CAPÍTULO 01
El tipo de vida que Allegra llevaba tenía sus ventajas. Grandes ventajas. Ventajas como que cuando sucedía algo como recibir una invitación inesperada a la boda de tu hermana gemela, podías tomar un avión y volar hasta Inglaterra para ver a tu mejor amiga (o única amiga).
Así que, al día siguiente de recibir la carta, Allegra salió de su departamento con una maleta con varios días de ropa y la invitación en la bolsa para tomar un vuelo a Reino Unido.
Habían pasado menos de veinticuatro horas desde el correo sorpresa cuando ella ya estaba frente a la puerta de la casa de Emma en Northampton. Era un lugar agradable no demasiado lejano de Silverstone, y definitivamente más grande de lo que Emma probablemente necesitaba. No era la primera vez que Allegra la visitaba, así que pasó de tocar el timbre, a sabiendas de que era temprano y si Emma estaba dormida, no había forma de que un sonido tan tenue la fuera a despertar. En su lugar, tomó su teléfono y la llamó.
El teléfono timbró al menos cinco veces antes de que la llamara se marcara como rechazada, así que Allegra solo tomó sus cosas y esperó.
Apenas un minuto o dos después, la enorme puerta de caoba se abrió. Ella supo de inmediato que había acertado con su suposición de que Emma había estado dormida antes de su llegada. El cabello castaño con destellos rubios de Emma no estaba enmarañado per se, pero tampoco estaba en el pulcro estado que acostumbraba; no tenía puesta una sola pizca de maquillaje, ni rastros de que se lo hubiera quitado recientemente; y, por supuesto, la mayor obviedad, traía puesta una gran camiseta holgada verde de Aston Martin con el número de su hermano, Lance Stroll, y un entallado pantalón negro que originalmente habría tenido el propósito de ser deportivo, si tan solo Emma hiciera algo de ejercicio.
Emma, sin embargo, se veía bastante despierta, y así lo demostró cuando se lanzó inmediatamente sobre Allegra para abrazarla.
—Amore, no te veía en persona desde...
Emma era muy versada en variedad de idiomas, pero por algún motivo el italiano le parecía particularmente complicado, lo que estaba fuera de la comprensión de Allegra. Sin embargo, a lo largo del tiempo, Emma sí había logrado aprender algunas palabras y frases importantes del idioma. Amore era una de esas cosas que había logrado aprender, y era la forma habitual en que se refería a Allegra de forma informal.
—Desde hace un mes, Em —replicó Allegra, impidiéndole a Emma exagerar la situación, a la vez que ambas se separaban.
Emma exhibió una sonrisa descarada.
—Una hora se siente como una eternidad sin ti, amore —parpadeó Emma, con expresión inocente, antes de soltar una risa—. Ven, pasa. Tenemos muchas cosas que discutir.
Ambas entraron a la casa de Emma, y fueron recibidas por la enormidad de la sala de estar.
— ¿Dejo mis cosas aquí? —preguntó Allegra.
—Sí, sí. Las subiremos más tarde. Ahora vamos a desayunar algo —dijo Emma. Señalando hacia la cocina.
Allegra dejó su maleta junto a uno de los grandes sillones negros, pero conservó consigo su bolsa, y siguió a Emma hasta la cocina. Allí, Allegra dejó su bolso en la mesa y se acercó a abrir el refrigerador.
— ¿Panqueques? —ofreció Allegra.
Emma podía cocinar, por supuesto que sí, de lo contrario no viviría sola. Allegra simplemente era mejor en eso... Había tomado curso tras curso de cocina en su adolescencia hasta que habría podido poner su propio restaurante de haber querido. Era solo otro de los requerimientos de sus padres, excepto que, para variar, era uno útil.
—Sí, perfecto.
Allegra se movía por la cocina de Emma como si fuera la propia. Era lo que venía de la experiencia de ser la cocinera designada siempre que ambas decidían consumir algo casero en lugar de salir.
Mientras Allegra comenzaba a poner la harina en el envase que había tomado para la mezcla, habló:
—La invitación de Bianca está en mi bolsa, no he podido leer más que la fecha, los nombres y la solicitud de confirmación de asistencia. Dime si hay algo interesante.
Emma no se opuso y de inmediato la escuchó rebuscar en su bolsa, pero no se giró para mirarla y en su lugar rompió los huevos que necesitaría.
—Veamos. Bianca Lombardi y Antonio D'Angelo te invitan cordialmente a su boda. Sí, claro. Bla, bla, bla. 23 de junio. Valle del Loire, Francia. Boleto para ti y un acompañante, favor de confirmar asistencia en el sitio web... —leyó Emma.
—Bueno, en esencia es lo que yo creía —reflexionó Allegra.
— ¿Quién es este tipo, siquiera? ¿Antonio D'Angelo? —preguntó Emma.
—Un hijo de un socio comercial de nuestros padres.
—Ah, ¿entonces sí es alguien que conoces?
—No, pero es italiano. Y un hijo de un socio comercial de nuestros padres sería a quien yo habría elegido para casarme de habérseme ocurrido.
—No es por querer sonar idealista o ingenua, pero ¿estás completamente segura de que no hay sentimientos de por medio entre Bianca y este Antonio? —preguntó Emma. Allegra se giró sobre su hombro, dejando de batir la mezcla de panqueques por unos segundos para mirarla con escepticismo— Ya, ya. Solo preguntaba.
—Dado que somos gemelas, se sobreentiende que nos parecemos. Pero la gente no dimensiona cuánto. Yo sé que ella va a casarse con alguien a quien definitivamente no ama solo porque eso la hará parecer una mejor candidata a recibir la empresa. Y sé eso porque, insisto, yo habría hecho lo mismo si se me hubiera ocurrido antes.
Allegra encendió la estufa para poder empezar a preparar los panqueques.
— ¿Es malo que me alegre que ella te haya ganado la mano con esto, amore? Realmente me habría destrozado verte casarte con alguien a quien no amas solo por vencer a Bianca.
—No, Em. No es malo —suspiró Allegra—. Tú te preocupas por mis sentimientos y yo me preocupo por mi futuro, y te amo por eso aún si estoy en desacuerdo.
—Sí, sí. Yo también te amo. Ahora, veamos, confirmaré tu asistencia para esta tontería antes de que tu hermana intente venir hasta acá a pelear porque te demoraste un día completo en responder —dijo Emma, escaneando con su teléfono celular el código de la invitación—. De acuerdo, esto es todo un cuestionario. Veamos, pondré tu nombre y... ¿Qué prefieres en la cena? ¿Carne o marisco?
—Carne, supongo —respondió Allegra, distraída, mientras volteaba un panqueque.
—Perfecto. Mmm, según esto, se prohíbe ir a la boda en colores blanco, gris, beige, rojo, azul y morado... De acuerdo. Entiendo el blanco, entiendo el beige y el gris, incluso entiendo el rojo. ¿Pero de dónde sale eso de prohibir el azul y el morado?
—De que son mis colores preferidos, por supuesto. Estoy segura de que no hay nada que ella quiera tanto como verme de amarillo, anaranjado o algún color similar, sabiendo que eso me, nos, hace ver terrible.
—Tu hermana me fastidia.
—Bienvenida al club.
—Veamos. Oh. Esto es importante. ¿Llevarás un acompañante? —preguntó Emma.
Allegra guardó silencio un momento peligrosamente largo mientras sacaba dos panqueques de la plancha y los apilaba en un plato antes de responder.
—Sí —respondió, indiferente.
— ¿En serio? ¡Qué bien! ¿A quién llevarás?
—A mi novio.
—Perfecto —dijo Emma, con naturalidad—. Dime, ¿tu novio imaginario prefiere carne o marisco en la cena? ¿O quizá la opción vegana?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro