Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. El misterio de la mansión Koch

WINGS OF FREEDOM.
capítulo 13: el misterio de la mansión koch.

[ para desbloquear el siguiente capítulo este tiene que tener +30 votos *leer nota al final* ]

📍Mitras, Muralla Sina.
Año 838. Época de la Tropa de Reclutas.

La vida de Arian Koch se podría resumir como perfecta a los ojos ajenos, de familia noble y heredero de una gran fortuna que lleva generaciones cargando un gran peso, tenía todo un legado del que enorgullecerse. Su padre, Killian, era parte del consejo del Rey y todos le tenían mucha estima gracias a ello. Su madre, Lilyana, era una mujer de clase baja que tuvo la suerte de casarse y establecerse en tan alta sociedad. Pero Arian no se sentía para nada afortunado.

La mansión Koch se levantaba imperturbable delante de ellos, la reja se abrió al instante en que el guardia de la familia lo vió llegar, cruzó el arco de roca saludando al hombre en la entrada con un asentimiento. Su hogar era silencioso y calmado, un lugar demasiado grande pero esperado para una familia noble y mano del Rey como ellos, sin embargo, siempre le resultó solitario e inclusive algo triste.

El sendero de la entrada era lo suficientemente grande para que cruzara un carruaje, así que su caballo y el de su acompañante pasaron fácilmente. A los costados del camino se encontraban plantados, de forma cuidadosa, árboles cortados en forma de triángulo, estos se extendían hasta cerca de la casa en donde se abría una rotonda alrededor de una fuente de agua. El sonido de la corriente lo tranquilizó a medida que se acercaba, pequeños pajaritos a rayas, amarillos y azules se detenían a beber de la fuente, otros más audaces se zambullian para darse una buena ducha. Notó desde la distancia como una enredadera comenzaba a encaramarse por la estructura de la mansión, subiendo por unos tutores en forma de escalera que se extendían por toda la parte lateral de la casa. Eso es nuevo, se dijo. En sí, dentro de todo el terreno, era muy fácil encontrarse con enredaderas o trepadoras por cada estructura artificial o natural. Era su hábitat, al parecer, y crecía rodeando todo el lugar.

—Me ahogo en el dinero —exclamó dramático su acompañante observando todo a su alrededor y como de repente se sintió pequeño en un lugar tan grande.

—Tú tienes un invernadero, ¿qué dices? —acusó el jóven noble a lo que su compañero giró su cabeza hacia él con una sonrisa.

—Sabes que eso es la cosecha para la tienda, no es esto. —Abrió sus brazos señalando todo el lugar, aunque parecía acusarlo de vivir de esta forma, sus ojos brillaban con curiosidad, estaba encantado—. No me esperaba menos del señor príncipe.

—Te voy a echar del caballo, Dmitri —amenazó, a lo que el peliblanco soltó una risa divertida.

Era la primera vez que traía a Dmitri a su casa desde que comenzaron su relación, no deseaba encontrarse con su padre, no quería que Killian se entere de la existencia de Dmitri de ninguna manera, no le traería nada bueno y esperaba que se mantuviera así. Su madre le había mandado una carta hace unas semanas avisando que tendría la casa sola, su padre estaría fuera por mucho tiempo y fue una oportunidad que no iba a desaprovechar. Arian deseaba presentar a su novio con su madre, era la única quien le importaba, incluso las personas que trabajaban en la mansión eran más preciadas para él. Bajaron de sus caballos y Arian lo guió hasta el establo (porque claro que debía tener un establo), no había animales adentro lo que confirmó la ausencia de su padre en la casa. Killian Koch no montaba pero lo tenía para el carruaje y para presumir ante los demás.

—Mis padres no deberían estar en casa pero mamá llega a la noche —avisó mientras salían del lugar, Arian mordió su labio inferior cuando la mano de Dmitri rozó la suya como si eso no hubiera pasado cientos de veces, su corazón latió más rápido. Tal vez eran los nervios de traerlo a su hogar o de estar solos sin tener a sus molestos compañeros cerca. De cualquier manera, Arian se sentía ansioso.

Deslizó su dedo por la muñeca del peliblanco quien fingió que no lo sintió. Sus dedos siguieron bajando hasta enredarse con las ajenas, la mano de Dmitri era más pequeña que la suya pero sus dedos eran más finos y elegantes como los de un bailarín. Las manos de Arian eran grandes y fuertes, dedos largos por sus prácticas de piano. Era una comparación tonta pero Arian se volvía tonto cuando Dmitri estaba cerca. El peliblanco apretó su mano sacándolo de sus pensamientos, el ojigris se fijó en su acompañante y en la encantadora sonrisa en sus labios. Quería besarlo.

Pero no lo hizo.

Sonrió de lado tirando de él hasta la entrada de la casa. Dmitri alzó la cabeza repasando la fachada de la mansión, tenía tres pisos y una entrada circular, tenía demasiados detalles para contarlos y él deseó poder encontrar cada secreto en ellos. Encima de la entrada se encontraba tallada en piedra un escudo de armas que llamó su completa atención, frenó su caminata obligando a su novio a hacer lo mismo. El escudo era bastante sencillo pero interesante, se trataba de dos espadas cruzadas y en la base lo rodeaban flores con bonitos pétalos. Dmitri reconoció cuales eran: laurel de flor. Que interesante.

—Oh, ¿es el escudo de la familia? —preguntó curioso ladeando la cabeza, Arian solo se fijó en lo tierno que se veía al querer analizar algo que no sabía. El pelinegro parpadeó siguiendo su mirada hasta el escudo que daba la bienvenida a los invitados, símbolo que nadie dentro de las murallas recordaba.

Mm, si —dudó y aquello no pasó desapercibido, Arian miró a su novio por su mentira obvia y le dió una sonrisa de lado como una disculpa, se lo diría luego—. Ven, hay que entrar.

Nadie le abrió la puerta ni lo estaban esperando o eso creyó, cuando subió las escaleras y puso la mano en la manija, la puerta se abrió para su sorpresa. La soltó antes de causar un accidente y retrocedió observando a Gerd, el mayordomo de la familia. Era un hombre mayor que trabajaba para los Koch desde que su abuelo, Niklaus Koch, era la cabeza de familia. Gerd habrá tenido su edad cuando comenzó a trabajar o tal vez menos, pero gracias a eso tenía la completa confianza de los Koch y también el cariño de Arian. Lo había salvado de muchos problemas con su padre cuando era niño.

—Joven Arian, es un gusto verlo en casa —saludó con un asentimiento, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro arrugado ante la visita del heredero, su sonrisa creció al notar que venía de la mano del peliblanco, un pequeño sonrojo cubrió las mejillas de Arian—. Ah, seguramente usted es Dmitri, bienvenido a la residencia Koch.

Gerd se inclinó ligeramente para saludarlo, Dmitri rió con suavidad antes de imitarlo, encantado de saber que los empleados de la mansión ya sabían de él.

—Gracias, encantado de conocerlo —sonrió con carisma y elocuencia, parecía que tenía el objetivo de encantar a todos este día. Gerd le dió una mirada divertida a Arian y asintió, haciendo ver una pequeña aprobación. El pelinegro se sonrojó aún más y Dmitri sonrió apretando su mano, sus ojos azules brillaban más que el sol de esa mañana.

Entraron a la casa finalmente, el vestíbulo era enorme, diseñado para recibir personas, un candelabro colgaba desde el techo alto, el piso decorado con una alfombra verde oscuro ahogó sus pisadas y Dmitri se vió a sí mismo en el espejo colgado a unos metros de ellos. El espejo se encontraba por la pared sobre un mueble que exhibía una espada rota. Dmitri abrió los ojos y sin decir nada caminó hasta ella arrastrando a Arian consigo. Sin soltar sus manos entrelazadas, se inclinó para observar el arma con sus propios ojos.

No tenía filo y se veía bastante vieja pero bien cuidada, la hoja se extendía un poco más por la mitad hasta el cuajo brusco, la punta estaba perdida. La hoja tenía escrito algo en un idioma que no conocía, la empuñadura era roja y la guarda caía delicadamente formando un arco, el pomo era aplastado con pequeñas puntas semicirculares, tenía el mismo símbolo que de la entrada. Dmitri inclinó su cuello hasta que le dolió.

—Aunque la mires así no te dirá sus secretos, ¿sabes? —se burló el pelinegro, aunque su voz estaba teñida de diversión, sus ojos eran cálidos y cariñosos.

—Mmmm, esta espada fue forjada hace mucho, ¿no? —murmuró tocando el pomo con su mano libre con delicadeza, probando que el metal estaba frío—. ¿Espada de familia?

—Ah. —Miró atrás para confirmar que Gerd ya no estaba ahí, una vez que estuvo seguro tiró de Dmitri poniéndolo de pie de nuevo, acercó sus labios hasta su oído para que solo él pudiera escucharlo—. Es vieja pero no es de la familia, a mi padre le encanta apropiarse de cosas que no son suyas.

A Dmitri le corrió un escalofrío por su espalda por la cercanía del otro muchacho, sus manos seguían juntas cuando Arian pasó la otra por su cintura, los ojos de Dmitri posados sobre la espada y el corazón en la garganta.

—¿Entonces es de alguien más? —preguntó en otro susurro, la idea de estar compartiendo estos secretos de su familia, que nadie más debía saber, lo emocionaba mucho. Llevó su cabeza hacia atrás para poder mirar a sus ojos grises como nubes tormentosas. Arian se limitó a asentir.

Se separó del peliblanco y volvió a tirar de su mano para llevarlo hasta la escalera que se alzaba a un costado del vestíbulo, la pared a su lado estaba llena de cuadros. Toda la casa tenía un estilo diferente y antigüo, era de madera y decoración oscura, en ningún momento oyó sus pisadas ni el ruido de la gente que trabajaba aquí, todo estaba en silencio y Dmitri solo pudo pensar en el pequeño y solitario Arian Koch que creció en este lugar. Cada cuadro exhibido tenía el toque del artista y Dmitri que también se consideraba uno observó cada uno de ellos mientras su novio lo llevaba al segundo piso. Algunas pinturas eran de paisajes, de casas o castillos, luego llegaron los retratos. El primero que vió fue de un hombre mayor, el pelo negro estaba repleto de canas y sus ojos azules como agua estancada lo miraban de forma petrea.

—Es mi abuelo —informó Arian al notar su mirada—. Nunca lo conocí, mamá dice que era un hombre demasiado severo, seguro me hubiera caído mal. —Siguieron avanzando con la risa de Dmitri bailando entre las calmadas paredes, Arian también sonrió. Era agradable que la risa de Dmitri llenara este lugar. Pasaron otra pintura, esta vez de una mujer también mayor—. Mi abuela, creo que se llamaba… ¿Clotilde? Hasta su nombre da risa. A ella sí la conocí, estaba loca.

—¡Ah! —Las mejillas de Dmitri se estaban poniendo rojas por las risas—. Oye, ¿no es malo maldecir a los muertos?

—¿Qué harán? Ya me maldijeron lo suficiente al nacer en esta familia —bufó con una sonrisa llegando a la intersección, ahí estaba el cuadro de su padre, ni siquiera se molestó en explicarle, Dmitri ya sabía quién era. Arian siempre odió tener que subir por estas escaleras, no creía necesario tener tantos retratos de gente que ni siquiera conocía. Sabía que una vez el título le fuera heredado, su primera misión sería tirar todo esto. Giraron subiendo la última parte de los peldaños.

