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"Cuando te encontré, mi corazón encontró un hogar"-


La fina curva que adornó sus labios, se camufló en la oscuridad de la noche y los indiscretos rayos de luna que se colaban en la habitación intersectaron sus ojos azules, delatando el brillo que se desprendía de ellos. Su mano pálida palmeó con sutileza la cabeza de la menor, quien tumbada sobre su cama, dormía plácidamente sin advertir la  presencia del rubio allí.

Delicadamente, cubrió los brazos expuestos de la ninfa con la sedosa sábana blanca, y sin desprender ruido alguno,  abandonó la recámara para permitirse descansar. Esa noche, tras una desagradable pesadilla donde presenciaba la  insólita muerte de su hija, Poseidón se vió obligado a acudir a los aposentos de la azabache para cerciorarse de que todo marchara bien.

—¿Por qué...?— se preguntó regio a mitad del corredor.

Su envidiable temple y su compostura tan característica comenzaban a desmoronarse con el crudo escenario que tuvo lugar en sueños.

—Padre...— a mitad de la desolada y oscura habitación, lágrimas decoraban sus mejillas. La poca luz que se infiltraba por el cristal era suficiente para presenciar ese desgarrador espectáculo que consiguió quitarle el aliento.

Su tridente, destrozado casi por completo, era sostenido entre las manos de la joven que, de rodillas en en el suelo, mantenía una mirada cargada de amargura. De pronto y y sin aviso, los constantes sollozos sesaron  y la habitación quedó sumida en un fúnebre silencio que le causó escalofríos.

De un momento a otro, ____________ posocionó el arma a la altura de su cuello, emitiendo un cegador resplandor antes de incrustarse y atravesar sin piedad la garganta de la femenina. La sangre brotó por montones, creando un charco a su alrededor que tiñó de carmesí gran parte de sus piernas y vestido blanco

Una sonrisa entonces se formó en sus labios secos y agrietadosse, dejando que las lágrimas que  emanaban con más intensidad, consolaran su dolor con sus caricias.

—Ya casi nos volvemos a ver...— murmuró dejando caer el tridente que utilizó para ponerle un fin a su vida.

Su corazón palpitó con fuerza y una opresión en la garganta le quitó el aliento con tan solo recordarlo. Por primera vez, el dios más temido de los cielos experimentó el miedo.

La mente de Poseidón siempre le resultó un enigma difícil de resolver. Era como sumergirse en un  profundo océano cuyo fondo resultaba imperecedero de alcanzar. Para la mayoría, desentrañar las  emociones del rubio era algo casi imposible de lograr, pero ______________ lo conocía a la perfección y sabía cuando algo no marchaba bien.

Su mirada desviada hacia la izquierda, sus músculos tensos y el constante golpeteo que realizaba con su dedo índice sobre la mesa eran algunas señales que alertaron a la joven ninfa en el desayuno. En todo ese tiempo, el rubio no había articulado sílaba alguna y aunque no era novedad que se tratara de  alguien de pocas palabras, siempre acostumbraba a preguntarle que tal había dormido o cosas triviales que para ella se transformaron en parte de su rutina matutina.

—¿Te encuentras bien?— decidida, finalmente adquirió el valor para preguntarle respecto a su actual estado, sin embargo no hubo alguna respuesta por parte del mayor —Poseidón— volvió a llamar sin obtener resultado alguno.

—¿Hay algo que te esté molestando últimamente?— su tono apagado relució en medio del silencioso salón —algo que quieras contarme— sus ojos conectaron con los de ella y por unos momentos, _____________ juró  ver una pizca de  preocupación reflejada en ellos.

¿Qué estaba sucediendo?

—Estoy perfectamente bien— sinceró arqueando una de sus cejas —de tí no puedo decir lo mismo— ladeó su cabeza, analizándolo con meticulosidad.

Poseidón desvió su mirada una vez mas y poniéndose de pie, se acercó a ella a pasos lentos. Nerviosa, pero sin temer por la repentina acción, la azabache alzó su mirada con el fin  de apreciar la expresión tan estoica del rubio que, de un momento a otro posicionó su mano sobre su cabeza, emitiendo pequeños golpecitos en la zona.

—Sí hay algo que te atormente, aunque sea la mínima cosa. No dudes en decírmelo— recalcó para posteriormente abandonar el gran salón.

______________ no le quitó la mirada de encima hasta perderlo de vista y ciertamente conmocionada por aquel suceso, decidió salir a tomar un poco de aire fresco.

Al poner un pie fuera del palacio, los rayos del sol la recibieron calidamente, sacándole una sonrisa. Caminó por la zona de los jardines y se distrajo con algunas aves que decendían desde lo alto para beber un poco de agua de la gran fuente, no obstante, toda paz se vio obstruída con la llegada de un carruaje no identificado que aterrizó en la entrada principal.

Dejándose influenciar un poco por la curiosidad, se acercó lo suficiente como para tener una visión más detallada de los dioses que abordaban aquel lujoso transporte y cuando la puerta de este se abrió, su intriga fue cuesta arriba.

Una hermosa mujer de largos y ondulados cabellos azabaches que brillaban con fulgor bajo el sol bajó se dejó ver. Su largo vestido azul marino se acoplaba con gracia a los movimientos de su voluptuosa figura y sus ojos, de un azul intenso miraron al interior del transporte.

Seguido de ella salió un hombre de rasgos marcados, con barbas negras y cabello del mismo color. Alto y fornido, tendió la mano a quien parecía ser su esposa, ayudándola a bajar del transporte y esta, dirigiéndose unas palabras incomprensibles a su marido, caminó hacia la primera mujer que desabordó el carruaje.

No mucho después, el distinguido carruaje de Zeus llegó al sitio, lo que amplió aún más la intriga de la joven ninfa. Proteus salió a recibirlos  a los segundos, dándoles la bienvenida y guiándolos al interior de la titánica construcción del dios de los mares.

—Me pregunto quiénes serían...— con la curiosidad carcomiéndola por dentro, por milésima vez en el día se cuestionó  sobre aquellas deidades que acudieron en la mañana al palacio.

No aspiraba a interrumpir los asuntos que Poseidón tenía pendientes con ellos, prefiriendo  dar una vuelta por los jardines del palacio del Olimpo, el cual era frecuentado por varias deidades femeninas en esa ocación.

—¿Quiénes serían qué?— la conocida voz de Argus la arrastró de nuevo a la realidad.

El hombre le ofreció una cálida sonrisa, cargando en sus manos algunas flores que se ubicaban dentro de un jarrón de cerámica.

—Oh, es usted.  No tiene importancia, pensaba en voz alta— corrigió rápidamente, haciendo gestos con sus manos.

Argus desconfió, pero optó por no abordar más en el tema.

—¿Cómo se encuentra?— preguntó mirando como a la distancia su hija le hacía gestos con sus manos en una clara señal de que se apresurara.

____________ no pasó por alto aquello, riendo cuando las muecas de enfado que mujer desprendía, acabaron por tornarse  graciosas a su parecer.

—Perfectamente, pero creo que debería acudir a su llamado. Se ve impaciente— consideró en lo que se incorporaba sin prisa, volteando de imprevisto al oír los llamados de Hércules  a tan solo unos metros de donde se encontraba, acompañado por algunos niños que la esperaban ansiosos —debo irme, fue un gusto verlo— se despidió, acudiendo al lugar donde el semidiós se ubicaba.

Argus se abofeteó mentalmente, estaba claro que confensarle la verdad todavía era demasiado anticipado y aunque muchas veces se debatió en no hacerlo, el derecho que ella tenía en conocer su historia le impidió dar marcha atrás.

Él podría vivir bajo su constante rechazo, después de todo se lo merecía. No obstante, el verla feliz y gustosa, rodeada de aquellos dioses que la consideraban como un miembro más de su familia, pareciendo disfrutar de su compañía y transmitiendo un ostensible y por sobre todo, inegable cariño hacia ellos, lo persuadía a querer dar marcha atrás por el temor de verla abrumada.

No estaba seguro de poder soportar ver a su hija en ese estado por su culpa.

—Mi muñeco...— su pequeña y adorable voz se quebró al ver a su juguete favorito en aquel estado tan terrible.

Hércules y ____________ detuvieron el juego y se acercaron a la pequeña niña de rubios cabellos que se esforzaba en contener el llanto originado por la ruptura de aquel objeto. La azabache se ubicó a su altura y dándole una ojeada al  juguete que consistía en un adorable, pero al mismo tiempo chistoso muñeco de Hércules, supo cual era el problema.

—¿Lo tienes hace mucho tiempo?— le miró dulcemente, a lo que la pequeña deidad asintió frotando sus ojos con el objetivo de contener sus lágrimas.

—Era mi favorito— hipeó.

Hércules cargó a la pequeña, consolándola y asegurándole que todo tenía solución, mientras tanto ______________ se enfocó en coser el brazo que se había desprendido del  muñeco, yendo en busca de un poco de aguja e hilo.

Se aventuró en el palacio, pidiendo  amablemente a una mujer del personal si podría indicarle donde encontrar las herramientas necesarias para repararlo. La mujer amablemente accedió a traerle todo lo que necesitaría y cuando tuvo las cosas al alcance de su mano, se empeñó en restaurar el preciado juguete de la niña.

No le llevó más de unos minutos colocar el brazo en su lugar y al finalizar, regresó a los jardines entregándole el muñeco a la infante, quien no ocultó su evidente alegría al ver que su juguete estaba como nuevo.

—¡Muchas gracias señorita!— agradeció abrazando al pequeño Hércules de peluche.

—Eres buena— elogió el semidiós   dejando a la niña en el suelo.

—Proteus me enseñó, supuse que sería útil aprender— se encogió de hombros restándole importancia —se está haciendo tarde— agregó al caer en cuenta de la puesta del sol —ya debería irme, no me gustaría preocupar a Poseidón y...—

—Conque aquí estabas— aquella voz tan distinguible la impulsó a voltear velozmente. Frente a ella, Poseidón la miraba aliviado, respirando con tranquilidad al verla sana y salva.

Zeus lo acompañaba, echándole un estrépito vistazo a Hércules.

—Padre, Zeus— se acercó hasta donde estaban —ya estaba a punto de regresar a casa, supongo que la servidumbre te informó de mi paradero— dedujo con la vista fija en el rubio.

—Así es— confirmó seco,  viendo sobre su hombro como el guardia de Hades avanzaba a su dirección —____________ ...debo ausentarme por unas semanas— la ninfa de inmediato supo el giro que la conversación tomaría —Hades accedió a recibirte en su palacio mientras yo no esté. Esta vez no podré acompañarte, sin embargo su guardia te escoltará en mi lugar— advirtió centrando su atención en el subordinado de su hermano mayor —cuídala bien— demandó en un tono que al hombre le resultó aterrador, acabando por asegurarle que su hija llegaría sana y salva.

—¿Semanas? Es la primera vez que te ausentas por tantos días ¿sucedió algo malo?— no era usual que Poseidón estuviera tanto tiempo fuera, lo que la hizo deducir que algo malo había sucedido.

—Le aseguro señorita que no es nada, sin embargo es un asunto importante que Poseidón tiene que resolver y se prolongará por un tiempo — intervino Proteus, el cual no consiguió convencer del todo a la chica.

Los ojos femeninos fueron a parar en los de Poseidón y para su sorpresa, este le dió a entender con una sola mirada que estaría bien,  terminando por confiar en su palabra.

____________ accedió, abrazando al mayor como despedida antes de abordar el carruaje.

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