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CAPÍTULO 12

Allegra jamás había intentado cocinar con alguien, ni siquiera con Emma, y estaba descubriendo que hasta la receta más sencilla del mundo, que habías preparado un millón de veces, parecía complicada cuando tenías a alguien a tu lado preguntando qué debía hacer ahora.

— ¿Cómo es que tienes tantos ingredientes y especias si no cocinas? —preguntó ella, al abrir una de las puertas de la cocina y notar que tenía sal fina, sal en grano y cristales del himalaya, todos en botellas de vidrio selladas porque jamás habían sido usadas.

—Justamente por eso. A veces cuando vengo de regreso entre carreras le pago a alguien por hacerme las compras y tener cocina cuando vuelva, pero después de eso la mayoría de las cosas que me dejan quedan sin usar.

Allegra podía ver la lógica en eso, hasta cierto punto. Todavía pensaba que era estúpido, pero era una estupidez un poco más coherente. Se encogió de hombros y simplemente tomó uno de los saleros para dejarlo en la encimera. Al darse la vuelta, se encontró con que Max estaba allí, justo allí, demasiado cerca. Se le cortó la respiración, pero entonces inhaló con fuerza y simplemente rodeó al piloto.

Miró las cosas que había colocado ya, tratando de recordar si olvidó algo. Tenía el pollo, limón, aceite de oliva, mantequilla, sal, pimienta, ajo en polvo, pimentón en polvo y orégano... Sí, ella estaba segura de que no olvidaba nada.

—Ven, ayúdame a limpiar el pollo —dijo Allegra, haciendo un espacio a su lado para permitirle acercarse. Max se colocó ahí, tan cerca que sus brazos se rozaban cada vez que alguno de los dos se movía, y eso comenzaba a fastidiar a Allegra, muy rápidamente.

Ellos se dedicaron un rato a quitar los excesos de piel y grasa del pollo, en silencio. Allegra se rehusó a mirarlo de reojo, incluso si tenía un poco de curiosidad por cuál era la expresión en su rostro, ya que si no estaba habituado a cocinar probablemente estaría algo asqueado, pero no volteó, sobre todo no porque a ratos sentía que él sí la miraba a ella, y si ella miraba entonces no podría fingir estar distraída, y ambos quedarían expuestos.

Allegra prefería evitarse esa incomodidad.

Al terminar, tenía los dedos entumecidos por el frío ya que el pollo había estado en el refrigerador, y se apresuró a enjuagarlos con agua.

Después tomó un envase y comenzó a revolver el resto de ingredientes en el, bajo la mirada atenta de Max.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó él. Allegra se sobresaltó ligeramente y casi tira el envase por accidente, pero se las arregló para disimularlo. Estaba jodidamente nerviosa y no sabía por qué, se sentía fuera de control y no quería nada tanto como quería irse a su habitación de hotel y no verle la cara a Verstappen por varios días.

Allegra miró la mezcla, ya estaba hecha, solo era cuestión de revolver. No podía arruinarlo, ¿verdad?

Suspiró.

—Sí, seguro. Ten, mezcla ésto, voy a precalentar el horno.

Allegra encendió el horno a 180°, y lo dejó estar. Entonces miró alrededor, tratando de recordar cada cosa en su lista mental de pendientes, para dedicarse a lo siguiente mientras Max seguía agitando la mezcla en el envase para condimentar el pollo.

Se encaminó a tomar más ingredientes de la despensa. Tomates, cebolla, ajo, puré de tomate, laurel, albahaca, queso parmesano y el paquete de pasta que ya antes había tomado. También recuperó de lo que ya había usado el aceite de oliva y el orégano.

—Terminé —dijo Max, mientras Allegra esperaba a que el tomate y la cebolla terminaran de cocerse en agua.

Allegra se giró a mirarlo y juntos aplicaron la mezcla en el pollo y lo colocaron en un recipiente de vidrio. La cazuela en la estufa empezó a hacer ruidos y chisporrotear, con el agua empezando a hervir, ella parpadeó por el desconcierto.

—Ponlo en el horno —murmuró ella, corriendo hacia la estufa y revisando la hornilla. Aparentemente la había movido por accidente y había subido la flama. El tomate estaba oficialmente quemado y tendría que cocerlo de nuevo. Estaba colocando tomates nuevos (los últimos que le quedaban a Max) cuando escuchó su maldición.

Verdomd —soltó Max. Ella sabía suficiente del neerlandés y de Max Verstappen como para saber que eso era un insulto.

Allegra se giró para mirar, y el pollo exitosamente había sido colocado en el horno, pero Max se había quemado en el proceso. Ella se acercó a paso rápido y lo sujetó de la muñeca, obligándolo a mostrarle la herida, y había una pequeña línea atravesando la parte alta de la palma de su mano, tenía la piel enrojecida ahí y también parecía un poco inflamada.

—No volveré a dejarte ayudarme a cocinar —dijo Allegra, con un suspiro, mirando la marca con preocupación.

Max hizo una mueca.

— ¿Soy tan mal aprendiz? —preguntó, y parecía absolutamente ofendido. La idea de ser malo en algo parecía molestarlo tanto como molestaría a Allegra.

—Eres la única persona con quien he cocinado, así que en realidad no puedo comparar —admitió ella, haciéndolo moverse hacia el lavabo sin resistencia de la otra parte. Colocó la mano de Max en donde estaría el chorro de agua y abrió la llave del agua fría. Max se estremeció un poco y apretó la mandíbula con fuerza.

Allegra suspiró y colocó su mano sobre el brazo de Max, intentando distraerlo un poco. Debía dejar la mano en el agua fría un rato.

— ¿Soy especial, entonces? —Max atinó a preguntar.

—Claro. Eres mi novio falso. Tienes privilegios.

— ¿Como quemarme metiendo un pollo al horno?

—Por supuesto. Especialmente ese.

—Bueno, duele como la mierda —espetó Max, con brusquedad, pero Allegra no retrocedió porque sabía que el ataque no iba hacia ella, no con la forma en que se miraba la mano con ira.

—Lo sé. También me he quemado cocinado, aunque no me ha pasado en años. ¿Tienes vendas?

—Sí, hay un paquete de primeros auxilios en alguno de los gabinetes.

Allegra se aproximó a los gabinetes en cuestión y se dedicó a abrir cada cajón hasta finalmente encontrar uno con una caja blanca con el símbolo de primeros auxilios. Tomó una venda de ahí junto con los alfileres metálicos que se usaban para sujetar la tela, ya que no había ningún unguento para quemaduras. Regresó con Max entonces y cerró la llave del agua. La quemadura seguía enrojecida y era evidente que era dolorosa, ella lo hizo sentarse en una silla en el comedor y comenzó a envolverle la piel con la venda.

Cuando terminó, estaba bastante satisfecha con su trabajo. Ya podría ser enfermera.

Max abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera, la cazuela en la estufa ya estaba haciendo ruidos nuevamente.

Bueno, mierda. Allegra había quemado los únicos tomates de quedaban.

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