterior—. Y esas plantas son medicinales. Sirven para el resfriado, el dolor de cabeza y hasta para cierto tipo de envenenamientos —miró entonces al chico—. Espero que no haya que usarlas.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que no es venenoso nada de esto?

—Simplemente lo sé —Con una piedra que había entre las cenizas y un par más de palos trató de encender de nuevo el fuego—. No tenemos recuerdos, pero a estas alturas es bastante evidente que conservamos los conocimientos que teníamos.

No pudo decir nada en contra de eso. Él mismo también tenía conocimientos en su cabeza que no sabía como habían llegado ahí... tampoco estaba seguro que fueran conocimientos que una persona normal debiera tener.

Cogió los conejos que Tezcat había soltado y una piedra afilada. Había que despellejarlos primero si pretendían comerlos para la cena.

—Nikolas —escuchó a Tezcat llamarlo, se giró para mirarle aunque el moreno seguía con la mirada fija en el fuego que estaba consiguiendo avivar—. En algún momento habrá que salir de aquí para investigar el resto de la isla. Estamos en una pequeña extensión de esta, al este, tenemos que ir al interior, tal vez haya más caza o nos encontremos con alguien que pueda ayudarnos. No podemos quedarnos aquí, en estas cuevas, para siempre.










—Eso díselo a las bestias que hay fuera esperando para comernos.

—Las he estado vigilando, solo salen a cazar por la noche, por el día se reunen en manadas y duermen. Podríamos aprovechar ese momento para salir y regresar antes de que caiga el sol.

Nikolas se dio la vuelta y caminó hacia el río.

—Lo hablaremos con Aitor cuando regrese.












/*—————•$•—————*\












Estela no bajó el cuchillo, Bai Long también seguía en guardia. Los dos chicos que habían salido inesperadamente del bosque seguían sin moverse por miedo a ser atacados por la chica con el cuchillo.

Jade se sentía frustrada por sentirse amenazada por esos dos extraños pero no podía hacer nada al respecto. No sabía si la chica sabía usar ese cuchillo o no, que por el agarre que tenía daba la impresión de que sí, pero no iba a arriesgarse a averiguarlo.

—Por favor, baja eso —pidió Morgan—. Solo hemos llegado aquí por casualidad. Llevamos días caminando por la isla buscando a alguien.

—¿Desde hace cuanto? —preguntó Bai Long.

—Unos tres días. Sois las primeras personas que encontramos.

—Cielo, si pudieras dejar de apuntarnos con ese cuchillo te lo agradecería —dijo en tono irónico Jade—. No me he pasado tres días caminando entre árboles y arena sin memoria y con este pelele para que ahora me apuñalen.

Morgan frunció el ceño. Ya hablaría con la chica de sus modales después, ese no era el momento.

—Espera —Bai Long se relajó y llevó la mano al hombre de la albina a su lado—. ¿Despestasteis también tirados en la playa de esta isla?

—Si, a los pocos minutos encontré al principito y desde entonces hemos estado buscando a alguien que nos ilumine y nos diga que cojones pasa aquí —explicó la chica.

—Genial, pues avisadnos si los encontráis, nosotros también queremos eso.

Al ver que Bai Long había soltado finalmente la rama, y no pensaba que esos dos supusieran un gran peligro, Estela también guardo el cuchillo.

—Gracias —dijo Morgan cuando al fin pudo destensar su cuerpo.

—También aparecimos aquí hace tres días, sin memoria, sin objetos personales y sin saber qué hacer —tomó la palabra Bai Long—. Nos reunimos unos cuantos y hemos estado viviendo el día a día como mejor hemos podido. Buscamos comida, exploramos, esas cosas. A ver si con suerte encontramos la forma de salir de aquí.

—Hoy por ejemplo hemos dado con esta cascada —apuntó Estela—. Habíamos estado viviendo de agua de coco y ya cansaba.

—E imagino que ese cuchillo no lo has has fabricado con una piedra ni lo has comprado en la tienda de recuerdos de la isla —Jade la miraba desconfiada.

—No, la verdad es que no —la mirada altanera de la chica hizo que Estela también se pusiera a la defensiva—. Desperté con él. Algunos tenían un libro, otros un kit de costura y yo tenía un cuchillo de caza. Precioso ¿verdad?

—No os preocupéis, aunque no lo parezca es de fiar, no os hará daño —aseguró Bai Long.

Morgan y Jade no estaban muy seguros de eso.

—Si estáis solos y no tenéis nada mejor que hacer veniros con nosotros —propuso Bai Long—. Somos cinco ya, si vosotros dos os unís eso haría un total de siete personas. Haría más fácil la exploración entre más seamos y también las tareas de caza, recolección y cocina serían más eficientes.

Morgan miró a Jade. A él le parecía una buena idea aunque la chica albina no le diera buena impresión. Cuantos más fueran más protegidos estarían también ante cualquier peligro. Aunque aún no se habían encontrado con algún animal salvaje estaba seguro de que los había. Durante esos tres días encontraron huellas de animales de gran tamaño y marcas de garras en los troncos de algunos árboles.

Pero si Jade se negaba él también. Por mucho que quisiera formar parte de un grupo más grande no dejaría a la chica sola. Había sido una buena compañía durante el tiempo que habían permanecido solos. No sería honorable de su parte dejarla sola a la primera de cambio.

Como si Jade pudiera leer sus pensamientos lo miró y bufó.

—Vale, iremos con vosotros —aceptó para el agrado de los dos chicos—, pero —alzó el dedo para obtener toda la atención— espero que tu amiga no nos apunte nunca más con ese cuchillo. No es muy agradable.

—Trato hecho —sonrió Bai Long—. Yo soy Bai Long Xiang y mi amiga es Estela Amary. Cuando lleguemos a nuestro campamento os presentaremos a los demás.

—Morgan Turing —dijo el chico también.

—Jade Greene, venga, vamos o se nos hará de noche.

Jade y Bai Long tomaron la delantera, Estela se quedó un poco más atrás atenta a cualquier movimiento extraño de la pelirroja, ella tampoco se fiaba demasiado de los dos extraños aún. Morgan por su parte de puso al lado de Amary.

—Oye, una pregunta —Estela le miró de reojo— ¿Eres albina natural o es un tinte?










༒︎༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༒︎
𝑀𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒
𝑆𝑖́, 𝑣𝑜𝑦 𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑖, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑢𝑒𝑟𝑚𝑒𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑛𝑜𝑐ℎ𝑒
𝑆𝑖́, 𝑛𝑜 ℎ𝑎𝑦 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟, 𝑛𝑜 ℎ𝑎𝑦 𝑙𝑢𝑔𝑎𝑟 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑑𝑒𝑟𝑡𝑒, 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑜𝑦 𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑖

𝑂𝑗𝑎𝑙𝑎́ ℎ𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑡𝑖
𝑂𝑗𝑎𝑙𝑎́ ℎ𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑡𝑖
𝐷𝑒𝑠𝑒𝑎𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎

❥︎𝐀𝐝𝐞𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐭

༒︎༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༄༒︎





Y con esto doy por presentado a todos los personajes principales, es decir, todas las personas que se encuentran en la isla. Aún queda algún OC por aparecer, pero esto será más adelante con su respectivo edit.

Algunos personajes de Inazuma que no han aparecido en estas presentaciones, tendrán su aparición más adelante en la historia. Solo que no formaran parte de nuestro grupo protagónico.

Espero que os haya gustado este tercer capítulo y nos vemos en el siguiente ;)

~Nova/Dreamer

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro