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X. El perro sarnoso no es el mejor amigo del hombre

HALCYON.

capítulo diez.

❝El perro sarnoso no es el mejor amigo del hombre.❞

Keva casi podía escuchar el resoplido del novato mientras ella golpeaba la parte trasera de su asiento con su pie por cuarta vez en los últimos dos minutos. Llevaban dos días viajando en el tren y estaba aburrida, mortalmente aburrida. No había tenido tiempo de sentirse aburrida antes entre huir de autobuses explosivos y evitar ser convertida en piedra por tías con serpientes en la cabeza, ¿pero ahora? Casi deseaba golpearse la cabeza contra el reposabrazos para al menos poder quedarse inconsciente el resto del viaje. No podía soportar estar sentada por más de quince minutos, sin embargo, si daba una vuelta más por el tren con el chico nuevo se tiraría por la ventanilla de cabeza. Así que se había conformado con dar golpes al asiento frente al suyo y disfrutar de la molestia de su ocupante.

Él suspiró. Ella pateó de nuevo.

—Por el amor de... —masculló, alzándose sobre su asiento para girarse hacia Keva con el ceño fruncido—. ¿Quieres estarte quieta?

Ella sonrió.

—No realmente.

Su rostro se frunció aún más. El novato se había convertido en un manojo de nervios y estrés desde que se encontró con su foto en varios periódicos de la costa Este, donde se decía que estaba siendo buscado para ser interrogado por la desaparición de su madre. Los periodistas habían podido relacionar el incidente del autobús con ellos, y Keva se encontró preguntándose si en algún lugar del país su tío estaría sacudiendo su cabeza mientras doblaba su periódico, preguntándose a donde había llegado la juventud de hoy en día para que un hijo huyera tras la desaparición de su madre como delincuente con sus tres cómplices adolescentes después de volar un autobús y acosar ancianas. Estaba de repente agradecida de que la prensa solo conociera el nombre del novato, aunque eso le pusiera a él en el foco. Puede que siempre haya sido un poco egoísta, no lo puede negar. No quería que la primera vez en años que su familia escuchara de ella fuera por su reciente expediente criminal.

Aún así, se sentía mal por el novato, así que dejó de golpear su asiento por un momento para ponerse en pie e inclinarse sobre su asiento.

—¿Cómo vas, chico nuevo?

—¿Tú qué crees?

Keva sonrió.

—Bueno, para ser un novato en su primera misión yo diría que vas bien.

Él la miró. Era una extraña posición en la que tener una conversación teniendo en cuenta que ella estaba de pie sobre su asiento mientras el novato estaba sentado, estirando el cuello hacia atrás para verla. Keva decidió saltar sobre el asiento en vez de rodearlo para poder sentarse a su lado sin tener que pasarse todo el rato de pie.

—¿Eso crees?

—Por supuesto —respondió Keva, distrayéndose en quitar con sus uñas una pegatina pegada en la ventana—. Es mi primera misión también, ya sabes. Ninguno tenemos ni idea de que estamos haciendo, ni siquiera doña búho yo-lo-sé-todo. ¿Pero tú?

—¿Pero yo?

—Tú —dijo ella, señalándolo con el dedo índice—. Tienes incluso menos idea de lo que estás haciendo que nosotros —El novato frunció el ceño, Keva se rio mientras terminaba de despegar la pegatina y la limpiaba con su manga—. Y eso está bien. Eres un líder innato, o lo que sea que diría Quirón en esta situación. Aunque no tengas ni idea de tu próximo movimiento, confías en tu instinto y eso está bien. Te mantiene con vida.

—Ya —contestó el novato, poco convencido—. Más que instinto parece pura suerte.

—Pura suerte te ayudaría una o dos veces. ¿El hijo de Pasífae, las Benévolas y la tía Eme? No todo en la vida es suerte, novato. Ten más fe en tus habilidades —musitó Keva, sentándose sobre sus rodillas en su asiento para acercarse hacia él y poner la pegatina justo en medio de su frente con una risita, canturreando en voz baja una de las canciones de The Killers con la que Moisés había estado obsesionado de tal manera que a Keva se le quedó grabada—. 'Cause Andy, you're a star.

El novato se inclinó para mirarse en el reflejo de la ventana, una de sus manos acercándose inconscientemente para tocar la pegatina en su frente.

—¿Una estrella? —murmuró, toqueteando la pegatina en forma de estrella. Su rostro fruncido se había suavizado de manera visible.

In nobody's eyes but mine —siguió Keva, contenta de verlo más tranquilo.

El novato sonrió.

In nobody's eyes but mine —repitió él.






—Oh, gracias a los dioses —masculló Keva, estirándose como un gato mientras abandonaban el tren. Habían llegado por fin a su destino al final de su segundo día viajando, y ella casi tenía ganas de llorar y besar el suelo. Mirando hacia el piso repleto de chicles pisados, hizo una muesca de disgusto y decidió que no valía la pena—. ¿Mi espalda hizo crack? Juraría que hizo crack. ¿Eso es normal? Grover, tú escuchaste un crack, ¿cierto?

Grover se limitó a encogerse de hombros mientras salían de la estación y Annabeth estiraba el cuello para quedarse mirando el Arco Gateway. Keva ladeó la cabeza.

—¿Soy la única que piensa que parece el asa de la bolsa de la compra de un gigante especialmente elegante? —murmuró, a la vez que Annabeth suspiraba.

—Quiero hacer eso.

—¿Bolsas de la compra para gigantes elegantes?

—¿Qué? —contestó Annabeth, saliendo de su ensoñación—. No. Quiero construir algo como eso. ¿Habéis visto alguna vez el Partenón?

—Solo en fotos —dijo el novato.

Keva arrugó la nariz.

—Solo he visto el de Nashville. En persona, quiero decir.

—También es bonito —dijo Annabeth—. Pero yo prefiero el original. Algún día iré a verlo en persona. Voy a construir el mayor monumento a los dioses que se haya hecho nunca. Algo que dure mil años.

El novato se rio.

—¿Tú? ¿Arquitecta?

Keva tuvo que retener un suspiro. Aquí vamos otra vez... Al menos había podido tomarse un respiro de sus disputas durante su viaje en tren, aunque había terminado teniendo ganas de tirarse a las vías por otras razones.

—Sí, arquitecta. Atenea espera de sus hijos que creen cosas, no solo que las rompan, como cierto dios de los terremotos que me sé muy bien.

—Okay —intervino Keva, prolongando la palabra más de lo necesario—. Mejor no metamos a dioses de los terremotos en esto, ¿queréis? Me gustaría llegar a mi catorceavo cumpleaños.

Annabeth asintió.

—Perdona —le dijo al chico nuevo—. Eso ha sido una maldad.

Una maldad es tenerme en medio mientras discutís como si os fuera la vida en ello, se dijo Keva, jugueteando con las asas de su mochila. Por otra parte, Grover parecía demasiado ocupado haciendo cualquier otra cosa que evitara tener que hacer acto de presencia mientras el dúo Pimpinela hacía de las suyas.

—¿No podríamos colaborar un poquito? —propuso el novato—. Quiero decir... ¿es que Atenea y Poseidón nunca han cooperado?

Annabeth se quedó pensativa.

—Supongo que... en el tema del carro —dijo, vacilante—. Lo inventó mi madre, pero Poseidón creó los caballos con las crestas de las olas. Así que tuvieron que trabajar juntos para completarlo.

—Entonces también podemos hacerlo nosotros, ¿no?

—Supongo.

Keva les palmeó los hombros, sonriente.

—¡Me vale! —exclamó—. Venga, Grover. Puedes dejar de hacerte el loco ahora, nos vamos a hacer turismo cultural.

El sátiro gimió lastimeramente.

—Comida.

—Ya, ya —dijo Keva, tirando de su brazo mientras se hacían paso por un mar de personas navegando la ciudad—. Arco Gateway primero, comida después. No queremos que a la chica búho le de un patatús.

—¿Vamos a ir? —inquirió el novato, confundido.

Annabeth los miró.

—Puede que sea mi única oportunidad de subir y Keva ya se apuntó. ¿Venís o no?

Grover y el novato intercambiaron miradas. Podrían decir que no les apetecía si quisieran y tanto ella como Annabeth irían de todos modos, así que la decisión era acompañarlas o no. Grover terminó por encogerse de hombros.

—Si hay un bar sin monstruos, vale.

—¡Ese es el espíritu! —respondió Keva, compartiendo una sonrisita con Annabeth. La hija de Atenea se veía tan entusiasmada por poder ver el arco que Keva se dio una palmadita mental en la espalda por haber insistido.

El arco estaba a un kilómetro y medio de la estación. A última hora, las colas para entrar no eran tan largas. Se abrieron paso por el museo subterráneo, viendo vagones cubiertos y otras cosas con nombres que Keva no se molestaba en recordar del mil ochocientos. En cualquier otro momento, a Keva no le hubiera parecido realmente interesante, pero Annabeth no paraba de contarles datos curiosos sobre la construcción del arco, y entre las gominolas que Grover les iba pasando tanto a ella como el novato y las latas que Keva le daba al sátiro de su mochila estuvieron lo bastante entretenidos.

—Oh —exclamó Annabeth de repente, tirando de su brazo—. Mira eso.

—Chica búho —dijo Keva, entrecerrando los ojos ante el texto sobre la historia del arco que la otra chica observaba con ensimismamiento—, como intentar leer eso me dé una migraña tú tendrás que cargar conmigo.

—Chicos —interrumpió el novato mientras ella leía algo sobre el arco siendo la parte más importante del Nutomenmo a la Panexsión Nacional de Ferjefson. Okay, eso tiene que estar mal—, ¿sabéis los símbolos de poder de los dioses?

Keva apartó la vista del texto.

—Lo aprendí a las malas. Solo digo que a los de la cabaña cuatro no les gusta que la gente vaya diciendo que el símbolo de poder de su madre es una caja de los cereales Kellogg's.

El novato parpadeó.

—Vale, dejemos eso para otro momento... Bueno, Hade...

Grover se aclaró la garganta.

—Estamos en un lugar público... ¿Te refieres a nuestro amigo de abajo?

Keva se comió una gominola de mala gana. El "tío de abajo" clasifica difícilmente como un amigo en su opinión.

—Esto... sí, claro. Nuestro amigo de muy abajo. ¿No tiene un gorro como el de Annabeth?

—¿El yelmo de oscuridad? —dijo la mencionada—. Sí, ése es su símbolo de poder. Lo vi junto a su asiento durante el concilio del solsticio de invierno.

El solsticio de invierno, también conocido como "el evento al que Keva Rose más le vale no ir si no quiere convertirse en polvo de semidiosa y tener que ser barrida fuera del precinto por un pobre mortal". Al menos Luke le trajo un souvenir, aunque aún no está segura de si pagó por él.

—¿Estaba allí?

Annabeth asintió.

—Es el único momento en que se le permite visitar el Olimpo: el día más oscuro del año. Pero si lo que he oído es cierto, su casco es mucho más poderoso que mi gorra de invisibilidad.

—Le permite convertirse en oscuridad —confirmó Grover—. Puede fundirse con las sombras o atravesar paredes. No se le puede tocar, ver u oír. Y es capaz de irradiar un miedo tan intenso que puede volverte loco o paralizarte el corazón. ¿Por qué crees que todas las criaturas racionales temen la oscuridad?

—Pero entonces... ¿cómo sabemos que no está aquí justo ahora, vigilándonos? —preguntó el novato.

La mano de Keva se quedó suspendida en el aire justo cuando iba a llevarse otra golosina de cereza a la boca. La sombra nunca le había advertido sobre eso. ¿Acaso era posible? ¿Era eso a lo que se refería cuando le dijo que debía tener cuidado, ahora más que nunca? Keva miró hacia la oscuridad como si esperara que las sombras la miraran de vuelta. ¿Podría estar el culpable de la muerte de su padre observándola en ese mismo instante? ¿Y qué si lo está? Se dijo a si misma, ¿qué podrías hacer tú frente al poder de un dios? Casi podía sentir el aire de la ciudad volviéndose denso y pesado en sus pulmones, mientras unas manos frígidas y espectrales se cerraban a su alrededor cada vez más...

—¿Keva? —dijo el novato, sacudiendo su hombro suavemente—. ¿Estás bien?

Keva alzó la vista de las sombras proyectadas sobre el suelo que se había quedado observando como si estuviera en un trance. Annabeth y Grover caminaban delante de ella, adelantados ya por unos cuantos metros mientras la hija de Atenea parloteaba felizmente y señalaba el arco con entusiasmo. El chico nuevo seguía sosteniendo su hombro con ligereza, pero sus ojos la miraban de manera preocupada. Aún tenía la pegatina en forma de estrella en su frente, por alguna razón. Keva se forzó a exhalar el aire que había estado reteniendo y sonrió, dando una pequeña palmada a la mano del novato sobre su hombro.

—Todo bien, chico nuevo. Ahora sigamos antes de que Annabeth mate a Grover a base de datos curiosos sobre el Arco Gateway.

Él no parecía haber sido persuadido en lo más mínimo, pero asintió y ambos trotaron hacia Annabeth y Grover, metiéndose en una de las cabinas. El espacio era tan reducido que no podía moverse sin darle un codazo a una señora que le lanzó una mirada airada, su chihuahua gruñendo junto a ella. Keva le gruñó de vuelta. Si tuviera que elegir entre Gladiolus y este perro sarnoso, Gladiolus ganaría por goleada. El ascensor empezó a subir por el interior del arco y le dio tal mareo que tuvo que abandonar su batalla de gruñidos. Esta era la primera experiencia que tenía con ascensores curvos, pero ya podía decir con certeza que los odiaba.

—¿No tenéis padres? —preguntó la dueña del perro sarnoso. Parecía que se había escapado de la versión tejana de Harry Potter.

Keva observó al novato con lo que esperaba fuera una mirada que dijera "como digas que vinimos de un circo otra vez te juro que te convertiré en una piñata humana". El novato se mantuvo en silencio y ella asintió, complacida. Quizás la gente tiene razón cuando dicen que tiene una cara muy expresiva.

—Se han quedado abajo —respondió Annabeth en su lugar—. Les asustan las alturas.

—Oh, pobrecillos —respondió la señora. Su estómago dio otro vuelco, pobrecilla yo. El perro gruñó de nuevo—. Venga, hijito, ahora compórtate.

—¿Se llama Igito? —preguntó el novato.

—No —contestó la mujer, sonriendo.

Keva se ocultó tras el hombro del novato y arrugó la nariz. Otra loca que cree que su mascota es su bebé. Annabeth pronto empezó a llenar el silencio, hablando de los soportes estructurales, y sobre como ella habría hecho las cosas de diferente manera. Que si las ventanas debieran ser más grandes y el suelo transparente. Francamente, Keva lo veía bien así. Si el suelo fuera transparente y tuviera que ver todo desde abajo su estómago haría que dejara de verse tan bonito en un santiamén. Por suerte para ella y para el cada vez más pálido rostro del chico nuevo, el guardia anunció que la plataforma de observación cerraría en pocos minutos. Caminaron hacia la salida y subieron a la cabina del ascensor, cuando el novato paró en seco al darse cuenta de que había dos turistas dentro.

—Siguiente coche, señor —dijo el guarda.

—¿Bajamos y esperamos contigo? —dijo Annabeth.

—No, no pasa nada. Nos vemos abajo, chicos.

Los tres compartieron una mirada nerviosa.

—Novato —dijo Keva—, cámbiame el sitio. Quiero ver un poco más el arco.

Él alzó una ceja.

—Parece que vas a vomitar en cualquier momento, señorita veterana —respondió—. Ve tú y yo iré en el próximo. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Keva frunció el ceño y estaba a punto de contestar cuando Annabeth y Grover asintieron, dejandod que la puerta se cerrara. Lo último que vio antes de que la cabina desapareciera por la rampa fue la sonrisa incómoda del novato a la señora del perro sarnoso. Su estómago seguía intentando darse vuelta a si mismo, pero esa vez era por una diferente razón. Sentía que algo malo iba a pasar, pero no sabía el qué. Tampoco estaba segura de si su instinto no estaba simplemente atrofiado tras la charla sobre el yelmo de la oscuridad. De todos modos, ¿acaso el novato no había aprendido de la experiencia? "¿Qué es lo peor que puede pasar?" No debes tentar al destino de esa manera. Ella refunfuñó, si pasa algo malo le pateará el trasero como desagravio. Y luego probablemente irá a vomitar.

Nada más abrirse las puertas de la cabina los tres salieron rápidamente, y Keva se tomó un momento para tomar aire fresco, esperando que la cabeza dejara de dar vueltas. Por los dioses, cómo odia los ascensores curvos. Justo en ese momento se escuchó una explosión, y entre los gritos de los turistas y los guías apenas pudo escuchar su propio sonido de sorpresa al mirar hacia arriba. Había un boquete en uno de los lados del arco, incluso desde ahí se podía ver el metal fundido por los bordes. Keva apretó los labios.

—Me lo voy a cargar.

Annabeth exclamó:

—¿¡Qué hay ahí arriba?!

—Ni idea —contestó Keva, mientras Grover miraba hacia el arco con ojos grandes y temerosos—. ¿Pero qué te apuestas a que el novato tuvo algo que ver?

Annabeth estaba boquiabierta.

—Se acaban de cargar un monumento nacional.

—Ahora eso es algo que ni siquiera los Stoll pueden superar —bromeó Keva. Annabeth la miró con mala cara.

—Pero... —dudó Grover—. ¿Dónde está Percy?

Fue como si el dolor de cabeza le volviera con más potencia. Los tres miraron hacia el arco como si esperaran una señal del cielo. No había manera de poder subir de nuevo para ayudarle, así que solo quedaba esperar. Odia esperar, la hace sentir inservible. ¿Pero qué más podían hacer? Más personas allí, más personas en peligro. Keva podía recordar al guardia y al niño con sus padres esperando al siguiente ascensor, lo menos que necesita el chico nuevo en ese momento son más personas por las que preocuparse.

—Estará bien —dijo Keva, sonando menos convencida de lo que realmente estaba—. Saldrá bien parado de esta.

Como si hubiera estado esperando al mejor momento, una figura saltó del boquete en llamas. Los tres soltaron un mismo sonido de sorpresa. Eso no es a lo que se refería cuando dijo que saldrían bien parado. Se quedaron mirando como el novato caía y caía, hasta que hizo contacto con el río Mississipi y se hundió en sus aguas. Tenían que confiar en que estaba bien, en que ser el hijo de quien era le salvaría de lo que mataría a cualquier otra persona. Ahora solo faltaba encontrarlo.

No fue una tarea fácil, el lugar se había llenado de gente tras la explosión. Había gente por todas partes, tanto turistas como simples curioso alzándose sobre los demás para ver que estaba pasando. Vehículos de emergencia rodeaban el arco y Keva podía oír los helicópteros de la policía dando vueltas en círculo sobre sus cabezas. Caminar entre la multitud mediante de codazos le recordaba a los almuerzos en el campamento cuando se abría paso con los Stoll en una de sus carreras. Parecía que habían mirado por todas partes justo cuando Keva divisó el brillo de una pegatina en forma de estrella en el gentío.

Se acercaron corriendo hacia él y Grover se lanzó a abrazarlo.

—¡Peeeercy! ¡Creíamos que habías llegado al Hades de la manera mala!

¿Acaso hay una buena manera?

—¡No podemos dejarte solo ni cinco minutos! ¿Qué ha pasado? —dijo Annabeth.

—Más o menos me he caído.

—¿Desde ciento noventa y dos metros después de volar un monumento nacional? —exclamó Keva.

El novato dudó.

—¿Sí?

—Un día de estos voy a hacer realidad mi amenaza de atravesarte con una lanza, Percy Jackson —gruñó ella, golpeando con suavidad la pegatina de su frente que por algún milagro no se había despegado en todo el tumulto. El novato se limitó a sonreír, encogiéndose de hombros como si dijera "¿qué se le va a hacer?".

Detrás de ellos, un policía gritó:

—¡Abran paso!

La multitud se separó, y un par de enfermeros salieron disparados, conduciendo a una mujer en una camilla. Keva frunció el ceño, ¿la madre del niño? Sintió una oleada de alivio, eso significaba que el novato había logrado mantener a los mortales a salvo. Le miró de reojo, quizás le dejaría vivir en vez de atravesarlo con una de las lanzas de Clarisse por eso.

—Y cuando aquel perro enorme, un chihuahua que escupía fuego...

—Vale, señora —decía el enfermero—. Usted cálmese. Su familia está bien. La medicación empieza a hacer efecto.

—¡No estoy loca! El chico saltó por el agujero y el monstruo desapareció —Miró en su dirección—. ¡Ahí está! ¡Ese es el chico!

El novato se volvió de inmediato y empezó a tirar de ellos, mezclándose entre la multitud.

—¿Qué está pasando? —inquirió Annabeth—. ¿Estaba hablando del chihuahua del ascensor?

El novato les habló sobre la Quimera, Equidna y su odio por Australia, su zambullida y el mensaje de una especie de cartera subacuática.

—Sabía que algo iba mal con ese perro sarnoso —masculló Keva.

Annabeth la miró, susurrando "no es el momento" mientras Grover exclamaba:

—¡Uau! ¡Tenemos que llevarte a Santa Mónica! No puedes ignorar una llamada de tu padre.

Antes de que cualquier de ellos pudiera decir algo, se cruzaron con otro periodista que daba otra noticia, el novato empalideció instantáneamente.

—Percy Jackson. Eso es, Dan. El Canal Doce acaba de saber que el chico que podría haber causado esta explosión coincide con la descripción de un joven buscado por las autoridades en relación con un grave accidente de autobús en Nueva Jersey, hace tres días. Y se cree que el chico viaja en dirección al oeste. Aquí ofrecemos una foto de Percy Jackson para nuestros telespectadores.

Se agacharon junto a la furgoneta de los informativos y se metieron en un callejón.

—Primero tenemos que largarnos de la ciudad —contestó el novato.

Por algún milagro, fueron capaces de regresar a la estación del Amtrak (ugh) sin que fueran vistos. Subieron al tren justo antes de que saliera para Denver (no lo echó de menos). El tren traqueteó hacia el oeste mientras el cielo oscurecía y las luces de la policía seguían iluminando la ciudad a sus espaldas. Keva suspiró contra el cristal de la ventana. Aquí vamos de nuevo.







📍 buenas, gente!!!!!! por fin pude actualizar (sobs into my fist). he estado ocupada con un trabajo de matemáticas y después un examen de historia, así que no he podido escribir y ya estaba sufriendo </3 echaba de menos a mi bebé keva.

📍 solo quería decir que 1. la canción que canturreó keva al principio se llama "andy, you're a star" de the killers por si quieren escucharla <3 quería que tuviera sentido que alguien del 2006 conociera esa canción, así que me aseguré de mirar cuando salió y al parecer fue en el 2004, god bless.

📍 y 2. honestamente me había olvidado de que keva llama a percy tanto novato y chico nuevo como "percy jackson" lol. así que volvemos con llamarlo por cualquier cosa que no sea su nombre de pila, percy hates it here <3 en fin, tomad este meme como regalo por haberme tardado tres mil años. me representa a mí durante todo el capítulo después de haber escrito sobre el bonding time de keva y percy (que releyéndolo ahora se me hace súper cheesy, uff).

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