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[KuroTsuki] Sinsentido

N/A: Este fic va dedicado a LenaCalibrator por un intercambio de fanfics, y ella pidió KuroTsuki con un toque de tragedia que yo intenté dar (? espero les guste.

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—Te has dado cuenta, ¿No? Que te mira más de lo normal.

Escucha las palabras de Hinata y siente ganas de asestarle un golpe en la cara, pero Tsukishima ha decidido ser una persona civilizada lo que queda del mes. Ha tenido bastante de responder preguntas ridículas de magos novatos y de tener que ayudar a superiores idiotas que solo quieren abusar de su autoridad. Va a cometer un crimen de odio si no se contiene, y puede que su primera víctima sea Hinata, pero hay testigos mirando, entre ellos sus mejores amigos (si es que a Kageyama lo puede considerar como tal) por lo que, por ahora, se contiene.

—No sé de qué estás hablando —responde Tsukishima en su lugar, mirándolo un segundo por encima de las gafas de marco negro.

—Oh, así que te harás el desinteresado —le insinúa Hinata—. Claro, claro, tiene sentido tratándose de ti.

—Shoyo, ya déjalo en paz —dice Yamaguchi.

—Tiene que aceptar su realidad en algún momento —la cuarta persona sobre la mesa dentro de la gran biblioteca habla.

—Eso sería rebajarme a tu nivel, así que no.

—¡¿Qué dices?!

Los demás aprendices que están en las mesas alternas para estudiar sisean que Kageyama guarde silencio, él simplemente rueda los ojos.

—Tadashi piensa igual que nosotros —dice en un susurro, con los ojos entrecerrados mirando los libros que tanto le cuesta comprender pero tiene que estudiar de todas maneras.

El nombrado le da un codazo de costado al mismo tiempo que Tsukishima lo mira acusatoriamente.

—Traidor.

—Oye, no te he dicho que lo confrontes de una vez, ¿No es así? —le dice Tasashi—. Es tu decisión, al fin y al cabo.

Una decisión inevitable que tendrá que tomar en algún momento, piensa con pesadez. El hastío le hace perder la concentración y ya no sabe qué página de todos los libros que tiene frente a él debería leer. Tsukishima preferiría luchar contra una centena de monstruos a tener que tomar esa inevitable decisión.

Hace un rato, Kuroo Tetsurou apareció repentinamente en la biblioteca para hablar con Hinata, para decirle que su amigo Kozume Kenma tenía un aparato nuevo que quería mostrarle o algo así. Pero todos en esa mesa sabían que no estaba ahí como para algo tan trivial como un mensaje, no. Sus amigos sabían que solo estaba ahí para ver a Tsukishima un poco más de cerca.

Mirándolo descaradamente, como para dar a entender que no importaba lo mucho que Tsukishima quisiera seguir evitándolo, él estaría por ahí, acechando. Esperando.

—Pudo haberme tocado alguien con unos ojos más normales —murmura por lo bajo sin querer, porque ha pensado en voz alta.

—¿Sí quieres hablar de ello? —pregunta Hinata, con una sonrisa emocionada.

Con una mano, Kei se aprieta el puente de la nariz. No ha dormido lo suficiente las últimas semanas. Es la primera vez en días que lo acepta de primera mano, y ya no puede contener el mal genio. Así que, aunque no termine matándolo, su primera víctima sí será Hinata. Con la otra mano levanta el dedo índice y medio y los hace girar en el aire. Un diminuto rayo de luz que se materializa en frente de su mano, que luego sale disparado contra la cara de Hinata.

Él se retuerce de dolor dramáticamente hasta casi caer al suelo, los demás aprendices de magia lo hacen callar.

Mientras sus otros amigos tratan de calmar a Shouyo, Tsukishima resopla, y siente los ojos pesados, otra vez. Lo que le faltaba.

Empieza a cerrar sus libros en silencio antes de irse sin avisar, no necesita hacerlo. Kageyama está muy ocupado regañando y consolando a Hinata al mismo tiempo y Tadashi, por su parte, ya sabe bien a donde irá Tsukishima. O al menos se hace una idea.

Podría ir a su dormitorio, o al patio exterior, siempre y cuando sea un sitio más tranquilo y con poca gente para concentrarse. O eso es lo que Kei se propone en un primer momento antes de ser prácticamente interceptado por el sujeto que le estaba esperando al lado de la puerta. No detiene el andar de Kei, pero lo sigue de cerca, y es algo que nota casi de inmediato. Como si su día no hubiera sido cansado de por sí.

—No me digas que has estado esperando aquí afuera todo el rato —Tsukishima le suelta, sin mirarlo, con el tono habitual que usa casi siempre para Kuroo.

Porque sí, él estaba ahí siguiéndole el paso muy de cerca hasta quedar junto a él, con la sonrisa estúpida y confiada de siempre.

—Me detuve a contestar una llamada, solo eso —Kuroo responde—. Aunque de saber que te ibas a retirar tan pronto pues sí, te hubiera esperado.

No era una mala persona. Excelentes notas en los exámenes, mejor rendimiento mágico, mejor estrategia en batalla y en combate. Mejor puntuación en casi todos los aspectos de la academia Karasu. Mejores números que los de Tsukishima. Aparte de la personalidad suelta, afable y confiable, Kuroo era todo un personaje. Una buena persona. Más de una vez logró verlo tratar de acariciar a los gatos del jardín exterior que eran conocidos por ser huraños y malagradecidos. Aun así, más de un gato se frotaba contra las piernas de Kuroo.

Realmente el chico transferido de una ciudad distinta fue toda una sorpresa. Y considerando que vivían en una sociedad mágica habitada por seres humanos y monstruos que atemorizaban a las ciudades más pequeñas, todos los profesores e instructores de magia daban por hecho que tendría un futuro prometedor, sea lo que sea que decidiera hacer con su vida.

Para Tsukishima, el nombre de Kuroo Tetsurou no habría sido uno más del montón que habría ignorado con el paso del tiempo. Debía ser así, pudo haberlo sido. De no ser porque el día cuando Kuroo ingresó a los dormitorios y se vieron las caras, ambos sabían quién era el otro.

Porque ya se habían visto decenas de veces, en sus sueños.

Algunas personas tenían color de ojos iguales, marcas de nacimiento grabadas en el cuerpo, moretones de algún golpe o tatuajes compartidos. Pero no, a ambos les tocó que su marca de alma gemela fuera soñar con el otro una vez cada 3 meses a lo mucho.

Ya de por sí tener que aguantar al sujeto paseándose por su cabeza durante una noche entera era agotador, el hecho de conocerlo en persona lo era cien veces más. O así lo sintió el primer día.

No fue tanto porque Kuroo no se contuvo y lo saludó efusivamente la primera vez aclamando a los cuatro vientos que eran almas gemelas (no lo hizo con tanta potencia, pero a ojos de Tsukishima fue así) ni por el hecho de que, en realidad Kei pertenecía a ese grupo de gente arisca que era renuente al termino o relación de las almas gemelas; sino que él realmente no deseaba, ni quería, darle una oportunidad al sentimiento de amor.

Tenía suficiente con saber lo que el sentimiento le hizo a su hermano mayor y al alma gemela de este. El sacrificio, la responsabilidad. El lazo predestinado era más filoso de lo que una persona normal podría llegar a imaginar.

Y sinceramente, viendo al sujeto caminar a su lado tarareando una vieja canción, la idea del rechazo se reforzaba.

—¿Esperarme para qué? Tienes cosas más importantes que hacer.

—Los viejos están insistiendo demasiado, ¿sabes? En que me empeñe más en que me aceptes.

Claro que insistirían. Son almas gemelas, lo normal es que se juntes, se acompañen. Que se enamoren.

Si Kuroo no hubiera llegado en la peor época del año donde los monstruos aumentaban en fuerza y cantidad a las afueras de la ciudad, Tsukishima ya se habría fugado y escondido en una pequeña ciudad costera para empezar desde cero. El plan lo había ideado cuando su hermano murió, pero en ese momento no tenía prisa por marcharse, incluso pretendía graduarse con honores antes de desaparecer del mapa.

Pero el destino sabía como hacerlo pasar momentos agobiantes así que le arrojó a su alma gemela a la cara de una vez.

—Y tú les haces caso —espeta Kei, con tono burlón y al mismo tiempo lleno de rabia.

Porque si algo le molesta más que los ancianos entrometidos de la academia son los que se dejan mangonear. Sin embargo, algo le decía que Kuroo no era así. Porque era una buena persona.

—Me acerco a ti porque me gustas, no porque alguien diga que es lo correcto para mi —es la respuesta de Kuroo, parecida a las anteriores respuestas que ha dado antes para explicar porque siempre se mantenía cerca—. Soy un sujeto paciente, de todas maneras.

—Deberías olvidarlo.

—¿Por qué? ¿Piensas huir?

—Exacto —le dice Kei, sin tapujos mientras acelera el paso—. Antes de que te des cuenta me habré ido de aquí.

—Sabes que te seguiré viendo en sueños, ¿no es así? Si es que pretendes irte. No es que me moleste, claro está.

Tsukishima chasquea la lengua.

Como se conocieron hace poco, en la noche que se supone debían soñar con el otro, nada sucedió. Porque se vieron las caras en persona, finalmente, y al parecer su señal de almas gemelas funcionaba de manera rara. Sin embargo, Kuroo tenía un punto, nada decía que si dejaban de verse no volvería a soñar con él. Era tan molesto que le causaba dolor de cabeza.

—No tengo tiempo para esto —dictamina Tsukishima, negando con la cabeza y doblando por una de las esquinas del enorme castillo por donde caminan, no dirigiéndose al patio sino a los dormitorios.

—Claro que no, el señor estudiante estrella tiene mejores cosas que hacer, yo entiendo —dice Kuroo, con un tono altanero, como si no supiera que tiene mejores notas que las suyas.

Tsukishima no logra comprender como el destino decidió emparejarlos. Como solo se tomó el hecho de que se conocieron en una vida anterior y se enamoraron, y ahora la historia debía repetirse. Kei no quería saber cómo eso podría ocurrir con ellos. No estaba dispuesto a averiguarlo tampoco.

—Entonces la próxima vez no me hables.

—Tengo que ser perseverante, de alguna manera.

Han llegado a la puerta del dormitorio de Tsukishima cuando dice eso, y sigue sonriéndole como siempre, aunque su sonrisa puede mutar desde la superioridad y altanería a un cariño amistoso y extraño que quiere ofrecerle. Kei no quiere tomarlo, porque dar una oportunidad a una amistad sería solo el comienzo de algo peor. Elegir no soportar a Kuroo sería lo mejor para ambos, a decir verdad.

—Seguiré insistiendo hasta que me expliques lo que no quieres decir —le dice Kuroo—. No importa las veces que me tires la puerta en la cara.

—¿Acaso aparte de todos tus talentos en combate y magia también eres psíquico? Lo que faltaba —Kei dice eso justamente al momento de entrar a su habitación, y ciertamente pensaba cerrarle la puerta en la cara.

Pero un impacto de esa magnitud agravaría su naciente jaqueca, así que se abstiene. De todas maneras, Kuroo no dice nada que merezca un portazo en la cara.

—No tengo esa suerte, pero quizás algún día te sorprenda —él responde—. Supongo que te veré luego. Cuídate, Tsukki.

El apodo resuena en su cabeza cuando cierra la puerta. Así solo le decía su mejor amigo desde que eran niños, y ese otro compañero de clase superior que podía transformarse en un búho gigante gracias a su magia. Pero cuando Tetsurou lo decía inevitablemente su cerebro lo relacionaba con una sensación cálida, diferente a como sería la reacción al escuchar a un amigo distinto. Como se trataba de Kuroo, la cosa cambiaba. Y Kei odiaba eso.

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La temporada de exámenes finales nunca llegó, porque los monstruos que merodeaban por las afueras de la ciudad mutaron y se volvieron demonios letales que de un momento a otro traspasarían las murallas de la ciudad capital y atacarían a cualquiera a su paso. La situación de control demoniaco se salió de control cuando los hechiceros y guerreros mágicos pertenecientes al ejercito real no volvieron de la primera incursión, o al menos no todos, y los que lo hicieron volvieron sin algún brazo o una pierna.

El consejo real estaba desesperado, los príncipes querían salir a luchar, pero eran el ultimo as bajo la manga si querían erradicar a todos los demonios que acechaban la región al menos ese año.

Tsukishima pensaba que no los dejaban luchar porque el concejo los veía como un mal augurio. Gemelos idénticos, con personalidades opuestas. Solo nacían gemelos cuando habían cometido un crimen muy grande en sus vidas anteriores, o fueron almas gemelas con una historia de amor trágica. Tsukishima no creía en esas cosas, pero era un punto más a su favor para renegar el concepto de almas gemelas hasta la muerte.

Ni siquiera los reyes Miya pensaban dejar pelear a los príncipes, lo cual en realidad era estúpido ya que su poder mágico superaba a cualquier guerrero de la ciudad por el simple hecho de ser príncipes. Pero las creencias y tradiciones viejas podían más.

Entre un concejo renuente y supersticioso, y un número de caballeros reales en decadencia que no podían enfrentar a demonios sin usar magia, los hechiceros y guerreros de la academia fueron reclutados para ir a pelear contra demonios y arriesgar su vida por la ciudad donde habían crecido.

Así que ahora Kei se encuentra lanzando rayos de luz con desgana, a la luz de la luna, contra demonios menores con los que su escuadrón se ha encontrado. Sus notas en estrategia eran de las mejores de su generación, y era un experto en ataques a larga distancia, que sobre todo no requerían tanto esfuerzo ni exigían un riesgo innecesario.

Solo debía cumplir la misión junto a los otros diez sujetos a su lado, limpiar la zona de demonios y volver a casa. Tomaría unos tres días como mucho, no era la gran cosa. Eran guerreros fuertes, incluso había coincidido con el superior Ushijima, letal y silencioso como los rumores decían, y se hacía cargo de la mayoría de demonios y monstruos con los que se cruzaban.

Pero también había coincidido con Kuroo. Cosa del destino, tal vez. Se negaba a creerlo.

Ignorarlo era difícil, sobre todo cuando se metía en su camino y acababa con los demonios por su cuenta con su magia de sombras que invocaba espíritus de gatos negros gigantes. Se mantenía cerca y hacía las cosas más rápido que Tsukishima. Pero guardaba silencio, en todo el viaje no había hecho alguno de sus elaborados comentarios. Era un punto a su favor. Claro que, no tendría más que eso.

Aunque por supuesto, debía suponer que empezaría a hablarle de cualquier cosa nada más tuviera la oportunidad.

—Acabas con los demonios sin parpadear, en un santiamén, de verdad eres todo un prodigio, ¿te lo han dicho?

Tsukishima se queda mirando a los espíritus de gatos que lo observan de vuelta, antes de desvanecerse. Tampoco lo entiende, como si son almas gemelas pueden poseer magias tan distintas en todo el sentido de la palabra. No tiene sentido.

—Lo dices como si tú no fueras uno —responde Kei de vuelta—. Y no puedo decir cómo lo hago tampoco, solo sucede, puedo hacerlo y ya.

—¿Será algo de familia?

Las palabras atraviesan a Kei como espadas calientes, lastimándole el interior del pecho. Todo empeora porque las dice Kuroo.

—No hables de mi familia —le advierte, antes de continuar caminando por la senda del bosque que se abre frente a ellos.

Los demás del escuadrón siguen investigando la zona, no muy lejos de donde están. En cualquier momento el superior Ushijima dirá que deben encontrar un lugar para acampar.

Se aleja de Kuroo lo antes posible y ya está pensando en dormir al otro lado del campamento de donde vaya a ubicarse él, pero el chico de pelo negro no pretende soltarlo tan fácil.

—Lo lamento, solo era una broma —le dice, mientras lo sigue de cerca—. Mala broma, ¿No es así? Sé que no debería hacerla, pero...

—Si sabes que no deberías hacerla, ¿por qué no te callas? Por favor encárgate de hacer tu trabajo y ya, yo haré lo mismo.

Trata de no dirigirle la mirada en lo que resta de la noche, hasta que finalmente se les permite dormir. Debido al estrés del viaje Kei sueña con tarántulas gigantes que escupen fuego, que en realidad no lo asustan así que no se despierta en medio de la madrugada de forma exaltada. Cualquier cosa es mejor que soñar con la cara de Kuroo en estos instantes.

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Ser cortante y agrio con los demás es su especialidad. Solo lo han aguantado cuatro personas en toda su vida con esa personalidad del asco, pero al parecer Kuroo quiere ser la quinta, porque ni bien tiene la oportunidad le cubre la espalda de cualquier demonio que lo quiera atacar, pero no se mete en su camino.

Tsukishima sabe que, para cualquier persona, el gesto le resultaría hasta dulce. Pero él no era cualquier persona, y ya estaba decidido de todas maneras. O eso es lo que le gusta pensar. Porque como ya había pensado antes, y como sigue pensando mientras ve a Kuroo no solo cubrirlo a él sino a otros compañeros del escuadrón también, no es una mala persona.

Simplemente las circunstancias de esa actual vida no eran las que él preferiría.

—¿Sabes cómo murió mi hermano?

La pregunta sale cuando tiene oportunidad, cuando es media tarde y los demás están descansando, mientras Ushijima y otro sujeto más fueron a recorrer la zona, haciendo esperar a todo el escuadrón en una parte tranquila del bosque. Tsukishima se sentó bajo un árbol gigante, sobre las rocas que rodeaban su tronco. Kuroo se había parado a su lado observando los alrededores, como siempre, estando cerca. Él se gira a mirarlo cuando le hace la pregunta.

—He escuchado cosas, pero no sé todos los detalles —le responde—. Algo que es bueno ya que no me parece correcto que la gente hable sobre tu hermano como si fuera su problema.

—Y tienes razón. No tienen derecho —Tsukishima mira un punto en el frondoso suelo, frunciendo el ceño—. Sobre todo, porque no saben la historia completa. Pero el punto es... que desde entonces la idea de depender de un alma gemela no es mi cosa favorita en el mundo. El amor a su alma gemela y también a una persona que no lo era terminó matando a mi hermano. Y el amor que sentía mi madre por él también terminó acabando con ella, de alguna forma. Murió de la pena, eso creo.

Habla en voz baja, tratando de no llamar la atención de los otros compañeros. Aunque ellos ya mantienen su distancia, porque saben lo que son él y Kuroo. Son expertos en la vida personal de otros, y eso a Tsukishima le causa asco.

—Nunca hablas demasiado de ellos. Ni siquiera lo hacías antes de conocernos —le dice Kuroo, con cautela.

—No es porque los odiara, sino porque en esos momentos no tenía el tiempo del mundo como para hablar de eso, o no era fácil pensar en eso —piensa en las veces que han logrado hablar cuerdamente durante los sueños, porque en la mayoría de veces no se daban cuenta de que estaban en uno.

Era como si en esos sueños se conocieran de más tiempo. Ambos aparecían en escenarios y en épocas que no eran familiares para ninguno de los dos. Su teoría era que soñaban con lugares de sus vidas pasadas, y tenían conversaciones como si todavía estuvieran en esas vidas.

A veces se pregunta cómo habrán concluido en ese entonces. Si tuvieron un final interesante o feliz.

—Aunque tampoco es como si pudiera hablar tanto —Tsukishima dice, mirando a Kuroo de costado—. Ya que la mayoría de veces quien hablaba más eras tú.

Kuroo se encoge de hombros.

—Eso es un mal hábito también. Tal vez la próxima vez que nos veamos en sueños pueda dejar que hables más. Cuando te vayas, quiero decir.

Tsukishima frunce los labios.

—Solo creo que debes saber que no es porque seas precisamente tú que no quiera saber nada de lo que debería pasar entre nosotros —le dice—, sino porque el historial de amoríos en mi familia no es el mejor. Mi padre no está conmigo porque fue asesinado, precisamente.

—Eso no debería tener nada que ver contigo —refuta Kuroo.

—Y tampoco debía afectar a mi hermano, pero la realidad fue otra —Tsukishima se pone de pie y camina pasando de largo a Kuroo, con la idea de alcanzar a Ushijima en la exploración o darle el encuentro de regreso—. Y la realidad también es que, tú no necesitas ser arrastrado a la posibilidad de que... te pase algo horrible.

—No tengo miedo de eso —Kuroo le sigue de cerca, para sorpresa de nadie—. Y si sucede no va a ser tu culpa.

Tsukishima le muestra una leve sonrisa, la primera que le ha mostrado desde que se conocieron. Quizás por eso Kuroo se detiene, debido a la sorpresa.

—Yo preferiría que no tomaras ese riesgo. Eso en parte también te vuelve una molestia para mí, ¿sabes?

Kuroo quiere refutar eso, está a punto de hacerlo. Siempre tiene una respuesta que dar, al menos cuando quiere.

Pero entonces el suelo comienza a temblar y nadie puede reaccionar cuando el suelo se rompe, y algo surge de este en un parpadeo, lanzando árboles y rocas por los aires, incluyendo a los miembros del escuadrón.

Tsukishima cae contra la copa de un árbol que de alguna manera amortigua su caída hasta el suelo, que no deja de temblar.

Lo que sale del suelo debe ser la bestia más grande con la que pudieron toparse en días, con aspecto de una rata gigante con colmillos negros y afilados, que ruge y se sacude sin parar. Tsukishima mira más arriba en el cielo y ve un águila gigante acercarse para atacar al demonio. Es el superior Ushijima, usando su magia para transformarse está vez. Puede ocuparse del combate aéreo, y hay alguien que está arrojando rocas gigantes a la rata demonio desde algún lugar.

La visión de todo es simplemente ridícula, pero Tsukishima tiene que concentrarse. Escucha los gritos de sus compañeros a lo lejos, en todas direcciones. Hay demonios más pequeños atacando por el bosque, y hay quienes están quejándose y sollozando por alguna pierna o brazo rotos. Él se mueve como puede con la cabeza zumbando, buscando con la mirada algo. O a alguien, mejor dicho. Se sorprende a sí mismo cuando es así.

—¡TSUKKI!

La sensación extraña llega junto con la advertencia de Kuroo, así que Kei se agacha justo a tiempo de evitar el ataque de un demonio que iba a emboscarlo por detrás. Usa sus manos para hacer que rayos de luz aparezcan y ataquen al demonio. No son tan fuertes porque es de día, pero son efectivos. Kuroo se reúne con él.

—Matsukawa está a unos 50 metros de aquí, hay que reunirnos con él y los demás — le avisa Kuroo, con la voz entrecortada pero firme. Tiene astillas atascadas en el cabello y un moretón en la cara.

Pero por lo demás, parece estar bien.

—¿Cómo acabaremos con esa cosa? —se cuestiona, mirando al demonio gigante apenas pestañeando por las ráfagas de aire cortante que le lanza Ushijima.

—Vendrán refuerzos, eso creo —Kuroo lo jala del brazo para que empiece a correr junto a él—. ¡Creo que esto era lo que teníamos que encontrar!

—¡Es decir que tenemos que detenerlo hasta que lleguen más luchadores! ¡Esto es perfecto!

—¡Apuesto que quisieras irte ahora, ¿no es así?!

Un demonio sale de entre los árboles contra Kuroo, cuando este se ha girado apenas a mirarlo por sobre el hombro. Antes de que él pueda hacer algo, Tsukishima ya ha lanzado dos rayos de luz que atraviesan la cabeza del demonio, el cual cae al suelo inmediatamente, quedando inmóvil en el suelo mientras lo dejan atrás.

Kuroo gira la cabeza hacia el frente y hacia atrás varias veces, antes de mirar a Tsukishima sorprendido mientras siguen corriendo.

—¿Quieres que me vaya? —Tsukishima pregunta.

El chico frente a él esboza una sonrisa antes de reír y acelerar el paso. Tsukishima apenas está calentando.

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—Cielos, te ves terrible.

Ya casi amanece cuando Tsukishima, sentado en el suelo del agotamiento, levanta su cansada mirada para encarar a Kageyama.

—Podría decir lo mismo de ti.

Kageyama había llegado al inicio de la noche a combatir junto al escuadrón de Tsukishima y unos cuantos más. Tiene un hilillo de sangre saliendo de su boca y otro cayendo al lado de su ojo. Pero también se encuentra bien.

—Mejor que regreses a casa en una pieza —dice Kei—. O Hinata se pondrá a llorar.

—Callate —Kageyama le extiende una mano, y aunque Tsukishima no ve la necesidad de levantarse del suelo todavía, la acepta—. Mejor que este en casa a que tenga que ver esto.

El paisaje que empezó siendo lo más bizarro del mundo, ahora solo era un campo de devastación.

Los cuerpos de luchadores, magos y demonios esparcidos por todo el terreno, del cual ya no quedaban arboles o praderas, solo tierra negra y rocas destruidas. Los que sobrevivieron estaban recostados en el suelo recuperando las fuerzas, los recién llegados brindan primeros auxilios y cubren los cuerpos de los fallecidos. Unos de los príncipes Miya está recorriendo el lugar, sin un rasguño encima. Tsukishima piensa que debe sentirse desconsolado de no haber participado en la batalla. Quien no lo estaría, de todas formas.

Hace unas horas perdió a Kuroo de vista, pero ahora lo encuentra hablando con unos compañeros más. Reconoce a Oikawa, de la guardia real, el sujeto era todo un patán, pero se llevaba bien con Hinata, increíblemente. También estaba el superior que se transformaba en búho, que en algún momento de la noche estaba combatiendo junto a Ushijima sobrevolando el cielo.

Kuroo se gira a observar el lugar y su mirada se cruza con la de Tsukishima. Él se aleja de Kageyama y empieza a caminar hacia Kuroo casi por inercia.

—¿Te rompiste algo? —le pregunta.

—Estoy seguro de que tengo el brazo fracturado —que de hecho lo sostiene con fuerza y no puede moverlo—. Y tal vez una de mis costillas está rota, pero puedo caminar.

—Es una pena que solo sea una —Tsukishima suelta.

Aun así, Kuroo sonríe.

—Al menos tu lengua afilada sigue funcionando.

—Algo es algo —Tsukishima se encoge de hombros.

Ambos observan el sitio, y la luz del sol ya se ve saliendo por el horizonte. Están vivos, apenas, pero es algo. Es lo que importa.

—¿A dónde vas a ir? —Kuroo pregunta—. Sobre tu escapada, me refiero. Esta batalla cuenta como certificado de mago y guerrero, incluso todo lo demás. Eres libre de hacer lo que quieras.

Kei ríe por lo bajo.

—Dudo que los ancianos nos libren de todo el papeleo innecesario para graduarnos —él dice—. Pero si preguntas... ¿recuerdas una playa de hace dos años? En nuestros sueños, obviamente.

Kuroo lo piensa un momento antes de asentir.

—Es el único sitio que de verdad conozco, a diferencia otros lugares que hemos visto —ambos comienzan a caminar entre los destrozos, cuando todo el mundo esta ocupado en sus propios asuntos—. Solo fui allí una vez, pero... es tranquilo, casi no hay demonios. Y la gente no es entrometida.

—Mmm —Kuroo vuelve a asentir—. ¿Queda muy lejos de la capital?

—Lo más lejos posible. Es el chiste de estar ahí.

—¿Tan lejos como para volver a soñar uno con el otro?

Tsukishima se detiene a mirarlo.

—No vas a parar, ¿No es así?

—Quizás cuando cumpla cincuenta, no, setenta años. Tal vez ahí pare.

Tsukishima resopla, aceptando que le causa gracia. Si fuera una persona cualquiera, pensaría que es dulce.

—No podría tener tu paciencia.

—Yo creo que vale la pena la espera.

Nuevamente sus palabras repercuten más en su interior de lo que le gustaría. Le gustaría saber que tan en serio habla Kuroo en ese momento, o antes. Le gustaría saber que tan en serio hablará más tarde. Hasta le gustaría decirle que no tiene que esperar hasta cumplir cincuenta años por una oportunidad.

Quiere decírselo en ese instante por hay demasiada gente y no tiene ganas de parecer blando frente a él o ante todos los que piensan que es intimidante.

Y también por una alarma que se activa en su cabeza. Una alarma que le dice que corra.

Sucede demasiado rápido como para que alguien vuelva a reaccionar, porque la mayoría ahí se encuentran exhaustos, al borde del desmayo. Así que cuando un demonio de tres metros sale del suelo en un parpadeo, y de forma silenciosa, nadie lo ve venir.

Ni a él ni a su aguijón gigante que sale disparado de su espalda en dirección hacia Kuroo. El único que puede hacer algo es Kei.

—¡TSUKISHIMA!

La voz de Kageyama se cuela en sus oídos segundos antes de sentir el dolor prominente del aguijón atravesándole un costado del pecho, luego de hacer que Kuroo caiga hacia un lado, tras empujarlo.

Ambos se miran en un segundo, como en cámara lenta. Como si el tiempo se hubiera detenido. Hasta los magos que acaban con el demonio en ese instante se mueven en cámara lenta.

Ah, es una pena.

Cuando cae al suelo el aguijón se desvanece, pero el daño está hecho. Su costado del torso está abierto y el veneno está corriendo. La ropa de Kuroo se vuelve roja a causa de la sangre que borbotea sin parar, peor cuando él lo toma en sus brazos con desesperación.

—¡No, no, no! —repite una y otra vez—. ¡¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso?!

A Kei también le gustaría saber eso.

La gente se amontona alrededor, algunos con intensiones de curar a Tsukishima pero se detienen apenas lo ven. Ya lo saben. Él lo sabe también.

Escupe sangre cuando trata de hablar. Mira a Kuroo, luego a los demás. Ahí está Kageyama, con una expresión que no había visto nunca antes en su cara. Tsukishima piensa en Yamaguchi, y en lo mucho que se va a enojar y llorar cuando no regrese a casa.

—Te lo dije —logra soltar en un susurro viendo a Kuroo a los ojos—. No resultaría nada bueno.

Ahora sucedía otra cosa que no tenía sentido. El hecho que se hubieran encontrado, que tan solo hubieran hablado unas pocas semanas, y asimismo en pocos segundos esa realidad se desvanecería. Aunque claro, era su culpa. Tenía que ser así.

—Ya no hables. Ya no hables solo...

La voz de Kuroo sale amortiguada, no puede terminar oraciones y su brazo fracturado apenas y lo sostiene. Pero lo hace con una fuerza que se siente hasta reconfortante en los últimos segundos de su vida.

Morir en los brazos de su alma gemela no parece el peor escenario. Antes lo parecía. Lo imaginaba y le daba terror. Ahí murió su hermano. Así debió morir su madre. Pero a diferencia de ella, no se iría sin un compañero al lado.

Pero la idea de dejarlo atrás no le gustaba. No le gustaba para nada.

—Perdón... por hacer que esperaras por nada...

—No te disculpes. Nunca lo hagas.

Las gotas de las lagrimas que están por salir brillan al borde de los ojos de Kuroo, increíblemente lo hacen. No tiene sentido. Nada nunca lo tiene.

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—Kuroo-san, Kuroo-san.

La luz del sol le lastima los ojos levemente cuando llega su cara, atravesando las hojas del árbol bajo el cual está sentado. Despierta lentamente, antes de mirar a la persona frente a él.

—Te quedaste dormido, ¿qué pasa contigo? Akaashi-san y Bokuto-san ya están adelantándose.

Tiene que parpadear un par de veces para espabilarse completamente. Entonces recuerda que están en un parque inmenso en plena primavera, con las hojas de cerezo cayendo por todos lados, rodeados de personas caminando de un lado a otro, paseando con normalidad. Y frente a él está Tsukishima, mirándolo con insistencia.

—¿Kuroo-san?

—Sí, ah, perdón —se toma el puente de la nariz mientras se encorva hacia adelante sobre la banca donde está sentado—. Me cansé por un momento.

—Hum, entiendo. Está bien, solo alcancemos a los demás y... ¿qué... qué estás haciendo?

Tsukki solo dio dos pasos delante de él antes de que Kuroo lo detuviera, sosteniéndolo por la manga de su abrigo. Se miran un momento, con sorpresa, de parte de ambos porque Kuroo no sabe qué le pasa.

Pero no puede quedarse callado.

—Oye, esas veces que dices —habla lento, para no balbucear—, que soy insoportable. ¿Lo dices en serio?

Los hombros de Tsukishima se tensan y lo mira atónito y puede que, por una fracción de segundo, parezca algo culpable. Solo un poco.

—Claro que no, no es verdad —le dice, frunciendo levemente el ceño—. ¿Por qué lo...?

Se detiene a sí mismo, suspirando. Entonces se suelta del agarre de Kuroo para tomarle la mano y jalarlo haciendo que se levante. Se gira y sigue caminando, entrelazando sus dedos en el proceso. No lo mira, camina mirando hacia el frente y ya.

—Últimamente estás pensando cosas innecesarias, ¿sabes? Cielos...

—Se ha vuelto un habito preocuparme por varias cosas —Kuroo sonríe a medias—. Es algo malo, lo siento.

—Tampoco te tienes que disculpar —Kei aprieta el agarre de sus manos—. Si se trata de Kuroo-san, no es raro que ocurra, supongo.

La sonrisa de Kuroo se ensancha, pero no camina hasta ponerse a la altura de Kei. Solo camina, y se deja jalar.

—Gracias por esperarme —le dice.

—Claro, ¿por qué no lo haría?

La imagen anterior del extraño sueño que tuvo va desapareciendo, y casi ya ni recuerda de qué trataba. Pero no importa, porque cuando ve la espalda de Kei delante de él, con su cabello rizo moviéndose apenas a causa del viento, los pensamientos innecesarios se disipan.

No tiene sentido, pero es algo que ocurre. Y está bien con eso.

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