10
Dos años después.
Una las ciudades de los cielos que se encontraba dentro del territorio griego, ese día en particular era frecuentada por más deidades de lo normal. Todas ellas, impulsadas atraídos su curiosidad, estaban dispuestos a confirmar con sus propios ojos lo que los rumores decían, centrando su atención en cierta ninfa que caminaba por las calles de la zona en compañía de Proteus.
La sorpresa en los dioses era evidente, siendo la primera vez que veían a la hija de Poseidón dar un recorrido por la ciudad.
—Tal vez debí quedarme en el palacio— se planteó, intuyendo que su presencia no sería bien recibida allí.
Proteus sonrió, continuando su camino con esa elegancia tan propia de él, sin dejarse atormentar por el resto.
—No se preocupe señorita, las miradas desaparecerán en unos minutos. Confíe en mí— predijo seguro de sí mismo.
Y tal como lo indicó, _______________ dejó de ser el centro de atención al cabo de unos interminables y agobiantes minutos. Ninguno quería tener problemas con el dios de los mares y peor aún, enfrentar su furia. Por ende, prefirieron no relacionarse con la muchacha y continuar su camino.
_________________ estaba maravillada con la arquitectura del lugar, generalmente acostumbrada a vivir entre inacabables pasillos o vastos pilares. Por esa razón, ver cosas nuevas la emocionó plenamente. Algunas deidades la saludaban tímidamente, todavía teniendo presentes el miedo de acercarse a ella por el simple hecho de ser la protegida del dios más temido de los cielos. Aún así, la joven devolvía cordialmente los saludos que eran dirigidos a ella.
De un momento a otro, su atención se vió reflejada en Proteus, quien se había detenido por motivos desconocidos. Esto causó que _________________ no prestara atención al frente y como resultado, acabase por chocar abruptamente con un desconocido.
El impacto fue tal, que ambos terminaron desplomados en en suelo.
—¡Padre!, ¿estás bien?— se oyó a una angustiada voz femenina dirigirse, tal parece, a la deidad con la que acababa de intersectarse.
La ninfa se incorporó con la intención de disculparse por su torpeza, encontrándose con un hombre de cabellos azabaches y ojos amarillos que vagamente le resultó familiar. Era alto, de piel bronceada y rasgos marcados. A su lado, una joven de intensos ojos verdes y cabellera oscura que llevaba recogida en una alta coleta de caballo, lo ayudó a ponerse de pie, mirando posteriormente a su dirección.
—Lo siento mucho— se disculpó inmediatamente ______________ —no estaba concentrada en el camino ¿no se hizo daño?— se cuestionó sin saber muy bien como llevar la situación.
El hombre, todavía un poco aturdido por el impacto, levantó su mirada, la cual conectó con el colgante de caracola que _______________ portaba. Sus ojos, hasta entonces apagados y extraviados, desprendieron un brillo de esperanza y sin pensarlo dos veces, miró directamente a la propietaria de aquel objeto.
Tragó saliva al confirmar sus sospechas. Los rasgos femeninos coincidían no solo con los suyos, sino que también con los de otra persona que hacía muchos años dejó atrás.
—Lo...lo lamento mucho señorita, la culpa fue mía— habló ya saliendo de su trance —¿puedo preguntar el origen de esa caracola? Llamó mi atención— fue directo, lo que extrañó no sólo a su hija, sino que también a _______________.
—Oh...era de mi madre, me la entregó antes de fallecer— explicó tomando el objeto entre sus manos. Abrió su boca con la intención de decir algo más, pero el llamado de Proteus fue una clara señal de que ya era momento de regresar —Debo irme, lamento mucho el incidente— se disculpó una vez más, dirigiéndose a toda prisa a donde el mayordomo la esperaba.
—¿Padre?— llamó la muchacha que no encontraba un origen al extraño comportamiento de su padre.
—Aileen...— murmuró con un tono de aflicción en su voz.
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—¡Lamento llegar tarde!— su grito hizo eco en el gran salón, deteniéndose en la entrada para tomar un respiro luego del inteso trayecto que realizó corriendo —ya estoy aquí — abrazó cariñosamente a Poseidón, quien sentado en una de las sillas de la extensa mesa de piedra, esperaba angustiado el regreso de la joven.
—Llegas tarde— reprochó con aparente malhumor, aunque la causa del mismo no se debía precisamente a la impuntualidad de la menor —¿tuviste algún problema en ese horrible lugar?— interrogó severamente, el hecho de solo pensar que alguien se hubiese atrevido a tocarle un solo cabello, lo enfurecia.
—No, claro que no— aclaró velozmente la azabache, abrazando por segunda vez al rubio —Tienes que dejar de preocuparte tanto por mí, estoy bien— besó su mejilla, separándose a continuación.
Poseidón desvió su mirada odiando tener que darle la razón. Aunque para él, angustiarse por el bienestar de la menor fuese inviable.
—Estás muy gruñón últimamente, deberías tratar de calmarte— Opinó sirviéndose un poco de té que, no hace mucho, la serbidumbre acababa de preparar, llevándolo a su boca y degustando su sabor.
—Estoy bien, sólo me apetece descansar un rato— se excusó, guiando una de sus manos a la zona de su frente —dormiré un rato— avisó poniéndose en pie, angustiando a la femenina que rápidamente corrió a auxiliarlo.
Así se comportaba últimamente, algo por supuesto muy impropio en él. Siendo ese mismo comportamiento lo que alertó a ________________ de que algo no marchaba bien.
—¿Necesitas que te lleve algo?— ofreció aún sabiendo de antemano la respuesta de Poseidón, que evidentemente rechazó cualquier ayuda.
—Estoy bien mocosa— palmeó con delicadeza la cabeza de la menor cuya sonrisa fue evidente frente a dicho gesto —cuándo despierte ¿quisieras acompañarme en mi lectura?— su frívolo semblante fue suavizándose momentáneamente.
—Eso suena bien— aceptó culminando la conversación con un fuerte abrazo al que Poseidón correspondió —descansa— se alejó de él, viéndolo desaparecer por el pasillo.
El entrecejo de la azabache se tensó y con un porte que fue desarrollando con el paso del tiempo, se marchó en busca de Proteus. Divisó al mayordomo supervisando la cena, asegurándose de que todo saliera perfecto para su amo, sin advertir en ningún momento la presencia de la muchacha en la cocina.
—Proteus— se dirigió a él amablemente, dándole un buen susto al hombre que inmediatamente se inclinó en una reverencia —lo siento, no quería asustarte— emitió una ligera risa, siempre le había parecido gracioso lo fácil que resultaba espantarlo.
—Dígame que necesita señorita— preguntó cordialmente, acomodando su chaqueta.
—¿Cuando Poseidón despierte, podrías informale que estaré en el inframundo?— solicitó con la mirada perdida en algún punto de la nada.
Aquello por supuesto alteró a Proteus, que no consideraba apropiado que visitara en soledad la morada de los muertos.
—Yo no tengo inconvenientes señorita, pero si me permite opinar, no creo que a Lord Poseidón le agrade la idea. El inframundo es un lugar peligroso y esta sería la primera vez que usted decide ir sola— tensó su mandíbula, implorando que la muchacha cambiara de opinión.
—Entiendo tu preocupación, pero descuida. Voy a estár bien— le aseguró convincente —prepárame un carruaje por favor— ordenó, caminando a su habitación con el fin de alistarse.
Proteus obedeció a regañadientes, temiendo por la reacción de su amo al momento de despertar. Aunque si la suerte estaba de su lado, existía la posibilidad de que despertara luego de que ______________ regresara del reino de Hades.
En menos de quince minutos, todo estuvo listo. __________________ se despidió del mayordomo y abordando el carruaje, avanzó con destino al inframundo. Los mortales y demás criaturas no tenían permitido el paso, pero el haber sido criada por uno de los cuatro hermanos del olimpo desde luego tenía sus ventajas, y una de ellas era acceder sin problemas a tal sitio.
Para llegar al palacio de Hades debía recorrer un rocoso camino empinado, en cuyo fondo los lamentos de las almas condenadas a vagar sin descanso podían oírse con claridad, erizándole la piel. Posterior a esa trayectoria se alcanzaba a ver el inmensurable castillo del rey de los muertos, ubicado en el pico de una ladera donde se accedía atravesando un angosto camino incluso más elevado que el anterior.
Ya en la entrada principal, fue recibida por el guardia de confianza de Hades, el cual nunca imaginó encontrar sola a la joven.
—¿Mi señora?— se inclinó ante ella, totalmente desconcertado.
_________________ lo obligó a ponerse de pie, sin acostumbrarse a las formalidades que recibía de los demás.
—Vengo a ver a mi tío, ¿él se encuentra en este momento?— preguntó aferrándose a la capa de azul marino que la cubría en ese momento.
El hombre asintió, guiándola a la sala del trono. Allí, Hades leía plácidamente un libro, aprovechando el tiempo libre que tenía. El gobernante del Helheim alzó la mirada al reparar las presencias ajenas, cambiando su relajado semblante por un gesto que desprendía un absoluto estupor.
—Mi señor, su sobrina está aquí— indicó retirándose lo antes posible de allí.
—¿____________?— preguntó incrédulo, abandonando la comodidad de su trono —¿Qué haces aquí? ¿Viniste sola?— la asaltó con preguntas, claramente pasmado por la visita.
—Así es— confesó esperando el reproche del mayor.
—Sabes mejor que cualquiera lo peligroso que es que vinieras aquí sin compañía, ________________— reprendió severamente y la azabache, cabizbaja en todo momento, no trató de excusarse, permitiéndole proseguir —si querías venir a visitarme, debiste avisar con antelación ¿que dirá Poseidón cuándo no te encuentre? Santo cielo, esto no...— suspendió cualquier reproche que amenazaba con salir de su boca al advertir el arrepentimiento en el rostro de su sobrina —lo siento, no quería ser tan duro— se disculpó acariciando la cabeza de la femenina —pero si algo llegara a pasarte, Poseidón enloqueceria y por supuesto yo también— comentó, dejando liberar un denso suspiro.
—Lo lamento, soy consciente de que no debí llegar sola, pero se trata de Poseidón, el ha estado muy...— fue interrumpida con el sonido de la puerta abrirse.
Curiosa por saber de quien se trataba, volteó hacia la persona.
Su corazón dió un vuelco al distinguir a cierto azabache de ojos rojos de pie en la entrada. Y En ese momento, ________________ imploró intensamente que la tierra la tragara y la arrojara en algún lugar remoto.
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