8
HEATHER CLARK
La mesa de madera era ocupada por varios platos deliciosos. El aroma de los alimentos provocaba un gran vacío en mi estómago acompañado de un hambre feroz.
Devoraba mi plato con ansía, sin antes haberme percatado de que la única que disfrutaba la cena, era yo. Pues mis padres apenas tenían apetito. Intercambiaban miradas con frecuencia compartiendo un silencio absoluto. Fue entonces cuando la conciencia intranquila me obligó a dejar los cubiertos sobre la mesa, abandonando el que sería mi siguiente plato.
- ¿Todo bien, padres? - pregunté, limpiando mi boca con una servilleta.
Papá llevó su mirada a la mía. Sus ojos mostraban odio, desprecio... Fue inevitable desviar mi mirada de la suya, guardando silencio. Me levanté de mi asiento, llevando conmigo el plato intacto de comida.
Solté un suspiro, antes de escuchar el maullido de Miku acercándose. La gatita naranja venía ronroneando mostrando el destello en sus ojos esmeraldas. Sobre el suelo, dejé mi plato, y Miku relamió su hocico, preparada para vaciar el plato.
- ¡Por supuesto que es serio, Mariel!
La voz de papá demandó mi atención. Con sigilo, caminé hasta la puerta de la cocina para colocar mi oído en ella. Escuchando con atención, mientras Miku relamía el plato.
- ¡Baja la voz! - el grito de mamá fue acompañado del chirrido de la silla al arrastrarse - Si de verdad te parece serio, haz algo al respecto. ¿O pensarás lo que debiste haber hecho al ver su rostro en un ataúd, Jordan? - su voz se volvió un susurro antes de formular la siguiente pregunta:
- ¿Dónde se habrá quedado nuestra fortuna?
- Lo primordial es que pase las rondas. Sus actos una vez participe, dirán su destino. No tenemos opción alguna que destinarla a...
- ¿Lo harás? Porque no apuesto por ella con vida ni dos semanas en ese lugar.
- No es un simple lugar, Mariel. Es un lugar sagrado, es el lugar que la ha estado esperando desde que nació. ¿Por qué parece que ahora te alertas, mujer? Tú también lo pasaste. Todas las esposas del poblado lo pasaron antes de cumplir la décimo octava edad. Toda mujer de Craven demostró su lealtad, y Heather será una más.
- Ningún hombre ha asistido a ese lugar, excepto los siervos... Ellos - ella golpeó la mesa. - ¡Tú no sabes el sufrimiento que conlleva! - su voz se quebró, deduciendo que pronto rompería en llantos - Ese lugar es sagrado, ¡por toda la sangre que se derrama en él!
- Ya basta. Es vuestra obligación. - Intervino él, frío. - La obligación de toda mujer, y yo... Mariel, me siento orgulloso por tu lealtad.
- La cosa ha empeorado, Jordan. Antes no aparecían tantos cadáveres, algo está ocurriendo allí. ¿Qué harán ahora con las jóvenes? Siento que el suelo de ese lugar se ha convertido en un tablero, y todas las adolescentes de Craven son las peones del juego que han creado. Esto... Esto va más allá de lo que antes era. ¿Quizá cambiaron al creador? ¿Hay otro diablo rojo?
El silencio reinó unos minutos. Los pasos de papá se acercaron a la puerta de la cocina, rápido me dirigí al lavaplatos.
- ¿Por qué sigues aquí?
- Estaba esperando para recoger vuestros platos, padre - mentí.
- Ya los recoge tú madre, ve a tú cuarto - ordenó y sin decir palabra alguna, agarré a Miku en mis brazos, en dirección a mi habitación.
Una vez dentro de la habitación, me aventé en la cama y liberé un grito ahogado en mi almohada, cubriendo mi rostro en ella. Miku hizo notar su presencia optando por mi espalda cómo nueva cama. Acto seguido, las luces se prendieron. Rápido me deshice de la almohada y llevé mi mirada a la puerta, encontrándome con sus ojos pardos. Él sostenía una bolsa en su mano.
- Te dejo esta bolsa en tú escritorio. Mañana volveré a por ella, en su interior deberá tener todo tú maquillaje, también tus esmaltes... Todo aquello que manche tu apariencia. Quiero verlo aquí, en esta bolsa.
Con desprecio, lanzó la bolsa al escritorio.
- Ya ni siquiera pareces mi padre - susurré, impotente - ¿Dónde ha quedado el hombre al que conocía? - una lágrima rodó por mi mejilla, pues caminaba hacia mi, con cólera.
Miku se colocó frente a mí, retando con su mirada a papá, pero él la apartó de inmediato cómo si fuese un trapo sucio.
- Solamente obedece mis palabras, y no derramarás más lágrimas - se sentó a mi lado, apartando un mechón de cabello de mi rostro - . Eres incapaz de ver que te estoy protegiendo.
- ¿Crees que me estás protegiendo? Porque yo creo que debería protegerme de ti - dejé de hablar de inmediato al notar su ligero movimiento.
Alzó su mano con cólera en dirección a mi rostro, pero la mantuvo en el aire al observar mi mirada temerosa.
- Tan solo... Obedece mis palabras - repitió, alejándose de mí. - . Buenas noches, Heather - susurró antes de apagar las luces y dejarme sola de nuevo.
Tras su retirada, dejé caer nuevamente mi espalda sobre mi cama, manteniendo mis brazos estirados mientras mantenía mi mirada en el techo, y así pasaron un par de horas, dejando que mis pensamientos me privasen de descansar, hasta que un tirón de cabello me hizo despertar de ellos, pues Miku se acomodó sobre mi melena, amasándola cómo si se tratase de un pan. Pasé mi mano sobre su pelaje antes de apartarlo de mi cabello para poder despegar mi espalda de la cama - que parecía absorberme tras estar en la misma posición durante horas - y me dirigí a mi escondrijo: detrás de la mesita de noche, la suela agrietada que ocultaba un diario.
Una vez en mis manos, volví a ocultar el lugar para después colocarme frente al escritorio, bajo la luz de la pequeña lámpara que iluminaba la página en blanco en la que proyectaría lo que no descansa en mi mente y la primera palabra que escribí, fue un nombre.
Maddison Young.
Solté un largo suspiro antes de observar la página una vez más. De alguna manera, sentía menos pesadez en mi mente al ver escritos los hechos a los que debía buscar respuesta alguna.
De nuevo en la cama, coloqué mis rodillas sobre ella, inclinando mi cuerpo a la ventana. Como hábito, posé mis codos sobre el mármol y sostuve mi rostro con las palmas de mis manos soltando un largo suspiro que la tenue brisa se llevó consigo.
La noche lucía su oscuridad inmensa alrededor de la luna llena, quién recibía mi admiración. Volteé mi mirada hasta encontrar el reloj colgado en la pared, sus agujas me indicaron que eran las cuatro de la madrugada. De nuevo, volví a mirar al exterior, pero, esta vez mi atención no la recibió la luz de la luna llena, sino, la oscuridad de sus ojos heterocromáticos.
Mis ojos esmeralda estaban fijos en los suyos, pero él no me regalaba su atención, ya que la recibía con toda su plenitud la luna llena. Posaba sus brazos sobre el balcón de cristal de su habitación, la transparencia de dichos cristales delataban a Dark acostado sobre el suelo, cerca de los pies de su amo. Su torso estaba al descubierto, luciendo su figura atlética, pues solo vestía con unos pantalones deportivos grisáceos. Su cabello oscuro caía sobre los lados de su rostro y era reflejado por los rayos que la luna le regalaba, los cuáles hacían ver sus ojos más claros, pero no menos siniestros, pues no podía ocultar su tormento ni mucho menos el aura misteriosa y oscura que le abrazaba.
Mi análisis acabó al verme atrapada en sus ojos, la inclinación de su ceja acompañada de una media sonrisa juguetona provocaron chispas en mi interior y el bochorno se hacía notar en mis mejillas.
De manera impulsiva, algo en mi interior me gritaba que me escondiese detrás de las cortinas, que me lanzase en modo plancha a la cama y dejase que me absorbiera nuevamente... Pero fue peor aún. Quedé absorta, sin romper el contacto visual.
Podía escuchar su voz formulando la siguiente pregunta:
«¿Por qué mi vecina - la misma que se coló en mi casa con su gato y de paso se dio un bañito en mi piscina - , me está observando con ojos de lechuza desde su ventana a las cuatro de la madrugada?»
Su gesto me despertó de mis pensamientos.
Su dedo apuntó al exterior, sus labios formularon una pregunta que a pesar de no escuchar su voz, pude entender a la perfección:
- «¿Salimos?»
Mi rostro quedó empavorecido, pues señalé en mi muñeca un reloj invisible, recordando la hora que era. Acto seguido llevó su dedo índice bajo su ojo, imitando una lágrima que se deslizaba hasta su hoyuelo. Mis carcajadas sonaron por toda la habitación, con rapidez cubrí mi boca con mis dos manos y él meneó su cabeza de un lado a otro, haciéndose el ofendido.
- «No puedo» - vocalicé, él me entendió de inmediato.
Se señaló así mismo, manteniendo su sonrisa picarona - «Yo tampoco».
- «¿Entonces?» - pregunté elevando mis hombros.
- «¿Entonces qué?» - farfulló imitando mi gesto - «Que no pueda no quiere decir que no quiera salir contigo esta noche» - finalizó con su dedo apuntando en mi dirección.
Le mostré una sonrisa de boca cerrada. ¿Pretendes que me aleje, o que se me haga inevitable alejarme de ti, Blake Werner? Porque alimentando mi incertidumbre, solo conseguirás volver mi día a día en la resolución de un enigma.
O... ¿Ya lo era?
- «¿Aceptas?» - cuestionó, inclinando su cabeza a un lado.
- «Desobediente...» - bufé, fingiendo desprecio en mi mirada, el cuál se desmintió a través de mi sonrisa - «En cinco minutos estoy abajo.»
Él asintió antes de adentrarse en su habitación.
Volví a ocultar mi diario, después me despedí de Miku con un abrazo y al prestar tanta atención a mis pasos, tratando de ser lo más sigilosa posible, la adrenalina no me permitió percatar que ya estaba fuera de casa, a unos pasos de la gran puerta del jardín de los Werner, observando a Blake llegar a mí en compañía del lobezno, colocándose una camisa de tirantes color negro.
- ¿Nos vamos? - preguntó.
- Nos vamos - afirmé, preparada para seguir sus pasos.
Y así fue como pusimos rumbo al interior del bosque, me guiaba hacia un sitio desconocido, a pesar de la oscuridad que nos envolvía, él conocía el camino de memoria, por lo que a la tercera vez de tropezar en el largo trayecto, sujeté su camiseta como si fuese un animal desorientado siguiendo a su madre.
- Se abre el telón, aparece una chica pelirroja adentrándose en el bosque tras escapar de casa a las cuatro de la madrugada, en compañía de un chico misterioso que parece conocer de sobra la verdad de la masacre volviéndolo sospechoso. Se cierra el telón... ¿Cómo se llama la obra? - pregunté, cuestionándome a mí misma sobre sí fue una buena decisión.
- «Las macabras aventuras de la santurrona y su vecino apolíneo.» - contestó con voz de narrador de comercial.
- Mm... Lo lamento, ratita presumida - mi apodo hizo que voltease su mirada hacia la mía de inmediato - , creo que nadie se tomaría el tiempo de conocer la obra por su título tan... Inusual.
- Lo inusual se vuelve revolucionario. ¿Por qué crees que tratan de establecer barreras entre nosotros, Heather? Porque nadie podría frenar lo que juntos podemos desencadenar - soltó, quedé impresionada por no haber quedado petrificada ante sus palabras.
Pero más impresionada quedé al contemplar frente a nosotros un lago cristalino, la naturaleza del bosque se reflejaba en sus aguas acompañado del reflejo de la luna llena y de la luz de las luciérnagas que revoloteaban sobre ellas.
Dark cogió carrerilla antes de salir disparado como una bala en dirección a las luciérnagas, Blake y yo tomamos asiento frente a la orilla.
- ¿Qué crees que podemos desencadenar? - le cuestioné, observando los peces coloridos.
- No sé, ¿probamos y vamos descartando? - sin necesidad de verle, podía deducir la media sonrisa que se formó en su rostro.
- Suena caótico. - volteé mi mirada hasta entrelazarla con la suya. - ¿Siempre haces esto?
- ¿El qué?
- Confundir a las personas a través de una sonrisa ingenua y una mirada tenebrosa. Tus palabras se contradicen con el misterio que te envuelve, y créeme, que me encargaré de conocerlo.
Bufó, posando sus brazos sobre sus rodillas sin apartar su mirada heterocromática de mis ojos. - ¿Tanta seguridad sientes escapando de casa, siguiendo a tu enigma? ¿Qué te hace pensar que no es peligroso?
- Porque puedo verte. Puedo ver ese aura oscura que te persigue a cada paso que das. Alertas del caos que traes contigo, y eso me hace sentir que te conozco, porque he descubierto que nunca he conocido los rostros de quiénes me rodean, solo una colección de máscaras que se van rompiendo, mostrando quiénes son.
La sonrisa se desvaneció de su pálido rostro.
- No tienes ni la menor idea de quién soy, Heather.
- Entonces déjame conocerte. Quiero conocer que hay en tú interior.
- Pues agarra un libro de Biología - aquella dichosa sonrisa picarona volvió a manifestarse.
- Oh, ¡Blake! - cubrí mi rostro con mis manos, en desesperación - ¿Te crees gracioso?
El sonido de su sonrisa provocó que apartase las manos de mi rostro de inmediato, llevando mi mirada a la suya, que contemplaba el lago con una gran sonrisa terminada en sus tiernos hoyuelos. La luz de las pequeñas luciérnagas nos envolvía cuando quedé atrapada en su mirada, sus ojos adquirieron un tono más claro, regalándome aquel destello en su mirada que provocaba en mi interior una emoción indescifrable. Llevé mi mirada a su brazo, ramificaciones blancas cubrían su piel, como si pudiesen proyectar los rayos de una gran tormenta. Posé la yema de mi dedo sobre sus cicatrices, antes de seguir su recorrido una extraña corriente eléctrica hizo que me alejase de inmediato, pero, no fui la única que experimentó dicho sentimiento, Blake imitó mi movimiento, mirándome aturdido. Su sonrisa se desvaneció, pero no el destello en su mirada acompañado de la dilatación de sus pupilas.
Manteníamos el contacto visual en silencio, pero un ruido se hacía notorio cada vez más cerca. Una luciérnaga pedía auxilio en mi dirección, y tras ella, Dark, corriendo a toda velocidad hacia mí. Antes de poder reaccionar, Dark se aventó sobre mí empujando mi cuerpo hacia delante, escuchando el sonido de sus pezuñas adentrarse al lago, espantando a los peces coloridos.
Mi cabello cubría mi rostro, estaba decidida a hacer visible el dolor en mi columna vertebral a través de un grito de guerra, pero mis pensamientos se esfumaron al sentir su tacto. Sus brazos envolvían mi cuerpo y sus manos descansaban en mi espalda, su perfume masculino penetró en mis fosas nasales y de inmediato aparté el cabello de mi rostro, encontrándome con su mirada. Apenas había distancia entre nuestros rostros, él mordía su labio inferior conteniendo las carcajadas, pues había caído sobre su regazo.
Alerta roja, Heather. Repito, ¡alerta roja!
¿Qué es lo qué estas sintiendo y por qué tienes el corazón cómo bola de discoteca para las mariposas bailando en tú estomago?
¡No sé, no sé!
- ¿Acaso tú mascota es la reencarnación de cupido? - solté.
- ¿Por qué? - inclinó su rostro hacia el mío, podía sentir su respiración sobre mi piel - ¿Acaso te has flechado?
- No sé, ¿probamos y vemos si lo descartamos? - pregunté, imitando sus palabras, antes de impactar mis labios contra los suyos.
Mi corazón martilleaba mi pecho al tiempo que le daba suaves y cortos besos en sus labios carnosos. Mis dedos se aferraron a su camiseta cuándo su lengua se coló, provocando que el frío y el calor se encontrasen, dándole victoria a un calor prodigioso que recorrió mis mejillas hasta descender recorriendo todo mi cuerpo. Mis latidos se aceleraban más y más, el placer que sentía me provocaría un colapso cerebral. Sus manos en mi espalda atrajeron mi cuerpo hacia al suyo al tiempo que nuestras lenguas jugueteaban en un ritual de fuego. Mi pecho quedó contra el suyo y mis dedos se entrelazaron en su cabello oscuro mientras las yemas de sus dedos jugueteaban en mi espalda regalándome caricias.
Pero, la oleada de sensaciones desapareció cuando el canto de los cuervos acompañado del sonido de unos disparos nos hizo separarnos de inmediato.
Dark se colocó frente a nosotros, señal de que alguien venía en nuestra dirección.
La mano de Blake agarró la mía, llevándome consigo a la oscuridad del bosque - Tenemos que volver - ordenó, pero una bala perforó el suelo cerca de nuestros pies, provocando que mi mano se separase de la de Blake.
Traté de volver a él, pero una rama de un árbol se enredó en mi vestido, evitando que siguiese mi paso.
Las lágrimas brotaban de mis mejillas al sentirme impotente, mis dedos intentaban desenvolver la tela del árbol, ansiosa, elevé mi mirada al frente cuándo una sombra provocó que frente a mí todo se volviera oscuro, pues una figura alta caminaba en mi dirección. Su rostro estaba cubierto por una máscara de demonio metalizada y me amenazaba con la hoja del largo y afilado cuchillo que sostenía en su mano.
- No, no, no... - Repetí cuando sus pasos se aceleraron.
Con impulso, corrí hacia otro lado, la tela de mi vestido se rompió y caí sobre el pasto. Sus botas estaban frente a mi cuerpo. Iba a matarme.
- ¡Dark! - Exclamó Blake. Acto seguido el lobezno se aventó sobre el desconocido clavando sus colmillos en su brazo provocando que el cuchillo saliese por los aires.
Una figura apareció a las espaldas de Blake, usaba la misma máscara que el tipo al que Dark mordía con cólera, penetrando sus garras en su abdomen. El desconocido sostenía un arma, apuntando hacia la nuca del chico de ojos heterocromáticos.
- ¡Detrás de ti!
Su movimiento me dejó petrificada, pues antes de que el desconocido apretara el gatillo, Blake, sin expresión alguna en su rostro, golpeó sus manos intercambiando de puesto. Ahora era Blake quién sostenía el arma, la misma con la que había golpeado sus sienes y tras ello el desconocido cayó sobre el pasto antes de que una bala penetrase su frente.
Fue entonces cuándo apareció un tercero, éste cubría su rostro con una máscara rojiza y en sus manos sostenía un hacha. Corría con velocidad hacia las espaldas de Blake y antes de que él pudiese voltearse, el desconocido saltó elevando su arma.
Pero el arma cayó al suelo.
Junto a su cuerpo.
Un disparo lejano penetró en sus sienes. Rápido busqué con la mirada su procedencia, encontrándome con una silueta oscura. Pues, vestía con prendas oscuras y pasamontañas, dejando únicamente a la vista sus ojos, los cuáles se me hacían conocidos, pues solo había visto ese color esmeralda tan vivo en una persona.
- Vamos, Heather - Blake me ofreció la mano, acepté su ayuda y corrimos en dirección a nuestros hogares.
- ¿Qué ha sido eso? ¡¿Quiénes eran?!
La mansión de Craven se veía cada vez más cercana, ya casi llegábamos a nuestro hogar.
- No salgas. Cierra tú ventana. Coloca las cortinas. Ellos lo intentarán de nuevo - afirmó, guardando el arma en sus bolsillos.
De nuevo, otro tiroteo sonaba del bosque. Me despedí de Blake antes de llegar a la puerta de mi hogar.
Me adentré en su interior cogiendo el aliento suficiente, tratando de controlar mis latidos agitados, tras ello puse rumbo a mi habitación para asimilar lo ocurrido. Prendí las luces y automáticamente di un brinco en mi sitio. El terror se apoderó de mí. Él estaba ahí, sentado sobre mi cama, cerca de dos objetos que antes no estaban ahí.
- Cierra la puerta de tú habitación y siéntate a mi lado. - Ordenó papá, cerré la puerta, pero quedé de pie. Lejos de él. - ¡Qué te sientes de una maldita vez!
Una lágrima acarició mi mejilla, pues su mirada estudiaba mi apariencia desastrosa. Caminé hasta sentarme a su vera, observando lo que había entre la distancia de nuestros cuerpos. Pues sobre la cama alguien había dejado dos objetos conocidos, y por la mirada de papá, podía deducir que él no había sido.
Era una manzana roja, mordida, en su centro alguien había tallado una cruz. Cerca de ella se encontraba la misma pulsera digital que indicaba el mismo enigma: cero, d, m, a.
- ¿Qué es esto? - pregunté, entre lágrimas - ¿Qué significa?
- Son las consecuencias de tus actos. - Contestó, frío. - Esto es una invitación, Heather. Una maldita invitación que se cumplirá en tu condena.
- ¿Qu-Qué quieres decir?
Arqueó sus cejas al percibir un olor, pues acercó aún más su cuerpo al mío hasta oler mi cuello, luego, volvió a dónde estaba, hasta mostrarme una sonrisa forzada acompañada de una mirada odiosa.
- Eres repugnante, Heather. - la furia se apoderó de él, abofeteando mi mejilla con cuan fuerza que mi rostro volteó hacia al lado. - Hasta hueles a él, ¿tan bajo has caído, mujer? ¿Tanto te odias a ti misma como para darle tú mano a tú asesino? Esto pronto llegará a su fin. Les haré saber a todos que los Werner son unos asesinos, ¡unos malditos dementes!, obligaré a que al poblado se deshaga de esa familia y pondrás a prueba tu lealtad. Te lo dije una vez, y no habrá tercera, Heather... No querrás saber que medidas tomaré si vuelve a pasar.
Sostenía mi mejilla, mi rostro adolorido quedó en dirección a la ventana, mientras sentía una mirada punzante desde el exterior. Parpadeé varias veces tratando de descifrar de quién se trataba.
A las afueras del bosque estaba la misma silueta. Aquellos ojos esmeralda.
Sé que eres tú, Darek Werner.
Nota de la autora
Lo que parecía una escapada romántica, casi termina en un funeral...
¿Qué os ha parecido el capítulo? Os leo. 👀
Datos
La imagen del cuaderno de Heather la realicé con el propósito de haceros recordar las pistas que se han ido reuniendo, así que a los que quizá estuviesen algo confusos, espero que os haya servido. 🖤
Imagen realidad con una IA, entre otras
varias aplicaciones para manipular las
características y asemejarlas al personaje principal.
Jolie
🖤
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