—No todo puede ser tan malo, yo estoy aquí contigo —comentó con una sonrisa de lado, Arian detuvo su caminata quedando un peldaño más arriba que él. Giró a verlo sintiendo que su corazón saldría de su pecho. Observó el rostro de su novio, los ojos celestes como el cielo despejado, un par de pecas poco visibles adornando el puente de su nariz, su cabello blanco como la nieve. Arian tuvo que suspirar para sacar el aire de sus pulmones. Soltó su mano solo para llevar ambas hasta sus mejillas sonrojadas, estaban calientes bajo su toque.

—Aquí estás, cariño.

Dmitri soltó un jadeó por el apodo y al tenerlo tan cerca, era tan bueno en muchas cosas, pero las murallas sabían lo que Arian Koch le provocaba y como era el único capaz de dejarle sin aliento. Literal y figurativamente.

—Porque mejor no me besas. —Con una sonrisa movió sus cejas hacia arriba y abajo—. Y me cuentas lo del escudo y la espada y…

—Te tardaste en preguntar —lo interrumpió de la mejor manera, uniendo sus labios en un beso suave y lento que los dejó a ambos con el pulso acelerado en aquella escalinata llena de cuadros de su familia, seguro se estaban retorciendo en sus tumbas. Se separaron luego de unos segundos, la piel de Dmitri era tan pálida que el sonrojo le llegó hasta las orejas y Arian tuvo una gran tentación de morderlas. En cambio se mordió el labio volviendo a sujetar su mano para terminar su trayecto—. El escudo no es nuestro.

—Eso es obvio, ¿pero por qué está en la casa?

—No lo sé, la casa le fue dada a mi abuelo por alguien, no tengo idea quién, el escudo es de la familia que vivía antes aquí —explicó llegando al segundo piso, otra gran alfombra verde decoraba este piso también—. La espada también, creo que ya estaba aquí con la casa.

—Entonces no lo quitan porque tu padre ya se apropió como si fuera de los Koch, vaya eso es interesante —asintió pasando su mirada por los objetos decorativos del segundo piso.

—¿Qué cosa? ¿La codicia de mi padre? Eso no es nuevo.

—No, me refiero a la familia que vivía aquí antes —corrigió, Arian lo miró ya que caminaban lado a lado—. Es interesante, si se trataba de una familia con un gran escudo de armas, una espada y una mansión dentro de las propiedades de las tierras reales, ¿qué pasó con ellos? ¿Por qué darle tu propiedad a otra familia?

—Tal vez su familia se casó con un Koch, el intercambio de bienes por matrimonio es común —se encogió de hombros sin darle tanta importancia al asunto.

—Eso significa que tu abuela debió ser parte de ese linaje y no lo creo, además el laurel de flor del escudo —señaló, Arian frunció el ceño.

—¿Qué tiene eso que ver?

—El laurel de flor se asocia con el triunfo —ladeó la cabeza mirándolo con esa sonrisa que Arian sabía qué significaba, cuando se ponía así estaba dispuesto a desentrañar el más enterrado secreto. El laurel de flor también significaba un símbolo del poder y el triunfo militar. Arian alzó las cejas esperando a que continúe, porque no estaba entendiendo a donde quería llegar—. La casa podría estar remontada a la época de la Gran Guerra Titán y eso es emocionante. Tal vez perteneció a un héroe de guerra por la espada ó…

—Dmitri —rió ligeramente deteniendo el procesador en su mente. Y aunque estaba riendo, esa interrupción no fue coincidencia. Arian no quería hablar de eso y menos algo que tenga que ver con los titanes—. Te saldrá humo, ven te quiero mostrar algo.

