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Extra 2

Acontecimientos anteriores al Ragnarok, basados en los encuentros furtivos con Beelzebub.

:

Se apresuró a entrar en el laboratorio de Beelzebub y cerró rápido la puerta tras de sí. Miró a su alrededor ansiosamente, esperando encontrarlo allí.

Lo vio de espaldas a ella, concentrado en algún complejo experimento. Su corazón dio un vuelco al verlo.

Se aclaró la garganta para anunciar su presencia, sonrojándose cuando Beelzebub se volteó bruscamente, sorprendido. Sus ojos rojos se iluminaron al verla.

—___________— dijo con voz ronca. ——¿Qué haces aquí?— aunque ella podía oír la alegría contenida en sus palabras.

Ella sonrió con cariño y se acercó a él, tomándole las manos. Sus dedos se entrelazaron naturalmente. Beelzebub hizo una mueca, acostumbrado a la soledad, pero se esforzó por corresponder a su gesto.

La azabache tiró de sus manos, animándolo a sentarse en el sofá con ella entre sus piernas. Beelzebub obedeció, desconcertado pero feliz de complacerla.

—¿Estás bien?— preguntó extrañado, acariciando la mejilla femenina con timidez. La ninfa sólo podía sonreír, emocionada.

Ella se apoyó contra su pecho y acarició el suave cabello oscuro de Beelzebub, sintiendo que se relajaba lentamente bajo sus caricias. El hombre suspiró, contento, y la envolvió en un abrazo.

Sus labios se fundieron en un suave beso, olvidándose del mundo fuera de ese instante. Eran felices simplemente estando juntos.

La femenina miró alrededor del laboratorio de Beelzebub.  Sus experimentos se alineaban ordenadamente en las mesas, las páginas de sus cuadernos estaban llenas de garabatos y diagramas. Ese lugar tan terrorífico y macabro para muchos, era el único lugar donde podían ser simplemente ellos mismos.

Tuvo que contener la respiración para no delatar su presencia al entrar. Se volteó y lo vio de espaldas a ella, concentrado en algún libro. Su corazón se llenó de alegría al verlo.

—¿Qué haces aquí tan tarde?— preguntó Beelzebub sin volverse, adivinando quién era. Su voz era cálida y estimulante.

Ella sonrió, emocionada. Aunque no podían verse a menudo, Beelzebub siempre la recibía con los brazos abiertos.

—Vine a verte, por supuesto—

Beelzebub volteó entonces y la miró con ojos brillantes. Sus labios se curvaron en una sincera sonrisa. La chica soltó una risita al ser levantada del suelo en un abrazo, envolviéndose a su cuello.

Sus labios se fundieron en un corto beso, olvidándose de todo lo demás. Era como volver a casa.

____________ nunca quiso marcharse de su lado. Su corazón siempre tenía prisa por volver con él.


Como era de costumbre, entró en el laboratorio y sonrió al ver a Beelzebub sentado en el sofá, leyendo un libro. Sus ojos se iluminaron al posarse en ella y dejó el libro a un lado, extendiendo los brazos para recibirla.

___________ se apresuró a sentarse en su regazo, echándose a reír al ser envuelta en un cálido abrazo. Beelzebub la besó tiernamente en la mejilla, haciéndola estremecerse.

—¿Cómo estuvo tu día?— preguntó el azabache.

Ella suspiró, cerrando los ojos y apoyándose contra él. Beelzebub tenía ese efecto en ella. La hacía sentirse como en casa.

—El día estuvo bien. Cansado, pero bien— confesó ella, comenzando  a contarle los detalles de su día.

Mientras hablaba, Beelzebub acarició suavemente su cabello, pasando sus dedos por las ondas. Las caricias eran tan relajantes que la chica notó que se estaba adormeciendo.

Su voz se fue apagando y finalmente se calló, quedándose dormida en el regazo del Señor de las Moscas, sintiéndose feliz y segura. Suspiró profundamente, complacida, y Beelzebub sonrió, besándole la frente.

Se quedaron allí quietos, disfrutando de la paz del momento. Beel continuó acariciando su cabello dulcemente, contemplándola con adoración.

Beelzebub sabía que lo bueno no duraría para siempre, sin embargo, estaba dispuesto a protegerla. Eso era una promesa silenciosa, pero firme, que se había hecho desde el día en que se conocieron.




Llegó al laboratorio de Beelzebub, agitada y sonrojada tras haber corrido para apresurarse. Llevaba semanas trabajando en un regalo especial para él, y hoy era el día perfecto para sorprenderlo.

Beelzebub abrió la puerta casi inmediatamente, como si hubiera estado esperando su llegada. Sus ojos  rojos se iluminaron al verla.


— ¿Estás bien? Parece que has corrido un maratón— bromeó.

Ella rió, jadeando todavía.

—Estoy bien, solo quería verte— extendió las manos hacia él, ofreciéndole el regalo. Era una libreta hecha a mano, para sus anotaciones.

Beelzebub parecía sorprendido. Atónito, casi. Sus ojos se abrieron ampliamente al ver la libreta.

Y en ese momento, lo entendió. Beelzebub nunca había recibido un regalo.

Su corazón se rompió, dolido de pensar en la soledad de su existencia. Pero ahora la tenía a ella. Y  le daría todo el amor y afecto que nunca recibió.

Sin saber lo que realmente le esperaba.

Se acercó a él y le extendió la libreta, sonriéndole con ternura.

—Es para tí— dijo suavemente —Para tus anotaciones. La hice yo misma—

El demonio tragó saliva, y luego miró la libreta maravillado. Sus dedos temblaron al tomarla, como si no se lo creyera.

—Es...hermosa— dijo con voz ronca —Gracias— miró de nuevo a _________, abrumado —Nadie me ha dado nunca un regalo— confesó.

El corazón de la femenina se rompió aún más. Se lanzó a sus brazos y Beelzebub la estrechó con fuerza, como si fuera lo más precioso que hubiera poseído jamás.

____________ entró silenciosamente en el laboratorio de Beelzebub, sonriendo al verlo concentrado en su trabajo.

Se sentó en su silla habitual junto a su mesa, apoyando la barbilla en sus manos y observándolo sin interrupción. Le encantaba verlo trabajar tan absorto en lo que hacía.

Como de costumbre, el tiempo pasó rápidamente al simplemente contemplarlo y la chica fue sintiendo como gradualmente sus párpados se cerraban, y su respiración se volvía lenta y profunda.

En poco tiempo, quedó profundamente dormida, su cabeza cayendo hacia un lado. Beelzebub seguía trabajando absorto, ajeno a su cambio de estado.

No fue hasta que se volvió para hablarle de un hallazgo particular que se sorprendió al verla dormida, con las manos cruzadas sobre su estómago y suaves ronquidos escapando de sus labios.

Su corazón se llenó de ternura al mirarla. Siempre estaba allí para apoyarlo, sin importar lo que hiciera. Sus descubrimientos y proyectos eran importantes para ella, aunque no los comprendiera del todo.

Sonrió suavemente, cubriéndola con una manta fina que había guardado para emergencias. Seguiría trabajando para no despertarla, pero no podía evitar sonreír y sentirse profundamente feliz.

Su laboratorio se sentía ahora tan cálido y acogedor como su hogar compartido. Porque siempre que estaban juntos, eso era todo lo que importaba.

Jajaj volvió la que decía que solo haría un extra 🤡.

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