Con la conversación de la casa desviada, Dmitri puso una mueca pero la curiosidad por ese nuevo algo lo distrajo lo suficiente para no pensar más en ello. La mansión Koch le había pertenecido a alguien más, tenía el escudo de armas de otra familia y exhibía una espada de guerra como si fuera suya, una espada rota como si hubiera matado a un…

»Aquí, es un cuadro de la familia de mi madre. —La voz de su novio lo devolvió a la tierra, se fijó en el retrato rectangular con unas líneas y colores diferentes a las anteriores. Estaba al fondo como si no quisiera que se vea—. Mamá no recuerda cómo lo tiene, pero su padre se lo había dado, es lo único de valor que tenía consigo. Creo que sus abuelos eran adinerados pero ese dinero no llegó a ella.

Dmitri observó el cuadro, era una pintura familiar con todos los integrantes retratados en un lienzo elegante, de alguna manera este cuadro se veía mucho más caro e imponente que la de Niklaus Koch. Parpadeó acercándose a observar los detalles. Los bordes estaban rotos y desgastados por el tiempo y el mal trato que habría recibido por los años, aún así estaba espléndida y podía ver el rostro de cada integrante como si estuviera frente a él. Contó más o menos unos trece participantes, algunos parados y otros sentados, todos tenían en común el pelo negro y ojos grises a excepción de una mujer, la única que relucía por su cabello rubio, pero fue otro quien llamó su atención.

Era el hombre sentado en medio de la familia, uniforme militar gratamente para nada parecido a los de ahora, tenía el pelo largo trenzado a un costado y sostenía una espada que colgaba de su cinturón, Dmitri quiso observar el pomo pero la mano del hombre lo tapaba. Pasó sus ojos hasta su rostro, mirándolo de forma seria y audaz, ojos grises afilados como un cuchillo, su mirada se le hizo familiar.

—Él se parece a ti —señaló al hombre y luego miró a su novio a su lado. Arian parpadeó pasando sus ojos por la pintura hasta el peliblanco y viceversa, su corazón comenzó a latir fuertemente y un escalofrío cruzó su espalda. Dmitri realmente creía que se parecía a…

—¿Tú crees? —Tragó saliva viendo el rostro de aquel que era su ancestro, Dmitri asintió con una sonrisa poniendo su mano en su hombro, acercando su rostro para ver su perfil.

—Ahora entiendo tus genes, guapo. —Le guiñó el ojo deshaciendo el nudo que se había comenzado a formar en el estómago de Arian. No le gustaba esa sensación, ese ahogo y ese insufrible peso en sus hombros. El hombre del cuadro era demasiado grande como para ser comparado con él—. Es la nariz y los ojos.

—Ya. —Rodeó su cintura y lo movió con una facilidad increíble, Dmitri sonrió por ello, encantado por cómo Arian lo movía o lo cargaba como si no pesara nada. El peliblanco soltó un suspiro mientras apuraba sus pasos y volvía a entrelazar sus manos, deseaba investigar la mansión con más tiempo pero también quería aprovechar el momento a solas con su novio.

Arian y Dmitri se habían conocido en la Tropa de Reclutas, para alguien como Dmitri Lazar, el joven y único heredero de la familia Koch era un enigma. Algunos le tenían miedo y otros andaban detrás de él como cachorros perdidos que esperaban recibir un favor. Nadie entendía por qué un niño rico elegiría enlistarse y nadie lo cuestionaba tampoco, pero a Dmitri le llamaba mucho la atención y una vez que se decidió acercarse (para molestarlo porque era divertido hacerlo enojar) no hubo vuelta atrás. Aunque al principio hubo problemas (el problema: Calynn y Arian competían, por lo tanto se llevaban mal), Dmitri pudo solucionarlo.

Arian Koch seguía siendo un enigma incluso siendo su pareja.

—¿Es tu habitación? Que rápido, mi amor, pero confío en ti —asintió solemne, Arian se sobresaltó deteniéndose a la mitad de abrir la puerta y Dmitri se sintió satisfecho al ver como la sangre subía a sus mejillas. Era tan fácil frustrarlo. Pero no esperó que al abrir la puerta lo tirara con fuerza hacia él, se metiera a su habitación y lo pusieran contra la pared. Dmitri abrió los ojos sorprendido—. ¡E-ey!

—Eres un sinvergüenza, ¿prácticas qué decir todas las mañanas acaso? —alzó las cejas viendo sus ojos, bajando la mirada hasta sus mejillas rojas. Ambos estaban sonrojados y nerviosos, al final solo eran adolescentes frustrados y enamorados.

—Uy, me descubriste —rió tratando de ocultar su nerviosismo, no quería que oyera como su corazón latía tan fuerte que su pecho dolía. Ah, Dmitri era un desastre. Para no mirarlo, se fijó por primera vez en su habitación, de colores oscuros como toda la casa se iluminaba gracias al gran ventanal que tenía al frente, las cortinas de satín estaban abiertas revelando la luz del día. Había una cama con sábanas perfectamente dobladas por la pared, en la esquina contraria se extendía una biblioteca con muchos libros y una chimenea apagada, frente a esta había una silla con dos sillones a cada lado. Movió su cabeza para ver detrás del cuerpo de Arian encontrando otra puerta al fondo, seguramente conducía hacia el cuarto del baño. Era elegante y grande, como suponía que sería su habitación—. Vaya, señor príncipe.

Ugh, basta de ese apodo.

Dmitri solo se limitó a reír deslizándose de su agarre para ir a investigar el cuarto, comenzando por esa estantería de libros y luego a su ropero, pensando qué podía robarle. Arian sonrió sin mostrar dientes metiendo las manos en sus bolsillos, observando cómo su novio se movía curioso por su habitación, su lugar donde no dejaba que nadie, excepto su madre, tocara sus cosas. Se sentó al borde de la cama extendiendo sus piernas, sus ojos eran tan turbulentos pero en ese momento el calor se extendió por su cuerpo y sus latidos se vieron alterados. La mansión Koch no era el lugar más agradable, no era cálido, era solitario y demasiado silencioso. Ver a Dmitri en medio del blanco y negro de su vida era como un faro, brillaba como luz de estrellas en la noche más tempestuosa.

Solo su madre tenía ese sentimiento en él pero sabía, muy dentro de él, que esto que latía en su interior era muy diferente al amor materno que adoraba. Y a veces eso lo asustaba, porque sabía quién era él y lo arruinado que estaba desde que despertó.

Arian Koch amaba a Dmitri Lazar como nadie y tal vez nunca deje de hacerlo.

• • •

📍Sede Central de la Policía Militar, Mitras.
Actualidad, año 844.

Ojos de tormenta miraban el informe en sus manos, la luz del sol chocaba contra su cara brillando a través del vidrio de la ventana. El documento era breve y sencillo, escrito en su propia letra y firmado por su propia firma. El título era llamativo pero a él no le interesaba, no era su problema.

Alzó la cabeza mientras la luz iluminaba al caballo verde en su uniforme que lo llevaba con el orgullo falso que debía poseer el Soldado de Oro, uno más para la fachada que tampoco le importaba romper de vez en cuando. Pronto sería el Capitán y le gustaba la connotación poderosa que el título tenía, pero no estaba pensando en eso en ese momento. El informe que sostenía era sobre el encarcelamiento de Nicholas Lobov, sus cargos y quienes ayudaron a estas acusaciones. Lo último que había necesitado para invocar memorias pero no podía mentirse a sí mismo, nunca había desechado esas memorias, siempre las tenía en su mente.

Llevó su mano a su frente dando un pequeño masaje que no le estaba sirviendo mucho, se sentía extraño y fuera de sí, el enojo no tardó en cruzarse entre esos sentimientos. Porque odiaba la existencia de la Legión de Reconocimiento con todas sus fuerzas, porque él lo abandonó por ellos y sus ideas absurdas, suicidas y ellos no deberían salir, ellos no… Arian no debió dejarlo ir.

Su cabeza comenzó a dolerle de forma instantánea, tan fuerte como si le hubieran incrustado un cuchillo en su cabeza. Soltó un quejido inclinándose hacia sí mismo, sujetando su cabeza, queriendo arrancarsela porque así dolería menos. Lo dejaste ir. Él puede morir y no vas a estar ahí.

—Ya basta —gruñó viendo su reflejo a través de la ventana y se alejó como si quemara.

—¿Estás teniendo una de tus psicosis de nuevo? —preguntó una voz femenina llegando desde el pasillo donde Arian se encontraba, él se limitó a bufar y darle la espalda a la ventana para recostarse por ella. Koch observó a la mujer que se acercaba, era alta y el pelo negro ondulado le llegaba hasta su abdomen, bonitos ojos verdes que eran los únicos que no le tenían miedo y veían a través de él.

—Cierra la boca, Nina. —Rodó sus ojos y una vez estuvo a su lado le entregó el informe, pasándolo de forma brusca.

—¡Ah! Ser amable no te va a matar, ¿sabías? —alzó una ceja sujetando las hojas para poder leerlo—. ¿Es del caso Lobov? ¿Para qué me lo das?

—Para que vayas y se lo entregues a Nile, no estoy de humor y estoy seguro que me dirá alguna estupidez. —Cruzó sus brazos llevando su cabeza hacia atrás hasta que tocó la ventana, su cabeza le seguía doliendo. Era tentadora la idea de abrir la ventana y tirarse desde este piso.

—De verdad hoy estás más insoportable que de costumbre, ¿así de malo fue volver a ver a Calynn? Seguro estaba hermosa, debí ir yo —puso un puchero lamentando su suerte. Los orbes de Arian temblaron cuando puso los ojos en blanco.

—¿Puedes por favor ir a darle el informe? O te juro que caeré en instintos asesinos.

—Estoy pensando si darte un té o tirarte por la ventana.

¡Por favor!

Pero Nina, sagrada sea, fue a darle el informe volviendo a dejarlo solo en ese pasillo. Era aplastante, ese sentimiento que estaba atrapado en su pecho y el dolor en su cabeza no lo dejaba pensar. Cerró los ojos dejando que la luz del sol lo bañe con su calidez por un tiempo.

Ah, Arian Koch era más parecido al hombre del cuadro de lo que imaginaba.

[ NOTA IMPORTANTE ]

[ ok, primero que nada, he estado en wattpad por nueve años y en todo este tiempo he dicho que jamás iba a hacer la meta de votos pero los lectores fantasmas me han superado y ya estoy harta.

dije que no haría la meta de votos porque actualizo tarde, es cierto, pero me he dado cuenta que incluso con la tardanza siguen habiendo muchos lectores fantasmas y los votos han disminuido increíblemente. así que el problema no es que yo tarde. siempre me han afectado los votos imparciales y me paso escribiendo, investigando y perdiendo valioso tiempo en darles una buena historia, incluso si es solo un fanfic y tal vez no lo vean como la gran cosa, es importante para mi.

no les estoy pidiendo mucho, no les pido que recomienden ni que comenten (LO CUÁL TAMBIÉN ES IMPORTANTE PERO LO DEJARÉ PASAR POR AHORA), solo estoy pidiendo que VOTEN, nadie va a saber que votas, solo yo y está muy bien recibido.

así que haré esto y hasta que no se cumpla la meta de votos, NO VOY A ACTUALIZAR, así que si les gusta lo que hago es lo mínimo que pido, por favor. gracias. ]

━━

HOLAAA, creo que luego de esa nota no tengo mucho que decir ah. cada capítulo está por algo ojo, así que presten atención òwó

por fin tenemos arian pov aaaaa he querido escribir esto desde hace mucho tiempo, díganme que opinan de él y todo lo que pasó en este cap 👀

hice un tablero en pinterest de cómo veo la mansión koch, les dejo el link por si quieran echarle un vistazo.

y también les dejo la playlist de arian y dmitri que está en spotify 🤍

¡espero les haya gustado! sin más que decir, ¡nos leemos! ❤️

mag.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro